¿Por qué no probar? (Capítulo 9)

Tendría que aprovechar la oportunidad para intentar aclarar las cosas. Corría el riesgo de perderla para siempre… Pero también de ganarla.

¡Hola queridos lector@s!

Comencé este relato el verano pasado, y he decidido continuarlo ahora. Creo que nunca es demasiado tarde si se quiere algo de verdad... Espero que disfrutéis de este capítulo. Intentaré subir pronto la continuación.

Un beso enorme para todos. Y gracias por vuestra paciencia de antemano.

Eli.

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Ella me agarró fuerte del culo, pegándome más a su cuerpo. Pude notar el calorcito del momento... Mi intimidad comenzó a mojarse. Mi cuerpo comenzaba a pedir más y más. Bajé mis besos por su cuello, haciendo suspirar a Eva. Ella por su parte comenzó a tocarme más intensamente, metió sus manos bajo mi camiseta. El contacto de su piel con la mía me puso a mil.

Esta vez me fui yo la que me dejé besar... Eva subió sus besos poco a poco por mi mejilla y continuó llegando hasta mi oreja, a la que le dio especial trato. Llegamos a un punto en el que mis bragas tenían el suficiente lubricante cómo para montar una piscina allí mismo...

En ese momento noté que alguien llegaba. Me di la vuelta por instinto, encontrándome bajo la atónita mirada de unos ojos azules cómo el mar...

María. María. María...

¿Cómo habíamos llegado hasta este punto? ¿Dónde estaba aquel amor que decíamos sentir la una por la otra?

María, al ver la escena, se dio la vuelta y volvió a la fiesta. No cruzamos ni una palabra, pero en su mirada pude ver una mezcla de confusión y dolor...

Estaba echa un completo y absoluto lío. ¿Qué se supone que debía hacer ahora?

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Me quité rápidamente de encima de Eva con un  “lo siento, esto no debería haber ocurrido” y me dispuse a salir a la fiesta en busca de María.

Ahora más que nunca estaba convencida de que todo lo sucedido con Eva había sido un completo error. La persona que ocupaba el centro de mis pensamientos era María. Mi vida, mi todo. La simple idea de perderla me aterraba.

La música seguía sonando de forma animada, nada que ver con cómo me sentía yo en ese momento. Miré a mí alrededor en busca de la melena dorada de María. Para mi suerte la vi, pero en qué mejor sitio que al lado del estúpido de Jaime. Sabía que esta vez la había cagado, y mucho… Y no tenía ni idea de cómo arreglarlo. Aunque yo también merecía una explicación, ya que María parecía bastante entusiasmada con la reaparición su exnovio.

No se me ocurrió otra cosa mejor que hacer que echarme un cubata bien cargado de gin-lemon. Después de tomármelo esperaba que mis ideas se tornasen más brillantes.

Después del primer cubata, le siguió uno más, y después otro y otro… Así hasta que el alcohol hizo estragos en mí. Estaba bastante mareada, y tenía unos celos que me mataban por dentro cada vez que veía cualquier mínimo roce que tenían María y Jaime. Estaba furiosa y a la vez destrozada por la situación.

Si no fuera porque la casa era mía, me hubiese ido ya… Maldita yo, y mi idea de celebrar la fiesta de Eva en mi casa.

Me uní al resto de las chicas que estaban reunidas hablando. Incluso estaba Eva, que actuaba como si nada hubiera pasado… De todas formas, sabía perfectamente cuál era la situación y que poco podía hacer ya. Lo mejor era volver a la normalidad lo antes posible.

Las chicas miraban hacía un punto en concreto. Seguí sus miradas, que se dirigían hasta donde estaban María y Jaime.

Carmen

: No puedo creer que María se esté comportando así. Ella siempre dijo que nunca volvería a tropezar en la misma piedra – dijo Carmen con cierta incredulidad-.

Marta

: Parece mentira tanto entusiasmo. Como si no supiera ya de qué madera está hecho… Es un rufián. – dijo ella indignada-.

