¿Por qué no probar? (Capítulo 6)
¿Pero cómo podía haberle hecho eso a María? Me sentía fatal. Estaba jugando a dos bandas. Y lo peor era que aunque sabía que estaba mal, en el fondo me daba morbo.
Coloqué mi toalla y me tumbé a tomar el sol al lado de ella. ¡Estaba tan guapa! La miré y abrió los ojos, dándome el lujo de contemplar ese color azul que me tenía cautivada. Yo simplemente sonreí cómo una boba, porque así es cómo me sentía cada vez que estaba con ella, cómo una completa atontada...
Tenía que admitir que para mí, esto estaba conviertiéndose en algo más importante. Ya no era sólo un juego. No quería probar y ya está. María realmente estaba empezando a gustarme como algo más...
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María : ¿Qué miras? - me dijo sonriendo-.
Elena : Nada...- dije desviando mi mirada, queriendo evitar que de alguna manera pudiera adivinar lo que pensaba-.
María: Si estás enfadada por lo de antes...No te preocupes, que te lo recompensaré con creces en cuánto podamos - dijo enredadando su dedo en uno de mis mechones de pelo que andaban sueltos-.
Elena : Más te vale bonita, más te vale. -l e dije sacándole la lengua-.
Eva y Marta dijeron que iban a por unas cervezas, a lo que me uní al plan. Me vendría bien darme un paseo y despejarme un poquillo.
Marta: Este fin de semana está siendo terapéutico, ¿verdad chicas? No sé lo que nos enseñarán en farmacología, pero yo creo que la mejor medicina es esta. -dijo bromeando-.
Eva: ¡Desde luego! Además nos estamos conociendo mejor. Este fin de semana me he sorprendido gratamente. -dijo mientras me lanzaba una mirada.-
Elena: Tendremos que repetir una de estas escapaditas, ¿eh? La próxima a mi casa de la montaña, para cambiar de aires -dije yo apoyando la idea.-
Sin duda en este fin de semana habían pasado muchas cosas. Quizás demasiadas. Tenía la cabeza echa un lío.
María me gustaba mucho. Desde que la conocí siempre había soñado con que pudiera pasar algo más entre nosotras. No perdí la ocasión en demostrárselo, claro. Y con el tiempo supongo que estaba surgiendo algo más, una cierta conexión. Al menos por mi parte.
Por otro lado estaba Eva...Eva, ¡qué sorpresa! ¿Quién lo hubiera dicho? Una tía que estaba tremenda, tirándome los trastos. Aunque esto nada tenía que ver con lo que sentía por María. Sólo era instinto, puro deseo. Para qué mentir, todos somos humanos... No sabía cuánto tiempo más podría aguantar si me tentaba de esa manera.
Eva : Aquí tienes, tú cerveza -dijo Eva sacándome de mis pensamientos-.
Elena : Gracias -le dije amablemente-.
Le dí un gran trago a la cerveza, cómo si con eso fuera a solucionar algo...
Mientras tanto notaba cómo Eva me observaba. Detallaba cada uno de mis movimientos con sus verdes ojos. Me daba la impresión de que aunque le hubiera dicho que no estaba disponible, no se iba a dar por vencida.
Marta inició el camino de vuelta, y yo para no dar pie a más, la seguí rápidamente.
Carmen: ¡Por fín! ¡Ya estáis aquí! Nos tenéis muertas de hambre... -dijo mientras teatralizaba - os estábamos esperando para comer.
Marta: ¡Ay chicas, qué detalle! Disculpad... Empecemos ya si queréis. -dijo buscando la bolsa de los bocadillos-.
Cogimos cada una un bocadillo, y nos dispusimos a comer tranquilamente bajo la sombrilla. Me encantaban esos días en los que no había prisa y nada importaba... Eran estupendos.
Después de comer me entró el típico sueñecito que te dice a gritos: ¡duerme la siesta! Así que no me pude resistir y tumbada en la arena me quedé “frita”.
No sé cuánto tiempo pasó, probablemente quince o veinte minutos...Pero aunque fuera poco tiempo, aquel sueño me había venido de perlas...Por lo visto las demás también hacían lo mismo, ya que Eva dormía en la butaca, Marta en otra toalla cercana a la mía, y Carmen, la más lista, se había tumbado en la colchoneta. Estaban de lo más graciosas... Me dieron ganas de pellizcarles los mofletes, pero desistí inmediatamente de la idea.
Miré a mi alrededor buscando las ondas doradas de María, distinguiéndola cerca de la orilla. Me acerqué sigilosamente a ella. Estaba de espaldas mirando al mar, momento que aproveché para darle un abrazo por detrás. Y cómo era de esperar, se sobresaltó.
María: ¡Me has asustado, mala! -dijo dandome un pequeño golpe en uno de mis brazos que la rodeaban-.
