¿Por qué no probar? (Capítulo 7)
En ese momento fue cuando me di cuenta de que si Eva me proponía algo esa tarde... No me podría negar, pues yo misma era la que moría de ganas por probar sus labios de nuevo.
La miré con tristeza. Cogí mis cosas y me fui corriendo hacia mi casa. La dejé allí, estática, sentada en su coche donde minutos antes nos estábamos dando el lote con desenfreno.
¿Pero cómo podía haberle hecho eso a María? Me sentía fatal. Estaba jugando a dos bandas. Y lo peor era que aunque sabía que estaba mal, en el fondo me daba morbo.
Eva sabía que yo estaba con María...¿Estaría dispuesta a seguir así? Y yo, ¿sería capaz de seguir engañando a María?
María me encantaba, la quería, pero Eva me descontrolaba...
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Me fui a dormir, porque en esos momentos, era lo mejor que podía hacer. Quizás al día siguiente viera las cosas de otra manera, o al menos eso esperaba.
Me despertó un sonido familiar...
¡Ring! ¡Ring! ¡Ring!
Era el timbre. Mis padres habían salido con mi hermano pequeño a darse una vuelta, ya que era domingo por la mañana. Yo me había quedado durmiendo en casa.
Me levanté y me hice un moño a la carrera. Me puse las zapatillas y tiré hacia abajo de mi camiseta ya que la llevaba un poco subida.
Miré por la mirilla antes de abrir. Una costumbre que tengo desde pequeña. Negro. Todo se veía negro, pues alguien debía estar tapando con el dedo el punto de mira. Decidí abrir finalmente, ya que era la típica broma de mis amigas siempre que venían a casa.
María: ¡Buenos días dormilona! -me saludó sonriente- ¿Están tus padres en casa? -preguntó con cautela-.
Elena: No, salieron esta mañana con el enano -le respondí-.
Solo le hicieron falta las dos primeras letras “N” “O”, para abalanzarse sobre mí en busca de un beso mañanero tan dulce cómo las napolitanas que traía en una bolsita.
Elena: ¡Vaya! Así da gusto recibir a las visitas por la mañana -le dije satisfecha-.
María: Moría de ganas por hacerlo... ¿Sabes? Estás preciosa recién levantada - dijo mientras me daba un toquecito en la nariz a modo de broma-.
Sí, puse cara de tonta... Era mi amor platónico que se había hecho realidad...¿Cómo no estar feliz?
María se dispuso a dejar las napolitanas en la cocina, adelantándose a mí. Ya sabía perfectamente cómo estaba repartida mi casa, pues no era la primera vez que estaba allí. Yo la seguí, no quería dejar que mi saludo de buenos dias acabara tan pronto.
La cogí por detras, y empecé a darle besitos en el cuello. Sabía que eso le encantaba.
María: Elena, cómo sigas por ahí... No respondo. -dijo entre susurros-.
Perfecto. Esa era mi intención.
Alcancé el lóbulo de su oreja, otro de sus puntos débiles. Inevitablemente se le escapó un pequeño gemido, que sin duda, avivó mis ganas de seguir cometiendo travesuras. Ella intentó darse la vuelta, pero se lo impedí. Le agarré de las manos poniéndolas en la encimera, y me pegué a su cuerpo. Empecé a restregarme contra ella. Le aparté un poco el pelo y fui pasando mi lengua lentamente por su nuca, intercalando también pequeños besitos.
A María se le escapaba un suspiro tras otro. Ahora sí, le di la vuelta y nos fundimos en un beso intenso. Nos comimos la boca.
Decidí que ese era el momento ideal para cobrarme la que me debía...
Elena: Creo que me quedo con las napolitanas -dije soltándola y alcanzando la bolsa que había dejado sobre la encimera-.
Se quedó con cara de póker ¿Creía que se me había olvidado aquello de la playa? Pues no.
Vale. Sí. Soy un poco cabrona. ¿Pero y qué? Ella me quería así.
María: ¡Oye! ¿Cómo qué prefieres la napolitana? -me dijo en tono de reproche-.
Yo me acerqué a su boca, y justo cuando se iban a juntar nuestros labios, me separé y le di un mordisco a la napolitana.
María: Vale, vale... Luego no me vengas pidiendo besos, ¿eh? -me dijo y acto seguido me dió un pequeño golpe en el brazo.
Elena: Sabes que me los darás –le dije sacándole la lengua-.
Me encantaba picarle...¿Qué podía hacer? :)
Elena: ¿A ver esa carita? -le dije cogiendola por el mentón- ¿Sabes que me encantas cuando te enfadas? -le dije con una amplia sonrisa-.
