¿Por qué me haces esto?

Que iluso fui, no espabilaría en la vida, sin ni siquiera darme cuenta había arruinado mi vida, la de mis padres y la de mis hermanos. A las ocho de la mañana golpeaban la puerta de casa y todos nos levantamos asustados. Cuando abrió mi padre se encontró a la policía en la puerta. —¿Vive aquí Salvador Valbuena García? —Sí, soy yo. Dije asustado. —Salvador Valbuena, dijo un policía dirigiéndose hacia mí con las esposas, queda usted detenido por la agresión e intento de violación de Isabel Nogales López.

Estaba orgulloso de mi mismo, con 17 años a punto de cumplir los 18, había terminado bachiller con matrícula de honor y había sacado una nota muy alta en selectividad. Sabía de sobra la carrera que quería estudiar, Ciencias Económicas y Empresariales, siempre me había gustado mucho el mundo de la economía y la empresa y quería desarrollar mi profesión en ese sector.

Mi familia la componían mis padres, mis dos hermanos y yo. Yo era el mediano, tenía una hermana dos años mayor que yo y un hermano tres años menor. Mi hermana estudiaba medicina y gracias a la beca mis padres podían hacer frente a la matrícula de la universidad, pero si yo quería estudiar una carrera mis padres no podrían hacer frente a tanto gasto.

Aunque los dos trabajaban sus sueldos no eran tan buenos como para permitirse el lujo de tener a dos hijos en la universidad aun siendo familia numerosa, mantener una casa y dar de comer a sus niños sin que les faltase de nada, incluso vacaciones en verano, regalos de cumpleaños, navidades y reyes, eran muchos gastos y el dinero, muy poco. Algunas veces que nos quedamos en casa solos, hablábamos entre hermanos el tremendo esfuerzo que hacían nuestros padres para darnos lo mejor, lo que ellos no pudieron tener.

Sabía de sobra que si quería estudiar una carrera mis padres me ayudarían en lo que pudiesen pero tendría que ser mi esfuerzo y tendría que ser yo quien me buscase la vida, eso significaba estudiar y trabajar al mismo tiempo, sabía que era complicado, que tendría que poner el doble de esfuerzo, pero sería una manera de probarme, de saber si era capaz de poder con eso.

Aunque podría ser un problema encontrar un trabajo y mas no teniendo experiencia laboral, sabía que en ese aspecto me ayudaría mi tío Jesús, bueno, no era mi tío, pero me conocía desde que nací y mis padres y el eran amigos desde que iban al colegio y en más de una ocasión hablando con el me ofreció ayuda cuando empezase la universidad.

Así que después de una semana de asueto en la que aproveché para irme a la playa, fui a hablar con mi tío Jesús y con gusto me empleó en su empresa de suministros eléctricos como mozo de almacén y en ese momento empezó mi aventura. De acuerdo que mi sueldo no era para tirar cohetes, pero como he dicho con la ayuda de mis padres podría matricularme en la universidad.

Antes de seguir me voy a presentar, mi nombre es Salvador, Salva para todos los que me conocen, soy bastante alto 1.85 y me gusta hacer deporte, aunque no tengo cuerpazo, sé que muchas chicas me hacen ojitos, pero me pierden dos cosas, una que soy tímido con las mujeres hasta decir basta y otra que me enamoro con una facilidad pasmosa, por eso mi poco éxito con el sexo femenino. Aun así mi virginidad la perdí con catorce años a manos de una amiga de mi hermana que me encontró, según ella, muy mono y adorable. No le costó nada llevarme a la cama y hacer conmigo lo que quiso para mi satisfacción, pero cometí la estupidez de enamorarme de ella perdidamente y acosarla hasta que habló conmigo seriamente y me lo dejó claro:

—A ver Salva, me ha encantado ser tu primera mujer, pero entiende que tienes catorce años y yo diecisiete. Me encanta divertirme y conocer chicos y paso de comprometerme. Lo pasé muy bien contigo, tienes una buena polla, pero con esa actitud la estas "cagando" y creo que va a ser mejor que me olvides y ni me hables, déjame tranquila, ¿te ha quedado claro?

No entendía cómo se podía ser tan superficial y no tener un mínimo de empatía, me sentí rechazado, pero no sería ni la primera ni la única vez. Alguna amiga me lo dijo muy claro:

—Salva dedícate a follar, no hagas el amor, eso déjalo para cuando compartas tu vida con una mujer. Disfruta joder.

Pero no supe hacerlo, era inevitable que según estaba follando crecía en mi interior un sentimiento de cariño inmenso hacia la otra persona, sentimiento no correspondido porque ella si sabía lo que quería y eso no era otra cosa que follar. Eso hizo que empezase a desarrollarse en mí un extraño sentimiento de culpabilidad por el poco compromiso que tenían y por cómo se deshacían de mí una vez conseguido su objetivo de follar conmigo.

Durante los dos primeros años de universidad todo fue más o menos bien. Era duro trabajar y estudiar a la vez, sobre todo en época de exámenes. Dormía poco y estudiaba y trabajaba mucho, pero eso no era motivo para acudir a fiestas de universidad los fines de semana donde el alcohol y el sexo campaban a sus anchas. No niego que alguna me follé, intentando entender que solo era sexo, las emociones estaban fuera de lugar, pero extrañamente cuando todo terminaba tenía un sentimiento de culpabilidad que no entendía, era como si hubiese hecho algo malo.

Estaba claro que tenía un problema. Necesitaba que las chicas que me gustaban me aceptasen, tuviesen un sentimiento de cariño hacia mí y me diesen luz verde para follar con ellas, pero si eso no ocurría sentía que no estaba haciendo lo correcto. Me hacía falta ayuda de un psicólogo para entender lo que ocurría dentro de mi cabeza y por qué de ese comportamiento absurdo.

Fue en mi tercer año de carrera. Había cumplido 21 años y mi vida iba viento en popa salvo por el "pequeño" problema que me ocurría con las chicas. Últimamente había preferido mantenerme casto hasta que supiese lo que ocurría conmigo, no quería que ese problema interfiriera en mi carrera.

La mujer que llevaba la contabilidad de la empresa donde trabajaba, encontró un trabajo mejor remunerado y se despidió. Estuvimos una semana sin dar entrada a los pedidos y sin que nadie tuviese un mínimo de control de contabilidad. En teoría, porque en la práctica yo lleve todo bajo secreto en mi ordenador personal. Todos los apuntes de contabilidad, entradas y salidas, gastos…etc. y entonces apareció Isabel.

Recuerdo que estaba en el almacén dando entrada a los últimos pedidos y ubicándolos en las estanterías cuando Jesús, mi jefe, me llamó a su despacho. Según entré y la vi, un escalofrió recorrió mi cuerpo, ella estaba de pie y se dio la vuelta al notar que entraba alguien y me recibió con una gran sonrisa. Era una preciosidad rubia de 1.60 con un cuerpo que llamaba la atención. Iba vestida muy ajustada, con una camiseta de manga larga que dejaba adivinar unos pechos medianos muy apetecibles y unos pantalones blancos tan sumamente ajustados que se metían por su coñito marcándose nítidamente en la tela los labios de lo abiertos que estaban. Sus piececitos pequeños llevaban unas sandalias de cuña que dejaban sus dedos al aire con sus uñitas pintadas de color rojo.

No pude ocultar mi turbación y noté como mi polla empezaba a crecer dentro de mis pantalones al clavarse mi vista en su entrepierna, aunque me di cuenta de que esa mirada no la podía mantener en ese lugar y enseguida la mire a los ojos viendo su cara de picardía al saberse observada.

—Salva quiero presentarte a Isabel, ella va a llevar la contabilidad de la empresa y quiero que tú la ayudes y la pongas al día. Isabel, aunque Salva es mozo de almacén, se conoce esta empresa mejor que yo mismo. Cualquier cosa que necesites, pídesela a él, sabrá en todo momento lo que hacer y te aseguro que tiene respuestas para todo.

Se acercó a mí con una gran sonrisa y poniéndose de puntillas apoyó sus manos en mi pecho mientras me daba un par de sonoros besos.

—Encantada de conocerte Salva. Dijo con una voz aniñada.

Cuando se dio la vuelta pude ver su culo, que enfundado en esos pantalones era un CULO con mayúsculas, redondito, respingón y marcado perfectamente en la prenda, joder como estaba la niña. Habló con nuestro jefe algo más y me pidió que le enseñase la nave y su puesto de trabajo.

Eso hice, la llevé por todos los despachos presentándola a la gente, se armó algo de revuelo cuando bajamos al almacén y se la presenté a los compañeros. Todos sin excepción la miraron con ojos libidinosos, pero es que no era para menos, además ella lejos de cohibirse, movía sus caderas sabedora de sentirse observada imprimiendo a ese culazo un movimiento hipnótico. Digamos que ese día no me moví de su lado. La estuve explicando el funcionamiento de la empresa y del programa que ella tenía que manejar, estaba sentado junto a ella pero a una distancia adecuada, al cabo del rato ella agarró mi silla y me pego contra ella, nuestros muslos estaban en contacto sintiendo su calor.

—Salva acércate, que no muerdo. Dijo riéndose.

—No…no quiero que te sientas incomoda en tu primer día.

—Para nada Salva, si además tienes una cara de buena persona que no puedes con ella. Contigo no me siento incomoda.

Eso me puso más cachondo todavía, además era imposible no fijarse en como ese pantalón se metía en su coñito y marcaba sus labios perfectamente, sus muslos perfectos y sus tetas que dependiendo de la postura me dejaba ver un canalillo perfecto y su sujetador de encaje blanco. Estuvimos hasta cerca del medio día frente a la pantalla del ordenador, hasta que me lo dijo algo cohibida.

—Salva, ¿Podríamos tomar un café? Tengo un hambre canina.

—Por supuesto que sí. Vamos a desayunar.

Aunque estábamos en un polígono industrial con multitud de oficinas y naves industriales, muchas mujeres y hombres frecuentaban el bar para desayunar o comer, fue entrar con esa mujer a mi lado y todas las miradas fueron a ella como si fuese la única hembra sobre la faz de la tierra, en esos momentos me di cuenta que ir con ella significaba ser el centro de atención. No faltaron los moscones que acercándose a saludarme aprovecharon para presentarse y dar dos besos a mi nueva compañera, cuando nos dejaron tranquilos me miró y empezaron las preguntas.

—Bueno salva, cuéntame algo de ti, ¿Qué años tienes? ¿Qué haces en la vida? ¿Tienes novia? Preguntó riéndose con picardía.

—Pues tengo 21 años, vivo con mis padres y compagino la universidad con este trabajo y no, no tengo novia.

—¡Anda! Vas a la universidad, ¿Qué estas estudiando?

—Ciencias Económicas y Empresariales. Dije orgulloso.

—Yo hice un módulo superior de Administración y Finanzas. Y dime, ¿Qué tal llevas ir a la universidad y trabajar?

—Es duro, pero con esfuerzo y disciplina se consigue sin problema, de hecho voy a empezar tercero y los dos primeros años los he aprobado sin dificultad.

—Eres todo un cerebrito ¿Eh? Dijo divertida.

—Bueno, estudiar no se me da mal, y bueno, cuéntame algo sobre ti.

—Pues mira tengo 23 años, también vivo con mis padres, aunque me encantaría independizarme y bueno, tengo un medio novio.

—¿Medio novio? Pregunté extrañado.

—Si bueno veras, hace más de dos años que salimos pero es que llevamos una temporada muy mala, es muy celoso y eso no lo aguanto, lo dejamos, volvemos, lo volvemos a dejar. Creo que voy a dejarle definitivamente ya que además se está volviendo muy agresivo.

No sé porque quiso enseñarme una foto de su "medio novio" y la verdad no pegaba nada con esa chica, aunque por lógica era el prototipo de "malote" que las tías buscaban. Mazado de gimnasio, tatuado por cuello y brazos y seguramente por su cuerpo y con una pinta de "cani" insufrible. Puse cara de circunstancias y sé que Isabel lo notó.

—Sí, ya sé lo que me vas a decir, que no pega nada conmigo, y es que realmente no sé qué hago con él, terminó a duras penas la ESO, no tiene cultura y se gana la vida de manera dudosa con trapicheos.

No sé, me parecía demasiado pronto para que esta chica se sincerase conmigo de esa manera y me contase cosas algo intimas de su relación, más adelante sabría que era su manera de ser, buscaba la opinión y aprobación de las personas de su alrededor. Por suerte nos sirvieron y tomamos nuestro desayuno para volver al trabajo

Ese día transcurrió sin más, cuando terminamos nos despedimos y cada uno se fue a su casa. Estando duchándome me acordé de Isabel y sus pantalones ajustados marcando su anatomía y mi polla se irguió pidiendo guerra. Me hice una paja pensando en el coño de esa chica y en ese culo y me corrí de manera escandalosa, hacia muchos días que no me pajeaba y solté leche poniéndolo todo perdido.

Durante el primer mes prácticamente no me separé de ella enseñándole todo lo que podría hacerle falta saber. Ya empezaba a manejar con soltura el programa y llevaba ella sola toda la contabilidad. Pero había algo que me tenía encendido y eso no era otra cosa que su forma de vestir, provocativa, sugerente y excitante llegando incluso a lo indecente. La ropa más ajustada es la que ella utilizaba y los vestidos o faldas eran tan cortos que a veces a poco que se inclinase se empezaba a ver el comienzo de su culo. Sus escotes no eran menos, incluso a veces venia sin sujetador y marcaba unos pezones que me volvían loco.

Y ocurrió lo que podéis imaginar. No podía dejar de pensar en ella, estaba enamorado hasta las trancas, sabía que yo estaba coladito por ella y se hacía querer pero no me daba pie a nada, sí, mucho tonteo, mucho roce, pero ni un atisbo de querer llegar a más y yo estaba bloqueado, sin saber que hacer pero queriendo follarla hasta caer rendido, temía perderla por si daba un paso en falso y ya me dolía la mano de las pajas que me hacía pensando en ella y en como vestía.

En esos momentos no veía más allá de mis narices, estaba ciego, pero esa mala puta era una calienta pollas que sabía cómo mantenerme encendido. Sabía de mi timidez y también sabía que no haría nada, que la respetaría y que yo no tomaría la iniciativa y ella podría disfrutar calentándome hasta decir basta, creo que esa era su manera de disfrutar.

Hubo muchos momentos que me pusieron al borde de la locura. Por poner algunos ejemplos, un día cualquiera me llamó para que subiera a su despacho, me decía que tenía un problema con el ordenador. Al llegar vi que la pantalla estaba en negro, alguna que otra vez le había pasado a ese ordenador y era el cable del monitor al ordenador que fallaba.

Ese día Isabel había optado por un vestido muy ajustado a su cuerpo y por encima de medio muslo. La torre estaba bajo su mesa con lo que tuve que meterme debajo para poder solucionar el problema. Lo más lógico es que ella hubiese aprovechado para ir al baño o a tomarse un café, pero no, optó por sentarse cuando estaba metido bajo esa mesa y abrirse de piernas lo suficiente para mostrarme su sexo lampiño mínimamente cubierto por un tanga que se metía entre los labios de su coño mostrando sus labios mayores nítidamente mientras la poca tela se arremolinaba a la entrada de su vagina.

En esos momentos creo que me costó mantener mi cordura, no lanzarme a ella y empotrarla contra la pared mientras la follaba por puta y exhibicionista. En cambio me quedé mirando como un bobo, mientras mi polla pugnaba por salir de su encierro. Se con certeza que ella sabía de sobra que la estaba mirando y no contenta con eso se puso en pie y me dejó ver desde abajo su coñito y la tirita del tanga que se perdía entre los cachetes de su culo y ya para rematar fue a una estantería con archivadores y se inclinó haciendo que buscaba algo mostrándome su perfecto culo y su coñito devorando la tela del tanga.

No sé cuánto tiempo pasó, pero aquello no lo podía alargar más. Notaba mi cara arder y una excitación que hacía tiempo no sentía. Era patético pero me había convertido en un voyeur. Cualquier hombre con un mínimo de dignidad se hubiese levantado y le hubiese puesto los puntos sobre las íes a esa golfa, yo en cambio me comporte como un adolescente enamorado y me limité a salir de mi escondite y mirarla con vergüenza.

—Bien, dije intentando parecer tranquilo, creo que ya está solucionado.

Isabel se puso a mi lado y me agarró por la cintura apoyando una teta sobre mi brazo izquierdo, mientras mirábamos como se encendía el monitor. En esos momentos se puso de puntillas y me dio un beso muy cerca de la comisura de mis labios.

—Eres un cielo Salva, ¿Qué haría yo sin ti? Oye…¿Por qué estás tan colorado?

Como si no lo supieses guarra, pensé para mis adentros mientras intentaba poner la mejor de mis sonrisas.

—Soy grande y estar metido debajo de esa mesa trasteando con el ordenador, cuesta, no creas.

—Pobrecito, dijo mimosa, recuérdame que te invite a un café.

Sobra decir que según salí de ese despacho me fui directamente al servicio a hacerme una paja pensando en lo que había visto. Era tal mi excitación que fue tocarme y mi polla empezó a palpitar en mi mano pensando que era Isabel la que agarraba mi verga. Noté como mi orgasmo explotaba y los tres primeros latigazos de semen se estrellaron contra los azulejos, el resto cayó inocentemente al inodoro.

Cuando salí del baño me encontré a Isabel apoyada en el marco de la puerta del aseo de señoras, me miraba sintiéndose vencedora, sabiendo lo que ella había hecho y provocado y cuál había sido mi reacción. Creo que se lo esperaba, sonrió con prepotencia, miró mi entrepierna y sonriendo con malicia se metió al servicio de señoras. No sé si ella se masturbó, pero lo que sí sé que a raíz de ese día sus provocaciones fueron a más, mucho más. Disfrutaba con ello, se le veía en la cara, verme sufrir por mi inacción y mi pasividad le excitaba.

La siguiente vez fue mucho peor, me pidió ayuda para buscar unas facturas de hace un par de años. Sabía que esas facturas se encontraban en el archivo y este se encontraba en la parte alta del edificio en el desván y para acceder a él era inevitable subir por unas escaleras que bajaban desde el techo. Ese día había escogido una camisa entallada que dejaba adivinar sus tetas y su tremendo canalillo y una falda escocesa muy corta. Cuando bajamos la escalera y vio por donde teníamos que subir me lo dijo como si nada.

—Déjame subir a mi primero, tu sube detrás por si me caigo me puedas agarrar, ¿vale?

Mi polla enseguida se puso más dura que el acero sabiendo el espectáculo que iba a presenciar y no me equivoqué. Delante de mí unas piernas perfectamente torneadas daban paso a unos muslos llenos, tersos que terminaban en el mejor de los espectáculos. Su tanguita mínimo como siempre parecía dos tallas más pequeño y se metía por su culo perfecto y por ese coñito depilado separando sus labios tentadoramente. Ya en el archivo y con ella subida a una escalera tuve que aguantar una hora de posturitas, mostrándome en todo su esplendor su perfecto culo y ese coñito que debido a su excitación estaba más que mojado…pero no hice nada, solo estaba deseando que terminase para irme a hacer una soberana paja a su salud.

Estuve un año aguantando sus "ataques" por decirlo de alguna manera, un año en el que mi autoestima se vio por los suelos por mi cobardía ante ella. Mis estudios se vieron afectados por esta situación y empecé a suspender, pero esto solo era el comienzo de mis desgracias. Aunque intenté alejarme de ella fue de todo punto imposible, no me sentía con fuerzas para negarle nada y decirle las cosas tal como eran, mi amor por esa mujer era mucho mayor y no podía pasar sin estar a su lado, me anuló totalmente.

Aunque ella parece ser que no estaba contenta y subió su provocación aún más si cabe. Era verano y ese día vino vestida con una camiseta holgada dejando su ombligo al aire y mostrando su piercing. Se notaba que no llevaba sujetador por el bamboleo de sus tetas y esos pezones que se marcaban descaradamente. Una minifalda vaquera muy mini y sus inseparables sandalias de cuña eran todo su atuendo.

—Salva me tienes que echar una mano a subir todas estas carpetas al archivo. Me dijo risueña.

Ella sabía lo que eso significaba, yo sabía que me pondría cardiaco, pero esta vez no sabía hasta qué punto. Llevamos todas las carpetas y las apilamos, me subí yo primero, mientras ella me las iba pasando, cuando todas estuvieron arriba me dijo que bajara.

—Anda baja a por mí y ponte debajo mientras subo, por si acaso. Estas escaleras me dan mucho miedo.

—Isabel sube un poco y dame la mano, yo te sujetare y no te dejare caer.

—¡NO! Baja a por mí y ayúdame a subir. Dijo con cara de enfado y haciendo un puchero.

Bajé de nuevo y ella me miró con una gran sonrisa, pero cuando estaba debajo de ella y mire hacia arriba lo que vi me puso como un semental en celo…¡¡NO LLEVABA TANGA!! La muy cerda debajo de esa ropa iba desnuda.

Como siempre fue ella la que se subió a la escalera y me dijo que no la soltase mientras ella colocaba todos los archivadores. Debido a la posición su camiseta me dejaba ver sus tetas empitonadas desde abajo, pero lo que realmente me dejo temblando fue que de su coñito y de su culo colgaban dos apéndices de color rosa con una especie de led que parpadeaba. Ella no se cortaba y abría todo lo que podía sus piernas para que no perdiese detalle. Su coño babeaba una especie de líquido blanco que escurría por el interior de sus muslos y en ese momento una gota cayó sobre mi cara. La limpié con mi dedo y la olí, olía a hembra, chupé mi dedo y saboreé su excitación.

Mi mano fue subiendo hacia su coño, no era consciente de lo que iba a hacer, solo esa gota había hecho que perdiese la poca cordura que tenía, estaba como hipnotizado hasta que un grito me saco de mi trance y un manotazo de ella sacó mi mano de ese húmedo lugar.

—¡¡SALVA, QUE HACES TOCANDOME EL COÑO!! Gritó Isabel mientras se bajaba de la escalera.

Miré mi mano empapada de sus jugos, quise lamerla y empaparme de su olor y su sabor, follarla en ese mismo momento…pero no hice nada, solo la miré asustado.

—Yo…yo…no sé lo que…per…perdona. Tartamudeaba rojo como la grana.

—¿Pero tú te crees que puedes ir tocando el coño de las chicas sin su permiso? A eso se le llama acoso.

—Joder Isabel, llevas un año poniéndome cachondo día sí y día también. Exploté en un arranque de ira. Lo sabes por qué lo veo en tu cara, como disfrutas poniéndome al límite y hoy para colmo vas sin ropa interior y encima llevas algo metido en tu culo y tu coño, solo quería saber lo que era.

—El cómo vista y si llevo ropa interior o no es cosa mía, ¿vale? Es mi manera de ser y me gusta sentirme deseada, y eso que has visto que sale de mi coño y mi culo es la antena de un Lush, algo que sirve para darme placer. Llevo un mes sin follar y estoy que me subo por las paredes.

—Mierda Isabel pues aquí tienes una buena polla, dije agarrándome el paquete y marcándose mi verga nítidamente. Utilízame y vamos a follar.

Me miró el paquete mientras subía su vista lentamente hasta que sus ojos se clavaron en los míos y se echó a reír con desprecio.

—¿Follar? ¿Tú y yo? Decía riéndose, hasta que apago su risa y me miro con una expresión de asco que nunca había visto en ella. Tú y yo no follaremos en la vida niñato, a mí me hace falta un hombre hecho y derecho no un planchabragas como tú, que eres lo más patético que he conocido.

Tenía ganas de echarme a llorar, no entendía como esa hija de puta con lo que la amaba y lo que la quería, me había despreciado de esa manera. Me di media vuelta y me fui hacia la escalera de salida.

—¡¡Ehhh!! Salva ¿Dónde se supone que vas? Preguntó irritada Isabel.

—Sabes lo que te digo, que aquí te quedas terminando esto tu sola y con un poco de suerte a ver si bajando por esas escaleras te caes y te rompes el cuello, como persona das asco.

Aunque protestó, no la hice caso y me fui al despacho de mi jefe, en esos momentos no me apetecía estar en ese sitio ni ver a la zorra de Isabel. Di la excusa de que me encontraba mal y me iba a casa y le dije a mi jefe que Isabel estaba en el archivo colocando carpetas.

—Bueno por eso no te preocupes, ahora subiré yo a ayudarla. Tú vete a casa y ponte bueno pronto, sabes que para mí eres imprescindible.

Me fui a casa y estuve tres días sin aparecer por el trabajo. Fui al médico para justificar mi ausencia y me dio un justificante de reposo en domicilio. En esos días aproveché para estudiar e intentar sacar mi tercer año de carrera, pero debido a los acontecimientos lo llevaba mal, muy mal. Isabel me llamó a los dos días al móvil, pero no quise atender su llamada, empezó a mandarme wasap pero la bloqueé, no quería saber nada de ella.

Cuando volví al trabajo sé que Isabel hizo todo lo posible para que coincidiésemos, pero yo hice lo imposible para que no fuese así. Pero fue inevitable el coincidir, trabajábamos en la misma empresa aunque en diferentes departamentos, pero me encargué de que hubiese más gente a nuestro alrededor para que ella no pudiese zorrear conmigo a sus anchas. Sé que se moría por quedarse conmigo a solas y que hablásemos, pero por mi parte ya había empezado a "desengancharme" de esa zorra superficial y sin corazón, aunque la seguía amando como un perro fiel.

Que estúpido que fui, pensé que podría superarlo pero lo peor faltaba por venir. Ese año suspendí cuatro de las seis asignaturas que tenía. Bueno, pensé, me tendré que poner las pilas y sacarlas en la recuperación, si no me tendría que matricular de ellas nuevamente con el consiguiente gasto.

Llegando las vacaciones de verano, Jesús mi jefe organizaba una barbacoa en su finca, donde todos estábamos invitados. Yo ya había asistido a una y francamente me lo pase genial, pero esto era antes de conocer a Isabel. Ese año mi jefe me llamó a su despacho y me hizo sentar en una silla, su gesto era serio, no sabía que ese año mi vida cambiaria drásticamente.

—Salva sabes lo que te aprecio, empezó diciendo, eres casi como mi hijo, te vi nacer, te tuve en mis brazos y he visto en el hombre que te has convertido.