Eva se decidió a intervenir, a pesar de que sabía perfectamente la razón del comportamiento de María: celos, despecho…Estaba más que resentida.

Eva

: Quizás solo esté confundida. Todos sabemos que el alcohol, la música… Nos juegan malas pasadas. – dijo segura, mientras me miraba fijamente a los ojos intentándome dar esperanzas.

No entendía como Eva, después de lo sucedido intentaba darme ánimos. Supongo que en el fondo se sentía culpable porque ella había sido en parte la causante de todo esto a lo que habíamos llegado. Sus provocaciones desde el principio me habían dado muchos quebraderos de cabeza… Sin embargo, tampoco me iba a quitar la parte de culpa que me tocaba a mí, ya que mis errores eran imperdonables…

Elena

: Jaime es un idiota – dije notablemente afectada por el alcohol- no la merece- y terminando la frase cogí mi vaso y mi fui dirección a la piscina, donde estaban ambos.

Justo antes de llegar me crucé con Pablo, un buen amigo de la uni, que se notaba a leguas que estaba coladito por mí.

Pablo

: ¡Hola Elena!, ¿qué tal la fiesta? No te he visto apenas, ¿liada preparando cosas? – me dijo haciendo gala de su simpatía.

Elena

: Mmm… Pues la verdad que un poquito. Ya sabes que hay que reponer cosas y todo eso – dije intentando salir del paso sin dar muchas explicaciones (si yo le contase…)-.

Pablo

: Hace bastante calor, ¿no crees?- dijo mientras se reía con cierta malicia- ¿Por qué no te das un baño? Te veo demasiado seca- y diciendo esto me cargó en brazos-.

Yo que iba como iba, apenas me alcanzó para dar unos cuántos grititos, sabiendo que era inútil, y que iba a ir al agua directa. De nada servía luchar contra lo inevitable. Pero hice el suficiente ruido cómo para llamar la atención de los que había alrededor. Se oyeron unos cuantos “¡venga Pablo, tírala!” y otros “¡al agua ya!”.  Justo antes de caer al agua, alcancé a ver los ojos azules de María que por suerte o desgracia se posaban en mí.

Plaaaassssh

El agua estaba fresquita. Parece que me espabiló un poco. Porque llevaba una buena encima. Salí a la superficie, e inmediatamente me encontré con la cara burlona de Pablo, que se había lanzado al agua segundos después de tirarme a mí.

Pablo

: Mucho mejor así, ¿verdad?- me dijo haciéndose el gracioso-.

Elena

: Claro, lo que tú digas Pablo – dije dándome por vencida-.

Decidí nadar hacia la zona donde hacía pie, ya que me sentía más segura, sobretodo en el estado de embriaguez en el que estaba. Me apoyé contra el bordillo de la piscina. Pablo siguió mis pasos hasta llegar a mi altura.

Lo hice sin darme cuenta, pero me había colocado justo enfrente de María. Ésta estaba apoyada justo en el bordillo contrario a mí, y Jaime estaba situado delante de ella. Yo la observaba atentamente y ella a su vez miraba de vez en cuando hacia donde yo estaba. Nos teníamos controladas mutuamente.

Pablo fue adoptando una actitud más cariñosa. Estaba claro que quería que pasara algo entre nosotros dos, y quería que fuera ese día.

Pablo

: Te ves muy guapa hoy, ¿sabes? – me soltó de golpe-.

Yo me reí, porque no sabía bien que decir… Finalmente me decanté por un… “gracias, supongo”.

Comenzaba a atardecer ya. Y el aire no venía tan cálido como por la mañana. Tenía medio cuerpo fuera del agua, y me dio un fresquillo que me hizo estornudar.

Pablo

: ¡Vaya! ¿Tienes frío? – dijo él “preocupado”- Ven aquí, anda- dijo mientras aprovechaba la ocasión y me acercaba a él para darme un abrazo.-

En ese abrazo, puede notar perfectamente que sus intenciones no eran para nada amistosas, pues tenía una erección del tamaño de un camión. Estaba totalmente excitado, y ahora más, al sentir el roce de mi piel.