Ella se resistía. Intentaba no caer en mi juego...Pero al final acabó cediendo, y dejó que nuestros labios se juntaran de nuevo.
María: Eres mala...¡Qué lo sepas! -dijo para dar por finalizada la ronda de estupideces de la mañana.
Elena: Bueno cariño, y ¿a qué se debe esta agradable sorpresa? - le dije mientras me disponía a continuar con mi desayuno.
María se sentó en la encimera mientras yo me echaba un vaso de leche y le ponía un poco de cacao.
María: Oye, ¿es que no puedo venir sin motivo alguno? -dijo divertida-.
Elena: Pues claro que sí, pero tanto tú cómo yo sabemos que de no tener algo que decirme, hoy domingo estarías durmiendo cual marmota en tu casa... -dije yo.
María: Buuueeno, venga, me has pillado -dijo mientras se le escapaba una risilla- Se trata de Eva.
Al escuchar ese nombre me dio un no sé qué. Me puse tensa. Sin poder evitarlo llegaron a mí las imágenes de la noche anterior: sus besos, sus caricias... ¿Qué me estaba pasando?
María : Resulta que su cumpleaños es el próximo sábado, y habíamos pensado todas en hacerle una fiesta sorpresa -me explicaba ella- Y bueno...Se nos había ocurrido en ir a tu casa de campo, si te parece a tí bien, claro.. - dijo expectante-.
¡Uff! ¿Cómo decir que no? Mi casa estaba vacía ese fin de semana, y bueno, la verdad que siempre ha sido ideal para celebrar fiestas, ya que tenemos piscina, barbacoa... Así que, en fin, ¿por qué negarme? Podíamos pasar todas un rato agradable...
Elena: De acuerdo, por mí está bien. Tendremos que ver los detalles con las chicas, pero de momento, contáis con mi permiso -dije dando el visto bueno al plan-.
En los siguientes días estuvimos acordando todo con las chicas. Invitamos a algunos amigos para qué la fiesta fuera un poco más “a lo grande”, y decidimos hacer una barbacoa. La fiesta empezaría por la mañana y seguiría hasta que durase. Llevaríamos a Eva engañada de alguna manera, para que no sospechara nada. El plan era perfecto.
En la Universidad los días pasaron rápidos. Clases, compañeros, trabajos... El típico ambiente estudiantil. Aunque eso sí... No dejé de notar las miraditas de Eva.
No habíamos hablado nada sobre lo sucedido aquella noche. Y yo desde luego no pensaba hacerlo... Quería olvidarlo, dejarlo en pasado. ¿Qué iba a hacer si no?
Mientras tanto con María todo marchaba sobre ruedas. Nos iba fenomenal. Aunque bueno, he de puntualizar que lo nuestro era una relación secreta. Nuestras amigas no tenían ni idea de que entre María y yo había algo más allá de la aparente “buenísima amistad” que compartíamos.
Por fin llegó el día de la fiesta. Carmen y Marta se encargarían de llevar a Eva engañada. Mientras, María y yo decoraríamos la con globos, serpentinas y todo tipo de tonterías la casa. También estaríamos allí para recibir a la gente y todo lo demás.
Avisamos a nuestros amigos para que fueran llegando sobre las doce, por lo que María y yo decidimos estar allí un par de horas antes y así, ir preparando las cosas.
Fui a recogerla a las diez. Bajé para ayudarla a meter todo el cargamento en el coche: bebidas, comida y decoración. Menos mal que habíamos hecho la compra el día anterior...
Elena: ¡Buenos días preciosa!- le dije con una radiante sonrisa-.
María: ¡Hola guapa! -dijo mientras cargaba un par de bolsas-. Dentro están el resto de las cosas...-me indicó-.
Metimos todo en el coche, y tomamos rumbo hacia mi casa de campo.
María se veía divina. He de reconocer que se había puesto especialmente guapa. Llevaba un pataloncito corto, que dejaba a la vista sus preciosas piernas bronceadas. En la parte de arriba se había puesto una camiseta de lo más coqueta, que mostraba un poco de su escote. Además llevaba su melena rubia suelta. Era la combinación perfecta para que cualquier mortal cayera en la tentación.
Yo por mi parte, también elegí para la ocasión un conjunto bastante mono. Me puse una faldita de lo más sugerente y una camiseta de tirantes que dejaba al descubierto la espalda, pues era de encaje todo lo de atrás.
Llevábamos los bikinis en una mochila, ya que luego, el baño estaba garantizado.