—Gracias Jesús, yo…

—Espera, déjame que termine. No sé qué habrá pasado entre Isabel y tú, aunque lo imagino, no soy tonto y me doy cuenta de las cosas, pero tu actitud no es la misma y eso me disgusta. No quiero que haya rencillas ni malos rollos entre mis empleados.

—De acuerdo Jesús, intentare hablar con ella y que las cosas vuelvan a la normalidad.

—No Salva, no lo vas a intentar, vas a hablar con ella. Cuando vayáis a la barbacoa te voy a dejar el BMW, la vas a ir a buscar a su casa y vais a tener una hora para que resolváis vuestras rencillas. Ella me lo ha pedido así, ósea que vete haciendo a la idea.

—Joder Jesús no me hagas esto.

—No quiero escuchar tus excusas, lo vas a hacer y punto y ahora a trabajar que hay mucho que hacer.

Me pasé encabronado toda la mañana. Sé que Isabel se enteró de mi cabreo monumental y se asustó, pero ni dijo ni hizo nada al respecto. El viernes a las tres de la tarde mi jefe me dio las llaves de su coche.

—Toma las llaves, llévate el coche a casa y recoge a Isabel, y Salva por favor, no la cagues.

ENCIMA ME DECIA ESO. La verdad no sé qué le habría contado la puta esa, pero desde luego no iba a entrar en su juego. Subí al despacho de Isabel echando espuma por la boca de la rabia que tenía. Entre como un elefante a una cacharrería y se lo grité a la cara.

—QUE SEA LA PUTA ULTIMA VEZ QUE ME UTILIZAS. A JESUS LE HABRAS ENGAÑADO, PERO YO NO QUIERO NI VERTE…¡¡TE QUEDA CLARO…ZORRA!!

Me di la media vuelta y fui a salir de su despacho, cuando escuche su voz llorosa.

—¿A qué hora me pasas a buscar?

—Espérame las 19.30 en punto. Si no estás me voy sin ti.

Salí de allí maldiciendo y acordándome de la madre que pario a un montón de dioses que no me voy a poner a enumerar y que son los que me traían la mala suerte. Esa tarde a las 19.30 en punto giraba por la esquina de la calle de Isabel y la vi esperándome…joder era preciosa, una hija de mil padres, pero preciosa, una cosa no quitaba a la otra. Llevaba un vestido corto pero muy discreto, quedaba por encima de sus rodillas, imagino que no era plan de vestirse como una puta y presentarse delante de todos los compañeros. Según llegué ni me bajé a abrirle la puerta como seria lo habitual en mí, ella entró y me miró seria.

—Llegas un minuto tarde, no me gusta que me hagan esperar.

—Da gracias a que he aparecido. Por cierto bonito vestido ¿Hoy te has puesto bragas?

—Vete a la mierda gilipollas, lo que te he dicho del minuto era broma.

—Las zorras primero por favor, enséñame el camino.

Inicié la marcha y aceleré lo máximo que podía, por nada del mundo quería pasar una hora con ella a solas en el coche. Ninguno de los dos decía nada hasta que Isabel me miro indignada.

—Joder Salva, no podemos seguir así, lo estoy pasando fatal y quiero que arreglemos esto. Se lo que te dije y de verdad que me arrepiento de lo borde y estúpida que fui, estaba cabreada y lo que dije no lo sentía.

La mire con desprecio de arriba abajo y no la dije absolutamente nada. Mis ojos volvieron a la carretera. Sé que ella hablaba pero no la escuchaba, hasta que noté como ponía su mano encima de la mía. La retiré rápidamente como si me hubiese quemado y la mire furioso.

—No me toques ¡¡ME OYES!! No se te ocurra tocarme ni un pelo.

—¿En serio? ¿De verdad eres incapaz de perdonar? Dijo enfadada Isabel.

—Me humillaste…me humillaste y me despreciaste de una manera que todavía no puedo olvidar. Me da igual que estuvieses cabreada, me lo dijiste con asco y desprecio y te aseguro que no se me va de la cabeza. No te haces una idea del daño que me has hecho.

Isabel miro por su ventanilla y supe que estaba llorando. Que se jodiese. Hasta que llegamos no cruzamos ni una sola palabra, ella se bajó del coche muy enfadada y yo lo hice con tranquilidad. Sé que mi jefe se enteró enseguida de que las cosas no habían ido bien cuando vino hacia mí con una cerveza y ofreciéndomela me pasó el brazo por los hombros y quiso hablar conmigo.

—¿De verdad eres incapaz de solucionar tu problema con Isabel? Dijo Jesús enfadado.

—Mira Jesús, voy a ser muy claro con esto, sabes que confió en ti, eres como de mi familia, y nunca te estaré lo suficientemente agradecido por la oportunidad que me has dado al poder trabajar contigo. Ahora bien, lo que me haya pasado con Isabel solo lo sabemos ella y yo y te aseguro que no tiene solución. Despídeme si quieres, pero no pienso arrastrarme ante ella. Solo mantendremos una estricta y seca relación laboral.

—Bien…será como quieras, pero solo hazme un último favor. Cuando vayas a irte llévala a su casa. Quedé con sus padres en que la acercaríamos sana y salva.

—De acuerdo, dije molesto, pero es la última vez que te hago de chofer.

Jesús me dio una palmada en la espalda y me dejó a mi aire. Se fue a reunir con un amigo suyo, un tal Goyo, un tipo cincuentón alto y fuerte y con Isabel que charlaba animadamente con él. Yo me integré en algún grupo que se había formado y charlábamos, aunque me fijaba que Isabel no me quitaba ojo de encima.

No sé en qué momento de la noche caí en la cuenta de que no veía a Isabel, ni a Jesús ni a su amigo por ninguna parte y eso de alguna manera me intrigó. Con disimulo me fui hacia la casa y vi que estaban las dos puertas cerradas con llave, la principal y la trasera. Aun así sabia como entrar en la casa, la conocía de muchos años y muchas barbacoas con mis padres y sabía que la puerta de servicio del garaje se abría de una manera especial. Al poco estaba dentro de la casa y sigilosamente fui investigando hasta que oí un gemido que venía del piso de arriba. Oí voces que procedían de una habitación:

—Vamos zorra…chupa…diooos que gusto joder…asiiiii.

Esa voz era la del amigo de mi jefe, se notaba lo excitado que estaba.

—Jesús no te quedes mirando, ven aquí. ¡BINGO! La voz de Isabel

—Joder Isabel me encanta tu boquita y lo bien que la chupas decía mi jefe.

La mala suerte es que la puerta estaba cerrada y abrirla cantaba mucho. Entré en la habitación contigua y vi que había una terraza. Me asomé y esa terraza daba también a la habitación donde estaban los tres. Cuando me acerqué vi que habían abierto el ventanal para que entrase el aire y dentro con la luz encendida se veía a los tres desnudos. Mi jefe y su amigo frente a Isabel y esta de rodillas chupando una polla y al poco la otra.

Me fije en los pollones que se gastaban los dos. Mi jefe tenía una señora polla pero la de su amigo era monstruosa, estaba circuncidado con lo que su glande aparecía amoratado y brillante y su tronco surcado por numerosas venas. La luz interior era buena y la oscuridad exterior me mantenía escondido, saqué mi teléfono móvil y me puse a grabar, al poco Isabel se puso de pie y se dio la vuelta mostrándose frente a mí. Era como mirar a una diosa, su cuerpo era perfecto con unas curvas rotundas, ella pajeaba delicadamente a los dos hombres, pero ella se fue a buscar la boca de Goyo el amigo de mi jefe y este bajó una mano a su coñito. Isabel abrió las piernas y dejó que los dedos de Goyo le diesen placer.

—¡¡JODER!! Exclamo Goyo, esta putita esta empapada, su coño pide a gritos una polla.

—Fóllame Goyo, suplicaba Isabel, necesito sentirte dentro.

Goyo agarró a Isabel como si fuese una muñeca y la tumbó en la cama. Ella abrió sus piernas mostrando su sexo bien abierto, estaba brillante y recubierto de esa babita que vi en su momento. Goyo apuntó esa monstruosidad y se la metió sin apenas esfuerzo hasta que sus huevos golpearon su perfecto culo.

—Me corroooooo…gimió Isabel presa de su orgasmo mientras se convulsionaba.

—Joder, esta guarra se ha corrido mientras se la metía. Decía Goyo excitado. Prepárate zorra, te voy a reventar.

Lejos de excitarme, me sentía…traicionado, triste, engañado y lo confieso, los celos me estaban consumiendo. Esos hombres habían conseguido lo que yo no logré en un año estando junto a ella en todo momento. Otro gemido gutural de Isabel me saco de mis pensamientos mientras veía como se corría otra vez con ese pollón en su interior mientras le comía la polla a Jesús.

—Dios que gustazo, decía Goyo, esta guarra no para de correrse. Ponte a cuatro zorra que ahora te voy a reventar.

Isabel obedeció sin rechistar y se puso al borde de la cama en cuatro. Aunque estaba algo lejos veía su coño muy abierto debido al tamaño de la polla que la follaba, estaba goteando y la polla de Goyo se veía enorme, brillante, la pasó a lo largo del coñito de Isabel varias veces mientras esta se retorcía de gusto y se la metió de golpe mientras miraba alucinado como volvía a correrse de nuevo.

—Esta tía es la hostia, gemía Goyo, no para de correrse. Joder que culo tienes puta me lo voy a follar ahora mismo.

Isabel lejos de asustarse agarro sus nalgas y abrió su culo para ese cabrón. Este escupió en su anito y sacando su tranca del coñito de Isabel la dejo ir dentro de su culo. No tuvo cuidado, vi como Isabel hundía su cara en la colcha y gritaba de dolor, pero pasados los minutos gemía como una puta corriéndose con esa polla en sus intestinos.

—Joder tía como aprietas, coño, gemía Goyo, me voy a correr…diooooos…siiiii…tomaaaaa.

Ese cabrón clavó su pollón en el interior de Isabel, esta levantó su cabeza y arqueo su espalda momento en el que Jesús, algo relegado volvió a meter su polla en la boca de Isabel para acallar sus gritos. Su orgasmo fue muy largo y cuando ese cabrón saco la polla del culo de Isabel este aparecía enrojecido y muy, muy abierto, joder parecía la boca de un túnel. Isabel cayó rendida en la cama, pero todavía no había terminado.

—Date la vuelta puta, yo todavía no me he corrido. Exclamó Jesús.

Con dificultad Isabel se dio la vuelta y mi jefe agarrándola de las piernas la puso al borde de la cama, la abrió y metió su polla dentro del coño de Isabel que gimió de gusto nuevamente.

—Joder que cabrón eres Goyo, la has dejado tan abierta que casi no siento nada.

—Tío date prisa, dijo Goyo, llevamos mucho tiempo y nos van a echar de menos.

—No seas plasta, bramó Jesús molesto, joder vístete tú y vete bajando, ahora vamos nosotros.

Goyo agarró su ropa y salió de la habitación, dejándolos solos, Jesús empezó a follar a Isabel como un animal mientras esta empezaba a gemir presa de su inminente orgasmo.

—Eres mía, solo mía… me oyes puta, no quiero verte follando con ningún otro tío. No te lo pienso consentir, si no te juro que te corto el cuello.

—Je…Jesús, no…no te corras dentro…ahhhhhh…Jodeeer…me puedo quedar embarazada.

—Eres mi puta…y me corro donde quierooo…zorraaaaa…me corroooooo.

—NOOOO…Jesús…noooooooo…ahhhhhhhh…siiiiiiiiii…lléname…siiiiiiiiii…me corroooooo.

Isabel gimió su orgasmo mientras buscaba la boca de Jesús para ahogar sus gritos de placer, mientras esa polla se clavaba en su interior escupiendo litros de semen.

Para cuando terminaron los estertores del orgasmo Jesús sacó la polla del coño de Isabel y sin decirla nada cogió su ropa y salió de la habitación dejándola sola, tumbada en la cama y supurando de su coño y de su culo goterones de semen que caían sobre la colcha, escurriéndose hacia el suelo.

Al poco se levantó y fue al baño, volvió con un rollo de papel higiénico y se puso a limpiar las corridas de esos dos. Todavía caían goterones de semen de su interior, se pasó la mano por su coño y la miró, lamiéndola con glotonería.

—Que hijos de puta, oí como decía, me han dejado llena de leche.

Vi cómo se iba al baño nuevamente y oí la ducha funcionar. Me imagino que se estaría lavando bien para quitarse los restos de la tremenda follada que le habían dado esos dos. Con tristeza di por terminada la grabación, casi 40 minutos de algo que de seguro me llevaría a hacerme muchas pajas viendo al amor de mi vida siendo follada por otros hombres.

—Salva, me dije a mi mismo, no tienes solución.

Bajé nuevamente a la fiesta y vi a esos dos cabrones hablando entre ellos y riéndose. Me pregunté cómo Isabel podía haber follado con dos maduros de más de cincuenta años, como se podía haber entregado de esa manera. Desde ese mismo momento Jesús había perdido todo mi respeto. Al poco tiempo, se unía a ellos Isabel, perfectamente vestida y arreglada, como si no hubiese pasado nada de nada.

Enseguida me buscó con la mirada y cuando me localizó vino hacia donde estaba. Mierda, porque era tan malditamente guapa y tan asquerosamente puta.

—Salva siento molestarte de verdad, pero estoy muy cansada y me gustaría irme a casa. Jesús me ha dicho que me llevas tú.

—Sí, claro, ahora nos vamos. Dije mirándola con tristeza.

Deseaba gritarle a la cara y delante de todos lo zorra, puta y guarra que era, y que nuestro querido jefe y su puto amigo de mierda se la habían follado hasta llenarla de semen y tenía un video que lo atestiguaba…pero no hice nada. Me despedí de la gente y al poco íbamos camino de casa de Isabel, seria media noche, con lo que a la una de la mañana estaríamos en su casa. Los dos íbamos en silencio hasta que Isabel lo rompió.

—¿Hasta cuándo te vas a comportar como un crio y vas a ser un hombre?

La mire con desprecio, no podía mirarla de otra manera y entonces tomé, creo, la peor decisión de mi vida.

—¿Sabes Isabel? Lo he decidido y quiero follarte. Y no mañana o dentro de una semana, quiero que sea esta noche y quiero que sea ya.

—Sabes que eso no va a ser posible, tengo novio y soy muy fiel en esos aspectos.

—¿Ese mismo novio que no te ha impedido follar esta noche con Jesús y Goyo?

Había metido el coche en un camino de servicio. Al estar hablando conmigo, Isabel no se percató de donde estaba. Pare el coche y la miré, aun no creía lo que había oído.

—¿Co…como has…? A ver ¿Me has espiado?

—Ni mucho menos, pero me ha extrañado no veros a ninguno de los tres en un momento de la noche y curioseando un poco me he encontrado con el espectáculo que ofrecías.

—Es tu palabra contra la mía, así no vas a conseguir nada. Dijo Isabel insegura.

—Quizás, pero los cuarenta minutos de grabación son un testimonio difícil de rebatir. Estoy seguro que no querrás que esto se sepa.

—Salva… ¿Me estas chantajeando?

—Puedes tomártelo como quieras, pero quiero follarte. Esto, dije mostrando mi móvil, por echarte un polvo.

Isabel bajo su mirada y cuando me miro sonreía con picardía, eso me gustó. Miro a su alrededor y vio que estábamos en un lugar solitario.

—Ven cariño, salgamos del coche.

Cuando estuvimos uno frente al otro, Isabel se abrazó a mí besándome con pasión, nuestras lenguas se juntaron y fue un beso eterno que me hizo volar.

—No te imaginas mi amor la de veces que he soñado con esto, me decía excitada.

Bajé mis manos y subí la falda de su vestido, me apoderé de ese perfecto culo…¡¡POR FIN!! Podía notar su dureza y su calor, lo sobé a conciencia mientras ella se restregaba lascivamente contra mí. Me miró lujuriosamente y se fue agachando hasta quedar su cara frente a mi paquete.

—A ver qué escondes aquí. Dijo traviesa.

Con habilidad me desabrochó los pantalones y los bajó junto a mi ropa interior. Mis 20 cm. saltaron descarados frente a su cara. Isabel me miró con los ojos muy abiertos mientras sus manitas se apoderaban de mi polla.

—Joder Salva, vaya pollón que gastas.

—¿Mejor que el de Goyo? Pregunté con maldad.

—El de Goyo es una pasada, pero me ha destrozado por dentro, estoy muy dolorida por eso te quiero pedir que me des algo de margen para recuperarme. Si me quieres hacer disfrutar, esta no es la mejor noche. Pero te aseguro que no te vas a arrepentir.

La dejé hacer, empezó a hacerme una mamada impresionante. Joder que boca tenía la muy puta, en pocos minutos me puso al borde del orgasmo, pero como siempre mi vena amorosa salió a relucir. Quería que ella también disfrutase.

—Ven mi amor, ponte de pie. La dije con cariño.

—¿No te gusta cómo te la chupo? Dijo con tristeza.

—Al contrario, lo haces de maravilla pero quiero que tú también disfrutes.

La di la vuelta y apoyé su espalda en mi pecho. Mi mano bajo a su coñito y estaba empapada.

—Con cuidado mi amor, mi clítoris está muy sensible.

Entonces se me ocurrió, ahuequé su tanga y metí mi polla entre sus piernas abriendo sus labios para que mi tronco la rozase con cariño, pero sin penetrarla. Empecé a mover las caderas como si me la estuviese follando estimulando su clítoris. Ella cruzo las piernas aprisionando mi polla.

—AHHHHH mi amoooor que ricoooooo…sigueeeeee. Gimió Isabel.

Ella misma se quitó el sujetador y llevo mis manos a sus tetas para que me apoderase de ellas, mientras mi boca llenaba de besos su cuello y sus hombros. Me ponía los pelos de punta oír como gemía Isabel, toda mi rabia, todo lo que me había hecho, todo lo que había visto esa noche pasaron a una parte de mi cabeza que no quería recordarlo. Ahora era mía, nuestros cuerpos semidesnudos sudaban dándose placer y esa mujer que había sido musa de miles de pajas, ahora se entregaba a mi dándome placer. Isabel emitió un gemido gutural y echo su cabeza hacia atrás mientras susurraba en mi oído:

—Me corro mi amor…me corroooooo…

Note su corrida bañando mi polla y explote en una corrida que puso perdido su tanga y los labios de su coñito. La abracé contra mí y la besé con amor, estaba loco por esa mujer.

—Diooos mi vida, ha sido maravilloso, decía Isabel jadeando.

Estuvimos un buen rato abrazados dándonos cariño, hasta que decidimos vestirnos e irnos a casa. Yo iba como en una nube. La mano de Isabel la llevaba agarrada con nuestros dedos entrelazados.

—Tenemos que recuperar el tiempo perdido, dijo Isabel decidida. Este miércoles ya estaré en forma, no hagas planes, tú y yo vamos a follar como si no hubiese un mañana.

—¿Y Jesús? Oí como te amenazaba.

—No te preocupes de eso, desde esta noche está acabado. Por cierto mi amor, me sentiría más tranquila si borras ese video que dices que has grabado.

Fui yo mismo el que la dio mi teléfono y le dije que lo buscase en "galería" al poco rato oí como bufaba.

—De verdad cariño que siento que hayas tenido que ver esto, yo no soy así de verdad, esa no era yo.

—Isabel, no me gustó nada como te trataron, para ellos solo eras un trozo de carne donde correrse.

Me devolvió el teléfono y al poco llegamos a su casa, nos despedimos con un tórrido beso y cuando se bajó del coche me lo dijo con cariño.

—Llámame mañana ¿vale?

Me fui con una sonrisa boba en mi cara, dejé el coche del jefe en la puerta del trabajo y las llaves en el buzón y me fui a casa haciéndome mil preguntas. De acuerdo, todo había sido natural, sencillo, habíamos desnudado nuestros corazones y nos amábamos, ¿Nos amábamos? Yo tenía claro que si la amaba, pero ella con su actitud…me recordaba a mí mismo que habíamos tenido sexo con una amenaza por mi parte, sexo light, pero sexo al fin y al cabo. Creo que sin esa amenaza no habría existido el más mínimo roce entre los dos, y aunque dijese que no era ella, que no era así quien estaba follando en ese video, se la veía entregada y disfrutando como una puta pervertida y ninfómana.

—Joder Salva, ella te quiere, deja de torturarte. Pensé en voz alta.

Que iluso fui, no espabilaría en la vida, sin ni siquiera darme cuenta había arruinado mi vida, la de mis padres y la de mis hermanos. A las ocho de la mañana golpeaban la puerta de casa y todos nos levantamos asustados. Cuando abrió mi padre se encontró a la policía en la puerta.

—¿Vive aquí Salvador Valbuena García?

—Sí, soy yo. Dije asustado.

—Salvador Valbuena, dijo un policía dirigiéndose hacia mí con las esposas, queda usted detenido por la agresión e intento de violación de Isabel Nogales López.

—¡¡¡QUEEE!!! Eso…eso no es posible, yo no la he violado, nos queremos…papá, mamá yo no he violado a nadie os lo juro.

Me sacaron de casa sin ni siquiera dejarme vestir. Miré por última vez en muchos años a mis padres y hermanos y se clavó en mi retina sus caras llorosas llenas de pavor por lo que se supone me estaban acusando.

Me llevaron a un hospital donde mi hicieron un reconocimiento y tomaron muestras de partes de mi cuerpo y sobre todo de mi pene. Me asignaron un abogado de oficio ya que no me podía permitir pagar uno. A grandes rasgos en la vista preliminar todas las pruebas me hacían culpable. Las muestras tomadas de mi cuerpo coincidían con las tomadas del cuerpo de Isabel. El informe médico de Isabel decía que encontraron en su vagina restos de esperma que eran míos y que su ropa interior estaba impregnada de mi semen. Se apreciaba irritación vaginal y anal por penetración y golpes en cara y cuerpo. Estaba perdido, solo Isabel podría sacarme de ese atolladero, pero sabía que no haría nada.

Juré y perjuré, que era inocente, que había un video grabado de esa noche, en la que se la follaron Jesús y Goyo y que mi esperma estaba allí porque ella quiso hacerlo conmigo pero no hubo penetración. Pidieron el móvil para ver el supuesto video, pero mierda…ella lo había borrado. Todo fue inútil, intentaron recuperar el video que grabé, pero no encontraron nada. Preguntaron por la microSD pero había desaparecido, esa hija de puta me volvió a engañar y ahora sí que lo iba a pagar muy caro.

Me condenaron a diez años de prisión y a una indemnización de noventa mil euros a la víctima. Me declaré insolvente, ni yo ni mi familia teníamos ese dinero. Las feministas pusieron el grito en el cielo, más aún cuando se enteraron que la mujer violada estaba embarazada, pedían la máxima pena para mí y que no saliese de la cárcel…castración química…aislamiento social.

A la semana de estar en la cárcel me dieron mi primera paliza. Los violadores no son precisamente bienvenidos, empecé a temer por mi vida, los puñetazos, palizas y amenazas eran el pan nuestro de cada día. Mi vida empezaba a ser una pesadilla y deseaba la muerte hasta que al mes poco más, estando en la ducha y con tres animales queriendo violarme, apareció un armario ropero de dos metros lleno de músculos y tatuajes que me salvó de esos animales, se metió en medio y los miró perdonándoles la vida.

—Todos vosotros me conocéis, dijo con voz grave, este pipiolo va a ser mi putita, a quien le toque un pelo lo mato, ¿Os ha quedado claro?

Todos asintieron mientras le miraban atemorizados. Ese hombre pasó su brazo por mis hombros y me llevó a su celda. Cuando entré, vi que todas mis cosas se encontraban allí, pegué mi espalda a la pared esperando que esa mole me soltase un par de leches y me violase, pero me miró con cachondeo.

—¿Que coños te pasa tío? tranquilízate, no te pienso tocar un pelo, no me gustan los tíos, solo he querido salvarte de esos animales y ofrecerte algo de protección. Por cierto, mi nombre es Francisco, aunque a ti te voy a dejar que me llames Paco, dijo riéndose.

—¿Protección? A cambio… ¿a cambio de qué?

—A cambio de que seamos compañeros de celda, que podamos hablar y mantener una conversación coherente. Me fijé en ti según llegaste, te he investigado, sé de qué se te acusa, pero te aseguro que tú no eres un violador. Puede ser que te mates a pajas, pero eres incapaz de hacer daño a una mujer.

—¿Y porque tú lo ves pero los demás no? Pregunté indignado.

—Por las pruebas, esa mujer se aseguró de mandarte a la cárcel, aun siendo inocente ¿Por qué? Eso solo lo sabrás tú, pero en España nacer hombre ya te convierte en una amenaza para ellas, somos maltratadores y violadores en potencia.

Y es que tenía toda la razón del mundo, era imposible, por mucho que dijese, por mucho que me desgañitase que nadie opinase que yo era inocente, que alguien me creyese con todas las pruebas, todas en contra mía. Pero si era hasta yo que sabía la verdad y mirándolo desde fuera era culpable al 100%. La pregunta que me gustaría hacerle a Isabel ¿Por qué me haces esto? No lo entendía, como tampoco entendía su actitud. Desde esa noche que pude disfrutar un poco de ella no la volví a ver, ni pude hablar con ella.

Digamos que el que fuese la "putita" de Paco, hizo que mi estancia en prisión fuese más relajada. Desaparecieron las palizas y los acosos y podía andar libremente sin que nadie me tocase un pelo. Aun así luché lo que no está escrito por demostrar mi inocencia y limpiar mi nombre de ese delito que no había cometido, pero todo, absolutamente todo fue inútil. Paco me hizo abrir los ojos y ser consciente de la realidad que me rodeaba y me aconsejó que utilizase mis esfuerzos a lograr otras metas.

Algo que me desesperó hasta la locura fue que no supe nada, absolutamente nada de mi familia. Durante dos años, todos mis esfuerzos por saber de ellos, por ponerme en contacto con ellos fueron infructuosos, hasta que un día me dijeron que tenía una visita. Ilusionado, pensé que era Isabel que había recapacitado y venía a deshacer ese entuerto, pero me encontré con la fría presencia de mi padre. Cuando lo vi casi me echo a llorar, me acerqué para abrazarle, para sentir algo de cariño familiar, pero me paró en seco con un gesto serio y glacial.

