¿Por qué a mí? Capítulo 26

¡Y no sabes lo rico que sentía de estar en los brazos de cualquier hombre y sentirme amado, me hacía olvidar la maldita familia en la que nací y en los padres que desgraciadamente me tocaron!

Hola, ¿cómo están?, espero que bien, les quiero agradecer muchísimo el apoyo brindado a la historia de Job, en verdad me siento contento por el recibimiento que le han estado brindando; también quiero hacer un recordatorio sobre la historia, me estoy basando en hechos reales de una persona que vive con VIH, no que sea mi historia la que este narrando; he recibido mails de apoyo ante la situación, se les agradece, pero no es mi historia ni mi vivencia, es una historia dividida en 50 % realidad 50 % ficción; un abrazo grande y felices fiestas decembrinas.

Capítulo 26/03 "Ven a mi casa esta navidad".

El beso que me di con Marcelo en su camioneta, me hizo remover cosas del pasado y repensar que efectivamente perdí una gran oportunidad con él de ser feliz; llegué a mi casa estaba subiendo las escaleras para mi recamara cuando mi madre seriamente apareció.

– ¿Dónde andabas?

– En la calle, mamá, ¿Dónde más? – Respondí con prisa.

– ¡Ajá, sí! ¡¿A esta hora?! – Exclamó sin creerme.

– Bueno con quién más, si salgo con amigos malo, si salgo solo malo, ¿a fuerza tengo que especificar a dónde y con quién voy? – Algo incómodo dije.

– Pues sí, mientras vivas bajo este techo debes decirme con quién sales, con tus amigos no creo, ya que ellos ya no se encuentran en la ciudad, así que quién sabe con quién te ves, capas y andas de cabroncito. – Mi mamá seria.

– ¿Cabroncito? – Molesto bajaba de nuevo. – ¡Haber mamá!, dime, ¿qué te molesta o qué onda con tu actitud?

La miraba en lo que ella decía. – No me molesta nada, sólo que debes decirme con quién vas, pues te recuerdo que antes por andar de "discreto" mírate lo que te pasó.

– ¡Ah!, "discreto". – Me le fui acercando enfadado. – ¡Ya, ya entendí! – Me tronaba los dedos. – Lo que te pasa es que ahora la culpa de mala madre te pesa más y por eso quieres reivindicarte haciéndome cuestionamientos impropios, claro, es eso.

Mi mamá molesta. – Nunca he sido mala madre, tú fuiste el mal hijo que en lugar de ser sincero preferiste ocultarme cosas y mírate ahora, ¡ahí tienes las consecuencias!

– ¡Ahora resulta que yo soy el mal hijo! – Grite. – ¡Por qué no aceptas tus culpas y errores como madre y dejas de estar buscando culpables!

– ¡Yo no tengo nada de culpa! – Quebrantándose la voz hablaba. – Como madre siempre busqué lo mejor para mis hijos, para ustedes, sin embargo no sé en que falle para que me salieras así y ahora estés así, ¡entiende que me preocupas mucho Job!

– ¡Ay por favor!, ¿ahora estas muy preocupada por mí? – Me sonreí en lo que ella derramaba lágrimas. – ¿Por qué no nos hablamos con la neta y dejamos de siempre hablarnos a mitades?

– ¿Cuáles verdades? – Limpiándose las lágrimas. – Todo está dicho Job.

– No mamá, nada está dicho, pues desde que mi hermana y tú supieron de lo que tengo, no has dejado de estar como halcón sobre de mí, ¿crees que no me doy cuenta cuando entras a mi recamara luego de que me voy?, no sé qué quieras encontrar al esculcar mis cosas, tal vez sea para encontrar secretos o saber sobre mi vida íntima. – La confronte con eso y ella actuando cómo si no supiera de que, decía. – ¿De qué hablas?

– ¡Ay mamá, deja de fingir caramba! – Enojadísimo exclamé. – No soy idiota, sé bien que andas de chismosa entre mis cosas buscando quién sabe qué cosa, me di cuenta porqué las cartas de Jacqueline y la de Renzo las había dejado dobladas entre un libro y curiosamente aparecieron en diferente orden.

– ¡Estás loco!, ya la enfermedad te está afectando. – Mi mamá al sentirse acorralada se daba media vuelta y como yo ya estaba picado del enojo, me interpuse en su camino enojado diciendo. – ¡Me caga que siempre quieras tratarme de loco por el VIH!, ¡Aquí la loca eres tú!

– Desaté su furia o mejor dicho provoqué que su frustración e ira contenida este tiempo se derramará, ya que al decirle eso, me lanzó una bofetada que me hizo sentir un ardor impresionante en la cara. – ¡No me faltes al respeto que soy tu madre!

Me incorporé respirando como toro. – ¡¿Respeto?! – Bajaba mi mano apretando el puño diciendo. – ¡Aquí en esta casa nunca ha existido el respeto, principalmente por ti y por mi papá!

¡Estallo la bomba!, era lo que hacía falta, ya que tanto mi mamá como yo estábamos al límite.

– ¡Ay sí, ahora nosotros tenemos la culpa de tus chingaderas! – Mi mamá haciéndose la digna.