Estábamos ya casi llegando. La conversación en el coche era amena, ultimábamos los detalles de la fiesta. Estábamos en eso, cuando de pronto me quedé callada, y la miré fijamente.
Elena: Perdona que no te lo haya dicho antes – le dije mirando sus ojos azules-. Pero te ves preciosa María.-
María: ¿De verdad?- dijo poniendome ojitos- ¿Sabes? he elegido la ropa pensando en ti.. -dijo mientras se le ponía un leve tono rojizo en sus mejillas-.
Elena : Eres adorable. Y la chica más encantadora y perfecta que he conocido nunca -le solté con toda la tranquilidad del mundo, pues era lo que sentía-.
Ella tomó mi mano y la acarició suavemente. Acto seguido, acercó sus labios para darme un beso.
María siempre era dulce y delicada en cada uno de sus movimientos. Tenía una ternura innata, una dulzura que lograba derretirme.
María: ¿Sabes? Tú eres una de las mejores cosas que me han pasado... - me dijo mientras aún tenía mi mano entre las suyas-.
Finalmente llegamos. Metí el coche dentro de la parcela, dejándolo de forma que todo lo que llevábamos en él nos resultase más fácil de bajarlo. Apagué el motor y me acerqué a María con ganas de juguetear.
Acorté la distancia entre su rostro y el mío y junté nuestros labios. Le di tiernos besitos que luego se fueron intensificando. Introduje mi lengua traviesa en su boca. La metía y la sacaba jugando a mi antojo. Apoderándome de su boca. Me aferré a su labio inferior, dándole un pequeño mordisquito como broche final.
Me fascinaban los labios de María. Eran carnosos. Sobretodo su labio inferior, del que cada vez que podía me hacía su dueña.
María: Tus besos me vuelven loca Elena -me dijo sonriendo- Espero que te queden más para luego, porque ahora cariño, me temo que tenemos que trabajar un poquito. - me recordó con sensatez-.
Le hice caso y nos pusimos manos a la obra. La fiesta la montamos en la parte exterior de la casa, ya que allí era dónde estaba la piscina, la barbacoa y además también disponíamos de un baño en el lugar.
Inflamos decenas de globos que colgamos por allí y también pusimos un gran cartel de bienvenida que habían confeccionado Marta y Carmen días atrás.
Sacamos el equipo de música y los altavoces, las mesas, los aperitivos... Todo estaba ya preparado. Decidimos llamar a Carmen para ver cómo iba todo y para saber si ya venían de camino. Al parecer todo marchaba bien, iban en el coche con Eva, a la que le habían vendado los ojos dándole una torpe excusa. Le quedaban al rededor de treinta minutos para llegar.
Ese tiempo fue el necesario para que todos los invitados fueran llegando a la casa de campo. Al poco, apareció un Golf blanco por el sendero, era el coche de Marta. Pedimos a todos silencio, para no destapar el engaño.
Vimos cómo bajaban del coche y guiaban a Eva hasta dónde nos encontrábamos todos.
Eva: Oye, chicas, chicas... ¿Pero dónde me lleváis? -decía mientras se mostraba reticente a andar, pues su visión era nula-.
Marta: Tú calla y sigue andando hacia delante -dijo entre risas-.
Todos: ¡SORPRESA!
La cara de Eva fue todo un poema. Se le empezaron a escapar pequeñas lagrimillas, a pesar de que tenía una sonrisa tan ancha que no le cabía en la cara.
Eva: Chicas, ¿esto es de verdad? -decía incrédula-.
Carmen: Pues claro cariño, ¿no lo ves? -dijo divertida-.
Eva: Me habéis dejado sin palabras...- dijo mientras nos daba a todas besos y abrazos en señal de agradecimiento- Sobretodo gracias a tí Elena, por haber prestado tú casa- dijo mientras me daba un enorme abrazo con especial atención-.
Ese pequeño contacto con Eva me había dejado pensativa. Su cálida piel, su sonrisa, su ternura...
Me sorprendí a mí misma con esos pensamientos... ¿En qué se supone que estaba pensando?
En ese momento fue cuando me di cuenta de que si Eva me proponía algo esa tarde... No me podría negar, pues yo misma era la que moría de ganas por probar sus labios de nuevo.
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¡Gracias a todos por tomaros la molestia de leer el relato!
Espero que os haya gustado. Procuraré subir la continuación lo antes posible...
No dudéis en comentar, y dejar vuestra impresión, tanto si es buena cómo "mala"... Adoro las críticas constructivas.
Un saludo,
Eli.