—No es que este aquí por voluntad propia, dijo mi padre sin mirarme a la cara, pero tu madre quería saber cómo te encuentras.

—¿Y por qué no ha venido ella a preguntármelo? Dos años sin saber de vosotros, dije con lágrimas en mis ojos, dos años ¿Y me dices que no estás aquí por voluntad propia?

—Nos has destrozado la vida, dijo mi padre sin sentimiento, eres un hijo de puta que por no saber mantener tu polla quieta has arruinado nuestra existencia. Tu madre perdió el empleo, tu hermana mayor ha tenido que dejar la carrera de medicina, nos hemos tenido que mudar de barrio y de ciudad debido al acoso que sufríamos, debido a eso yo he perdido el empleo también y tu hermano pequeño se ha convertido en un maldito drogadicto. Mi deseo es borrarte de nuestra vida, eres un maldito degenerado violador.

—¡¡¡YO NO VIOLÉ A NADIE!!! Grité furioso y me llamas hijo de puta…flaco favor te haces. Yo desde aquí no puedo hacer nada, pero quizás, si hablas con tu "amigo" Jesús te pueda aclarar algo…¡¡¡AHHH!!! Y no te olvides de Goyo, creo que también lo conoces. Ellos dos se follaron a esa chica la noche que estuvimos en su finca y lo vi todo joder…TODO.

—Pero eres tú quien está aquí encerrado…eso será por algo ¿no?

Era desesperante saber que ni tu propia familia te creía, que ni había un mínimo atisbo de duda en su mirada. La actitud de mi padre era muy fría y se notaba que no deseaba estar conmigo, así que decidí terminar con ese mal rato

—Vale, ya sabes que estoy bien, díselo a mamá, pero no quiero volverte a ver, no quiero ver a nadie. Si sois incapaces de buscar la verdad, es que no merece la pena seguir luchando.

Ni me despedí de mi padre, termine ese encuentro y me fui a mi celda abatido, sabiendo que mi estigma de por vida sería el de violador. No habría nada que borrase eso de mi vida.

Si hay algo que tiene la cárcel es rutina, rutina y tiempo, mucho tiempo para pensar y hacer lo que sea para que ese tiempo pase lo más rápidamente. Me pasaba el día en el gimnasio machacándome con lo que conseguí desarrollar un cuerpo muy bonito y musculado. Aun así decidí que debería de seguir estudiando la carrera y gracias a Paco, a algunos funcionarios y a otros reclusos que me ayudaron pude terminar mi carrera como primero de mi promoción en Ciencias Económicas y Empresariales en la UNED (Universidad a distancia). Eso de alguna manera elevó mi "status" dentro de la prisión, los demás reclusos me respetaban, incluso algunos me pedían consejo fiscal con algún asunto familiar.

Cuando llevaba nueve años de condena, mi compañero de celda, el mejor amigo que había tenido en toda mi vida quedó en libertad. Él había sido mi valedor, mi protector, el que me animó en los peores momentos y el que hizo que mi cabeza se pusiese en orden en muchos aspectos. Lógicamente me alegré por él, pero mi tristeza era evidente cuando nos despedimos.

—Chaval un año pasa rápido, ya lo veras. Cuando te quieras dar cuenta estas fuera como yo. Me dijo Francisco para animarme.

Yo solo sonreí, nos dimos un fraternal abrazo y vi cómo se alejaba, pensé que esa sería la última vez que le vería, pero me equivoqué. Ese año pasó rápidamente y cuando me quise dar cuenta salía por la puerta en libertad, pero lo que me esperaba me espantó.

Aun habiendo pasado diez años, un grupo de feministas radicales me recibieron al grito de «MUERTE AL VIOLADOR» Los insultos amenazas y algún que otro golpe me hicieron aligerar el paso, no hubo nadie que me recibiese ni que me esperase salvo esas exaltadas, estaba asustado por que no sabía cómo terminaría aquello, eran como unas quince mujeres rabiosas que no atendían a razones.

Realmente no sabía hacia donde me dirigía hasta que un coche negro con los cristales tintados paro a mi lado y abriendo la puerta del acompañante apareció la sonrisa de Francisco.

—Sube chaval que estas lobas te van a despellejar, dijo riéndose.

Subí rápidamente e iniciamos la marcha a toda velocidad, el me seguía mirando divertido hasta que conseguí articular palabra.

—Como…¿Cómo sabias que hoy salía de prisión? Dije fatigado.

—Chaval, saber todo de las personas es mi oficio, no lo olvides, además, ¿iba a dejar solo a mi "putita" preferida?

Los dos estallamos en una sonora carcajada, mientras me comentaba que nos dirigíamos a su casa. Allí nos esperaba su mujer y podríamos hablar tranquilamente.

Cuando llegamos y conocí a su mujer me quedé fascinado, era guapísima y me recibió como si me conociese de toda la vida. En esa velada Francisco me devolvió a la realidad de mi vida. Dentro de la prisión y el aislamiento, la vida había continuado para todos, incluida mi familia más cercana. Me enteré que mi padre había fallecido hacía dos años de un infarto. Mi madre y mi hermana vivían en Cuenca. Mi hermana había conseguido terminar su carrera de medicina y ejercía de médico en un centro de salud de esa ciudad. Mi madre se había establecido y se había hecho cargo de una mercería, tanto mi hermana como mi madre vivían juntas y mi hermano pequeño estaba en un centro de desintoxicación para drogodependientes. Nadie me había comunicado nada, mi familia me había hecho el vacío y para ellos ya no existía.

—Bien chaval, sé que no te ha gustado nada escuchar esto, empezó diciendo Francisco, pero creí que era necesario que estuvieses al tanto de la vida de los tuyos.

—¿Los míos? Pregunté con amargura. Me han repudiado y no han querido saber nada de mí en diez años.

—Salva, por desgracia tu familia fue estigmatizada y sufrió la condena del ostracismo de toda una ciudad. Por eso se fueron a Cuenca, para que la gente se olvidase de ellos y allí empezar una nueva vida.

Odié a Isabel, la odié como creo que no se puede odiar a una persona, había arruinado la vida de cinco personas…por…por…¿Por qué? Yo solo la amaba.

—Salva, ¿tienes donde vivir? Me preguntó Francisco.

Negué con la cabeza, no tenía casa, mi familia más directa vivía en Cuenca y de seguro ni querrían verme, por no hablar de tíos o primos, ¿Quién querría a un violador y maltratador en su casa?

—Bien, no te preocupes, al salir de la cárcel empieza otra condena aun mayor y esa es retomar tu vida y aprender a vivir de nuevo. He hablado con mi mujer y te puedes quedar aquí el tiempo que haga falta hasta que encuentres algo para poder valerte por ti mismo.

Agradecí su ayuda nuevamente, ese hombre parecía mi ángel de la guarda, que siempre estaba cuando lo necesitaba. Me costó conciliar el sueño, a mis 31 años no era nada en la vida y veía mi futuro muy negro. De acuerdo tenía un grado y un postgrado, pero también una condena cumplida por maltrato y violación y eso me acompañaría toda mi vida. Intentaría encontrar trabajo y si no lo conseguía me tendría que reinventar y hacer que mi vida tomase un rumbo.

Durante esa primera semana de libertad no salí de casa de Francisco. Tanto el cómo su mujer me animaban a que saliese y empezase a moverme, pero sentía miedo, miedo de salir a la calle y que la gente me reconociese como el violador. Debido a eso, me deje barba, quería que mi aspecto cambiase y dejándome barba sería más difícil que la gente me relacionase con mi pasado. La mujer de Francisco me ayudó mucho también en tener confianza en mí mismo y me ayudo a satisfacer mis bajos instintos y no, no fue con ella, respetaba mucho a Francisco y a su mujer para intentar ni siquiera tocarla un pelo de la cabeza y ella me lo dijo con franqueza. Todas las mañanas desayunábamos ella y yo solos y esa mujer se mostraba ante mí con camisones muy cortos y vaporosos llevando solo un tanga mínimo bajo esa prenda. Se apreciaban sus tetas perfectamente y sus pezones intentando atravesar la tela, pero yo solo me limitaba a empalmarme y según terminaba de desayunar irme a mi habitación a masturbarme pensando en esa exuberante mujer, joder es que era la historia de mi vida.

Una mañana quise asustarla, decirle de manera directa que no podía seguir provocándome de esa manera. Solo llevaba un camisoncito que apenas lograba tapar su culo. Debajo de esa prenda iba completamente desnuda, su cuerpo era una preciosidad y yo hacía muchísimos años que no estaba con una mujer, mi polla iba a estallar de lo dura que estaba.

—¿No te da miedo estar delante de un violador vestida así?

—No cariño, contigo me siento segura porque sé que me respetas y no eres un violador, no digas tonterías.

—Vale, no soy un violador, pero soy un hombre que hace más de diez años que no está con una mujer. ¿Te importaría cubrirte un poco más?…Por favor.

Esa increíble mujer salió de la cocina y a los pocos minutos venia vestida más acorde con la situación. Según entró en la cocina me dio un abrazo y un beso en la mejilla.

—Te diré que aunque soy la pareja de Francisco y le quiero más que a mi vida también soy mujer y no he podido evitar fijarme en lo bueno que estás, ese cuerpazo que tienes y ese culito que mordería hasta cansarme. No digo que sea conmigo, aunque no me disgustaría, murmuró, pero si no follas es porque no quieres.

—De acuerdo, pero no puedo salir a la calle y decir a la primera mujer que vea «¡¡¿Te apetece echar un polvo?!!» Creo que a los cinco minutos ya estaría en comisaría.

—En parte tienes razón, ¿sabes?, este sábado voy a invitar a cenar a una amiga del trabajo que le va a encantar conocerte. Ella sabe a lo que viene, aparte de a cenar claro está, tú sabes que quieres follar, así que cenáis, la llevas a su casa y bueno…el resto va a ir solo, te lo aseguro.

—Esa amiga tuya, ¿sabe que he salido de prisión hace unas semanas?

—Salva tienes que cambiar el chip, olvídate de la prisión y de tu condena. Tú has estado en el extranjero durante diez años y has vuelto hace unas semanas. Debes de olvidarte, aunque sé que es imposible, que has estado en prisión.

—Bueno, no es que me agrade mucho ese tipo de citas, pero te agradezco de corazón lo que haces por mí.

—Claro que si cariño, si eres un amor de hombre, esa mujer fue una estúpida al dejarte marchar y colgarte el muerto.

Ese último comentario, me dejó pensativo. Nunca me había planteado el que Isabel me "colgase" la agresión y la violación. Fue ella la que con sus malas artes me quitó diez años de mi vida, fue ella la que me denunció y la que presentó las pruebas que me incriminaban. Ella y solo ella era la culpable de todo aunque aparentase ser la víctima.

Mentiría si dijese que no estaba ansioso por que llegase el sábado. La sola idea de imaginarme que estaría desnudo en una cama junto a una bella mujer y pidiéndome que la follase hasta perder el sentido, hacía que estuviese empalmado parte del día. Por fin llegó el sábado y estando preparando la cena y poniendo la mesa sonó el timbre de la puerta. La mujer de Francisco fue a abrir, mientras él y yo terminábamos de preparar los aperitivos, al momento entró en la cocina.

—Mira Salva, quiero presentarte a Mati, mi amiga y compañera de trabajo.

Frente a mi estaba la mujer que estaba deseando conocer desde que la mujer de Francisco me dijo que vendría a cenar. Es curioso como la mente de una persona intenta dar forma y poner cara a una desconocida y siempre esa persona es como una top model, bellísima, con una curvas de infarto y viciosa como la mayor de las putas que haya sobre la tierra. Pero frente a mi estaba una mujer, que si bien lucía un cuerpo muy bonito enfundado en un ajustado vestido, su cara no era muy agraciada y había algo en ella que no se, resultaba chocante a primera vista.

—Hola Mati, encantado de conocerte. Dije dándole dos besos.

—Lo mismo digo Salva, me han hablado mucho y muy bien de ti.

Nunca he sido de juzgar a una persona según la veo, pero la primera impresión es importante, y esa chica no me causó buena impresión. Cuando me acerqué a darla dos besos su olor corporal era desagradable, olía a sudor, como si hubiese estado haciendo ejercicio y no se hubiese duchado, no utilizaba maquillaje y aunque eso es lo de menos, sí que realza la ya de por si natural belleza femenina. Y su pelo, tenía un pelo negro larguísimo pero parecía que estaba sucio, como si le hubiese lamido el pelo una vaca, estaba como apelmazado y grasiento.

La cena estuvo bien, no sé si la mujer de Francisco la diría algo o es que me acostumbré a su olor, pero me parecía incluso más guapa. Estaba sentada a mi lado con lo que me dejaba ver parte de sus piernas y su pecho, generoso, que se adivinaba bajo el vestido. Estuvo coqueteando descaradamente conmigo y ya en la sobremesa puso una mano encima de mi pierna, muy cerca de mi polla que incluso llegó a rozar mirándome con picardía y como me dijo la mujer de mi amigo, ella sabía a lo que venía, aparte de a cenar claro.

—Bueno chicos, dijo Mati, ha sido una velada encantadora pero me voy a ir, estoy cansada.

La mujer de Francisco me miró apremiándome a que me lanzase. No quería defraudarla, se había molestado mucho en preparar todo para que yo pudiese echar un polvo pero es que esa mujer no me atraía nada. Aun así esbocé la mejor de mis sonrisas y se lo dije:

—Mati, si me lo permites te acompaño a tu casa, no quiero que vayas sola.

—Claro que si cielo, me encantará que me acompañes. Dijo con una gran sonrisa.

Fuimos andando hasta su casa, hablando de todo un poco, ella se abrazaba a mi brazo dejándome sentir la suavidad y la turgencia de su pecho. Pero de nuevo ese olor parecía acompañarla continuamente y eso que estábamos al aire libre. Cuando llegamos a su portal, nos quedamos mirando, fue ella la que se acercó y besó mis labios delicadamente.

—¿Quieres subir? Preguntó ansiosa.

—Por supuesto. Dije fingiendo excitación.

Según nos montamos en el ascensor Mati se pegó a mi morreándome con desesperación y ya el hedor empezó a ser insoportable, en esos momentos tenía que haber parado, poner alguna excusa barata y haberme largado, pero por la mujer de Francisco me quede quieto intentando aguantar la respiración mientras la lengua de esa mujer buscaba la mía con ansia.

Pensé que llegado el momento, y de la forma más sutil, antes de follar la llevaría a la ducha y allí bajo el agua nos lavaríamos bien y la follaría, sí, eso es lo que haría, pero no, cuando entramos en su casa y empezamos a desnudarnos me encontré a una mujer que teniendo un cuerpo increíble no se cuidaba en absoluto, sus axilas lucían con una mata de pelo que creo nunca había visto en una mujer, pero cuando bajé la vista y vi su entrepierna, casi salgo huyendo. Eso era la selva amazónica, una mata de pelo sin cuidar nacía prácticamente de su ombligo y crecía sin orden ni concierto llenando lo que en teoría debería de ser hermoso. En esos momentos ya el olor era insoportable, una mezcla de sudor rancio y olor a pescado descompuesto inundaba el ambiente y sé que ella se dio cuenta y quiso aclararlo.

—Quizás te sorprenda mi aspecto pero soy naturista, estoy en contra de la depilación y de las duchas diarias, creo que es una manera de derrochar agua y energía y el olor que inunda el ambiente es el olor natural de una persona.

Y una mierda, aparte de estar como un rebaño de cabras lo siento pero era una cerda, tenía ganas de salir de allí, pero ella se arrodilló delante de mí y se metió mi polla flácida en su boca intentando excitarme pero es que era casi imposible. Costó, pero al final una respetable erección presidía mi balano.

—Joder Salva, vaya pollón tienes, exclamó Mati excitada.

Me puso un preservativo y se fue al sofá poniéndose en cuatro ofreciéndose a mí, pero la visión que en teoría debería de ser excitante debido al cuerpo de esa mujer, en mí provocaba todo lo contrario. La "pelambrera" que lucía en su sexo le daba un aspecto asqueroso, lleno de pelos negros, largos, mojados y brillantes debido a su excitación. Cuando me acerqué para follarla la pestilencia que desprendía era insoportable y cuando miré vi su esfínter lleno de pelos con restos de heces pegados y desprendiendo un olor a mierda imposible de aguantar, retrocedí asqueado. Perdí mi erección inmediatamente, lo siento pero tenía unas arcadas imposibles de disimular y quería salir de allí.

—Vamos salva, follamee. Reclamaba Mati moviendo sus caderas y su culo.

—Lo siento Mati, pero tu olor es nauseabundo, así no puedo follar, eres de todo menos excitante.

Mati me miro furiosa, se levantó indignada y me empujó de malas maneras desapareciendo por una puerta para aparecer al momento con una bata puesta. Iba a llorar, sé que la había ofendido, pero es que era superior a mí.

—Vete de mi casa, dijo seria, si no te gusta como soy, no te quiero aquí.

—Mati, quizás si nos duchamos juntos, podamos…no se…

—He dicho que te vayas, dijo tajante.

No quise insistir, deseaba salir de allí. Me quité el preservativo y me vestí con rapidez. Ni nos despedimos, salí por la puerta y aspire aire, aunque su olor insoportable lo tenía metido en mi nariz y no me abandonaba. Cuando abrí la puerta de la calle y me metí en casa con cuidado, pensando que todos estarían durmiendo, salió de su habitación la mujer de Francisco con cara de interrogación y sorprendiéndose.

—¡¡¿YA?!! Exclamo intrigada. Pues sí que eres rápido. Dijo rompiendo a reír.

—Calla, no me hables, ha sido frustrante, la chica tenía un cuerpo precioso, pero era una cerda, decía que era naturista, pero su olor era insoportable. ¿En el trabajo huele igual?

—Ya lo he notado, dijo disgustada, la he llamado la atención por no venir a cenar más decente pero me ha dicho que es su manera de ser. Lo siento Salva, de verdad que siento haberte puesto en un aprieto. Pero perdona que sea indiscreta, ¿Al final lo habéis hecho?

Le explique con pelos, olores y señales todo lo ocurrido. Ella solo me miró con cariño, acercó sus labios a los míos y me besó con ternura, abrió su batín y debajo iba desnuda, cogió mis manos y las llevo a sus tetas aunque las retiré rápidamente.

—Me siento en deuda contigo por haberte puesto en semejante apuro. Déjame recompensarte y quitarte ese mal sabor de boca.

—No te sientas culpable de nada, tú lo hiciste con toda tu buena intención. Pero no soy capaz de engañar a Francisco contigo, eres una mujer bellísima y cualquier hombre desearía estar en mi lugar, pero yo no lo puedo hacer viviendo aquí con vosotros, me sentiría muy mal.

—Bueno Salva, sabes que me tienes para lo que necesites.

Diciendo esto, me dio un pico en los labios y vi cómo se iba a su dormitorio. Cuando abrió la puerta vi que estaba sola, Francisco no estaba en la cama con ella y eso me extrañó, pero no dije nada.

Las semanas pasaron rápidamente y al mes, más o menos de haber salido de prisión, encontré trabajo en una gestoría como administrativo. Aunque sabían que tenía una carrera universitaria, me pusieron a llevar cuentas como un aprendiz, aunque llegando la época de las declaraciones de hacienda mi jefe me puso al frente. Estuve algo más de un año, pero mi condena salió a la luz y prescindieron de mí.

Por aquel entonces ya vivía en un piso compartido por otros dos chicos, aunque el sueldo no era muy alto, me había dado para tener algunos ahorros. Al poco volví a encontrar de nuevo trabajo pero esa condena era como una maldición en mi vida, siempre salía a la luz y me volvía a quedar en la calle. Siempre veía la cara de terror de mis compañeras cuando se enteraban y aunque les aseguraba que era inocente, como era lógico, no me creían.

Así estuve como tres años, encontraba trabajo y cuando se enteraban de mi condena se deshacían de mí y vuelta a empezar y así no podía seguir, así que me lié la manta a la cabeza y me tire a la piscina sin saber si había agua o no. Con lo que tenía ahorrado y una gran ayuda de mi amigo Francisco. Alquile un local y me establecí por mi cuenta, sería mi propio jefe. En un principio, mi negocio se enfocó hacia la gestoría, pero la ayuda de Francisco y sus contactos me ayudaron de manera que empecé a ser un asesor de empresas en apuros. Eso me hizo ganar bastante dinero, más bien mucho dinero, con lo que me pude permitir el lujo de comprarme un pequeño apartamento y sacarme el carnet de conducir para poder moverme por mi cuenta.

Por aquel entonces, quise borrar lo que pude de mi pasado y decidí cambiarme el nombre y el orden de los apellidos, así no me relacionarían con el asunto turbio de la supuesta violación. Este asunto se lo encargué a mi buen amigo Francisco y al cabo de los quince días Salvador Valbuena García, dejó de existir para dar paso a Álvaro García Valbuena.

Durante esos años solo tuve relaciones sexuales con profesionales. Al principio con putas normales de 50€ la hora. Pero cuando empecé a ganar dinero ya pasé a las putas de lujo, mujeres impresionantes que por el módico precio de 1000€ se pasaban la noche entera follando contigo.

La verdad, no es que me gustase ese tipo de encuentros, pero me saltaba el trámite de poder ligar a la mujer que me gustase sin saber si podría follar con ella o no. También es cierto que dentro de mi pequeña empresa había tres mujeres trabajando, dos casadas y una soltera, esta última muy joven y guapa, pero ni quería ni podía ligarme a mis propias empleadas, iba en contra de mis principios.

Durante todos estos años, fueron muchas las veces que pensé en Isabel y esa noche en la que pude disfrutar de ella mínimamente. Francisco se ofreció a buscarla y saber de ella para informarme, pero me negué en redondo. Solo me interesaría saber que esa zorra había muerto entre sufrimiento y dolor y que su vida hubiese sido penosa. Aun así era una página de mi vida que ya había pasado.

A los tres años de haber abierto mi negocio, tuve la oportunidad de hacerme con una empresa que estaba en serios apuros por falta de liderazgo en la dirección. Esta empresa se dedicaba a comprar otras empresas y venderlas una vez saneadas o las desguazaban y las vendían por partes. El primer año fue muy duro porque casi no se veían los beneficios y los bancos reclamaban los préstamos, pero arriesgué y gané y a los tres años tenía un grupo de empresas de mi propiedad y nadaba en la abundancia. Vendí mi pequeño apartamento y pude adquirir un ático enorme, en una de las mejores zonas residenciales de Madrid. Vivía muy bien, empezaba a ser un soltero muy cotizado y mi pasado parece ser que cayó en el olvido. Francisco me ayudó bastante y era una persona que siempre tenía mi lado, lo mismo que su mujer que siempre andaba preocupada porque no sentaba la cabeza.

Todo iba viento en popa, mis negocios generaban pingües beneficios y la vida me sonreía. Por primera vez en mi vida era feliz por mi propio esfuerzo, de la nada había crecido hasta situarme en una privilegiada situación social, hasta ese día que dirigiéndome hacia el despacho del jefe de compras la vi sentada frente a un ordenador y mi corazón se aceleró latiendo con fuerza. Presumía de conocer a los más de setenta empleados que tenía y de lo que estaba seguro es que hace un mes Isabel no estaba en esta empresa.

Tuve que pasar un par de veces para asegurarme que la mujer que estaba viendo era la hija de puta que me metió diez años en prisión, de hecho una de las veces me miró y me sonrió. Enseguida me fui al despacho del responsable de RRHH a preguntar.

—Buenos días, saludé con seriedad, ¿Hemos contratado a alguien últimamente en el departamento de compras?

—Creo que si, dijo el jefe de RRHH, hay mucho volumen de trabajo y nos hacía falta alguien de apoyo. Contratamos a una mujer…espera, por aquí tengo su expediente…si, mira aquí esta, se llama Isabel Nogales y tiene un módulo superior en Administración y Finanzas.

En mis manos tenía el expediente y el curriculum de esa mala mujer. Le estuve echando una ojeada y hacia cerca de trece años que no trabajaba. Su último trabajo fue en el almacén de suministros eléctricos de Jesús y desde entonces no había rastro de actividad laboral.

—¿Y crees que esta mujer con este CV es la candidata más apropiada a ese puesto? Hace un huevo de años que no trabaja.

—Créeme Álvaro, no te dejes engañar por lo que lees. Al principio pensé igual que tú, pero luego ha demostrado que es buena, muy buena en lo que hace, de hecho su responsable más directo está encantado con ella por lo eficiente que es.

«Es una malnacida, puta, calientapollas y mala persona, eso es lo que es» pensé en mi cabeza mientras mi enfado subía como la espuma.

—Ehhh…Álvaro, ¿Hay algún problema? Tienes mala cara.

—Si, algo me debió de sentar mal anoche y no he dormido bien. Mentí descaradamente. Bien, dije dándole el expediente, pensé que conocía a todos mis empleados, pero veo que me equivoco.

—Álvaro, somos una empresa en expansión, a partir de ahora veras muchas caras nuevas.

Me dirigí nuevamente hacia donde se encontraba esa arpía, medio escondido la estuve observando, mientras hacía como si hablase por teléfono con alguien. La pude ver bien, había cambiado mucho, pero el cambio había sido para mejor. Los años parecía que se habían detenido en ella, estaba más guapa de lo que recordaba, quizás fuese esa madurez increíble…porque ¿Qué años tenía? Eché cuentas y supe enseguida que tenía 43 años, pero que 43 años joder, si parecía que de los 30 no había pasado.

Pude verla de cuerpo entero y me quedé impresionado, seguía teniendo un cuerpo espectacular. Su vestuario era simple, pero atraía la mirada como un imán, una blusa blanca translúcida dejaba adivinar su sujetador blanco y su pecho generoso. Unos vaqueros hiperajustados realzaban cada parte de su culo y su entrepierna, así como de sus piernas llenas y muy torneadas. Unos zapatos de tacón componían una estampa de la mujer más increíble e hija de puta que os podáis imaginar. Lo único malo para ella, es que estaba rodeada de mujeres y como alguna no fuese lesbiana no iba a calentar a nadie por su forma de ser.

