¿Por qué no me quieres? (3)

La Peque trata de consolar a Jesús por lo de Blanca

La Peque se duchó, limpiándose la sangre seca que tenía entre los muslos. De su coñito aún salía un poco de la mezcla de sangre y semen de su hermano. Ahora que tenía la mente clara, temió haber quedado embarazada. Eso hubiese sido lo peor que podría pasarle. Su inconsciencia la había llevado a cometer una locura.

Jesús ahora no podía pensar. Estaba conmocionado por lo que había pasado. Además, el dolor de cabeza de la resaca lo estaba matando. Se fue a su baño y se dio una larga y cálida ducha. Con los ojos cerrados, las manos apoyadas en la pared, dejaba que el agua caliente acariciara su cuerpo. Poco a poco se fue despejando.

Se había acostado con su hermana. Por la sangre supo que la había desvirgado. Uno de los momentos que deberían ser más bonitos para una mujer, y la Peque lo había tenido con él, borracho. De repente se dio cuenta de que si estaba borracho no se controlaría. Que a lo mejor se había corrido dentro de ella. Que a lo mejor la había dejado embarazada.

La idea lo aterró. Pero un amigo suyo era hijo de un farmacéutico y le podría conseguir la píldora del día después. Aunque aún era temprano, en cuanto salió de la ducha lo llamó y le contó lo sucedido, sin decir, por supuesto, que la chica era su hermana. El amigo le dijo que no se preocupara y que a media mañana tendría la pastilla. Le dio las gracias, aliviado.

Después de la ducha se sentía mejor. La cabeza le dolía menos. Tenía que hablar con la Peque, por lo que se vistió y fue a su cuarto. La puerta estaba cerrada. Tocó. Pero María no contestó.

-¿Peque, estás ahí?

-Vete, no quiero hablar.

-Voy a pasar.

Abrió la puerta. Su hermana estaba en la cama, vestida con un pijama. Miraba al suelo.

-Tenemos que hablar.

-No hay nada de que hablar, Jesús.

-Claro que lo hay, Peque. Lo que pasó anoche...

-No te preocupes por lo de anoche. Olvídalo.

-¿Cómo quieres que lo olvide? Me...me acosté contigo.

-Estabas..borracho..

-Lo sé. Pero eso no es excusa.

La Peque levantó la cara y lo miró. Sus ojos estaban aguados, a punto de llorar.

-No fue..culpa tuya, Jesús..Fue mi culpa. Yo me metí en tu cama, y no lo impedí..Lo siento.

Una lágrima resbaló por su mejilla. Se sentía humillada y asustada. A Jesús se le rompió el corazón al ver a su querida hermana así. Se acercó a ella y se sentó a su lado. La Peque se echó en sus brazos.

-Jesús..perdóname...fui una estúpida. Pero te quería tanto, te deseaba tanto....Te quiero tanto.

-No pasa nada, Peque, no pasa nada. Ya verás como todo vuelve a ser como antes.

-Ya nada será como antes.

-No digas esas cosas. ¿Me quieres? Me refiero a como tu hermano.

-Claro que te quiero como hermano. Más que co...

Le puso un dedo en la boca, para que no siguiera hablando.

-Yo también te quiero, como hermana. Eso es lo importante.

Estuvieron un rato abrazados. Jesús le acariciaba suavemente el cabello.

-Peque...

-Uh...

-Anoche...ya sabes.. cuando lo hicimos..¿Acabé dentro de ti?

-...Sí.  Tengo miedo, Jesús..¿Y si me he quedado embarazada?

-No te preocupes. Ya he llamado a un amigo y me dará una pastilla para eso. No pasará nada.

  • Gracias...Te quiero.

-Y yo a ti, Peque.

-No como yo deseo que me quieras.

-Peque...

-Shhhhh.... ya lo sé. Soy tu hermana.

Jesús se fue a buscar a su amigo, que le dio el medicamento.

-¿Qué tío? Una noche de juega sin 'paraguas', ¿No?. Dile a Blanca que no se preocupe, que esto es infalible

-No es para Blanca.

-Coño Jesusito.

-La pillé con otro.

-Joder. Así que te vengaste a lo grande. ¿Quién fue la afortunada?

-No la conoces.

-Pues dile que eso, que no se preocupe.

-Gracias tío.

-De nada, machote.

