¿Por qué no me quieres? (5)

La Peque se entrega en cuerpo y alma a su hermano. Jesús se rinde al placer, pero todo está a punto de cambiar

La Peque estuvo abrazada a su hermano un buen rato, acariciando su pecho. Él le pasaba la mano suavemente por su pelo.

-Me voy a dormir, mi amor. Hasta mañana.

-Hasta mañana, Peque.

A Jesús le costó dormirse. Se maldijo por ser tan débil. Sabía que se estaba aprovechando del amor que su hermana sentía por él. Pero era tan linda, tan sexy. Y ahora él estaba sólo. Esperaba que todo pasara. Que ella se diera cuenta de que aquello no podía ser y que encontrara a otra persona que se la mereciera.

La Peque, sin embargo, estaba llena de felicidad. A ella no le importaba otra cosa que estar con él. Que la abrazara. Que la besara. Y que le hiciera el amor tan maravillosamente con lo había hecho. No pensaba en el futuro. Era joven. Sólo veía el presente. Y en su presente estaban ella y Jesús.

Jesús se levantó por la mañana  se duchó. Sus padres ya se habían ido. La Peque dormía. Procuró no hacer ruido para no despertarla y así poder marcharse sin caer en la tentación. Pero al volver a su cuarto se encontró a la Peque tumbada en su cama, desnuda.

-Buenos días guapo.

-¡ Peque !. -¿Qué haces aquí?

-¿Tú que crees? -le dijo, con mirada pícara.

Jesús se excitó. Su hermana estaba preciosa esa mañana. Con el pelo alborotado, tumbada en su cama...mirándolo. La Peque llevó sus manos a sus tetas y se acarició sensualmente. Jesús pensó que por una vez más no pasaba nada. Se acercó a la cama se y sentó.

La Peque seguía acariciándose las lindas tetas. Los pezones se notaban duros como dos pitones. Jesús puso su mano en uno de los suaves muslos y lo acarició.

-Tienes la manos frías.

-Acabo de ducharme.

Acarició la piel, subiendo la mano poco a poco. El pecho de María subía y bajaba al ritmo de su respiración. Se estremeció cuando los dedos de Jesús empezaron a acariciar su coñito.

-Estás muy mojada..

-Me pongo así al pensar en ti...

La empezó a masturbar lentamente. La Peque gemía de placer y se mecía en la cama, pellizcando suavemente sus pezones. Los dedos de Jesús se mojaron con sus jugos. Resbalaban muy bien a lo largo de aquella caliente rajita. Metió dos dedos en la vagina y con el pulgar acarició el clítoris.

-Agggggggggggg mi amor....que rico.....

-¿Te gusta Peque?

-Mucho...ummmm ..Me vas a follar, ¿ verdad?

-Después.

Enterró su cabeza entras las piernas de su hermana y empezó a comerle el coño. Ella abrió al máximo las piernas para que pudiera chuparla a fondo. Aquella serpenteante lengua en su coñito la volvía loca de placer.

-Aggggggggggg Jesús...Cómeme...así...que...gustito...

Le dio una rápidos lametones en el clítoris mientras le follaba el coñito con dos dedos. La Peque no dejada de gemir. No dejaba de soltar ricos jugos que restregaba por su cara y recogía con la lengua.

-Me voy a correr, mi amor........me...voy...a .....

Soltó sus tetas y llevó las manos a la cabeza de su hermano. La apretó contra ella y estalló, levantando el culito de la cama. Jesús no dejó de lamerla y follarla con los dedos durante los largos segundos que duró el orgasmo de su hermana.

La Peque quedó desmadejada sobre la cama, respirando agitadamente, con los ojos cerrados, su cuerpo recorrido aún por espasmos de placer. Sintió un beso de Jesús en su pubis y sonrió. El siguiente beso fue en los labios. Fue un beso saldado. Probó su propio sabor en la boca de su hermano. Y de repente, sin previo aviso, sintió como le metía la polla en el coñito, despacito pero sin parar hasta que la tuvo toda dentro. ! Pero si estaba vestido!

