Por ser mujeriego
Un jóven se casa con una bella mujer y termina acostándose con otra. Por un chantaje y por gusto própio.
Ha pasado mucho tiempo desde que envié mi primer relato. Ahora, me he atrevido a enviar mi segunda historia que espero sea de vuestro agrado.
Por ser mujeriego:
Sucedió hace unos años, cuando me separé de mi mujer, debido a mis constántes infidelidades conyugales. No quiero entrar en detalles de las veces que engañé a mi -hoy ex mujer- pero quisiera contarles nuestra historia, en la cual, terminamos mi amada hijastra y quien les escribe, teniendo sexo (cosas de la vida).
Todo comenzó en aquella época de juventud plena. Mi novia en aquel entonces -Margarita - era una mujer encantadora. A sus 23 años lucía una figura espectacular y una cara de ángel que sería la envidia de cualquier artista de cine o tv. Su cintura contorneada y pelo color miel. De sonrrisa cautivadora y unos bellisimos hojos claros, hicieron presa de mi persona y acabé enamorándome perdidamente de ella.
Yo por mi parte y con mis 25 años, no vacilaba en acostarme con cualquier mujer, toda vez que Margarita y yo nos encontrabamos distantes, debido a los contínuos viajes que exigía mi trabajo.
Si, es cierto. Debo confesar que siempre he sido un mujeriego empedernido. Aún hoy, no hay minuto es que no imagine la figura de una mujer, si es que no estoy acostado con alguna -por supuesto-. Siempre las mujeres han sido una suerte de desafío para mi. Siempre intentándo una nueva conquista y siempre demostrándo que -en la cama- puedo ser todo lo que ellas esperan de mi. Mi marcada figura atética, mi estatura y mi -siempre insaciable- herramienta de provocar horgásmos a las féminas, no hicieron mas que otorgarme una merecida fama de amante contumáz.
El sueño anhelado de toda mujer, deseosa de largas e interminables horas de sexo puro.
Cuando conocí a Margarita, ella estaba en su primer mes de ambarazo. Margarita era una mujer franca y directa. Ella me confesó, en nuestra primera cita, que estaba embarazada de un chico que la había dejado por otra. No lo se, pero quizás fue otro motivo para que confiara aún mas en ella. Sentía que Margarita y yo seríamos la pareja ideal, una pareja para toda la vida.
No pasó mucho tiempo y entonces nos casamos. La boda fué genial y hasta hoy conservo aquellas fotos de entonces. Margarita sostiene a nuestra hija Claudia en sus brazos, mientras yo aparezco detrás de mi esposa, mirándo hacia otra parte; mirándo muy discretamente a otra mujer.
La noche de nuestra boda tuve sexo en dos ocasiones antes de acostarme con mi mujer. La primera fué en la bodega de vinos, con una de las empleadas de la casa de mis suegros y la segunda fué con una prima de mi esposa. Esta chica tenía 16 años apenas y me había seguido cuando me dirigía a la bodega. Laura -ese es su nombre- me había coqueteado desde hacia tiempo y aquella noche esperó que la empleada se marchara para chantajearme y exijirme que le hiciera, a ella, lo mismo que acavabamos de hacer con equella empleada. Yo quise evitar a toda costa que mi temprano matrimonio se fuera al tacho de la basura, por lo que accedí a su capricho. Me puse en cuclillas y bajé su calzoncito, mientras mi mano acariciaba sus tiernos y duros senitos.
No tardé en empalmarme desde mi cita reciente con al empleada y ya tenía a la prima de mi mujer, en un rincón de la bodega, a punto de ser penetrada. Entonces escuchamos unas risas en la entrada de la bodega, por lo que decidimos posponer nuestra cesión de sexo para una nueva ocasión. Quedamos en acuerdo que ella viajaría -Laura- a la capital para inscribirse en un curso de verano y que esperaría por mi en un céntrico hotel. Yo por mi parte, tendría que decirle a Margarita que viajaba por motivo de negocios, de lo contrario, la prima de mi esposa confesaría de mis engaños y aventuras a mi mujer.
Me despedí con un beso de mi esposa y de mi hijastra y emprendí mi viaje a la capital. Había pasado una semana solamente desde mi boda y Laura, esperaba por mi en un discreto hotel de la ciudad. Debo confesar que desde aquella noche -en la bodega- me había prendido de la figura de Laura y de que, a pesar, me había chantajeado una pendeja de solo 16 años, no dejaba de provocarme morbosidad aquella situación y también, que sería una de las pocas veces en que tendría sexo con una muchacha tan jóven.
