¿Por qué no?
Tú das dos pasos hacia atrás y miras mi desnudez, tus ojos de lobo recorren mi cuerpo que sigue temblando, aunque ya no tengo claro que sea de frio. -No, Claudia dices antes de salir de la cocina- -¿Y por qué no? -grito al espacio vacio que dejas-
De nuevo parada ante esa fabulosa casa de piedra pienso en lo bonita que es, irradia calor, rutina, tranquilidad… y esta allí en ese pueblo, al final de esa calle y detrás solo el bosque y las montañas… estoy enamorada de ese lugar.
Busco bajo la piedra que me ha indicado y encuentro la llave, entro y compruebo que como era de esperar estoy sola por un buen rato. He estado varias veces allí, pero sigue maravillándome el alto techo central, la escalera de madera que sube al único piso, me siento en el sofá del salón desde donde puedo ver el balconcito del pasillo que lleva a las habitaciones de ese piso. Bajo las habitaciones de arriba que cubren todo menos el salón están la cocina, el baño y el pasillo que lleva a dos habitaciones más. Todo está impoluto, limpio y ordenado como siempre.
Dejo mi bolsa en el armario de la habitación de abajo, la que siempre suelo ocupar. Miro hacia el otro extremo y veo la tuya, tu feudo, tu reino... me asomo y huelo tu perfume que me huele a tierra, hierba, vainilla y madera, ese olor tan tuyo, seco y varonil como tú.
Entonces recuerdo que me han dicho que coja una almohada de las habitaciones de arriba y subo a por ella, retomando otra fantasía en la que como últimamente tu eres el protagonista, agarro fuerte la almohada… he debido quedarme dormida pienso cuando me incorporo lo que para mí es un momento después, pero realmente veo que ha pasado más de media hora.
Bajo en silencio y oigo unos ruidos en mi habitación, me asusto al pensar que puede haber entrado alguien, sigo asustada hasta llegar a la puerta que entreabierta revela la luz y el ruido. Me asomo por una mísera rendija y entonces todo mi mundo da un vuelco. Allí de pie ante la cómoda del dormitorio que ocupo estas tú, el cajón está abierto y sobre el una de mis braguitas colocadas a tu antojo mientras tu mano talla el enorme mástil, rozas la tela con la punta una y otra vez, mientras jadeas con la otra mano en el cajón, tocando, más bien acariciando mi ropa. No puedo más y abro la puerta, tu cara es un poema y tu mano no suelta pero se para, me miras suplicante y tardas unos minutos en hablar:
-Lo siento, pensé que estaba solo, no sabía que venias hoy, perdóname… –dices entrecortadamente bajando la cabeza avergonzado-
-¿Que tengo que perdonar, que te masturbes pensando en mí, que lo hagas sobre mis bragas?
-Te pido perdón por todo esto… es tan sucio y bochornoso –dices de nuevo avergonzado-
-Pues a mí me parece de lo más morboso –te contesto excitada, acercándome-
Tu estas paralizado y yo me coloco detrás de ti, hago que tus dedos suelten ese enorme falo que me muero por acariciar, tú apoyas las manos en la cómoda sin levantar la cabeza hasta que notas mi pequeña mano agarrarlo, miras a través del espejo y ves como mi mano empieza a menear tu polla enérgicamente, sin prisas pero sin pausa. Mis bragas se mojan solo viendo el deseo en tu mirada; dices mil veces no, pero no te apartas. Tiro de tu sexo ligeramente y sin dejar de meneártela vuelvo hacer que el glande gordo e inflamado roce la tela de mis bragas.