Acerqué mi cara a su cuello, y respiré ese aroma que tanto me gustaba, para terminar dándole un besito.
Elena: Hola, yo también me alegro de verte, ¿eh? - le dije haciendo la broma-.
Cómo respuesta, ella pasó su mano por mi pelo de una forma muy dulce, dándome a entender que realmente así era.
Hubo un pequeño silencio. De esos que no son incómodos, sino de los que se viven desde un punto de vista súper romántico.
Elena: ¿Sabes?, te echaba de menos -le solté en un ataque de siceridad-.
Ella se giró de forma pausada, quedándo ahora una enfrente de la otra. Tomó mi mano derecha con la suya izquierda, y con la que le quedaba libre, acarió mi rostro. Me miró tiernamente con sus ojos azules.
María: La verdad es que yo también te echaba de menos, tontita. -me dijo sonriendo- Y además mucho. No me gusta tener que fingir lo que siento. - dijo ahora en un tono un poco más serio-.
Recordando que las chicas estaban durmiendo, y no pudiendo resisitir más, me acerqué a ella y le dí un suave beso en los labios. Pero al parecer María no estaba dispuesta a conformarse sólo con eso, por lo que inició un nuevo beso, esta vez menos inocente que el mío. Me tomó por la cintura y me atrajo hacia ella, pegándo nuestros cuerpos cómo si de uno sólo se tratase. Juntamos nuestras lenguas en una danza nueva, única y perfecta. Movíamos nuestros labios lentamente, saboreándo cada milímetro de ellos.
Fue un momento mágico. Nos separamos, y no pude evitar quedar abrazada a ella un instante. Las miles de cosas que se me pasaban antes por la cabeza, ahora simplemente se reducían en una: la quería.
¿Cómo una mujer había logrado hacerme sentir tantas cosas? Con los hombres nunca había llegado a experimentar tales sensaciones...
Era bella, tierna, tranquila, delicada... Creo que estaba empezando a hacerme adicta a ella.
Noté que alguién nos observaba y al levantar la vista, la vi... ¡era Eva! Al parecer se había despertado y probablemente habría visto todo. Cruzamos las miradas...
Al estar de espaldas, María no se dió cuenta de nada... Volvimos como si tal cosa hasta donde estaban las demás. Eva me miró con cara de “te he pillado, quiero que me cuentes de qué va esto”. Yo simplemente me giré y me puse a ver qué hacían las chicas. Carmen se estaba despertando, y como Marta aún seguía con los ojos pegados, me tiré encima de ella para molestarla. No tardó en unirse María, y al poco Carmen. Eva, al ver el alboroto que teníamos montado decidió no quedarse fuera tampoco, y terminó por chafarnos a todas.
Marta: ¡Socorro! ¡No siento mi mano!... ¡Levantaos de encima guarras! -dijo Marta, que estaba la última en esa montaña-.
¿Qué eran las amigas sin los típicos insultos? No podía faltar el “guarra” “cerda” “puti”... Era casi tan normal cómo decir “Buenos días” por la mañana. Eso demostraba, en parte, la confianza que ya teníamos. En poco tiempo habíamos congeniado todas muy bien. Podía decirse que teníamos un grupillo bastante consolidado. Y la verdad que todas eran unas chicas estupendas.
Eva: ¡Venga, va! Como parece que ya te has despertado... ¡Nos quitaremos! - dijo bromeando-.
Nos quitamos todas de encima riendonos de la situación. La pobre de Marta se había despertado pero bien...
Marta: Después de esto... Como mínimo me tendríais que dar un masajito cada una, ¿no? - dijo ella por si colaba-.
Carmen: ¡Ay Marti, no sueñes tanto! - dijo quitándole las esperanzas-.
Entre baños, risas y tonterías se nos pasó la tarde. Llegamos a la casa y empezamos a ducharnos y recoger nuestras cosas. Habíamos decidido volver ya a la ciudad, porque las noches allí eran bastante incómodas por el poco espacio y el calor... Y puesto que íbamos a irnos al dia siguiente por la mañana, tampoco perdíamos tanto.
Nos montamos en el coche de Eva, a la que le tocaba hacer la ruta para dejarnos a todas en nuestras casas.
Las primeras en bajarse del coche fueron Carmen y Marta, que además eran vecinas, así que se fueron juntas.
Quedábamos María, Eva y yo. El próximo lugar por cercanía, era la casa de María, de manera que allí fuimos. El ambiente en el coche era distendido. María no tenía ni idea de que Eva sabía lo nuestro, y Eva, por su parte, actuaba de lo más natural...
Eva: ¡Pues ya estamos en tu casa, María! No olvides coger tu mochila, ¿eh? - le recordó-.