Me fui asustado a mi despacho, como escondiéndome cual ladrón después de haber sido descubierto. Así estuve por unos cuantos días, sorprendiéndome espiándola a escondidas, hasta que algo en mi interior me hizo abrir los ojos. ¿Qué estaba haciendo? Joder, era el dueño de esa empresa, el jefe del mundo mundial y estaba en una posición de poder. Suena rastrero pero quería hacerle pagar por lo que me hizo, debía de ser cauto y no levantar sospechas, aunque llegados a este punto me daba todo absolutamente igual.

Lo primero que hice fue llamar a mi buen amigo Francisco e invitarle a comer. Quería información de esa mujer y nadie mejor que el para rebuscar en su presente y en su pasado. Sentados en una mesa de un restaurante le di una copia del expediente de Isabel y él lo leyó con atención.

—Es ella ¿Verdad? Esta es la mujer que te metió en la cárcel. Sentenció Francisco.

—Sí, es ella, dije abatido, y ahora la tengo trabajando en mi empresa. He metido al enemigo en mi cuartel general.

—A ver chaval, sabes que te voy a ayudar en lo que me pidas, pero si aceptas el consejo de un compañero de celda, olvídate de ella, sigue tu vida y no te metas en líos.

—No puedo Paco, esa hija de puta me quitó diez años de mi vida por algo que no hice. Lo tiene que pagar.

—¿Y qué vas a hacer para que lo pague? Preguntó intrigado.

—Meterla entre rejas como hizo ella conmigo. Sentencié.

—Salva, estás loco. Dijo Francisco riéndose.

—Soy Álvaro no lo olvides, y no estoy loco. Ahora tengo el poder y la posición para manejar la situación a mi antojo.

—Bien, la investigare, ¿Qué quieres que averigüe?

—Todo de ella. Donde vive, con quien vive, que hace después de trabajar, su situación sentimental y económica, que hace los fines de semana, su orientación política y si te sientes con fuerzas su fondo de armario, su color preferido…todo.

Francisco me miró desconcertado y negaba con la cabeza, mientras cerraba la copia del expediente y lo dejaba encima de la mesa.

—De acuerdo Álvaro, la investigaré y ya te contaré lo que he averiguado.

Comimos tranquilamente hablando de nuestras cosas y cuando terminamos cada uno se fue a lo suyo, el a investigar y yo a mi oficina.

Durante un mes estuve intranquilo. Yo intenté olvidarme un poco de que Isabel se encontraba en mis oficinas, pero era imposible. Todos los días paseaba para verla, saber que seguía allí, mientras en mi cabeza se fraguaba una venganza para que terminase en la cárcel con sus huesos, pero a la vez admirando lo bella que era.

Pasado ese mes Francisco y yo quedamos nuevamente a comer para charlar sobre la investigación que le había pedido. Me dejó un portafolio y dentro había fotos y un extenso informe, sobre horarios, actividades y demás. Lo estuve leyendo detenidamente y lo solté de mala manera encima de la mesa.

—¡¡¿SOLO ESTOO?!! Exclamé enfadado.

—Única y exclusivamente chaval. Esa mujer vive con su hija Ana de 19 años en un piso de alquiler. Ahora mismo su cuenta corriente está en números rojos, en su vida no hay ningún hombre ni tiene ningún conflicto sentimental y su vida diaria es monótona, de casa al trabajo y del trabajo a casa, los fines de semana solo sale a tirar la basura. Su vida no ha sido fácil, hay una época oscura en su pasado muy convulsa con malos tratos por parte de un tal Jesús, aparte de esa violación y paliza de un compañero de trabajo…un tal Salvador. Esta sola en la vida, solo tiene a su hija, sus padres han fallecido y su casero ha estado a punto de dejarla en la calle dos veces por impago del alquiler…¿De verdad quieres joderla la vida? Ya lo ha pasado bastante mal. Exclamó Francisco.

—No se te olvide que esa mujer me quito diez años de mi vida y mi juventud. No hay nada que pague eso.

Sé que Francisco no estaba de acuerdo con mi decisión de meterla entre rejas, para mi seria sencillo, una simple malversación de fondos y encasquetárselo a ella no sería problema, sabia como hacerlo, había consultado con mis abogados y me dijeron que dependiendo del juez podría caerle entre tres y cinco años y puse mi plan en marcha, aunque estaba asustado por si me reconocía, mi estrategia se basaba en mi anonimato. Mi aspecto había cambiado mucho en estos casi 20 años. Me había dejado barba, una barba muy cuidada sin ser excesiva, algunos retoques de estética y un cuerpo que debido al ejercicio era muy bonito marcando unos músculos muy poderosos aun llevando traje.

Preparé todo cuidadosamente y cuando pasé y repasé todos los detalles llamé al jefe de RRHH.

—Tengo que cubrir una vacante en dirección, necesito a una persona de total confianza y que trabaje conmigo estrechamente. Me acuerdo que me dijiste que esa tal Isabel era muy buena en lo que hacía.

—Bueno sí, es muy buena y trabajadora, pero si me dices exactamente qué es lo que necesitas, quizás te pueda enviar a la persona que te hace falta.

—Necesito a esa persona. Que se presente en mi despacho dentro de quince minutos.

ACOJONADO, esa es la palabra que describía mi estado en ese momento. Pensé que quizás no hubiese sido tan buena idea mi plan de joderle la vida como ella hizo conmigo, pero inmediatamente acudían a mi mente las imágenes de la policía entrando en mi casa a detenerme, las palizas en prisión, el miedo, la desesperación…unos nudillos golpeando mi puerta me sacaron de mis pensamientos y la vi entrar, joder, es que era guapísima venia vestida con esos vaqueros que eran como una segunda piel, y un jersey que marcaba sus tetas perfectamente, con un escote discreto adivinando un canalillo perfecto.

—Buenos días Sr. García me han dicho que quería verme. Dijo Isabel con miedo.

Extendí mi brazo y ella estrechó mi mano, su contacto me produjo sentimientos encontrados, pero noté como temblaba, la miré fijamente y ella me miró a mí, me tranquilicé porque de momento no me reconoció, pero ella tenía miedo en su mirada.

—¿Le ocurre algo? Esta usted temblando. Dije afablemente.

—Bueno Sr. García, no todos los días me dicen que el director gerente quiere verme.

—Bueno no se preocupe y por favor llámeme Álvaro, lo de Sr. García queda demasiado serio, sobre todo si vamos a trabajar muy estrechamente.

—¿Muy estrechamente? Preguntó Isabel con curiosidad.

—Sí, necesito una persona que este a mi disposición, serás como un asistente. Llevaremos juntos los concursos y las adjudicaciones de empresas. Eso lleva mucho papeleo y mucha información que deberás de manejar. Serás quien autorice ciertos pagos a diferentes organismos que son los que nos ofrecen los concursos, todo bajo mi supervisión, pero siendo mi mano derecha.

—Yo…no sé si yo…quiero decir, hace dos meses que estoy en esta empresa y hay gente que sabe más que yo. ¿Por qué me elige a mí?

—He estado hablando con el responsable de RRHH y con su inmediato superior y los dos han alabado su manera de trabajar y lo responsable que es. Lógicamente se lo que le estoy pidiendo, va usted a trabajar más horas y más intensamente, pero también tendrá una sustancial subida de sueldo, la pregunta es obvia…¿Es usted la persona que estoy buscando?

Isabel se quedó callada por interminables segundos mirándome fijamente. No quise apartar la mirada, la sostuve, si no me reconocía esa sería mi prueba de fuego. Vi que esbozaba una gran sonrisa y me lo dijo segura.

—Por supuesto que si Álvaro, yo soy esa persona que está buscando.

—Lo sabía, dije golpeando con la palma de la mano suavemente la mesa. Sabía que no me equivocaba con usted.

Isabel se echó a reír feliz, tenía esa sonrisa que recordaba de cuando estaba contenta y feliz por algo que le había pasado o alguna cosa que le había dicho, pero en mi cabeza ya había empezado a fraguarse la venganza deseada

—De acuerdo Isabel, mañana cuando se incorpore al trabajo suba directamente aquí, su puesto de trabajo va a estar detrás de esa puerta.

Acompañé a Isabel hacia la salida del despacho. Fuera había una salita con una mesa y un ordenador, ese sería su puesto de trabajo, cerca de mí, para que no se me desmadrase y tenerla vigilada.

—Este a partir de mañana será su nuevo puesto de trabajo. Le voy a dejar unos cuantos expedientes de concursos ya adjudicados y terminados para que vea el proceso y se vaya familiarizando. Cuando llegue mañana, quiero que nos sentemos y veamos todo el proceso y cualquier duda me pregunte ¿de acuerdo?

Isabel se mostró encantada con todo y su cara reflejaba el entusiasmo con el que había recibido la noticia. Al día siguiente como habíamos quedado pasamos toda la mañana juntos aclarando dudas y poniéndola al día. Ese día su vestimenta cambió, una blusa dejando más botones de los debidos sin abrochar mostraba su sujetador y sus tetas sin vergüenza y una falda a medio muslo con sus zapatos de tacón componían su atuendo. Toda la mañana se estuvo mostrando ante mí, como era su costumbre, pero no iba a entrar en su juego aunque su perfume y su forma de hablarme me volvía loco.

Durante el primer mes esa mujer me demostró lo bien que trabajaba. La muy jodida era eficiente, no dejaba nada al azar y zorreaba conmigo las veces que podía. Ya nos tuteábamos y habíamos tomado bastante confianza. Tomando café muchas veces hablábamos de nuestras vidas pero sin adentrarnos mucho. Me dijo lo que ya sabía, que era madre soltera y salvo su hija no había nadie en su vida y yo le dije que no me había casado al no encontrar la mujer que me llenase completamente. Pensé que ya había llegado el momento de empezar a ejecutar mi plan. Esa semana tenía dos cenas importantes con sendos directivos de empresas que estaban en el punto de mira. De la respuesta que me diese Isabel dependía mucho el éxito de mi venganza.

—Isabel ¿Puedes venir a mi despacho?

Al momento llamaba a mi puerta y entraba dejándome ver su cuerpo enfundado en un traje de chaqueta con unos pantalones tan ajustados que marcaba su coño nítidamente y la chaqueta, al llevar solo un top dejaba un escotazo impresionante. Mi polla reaccionaba ante ella siempre de la misma manera, se erguía buscándola, reclamando sus atenciones y siempre terminaba con un calentón del quince. Se sentaba, me miraba sonriente y me lo decía casi diría, provocándome.

—¿En qué puedo ayudarte Álvaro? Decía en un tono de voz seductor.

Creo que en esos momentos si le digo que se arrodille ante mí y sacándome la polla le digo que chupase, lo haría sin pensar y con una sonrisa en su boca.

—Isabel voy a necesitar que me eches una mano en algo que me avergüenza pedirte.

—Vamos Álvaro, pídeme lo que quieras, dijo con un brillo especial en los ojos, lo que sea te lo voy a dar.

Si es que encima la muy hija de mil padres me provocaba, me estaba diciendo que la pidiese follar que no me rechazaría.

—Tengo dos compromisos muy importantes con directivos de empresas. Digamos que esas cenas son de negocios, pero informales, siempre los comensales llevan a sus mujeres, parejas o amigas…me haría falta que fueses mi pareja.

—Claro Álvaro, no hay problema, lo haré encantada. Dijo Isabel con una gran sonrisa.

—Me quitas un peso de encima, de veras.

—Algo que si me preocupa, dijo Isabel, ¿Esas cenas son informales o hay que ir de etiqueta?

—Es conveniente ir de etiqueta, smoking para los hombres y traje de coctel para las mujeres.

Sabía de sobra que el vestuario de Isabel era muy limitado y por supuesto no tenía ropa para una cena de ese tipo.

—Álvaro, lo siento pero no tengo ropa para ese tipo de compromisos. Dijo Isabel con pena.

—Eso no es problema, dije con tranquilidad mientras abría un cajón de mi mesa. Toma, una Visa de empresa y cómprate lo que creas oportuno, no escatimes en gastos y no te compres un solo vestido, como tendremos más compromisos cómprate cinco o seis o los que hagan falta más los complementos y lo que necesites.

—Para que no haya malentendidos Álvaro, dijo Isabel, ¿Qué quieres decir con que no escatime en gastos?

—La tarjeta no tiene límites, confío en tu buen gusto. Como me imagino que tendrás que ir de compras, a la peluquería y todo lo demás, tómate la tarde libre. Mañana tenemos el primer compromiso

Ella salió de mi despacho radiante, mostrándome ese culo tan perfecto que tenía. El pantalón se metía entre sus nalgas abriéndoselas deliciosamente, creo que si se tuviese que agachar ese pantalón reventaría. La trampa estaba lista, esa tarjeta seria la que la llevaría entre rejas por apropiación indebida.

Al día siguiente también se tomó la tarde libre, para ir a la peluquería y estar perfecta, a las nueve de la noche pasaría a recogerla, estaba tan contenta, tan ilusionada con todo, que no se creía lo que estaba pasando, en el fondo me daba pena lo que le esperaba.

Cuando pasé a recogerla a su casa y la vi vestida, joder, me enamoré de ella perdidamente. Llevaba un vestido negro por encima de la rodilla y la parte superior era de un elegante y finísimo encaje pero sin dejar traslucir su sujetador. Unas medias negras con esa costura trasera tan sensual y unos zapatos de ante negros con taconazo y este era cromado confiriéndole un toque muy elegante. Su pelo en un recogido precioso dejaba su cuello tentador a la vista. Un chal muy elegante que cubría sus hombros dejaba ver a una mujer impresionante que era imposible dejar de mirar.

—Isabel, estas preciosa, dije abriéndola la puerta del coche.

—Muchas gracias Álvaro, tú también estas muy guapo.

Esa primera cena fue un éxito, Isabel estuvo encantadora y muy atenta conmigo. Se tomó su papel de pareja muy en serio y supo estar a la altura del compromiso. Al final nuestros invitados se despidieron encantados por la magnífica velada que habíamos pasado.

—¿Nos tenemos que ir ya? Dijo Isabel con pena.

—Bueno, no es necesario, ¿Qué te apetecería hacer?

—Hace tiempo que no bailo, me encantaría bailar, algo tranquilo y tomar una copa.

—Eso está hecho, acompáñame. Le dije ofreciéndole mi brazo.

A un par de manzanas, había un hotel que tenía un club donde ponían buena música era un lugar tranquilo, donde terminar el día con buena música y una copa. Isabel se sintió algo incómoda cuando vio que era un hotel aunque la aclaré enseguida que íbamos detrás, al club, donde ponían buena música. Esa noche lo pasamos muy bien, me jode reconocerlo, pero estaba muy a gusto con esa mujer. Bailamos, bailamos durante horas, nuestros cuerpos muy cercanos y al final de la noche terminamos bailando muy abrazados. Estaba confuso, era la mujer que me humilló, que me utilizó y que me acusó falsamente de un terrible delito que en mi forma de ser era incapaz de cometer…pero me encontraba muy a gusto con ella.

Cerca de las dos de la mañana la dejé en su casa, nos despedimos con un casto beso en la mejilla, pero la cara de felicidad de Isabel me decía lo bien que lo había pasado. Pensé erróneamente, que al día siguiente cuando nos encontrásemos en el trabajo seria no sé, extraña la situación entre nosotros, pero cuando llegó a su puesto de trabajo me sonrió con amabilidad dándome los buenos días y se puso a trabajar. Solo en la hora del café me comentó que había disfrutado mucho de la velada y de mi compañía y que esperaba que otro acontecimiento nos juntara para poder pasarlo igual de bien.

Por supuesto hubo más cenas y más momentos de diversión. Mentiría si dijese que todo esto era solo una preparación para lo que vendría después, el deshacerme de Isabel como el que se deshace de una bolsa vacía y llevarla a prisión. Pero no, no pensaba en absoluto en eso, al contrario, cada día que pasaba con ella, me sentía más atraído por su manera de ser cariñosa y cercana, por sus detalles únicos conmigo. Y ocurrió lo que no tenía que haber ocurrido nunca.

Una noche fui a buscarla a su casa por una cena de negocios. Como siempre que iba a buscarla me quedaba con la boca abierta de lo guapísima que iba vestida con un vestido a medio muslo que enseñaba más que escondía, provocativo sin ser vulgar. Era una preciosidad de mujer la mirases por donde la mirases. Como siempre me sonrió de manera seductora y me dio un tierno beso en la mejilla.

—Álvaro, como siempre estas guapísimo.

—Me dejas sin palabras Isabel, estas impresionante.

Antes de montarse en el coche, me agarró suavemente por la nuca y atrayéndome hacia ella me dio un tierno beso en los labios.

—Me pongo guapa para ti, susurró en mi oído.

Contrariamente a lo que se pudiese pensar, eso me puso nervioso. Ella siempre se había mostrado muy amable y atenta conmigo, pero esta noche presentía que iba a ser diferente.

No me equivoqué. Como siempre según terminamos de cenar nos fuimos a algún garito que conocía donde el ambiente era tranquilo y acogedor. Siempre terminábamos bailando, pero esa noche su cuerpo se quería fundir con el mío. Bailábamos muy abrazados prácticamente fusionados al son de Caro & El Club Vigil, mis labios recorrían su cuello y su hombro desnudo inundándome de su perfume, mientras ella gemía enredando sus dedos en mi pelo mientras acariciaba con sus labios mi cuello y oía su respiración agitada en mi oído.

—Lle…llévame a casa por favor. Gimió Isabel.

Quizás me había pasado, pero me sentía tan bien notando su cuerpo pegado al mío, notando su calor, como su pierna se metía entre las mías acariciando mis huevos y como se frotaba contra mí ya poco disimulada erección, que me sentí decepcionado al escuchar eso.

—Claro, como no, como desees.

Nuestro viaje hasta su casa fue en completo silencio, pero según paramos en un semáforo, su mano izquierda se hizo con mi mano derecha y entrelazó sus dedos con los míos mientras me apretaba con fuerza y veía sus muslos muy cerrados y frotándose entre sí.

Según llegamos, como siempre me bajé a abrirle la puerta y ayudarla a bajar, pero esa noche no hubo despedida corporativa y formal. Según bajó del coche se abrazó a mí y me besó con una pasión desmedida. Yo lejos de rechazarla, como debería de haber hecho, respondí como un desesperado a ese beso mientras mis manos ya agarraban con gula ese culo impresionante.

—Por favor sube conmigo, mi hija no está en casa.

Aparqué el coche y agarró mi mano arrastrándome con ímpetu hacia el portal de su casa. Ya en el ascensor nuestras manos volaron por nuestros cuerpos y según se cerró la puerta de su casa tras de nosotros nuestras prendas volaron quedándonos desnudos en unos segundos. Isabel me miraba alucinada, debido al gimnasio en la prisión y posteriormente en libertad mis rutinas de gimnasia, hacía que mi cuerpo fuese muy musculado y definido.

La mirada de Isabel se posó en mí ya desesperada polla, que pegada a mi vientre, amoratada y llena de venas pedía ser atendida con mimo y devoción. Toda mi zona genital tenía ausencia de vello y creo que eso aumentó los deseos de Isabel. Me miró fascinada y agarrándome de la mano, me llevó a su dormitorio tumbándome en su cama.

—Tienes un cuerpo perfecto, dijo acariciándome mis abdominales…y uffff…una polla enorme. Te deseé desde el primer momento que te vi y no sé si esto me costara el puesto, pero no aguantaba más.

Al terminar de decir esto me dio una profunda mamada que me hizo poner los ojos en blanco. Quise devolverla el placer que me estaba dando, meter mi cabeza entre sus piernas y devorar ese coñito lampiño, pero solo me dejó meter mi mano y que mis dedos hurgasen en su ya encharcado coño. Me miró fuera de sí, y me hizo apoyar la espalda en el cabecero de la cama mientras ella se ponía a horcajadas sobre mí…dios, su cuerpo era perfecto y sin haberla penetrado sentía el calor que emanaba de su entrepierna.

—¡¡ESPERA, ESPERA!! Exclamé alterado, no tengo preservativos.

—No creo que nos hagan falta, dijo excitada Isabel.

Se dejó caer sobre mi polla que abrió su coño sin problema hasta que mis huevos quedaron bajo su perfecto culo. Note su coño muy cerradito con lo que me daba un placer enorme, abrazó mi cabeza contra su pecho y empecé a notar los espasmos de su vagina sobre mi polla.

—Al…Álvaro, me voy a…a correr.

Acababa de penetrarla y ya empezaba a correrse, esto prometía. Agarré su culo con mis manos y empecé a follarla con fuerza, note sus fluidos bañando mi polla y cayendo por mis huevos, mientras que Isabel empezó a berrear.

—Me corro…me corro…me corroooooo…diooooos. Chilló Isabel. No dejes de follarme, más…maaaas.

Buscó mi boca mientras me besaba con pasión y gemía sus orgasmos en mi boca. Su cuerpo temblaba y mi aguante empezaba a menguar pero todavía no quería correrme, con suavidad la levanté saliéndome de su interior, mi polla aparecía brillante bañada por los juguitos del coño de esa mujer. Sin decirle nada se arrodilló y volvió a hacerme una mamada dejándome la polla limpia, se puso en cuatro dejándome ver su coño enrojecido y su anito y me miró lasciva.

—Fóllame mi amor, fóllame por donde quieras, quiero que me partas en dos con tu polla y no dejes de hacerlo.

Metí mi polla en su coño hasta que mis huevos rebotaron en su clítoris, Isabel aulló de placer mientras que agarraba su melena rubia y tiraba de ella para someterla. Bombeaba con fuerza su coño mientras no dejaba de mirar su anito que boqueaba pidiendo atención.

—No te imaginas lo que deseaba tenerte así desde que te conocí. La dije con toda mi intención.

—Soy tuya mi amor…diooooos asiiiii, fuerteeee…más fuerteeee…to…todo lo que desees…uffff, te lo voy a…a…a daaaar…siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Gimió Isabel mientras se corría nuevamente.

Tenía sentimientos encontrados. Por una parte mis sentimientos hacia Isabel habían cambiado, me encontraba muy a gusto y el sentimiento era de un cariño inmenso hacia ella. Pero por otra parte era la puta que me acusó de un delito que no había cometido y me encerró diez años en prisión. Por un lado quería darla todo el placer del que fuese capaz, pero por otra quería hacerle daño, mucho daño. Un nuevo orgasmo por su parte me saco de mis pensamientos.

—Mi amoooor, me corroooooo…siiiiiiiiiiiii.

Isabel cayó boca abajo agotada en la cama con mi polla aun en su interior notando las convulsiones de los músculos de su vagina. Eso me proporcionaba un placer enorme, pero mi objetivo era llenar sus intestinos de mi corrida. Necesitaba follarme ese culito.

—Es…estoy agotada cielo y tú todavía no te has corrido…¿Acaso no te gusto?

—Al contrario cielo, me vuelves loco y te he deseado como no te haces una idea. Pero realmente lo que más deseo es follarte ese culito que me tiene hipnotizado.

Isabel me hizo salirme de ella y con fatiga volvió a ponerse en cuatro ofreciéndose a mí, pero quería ver su cara según la follase ese culo divino.

—No, ven túmbate boca arriba. La dije con cariño.

Ella lo hizo y vi su carita roja de deseo. En sus ojos se adivinaba el cansancio, pero con gusto se abrió de piernas para mí y agarrando sus corvas dejo expuestos nuevamente su culo y ese precioso coño que tenía. No lo pude evitar y con la excusa de lubricar bien su anito, mi boca fue bajando desde sus tetas hasta su coño mientras Isabel gemía de gusto.

—Me vas a matar Álvaro, diooooos que gustooooo…sigueeeeee.

Me amorré a ese coñito babeante y su sabor y olor me cautivó al instante, eso era ambrosía para los dioses y yo me consideraba afortunado al poder comérmelo con gula. Mi lengua lamió desde su anito hasta su clítoris, arrancándola auténticos gritos de placer. Me centré en su culo, abierto, deseando ser profanado, mi lengua lo folló una y otra vez, mientras Isabel se retorcía de gusto y mis pulgares jugaban con su clítoris.

—Fóllame mi amor, decía excitada, fóllame que no aguanto más.

Apunté mi polla a su esfínter que acogió mi balano sin problemas. Entró suavemente sin resistencia mientras Isabel emitía un gutural gemido de placer.

—Que gustooooo mi amor…sigueeeeee. Gimió Isabel.

Mis 20 cm. estaban metidos hasta los huevos en ese culito que había deseado desde el día que la vi. Mire a su cara y vi sus ojos mirándome con amor y reclamando cariño. Me deje caer sobre ella que me acogió entre sus brazos y se aferró a mí desesperadamente para no dejarme ir.

—Que ricoooooo mi amor, gemía en mi oído, no dejes de follarme…te sientooooo muy dentroooo de mí.

Sus piernas me abrazaron también y las cruzó en mi cintura, atrapándome en un lazo muy íntimo mientras mi polla follaba ese culo divino y sus labios llenaban de besos mi cara y mis labios. Juro que aguanté lo que no está escrito para alargar ese momento, pero la entrega, la pasión, el cariño y el amor que esa mujer emanaba hizo que mi orgasmo se adelantase, era imparable.

—Isabel, me corroooooo, no aguanto más…me corroooooooooo.

—Si mi amor, córrete siiiiiiiiii…¡¡¡AHHHHHHH!!! Lo notoooooo…damelooooo…asiiiiiiii.

El orgasmo de Isabel estalló también, mientras me besaba con pasión acallando sus gritos en mi boca. Sus uñas se clavaron en mi espalda en un abrazo que quiso fundir nuestros cuerpos, me estremecía sentir su cuerpecito vibrar, temblando como una hoja mientras su orgasmo la dejaba rota de placer bajo mi cuerpo.

—Te quiero Álvaro, no lo he podido evitar…te amoooo.

Me quede helado, había dicho que me amaba, y no fue la pasión del momento, lo dijo mirándome a los ojos dejándome sentir su amor y su cariño. Aún seguía dentro de ella pero mi polla empezaba a menguar y terminó por salirse. Me quite de encima de ella y me tumbé a su lado, boca arriba, fatigado por el orgasmo, ella se abrazó a mí y creo que se quedó dormida al instante de puro agotamiento. Pase mi brazo bajo su cabeza y ella ronroneo abrazándose más y nos dormimos abrazados los dos.