-Para por favor Claudia –dices sin ningún convencimiento-
Podrías pararme con tu mano, podrías apartarte para que te soltara, tu cuerpo hace tres del mío, pero estas completamente entregado a mi… tu más oscuro deseo y yo lo sé porque siento lo mismo. Acelero y alterno movimientos bruscos con otros más suaves sabiendo que estas en una cuesta, subiendo, subiendo y de repente tu cuerpo llega a la cima, tu mirada deja de seguir la acción de mi mano para buscar mis ojos, aprieto, suelto, subo y bajo mi mano hasta que un potente chorro empapa las braguitas sobre la cómoda, mis dedos recogen el segundo repartiendo tu semen por tu polla, sin dejar de mirarte, sin dejar de meneártela hasta que tus palpitaciones ceden y sé que todo ha acabado.
-¿Preparas tú la cena? –te digo cantarina mientras voy a cambiarme-
Cuando salgo solo hay un cubierto y dos sándwiches sobre la mesa y sé que me toca cenar sola. Devoro los sándwiches, bebo un refresco y me meto en la cama, me duermo recordando lo sucedido, recordando tu cara de placer, tu enorme polla caliente y palpitante que apenas podía contener mi pequeña mano… hace seis meses no te conocía, no sabía cómo eras y ahora estas en todos mis sueños, cada vez más tórridos y prohibidos.
Despierto y me doy cuenta que solo he dormido diez minutos, intento descubrir que me despertó cuando oigo un trueno, unos segundos después un rayo ilumina mi habitación. Me gustan las tormentas aunque me producen cierta inquietud, pienso mientras fuera llueve a mares y un nuevo ruido llama mi atención, me levanto para averiguar de dónde procede, total ya estoy despierta.
Es una persiana de la ventana de la cocina, abro la puerta y salgo al porche para asegurarla y que no de golpes, la lluvia racheada moja mi camiseta, el agua esta helada y yo estoy loca por salir solo con una camiseta y mis braguitas. Antes de conseguir atrancar la puerta ya tiemblo de frio. Para colmo una nueva ráfaga vuelve a empapar mi cuerpo tembloroso y hace que vuelen los cojines que hay sobre el banco de obra que tienen en el porche. No quiero que se llenen de barro y salgo detrás de ellos sin pensarlo, me mojo los pies, se manchan de barro y el frio cala mis huesos cuando regreso y la puerta se ha cerrado. Tengo mucho frio y ganas de llorar cuando diez minutos después sigo sin entrar y las ráfagas de agua siguen mojando mi espalda.
-¿Estás loca? ¿Has perdido la cabeza? ¿Qué haces fuera con esta lluvia y este frio? -me gritas histérico al verme mojada y embarrada-
-Tienes que entrar en calor niña o cogerás una neumonía
-No puedo llenarlo todo de barro –digo mirando mis pies embarrados- tráeme unas toallas por favor
Rechistando y murmurando vas a por lo que te he pedido, mientras yo con un paño viejo y con el agua del fregadero me limpio la tierra de los pies. Cuando regresas sigo temblando como una hoja y me pasas una enorme toalla con la que me envuelves y de nuevo tu olor domina la estancia.
-Siéntate en la mesa no estés con los pies helados en las frías baldosas voy a por tus zapatillas
Sales de nuevo y aprovecho para quitarme la camiseta y las bragas mojadas, cuando vuelves con los zapatos sabes mirando mis hombros que debajo de la toalla no hay nada y por un momento tus ojos preocupados se oscurecen y la furia por mi inconsciencia cede ante el deseo de saber que estoy desnuda.
Tiemblo sin poderlo remediar y de nuevo cede el deseo para instalarse la preocupación, te acercas y frotas la toalla contra mi piel desnuda. Calentándome al instante
-Deberías meterte en la cama, pero bien seca
Noto como hueles mi pelo y levanto la cara, te miro, me miras y agarrándome a tu cuello paso mi lengua por tus labios cerrados, que te niegas a abrir, ¿porque quieres seguir negándonos el placer a pesar de lo sucedido la tarde anterior? Pero sigo insensible a tus desaires y beso tus labios, tras unos minutos no eres capaz de resistirte y los entreabres para dejar que mi lengua tome posesión de tu boca, al instante jadeas y tomas el mando. Agarras mi cara y besas, lames y mordisqueas mi boca rendida a la tuya que me posee con voracidad casi salvaje.
