¿Por qué lo haces?
Esta es una especie de poema erótico escrito en prosa que hice algún tiempo, quiero compartirlo con ustedes, espero les guste, gracias por el apoyo que me han dado.
¿Por qué lo haces?
Tenía casi un año como enfermera del Sr. Jason, uno de los pacientes más difíciles que había tenido que cuidar, siempre de mal humor, nada le parecía lo suficientemente bien, pero igual ella necesitaba el empleo.
Era triste la historia de su empleador, un hombre inmensamente rico, de apenas 42 años, postrado en una silla de ruedas debido a un terrible accidente de tránsito. Se dice, que aquella terrible noche de hace cinco años, él y su esposa venían por la autopista a toda velocidad y sosteniendo una fea discusión, ella tenía un amante y lo justificaba con su falta de atención, el la consideraba una puta desgraciada, que amaba vivir bien a costa de su dinero mientras lo tenía de cabrón. Dicen, que aquella noche él quería volcar el auto y acabar con ambos, otros afirman que fue ella quién intentó hacerle perder el control, otros afirman que él había bebido mucho. Lo cierto, es que el auto se salió de la pista y rodaron cuesta abajo sin control, ella salió por el parabrisas como una exhalación y murió casi de inmediato, él quedó inconsciente, para luego despertar inválido.
Los médicos afirman que con la debida terapia él puede levantarse, quizás caminar con un bastón, incluso llegar a fortalecerse lo suficiente como para andar sin ninguna ayuda, pero a él poco le importa. Se pasa los días tumbado en su silla leyendo libros, y poniendo mala cara por todo, no baja a comer -se niega a que se instalen rampas en su mansión para ayudarlo a desplazarse- no gusta de tomar sol, no recibe a nadie, cualquier cosa que produzca algo de alegría parece molestarle a sumo grado. Por las noches sufre terribles pesadillas, se despierta sobresaltado, ahogándose sin poder hablar, ella corre a su lado cuando pulsa el botón de emergencias, le ayuda a incorporarse, le sirve un vaso de agua, le conforta.
- Ya estoy bien, váyase ¿No ve que tengo sueño?
Esa es la única respuesta, ni un gracias, ni un gesto de amabilidad. Cualquier otra se hubiese marchado a los dos días, como de hecho muchas otras lo hicieron, pero ella lo ve distinto, sabe que sufre una gran tristeza y que el principal desprecio que siente es hacia sí mismo. Además, lo ama en silencio, incluso antes de conocerlo, cuando veía su cara en los periódicos, con esa arrebatadora sonrisa capaz de derretir el hielo, lo que daría ella por verlo sonreír aunque sea una vez.
- Buenos días señor.
Le saluda con tono suave y cariñoso, mientras entra empujando el carrito con el desayuno, él suelta un gruñido como respuesta.
¿Quiere tomar su baño antes o después de desayunar?
Me da igual, no tengo hambre.
Bueno...
Entra al cuarto de baño, y abre el chorro con agua tibia, agrega un poco de gel perfumado y regresa para atenderlo. Con cuidado le ayuda a sentarse en la silla que usa para bañarse, luego lo conduce pacientemente y le ayuda a desvestirse, para luego empujar la silla hasta la gran tina del baño. Una de las pocas modificaciones que tiene la casa, es esta tina con una rampa comoda que le permite ingresar con una silla. Normalmente, ella lo ayuda un poco y luego él termina de lavarse sólo, aunque no lo dice, parece que es de las pocas cosas que disfruta.
Esta vez sin embargo, esta vez ella se descalza y entra con él, rodando la silla hasta el centro de la gran tina. El la observa con asombro, normalmente luego de ayudarle a bajar por la rampa, él acerca la silla al borde de la bañera, en donde es atendido, nadie entra con él en la tina.
¿Qué haces? -Le pregunta confundido-.
Pensé que hoy podemos probar otra cosa...
Le responde con timidez, mientras baja la mirada, se arrodilla dentro del agua y comienza a desabrochar su uniforme con lentitud.
Pero... qué..?
Está bien, le dice ella con timidez, usted no me lo pide, yo se lo ofrezco, y si no funciona no tenemos que volver a intentarlo.
El está a punto de contestar, pero la visión del hermoso par de senos que tiene ante sí le dejan sin habla, hermosos, redondos, generosos, con dos pequeños pezones rosados que se yerguen ante su mirada como flores por la mañana. Mientras la tela se abre van apareciendo sus formas, hermosas caderas, vientre suave cubierto ahora de rubor, con su pequeño ombligo como un cráter perfecto, que marca el descenso hasta su delicado sexo, con sus labios entre abiertos de forma sugerente.
- Tóqueme...
Le dice ella con un hilo de voz, casi parece nerviosa. Y al ver qué él no se mueve toma su mano con cuidado y la coloca sobre uno de sus pechos. El cierra los ojos disfrutando de ese contacto, comprobando que aquella piel es tan deliciosa como puede ser, siente el pezón endureciéndose bajo la palma de su mano, haciendo que sin darse cuenta lo rodee con sus dedos para acariciarlo. Ella cierra los ojos con suavidad y levanta el torso ofreciéndole más.
- ¿Por qué lo haces?
Le pregunta con una mezcla de timidez, sorpresa y reverencia en su voz.
- ¿Por qué no?
Le responde mirándole a los ojos, con las pupilas dilatadas con deseo. Oh, deseo, una emoción que casi había olvidado. Animado ante la forma en que a ella se le eriza la piel, continua su contacto. Acaricia ambos pechos con las dos manos, el torso, su vientre, deja que sus dedos deambulen libres hasta más abajo del ombligo, sintiendo un dolor sordo y extraño entre sus piernas. Ahí está, a él mismo le sorprende que tenga esta erección, mucho más tan plena y dura. Ella también la nota y exhala un suspiro, pero en sus ojos no hay asombro, sino una emoción tan carnal como la suya.
La atrae hacia él con una necesidad imperiosa, besa y muerde su cuello, el lóbulo de su oreja, sus pechos, mientras con las manos explora sus nalgas, ella suspira entrecortadamente y le acaricia la espalda. El deseo y el morbo casi pueden palparse sobre el agua.
- Si quieres que me detenga dilo ahora -Le susurra él al oído, consciente de que está al borde de la consciencia-.
Ella no le responde, pero busca sus labios y se hunde en ellos con un beso profundo, rozando su lengua con timidez.
- ¿Vienes? -Le dice ahora, invitándola hacia su cuerpo-.
Ella emite un suspiro y se sube sobre él, toma su erección entre los dedos y la empuja contra su sexo, luego se incorpora lentamente, cerrando los ojos, disfrutando de la carne endurecida que la va poseyendo. El siente casi un dolor sordo que poco a poco se convierte en un inmenso y agudo placer, una sensación que va creciendo al ritmo que ella le impone con sus caderas. Al principio es tan sólo un suave vaiven que se va llenado de necesidad, y aumenta hasta que se frota con frenesí y lo arrasa todo.
El la sostiene entre los brazos y respira calladamente junto a su cuello, mientras los temblores de ambos cuerpos comienzan a calmarse. Ella no puede verle, pero está segura de sentir su boca contra su piel y en ella una sonrisa.