No sé qué hora seria pero me desperté. Isabel seguía abrazada a mí, notaba su calor y su piel de seda pegada a la mía como una caricia. ¡¡ME AMABA!! Es lo que siempre había querido en una mujer, que me amase, que hubiese un sentimiento, recordé todo, como se desnudaba, como me hacia el amor…porque no follamos, buscamos el placer de cada uno pero con cariño. Era feliz y en mi cara se dibujó una gran sonrisa que fue desapareciendo poco a poco al tomar consciencia de con quien estaba en la cama. Empecé a sentirme incómodo con ella pegada a mi cuerpo, era incapaz de olvidar lo que me hizo, poco a poco me fui separando de ella, pero un ruido me sobresaltó, era la puerta de la calle al cerrarse, al poco se abría la puerta de la habitación de Isabel y aparecía una cabecita.

—¿Mamá? Susurró una voz femenina. ¡¡JODER!! Exclamó al ver que estaba acompañada.

Era la hija de Isabel. Cerró la puerta con cuidado y escuche la cisterna del baño seguido de una puerta que se cerraba. Esperé un tiempo prudencial y con sigilo busqué mi ropa y salí de esa casa, en esos momentos mi cabeza se debatía entre el amor que sentía por esa mujer y el odio por lo que me hizo.

El sábado me desperté sobre las diez de la mañana, no tuve un sueño tranquilo. En el móvil tenía un wasap de Isabel «Ha sido triste despertarme y no tenerte a mi lado. Un beso.» No tenía por qué contestar, todo esto era un montaje, un montaje que se me estaba yendo de las manos. No pasé un buen sábado y esa noche aunque intenté distraerme no fui capaz, en mi cabeza, Isabel se había instalado y no deseaba desaparecer. Esto tenía que acabar, tenía que tomar las riendas nuevamente y dejarme de sentimentalismos.

El domingo por la mañana la llamé. Tenía que hablar con ella. Sería algo rápido tomando algo para dejar claro que lo que había ocurrido había sido una equivocación. Pasamos el día como dos enamorados y por la tarde terminamos en su cama nuevamente haciendo el amor como dos desesperados y regalándonos unos orgasmos increíbles. Aunque le apetecía que me quedase con ella, me tuve que ir por que su hija llegaría pronto y no era cuestión de que me encontrase allí, aunque ya sabía que su madre tenía un rollito.

—Hasta mañana mi amor, dijo Isabel colgándose de mi cuello y besándome.

—Hasta mañana cariño…uffff, este fin de semana ha sido intenso, dije acariciando su cara.

Isabel me miró por interminables minutos mientras veía su cara de enamorada y sentía su cuerpo solo cubierto por una finísima bata.

—¿Sabes Álvaro? Tengo la sensación de que te conozco hace tiempo. Tienes algo que me resulta terriblemente familiar y eso hace que confíe en ti con los ojos cerrados.

Me puse tenso, eso sí que me asustó, si me relacionaba con Salvador Valbuena creo que sería muy difícil explicar por qué estaba con ella y no me di a conocer. Esto tenía que acabar, me despedí de ella con un tierno beso sabiendo que ese sería el último. Según me monté en el coche llamé a Francisco y solo le di un mensaje que entendió a la perfección.

—Este asunto tiene que acabar la semana que viene, no lo quiero alargar más.

—Como quieras, dijo Francisco, mañana por la noche nos vemos en tu despacho.

Todo salió como se planeó. El viernes, Isabel salía esposada de la empresa llorando con desesperación acusada de apropiación indebida de fondos. Pidió, casi suplicó que la dejasen hablar conmigo, pero yo no quise oírla. Ver todo eso me causo gran impresión y me recordó a mí en su día.

Al igual que a mi le asignaron un letrado de oficio ya que no tenía dinero para pagarse un buen abogado. Y al igual que a mí, todas las pruebas la hacían culpable con lo que la condenaron a dos años de prisión y a devolver el dinero gastado. Lógicamente se declaró insolvente y mis abogados sugirieron que cuando saliese de la cárcel y encontrase trabajo se embargase su sueldo para saldar la cuenta. Sabía que con eso había arruinado su vida la había condenado a mendigar o a trabajar en negro para poder vivir. Me dio igual, ya estaba hecho, pero lejos de alegrarme por haberle jodido la vida me sentí triste, muy triste por haber perdido nuevamente a la mujer que amaba.

Los siguientes meses no fueron fáciles para mí, todos los días miraba a su mesa de trabajo con tristeza y cuando iba a mis cenas de negocios, no podía dejar de sentir un ahogo que me atenazaba la garganta al no sentirla a mi lado, dándome cariño y sabiendo que estaba muy pendiente de mí. Aunque Francisco intentó "arreglarme" la cabeza, era mi forma de ser y no había manera de cambiarla. Sabía que había hecho algo terrible y mis noches empezaron a ser un martirio, no sabía ser un cabrón desalmado y dormir como si nada hubiese pasado.

Dos años pasan rápido, pensé para mí. Para cuando salga seguro que será un mal recuerdo y la vida continua. Que equivocado estaba. Ya ni me acuerdo de que mes fue, ni que día. Estaba en mi despacho y empecé a oír un barullo que se acercaba hacia donde estaba. Los gritos empezaron a escucharse nítidamente:

—¡¡SEÑORITA, LE HE DICHO QUE NO PUEDE PASAR!!

—¡¡Y YO LE HE DICHO QUE QUIERO VERLE…DEJEME EN PAZ VIEJA BRUJA!!

—¡¡QUE ALGUIEN LLAME A SEGURIDAD!!

Me levanté asustado y de repente se abrió la puerta de mi despacho con brusquedad y enseguida reconocí a Ana la hija de Isabel, vino decidida hacia mí y de un manotazo plantó un papel encima de mi mesa. Era una orden de desahucio por impago.

—Por su culpa maldito hijo de puta, mi madre está en la cárcel por un delito que no ha cometido y usted lo sabe. Y por su culpa me veo en la mismísima calle al no poder hacer frente a los gastos de mi casa. Gritó Ana en mi cara.

—Ya, dije con tranquilidad, ¿Y qué quieres que yo le haga?

—Me da igual lo que haga, pero usted me va a tener que ayudar hasta que salga mi madre de prisión.

—Mira niña, dije molesto, ya eres mayorcita para cuidar de ti misma. Búscate un trabajo gana dinero y págate un alquiler.

En ese momento entraron dos guardias de seguridad y agarraron a Ana de ambos brazos.

—Acompáñenla a la salida por favor. Dije sin sentimiento.

—Esto no acaba aquí cabrón, pienso joderte la vida como nos la has jodido a nosotras…¡¡TE LO JUROOO!! Gritó mientras la sacaban del despacho.

Su amenaza no me dejo tranquilo, aunque ella era un daño colateral en el que no pensé, estaba demasiado ciego, aunque luego me acordé de mi familia y lo que conllevó el que me acusasen de violación.

Ese día ni salí a comer fuera, me compré un par de sándwich de la máquina y un refresco y me fui a mi despacho a seguir trabajando. De mi cabeza no se iba el incidente de la mañana, no me podía quitar de la cabeza los ojos rojos de llorar de esa chica y sus ojeras, su desesperación.

Cuando terminé mi día, recogí los papeles de la mesa de mi despacho y bajé al garaje para montarme en el coche e irme a mi casa. Cuando saqué el coche al exterior vi sentada en un banco frente al edificio de mi empresa a Ana con dos grandes maletas. Fui a iniciar la marcha pero frené en seco y orillé mi coche, me la quedé mirando y casi sentí su desesperación y no culpaba su ira contra mí al haberla quitado su única manera de subsistir…su madre. No sé qué pasaría, ni lo pensé, bajé del coche y me dirigí hacia donde estaba. Cuando me vio llegar, se puso en pie rápidamente pero corrí a su lado por que vi que perdía el sentido y caería haciéndose daño. La agarré en el último momento estrechándola contra mí, mientras la ayudaba a ponerse en pie de nuevo.

—Eres un cabrón, dijo con una voz agotada.

—Sí, eso ya me lo has dicho, dije con seriedad.

La mire más detenidamente, aunque estaba más pálida que un muerto se parecía a Isabel una barbaridad salvo en el color de pelo. No se podía negar que era hija suya, era tan hermosa como su madre.

—¿Hace cuánto no comes? Pregunté deshaciendo mi abrazo.

—No creo que eso deba de preocuparte, mamonazo.

—Ana, te lo voy a preguntar una vez más, dije en tono amenazador, ¿Hace cuánto no comes?

Me miró derrotada, sabía que no aguantaría mucho más y yo sabía que no podría seguir así. De acuerdo que fui un rencoroso desalmado y tenía que haberlo dejado correr, pero ya era tarde y ahora esa chica me estaba pidiendo ayuda sin ella saberlo.

—Do…dos días, dijo mirando al suelo avergonzada.

Agarré sus maletas, muy pesadas por cierto, y me fui hacia mi coche. Antes de llegar y abrir el maletero su voz sonó enfadada detrás de mí.

—¿Qué se supone que haces? ¿Es que ahora también te quieres quedar con mis cosas?

—Sube al coche Ana.

—¿Dónde me llevas? ¿A un albergue? ¡¡PASO!! Dijo enfadada elevando su voz.

—Hazme el favor, dije calmando mi voz. Sube al coche.

Ana parecía desvalida, me miró algo confundida y se subió al coche, se abrochó el cinturón de seguridad y cruzó los brazos en su pecho en señal de enfado. Inicié la marcha y al minuto ya empezó de nuevo.

—¿A dónde me llevas? Preguntó con indiferencia.

—A mi casa.

—¡¡¿A TU CASA?!! Grito espantada. Y una mierda, para que quiero bajarme, no pienso meterme en la casa de un pervertido hijo de puta que nos ha arruinado la vida. ¿Qué pasa? Dijo con desprecio ¿Qué te has follado a mi madre y ahora te quieres follar a la hija?

—¿Has escuchado la cantidad de estupideces que puedes decir en un minuto? Pregunté molesto. Te llevo a mi casa a que te duches, hueles fatal y si la señorita deja de "escupir" por su boca tonterías hacer algo de cenar.

Me miró indecisa, pero sé que en su cabeza la idea no le desagradó en absoluto. Estoy seguro que su madre le había hablado de mí y de nuestra relación y la idea que se estaba instalando en mi cabeza era una locura pero no podía dejarla en la calle, ya tenía suficiente con el cargo de conciencia por lo que había hecho, como para encima dejar a esa chica a su suerte.

—Te aseguro que como intentes algo conmigo, de la primera patada te reviento los huevos…¡¡TE HA QUEDADO CLARO!!

—Cristalino, pero créeme que no eres mi tipo.

Ana volvió a cruzar los brazos sobre su pecho y miró al frente enfadada. Durante todo el camino ninguno de los dos abrió la boca. Cuando llegamos a mi casa Ana miró todo con los ojos muy abiertos, la acompañé a la habitación de invitados donde tenía de todo, incluso un baño para ella sola. Me miró invitándome a salir, aunque antes se lo pregunte:

—¿Qué te apetece cenar? Pregunté intentando ser conciliador.

—Yo suelo cenar una ensalada, pero puedes hacer lo que quieras.

Cerró la puerta y oí como echaba el seguro, me fui a mi dormitorio, me puse cómodo y me fui a la cocina a preparar la cena. Mientras lo hacía pensaba si había hecho lo correcto, si esa chica no se revolvería contra mí y me complicaría la vida…bueno a lo hecho…pecho, cerré los ojos y pensé «Salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera»

Al poco rato Ana apareció por la cocina, llevaba un pijama muy infantil puesto y una toalla en su cabeza y en su cara ese gesto de enfado continuo. La mesa ya estaba puesta y aparte de una buena ensalada había sacado algo de embutido y queso.La invité a sentarse frente a mí y aparté la silla en un gesto amable que hacía habitualmente.

—No hace falta que seas amable conmigo, no quiero tu amabilidad. Comentó secamente.

Yo ni hice ni dije nada, solo me senté frente a ella y sonriendo amablemente la invité a que empezase. Sé que no se fiaba de mí, esperaba que yo empezase antes por si había echado algo en la ensalada, pero después de mis primeros bocados, ella devoró literalmente su plato de ensalada y me miró indecisa por si podía repetir. Yo la animé a que repitiese, incluso a que tomase algo de embutido y queso, pero ella solo se limitó a su ensalada. Cuando terminó la ensalada atacó al embutido y a él pan, me hice cargo del hambre que podía tener esa chiquilla, a saber cuántos días o semanas hacía que no comía decentemente.

Cuando terminamos me ayudó a quitar la mesa y a meter todo en el lavavajillas, y con una voz más calmada me lo preguntó:

—Podría tomar un vaso de leche con cola-cao, acostumbro a hacerlo.

—Claro, enseguida te lo preparo.

—No es necesario, dijo secamente, si me dices donde está todo lo hago yo.

Abrí la puerta de un armario donde se veía el bote de cola-cao, otra donde estaban los vasos y le señalé a la nevera.

—Solo tengo leche semi desnatada.

No dijo nada, se limitó a abrir la nevera sacar la leche y prepararse su cola-cao. Dejo todo en su sitio y me lo dijo con ese tono de enfado perpetuo.

—Mañana a primera hora me marcho de aquí. No quiero estar bajo el mismo techo contigo.

—Como quieras, dije indiferente. Sabes dónde está la puerta y cuando salgas de aquí, enfrente tienes una parada de autobuses que te llevará al centro.

—No…no tengo dinero ni abono de transportes, dijo en voz baja.

—¡Ahh!…entonces haz auto stop, imagino que alguien te llevará. Buenas noches Ana.

La dejé confundida, ella pensó que le daría dinero para que pudiese marcharse, pero lo que quería es que se quedase. Al cabo de la media hora, unos nudillos golpeaban suavemente la puerta de mi dormitorio. Me levanté y abrí encontrándome a Ana ruborizada.

—¿Me…me podrías dejar un cargador para el teléfono y me darías la clave de tu wifi?

—Claro, si me dejas ver qué tipo de conector tienes, seguro que tengo algún cargador.

Me enseño su móvil, y si, tenía un cargador para ese tipo de teléfono, luego apunté en un papel la clave de mi wifi y se lo di. Cuando lo vio abrió mucho los ojos y me miró confundida.

—Estas de broma ¿Verdad? Dijo enfadada.

—En absoluto, "IsabelNogales" es la clave de mi wifi.

Cerré la puerta de mi cuarto y no la dejé que me rebatiese nada. No tenía ganas de discutir ni de responder a preguntas incomodas. Al día siguiente y con algo de intranquilidad, me fui a trabajar dejando en su habitación a Ana que, o todavía dormía, o no quería encontrarse conmigo.

Pasé toda la mañana debatiéndome si llamaba por teléfono a mi casa o si me acercaba a ver qué es lo que había hecho esa chica. Opté por intentar pasar la mañana y cerca de las dos me fui a mi casa a comer como hacía casi todos los días. Mi sorpresa fue cuando al entrar me encontré a Ana sentada en la mesa con un ordenador portátil, unos folios y un par de libros. Cuando me oyó entrar se puso en pie rápidamente asustada dejándome ver su espléndida figura solo cubierta por unos leggins negros que marcaban un culito precioso y una camiseta amplia dejando uno de sus hombros al descubierto y adivinando sus tetas libres de sujetador. Ella estaba tan violenta que creo que ni se dio cuenta del repaso libidinoso que le di.

—Yo…yo estaba…pensé…que…Ahora recojo mis cosas y me marcho. Logró decir sin tartamudear.

—Como quieras, dije con tranquilidad, pero ¿por qué no comes antes? Así vas con el estómago lleno.

—Eso…eso estaría bien, dijo avergonzada, recojo esto y voy poniendo la mesa.

No es que preparase una comilona, fue algo de improvisación, una lasaña congelada de una marca conocida que después del paso por el horno estaba muy rica y otro poco de ensalada y algo de postre. Ninguno de los dos abrió la boca salvo para comer, lo hicimos en silencio. Cuando terminamos ella volvió a recoger la mesa y aunque quise ayudarla no me dejó.

—Voy a hacer café ¿Quieres uno? Le pregunté

—Sí, uno solo sin azúcar. Respondió con normalidad.

Al decirlo, fue a meter algo en el lavavajillas mostrando en todo su esplendor ese culito que lucía provocativo con la tela metida deliciosamente entre sus nalgas. Por un momento perdí la cordura y estuve a punto de cometer la locura de arrimar mí ya crecida polla a ese culazo. Fueron unos segundos que terminaron cuando ella se irguió y se dio la vuelta encontrándose con su café que ella me agradeció con una tímida sonrisa. No era consciente, pero desde la última vez que estuve con Isabel, no había vuelto a follar y ahora tenía a una joven de 20 años que era una preciosidad. Empecé a pensar si había sido una buena idea el llevarla a mi casa, pero no la podía dejar en la calle.

—Cuando termine el café me marcho. Dijo Ana con tristeza.

—Bien, no tengas prisa. Yo ahora me voy a trabajar…nos vemos.

Volví a irme al trabajo, pero ahora más convencido de que cuando llegase por la noche, ella estaría en casa como así fue. Cuando entré ella me miro avergonzada, seguía con la misma ropa, y eso la hacía muy deseable, pero se la veía indecisa, sin saber muy bien lo que hacer o que creer.

—Como ves todavía no me he ido…sigo aquí. Dijo mirándome por primera vez para ver mi reacción.

—Mira Ana, te he traído a mi casa y sabes que te puedes quedar todo el tiempo que quieras. De hecho me quedo más tranquilo sabiendo que estas aquí y no por ahí sin saber que va a ser de ti.

—¿Por…por qué haces esto por mí?

—La razón principal, eres la hija de Isabel. La otra razón estoy haciendo lo que me pediste, darte ayuda hasta que tu madre salga de la cárcel.

—Aun así te sigo odiando con todas mis fuerzas.

—Bien, siendo alguien que ha metido entre rejas a tu madre…lo veo natural, pero es un comienzo. ¿Te gusta la comida china?

—Sí, está bien.

Bueno esa fue la base de esta convivencia. Me enteré que iba a la universidad, así que la animé a que retomase su vida y se instalase cómodamente en mi casa, le aseguré que no le faltaría de nada. Más o menos a las dos semanas me preguntó algo que era natural, si le podía prestar algo de dinero ya que ni podía tomarse un café. Hice algo más que eso, abrimos una cuenta corriente y la ingresé 400€ para sus gastos del mes y esa cantidad se la iría ingresando en meses sucesivos, solicité una tarjeta de débito y así tendría algo más de libertad. Pero había algo que me preocupaba y eso no era otra cosa que el que su madre se enterase que estaba viviendo conmigo.

—Ana, ¿Sabe tu madre donde estás viviendo?

—No, desde que ingresó en prisión ni he hablado con ella ni he podido verla.

—Bien, me he tomado la libertad de solicitar un Vis a Vis familiar, este sábado podrás ver y abrazar a tu madre. Lo único que te pido es que no sepa que yo ando por medio.

—¿Pero…por qué? Dijo con lágrimas en sus ojos al saber que vería a su madre.

—Créeme Ana es lo mejor y en su momento sabrás por qué

Toda la semana estuvo nerviosa por su cita el sábado con su madre. Cuando llegamos a la prisión donde estaba Isabel le indiqué lo que debía de hacer y a donde dirigirse. Yo me quedé en el coche, esperándola y algo nervioso por si le contaba a su madre la verdad de donde vivía. Pero no, cuando salió radiante con una sonrisa que no se podía borrar de su cara, me contó todo lo que había hablado y ya estaba deseando que pasase un mes para verla de nuevo y llevarla una serie de cosas que le había pedido.

Fue casi obligado que ella tomase más confianza conmigo, ya me contaba cosas de su vida y de su carrera que por cierto era la misma que yo había hecho. Cada vez se mostraba más segura conmigo y eso hacía que su ropa de andar por casa fuese de lo más "sugerente" hasta el punto de dejarme ver más allá de donde era conveniente que viese. Se mostraba cariñosa conmigo y alguna vez intentó ahondar más en lo ocurrido con su madre.

—A ver Álvaro no lo entiendo. Dices que estabas muy enamorado de mi madre, pero no has dudado en meterla en la cárcel ¿Por qué?

—Puedo estar muy enamorado de una persona pero si ha hecho algo mal, debe de pagar por ello.

—Te aseguro Álvaro que lo sigo sin entender.

—Te aseguro que cuando salga tu madre de prisión entenderás muchas cosas.

Nuestra convivencia fue mejorando hasta tal punto que muchas veces la llevé a cenar como hacía con su madre, aunque luego la dejaba con su grupo de gente para que se fuese de juerga y así yo poder desfogarme con alguna prostituta de lujo que recibía encantada los calentones que me llevaba con esa niña.

Y ocurrió lo inevitable, lo que no deseaba que ocurriese, pero que era insalvable que sucediese. Todo fue a raíz de la ayuda que le presté con una asignatura que se le había atravesado y no conseguía aprobar. Me involucré con ella y al final, de sacar suspensos empezó a obtener notables y sobresalientes. Cuando llegó a casa feliz como estaba se lanzó a mi cuello y empezó a besarme por toda la cara mientras yo la abrazaba contra mí y notaba su cuerpecito y sus tetas pegadas a mí.

Pero llegó un momento en el que nos miramos muy fijamente, serios los dos, una mano suya abrazaba mi cuello y la otra acariciaba mi cara con cariño mientras notaba su mirada encendida. Fuimos acercando nuestros labios y primero fue un beso tímido para seguidamente enzarzarnos en un morreo bestial que nos encendió a los dos.

Para mí fue inevitable bajar mis manos a ese culito que hacía meses me quitaba el sueño. Subí su falda y me apoderé de ese par de nalgas perfectas y ella no dudó en enroscar sus piernas en mi cintura para que mis dedos notasen ya su humedad y empezasen a jugar con su coñito.

—Ahhhhhh…mi vida, vamos a tu cama. Susurró Ana excitada en mi oído.

—¿Estas segura de esto?

—Nunca he estado tan segura de desear algo como lo que vamos a hacer. Llevo meses deseándote capullo y tú parecía que no te dabas cuenta.

—Si me daba cuenta, pero eres quién eres y eso para mí pesa mucho…además ¿No me odiabas?

—Hace mucho que dejé de hacerlo.

Me volvió a besar con lujuria, mientras mis dedos no estaban quietos y empezaba a oír sus primeros gemidos. Cuando llegamos a mi habitación no tardamos nada en desnudarnos, Ana me miró fascinada mientras acariciaba mis pectorales y sus manitas bajaban a pajear delicadamente mi polla, dura como el acero en esos momentos.

—Joder Álvaro, para tener la edad que tienes…estas buenísimo y vaya trabuco que gastas, trátame con cariño que soy más bien estrechita.

—Tranquila cielo, que voy a ser muy tierno contigo, pero te voy a dejar más abierta que un chiringuito en verano.

Estaba muy excitado, el cuerpecito de Ana era una preciosidad, con unas tetas muy generosas, un culito pequeño y muy respingón y unas piernas torneadas llenas y muy apetitosas. La tumbé en la cama y ella abrió sus piernas dejándome ver la preciosidad de coñito que tenía, rosadito lampiño y cerradito. Hundí mi cara en ese tesoro y me dedique a lamer, besar y saborear lo que esa niña me ofrecía. Sus gemidos y sus caderas me indicaron que estaba excitándose rápidamente y su orgasmo rondaba su cuerpo. Sus manos apretaban mi cabeza contra su coñito para darse más placer hasta que tiro de mí.

—Fóllame mi amor, fóllame, quiero correrme con tu polla dentro de mí. Me dijo excitada.

Abrí un cajón de mi mesilla y cogí un preservativo, pero ella me lo impidió.

—No, quiero que te corras dentro de mí, tomo la píldora.

Fue ella la que agarro mi polla y la dejó en la entrada de su vagina, vi como los labios de su coñito se abrían para mí, ella abrió aún más sus piernas y yo me deje caer lentamente. Mi polla entró en ella sin dificultad, notando como la iba abriendo poco a poco y como las paredes de esa gruta se aferraban a mi falo deliciosamente, hasta que hice tope en su matriz.

—¡¡¡AHHHHH!!! Asiiiii mi vida…ummmm…hasta el final. Ronroneo mimosa.

Pasó sus piernas por mi cintura y me atrajo más hacia ella. Me apoderé de sus tetas mientras lamía y mordía sus pezones duros como piedras, sus caderas empezaban a moverse y empecé a follarla lentamente, haciéndola notar todo el largo de mi verga según entraba y salía de ella. Su coño ardía y me apretaba de una manera tan deliciosa, que de seguir así no duraría nada. Varié el ritmo follándola duramente y en ese momento arqueo su espalda y se quedó sin respiración.

—Me corroooooo…siiiiiiiiiiiiiiiii. Gimió Ana aferrándose a mí.

Me quedé quieto con mi polla bien clavada en su interior, mientras ella se retorcía y temblaba. Me miró excitada y me comió la boca mientras los últimos estertores de su orgasmo se iban apagando.

—Creo que ha sido uno de mis mayores orgasmos con una polla dentro de mi coño.

Estaba muy quieto porque notaba el cosquilleo de mi propio orgasmo en la base de mi verga y no quería correrme aun. Con delicadeza me salí de su cálido interior y ella acarició mi cara mirándome con cariño.

—Mi amor aun no te has corrido y quiero sentir como me llenas con tu corrida.

Me limité a sonreírla, bajé besando su cuello… sus tetas. Ana empezó a gemir de nuevo, mientras mis labios iban dibujando su torso y llenándolo de besos, me paré en su ombliguito besándolo y lamiéndolo y Ana empezó a reírse.

—Jajajajaja, me haces cosquillas, para.

Continué bajando y su risa se convirtió en gemido cuando empecé a besar su pubis y mis labios empezaron a acariciar sus ingles. Notaba su respiración agitada, como sus caderas buscaban mi boca para que lamiese su coñito, veía como su pecho subía y bajaba rápidamente debido a su excitación. Mi lengua lamió desde su anito hasta su clítoris y vi como Ana elevaba sus caderas y agarrando las sábanas se crispaba y sus piernas se cerraban con fuerza aprisionando mi cabeza entre ellas.

—Diooooos…siiiiiiiiiiiii…me corroooooooooo. Gritó mientras mi lengua castigaba su clítoris.

Ana volvió a abrir sus piernas mientras de su coñito su corrida inundaba mi boca. Metí dos dedos dentro de ella y la empecé a follar con ellos desatando su locura mientras se corría una y otra vez. Aunque me había tranquilizado algo, verla así de entregada y corriéndose de esa manera me tenía encendido. Me dolía la polla de lo dura que estaba y necesitaba correrme dentro de ese coño que era una preciosidad.