-Claudia deja de jugar conmigo, vete a la cama –rompes el beso-
-No quiero irme, al menos, no sola –te digo levantándome y dejando que la toalla caiga a mis pies-
Tú das dos pasos hacia atrás y miras mi desnudez, tus ojos de lobo recorren mi cuerpo que sigue temblando, aunque ya no tengo claro que sea de frio.
-No, Claudia –dices antes de salir de la cocina-
-¿Y por qué no? -grito al espacio vacio que dejas-
Me quedo ahí de pie y temblando de deseo, que una vez más no vas a satisfacer, otro temblor me sacude estoy cabreada al máximo cuando vuelves sobre tus pasos, me miras una vez más y dices:
-Qué coño, si voy al infierno que sea por la puerta grande –dices acercándote-
Vuelves a subirme a la mesa y agarras mis tetas que llenan tus manos, hábilmente pellizcas mi pezón con dos dedos mientras mis pechos descansan en tus palmas y los endureces antes de bajar la cabeza y golpear la puntita con tu lengua, luego aflojas la presión de tus dedos y los sustituyes por tus labios, que ahora maman con gula, haciendo que mil voltios de placer recorran mi espalda que arqueo entregándome. Tú aceptas la oferta y tu boca va de un pecho a otro, matándome de placer que se traduce en humedad entre mis piernas.
Dejas mis pechos mojados y excitados para volver a retirarte unos centímetros y mirarme antes de arrodillarte ante mí; entonces separas mis muslos y miras embelesado mi vulva.
-Es espectacular, como toda tu mi niña –dices suspirando- nunca tuve escapatoria –gimes abriéndome con dos dedos-
Acercas tu boca y siento tu aliento cálido sobre mi coño, cojo aire y tu lengua se pasea por mi raja provocándome un escalofrió de placer, apoyo las manos un poco más atrás de mi cuerpo abandonándome al placer que tu boca me granjea. Me comes el coño con ansia, haciéndome cosquillas con tu espesa barba, encendiéndome con tu lengua vivaz y enloqueciéndome con tus labios que succionan mi carne trémula. Solo unos minutos y me retuerzo en mi primer orgasmo contigo. Cuando mi mundo aun da vueltas te incorporas y me besas con hambre transmitiéndome mi sabor junto al tuyo en un beso húmedo. Ambos jadeamos poseídos por la pasión del momento, tu mano saca simplemente la polla del pantalón y agarrándola la llevas a mi rajita caliente. Paseas tu glande por mi humedad como esa misma tarde yo la pase por mis bragas.
-fóllame –te suplico-
Me miras con intensidad mientras llevas tu polla a la entrada que espera ansiosa y empujas ligeramente, siento como pugnas por penetrarme, rodeo tus caderas con mis piernas y tu sueltas el aire que retenías en los pulmones entrando en mi vagina tan despacio que quiero llorar de placer cuando rozas cada milímetro de mi interior y poco a poco vas llenándome como nunca me han llenado, poco más de la mitad de tu polla y vas llegando a sitios en los que no ha estado nadie. Me escurro más al borde de la mesa, para que entres hasta el fondo, pero paras, retrocedes y entre jadeos entras de nuevo.
-Toda, te necesito –te digo jadeando-
-No quiero hacerte daño
Sales un poco y mis pies presionan tu culo para que no frenes, para que no te controles, para que llegues al final; das un alarido cuando tus huevos chocan en la entrada. Te miro y sonrió antes de aferrarte a tu cuello, vuelvo a pasar mi lengua por tus labios, los chupo, los muerdo y terminas de perder el control, empiezas a follarme como un loco, sales y entras una y mil veces. El calor me envuelve, en cada estocada, siento que estoy a punto de arder, por combustión espontánea. Jadeas sobre mi boca meneando las caderas moviéndome en la mesa a cada arremetida, mis pezones excitados rozan tu vello poniéndose más duros mandando oleadas de placer al centro de mi cuerpo mientras tu pubis frota el mío, sales del todo y entras con furia y vuelvo a correrme.