-Agggggggggggg

Sin que ella se diese cuanta, mientras le comía el coño, se fue desnudando. La besó con pasión, mientras entraba y salía de ella. Enterrar su polla en aquel coñito tan estrecho, coñito que él había estrenado y que nadie más había usurpado era un placer exquisito.

-Ummm mi amor....cuanto te quiero...que bien...me...follas.

Jesús aumentó la velocidad de la penetración, y en poco tiempo la Peque fue atravesada por un nuevo y potente orgasmo. Él la miró mientras ella se corría. Su preciosa carita reflejaba el intenso placer que estaba sintiendo. Su coñito se contraía y relajaba al ritmo de las oleadas de placer. Cuando la sintió relajarse, Jesús se detuvo, dejando su polla clavada a fondo. Se miraron.

-¿Y tú mi vida?¿No te corres?

-¿Quieres que me corra?

-Claro...

-¿Dónde?

-Donde tú quieras mi amor.

Jesús se acercó a su oreja y le susurró. Él tenía una fantasía que hasta ahora no había cumplido.

-Me quiero correr en tu carita.

La Peque sonrió. Él podía hacer con ella lo que quisiera. Era totalmente suya.

-Pues..hazlo..

Jesús se arrodilló al lado de la cara de su hermana. Ella lo miraba sonriendo. Le puso la polla sobre la cara y ella la cogió con una mano y empezó a moverla.

-Córrete en mi cara, mi amor. Dame toda tu lechita.

El tener aquella preciosa mujer, a su hermana, acostada sobre la cama, acariciando su polla y pidiéndole que se corriera en su cara era demasiado morbo para Jesús. Se iba a correr en pocos segundos.

La Peque sintió como la polla empezaba a palpitar y como se ponía más rígida. El primer chorro caliente la cogió por sorpresa, cruzándole la cara. Los siguientes los dirigió para que le cubrieran su linda faz. Terminó con casi toda la cara cubierta del semen de su hermano.

-¿Estoy guapa?

-Estás...preciosa

Se agachó y la beso. Notó en su boca el sabor de su propio semen. Después la limpió con ternura. Estuvieron un rato abrazados y más tarde cada uno se fue a hacer sus cosas.

Jesús se dijo que una vez más no importaba, que sería la última. Pero no lo fue. Vinieron muchas más. Cuando ella lo buscaba, ya no se resistía. El sexo con su hermana era fantástico. El mejor que había tenido. A veces era él el que la buscaba a ella. Y la Peque estaba encantada. Su amor no hacía más que crecer.

De vez en cuando, la conciencia de Jesús lo atacaba. Le decía que algún día le haría mucho daño a la Peque. Pero cuando ella aparecía y lo abrazaba, lo tocaba, su conciencia se enterraba en lo más profundo de su cabeza y se entregaba al placer.

La Peque no era tonta. Sabía que su hermano no la amaba. Ella siempre le decía que lo quería, que lo amaba. Él nunca. Era muy cariñoso, muy tierno, y cuando hacían el amor conseguía que se derritiera entre sus brazos. Pero no le importaba. Lo que ella quería es estar con él. A su lado era feliz. No deseaba nada más.

Una mañana estaban en la piscina. La Peque tomaba el sol, desnuda, y Jesús nadaba. Salió del agua y se acercó a ella, que estaba tumbada boca abajo.

-Te vas a quemar, Peque.

-Ponme cremita.

Se arrodilló a su lado y empezó a esparcir la crema por los hombros y la espalda. Cuando llegó a su lindo culito se puso mas crema en las manos y le dedicó más tiempo del necesario. Le encantaba pasar las manos por aquellas duras nalgas. Y a ella también le gustaba. Con los ojos cerrados disfrutaba de las caricias de su hermano.

Le pasó un dedo por la rajita del culete. Ella gimió. Y cuando le acarició el ojete con las yemas de los dedos, gimió más fuerte.

Jesús cogió mas crema y se la puso en los dedos. Volvió a llevarlos al culito, y apretó. La punta entró con suavidad. La Peque movió el culito. Aquello le gustaba. Sintió como poco a poco el dedo de su hermano fue entrando en ella, hasta el fondo. Era una sensación muy agradable, que aumentó cuando Jesús empezó a meter y sacar el dedo.