—Date la vuelta mi amor, ponte en cuatro. Le dije con cariño.

Ana no tardó nada en ponerse como la había dicho, se abrió bien de piernas y hundió sus riñones dejándome ver su coñito hinchado por la excitación y su anito, cerrado, virginal, pero que daban ganas de lamerlo. Pase mi lengua una vez más por esa maravilla y Ana aulló.

—¡¡FOLLAMEEEEE!!

No me hice de rogar, apunté mi polla a ese tesoro que Ana tenia entre las piernas y fue ella quien echándose hacia atrás se metió mi balano con fuerza hasta que mis huevos rebotaron en su clítoris. Joder, la sensación fue brutal tanto para ella como para mí.

—¡¡DIOOOOS QUE GUSTOOOOO!! Bramó Ana fuera de sí. Fuerteeee…fóllame fuerteeeeeee.

Me agarré a sus caderas y empecé a follarla como creo que no lo había hecho nunca, mi polla entraba y salía de ella como el pistón de un motor revolucionado arrastrando babitas de su sexo que se pegaban a mis piernas o caían en las sabanas. No aguantaba mucho más. Ana empezaba a correrse de nuevo, notaba como su coñito palpitaba sobre mi verga y casi ni me dio tiempo a advertirla cuando el primer latigazo de semen se estrelló en su matriz.

—Anaaaaa…me corroooooo…

—¡¡AHHHH!! Siiiiiii mi amoooor…llenameeee. Jadeó corriéndose de nuevo, con mi polla escupiendo leche en su interior.

Fue uno de los orgasmos más placenteros que recuerdo, clavé mi polla en su interior mientras no dejaba de inundar su útero con mi corrida. Cuando nuestros cuerpos y nuestras respiraciones se recuperaron del placer recibido, me salí del interior de ese coñito cálido y apretadito, densos goterones de semen salían de su interior. Ana se dejó caer sobre la cama y nos miramos con cariño. Ella se incorporó y se tumbó sobre mí, apoyando su cabeza sobre mi pecho, estábamos sudados del esfuerzo, pero todo ese sudor, ese cansancio, había valido la pena por haber podido gozar con esa joven que desde hacía meses me tenía obsesionado.

—Ha sido bestial, dijo Ana besando mi pecho. Siempre pensé que esta manera de hacer el amor solo existía sobre el papel, que no existían los amantes así.

—¿Los amantes así? ¿Así, cómo?

—Que buscan primero el placer de la mujer antes que el suyo propio. Veras, no eres el primer hombre con el que estoy, han sido ya unos cuantos, siempre jóvenes de mi edad y algún treintañero, pero ninguno ha sabido darme el placer que me has dado tú. Eran rápidos, se corrían y se acabó. Ni un mísero orgasmo, aparte de que la tranca que tienes es una maravilla, aun ni me creo que todo eso haya estado dentro de mí.

—Pues espero que esta tarde no tengas compromisos, esto solo es el comienzo, ahora quiero más.

—Estoy hecha polvo Álvaro, ¿Quieres más?

—Mucho más mi amor, tengo tantas ganas de ti que esta noche vas a estar algo "escocida"

—Bueno, dijo melosa, tendrás que darme cremita para las escoceduras.

Mi polla estaba de nuevo dura como el mejor acero. Ana se puso a horcajadas sobre ella y la estuvo acariciando con su coñito hasta que decidió cabalgarla. Ver la cara de placer que ponía cuando mi polla le abría el coño era algo que se quedaría grabado en mi cabeza para siempre.

Aunque descansamos, nos pasamos la tarde entera follando como conejos. Ana tuvo infinidad de orgasmos y yo me corrí tres veces en su interior. Al final he de reconocer que estábamos agotados. Nos metimos en la ducha y entre caricias, besos pasionales y abrazos nos lavamos y nos fuimos a cenar. Por la noche al acostarnos, agarré de la mano a Ana y la lleve a mi dormitorio, quería dormir con ella y para mi satisfacción se desnudó completamente y se metió en la cama. Hice la cucharita con ella mis manos se fueron a sus tetas y mi ya crecida polla la alojé en la raja de su culito.

—Ummmm mi vida, ¿Ya estas así otra vez? Eres insaciable.

—¿Alguna vez te han follado el culito? Pregunté lascivo.

—Aunque me lo han pedido muchas veces, nunca he dejado que me lo follen.

—¿Y a mí? ¿Me vas a dejar que te lo rompa? Pregunté clavando más mi polla en la raja de su culo.

Se dio la vuelta y me miro con esos inmensos ojos azules que tenía. Acarició mi cara y me besó con cariño.

—Ya lo iremos viendo ¿vale? Ahora vamos a dormir, estoy agotada.

Se acurrucó junto a mí y la abracé, se quedó dormida casi al instante, notaba su respiración pausada y constante. Me inundé de su olor, acaricié su pelo y metí mis dedos en su cabellera acariciando su cabecita. Ella ronroneo y se dio la vuelta en clara señal de que la dejase dormir y así lo hice.

A mí me costó dormirme horrores, no por el hecho de haber follado con la hija de la mujer que amaba, si no por el hecho de que debido a mi forma de ser y al tiempo que había pasado ya con Ana me había enamorado de ella perdidamente y esto era un dilema ya que, o Isabel o Ana o yo mismo, alguno de los tres, saldríamos perjudicados.

Al día siguiente cuando me desperté, Ana ya no estaba a mi lado. No sé, me hubiese gustado amanecer con ella a mi lado y volver a follar, o que ella me despertase con una buena mamada, o despertarla yo a ella con una impresionante comida de coño y haber terminado los dos follando acabando con un orgasmo increíble…pero no, ella no estaba, incluso su lado estaba frio, síntoma de que hacía mucho había abandonado el lecho.

Eso de alguna manera me entristeció. Me vestí de manera informal y fui a la cocina a desayunar y allí me encontré a Ana vestida únicamente con una camiseta y un tanguita que la hacía muy deseable, me acerqué y la abracé desde atrás pero noté como se tensaba y casi rechazaba el beso que quise darle.

—Yo también me alegro de verte Ana. Buenos días. Dije irónicamente.

Me preparé un café y me senté en la mesa a tomarlo mientras detrás de mí Ana preparaba su almuerzo para irse a la universidad. Cuando terminó se sentó frente a mí y me miró seria.

—Álvaro, lo de ayer estuvo bien pero fue una equivocación que no debería de haber ocurrido.

—Creo que me dijiste que lo deseabas…ambos lo deseábamos.

—Ha sido un error, esta tarde me marcharé de tu casa para no empeorar las cosas.

—Mira Ana, no empieces con eso de nuevo. Quiero que te quedes, quiero que hagas tu vida y yo haré la mía. No soportaría que te fueses y no saber lo que va a ser de ti, no podría perdonármelo. No temas nada, no te agobiaré ni estaré encima de ti.

Me terminé el café subí a mi habitación a ducharme y arreglarme para irme a la oficina. Estaba furioso, muy enfadado con Ana, ya lo dice el refrán «Quien con niños se acuesta…meado se levanta» Al salir Ana estaba sentada en un sillón, cuando pase a su lado un seco "nos vemos a la noche" salió de mi boca y desaparecí por la puerta. Ese día ni fui a comer al medio día como era costumbre en mí. Me quedé en la oficina adelantando trabajo y pensando qué demonios habría pasado para que esa chiquilla reaccionase de esa manera, incluso llegue a pensar, si al pedirle que me dejase romperle el culo, no se asustó y quiso poner fin a lo que había pasado.

Esa semana fue muy chocante porqué ambos parecíamos dos extraños. Solo nos saludábamos por la mañana al levantarnos, al salir de casa o al irnos a acostar. Toda esa buena armonía que existía entre los dos había desaparecido. Llegué a pensar que estaba siendo demasiado radical con mi actitud, quizás la chica aunque lo deseaba pensó que acostarse conmigo a la larga sería malo, no sé, ya no sabía lo que pensar. El domingo por la tarde Ana salió de su habitación y se sentó frente a mí.

—Mañana me voy a casa de una compañera de universidad. Dijo Ana con tristeza. Ya tengo mis maletas hechas.

—Como quieras, dije fingiendo indiferencia, pero muriéndome por dentro.

Vi como Ana se levantaba con los ojos llenos de lágrimas y se iba a su habitación de nuevo, pero la detuve.

—Antes de que te vayas, me gustaría saber qué es lo que te ha pasado…¿Qué es lo que te ha ocurrido para ese cambio repentino de actitud?

—Lo…lo siento, pero no te lo puedo decir.

—¡¡Oh, vamos Ana!! Exclamé molesto, deja de comportarte como una cría y se una mujer, sabes que no quiero perderte, pero estas empeñada en desaparecer, ¿Por qué?

Ana volvió a sentarse frente a mí, tenía sus ojos rojos y llenos de lágrimas, estaba preciosa, se frotó las manos y me lo preguntó con miedo.

—¿Por…por qué no quieres perderme?

—Ana, es obvio, te quiero conmigo, quiero que no te falte de nada y sé que viviendo aquí vas a tener todas tus necesidades cubiertas.

—Esa respuesta es ambigua y lo sabes.

Nos quedamos callados los dos. Ella tenía razón, mi respuesta aparte de ambigua había sido huidiza. Pero como decirle que me había enamorado de ella como un pardillo y que sin ella ahora mi vida carecía de sentido. Si me sinceraba con ella seguro que saldría corriendo, era un hombre de 43 años y ella una joven que iba a cumplir 21 años y que además había estado con su madre pero que no conocía el pasado tan turbulento que nos perseguía, sabía que todo se iba a complicar mucho, muchísimo y no quería por nada del mundo que ella se sintiese incómoda ni sufriese.

—¿Quieres saber porque me tengo que ir? ¿Por qué fue una equivocación el que nos acostásemos? Preguntó Ana.

—Me gustaría saberlo, desde luego.

—Porque se supone que esto solo era un juego, algo para pasarlo bien tu y yo, pero después de follar contigo...y pasar la noche juntos en la misma cama, mi sentimiento hacia ti había cambiado y mucho y eso te aseguro que me preocupó.

Ana me miró para ver mi reacción, lo que me estaba contando me había llenado de alegría…contenida pero alegría. En ese momento supe que ella no se quería ir, se quedaría conmigo, pero no mostré ningún signo externo de emoción.

—Creo que no eres consciente del lio en el que nos estamos metiendo. Me Comento Ana molesta ante mi falta de reacción. Me empiezas a gustar, a gustar mucho y de aquí a enamorarme solo hay una fina línea. Y eso me lleva a preguntarme algo… ¿Qué va a ocurrir con mi madre cuando salga de la cárcel? ¿Qué va a ocurrir si me enamoro de ti? No quiero ser el segundo plato.

Ana volvió a llorar con desesperación, como solo una persona enamorada lloraría si de repente se queda sin su amor y sin respuestas ante una situación que no preveía. Ana no era un segundo plato, no para mí, pero me asustaba decirla todo lo que ocurría, lo que había pasado entre su madre y yo y lo que probablemente iba a ocurrir. Creo que en ese momento fui consciente de algo en que no había incurrido…Isabel y yo nunca seriamos felices, siempre, siempre habría un sentimiento de venganza por lo que nos habíamos hecho, el daño que nos habíamos infringido y que nunca se borraría de nuestras mentes.

Miré a Ana, me rompía verla en ese estado de indefensión, de sentirse rechazada o poco querida, cuando era todo lo contrario. Alargué una mano hacia ella y la agarró, se fue a sentar a mi lado pero yo tiré de ella y la senté sobre mi regazo abrazándola con cariño. Ella se acurrucó, y la abracé aún más fuerte llenándola de besos.

—Mi amor, quiero que confíes en mí, por nada del mundo quiero que sufras, pero no me dejes, no te vayas porque si lo haces mi vida se acabará. Susurré en su oído.

—¿Me…me quieres? Preguntó Ana con miedo.

—Más que a nada de este mundo. Te quiero hasta hacerse doloroso.

—Te amo. Dijo Ana entre el llanto y la risa.

Se levantó y alargó sus manos hacia mí. Me levanté y ella me llevó a mi dormitorio, nos desnudamos entre besos y muestras de cariño y esa tarde hicimos el amor como dos personas que se quieren y se aman sin condiciones. Fue una tarde llena de sentimiento y al final a punto de quedarnos dormidos, agotados de los orgasmos que nos habíamos regalado la abracé contra mi cuerpo y susurré en su oído:

—Te amo.

Ana se abrazó con fuerza a mí y nos quedamos profundamente dormidos. No sé qué hora seria pero noté como Ana se movía a mi lado, bajaba su manita y se apoderaba de mi polla que empezaba a dar muestras de vida nuevamente.

—Me muero de hambre, dijo mimosa.

Diciendo esto me destapó y fue bajando por mi pecho dándome besitos hasta que llegó a mí ya crecida polla. Me miró con vicio y sin apartar sus ojos de los míos se la fue metiendo en su boquita hasta casi hacerla desaparecer para seguidamente ir sacándola lentamente mientras succionaba intentando sacarme el cerebro si hacía falta.

—Diooos Ana que gustooooo…no pareees.

—No lo pienso hacer mi amor, no sin antes obtener mi premio. Me dijo traviesa.

Se volteó y pasando una pierna por cada lado de mi cabeza, dejó a mi disposición su precioso coñito, brillante, lleno de juguitos que su sexo destilaba debido a la excitación. Su olor era intenso y adictivo, pasé un dedo a lo largo, desde su anito hasta su clítoris y oí como gemía con mi polla dentro de su boca. Los dedos de su otra mano empezaron a acariciar mi perineo y su dedo índice se acercó peligrosamente a mi ano.

—Abre tus piernas mi amor. Me pidió Ana, sacando mi polla de su boca.

Hice lo que me pedía, dejo caer algo de saliva entre los cachetes de mi culo y noté como un dedo suyo entraba dentro de mí, la sensación fue brutal y algo dolorosa. Ese dolor dejó enseguida paso al placer y metiendo aún más su dedo dentro de mí, empezó a estimularme mi próstata. Eso fue un subidón y mi orgasmo no se hizo de rogar, intentaba controlarlo pero lo que me estaba haciendo esa niña me estaba dejando en sus manos.

—Mi amor me voy a correr...aumffffff…me corrooooooo. Grite con su coño en mi boca.

Hundí mi cara entre sus piernas y clavé mi lengua dentro de su vagina mientras mi polla empezaba a llenar su boquita de espeso semen calentito. No sé si sería por la situación o por mis acometidas contra su clítoris y su coñito, que al poco Ana en un endiablado movimiento de caderas se corría en mi boca.

Nos quedamos los dos recuperándonos de ese tremendo orgasmo, ella tumbada sobre mí acariciando mi polla, y yo debajo de ella con mi cara entre sus piernas. La visión era de todo punto excitante, mis manos se fueron hacia sus nalgas separándolas y amasándolas mientras, mi lengua punteo su anito.

—Ummmm cariño mío, estas deseando romperme el culito ¿A que si?

—No lo deseo, sé que lo voy a hacer y tú lo vas a disfrutar tanto como yo.

Ana se dio la vuelta y me comió la boca con desesperación, mientras su cuerpo se frotaba contra mí. Mis manos seguían amasando su culito y mis dedos jugaban con su anito, pero mi polla ya no daba más de sí. Después de una tarde de sexo desenfrenado haciendo el amor como locos y luego esta última corrida, mis huevos estaban vacíos y mi polla aunque morcillona se negaba a ponerse erecta y cumplir como es debido.

—Te quiero tanto que todo lo que me pidas te lo voy a dar, me dijo Ana besándome con cariño. Pero ahora de verdad, ¿No tienes hambre?

Aunque eran más de las dos de la madrugada, desnudos como estábamos nos fuimos a la cocina y entre los dos preparamos algo para picar y que nos quitase el hambre. Cuando terminamos recogimos todo, nos fuimos a la ducha y de ahí directos a la cama, nos abrazamos y nos quedamos dormidos al instante. Al día siguiente nada más despertarnos volvimos a hacer el amor, creo que esa fue una de las mejores maneras de empezar un lunes del demonio. Cuando me fui a trabajar con una gran sonrisa en mi cara Ana vestida únicamente con un top que dejaba al aire su ombliguito y un pantaloncito mínimo, se despedía de mí hasta el mediodía, abrazándose a mi cuello y besándome con amor.

—No te has ido y ya estoy echándote de menos, dijo Ana con mimo.

—Pues hagamos “pellas” y quedémonos aquí.

—Jajajajaja, rió divertida Ana. Me encantaría mi amor, pero hoy no puedo faltar a clase, tengo un examen importante y este fin de semana no he estudiado mucho, debo de ir a clase, aunque solo sea hacer acto de presencia.

Aunque me hubiese apetecido quedarme con ella, tenía razón, debíamos de ser conscientes y no dejarnos llevar por la pasión, ya tendríamos tiempo. La mañana se me pasó rápidamente y mentiría si no dijese que estaba deseando llegar a mi casa para poder volver a besar y abrazar a Ana.

Cuando llegué, Ana vino corriendo hacia mí colgándose de mi cuello y besándome con amor. Noté que debajo de esos pantaloncitos mínimos y esa camiseta ajustada no llevaba ropa interior y eso me puso “palote” al instante. Sus pezones se clavaron en mi pecho, los notaba perfectamente a través de mi camisa, al igual que sus generosas tetas aplastadas contra mí.

—Estoy terminando de preparar la comida, acompáñame a la cocina. Dijo Ana con cariño.

Me dio la mano y tirando de mí me llevo con ella. No podía aparatar mi mirada de ese culito perfecto que se movía tentador ante mis ojos. Su larga melena caía por su espalda hasta casi su cintura, era una mujer perfecta, tan bella o más que su madre y empezaba a estar muy, muy enamorado de esa mujer.

—Cariño voy a quitarme el traje y ponerme algo más cómodo. Le dije yéndome hacia mi habitación.

Hacia algo de calor, así que me desnudé completamente y me puse una camiseta y unos pantalones cortos. Intuía que antes de comer me iba a follar a esa preciosidad de mujer, algo me decía que eso iba a ser inevitable. Cuando entré en la cocina de nuevo no pude dejar de admirar la estampa que me ofrecía la imagen de Ana de espaldas a mí, mientras cortaba alguna verdura sobre una tabla. Me fijé que había subido más sus pantaloncitos, dejando más de media nalga al aire y con la tela bien metida entre sus nalgas. Mi polla tomo vida de inmediato marcando una más que evidente erección, me acerqué a ella y la abracé desde atrás acomodando toda mi polla en la raja de su culito, abracé su cintura con mis manos y apartando su melena besé su cuello.

—¿Qué tal tu examen, mi vida? Susurré en su oído.

Ella gimió suavemente, se echó un poco hacia atrás sacando su culo y frotándose descaradamente contra mi polla.

—Ummmm, mi amor, para no haber estudiado mucho, me ha salido genial…sigueeeeee.

Mis caderas hacían fuerza contra ella para que sintiese mi virilidad encajada sobre ese par de nalgas esculpidas por el mismísimo Miguel Ángel. Mis manos se metieron por dentro de su camiseta y se apoderaron de sus magníficas tetas que ansiaban mis caricias. Ella arqueó su espalda sensualmente sacando su pecho mientras su culo subía y bajaba sobre mi verga dura como el acero y mis dedos tensaban sus pezones.

—Mi niñaaa, eres todo un cerebrito. Gemí en su oído.

Bajé una mano por su tripita hasta meterla por dentro de su pantaloncito. Como imaginaba no llevaba ropa interior y cuando mis dedos se encontraron con su coñito, este estaba empapado y babosito debido a su excitación. Metí un dedo en su interior y estimulé su clítoris y Ana gimió sonoramente mientras abría sus piernas para dejar que mis dedos jugasen con su sexo.

—¡¡¡AHHHHHH!!! Mi amor…que ricoooooo…sigueeeee. Llevo toda la…la mañana…uffff deseando llegar a casa…para…para que me folleeees…follameeeee mi amor…¡¡¡FOLLAMEEEE!!! Exigió Ana muy excitada

Su cuerpo empezaba a temblar, saque los dedos de su interior y ella giro su cara buscando mi boca. Nos besamos febrilmente, mientras sus pantaloncitos y los míos caían al suelo. Ella se apoyó en la encimera de la cocina, saco bien su precioso culo y mi polla encontró la entrada a esa gruta del placer sin apenas apuntarla. Estaba tan lubricada que entró sin problema hasta los huevos, mientras mis manos se aferraban a sus caderas y se la clavaba hasta que mi glande tocó el fondo de su útero.

—Me corroooooooooo…gimió Ana fuera de sí.

Estaba tan excitada, tan caliente que nada más penetrarla se corrió. Empecé a bombear con furia ese coñito que apretaba mi polla queriendo hacerla suya, Ana giraba su cabeza y me miraba mordiéndose el labio y ponía sus ojos en blanco mientras su boca en forma de "O" emitía un gemido sordo de placer.

—Maas…maaaas…maaaaaaaas…otra vez…me corrooooo otra vez…siiiiiiiiii…

Mis manos subieron a sus tetas y me apoderé de ellas. Las sobe, estrujé y mimé, mientras esa niña increíble se corría una y otra vez con mi polla en su interior. Su coñito apretaba tanto mi verga que ya no podía aguantar más, era mucho el placer que me estaba dando y apoyando mis manos en sus hombros la atraje hacia mí, clavándole mi polla en lo más profundo de su coño empezando a llenarlo de semen.

—Annaaa cariñoooo…me corrooooo…

—Correteeee…correteeee…siiiiiiiiiiiii…

Ana me acompañó en mi orgasmo y nos corrimos los dos como benditos. Al final tuve que sujetarla porque sus piernas casi no la sostenían. Saqué mi polla de su interior y densos goterones de leche cayeron al suelo, arrime una silla, me senté, y senté sobre mí a Ana que se acurrucó hecha un ovillito mientras la abrazaba y la llenaba de besos notando como su cuerpo todavía temblaba.

Cuando nos tranquilizamos, me miró con amor infinito y nos besamos apasionadamente, ella se levantó y se sentó a horcajadas sobre mí dejando su coñito en contacto directo con mi polla que aún no había perdido dureza. Movió sus caderas sobre mi falo, mientras me miraba con vicio.

—Desde esta mañana quería sentirte de nuevo. Me decía sin dejar de darme besitos. Esta semana la tengo complicada, llena de exámenes. Quizás no esté contigo todo lo que deba, tengo que estudiar mucho y quiero concentrarme, pero te aseguro que el viernes te lo pienso compensar.

—Lo entiendo mi amor, no te preocupes que te dejaré estudiar.

Me miró con lujuria, se levantó ligeramente y agarrando mi polla la apunto a su vagina y se dejó caer del tirón metiéndose mi verga hasta que ya no había más que meter.

—Ummmmm, mi amor, me encanta como me abres, como me llenas, llegando a lugares que nunca nadie ha llegado.

Mis manos se fueron a su perfecto culo, agarre sus dos nalgas con mis manos y empecé un lento bombeo. Antes de comer volvimos a alcanzar un gran orgasmo que nos dejó relajados. Esa tarde me costó horrores irme a trabajar y dejarla en casa estudiando, pero solo serían cuatro días.

Esa semana la dejé tranquila, todas las noches hicimos el amor, cenábamos pronto, y nos íbamos a la cama, cuando sonaba mi despertador ella ya no estaba a mi lado, estaba en la que era su habitación al principio estudiando. Solo entraba y le daba los buenos días con un beso cariñoso, me iba a desayunar y me despedía de ella. A la hora de comer ella ya había comido, pero me había dejado la mesa puesta y la comida preparada, esos detalles me emocionaban porque me sentía cuidado por ella. Solo por las noches cenábamos juntos entre mimos y arrumacos y nos íbamos a la cama, hacíamos el amor y nos dormíamos abrazados.

Esa fue la tónica de esa semana. Realmente me encontré muy a gusto con ella, aunque estaba deseando que llegase el viernes y terminase su último examen, quería ver lo que me tenía preparado. El viernes a las tres de la tarde entraba por la puerta de mi casa, algo más tarde de lo habitual en mi pero sabiendo lo pasional que era Ana, anulé un par de citas y me tome la tarde libre empezando mi fin de semana. Cuando cerré la puerta saludé con alegría:

—¡¡HOLAAA!! Ya estoy en casa.

Nadie respondió pero sabía que Ana estaba en casa, su bolso y su carpeta estaban encima de la mesa.

—¡¡¿HOLA?!! …¿ANA?

No se oía nada, miré en el baño, en su habitación de estudio en la cocina y en el resto de las habitaciones y cuando me dirigía hacia mi habitación que era la nuestra la vi apoyada en el marco de la puerta y para mí era como un ángel. Su única ropa era una especie de tanga con un triangulito que solo cubría su pubis, el resto era un hilo que los labios de su sexo devoraba. Llevaba unas medias blancas sin liguero que se ajustaban perfectamente cerca de sus ingles y unos zapatos de tacón blancos. La imagen era de todo punto impresionante, su mirada era provocadora y paseaba su lengua por sus labios mientras sus manos acariciaban sus tetas. Mi polla se irguió de inmediato ante tal visión y noté como mi cuerpo, sin saber muy bien porque, temblaba ligeramente como si fuese un adolescente en su primera vez.

—Cariño…estás…estás preciosa. Conseguí decirle.

Ana me sonrió y me pidió con su dedo índice que me acercase a ella. Cuando estuve a su altura se abrazó a mí dejándome sentir la calidez de su cuerpo y sus poderosas tetas clavándose en mi pecho. Me besó con lujuria haciendo que nuestras lenguas se pegasen para no querer separarse. Mis manos abrazaron su cinturita para seguidamente apoderarse de su perfecto culo y hacerle notar en su tripita mi erección. Se separó de mí y me acarició con dulzura sin dejar de mirarme a los ojos.

—Estaba deseando que llegase el viernes para terminar mis exámenes y dedicarme solo a ti.

Ana volvió a besarme con ardor, con una pasión que me encendía. Al poco se separó de mí y agarrando mi mano me llevó dentro de nuestra habitación y empezó a desnudarme, todo lo hacía imprimiendo una sensualidad en cada movimiento que me iba excitando cada vez más. Cuando me tubo totalmente desnudo se arrodilló delante de mí y agarrando mi polla empezó una mamada lenta y profunda que me volvió loco.