-Nena no puedo… Dios que caliente, que estrecha, como aprietas… -apenas puedes hablar y me crezco-
-Córrete –suplico extasiada-
No he terminado de decírtelo cuando un chorro de líquido caliente inunda mi interior, tan adentro, tan caliente… uf mi orgasmo parece no querer bajar de intensidad, apenas puedo respirar mientras tu aúllas corriéndote.
-¡Joder!
Sales sin dejar de mirar entre mis piernas, ves embelesado como mi coñito gotea tu semen sobre la mesa en la que hemos desayunado, comido y cenando en otras ocasiones. Haciendo que todo sea más morboso.
-No puedes volver a coger frio –dices ayudándome a bajar de la mesa-
Paso por el baño para asearme un poco y al salir tú estás en tu habitación, me paro frente a tu puerta y te veo metido en tu cama. No quiero entrar porque temo que me eches culpándome de lo sucedido y cuando voy a seguir hacia mi habitación me dices:
-Deberías meterte en la cama –te miro y veo como destapas la otra parte de tu cama-
Feliz de un salto me meto en tu cama, me acurruco en la parte que me has dejado y siento como me abrazas por detrás, tu abrazo de oso hace que me sienta tan pequeña y protegida…
Por la mañana, despierto sola en la cama, oigo unos ruidos fuera y me asomo para ver que eres tú con tres hombres más, arreglando unos árboles del jardín.
Me acurruco en la cama de nuevo y al momento apareces con el desayuno mientras fuera siguen las voces de los otros tres, te sientas en el borde de tu cama que ahora ocupo yo.
-Buenos días preciosa, no recordaba que había quedado con esos para arreglar los árboles y para colmo les tengo que invitar a comer.
Cuando me siento en la cama el edredón cae y mis pechos quedan al aire atrapando de nuevo tu ardiente mirada.
-Tienes unas tetas espectaculares –dices acariciándolas-
Pero al momento retiras la mano como si te quemaran, quieres alejarte. De nuevo la duda cruza tu mirada y sé que te repites que esto está mal.
-Tengo que volver con ellos –dices con voz ronca-
De un salto me coloco sobre ti a horcajadas y te beso, tú agarrándome de los hombros intentas separarme
-Nena ahora no…
-No quieres o no puedes
-No puedo pequeña mía –las manos que me alejaban ahora solo me sujetan-
Beso tus labios y permaneces un segundo impasible pero al instante devuelves mi beso, tu lengua invade mi boca, tus manos aferran mi culo y de nuevo nos perdemos apasionadamente. Quizás yo sea la más loca de los dos y te arrastre a esta locura, pero te deseo demasiado para levantar barreras que no siento
-Mi niña, estas mojando mi pantalón criatura del demonio; vas a matarme. Tengo que irme o vendrán a por mí –dices con las palabras entrecortadas-
Tu mirada se oscurece y tu mano se cuela entre ambos, buscas mi rajita y pasas tus dedos por ella en busca de mi botoncito que acaricias en círculos hasta endurecerlo y entonces lo agarras entre dos dedos para frotarlo hasta que me corro en tu regazo.
-Ahora se buena y deja que me vaya antes de que sospechen –me dices excitado-
Paso la mañana espiándote sin ser vista y antes de irte a comer con ellos entras, yo estoy en el salón.
-Tengo que irme, siento dejarte comiendo sola pero no puedo escaparme, además como pago me toca partida esta tarde, me escapare cuando pueda
-Te echare de menos, ¿volverás a follarme cuando vuelvas? –le pido dejándole descuadrado-
-No debería
-No te he pedido eso
-No dejaría de follarte nunca, hasta cuando te follaba pensaba en volver a follarte, no dejo de pensar en ello por más que intento no hacerlo. ¿Te vasta eso?
