Por qué no me acosté con Luisa Lane

Muchos piensan que soy virgen y algo pacato para el sexo. Pero la verdad es muy otra.

Por qué no me acosté con Luisa Lane. Por Superman.

Superheroe04@hotmail.com

Mucha gente me acusa de pacatería por no haber tenido relaciones con Luisa. Y les aseguro que ni ella ni yo somos frígidos. Pero tuve muy buenas razones, y es hora de que las exponga al dominio público.

De adolescente, cuando aún vivía en la granja de los Kent, flirteaba con una chica del pueblo, Elizabeth, de rubias y largas trenzas y preciosas formas. Y un día logré llevarla al granero y tirarla sobre las pajas. Ella estaba muy emocionada. Y cuando comencé a acariciarle el pubis con mis super dedos, tuvo varios orgasmos en cascada, lo que me produjo mucho gusto. Entretanto, la apasionada granjerita me manoseaba mi super polla de un modo tan incitante que vi. que deseaba que la penetrara.

Y una vez que logré enchufar una cosa tan grande en una cavidad tan chica, ella volvió a correrse. Y siguió corriéndose y corriéndose mientras yo le daba al mete y saca. Cuando finalmente me derramé, Elizabeth tuvo un último estremecimiento y se quedó exánime, con una gran sonrisa en la cara. Quedé un rato tendido a su lado, hasta que me volvieron las super ganas y volví a montarla. Pero no sentí ninguna reacción de su parte, como si no sintiera nada. Y no sentía nada. Estaba muerta. La examiné con mi visión de rayos equis y descubrí la triste verdad: los chorros de mi super eyaculación atravesaron todo lo que encontraron en su camino, y salieron de su cuerpo volatilizando las vértebras lumbares. Me sentí algo deprimido, pero no tanto como para desmontarla. Al fin de cuentas uno tiene sus propios impulsos y no debe reprimirlos por monsergas éticas, más aún cuando ya no tiene caso que uno se detenga.

"El daño ya está hecho", pensé filosóficamente, y me la continué follando con todo el entusiasmo de mi juvenil cuerpo. Ocho veces. Y los distintos trayectos de mis chorros de super semen siguieron abriendo orificios de salida por todas partes.

Cuando terminé de saciar mi super lujuria mi quedé mirando tristemente el cuerpo. Estaba hecho una porquería. No podía llevarle eso a sus padres. Así que la llevé al fuerte Soledad, mi refugio en el Polo Norte. Allí, dado el frío reinante, el cuerpo no se descompondría, y en futuras ocasiones podría volver a darle uso. Y así fue, en incontables situaciones.

Durante algún tiempo me contenté con esa solución y las pajas solitarias, aunque con estas últimas tenía que recibir la leche con mis manos, ya que sino hubiera continuando perforando el techo y luego las tejas, que ya tenían bastantes orificios de anteriores eyaculaciones descuidadas.

Pero un día conocí a Mirtha, deliciosa morena mexicana que había venido de visita a sus familiares en Villa Calma. Me impresionaron sus enormes pechos, sus sensuales labios, sus grandes ojos negros y, sobre todo su soberbio culo. Y usando mi super seducción logré llevarla a las parvas del granero. Ella debía haber adivinado mis intenciones, o acaso sus deseos corrían parejo con los míos, porque en cuanto vio mi super polla super enhiesta y temblando en el aire, se quitó las braguitas, se puso en cuatro patas, se levantó la falda sobre la espalda, dejando expuesto su soberbio culo, puesto en pompa, como si me lo ofreciera. Y para no dejar lugar a dudas me dijo con voz ronca, en su dulce hablar mexicano: "…entiérramela en el orto, nene… "Y yo, olvidada toda precaución, se lo super abrí y me la super cabalgué, haciéndola alcanzar numerosísimos orgasmos, hasta que al final solo decía incoherencias en mexicano, un poco sucias, por lo que pude entender. Y claro, uno no es de fierro (es un decir, ustedes comprenden) y sin poder evitarlo ni prever las consecuencias, terminé por inyectarle mis enormes super chorros con las super pulsaciones de mi super polla. Creí que le estaba inundando el culo, pero no. Los chorros atravesaron todo lo que encontraron en su camino y terminaron saliendo por el centro de la cabeza, con rumbo al espacio exterior. Esta vez me di cuenta mucho más pronto de la barbaridad que acababa de cometer. Aún antes de haberla desmontado, porque el cuerpo inerte aflojó las rodillas, y ahí nos fuimos los dos, contra las pajas, con ella todavía ensartada. Y el descubrimiento me resultó sobrecogedor, pero no tanto como para que se me bajara la super erección. Y ya que estaba… seguí con el sobre cogimiento de ese hermoso culo Otras ocho veces. Creo que ese número parece constituir un límite al número de super orgasmos que puedo tener en un par de horas. Y mi super semen abrió agujeros por todas partes, pero la cara las tetas y el culo quedaron intactos. Y la cara había quedado con una perversa expresión de lujuria cercana casi al sufrimiento extásico, que me sirvió después muchas veces para motivarme, cuando volvía a visitarla al polo Norte, para jugar con ella.

La desaparición de ambas chicas dio mucho que hablar en el pueblo, pero nadie las conectó conmigo. Y de ahí en más me propuse firmemente no volver a incurrir en estos espantosos errores y seguí visitando la fortaleza Soledad para que los cuerpos de mis dos bellas amantes me recordaran el peligro que representaban mis super eyaculaciones. Y para otras cosas, para no desaprovechar las visitas, ya que estaba allí

Y todo hubiera seguido así, si no fuera por una doméstica de quince años que trabajaba para los Kent. Yo había observado las miradas que ella me dedicaba cuando pasaba a su lado, pero me mantuve firme en mi actitud prescindente. Y todo hubiera acabado bien si no me hubiera quedado dormido a pierna suelta aquella tarde en el granero. Tuve unos deliciosos sueños eróticos, al punto tal que soñé que la doméstica me estaba mamando mi super nabo. Y en el sueño me permití todo el disfrute y debo haber tenido una tremenda eyaculación. Cuando me desperté comprendí lo que había sucedido. No había sido un sueño. La eyaculación le había entrado por la boca, pero le había salido por la nuca, y pude ver la punta de mi nabo todavía super erecto, asomando por el hueco que le había quedado a la pobre chica en la nuca. Otro viaje a la fortaleza Soledad.

Y después de eso me fui a Metrópolis.

En el Dayly Planet conocí a Luisa y nos enamoramos. Pero un día, cansada de esperar, la chica me avanzó, y tuve que explicarle. El asunto de mi super eyaculación y las muertes que había causado, la excitó muchísimo, y no dejaba de tocarse mientras le contaba. Finalmente acordamos en que solo la dejaría masturbarme de costado, cuidando de no estar en el camino de mis acabadas. Ya ducha en esto, Luisa de divertía guiando mis chorros para escribir obscenidades en una plancha de acero de veinte centímetros que había incrustado en el techo. Tenía una puntería endemoniada mi chica. Y yo le hago sexo oral. Y disfruta mucho. Pero es muy ardiente, y me tiene loco a pajas.

De modo que formamos una feliz pareja monógama. Y creo que ya es hora de que esto sea del dominio público.

Cierto que mi monogamia resulta de condiciones ajenas a mi superlujuria, pero es una monogamia tan digna como la mejor.

Aunque si alguna bella señorita, cansada de las ingratitudes de esta vida, decidiera que bien vale la pena morir, si es una muerte placentera, puede escribirme a superheroe04@hotmail.com sabiendo que quedará definitivamente satisfecha.