-¿Te gusta?

-Ummmm sí...

Añadió mas crema, y con cuidado, un segundo dedo. El placer que ella sentía aumentó.

-Ummmm que rico mi amor...

El coñito manaba juguitos. Estaba muy excitada. Levantaba el culito buscando los dedos

-Jesús...¿Le has follado el culito a alguna chica?

-No.

-Házmelo a mi,

-¿Estás segura?

-Sí...fóllame el culito.

La polla de Jesús estaba dura desde que empezó a ponerle cremita, pero se puso como una roca cuando su hermana le pidió que le follara el culito. Se quitó el bañador y se puso detrás de ella.

El culito estaba bien lubricado, pero se puso más crema en la polla. Delante de él, su hermanita acostada sobre una toalla, levantando el culito, dispuesta a recibirlo.

Acercó la polla al anito y apretó. Entró sin dificultad.

-Agggg

-¿Te duele?

-Un poco...pero sigue..no pares.

Jesús siguió empujando suavemente. Gracias a la crema la polla resbalaba con facilidad, y en poco tiempo la tenía toda dentro de culito de la Peque.

-Ummmm Peque..que apretadito tienes el culito.

-¿La....has...metido...toda?

-Si..hasta el fondo.

-Me llenas..mi amor....

La Peque sentía un poco de dolor. Pero el placer era infinitamente mayor. Se estaba entregando por completo al hombre amado. Le ofrecía lo único virgen que le quedaba. Él había sido el primero en todo. Levantó más al culo, invitándolo a penetrarla aún más a fondo.

-Fóllame el culito, mi vida...fóllamelo.

Con inmenso placer, Jesús empezó a moverse, a entrar y salir con suavidad del apretado culito de su hermana. Ella se contorsionaba, gemía, meneaba las caderas hacia los lados, aumentando el placer de Jesús y de ella misma.

-Más...más fuerte....fóllame más...aggggg...fuerte...

La penetración se hizo cada vez más rápida. La Peque metió un mano por debajo de su cuerpo y se frotó el coñito mientras la polla de Jesús se movía cada vez más rápido, dentro y fuera de su culo. Ya no había dolor. Sólo placer. Mucho placer.

-Peque...no...puedo más...me voy a ..correr....

-No..espera..espera..

-Agggggggggg

Jesús no resistió tanto placer. No sólo era que aquel estrechito y cálido culito le diera mucho gusto, sino que era el culo de su preciosa hermana, que gemía con sus embestidas. Se la clavó a fondo y se empezó a correr con fuerza, cerrando los ojos. Fueron varios chorros calientes que María sentía estallar dentro de ella.

Cuando terminó de correrse, Jesús se paró. Con los ojos cerrados, disfrutando de su fortísimo orgasmo.

-No te pares mi amor...sigue..follándome...estoy a punto..de ..correrme..

Jesús la siguió follando, aunque la polla se aflojó un poco consiguió hacerla correr. La Peque cayó hacia adelante y Jesús se tumbó a su lado.

-Ummmm ya soy toda tuya mi amor..

Él la besó tiernamente en el cuello.

Esa noche, cuando la Peque entró a hurtadillas en el cuarto de su hermano, en la mano llevaba el bote de crema.

Fueron días de sexo entre la Peque y Jesús. La Peque cada vez más enamorada. Jesús se dejaba querer.

Pero un día, caminando por la calle, Jesús se tropezó con una chica y le tiró los libros que llevaba al suelo. Se disculpó y la ayudó a recogerlos. Cuando la miró a unos preciosos ojos azules, quedó prendado. Tenía una piel muy blanca y un pelo negro, largo y lacio. Era preciosa.

-Siento haberte tirado los libros.

-No te preocupes.

-¿Me dejas invitarte a un café para compensarte?

-Bueno...no tienes por que.

-Insisto.

-Vale.

El café se convirtió en una estupenda tarde. La chica era muy simpática y agradable, además de guapa. Se llamaba Lisa. Le pidió el teléfono y se lo dio.