-Esa respuesta me gusta más, acabas de ganarte una piza que traeré para cenar –te digo poniéndome de puntillas para besarte-
Paso el resto de la tarde escribiendo y luego tras darme una ducha me pongo un bodi que aún no he estrenado, de tul negro. Me miro al espejo y me gusta ver que es totalmente transparente, puedo ver mis pezones, mi pubis… todo. Me giro y a pesar de no ser tanga deja más de la mitad de mi culo al descubierto. Me pongo unos calcetines como de futbol altos, los vaqueros un jersey, las botas y salgo a tomar un café para hacer tiempo.
Cuando entró con la piza, tú sales de la ducha y hueles de maravilla. Has encendido la chimenea y solo llevas puesto un pantalón de pijama suelto. Me atrae tu pecho salpicado de finísimo pelo cano del mismo color que su barba, pero sé que es más suave; aunque un rápido recuerdo de su barba en mi sexo hace que mis pezones se endurezcan.
Dejo la piza en la mesa baja del salón y cuando te digo que voy a ponerme cómoda me dices:
-No, quiero que lo hagas aquí, deja que vea como te desnudas –pides sentándote en el sofá-
Cojo una banqueta y poniéndola frente a la chimenea me siento para desabrocharme las botas militares de media caña. Luego me pongo en pie y me desabrocho el vaquero.
-Date la vuelta, esos pantalones hacen que desee merendarme ese culito prieto y duro que sé que tienes.
Me agacho ligeramente para que se marque más, pero luego me giro para bajarlos lentamente por mis muslos y entonces cuando me los saco recuerdo que me puse los calcetines gordos y me apresuro a quitármelos cuando me gritas:
-No te los quites, déjate los calcetines puestos –me pides con voz ronca-
Me gusta la malicia que noto en tu voz ronca por el deseo.
-Tengo claro en qué momento cambio todo y empecé a verte así, desde entonces he luchado contra ese deseo como si de una guerra se tratara, pero aunque gane un par de batallas, en el fondo sabía que tenía la guerra perdida.
-Yo nunca lo pensé hasta que note el deseo en tu mirada, desde ese momento para mí no hubo marcha atrás –Te digo con sinceridad de pie en medio del salón agarrándome al bajo de mi jersey gordo de lana-
Te miro y tiro hacia arriba quitándomelo, mostrándote mi desnudez solo cubierta por el tul negro que no esconde nada.
-Dios mío Claudia, esto es una locura… una deliciosa, espectacular, lujuriosa y maravillosa locura mi niña preciosa.
Retiro la mesa baja a un lado y tiro un cojín al suelo para arrodillarme sobre el al lado de la mesa, luego tiro otro a tus pies y te digo:
-Siéntate, la piza sabe mejor si la comes de manera informal
Te sientas en la alfombra con la espalda apoyada en el bajo del sofá y las piernas estiradas, mientras abres el vino y sirves en la única copa que había dejado preparada, yo corto un trozo de piza, tu das un trago del vino yo le doy un bocado a la piza antes de pasarte el trozo, tú en vez de cogerlo muerdes justo donde yo he mordido y yo acerco mis labios para que me des de beber con tu copa. Noto que te gusta la idea me levanto y dándote la espalda cojo la caja de piza y tú exclamas:
-Joder, pensé que eso no podía ser más sexi, pero de nuevo me sorprendes, estas tan buena por delante como por detrás mi niña –dices suspirando-
Me acerco y poniendo la caja en el otro extremo más cerca, me siento a horcajadas en tu regazo, de rodillas para no cargarte todo el peso y vuelvo a acercarte la piza.
Durante unos minutos devoramos la piza sin dejar de mirarnos, de estudiarnos, de medirnos, de calentarnos, bebiendo vino hasta acabar casi con la botella.
-Nunca he comido nada más delicioso –me miras con esa intensidad que hace que algo dentro de mí de un salto-
Hace ya dos trozos de piza que noto tu polla crecer bajo mi entrepierna y no necesito apartarme para saber que mi excitación ha vuelto a mojar tus pantalones.