De ahí se fue a buscar su coche. Le dio las gracias al barman por haberle impedido conducir la noche anterior. De broma, le pidió una copa. Cuando regresó a casa, le dio la pastilla a su hermana, que se la tomó en seguida.

-Ya verás como no pasará nada, Peque.

-Nunca te había visto borracho. ¿Qué te pasó?

-Nada, nada..cosas mías.

-¿No me lo cuentas?

-Es...por Blanca.

-¿Discutiste con ella?

-No. La encontré con otro.

-Vaya... que zorra, ¿No?

-Sí.

-Jeje, no es que me disguste que la dejes. Porque la dejas, ¿No?.

-Sí, la he dejado. Pero ese chica me gustaba.

La Peque comprendió como se sentía su hermano, pues ella misma estaba en una situación parecida, amando a una persona sin ser correspondida.

-Lo siento, de verdad, Jesús.

-Bueno, ya se me pasará.

-Me voy a estudiar. Hasta luego.

-Hasta luego Peque.

En su cuarto, María no lograba concentrarse en los libros. Pensaba en su hermano. En lo que pasó la noche anterior. En su ruptura con Blanca. En lo mal que lo estaría pasando Jesús. No lo vio en la piscina, como solía hacer por las mañanas, así que supuso que estaría viendo la tele. Fue al salón y lo encontró tumbado.

-¿Puedo hacerte compañía?

-Claro Peque.

Jesús se incorporó y ella se sentó a su lado, apoyándose en su regazo. Durante un rato siguieron viendo la tele en silencio. La primera en hablar fue la Peque.

-¿La querías mucho?

-Creo que sí.

-Bueno, ya aparecerá otra más adecuada a la que puedas amar.

-Eso no me consuela ahora.

-Eso es lo que tú me dijiste a mí.

-Jajajaja! Tienes razón. Qué fácil es dar consejos a los demás.

Sin darse cuenta, Jesús acariciaba la piel de los brazos de su hermana. Esa simple caricia la hacía estremecer. A pesar de que la noche pasada había sido horrible, a pesar del olor a alcohol, su amado hermano había estado dentro de ella. La había llenado con su caliente semen. Y ahora la acariciaba con ternura.

No pudo evitar excitarse. Cerró los ojos para sólo sentir. Las yemas de sus dedos recorriendo su piel. El latido de su corazón. El olor de su cuerpo. Sus pezones se endurecieron y su coñito se empezó a mojar. Ahora que Blanca ya no estaba, se propuso que su hermano sería suyo. A pesar de ser su hermana, lo haría suyo.

Se había excitado demasiado. Necesitaba acariciarse. Pero allí, con él, no podía. Aún no.

-Tengo que estudiar.

-Vale Peque. Se la mejor.

Antes de irse, María le dio un beso en la mejilla, cerca de los labios. Una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo al sentir en sus labios el calor de su piel. Una vez en su cuarto, cerró la puerta y se desnudó. Sus braguitas estaban empapadas. Se acostó en la cama, boca arriba y empezó a dejar volar su imaginación. Cerró los ojos y llevó una mano a una de sus tetas. No era su mano, era la mano de Jesús la que la acariciaba. Eran los dedos de él los que apretaban sus pechos, los que deban tiernos pellizquitos a sus duros pezones.

Y eran las manos de él las que lentamente bajaban por su piel, desde su barriguita hasta su pubis. Las que enredaron sus dedos en el vello de su pubis. Y eran las dedos de él los que recorrieron su húmeda rajita. Abrió sus piernas, imaginando que Jesús acercaba su boca a su coñito. Se pasó dos dedos a lo largo de su coñito, imaginando la lengua de él. Hizo círculos alrededor de su clítoris, como si fuera su lengua lamiéndola.

Se llevó esos dedos mojados de sus propios juguitos a la boca y los chupo, notando su salado sabor. Pero no eran sus dedos los que transmitían su sabor. Era la boca de Jesús, que la besaba después de haberle comido el coñito. El que la seguía besando mientras la penetraba con su dura polla.

La Peque gemía de placer sobre la cama. Con una mano se acariciaba el coñito, introduciéndose dos dedos en la vagina, dos dedos que en su mente eran la polla de Jesús. Su boca chupaba los dedos de la otra mano, que su mente transformaba en la lengua de su hermano. No tardó en correrse, luchando por no gritar su nombre. Todo su cuerpo se tensó, recorrido por espasmos de placer. Los dedos de sus pies agarrotados. El aire no entraba en sus pulmones. Su cara reflejaba el intenso placer que estaba sintiendo.