—Anaaa…mi amor, como sigas así no voy a aguantar mu…muchoooo…ahhhhhh…

Me miro risueña y sacó lentamente mi verga de su boquita. Se puso en pie, me volvió a besar y me miró con amor.

—No pretendo que te corras en mi boca, aunque lo desearía. Pero si quiero pedirte que hoy des el doble de ti, que aguantes el doble porque yo también te voy a dar el doble.

En esos momentos no entendí lo que quería decirme, estaba demasiado excitado y solo deseaba correrme en su interior. Ana me hizo quitarle esa especie de tanguita que llevaba y su olor llenó mis fosas nasales incrementando mi deseo y mi erección. Me encantó ver como esa tirita de algodón salía de entre los labios de su coño impregnada en sus jugos. De su rajita caían gotitas transparentes de sus fluidos, metí mi lengua en su coñito y me dedique a lamerlo y a saborear su esencia.

—¡¡AHHHH!! Mi amoooor…sigueeee. Gimió Ana moviendo sus caderas.

Mi polla estaba a punto de explotar de lo dura que estaba, necesitaba follarme a esa preciosidad que se ofrecía a mí, empezaba a sentir como perdía el control de mí mismo, mi lado animal, ese lado que todos tenemos, pero que yo nunca llegué a experimentar, se apoderaba de mí. Mis manos amasaban su culo con gula mientras la oía gemir como una gatita y mi lengua no paraba de lamer su sexo llenándome de jugos. La di la vuelta con energía y ella adivinó mis intenciones,  sacó su culo para que metiese mi cara en él, pero vi su anito enrojecido, dilatado y muy brillante.

—Ana…¿te han…te han follado el culo? Pregunte asustado.

—Noooo mi amor, gimió excitada, lo he preparado para ti, quiero que seas el primero.

Me levanté y con violencia la puse contra la pared. Ella sacó su culito provocadoramente acariciando mi verga. Yo me frotaba contra ella lascivamente haciendo que mi polla se clavase en la raja de su culo.

—Espero que lo hayas preparado bien, dije encendido, esto te va a doler.

Le metí la polla en el coño para lubricarla bien, no fui delicado se la dejé ir hasta que mis huevos rebotaron en su coño. Noté como se tensaba y echo su cabeza hacia atrás intentando coger aire.

—¡¡AHHHH!! Que bestiaaa…diooooos.

Empecé a bombear con fuerza su coño empotrándola contra la pared. Mis caderas golpeaban su culo con fuerza haciendo penetraciones profundas, pero realmente lo que quería era llenarla el culo de leche. Saqué mi balano brillante de sus jugos y lo pasee por su culito. Ella enseguida intuyó que había llegado la hora de que la rompiese el culo y abriéndoselo con sus manitas me lo ofreció. Apunte mi polla en él y haciendo algo de fuerza vi como mi polla desaparecía dentro de ese agujerito enrojecido y brillante. Tampoco fui delicado y haciendo fuerza se la metí hasta que solo mis huevos quedaron fuera.

—Mi amoooor duéleeee…pero no pareeees. Gimió Ana moviendo sus caderas lascivamente.

Me quedé quieto intentando que su anito se acostumbrase al invasor, aunque creo que con la facilidad que entró no le dolía mucho. Empecé a sacar mi miembro de dentro de su culito lentamente hasta casi tenerlo fuera para seguidamente metérsela de nuevo hasta que mis bolas golpeaban su coñito. Aunque estaba algo tensa, notaba la relajación de su esfínter para que en vez de dolor sintiese solo placer, mi verga entraba y salía sin dificultad y mi excitación subía por momentos.

—Vamos, ¿no querías follarme el culo? Decía provocadora, pues follamelooo jodeeeer.

Me agarre de sus tetas y empecé un bombeo brutal que la hizo aullar de placer. Su manita se metió entre sus piernas y empezó a estimularse el clítoris, notaba su humedad en mis piernas y ella buscando otra posición se apoyó en una descalzadora quedando su cuerpo en un ángulo de 90°, abrió sus piernas y me dejo ver como mi polla entraba y salía de esa maravilla de culo. Estuvimos así cerca de cinco minutos en los que Ana no paro de gemir hasta que note como su esfínter apretaba mi verga.

—Me corrooooo…no pareeees…sigue…sigue…sigueeeeeeeeee. Gimió Ana.

Yo estaba al borde de mi orgasmo, agarré su pierna izquierda y forzándola un poco puse su pantorrilla encima de mi hombro, dejándola muy abierta de piernas pero en una postura muy excitante para mí pero muy incómoda para ella. Desde esa perspectiva vi como mi verga entraba y salía de su anito, la saqué completamente y vi su esfínter muy abierto, boqueando, apunté de nuevo mi polla y se la dejé ir hasta que ya no había más polla que meter. Noté ese cosquilleo en la base de mi verga y mis huevos, previo al orgasmo que ya era imparable, me agarre a las caderas de Ana y bufé como un animal mientras se la clavaba con rabia.

—Anaaaaa…me corrooooo.

—Mi amoooor…siiiiiiiiii. Gimió Ana mientras su cuerpo temblaba con su orgasmo.

Abracé su cuerpo ya que la única pierna que la sujetaba empezaba a no sostenerla debido a los temblores de su orgasmo. Mi polla no dejaba de soltar leche dentro del interior del culito de esa diosa que aullaba su orgasmo como una loba herida. Bajé su pierna y ella se puso en pie juntando su cuerpo con el mío mientras mi balano seguía duro en su interior. Apoyó su cabeza en mi hombro y buscó mi boca para que la besase, mientras sus caderas se movían suavemente y mis manos amasaban sus tetas.

—Dios mi amor ha sido una pasada, me ha encantado, pero me arde el culo cosa mala. Dijo Ana riéndose.

Saqué mi polla del interior de su culito y vi que había rastros de sangre. Al suelo empezó a caer mi corrida con restos de sangre y directamente nos dirigimos a la ducha, había que limpiar y desinfectar esa posible heridita por nada del mundo quería que se infectase y esa primera vez fuese algo traumático para ella. Ya en la ducha me sorprendió ver un gel bactericida y pregunté por él, mientras enjabonaba y limpiaba con mimo a esa mujer.

—¿Y este gel? ¿Desde cuándo lo utilizamos?

—Bueno, ronroneo mimosa mientras mis manos la acariciaban. Mi amiga Samantha me lo recomendó.

—¿Tu amiga Samantha? Pregunté extrañado.

—Si, veras. Samantha y yo somos amigas desde que íbamos al colegio. Ella es venezolana, pero lleva muchos años en España aunque conserva ese acento tan peculiar y ese cuerpazo que se gasta la muy zorrón.

—¿Y qué tiene que ver tu amiga en todo esto? Pregunté intrigado.

—Bueno, Samantha me aconsejó en mi primer beso con lengua, en la primera paja que hice a un chico, en cómo hacer una buena mamada, me aconsejó bien cuando me desvirgaron, y me ha aconsejado ahora que por fin me has follado el culo.

—¡¡JODER!! Exclamé, ¿esa amiga tuya es una erudita del sexo?.

—Bueno si, folla mucho. Me aconsejó que por nada del mundo si me follabas el culo, dejase que me la metieras en mi coño, ya que podía pillar una buena infección. Así que aparte de que ella me preparó mi "ojete" para que no me doliese, me hizo comprar este gel para lavarte bien.

—Me tiene intrigado, dije algo mosqueado, ¿Cómo te preparó el ojete?

—Mi amor, llevo una semana preparándolo para ti con unos dilatadores que compramos. Esta mañana he ido al examen con el más grande metido en el culo, dijo echándose a reír, he estado toda la mañana cachonda perdida deseando que llegases para experimentar lo que se siente cuando te follan el culo.

La di la vuelta y apoyé su espalda en mi pecho mientras mis manos devoraban su cuerpo con caricias. Besé su cuello y mis dedos se metieron entre los pliegues de su coñito dándole placer. Mi polla estaba como el acero nuevamente y la apoyé en su culito mientras me frotaba contra ella.

—Y dime cariño, ¿Te ha gustado la experiencia?

—Ummmm…me ha encantado, estoy deseando repetirla. Dijo excitada.

—Bueno mi amor, dije metiendo dos dedos en su coño, de momento vamos a curar tu anito, y vamos a la cama.

—Por cierto mi amor, dijo Ana jadeando de placer, mi amiga Samantha está deseando conocerte. Quiere saber quién es el hombre que ha ocupado mi corazón y mi cabeza. La he invitado a comer el sábado que viene.

—De acuerdo mi vida, será como deseas.

Ese día ni comimos, bueno, nosotros nos devoramos, hicimos una merienda cena los dos desnudos y volvimos a la cama donde hicimos el amor hasta que caímos rendidos de cansancio.

Ese fin de semana no hicimos mucho más, no salimos de casa y nos demostramos el amor que había nacido entre los dos. Aunque ya llevábamos viviendo juntos muchos meses, habíamos entrado en una dinámica de pareja en la que los dos nos teníamos que amoldar. Mentiría si no confesase que me preocupaba y mucho Isabel, la madre de Ana. El tiempo pasaba inexorablemente y el día en el que cumpliría su condena se acercaba y lo que en principio no suponía problema para mí, ahora era uno de los mayores líos de mi vida.

Esa semana intenté pasar el mayor tiempo posible con Ana, había terminado sus exámenes y prácticamente estaba de vacaciones. Aunque tenía sus amistades y su grupo de gente con la que salía, ella hacia todo lo posible por que cuando llegase de mi empresa encontrarse conmigo y hacer lo que fuese, pero juntos. Se comportaba como una mujer enamorada deseando que su amor se reuniese con ella. El viernes me recordó que al día siguiente su amiga vendría a comer con nosotros. Sentía curiosidad por conocer a esa "erudita del sexo" de la que tanto me hablaba mi niña.

Llegó el sábado, y llegó la famosa Samantha y reconozco que me impactó. Era pequeñita, no más de 1.50 pero increíblemente preciosa. Tenía ese exotismo de las mujeres latinas, pelo negro y largo, ojos marrones, unos labios gruesos y un cuerpazo que casi te quitaba el aire. No venia vestida discreta, todo lo contrario, una blusa roja, muy liviana, que dejaba traslucir sus pechos desnudos y una minifalda blanca tan corta que prácticamente dejaba al aire el principio de sus nalgas. Cuando me la presentó Ana vi su cara de disgusto.

—Álvaro te presento a mi amiga Samantha, de la que tanto te he hablado.

Esa chiquilla creo que dejó claras sus intenciones cuando fue a darme un beso en los labios, pero en el último momento yo giré mi cara y solo lo dio en la mejilla. Mire a mi niña y vi su cara muy seria. Enseguida entendí que esa comida no sería ni divertida ni cómoda.

—Vaya, vaya con Anita, decía esa loba mirándome con deseo, vaya bombón que se ha ligado. Ummm, vaya brazos, vaya cuerpo, decía recorriéndome con sus manos, joder estas buenísimo.

Una mano de esa niña fue bajando por mi abdomen camino de mi entrepierna y eso ya me molestó, no entendía esas libertades conmigo, delante de Ana y menos en mi casa. Esquivé esa caricia cargada de malicia y me dirigí hacia la nevera.

—¿Quieres algo de beber Samantha?

—Claro, dijo sonriente, una coca cola estaría bien.

Ana se la llevó a enseñarle la casa y yo me quedé a cuadros en la cocina viendo la agresividad de esa depredadora sexual. No sé qué le habría contado Ana pero esa chica creo que venía a follar y si no era así , a poner mi paciencia a prueba. Cuando terminó la cara de Ana no es que hubiese mejorado mucho. Cuando entraron de nuevo en la cocina, me apoyé en la encimera y atraje hacia mí a Ana pegando su espalda en mí y abrazándola por la cintura.

—¿Y dime Samantha que es lo que estudias? Pregunté intentando cambiar de tema.

—¿No te lo ha dicho Ana? Estamos haciendo la misma carrera y estamos en la misma clase. Llevamos juntas desde que empezamos el instituto.

Con Ana pegada a mí, parece que sus ataques cesaron, pero en la comida se dedicó a zorrear conmigo sin importarle quien estuviese delante. Miraba a Ana y solo le faltaba llorar y eso me estaba empezando a poner de muy mal humor. Ya en la sobremesa tomando café y con el ambiente algo enrarecido, todo salió a la luz. Samantha poniéndose en pie alargó una mano hacia mí y me miró con picardía.

—¿Vamos? Me preguntó.

—¿A dónde? Respondí intrigado

—A follar a tu dormitorio, aunque si lo prefieres hacer aquí delante de Ana tampoco me importa, no será la primera vez.

Eso me terminó de rematar, en otras circunstancias si habría follado con esa preciosidad, pero solo ver a Ana su cara desencajada y su gesto de mal humor me dio pie para terminar con aquello.

Sonreí y levantándome agarré su mano pero en vez de dirigirme al dormitorio me fui con ella hacia la puerta de salida.

—Samantha, no sé por qué das por sentado que tú y yo íbamos a follar, pero que te quede claro que yo solo follo con la mujer que amo y esa mujer es Ana.

Abrí la puerta y amablemente la empujé fuera de mi casa.

—Has sido bastante mal educada y has faltado el respeto a tu amiga y a mí.

La última imagen que tengo de esa niña es su cara de estupor, no creyéndose lo que le estaba ocurriendo. Cuando me di la vuelta me encontré con Ana mirándome risueña, se abrazó con fuerza a mi mientras me besaba con pasión.

—¿Ibas a consentir que me follase a tu amiga?

—Yo…no…bueno… es algo que siempre suele hacer. Dice que debe de probar a los chicos que dicen haberse enamorado de mí.

—Ana, créeme que esa amiga no te conviene, es una puta impresentable y que te quede claro que yo solo te pertenezco a ti.

—Y yo a ti mi amor, solo soy tuya.

Ana me agarró de la mano y me llevo al dormitorio, nos desnudamos y follamos como animales toda la tarde hasta casi caer rendidos. No me cansaba de esa diosa que me tenía siempre encendido y me enamoraba aun más de ella día a día. Eso me asustaba. Antes de dormirnos abrazados me lo susurró.

—No me dejes nunca mi amor.

Pensé equivocadamente, que la relación con Ana sería algo pasajero. De acuerdo que estaba muy enamorado de ella, pero la diferencia de edad se haría notar y bueno, al final esa brecha generacional nos separaría. Pero no, nos amoldamos sin problema y Ana me trajo una tranquilidad y una felicidad que creo que nunca había experimentado.

Francisco, mi buen amigo y compañero de celda en mis días de prisión, me dijo que estaba loco por haberme enamorado de Ana y me previno de la tormenta que se me avecinaba cuando Isabel saliese de prisión. Pero hice oídos sordos.

Ana era mi pareja, mi mujer y así la presentaba ante la gente. Ella venia conmigo a cenas, compromisos y todos los eventos a los que me invitaban, para mí era imprescindible. La gente se sorprendía de su belleza y su juventud, incluso las más atrevidas o los más atrevidos, le comentaban esa diferencia de edad a lo que ella siempre respondía que la edad no era un obstáculo siempre y cuando la relación fuese equitativa y se basase en la confianza, las afinidades y los valores de ambos.

Y aquí se planteaba mi pregunta, esa que me empezaba a atormentar. Nuestra relación no era una aventura, un polvo de una noche y mañana me olvido de ti, era más mucho más, entonces si teníamos que basar nuestra relación en la confianza que nos teníamos, ¿Tenía derecho a ocultarla lo que ocurrió con su madre y nuestro pasado?

Tenía que sincerarme con ella antes de que fuese tarde, si es que no lo era ya. Temía perderla cuando se enterase de la terrible historia que nos acompañaba, que saliese huyendo de mí y me viese como un monstruo. Me tendría que armar de valor y contarle toda la verdad.

Faltaban solo tres meses para que Isabel saliese de prisión. Como todos los meses, Ana fue a visitarla, pero cuando salió de su visita tenía mala cara, se notaba que había llorado y eso me preocupó.

—Ana cariño, ¿Qué ha pasado?

—Nada dijo sollozando, subamos al coche y vayámonos a casa.

La hice caso, no quise presionarla, la oía llorar y a los cinco minutos me lo dijo.

—Mi madre está muy mosqueada conmigo. No entiende por qué sigo en la carrera si no tengo dinero y tampoco entiende que mi ropa sea de calidad y no de mercadillo. Me ha dicho si era una puta que me estaba prostituyendo por dinero…¡¡MI PROPIA MADRE!!

—¿Le has dicho la verdad? Pregunté con miedo.

—A medias, le he contado que me he enamorado de un buen hombre y estoy viviendo con él, que soy muy feliz y que estoy deseando que salga de la cárcel para que lo conozca.

—Si, seguro que va a dar saltos de alegría cuando me vea. Comente con sarcasmo. ¿Y qué te ha comentado cuando se lo has dicho?

—Bueno, al principio me ha mirado con cariño, pero luego me ha preguntado por tu edad y al decírsela me ha mirado con dureza y me ha dicho que lo que estoy haciendo es una manera de prostituirme y que tú me estas utilizando.

—Esto no puede seguir así, murmure por lo bajo, pero Ana lo escuchó perfectamente.

—¿Qué no puede seguir así? ¿Lo nuestro? ¿Me vas a dejar? Dijo echándose a llorar.

—No cariño, ni mucho menos, dije agarrando una mano suya y besándosela. Es…es…la situación que se ha creado y las consecuencias que va a traer.

Se que ningún momento sería bueno para mantener la conversación que debía de tener con Ana, que buscar el momento propicio, idóneo, era imposible, pero ya no podía esperar más, tenía que decírselo todo.

—Cariño…tenemos que hablar. Dije sin apartar mis ojos de la carretera.

Creo que esa frase la tememos la mayoría de las personas que tenemos pareja porque no presagia nada bueno, se avecinaba tormenta.

—Tú me vas a dejar, sentenció Ana, mi madre tenía razón, eres un cabrón desalmado y te has aprovechado de mi…cerdo…eres un…

—¡¡YA ESTA BIEN ANA!! Grité enfadado. TE QUIERO MAS QUE A MI VIDA Y ESTOY MUY ENAMORADO DE TI.

Ana gimoteaba asustada sin mirarme, creo que empezaba a ser el peor día de nuestras vidas.

—Nunca te voy a dejar, lo eres todo para mi…pero cuando te cuente el mayor de mis secretos…quizás…quizás seas tú la que me dejes a mí.

Ana me miró desconcertada pero no dijo nada más. El resto del viaje desde la prisión lo hicimos en silencio, no sé qué pensaría ella pero yo estaba intentando pensar que es lo que le iba a decir para que fuese lo más suave posible. ¿Pero cómo decirle a la persona que amas, que has estado en prisión diez años acusado falsamente de maltrato y violación y que encima la supuesta agredida era su madre? ¿Cómo decírselo?

Cuando llegamos a casa Ana se sentó en una silla y con la mirada me invitó a sentarme frente a ella. Me miraba seria, agarré sus manitas con cariño y las besé.

—Cariño, antes de empezar, quiero que sepas que te quiero con toda mi alma y que nunca he querido hacerte daño. Ocurrió, me enamoré de ti y no quise pararlo, en ese momento tenía que haberte contado todo, haberme sincerado contigo.

—¿El que Álvaro? ¿Qué es eso tan importante que me tienes que contar?

—Salvador Valbuena Garcia, así es como me llamo. Álvaro Garcia Valbuena, es como empecé a llamarme para huir de mi pasado.

—He oído hablar de ti, dijo Ana secamente.

Me levanté y fui a por mi ordenador portátil personal. Lo encendí y busqué un archivo encriptado que tenía oculto entre miles de carpetas. Era todo el dosier de mi vida, de mi detención, la noticia y como me condenaron.

—¿Qué es esto? Preguntó Ana.

—Te lo he dejado para que lo leas si lo deseas, ya no quiero tener ningún secreto contigo.

—Ya es un poco tarde ¿No crees? Ese comentario de Ana me puso en guardia, esto no pintaba bien.

—Tu madre y yo nos conocemos desde que teníamos 20 años. Entró a trabajar en la empresa en la que estaba yo y ahí empezó mi desgracia.

Le fui desgranando todo lo acontecido desde que conocí a su madre. Como me enamoré de ella,  como me calentó hasta hacerme enloquecer, como me humilló aquel día en el archivo colocando carpetas, como la vi follar con nuestro jefe y un amigo suyo, como intenté chantajearla y terminé corriéndome en sus braguitas pero sin follarla y por último, como al día siguiente entró la policía en mi casa y me llevó detenido por la agresión y violación a Isabel Nogales. El resto, como fundé mi empresa y como averigüé que su madre trabajaba para mí y mis deseos de venganza, fue lo que motivó su reacción.

Para cuando terminé, Ana lloraba quedamente. Su vista se fijaba en la pantalla del ordenador, de sus ojos no paraban de caer lágrimas, pero no decía nada y su silencio me estaba matando.

—Cariño, dime algo por favor. Rogué asustado.

—Ahora lo empiezo a entender todo, dijo llorando. Puto cerdo de mierda escupió seguidamente. No te conformaste con casi matar y violar a mi madre, si no que ahora te has follado a la hija para hacerla más daño aun. ¿Pero cómo he podido ser tan ingenua?

Ana se levantó furiosa, me miraba queriendo matarme, sus ojos estaban inyectados en sangre, intente agarrar su mano, pero su reacción fue violenta.

—¡¡NO ME TOQUES CABRÓN!! ¿¡NI SE TE OCURRA PONERME UN DEDO ENCIMA O TE MATO…¿ME OYES?!! Gritó Ana enfurecida.

—Ana tu no por favor, necesito que me creas, soy inocente ¡¡YO NO HICE NADA DE LO QUE DICEN!! Grité desesperado.

Ana me miró con desprecio y la vi dirigiéndose hacia nuestra habitación para salir al rato con una bolsa de deporte y alguna otra bolsa suelta.

—¿A dónde vas? Pregunté sollozando.

—Lejos de ti hijo de puta, no puedo permanecer ni un segundo más bajo el mismo techo que tú.

Un portazo fue lo que me confirmó que Ana había salido de mi vida. Podía haberme echado a llorar y haberme ahogado en mi propia desesperación, pero agarré las llaves de mi casa y del coche y me fui de allí sin un rumbo fijo.

Estuve deambulando por pueblos de la sierra de Madrid, cené en algún bar y ya por la noche me fui a mi casa a intentar descansar, pero fue entrar y se me vino el mundo encima. Me fui a mi habitación hice algo de equipaje y me fui a un hotel, no quería estar en mi casa, no sin Ana.

La siguiente semana recibí un escueto mensaje de Ana «El jueves se pasará Samantha por tu casa a recoger mis cosas» Intenté en vano mandarla un mensaje de los muchos que le había mandado pero me tenía bloqueado en todas sus redes sociales y mis llamadas no las atendía. Pacientemente espere a el jueves y por la tarde vino su amiga a recoger sus cosas, pensé que vendría con alguien más pero vino sola.

—Hola Álvaro o Salvador, no sé muy bien como llamarte ahora.

—Prefiero que me llames Álvaro. ¿Ana te ha contado todo?

—Si, con pelos y señales.

—¿Y cómo se te ocurre venir sola? Pregunté con ironía, soy un cerdo violador y un maltratador.

—Para mí no. Álvaro, sé que no empezamos con buen pie, me equivoqué contigo y te traté como a los niñatos que acostumbro a follarme. Conozco a los hombres muy bien y te aseguro que tú no eres capaz de hacer lo que me ha contado Ana.

—¡¡¿Y POR QUE TU ME CREES Y ANA NO?…JODER!! Exclamé enfadado.

—Ana es muy desconfiada, muy niña todavía, piensa que la has utilizado y además que violaste y maltrataste a su madre, no ve más allá, pero Álvaro te aseguro que en mi tienes a tu mejor aliada y deseo que volváis a estar juntos, nunca la he visto tan feliz como cuando estaba contigo.

—En fin, no le digas que lo estoy pasando fatal. He hecho sus maletas con toda la ropa y cosas que tenía. Y en esas dos cajas están todos sus libros, apuntes y su ordenador portátil. Espera que te ayudo a bajarlo todo.

Cuando Samantha tuvo todo metido en su coche se despidió de mí, se acercó y me dio un pico en los labios

—No te enfades conmigo, creo que me lo debes. Y ahora en serio, veras como todo se soluciona.

Antes de meterse en el coche me miro con picardía y me lo soltó:

—¿Te apetece echar un polvo? Preguntó partida de la risa.

Yo solo me limité a mirar hacia el cielo negando con la cabeza mientras me iba a mi casa. El resto de los días intenté pasarlos lo mejor que pude, pero el recuerdo de Ana todavía estaba muy presente. Francisco no sé cómo se enteró, pero a los quince días lo tenía sentado en mi despacho.

—¿A qué esperabas para contarme lo que te había ocurrido? Mira que me jode tener razón chaval, pero con "te lo dije" creo que me quedo corto.

Nos miramos por unos minutos. Francisco me conocía de sobra y no hizo falta que le dijese lo que estaba pensando.

—De acuerdo, dime lo que quieres que averigüe de Ana, aunque me lo imagino.

—Solo quiero que no haga ninguna tontería y sobre todo que no la falte de nada. Está viviendo con una chica que es una zorra de cuidado y eso me asusta.

—Ahora mismo los dos sois libres de estar con otra persona. Eso creo que lo entiendes ¿no?

Lo podía entender pero ni quería pensar en ello. Durante los siguientes meses, Francisco me informó que Ana hacia una vida normal, prácticamente no salía de casa y aunque ya no estaba conmigo yo me comprometí con ella a mantenerla hasta la salida de prisión de su madre, por eso todos los meses la ingresaba sus 400€ en el banco para que dispusiese de ellos como quisiera.

En esos meses Ana no dio señales de vida, ni un tímido "Hola, ¿Qué tal estas?" Yo cada semana le enviaba un par de mensajes preguntándola como se encontraba y si nos podíamos ver y hablar, que lo nuestro no podía acabar así…pero nunca obtuve respuesta, para ella no existía.