Aproveché para echar un ojo a María. Que estaba mirando casualmente o quizás no tanto, hacia nosotros. Cruzamos las miradas. Ella, sin quitarme su vista de encima, comenzó a adoptar una actitud más que afectuosa con Jaime. Éste no se hizo de rogar, y enseguida se pegó como una lapa a ella.

¿A qué se supone que estábamos jugando? ¿Quién podía llegar más lejos? ¿A ver a quién le dolía más?

Jaime comenzó a darle besos a María por el cuello. La acorraló contra la pared de la piscina, e iba a lanzarse a sus labios…

Yo no estaba dispuesta a soportar esto ni un segundo más… Me disculpé con Pablo y salí del agua lo más rápido que me permitieron mis piernas y mis reflejos.

Comencé a llorar como una niña. Me senté en una esquina, donde la luz empezaba a ser más escasa y me hice un ovillo. ¿Por qué? ¿Por qué habíamos llegado a hacernos tanto daño? Yo realmente la quería.  Deseaba que todo volviera a ser como antes.

No sé cuánto tiempo estuve llorando. Perdí la noción del tiempo… Me quedé durmiendo sobre mis piernas. No podía ni quería levantarme. Pretendía olvidarme del mundo.

Quizás pasaron algunas horas, hasta que noté como alguien me cargaba en brazos. Era Pablo quien me llevaba, acompañado por Carmen.

Carmen

: Gracias por ayudarme a llevarla Pablo. Yo creo que lo mejor es dejarla en su habitación. Necesita dormir, y que se le pase esa cogorza que lleva encima. Pocas veces la había visto beber tanto- dijo mi amiga preocupada-.

Pablo

: No te preocupes, lo importante es que ella esté bien. Has hecho bien en decírmelo – respondió Pablo.

Me llevaron hasta mi cama, yo apenas podía moverme. Era una mezcla de cansancio, borrachera y desgana.

No sé cómo acabó la fiesta. Estaba demasiado K.O. como para enterarme de nada. Confiaba en que las chicas cuidasen de que todo marchase bien.

Dormí intranquila. Mis sueños me atormentaban. Tenía una incertidumbre que apenas me dejaba respirar.

Miré el reloj. Era la 1:00 p.m. Como era de esperar no se oía ni un ruido. Todo estaba sumido en el más absoluto silencio. La fiesta habría terminado tarde, y las chicas seguirían durmiendo.

Decidí levantarme, ya que no podía conciliar el sueño de nuevo. La cabeza me martilleaba. Pensaba que me iba a estallar de un momento a otro. Me dirigí sigilosamente hacia la cocina, para cogerme un vaso de zumo de piña y un ibuprofeno. Lo necesitaba.

Ya que estaba en pie, me dispuse a dar una vuelta por la parcela, y ver en qué condiciones había quedado todo tras la fiesta.

La verdad que la casa estaba echa un completo caos. Todo tipo de basura tirada por los suelos, vasos de plástico flotando en la piscina, colillas… Nos esperaba una dura tarde de limpieza, ya que teníamos que dejar la casa tan limpia como la encontramos (o al menos aparentemente).

Me tumbé en una hamaca y cerré los ojos. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo. Apenas podía creerlo.

Oí unos pasos que se acercaban, pero no me molesté en abrir los ojos. Noté como se sentaban justo en la hamaca de al lado. Podía sentir una mirada que me taladraba…

Voz : Ayer nos asustaste a todas. Pensamos que te daba algo.- dijo ella.

Esa voz era inconfundible, prácticamente música celestial.  Para mi asombro María había tomado la decisión de venir a hablar conmigo.

Tendría que aprovechar la oportunidad para intentar aclarar las cosas. Corría el riesgo de perderla para siempre… Pero también de ganarla.

Mejor intentarlo, que arrepentirme de no haber hecho nada, ¿no?