Después, la calma, la relajación de los músculos. La respiración agitada. Se acurrucó, con los ojos cerrados y descansó hasta que llegaron sus padres y fue la hora de comer.

Durante varios días las cosas fueron así. Jesús estaba triste. La Peque, por una parte, estaba preocupada por él. Por otra, se alegraba de que Blanca ya no existiera.

Una mañana, mientras estudiaba en su cuarto, observó como Jesús por fin salía a la piscina. Estuvo un rato mirándolo nadar. Después como se tumbaba a tomar el sol. Entonces, se puso un bikini y se fue a la piscina.

-Hola Jesús.

-Hola Peque. Que raro verte por aquí.

-Ya estaba cansada de estudiar. Voy a nadar un poco.

Se lanzó al agua, que estaba fresquita, demasiado para su gusto. Salió rápido y se puso a tomar el sol al lado de su hermano.

-Te vas a quemar, Peque.

-¿Me pones crema?

-Claro.

Sentir las manos de su hermano acariciando su piel la excitó. Cerró los ojos y disfrutó de las expertas manos de Jesús. Primero le puso crema en la espalda, los brazos y la parte trasera de los muslos.

Jesús trató de no fijarse en el cuerpo de su hermana, pero no pudo evitarlo. Por primera vez la miraba como la linda mujercita que era. Cuando terminó, le dijo que se diera la vuelta para ponerle la crema por delante. Cuando le pasó las manos por la barriga la Peque se rió.

-Me haces cosquillas.

-Bueno, ya no te vas a quemar.

-Gracias guapo.

Jesús se puso a tomar el sol. Antes de tumbarse, sus ojos se fijaron en que su hermana tenía los pezones marcados. ¿Sería por el agua fría? Él sabía los sentimientos de ella hacia él. Pero su hermanita. Su querida Peque.

Se sorprendió a si mismo mirándola de vez en cuando. De verdad que era bonita. No se acordaba, pero había echo el amor con ella. La había desvirgado. Una de las veces, sus miradas se cruzaron. El corazón de la Peque se aceleró. Él la estaba mirando. Jesús se tiró al agua cuando se dio cuenta de que comenzaba a excitarse.

La cabeza de la Peque trabajaba a mil por hora. La había mirado. Aquella mirada no era de hermano. La miraba como mujer. Se lanzó también al agua y nadó hacia él.

-Está fría.

-A mi mes gusta así, fresquita.

Se acercó a su hermano. Lo miró a los ojos. Él mantuvo la mirara. Lentamente, acercó sus labios y los besó.

-Peque..no...

-Ya sé que soy tu hermana..pero me has mirado como se mira a una mujer.

-Lo siento...Perdona.

-¿Perdonarte? Pero si me ha encantado que me miraras así.

Lo volvió a besar. Notó menos resistencia por su parte.

-No me mires como tu hermana. Mírame que mujer..¿No te gusto?

-Peque...

-María...Soy María.

Ella llevó su mano sobre el bañador. La polla estaba dura. La agarró.

-Tu cuerpo me desea, Jesús.

El la apartó suavemente. La mirada de ella era anhelante, llena de deseo.

-Lo siento, no puedo.

Salió de la piscina, cogió su toalla y se fue a su habitación. La Peque no se sintió mal porque la dejara. Se sintió bien. Él la deseaba. Lo había excitado. Salió también de la piscina y se fue a su cuarto.

Jesús estaba hecho un lío. Su hermana lo había besado y le había gustado. Le había tocado la polla. Recordó sus tetas cuando le las mostró el otro día. Era un mujer preciosa, que lo deseaba. ¿Por qué no aceptar lo que le daba? Salió de su cuarto y se dirigió al cuarto de su hermana. La puerta estaba entreabierta.

María se estaba secando. Se había quitado el bikini y cuando su hermano entró en la habitación la toalla tapaba su desnudez. Se miraron a los ojos otra vez. La Peque con deseo. El mismo deseo que vio en los ojos de su hermano.

Dejó caer la toalla al suelo. Quedó desnuda ante él, que cerrando la puerta se acercó a ella. Quedaron el uno frente al otro. Y ahora, para alegría de la Peque, fue Jesús el que acercó sus labios y la besó.

CONTINUARÁ.

Jeje, ya sé que es un punto 'jodío' para cortar el relato. Pero es que si no se alargaría mucho.