El tiempo pasa inexorablemente y Francisco me informó del día y la hora en que Isabel saldría de prisión. Había arruinado su vida pero quería terminar mi venganza, dolido, ya que Ana no estaba conmigo por su culpa. Me acercaría a recibirla y que se enterase de una vez quien la había metido en la cárcel.

Estaba nervioso, me encontraba frente a la salida de la cárcel donde muchos meses había estado esperando a que Ana saliese de ver a su madre. Me consideraba la parte afectada, pero me sentía como el verdugo. Por momentos hice amago de irme y de pasar página en mi vida, pero para cuando me quise decidir vi salir a Isabel y a su hija por la puerta.

En principio no repararon en mí, venían hablando entre ellas. La primera en verme fue Isabel. Me miró furiosa, soltó su bolsa donde llevaba sus pertenencias y vino decidida a por mí mientras su hija la seguía intentando sujetarla y exclamando "No mama no, déjale"

—¿Qué haces aquí? ¿A qué has venido? Preguntó Isabel con lágrimas en los ojos. Eres un desgraciado, has arruinado mi vida y la de mi hija. He pasado dos años en la cárcel por algo que no he hecho…¡¡Y TU LO SABES!! Me gritó

—Bueno Isabel ojo por ojo. Tu arruinaste la mía y la de mi familia.

Isabel me miro sorprendida, Ana estaba a su lado sujetándola, pero toda mi atención estaba en Isabel que me miraba intentando averiguar lo que había querido decir.

—¿Aun no sabes quién soy? Dije con tranquilidad, soy Salva Isabel, tú me robaste diez años de mi vida acusándome de algo horrible que no hice…¡¡DIEZ AÑOS JODER, DIEZ AÑOS!! Hiciste de mi vida y la de mi familia un infierno

Isabel se llevó las manos a su boca mientras sus ojos llenos de lágrimas se clavaban en los míos. Su gesto de furia, de enfado, desapareció y dio paso a un gesto de cariño. Acarició mi cara con miedo, mientras mi rostro estaba impasible y se abrazó a mi rompiendo a llorar.

—Perdón mi amor…perdón…perdóname. Decía llorando sin consuelo.

—¿Mamá que dices? Preguntaba Ana a su madre, este cabrón te violó.

—No hija, este hombre se limitó a amarme y respetarme y eso le costó la cárcel.

Ana me miró confundida y empezó a darse cuenta del error que había cometido conmigo.

—Vámonos a mi casa, dije abriendo el coche, hay mucho de lo que hablar.

Isabel y Ana se sentaron en la parte trasera. Ana abrazaba a su madre que seguía llorando, pero yo miraba a través del espejo retrovisor y veía sus ojos clavados en mí. Cuando llegamos a casa Isabel pidió utilizar la ducha, poder cambiarse de ropa y quitarse ese chándal horrible que tenía. Eso proporcionó un incómodo momento para Ana y para mí ya que ninguno de los dos quería quedarse a solas con el otro.

—¿Qué tal te encuentras? Preguntó tímidamente Ana.

—Vaya, después de tres meses y de haber inundado tu teléfono de mensajes ¿Ahora te interesa saber cómo me encuentro? Ya es un poco tarde ¿No crees?.

—Álvaro por favor, tienes que entenderme, estaba muy confundida y encima con lo que me contaste…

—Que te entienda…¡¡QUE TE ENTIENDA!! Dije furioso alzando la voz. Te lo tenía que contar, lo eras todo para mí, dije furibundo, ¡¡ME PREJUZGASTE Y AL PRIMER TROPIEZO ME DEJASTE ABANDONADO!! Grité en su cara.

—Shhhh, mi madre te va a oír, baja la voz. Rogó Ana llorando.

—¿Qué ocurre aquí? ¿Por qué gritabas? Preguntó Isabel confundida.

—Por nada, dije enfadado. Tu hija y yo tenemos diferentes puntos de vista respecto a lo que ocurrió.

Isabel vino hacia mí me abrazó y me besó. Noté como Ana miraba hacia otro lado molesta por la acción de su madre hacia mí. Deshice el abrazo y me separé de sus labios rápidamente.

—Isabel necesito que me digas porque me encerraste diez años en prisión. ¿Qué es lo que hice? ¿Por qué tomaste esa decisión que ha marcado toda mi vida? ¿Tan mal me porté contigo para que me odiases tanto?

Nos sentamos en el sillón, Isabel a mi lado y Ana frente a nosotros en otro sillón. Isabel agarró una mano mía y miró a su hija.

—Cariño, quizás escuches cosas que una hija no debería de saber de su madre.

—No te preocupes mamá, creo estar preparada para saber toda la verdad.

—Bien dijo Isabel. No quiero que me interrumpáis, todo esto, recordar todo lo que pasó va a ser muy doloroso para mí.

Todos nos quedamos callados esperando que empezase a hablar…

—¿Imagino que recuerdas el día del archivo?, ese aciago día que fue el que cambió nuestras vidas.

—Como olvidar tu provocación y tu humillación. Dije con rencor.

Vi el gesto de contrariedad de Isabel, pero siguió hablando.

—Cuando te fuiste te maldije y me maldije a mí misma por ser una estúpida, pero escuche ruidos de alguien subiendo por las escaleras a ese desván, pensé que eras tú y eso me alegró. Grité «Estoy colocando carpetas» Cuando me quise dar cuenta Jesús me había tirado de la escalera, me había empotrado contra la pared y me estaba follando salvajemente.

Yo solo cerré los ojos de rabia, me acuerdo de lo que le dije a Jesús, que Isabel estaba en el archivo, y de sus palabras «Ahora subiré yo a ayudarla» y vaya si la "ayudó"

—Estúpidamente pensé para mi mientras me follaba "esto es un hombre" me hizo alcanzar un orgasmo rápidamente aunque le pedí que no se corriese dentro de mí, ante mi petición me sacó el Lush de mi culo y sin delicadeza me rompió también mi anito. Chillé, grité pero me hizo tener unos orgasmos increíbles. Para cuando se corrió en mi culo, me dio la vuelta me soltó un tortazo y me lo dijo de mala manera «Y ahora termina todo esto puta, no tardes que quiero follarte de nuevo» Me quede sentada, rota y con una sonrisa boba en mi cara, terminé lo que tenía que hacer y bajé al despacho de Jesús donde volvió a follarme de nuevo.

Yo solo permanecía callado con los ojos cerrados y las lágrimas cayendo por mis mejillas imaginando la escena. Noté como una mano agarraba la mía y la apretaba con fuerza, eso me hizo abrir los ojos y vi que era Ana que me miraba asustada. Aparte su mano y vi que ese gesto no pasó desapercibido para su madre.

—Jesús me trató como a una puta, le gustaba pegarme y aunque le decía que eso no me gustaba lo compensaba con los orgasmos que me proporcionaba. Cuando fuimos a esa barbacoa ya me previno que conocería a Goyo. Te juro que ese fue uno de los peores días de mi vida, todavía me arrepiento de lo que hice y lo que viste.

—Pues tu cuerpo tus gemidos y tus orgasmos decían lo contrario. Dije dolido.

—Te aseguro que lo que hice contigo después fue para mi más placentero, que lo que hice con esos dos animales. Aclaró Isabel. Como viste cuando Jesús me folló aunque le dije que no se corriese dentro hizo oídos sordos y fue cuando me quedé embarazada de Ana. Cuando me dejaste en casa estaba tan feliz por lo que habíamos hecho tú y yo y el amor que me habías demostrado, que antes de subir a mi casa llame a Jesús para decirle que ya no follaria más con él, que estaba enamorada de ti y que lo que había pasado en la barbacoa no iba a ocurrir más.

En ese momento Isabel se echó a llorar con desesperación. Ana se levantó y fue a buscar unos pañuelos de papel al cuarto de baño que dio a su madre. Luego fue a la cocina y trajo una bandeja con una jarra de agua fresca y tres vasos. Isabel miró a su hija con curiosidad y seguidamente me miró a mí también pero sin decir nada al respecto.

—Y ahora viene lo peor de toda esta historia. Prosiguió Isabel. Antes de colgar, Jesús me dijo que estaba a un minuto de mi casa, que le esperase en la calle y lo hablaríamos. Yo estaba decidida a no seguir con ese cabrón, cuando bajó del coche y sin previo aviso me dio una paliza dentro de mi portal que me dejo medio muerta. Fue Jesús el que te denunció Salva, él fue el que llamó a la policía, fue el que dijo haberte visto salir huyendo. El resto te lo puedes imaginar, cuando me llevaron al hospital las únicas muestras de semen eran las tuyas y como había estado con esos dos antes tenía mi culo y mi vagina irritados. Todo te inculpaba, pero yo no podía hacer nada, estuve en coma un mes. Para cuando desperté del coma, Jesús me amenazó que si decía algo mis padres iban a pagar las consecuencias y si con eso no era suficiente mi hija lo iba a pasar muy mal cuando naciese.

—Dime donde vive ese cabrón ahora que le voy a hacer una visita. Dímelo Isabel que a ese mamón se le viene el mundo encima. Dije poniéndome en pie rojo de la ira.

—No es necesario. Jesús falleció de un ictus y sus dos últimos meses de vida los pasó muy mal, eso te lo aseguro. El tal Goyo falleció de un infarto encima de una puta y yo me quedé sola en el mundo.

—A ver…a ver, un momento dije confundido, ¿Es que seguías viendo a Goyo? ¿Os seguíais juntando los tres?

—No por mi gusto, aunque sé que no me vas a creer. Dijo con angustia Isabel. Goyo se presentaba de vez en cuando en casa de Jesús, le saludaba de pasada, me agarraba del brazo, me metía en una habitación y me follaba durante horas. Sabía lo que eso representaba para mí, cuando ese desgraciado se iba, Jesús me daba una paliza por puta y buscona.

Isabel se volvió a echar a llorar con impotencia recordando todo lo que había vivido.

—Intente poner fin a eso, ir a decir la verdad y sacarte de la cárcel, pero lo único que conseguí es que ese hijo de puta matase a mis padres y me amenazó que como siguiese intentando algo contra él la próxima seria mi niña.

—¿Ese hijo de mil padres mató a tus padres? Pregunté sin creerlo.

—Si, decía entre hipidos Isabel. Los invitó a su chalet, donde hacia las fiestas y las barbacoas,  cuando estaban durmiendo se desató un incendio, ellos no pudieron salir y murieron. Supo cómo hacer para que pareciese un cortocircuito. Mi vida a partir de ese momento fue un infierno, solo pensaba en proteger a Ana, hasta que le dio el Ictus y pude librarme de él. Cuando falleció, cogí todo el dinero que tenía guardado sin declarar y desaparecí hasta que tú me volviste a encontrar en tu empresa.

—Pero…no entiendo ¿Vivías con Jesús? Pregunté sin creerlo.

—Claro, después de la paliza y de confesarme que fue el quien te denuncio y te metió en la cárcel, me "invitó" a irme a vivir con él. Así me tenía controlada y no haría nada contra él. Para cuando todo acabó seguro que tú ya estabas en libertad.

—Fueron diez años Isabel, diez años de calvario en los que recibí amenazas de muerte y palizas. ¿En serio me dices que no pudiste hacer nada?

—Salva, seguro que tu tuviste miedo con esas amenazas de muerte y esas palizas. Yo me encontraba en la misma situación. Temía por mi vida, por la de mi hija por la de mis padres…¡¡TENIA MIEDO ¿PUEDES ENTENDER ESO?!! Dijo Isabel molesta.

De alguna manera la entendí, supe por lo que había pasado y su vida que yo creía que había sido un camino de rosas, fue como estar presa de un malnacido que la sometió a saber a qué vejaciones. La convirtió en su puta y por una mala decisión de ella en ese archivo arruinó su vida y la mía.

Pero me sentía mal, no por el hecho de saber la verdad y ya no poder hacer nada al respecto. Me sentía mal porque por no haber hablado antes con ella y conocer la verdad, metí a esa mujer ya castigada en prisión y eso me estaría atormentando toda mi vida. Francisco me lo advirtió, pero yo en mi obcecación no le hice caso.

Sin darme cuenta estaba llorando, con la mirada perdida en algún punto de ese salón y sin saber muy bien lo que hacer, tenía la cabeza echa un lio.

—Solo una duda. ¿Vamos a comer aquí? Preguntó Isabel.

—Claro, dije sin pensarlo, podemos comer aquí o salir a comer por ahí. Ya lo decidiremos.

—Pues si no os importa yo me voy a echar un rato, dijo Isabel, Estoy agotada y sinceramente, pensé que mi salida de prisión seria para mí una fiesta.

Abracé a Isabel llorando, todo lo que podía salir mal se estaba cumpliendo y aquello era un mar de despropósitos con dos vidas rotas.

—Isabel te ruego que me perdones, siempre pensé que fuiste tú quien me metió en prisión. No tenía ningún derecho a hacerte lo que te he hecho.

Isabel volvió a besarme, pero esta vez el beso aunque fue solo labios contra labios fue más largo. Ana volvió a apartar la mirada molesta con esa acción.

—Ya nos hemos hecho todo el daño que nos podíamos hacer, dijo Isabel, hemos tocado fondo, solo nos queda subir a la superficie y tomar aire.

Diciendo esto, se levantó, dio un beso a Ana y desapareció por el pasillo hacia la habitación de invitados. Cuando oímos cerrarse la puerta Ana vino hacia mí y me abrazó desde atrás apoyando su cabeza en mi espalda.

—Se que con pedirte perdón miles de veces no voy a arreglar nada. Empezó diciendo Ana. Samantha me quiso sacar de mi error pero no la creí. Por favor mi amor, dime que no es tarde, que todavía lo nuestro se puede salvar.

Me di la vuelta y nos quedamos mirando frente a frente. La amaba, no había dejado de hacerlo en esos tres meses, pero como me trató todavía estaba muy presente y me dolía.

—Te podría decir que voy a darte las mismas oportunidades que tú me diste a mi cuando te fuiste. Pero te amo tanto que no puedo dejar de pensar en volver a la vida que teníamos. Por mi parte ni es tarde y lo que teníamos solo está en pausa, volvamos a darle al play.

Ana me miro ilusionada y me besó con amor, mientras nos abrazábamos intentando fundir nuestros cuerpos. La respuesta de mi cuerpo ante su pasión no me dejó indiferente y ella lo notó enseguida sobre su pubis. Llevaba demasiados meses sin ni siquiera masturbarme. Nuestro beso y nuestro abrazo se empezó a hacer más pasional, nuestras manos no paraban. Ana me miro enfebrecida y agarró mi mano tirando de mí.

—Ven acompáñame. Dijo Ana excitada.

Ana me llevó rápidamente hacia la que fue nuestra habitación y me metió en el cuarto de baño, cerró la puerta y puso el seguro. Me miró con deseo y arrodillándose desabrochó mis pantalones y los bajó con ropa interior incluida. Mi polla salto buscándola con desesperación, la dio un par de mamadas y sentándome en el inodoro arremangó su vestido hasta su cintura y apartando su tanga a un lado se clavó mi polla hasta que hizo tope en su útero.

—Diooooos mi amor como necesitaba sentirte otra veeez…Ahhhhh…creo…creo que me voy a correr. Gimió Ana en mi oído.

—Mi amoooor, llevo tantos meses sin correrme que no creo que aguante muchoooo…Anaaa…diooooos… me voy a correr.

Mi polla se hincho y sin poder evitarlo, como un primerizo con eyaculación precoz, mi polla empezó a echar litros de leche dentro del coñito de Ana que empezó a temblar y a correrse conmigo

Nos abrazamos con fuerza mientras nos comíamos a besos. Nos mirábamos con pasión mientras las caderas de mi amor se mecían suavemente con mi balano dentro de ella mientras recuperábamos nuestras respiraciones.

—Te he echado tanto de menos mi amor, decía Ana fatigada. Me estaba muriendo sin ti.

Volvió a besarme con una pasión inusitada, saco mi polla de su interior y puso una mano tapando su coño. Me miró con picardía mientras reía como una niña pequeña sabiendo que va a hacer una trastada y subió sus braguitas. Vio que la miraba intrigado.

—Quiero tener tu esencia dentro de mí, que empape mis braguitas, sentir la humedad de tu corrida sabiendo que parte de ti está en mí. Te amo mi amor.

Nos acomodamos nuestras ropas y nos fuimos al salón. Esperamos a que Isabel se despertase y nos fuimos a un restaurante a comer. Ana estaba radiante, con una sonrisa permanente en su cara, aun después de haber oído la confesión de su madre y todo lo que ocurrió. Aunque las muestras de cariño de Isabel la hacían sentirse incomoda.

Me costaba contener mi alegría por haber "recuperado" a Ana pero también entendía el desasosiego de Isabel y empatizaba con ella. Ya por la tarde fue inevitable el hablar de lo inevitable, recuerdo mi salida de prisión y la ayuda de Francisco y su mujer.

—Isabel, ¿tienes algún sitio donde quedarte?

—Realmente no, no tengo ningún sitio. Una compañera que tuve en prisión me dijo que cuando saliese me acercase a una dirección que me dio, pero no me fio mucho. ¿Me podría quedar en tu casa unos días mientras lo soluciono?

Vi como Ana cambiaba su cara por una de preocupación, ¿Su madre y yo? ¿Quedarnos solos? Vamos ni en sueños, debió de pensar.

—Álvaro, si no te importa me quedo con vosotros yo también, tienes sitio de sobra y hace mucho que mi madre y yo no estamos juntas, ¿No te importa?.

—En absoluto, para mi será un placer que os quedéis aquí.

—Y una última cosa, sé que es abusar de tu hospitalidad, pero ¿Te importaría acercarme a casa de mi amiga a por algunas cosas para estos días? Vive algo lejos.

—Claro, dije divertido, no hay problema. Isabel ¿Te vienes?

—No, dijo sonriente, estoy cansada, id vosotros.

Fuimos a casa de Samantha que nos recibió con alegría al saber que volvíamos a estar juntos y sobra decir que antes de llegar a casa follamos nuevamente en el coche, dios como amaba a esa niña.

La sorpresa fue al día siguiente en el desayuno. Yo me había levantado primero, esa noche Ana hizo una incursión sigilosa a mi cama y volvimos a hacerlo a escondidas. Yo estaba feliz sabía que todo empezaba a tomar su cauce. Isabel entró en la cocina y me besó con cariño, llevaba todavía su ropita de dormir y me la puso como el cerrojo de un penal.

—Has descansado bien ¿Pregunté con amabilidad?

—Perfectamente, ha sido un sueño reparador y me he despertado con las ideas muy claras, me dijo dejándome muy intrigado.

Al poco, apareció Ana más deseable aun si cabe que su madre y mi polla ya dio un espasmo al tener a dos diosas conmigo.

—Buenos días amo…ehhhh esto Álvaro…Jajajaja…todavía estoy dormida dijo poniéndose colorada como la grana.

Desayunamos los tres contándonos cosas, hablando entre nosotros. Cuando terminamos, Ana sin pensarlo, empezó a recoger, a meter todo en el lavavajillas, colocando todo lo demás en su lugar. Su madre la seguía con la mirada mientras sonreía maternalmente. Cuando Ana se sentó de nuevo Isabel la miro con cariño agarrando su mano y mirándome agarró la mía.

—Bien, basta ya de secretos, dijo Isabel con tranquilidad. No soy tonta ¿Contadme que hay entre vosotros?

—¿Qué dices mamá? Entre nosotros no hay nada, si nos acabamos de conocer. Dijo Ana roja como un tomate.

—Ana te conozco, se cómo eres, te conoces esta casa como la palma de tu mano, se cómo miras a Álvaro, como una mujer enamorada, muy enamorada y para mí no pasaba desapercibido tu malestar cuando besaba a Álvaro o le hacía algún cariño, aparte de que me gustaría saber qué hacías de madrugada en la alcoba de Álvaro. Así que os preguntaré de nuevo ¿Qué ocurre entre vosotros?

Ana me miró con amor y agarró mi mano con cariño. Su madre esperaba una respuesta y la verdad, por que andar con secretos, ya estaba bien de ocultar lo que sentíamos.

—Te contaré Isabel, que tu hija vino a los dos meses o así de que tú estuvieses en prisión. Entró en mi despacho enfurecida y poniendo un papel de desahucio sobre mi mesa, me lo dijo con estas palabras «usted me va a tener que ayudar hasta que salga mi madre de prisión»

—¡¡Esa es mi niña!! Exclamó alegre Isabel.

—En principio seguridad se la llevo de mi despacho y en el día no supe más de ella, hasta que por la noche al salir con mi coche del garaje la vi sentada en un banco frente a mi empresa. No tuve el valor de dejarla allí en una situación tan límite y la llevé a mi casa.

—Entiendo, dijo Isabel. Gracias por hacerte cargo del estado tan difícil en el que se encontraba.

—No me las des, era tu hija y aunque no lo creas me sentía muy culpable por lo que te había hecho. El caso es que lo que en principio iba a ser una estancia de un día acabó siendo una convivencia que nos llevó a enamorarnos como adolescentes.

—Ahora entiendo tu cara de felicidad, decía a su hija Isabel. Tu ropa y por qué seguías en la universidad, siento haber dudado de ti mi amor.

Vi como una lágrima se escapaba de los ojos de Isabel, se levantó de su asiento y nos dio un sentido beso a Ana y a mí.

—Yo no me voy a meter en vuestra relación, ya ha habido suficiente dolor en esta familia. Como entenderéis yo no me puedo quedar con vosotros, tengo que hacer mi vida, decía Isabel emocionada. Álvaro, cuídala como tu mayor tesoro y tú Ana mi vida, mi niña, eres toda una mujer, tienes el amor de un hombre increíble, no lo dejes escapar por que algo así no se encuentra ya.

—Mamá no quiero que te vayas, no quiero perderte otra vez.

—No vas a perderme te lo aseguro.

Esa misma mañana Isabel se fue de nuestro piso, no nos dijo dónde iba, pero estaríamos en contacto.

Ana y yo fuimos a recoger todas sus cosas al piso de Samantha y volvimos a vivir juntos más enamorados que nunca, aunque notaba la tristeza en la mirada de Ana preguntándose por su madre y que es lo que estaría haciendo. En un principio hablaban madre e hija casi todos los días, hasta que pasado un mes dejo de llamar y no había manera de localizarla. Ana no me decía nada pero notaba su nerviosismo y su incertidumbre. Yo me temía lo peor y eche mano de mi buen amigo Francisco. Se hizo cargo de la situación y se puso enseguida a buscar a Isabel, no sé cómo lo hacía pero al cabo de las tres horas ya la tenía localizada y me llamaba para informarme.

—Álvaro si quieres a esta mujer tenemos que hacer algo y rápido. Me dijo Francisco preocupado.

—¿Que ocurre Paco? No me asustes.

—Está trabajando en un club de alterne, aunque todavía no se ha prostituido, solo sirve copas y hace trabajos de limpieza, pero el jefe del local esta como loco por ponerla a trabajar como puta.

—¡¡DIOOOS…NOOOO!! Exclame angustiado. Dime donde estas y vamos a sacarla de ahí.

Cuando llegué a la dirección que me dio Francisco dos gorilas estaban con él, me sorprendió pero enseguida me lo aclaró.

—Es por si se ponen gallitos, con esta gente no se sabe. Dijo francisco con una sonrisa.

Cuando entramos eso era un putiferio con mujeres medio desnudas mostrando su cuerpo. Conocía ese tipo de ambiente, no era la primera vez que lo veía y como una aparición vi a Isabel vestida únicamente con un corpiño muy ajustado dejando sus tetas elevadas y al aire, una faldita tan corta que no lograba tapar su culo y sus braguitas, medias de red y zapatos de tacón. Estaba preciosa, sexy, deseable pero allí no podía seguir.

—Isabel, vámonos de aquí.

Se asustó al verme y se le cayó la bandeja con las bebidas que llevaba, pero se abrazó a mí con fuerza echándose a llorar.

—No sabía lo que hacer, tenía que ganar algo de dinero y esto es lo único que encontré, decía asustada y llorando.

—¿Y para que estamos tu hija y yo? Si nos tienes que pedir ayuda lo haces dije enfadado. Además si tu hija se entera de esto me crucifica y luego ella se crucifica conmigo.

No fue difícil sacarla de ese antro. De momento la llevé a un hotel para que se sintiese segura, saque mi visa de empresa y se la dejé.

—Mañana vete de compras, quiero a la Isabel que conocí cuando estabas en mi empresa, ahora mismo tengo muchos planes para ti. Y mañana sin falta llama a tu hija y habla con ella, te echa mucho de menos.

Al día siguiente cuando llegue a casa, Ana me recibió comiéndome a besos. Había hablado con su madre y creo que se habían contado todo.

Compre un piso y lo puse a nombre de Isabel. Estaba lo suficientemente cerca de donde vivíamos para ir dando un agradable paseo. Aunque con desconfianza por parte de algunos directivos de mi empresa, volví a contratar a Isabel como directora de compras. Ana recobró esa felicidad plena que deseaba, tenía consigo a las dos personas que más quería. Al siguiente año, Ana terminó su carrera y pasó a ser vicepresidenta de mi empresa y mi mano derecha, todo iba bien, muy bien, pero había algo que todavía no encajaba como debía y eso era que Ana sabía que su madre estaba enamorada de mí, pero nos respetaba, ella no se metía en nuestra relación.

Ana habló conmigo, sé que le costó tomar esa decisión y más me costó a mi aceptarla pero como me dijo «Si mi madre lo daría todo por mi…¿Qué no daría yo por ella? Lo doy todo»

El miércoles estábamos cenando los tres, animadamente y Ana fue la encargada de comentárselo a su madre. Los jueves durante 24 horas Isabel seria mi compañera con todos los derechos. Al principio se negó, pero el deseo se reflejaba en su cara. Ana miró su reloj y ya pasaban cinco minutos de las doce de la noche del jueves.

—Es jueves mamá…¿Me dejas las llaves de tu casa?

Ana se despidió de nosotros con cariño, salió por la puerta decidida y se desató la pasión entre Isabel y yo. Pensé que le costaría un mundo el saber que estaba haciendo el amor con su madre, pero el paso de los meses y el hablarlo mucho entre los dos me demostró lo bien que lo llevaba.

Ana y yo nos hemos casado y esperamos un bebé. Estamos en un momento de nuestras vidas en que todo es perfecto. Creo que el destino por fin nos ha dejado ser felices.

FIN

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