-Ni te imaginas lo excitante que es notar lo mojada y caliente que estas mi cielo, tengo tantas ganas de volver a estar dentro de ti… –dices aun comiendo-
Sin soltar el ultimo trozo de piza meto mi mano entre los dos, busco dentro de tu pantalón y sacó tu polla dura como una piedra, aparto el tul que cubre mi coño y subiéndome noto tu glande en mi entrada, acerco la piza a tu boca y jadeas sin morder mientras bajo clavándome en tu mástil hasta la mitad. Es enorme aún más grande de lo que la recordaba, gorda, caliente y palpitante. Dejas la copa en la mesa, para tener las manos libres y poder llevarlas a mi culo desnudo.
-¿Hoy no la quiere toda mi niña? -preguntas con fingida malicia-
No te contesto me aferro a tu cuello y de un solo golpe me clavo al máximo tu falo hasta los huevos, tu gimoteas, suspiras, jadeas y gimes agarrándome, clavando tus dedos en mi culo.
Me echo un poco hacia atrás apoyando mis manos en tus muslos y sigo meneando las caderas para que veas como tu polla desaparece dentro de mí una y otra vez. Tus manos abandonan mi culo para sobar mis tetas frotando ahora el tul haciendo que sintiera ríos de placer recorriendo mi vientre hasta estallar entre mis piernas.
-Eres espectacular, me vuelves loco
Muevo cada vez más rápido mis caderas notando como se acelera tu respiración y se entrecortan tus palabras, disfrutando de tu excitación, sintiéndome poderosa por ponerle así. Extasiada por el placer de sentirme llena de ti, aprieto fuerte tu miembro con mi vagina y tu aúllas levantándome y haciendo que salga tu polla.
-Para bruja, para… necesito controlarlo.
Te arrodillas y me pones de rodillas donde tú has estado sentado, apoyas mis tetas al asiento del sofá y apartas más el bodi de mi entrepierna, bajas tu pantalón a medio muslo y agarrándotela vuelves a metérmela con fuerza. Yo grito de sorpresa, placer… y tú arremetes una y otra vez como un poseso.
-Joder que gustazo follarte así, con lo estrecha que estas y lo bien que acoges mi polla, me haces perder la poca cordura que me queda ya.
No paras dilatas mi coñito, me quitas los tirantes dejando mis pechos libres y los sobas apretándolos con dureza, mientras noto el escozor que me produce tu feroz penetración y eso me pone aún más cachonda, meneo las caderas buscando cada arremetida, cada embestida que me profesas enloquecido, perdido, de manera indómita; la tela tirante roza mi clítoris inflamado cada vez que me meneo y eso junto a tu follada me lleva al límite, hasta que estallo gritando, llorando…todo da vueltas a mi alrededor tu profundidad me atrapa y me corro sin remisión hasta perder el sentido unos segundos, cayendo inerte sobre el sofá. Solo entonces paras y sacas tu polla palpitante.
Vuelvo en mí sintiendo tu enorme mano apartando el pelo de mi cara y pidiéndome perdón compungido.
-Soy un salvaje, ¿te duele mi nena? Bebe un poco
Me pasas la copa y doy un trago, luego te la paso y sentándote das otro trago pidiéndome un minuto. Me tumbo a tu lado boca abajo metiendo mis pies bajo el sofá
-Siento haberte hecho daño –dices acariciando mi trasero desnudo-
-Te recuerdo que no he llorado de dolor –necesito que sepas que me ha gustado tanto como a ti-
Tienes los pies apoyados y las rodillas flexionadas y estiro mi mano por debajo para agarrar tu polla.
-Despacio pequeña, estoy muy excitado
Me acerco más pegándome a ti, levanto más tu pierna y me doblo para lamer tus huevos mientras te masturbo, tú gimes encantado y sigues acariciando mis nalgas con tu pierna sobre mis caderas dejando que mi boca aceda a tus huevos que sigo succionando.