María: ¡Ay, gracias cariño! Ya se me olvidaba...¡Menos mal que estás en todo! -le agradeció ella, mientras le daba un beso en la mejilla- ¡Gracias por traerme! Hablamos mañana guapas –dijo dándome otro beso en la mejilla a mí como despedida-.
Dejamos a María, que vivía un poco lejos de mi zona residencial. Así que decidí pasarme al asiento delantero, ya que sólo quedábamos Eva y yo, y para hablar era más cómodo así.
Elena: De verdad, no tenías por qué haberte molestado en dejarnos a todas en nuestra casa...Podía haberme cogido un bus o algo -dije un poco apurada-.
Eva: Calla tonta, si tú y yo vivimos prácticamente al lado. Sabes perfectamente que no me cuesta ningún trabajo... Y menos si es por ti -me dijo- . Además creo que nos vendrá bien el viaje, para que me pongas al día... Porque ¿sabes? No se me ha olvidado lo que vi esta tarde en la playa. -terminó diciendo- .
Elena: Realmente no sé qué decir...- dije mientras pensaba una respuesta mejor.
Me había pillado sin defensas. No esperaba esa pregunta en estos momentos... Sabía que iba a caer, pero no estaba preparada aún.
Elena : Supongo que todo surgió de forma espontánea... .- dije yo - Cuando me quise dar cuenta, nuestra amistad no era ya sólo amistad... -concluí-.
Eva : La verdad es que nunca imaginé que tú y María estuvieséis juntas en ese sentido... Pero tranquila, no tienes porque decirme más y tampoco tienes de qué preocuparte... Yo no diré nada -dijo de manera convincente- Pero me da pena... Si hubiese sabido antes que a ti te gustaban... Ya me entiendes. No te habría dejado escapar. -dijo mientras me clavaba sus ojos verdes-.
Me miraba intensamente. Con la conversación no me había dado cuenta de que ya habíamos llegado. El coche estaba parado enfrente de mi casa.
Yo me quedé en silencio, y ella continuó hablando.
Eva: ¿Sabes? Desde que te vi el primer día pensé que eras una chica estupenda.Me gustaste mucho...Y bueno, irremediablemnte me sigues gustando.- confesó sin problemas - No espero que cambies de opinión con esto, pero si no lo hago creo que explotaré...
Y diciendo esto se abalanzó sobre mi. Me dio un beso. Un beso apasionado, desesperado, como si el mundo acabara ahí... Yo no sabía qué hacer, pero finalmente me dejé llevar.
Estábamos allí, solas en el coche, en plena noche. La situación me estaba excitando demasiado... Además sus palabras y su sinceridad...Me habían dado qué pensar.
Eva cogió mi cara entre sus delicadas manos, mientras yo la acercaba más a mí tomándola por la cintura. Introdujo su lengua en mi boca, deslizándola mejor que un experto ninja. Yo la atrapé, y le dí un pequeño mordisco, suave e indoloro, pero “travieso”. Esta vez decidí ser yo la que dominara el beso, atrapé su labio superior y jugué también con su inferior. Dejé un pequeño espacio, unos milimetros entre su boca y la mía, para que me suplicara un nuevo beso. Su respuesta no se hizo de esperar y a los pocos segundos sus labios buscaban a los míos con ansias de más. Yo sonreí. Era justo lo que esperaba.
La temperatura estaba subiendo a un ritmo vertiginoso en el coche. Los cristales estaban empezando a empañarse. Nos fundimos en un nuevo beso. Uno tras otro se sucedían. Nuestras manos empezaron a cobrar vida... Ella empezó a masajear mis pechos, mientras que yo apretaba su precioso culo.
Derrepente algo vino a mi cabeza... María.
Me separé de inmediato. Miré a Eva. Estaba super sexy. Las mejillas sonrojadas, el pelo alborotado... Y esos ojos gatunos que me fascinaban.
Elena: Lo siento...Esto no debió de suceder- dije mientras volvía a la realidad-.
La miré con tristeza. Cogí mis cosas y me fui corriendo hacia mi casa. La dejé allí, estática, sentada en su coche donde minutos antes nos estábamos dando el lote con desenfreno.
¿Pero cómo podía haberle hecho eso a María? Me sentía fatal. Estaba jugando a dos bandas. Y lo peor era que aunque sabía que estaba mal, en el fondo me daba morbo.
Eva sabía que yo estaba con María...¿Estaría dispuesta a seguir así? Y yo, ¿sería capaz de seguir engañando a María?
María me encantaba, la quería, pero Eva me descontrolaba...
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Gracias por haberos tomado la molestia de leer este capítulo.
Siento la tardanza. Algunos de vosotros me insistís en que continue con la historia, y así lo haré.
Espero que os haya gustado. No dudéis en comentar, me encanta leer vuestros comentarios. :)
¡Un saludo y hasta pronto!
Eli.