Llegé a medio día al hotel y pregunté por la habitación de Laura. Entonces el recepcionista llamó por citófono a la habitación que ella había tomado préviamente y ella le comunicó que me dejara subir. Tomé mi bolso de mano y subí en ascensor hasta el quinto piso. Mientras caminaba por el largo pasillo hasta la habitación 512, que estaba al final, imaginaba el cuerpo denudo de Laura tendido sobre la cama y comencé a sudar.
La puerta de la habitación se encontraba abierta y entré. Habían algunas prendas tiradas por la alfombra y entre ellas, un diminuto bikini. Cerré la puerta con el seguro y me agaché a coger el bikini, mientras dejaba mi bolso sobre una silla de la habitación. El bikini estaba humedo y tenía un aroma exquisito. Ahora y sin pensarlo dos veces, me quité toda la ropa y entré al baño muy lentamente. El espejo estaba empañado por el vapor que salía de la ducha y tras la cortina de baño, se dibujaba una delgada silueta. Me detuve un minuto, entonces me decidí; corrí la humeante cortina y entré en la ducha, donde se bañaba la primita de mi mujer.
Laura me miró a los ojos y me dijo que no se imaginaba -en verdad- que yo accedería a su reciente capricho, a su chantaje. No le respondí. Todo aquello me gustaba, ella me fascinaba.
Me acerqué muy lentamente y entonces, acaricié su delgada cintura. Subí delicadamente hasta sus senos y me empeñé en sus rosados pezones. El agua escurría por su delgado cuerpo, su largo pelo estilaba vapor, mientras mis manos la acariciaban -ya toda- por su completa y angelical desnudez.
Laura comenzó a gemir y se entremecía toda, con mis manos y mis caricias. Cuando puso su cabeza hacia atrás, me pegué a ella y asalté con mi boca sus jóvenes pechos. Ahora mordisqueaba sus pezones, mientras mis manos apretaban y sobaban sus preciosas y duras nalgas.
Mi pene -erecto desde hacía antes de entrar a la ducha- la atravesaba por completo entre sus nalgas y sobresalía aún mas allá. Ella se frotaba contra en largo de mi miembro, mientras ahora, los dos, jadeabamos como perros en celo. Laura me susurraba "hazme tuya mi amooor", "me muero de placer", "Ho ! Mi dios, no me imaginaba que fuera así, tán rico. Mi amooor!".
Nuevamente me quedé callado y me dediqué a hacerla gozar aún mas. Yo estaba gozándo al igual que ella, así que no perdería el tiempo con esos diálogos "púbers". No!. No sin antes, haberla penetrado por todos sus agujeritos, hasta saciarme por completo y hasta desmayarla de placer en aquella cama, a la que ahora me dirigía -con ella en mis brazos- jadeándo, besándonos apasionadamente, mientras ella no paraba de gemir, entre nuestras abrazadas lenguas y sin habernos secado del agua que escurría en abundáncia por nuestros desnudos cuerpos.
Ahí -sobre la cama- la contemplé un instánte. Yacía tendida, con las piernas entre abiertas, completamente desnuda y sólo para mi. Su cuerpo mojado -juveníl- serpenteaba movimientos febriles, mientras sus jadeos me invitaban a continuar de su exquisitez, de su virginidad que muy pronto acabaría por castigar. Mi hinchado falo, ahora, esperaba el momento preciso para iniciar el goce de penetrar por completo a Laura, la entregada muchacha.
Puse una almohada bajo sus nalgas. Mientras Laura yacía ahora sumida en un profundo éxtasis, mucho antes de comenzar la batalla que preparaba mi mente y mi cuerpo para ella.
Bajé de la cama y comencé a besarla desde la frente. Incliné mi cabeza para alcanzar su boca, mientras una de mis rodillas se posaba sobre la cabecera de la cama. Continué descendiendo con mi boca por su delagado cuello y luego, mi lengua dibujaba círculos en sus pezones. En este minuto, mis rodillas estaban entre la cabeza de Laura. Mi pene rozaba su naríz y golpeaba su barbilla al igual que su garganta. Mientras secaba el agua de su vientre con mi lengua, Laura tomó para si de mi largo pene. Entonces bajé por completo hasta llegar a su afelpada cuevita.
Laura ahora besaba mi pene desde su punta y su lengua me producía un exquisito placer. Entre-abrí sus delgados labios vaginales y comencé a lamer su hinchado botoncito de miel. Una de mis manos se apoyaba en la cama, mientras la otra entreabría sus pétalos para dar paso a mi inquieta lengua -sobre su ahora- mojadisimo agujero. Laura se vino toda sobre mi boca, sin soltar de sus labios el grueso chupete que, ahora, casi llegaba hasta su garganta. Entonces, una vez peparado el terreno, saqué mi falo de su boca y lo dispuse entre sus delgadas piernas.