Cuando llegó a casa, la Peque salió corriendo a saludarlo. Se tiró sobre él y lo abrazó.

-Mi amor!! ¿Dónde has estado?

-Esto...con unos amigos.

-Te he echado de menos.

Acostado en su cama, a oscuras, Jesús pensaba en Lisa. Qué guapa. Qué simpática. Deseaba volver a verla. En ese momento entro la Peque, desnuda, y se metió en su cama. Lo besó y lo acarició. Le sacó la polla del pijama y bajó la cabeza, empezando una lenta mamada. Ya lo hacía muy bien. Si la dejaba, lo haría correr en poco tiempo. Pero ella también lo empezaba a conocer, y cuando notó que si seguía le iba a llenar la boca de leche caletita, paró. Ya se tomaría la lechita luego. Ahora quería esa polla dentro de su coño.

Se subió sobre él y empezó cabalgarlo, Despacito al principio, subía y bajaba sobre aquella dura estaca que la mataba de placer. Aceleró los movimientos poco a poco. Se acariciaba las tetas. Se pellizcaba los duros pezones. Como esa tarde no había tenido sexo con Jesús, estaba más excitada que de costumbre y pronto estalló sobre la polla, gimiendo en la penumbra de la habitación de su hermano. Mientras se corría susurraba el nombre de su amado.

Él no se había corrido, así que cuando su cuerpo se recuperó, se bajó y volvió a llevar su boca hasta la polla, recomenzando la mamada. Esta vez buscaba hacerlo correr. Jesús puso sus manos en la cabeza de la Peque acompañándola en su mamada. En pocos minutos el cuerpo de Jesús se tensó. En la habitación sólo se oían los gemidos de Jesús y el sonido que hacía la garganta de la Peque al tragarse el semen calentito que la polla de su hermano escupía en su boca.

Estuvo un raro abrazada a él, que le acariciaba suavemente la piel de los hombros. Ella, pensando en lo feliz que era con su hermano. Él, pensado en Lisa. Después le dio un beso de buenas noches y se fue a dormir.

Al día siguiente, Jesús llamó a Lisa y quedaron en verse en el mismo sitio. La recibió con un beso en la mejilla. Su piel era suave y caliente. Mientras hablaban de todo, él le cogió una mano. Ella lo aceptó. Cuando se despidieron, la besó otra vez, pero ahora en los labios. Lisa se sorprendió un poco, pero no se apartó. Cuando sus labios se separaron, tenía una dulce sonrisa.

-¿Nos vemos mañana? -preguntó ella.

- Claro.

Volvió a mentirle a la Peque. Pero follaron cuando ella fue a su cuarto por la noche.

Las salidas con Lisa se hicieron diarias. Se estaba enamorando de ella. Locamente. No podía de dejar de pensar en ella. Una noche, mientras la Peque le estaba chupando la polla, Jesús, con los ojos cerrados, pensaba que era Lisa.

Cuando la Peque se fue a dormir, Jesús se sintió fatal. Aquello no podía seguir así. Quería mucho a su hermana, a su Peque. Pero amaba a Lisa. Sin embargo, no sabía como decírselo a María. No quería hacerle daño.

La Peque notó que algo iba mal. Su hermano cada vez estaba más tiempo fuera, con 'sus amigos', según decía. Pero ya no la buscaba como antes. Y cuando follaban lo notaba un poco distante. Tendría que averiguar que pasaba.

El día en que todo cambió fue el día en que Jesús acompaño a Lisa a su casa. En el portal se besaron con pasión. Lisa notó en su barriga la dura polla de Jesús. Su coño se mojó.

-Bueno...Lisa...hasta mañana  -le dijo Jesús, despidiéndose

-¿Quieres...subir a mi casa?

Le tendió la mano y él la tomo. De la mano entraron en la casa. Y de la mano entraron en el dormitorio de Lisa.

La Peque no lo sabía aún, pero Jesús se juró a si mismo que no volvería a acostarse con ella. Y esta vez estaba decidido a ser firme.

CONTINUARÁ