-¿Te molesta? -te refieres a tu pierna y niego frotándome con tus huevos-
Tú vas excitándote más por momentos y tiras de la tela para soltar los corchetes que aun en un lado mantienen la tela tirante entorpeciendo tus nuevas caricias, subes la tela y sigues por mi raja sin parar en mi irritaba vagina llevas la humedad a mi ano. Yo subo un poco, fuerzo tu polla y chupeteo el glande haciéndote gruñir. De repente noto la presión de la yema de tu pulgar en mi culo virgen y me tenso.
-Tranquila, relájate mi niña –pides acercando más mi cabeza a tu sexo-
Mientras tu pulgar presiona humedeces tu dedo medio en mí y sin que me dé apenas cuenta cambias de dedo, pero esta vez no presionas esta vez quieres entrar y yo ya vuelvo a estar lo suficientemente caliente como para permitírtelo.
Subo y bajo mi mano tallando tu falo, oyendo tu agitada respiración mientras tú dedo dilata mi entrada trasera antes de entrar despacio, me duele, pero quiero ir más allá, acabo de decidir que quiero que nuestra unión sea completa.
El dolor inicial va cediendo y ahora entras y sales al mismo ritmo que mi mano sube y baja. Los dos gemimos, los dos queremos más…
-Fóllame el culo
-¿Estas segura? -me pides sorprendido por mi propuesta-
-Completamente
Escapo de esa postura, me arrodillo sumisa como antes y tú te colocas a mi espalda, pero me subes un poco y lames con vehemencia mi agujerito alternando tus húmedas lamidas con tus dedos, abriéndome.
Unos minutos después te colocas, la agarras y apoyas el glande empujándolo ayudado por dos dedos, yo gimoteo de dolor, pero no intento escapar, por fin el glande vence la barrera y tú aferrado a mis caderas me pides:
-¿Quieres que pare?
-No
Empujas un poco y las lágrimas mojan mis mejillas, tú lo notas porque espías cada movimiento y vuelves a pedirme si quiero que pares yo vuelvo a negarlo y empujas un poco más, siento que vas a romperme, pero al mismo tiempo quiero que seas tú, lo quiero todo.
-Así me basta cielo mío, estoy a cien, tu culo es tan estrecho mi vida… -dices con resuello-
Apenas puedes respirar y yo subiendo el culo te grito que me folles del todo, tu aferras bien mis caderas y entras despacio hasta el final, tus huevos golpean mi cuerpo y tu paras un minuto, luego retiras el pelo de mi cara y empiezas a moverte, escuece, duele y me gusta, me excita, el dolor endurece mis pezones y tú sigues acelerando y profundizando en cada arremetida hasta que de nuevo cedes a la pasión y la lujuria, mis caderas vuelven a buscarte, tus resoplidos se convierten en relinchos, bufas y clavas tus dedos en mi carne montándome, sodomizándome a tu antojo poseyéndome por completo y enloquezco contigo meto mi mano y aplasto la palma contra mi clítoris mientras mis dedos rozan tus testículos, entonces aúllas, empujas y te corres gritando llenando mis entrañas mientras yo vuelvo a correrme contigo.
-Joder mi niña eres extraordinaria y el mejor de mis pecados, voy a necesitar el resto de mis días para rendirte pleitesía
Mirándole, se al instante que hace que estar con él sea tan distinto a cualquier cosa vivida antes y es que siempre me habían follado para darme placer y recibirlo a cambio, pero él me follaba con tanta intensidad… me follaba con toda su alma y conseguía tocar la mía. Era como si el placer del orgasmo no bastara, como si quisiéramos desaparecer el uno en el otro.
Y pienso tristemente que todo esto siempre será clandestino porque nadie lo entendería.
-te adoro pequeña, adoro cada porción de ti, cada rinconcito de mi niña bonita -dices abrazándome como un oso-
-y yo a ti abuelo -te digo pensando... ¿y por qué no?-