Ahora era mi pene, el que subía y bajaba contra el largo de sus labios vaginales, buscándo como si quisiera desgastar aquel mojado clítoris, desde su base, contra la cabeza de mi pene.
Laura gemía "haaa. Mi amooor." "Nooo. "No me hagas sufrir maaaas." "Hay ! Nooo".
Yo solo estaba dedicado a lo mio y ahora ponía mi pulgar en la boca de Laura, mientras mi otra mano acariciaba sus pechos y pellizcaba sus pezoncitos. Mi pene continuaba en su tarea de "aturdir" el clítoris de Laura y entonces dije entre jedeos "Laura". "Mírame a los ojos".
Laura abrió sus ojos casi extraviados y me dijo "Hooo. si. Mi amooor". "No dejes de mirarme" le respondí. Comencé a empujar a su entrada con la cabeza de mi pene. Ella quizo desmayarse y entonces pellizqué mas fuerte uno de sus pezones y empujé mi pulgar trás sus blancos dientes, haciendo que ella observara la entrada de su semi-enterrada cueva. Este movimiento me dió el impulso de eterrar un poco mas mi falo entre sus adentros. Laura ahora gritaba "Haaaaaa", "Mi amooor me partes". "Hummm". Entonces, ella se aferró a mi frazo mientras chillaba y en ese momento, rompí aquella barrera que no me dejaba llegar hasta el final de su estrechéz.
"Hayyyyy", "Noooo" y mordió mi pulgar como si quisiera desquitárse por el intenso dolor que le había producido. Esperé unos segundos y empecé a bombear lentamente. Ella aún gritaba de dolor pero no intentaba desclavarse de mi enterrado falo. Puse mis manos entre sus caderas y comencé a balancear su cuerpo arriba y abajo, facilitándo el bombeo, que ahora, se hacía mas y mas intenso. Lura chupaba su pulgar y hacía sonidos extraños. Mezcla de llanto y placer. Ahora ella ayudaba con el movimiento que se hacía mas y mas intenso. Entonces Laura se vino por segunda vez, mientras mi pene continuaba su pálpito y apretados roces, en el interior de Laura.
Mientras continuaba mi bombeo, me incliné sobre la boca de Laura y comencé a besar sus labios muy suavemente. Ella me respondió con suaves mordizqueos -sin abrir lo ojos- y con sus manos que, ahora, empujaban mis nalgas contra su clavado cuerpo. Esto hizo que Laura se viniera nuevamente, derramando chorritos de sus jugos y del sangramiento -normal- de su primera vez, entre mi falo que no cesaba de bombear contra las múltiples contracciones de su vagina.
Levanté una de sus piernas y la llevé -sobre mi cadera- hacia mi espalda, sín sacar un solo milimetro de mi pene que continuaba su interminable labor. Ahora Laura se apoyaba contra mi espalda, con una de sus piernas sobre la mía y con la otra, apoyada en mi cadera. Mi mano continuó apretándo, ahora sus senos, mientras nuestras lenguas se mezclavan en una danza, que hacía chorrear abundante saliba, incrementaba nuestros jadeos y nos meciamos con movimientos pélvicos a unísono compás.
Laura se vino una vez más y ahora yo estaba casi listo a completar mi primera ronda.
Tomé suavemente a Laura de su cintura y la senté sobre mi. Ella, se arrodillaba contra mi espalda -casi a punto de desfallecer- por lo que procedí a moverla hacia adelante a hacia atrás.
Este balanceo me provocaba aún mas placer. Miraba su culito mientras se balanceaba contra mi pene, haciendo contínuos movimientos circulares que nos hacían gemir mutuamente.
Comencé a acelerar el ritmo, recostándo a Laura sobre mi espalda, mientras aceleraba el bombeo de forma desenfrenada. "Haaaaaa". "Huuuuu", gritamos al unísono mientras yo derramaba todo mi esperma en su interior. Ahora nada me importaba y solo quería volver a repetir esos momentos, con Laura, la prima de mi mujer. Laura lloraba de placer y me decía:
"Te amooo" "Mi amoor". Quiero que estemos por siempre juntos. "Mi hombre", "Mi vida".
Yo por mi parte, no pensaba terminar la fiesta ... No aún.
Continuará.
Mi relato anterior: Luna llena