– Claro, sí, ustedes tienen mucha culpa después de todo, ¿ya se te olvido? – Ella me miraba como si tuviera confusión y pues yo por lo enojado le despepite todo. – Cómo veo que se te olvidó, te recordaré, ¿te acuerdas cuando estabas enculada con que mi papá estaba de pito caliente con otra vieja?

– ¡A mí no me hablas así, ya te dije! – Trató de volver a cachetearme pero le sostuve la mano en el aire y se la apreté diciendo. – ¡Mucho antes dejaron de respetarnos!

La empuje diciéndole. – ¡Siempre que él llegaba tu comenzabas a hacerle interrogatorios y hasta cierto punto a cohibirlo!

Ella derramaba más lágrimas y hasta cierto punto sabía por dónde iba el asunto, pues no decía nada. – Y cómo él no te podía dar una respuesta clara, ahí comenzaban sus gritos, peleas e insultos, cuando él comenzaba a tener la razón nos metías en sus discusiones como pretexto y empezaban a sacar cosas que ni al caso con sus problemas de pareja, ¡ah pero eso sí, al día siguiente como si nada!, ¿eso no era faltar al respeto?

Continuaba sacando lo que he guardado por tiempo. – Mis hermanos se salían de la casa y se iban a distraerse y yo me quedaba escuchándolos discutir por cosita de nada, por eso una vez que descubrí el chat en línea de la ciudad, comencé a contactar y conocer hombres, prefería salir con ellos que estar aquí en la casa escuchando tus absurdas peleas de las cuales tú misma tuviste errores como mujer, como esposa y como madre.

– ¿Ahora resulta que por los problemas con tu papá andabas dándole las nalgas a cualquiera? – Mi mamá cuestionando mis acciones.

– ¡Sí fíjate, sí! – Exclamé. – ¡Y no sabes lo rico que sentía de estar en los brazos de cualquier hombre y sentirme amado, me hacía olvidar la maldita familia en la que nací y en los padres que desgraciadamente me tocaron!

Decirle eso fue como darle una estocada y de nuevo, me abofeteo. – ¡Mal agradecido!

Me incorporé mirándola con furia.

– ¡Yo como madre siempre he querido lo mejor para ustedes, no iba a permitir que estuvieran hablando de mí y de ustedes a sus espaldas!, ¿te imaginas lo que la gente hubiese pensado de la cornuda y los hijos de la cornuda?

Vaya excusa de mi mamá, ¿no creen?

– ¡Claro, siempre te ha importado el qué dirán o pensaran de ti!, ¡La Señora Rivas dejada y con tres hijos! – Decía con burla. – Tu orgullo siempre ha estado de por medio, es entendible, tu familia siempre se ha caracterizado por eso, por siempre tener el apellido en alto aunque no tengan ni en que caerse muertos, orgullosos, soberbios, frívolos, así es como te criaron y por eso es que ni tú ni tus hermanas han podido lograr ser felices, pues el apellido y el qué dirán es lo que más les importa.

– ¡Pues sí!, por qué nadie de mi familia hasta el momento había salido así de enfermo y desviado como tú. – Ella por fin vomitaba lo que le molestaba. – Todos tus tíos, primos y sobrinos han salido hombres de bien, se han comportado como machitos, pero tú, tú saliste desviado, cabrón caliente como tú padre a diferencia que él es hombre no rarito como tú, no debes de portar el apellido si eres así como eres.

No sé qué dolía más, si confirmar que yo avergüenzo a mi madre o que me comparará con mis parientes; creo que duele más el confirmar lo que ya sabía; sólo que era momento de saberlo por sus palabras que continuar suponiendo.

– ¡Bravo, bravo señora! – Omití decirle mamá. – Ya estas sacando lo que te puede más, continua, anda, sigue escupiendo lo que te enchila.

La miraba bastante serio y comenzaba a tenerle rencor. – ¿Qué, ahora me odias?

– Ella cuestionaba ante mi mirada seria y desilusionado dije. – No, no tengo por qué odiarte, creciste en otra generación, dónde las apariencias importaban más que la felicidad o libertad para tener una vida tranquila, no debo odiarte por qué eres mi madre lastimosamente, pero sí debo comenzar a ver por mí mismo y creo yo que después de todo, tú saliste ganando, te divorciaste de mi papá, te quedaste con esta casa, con pensión y todavía con algunas comodidades, para que sigas manteniendo esa facha de mujer con apellido sin si quiera tener clase; qué bueno que mi papá se separó de ti, ambos tuvieron culpa de muchas cosas, pero más tú y te aprendí en eso, en culpar a otros que aceptar la responsabilidad; por andar dando las nalgas o de cabroncito como tú dices he aquí las consecuencias, pero ¿tú que consecuencias tienes?

Se quedaba muda.

– La única consecuencia que vas a tener es quedarte sola, sólo mira a mi hermano, es feliz estando fuera y con su novia, mi hermana lo mismo con su novio, ¿curioso que no vengan tan seguido, verdad?, y es que me lo han dicho, hablas mucho, criticas demasiado, te sientes experta en todo, pero no te has visto en un espejo, estás acabada, fodonga, canosa, ¿de qué sirve que te sientas mucho si no eres nada?

Lo sé, me pasé con decirle eso, pero ya estaba roto todo, no había forma de solucionar o reparar; nos rompimos con nuestras palabras y herimos mucho.

– ¡Qué no me faltes el respeto! – Volvió a tratar de pegarme, pero le sostuve su mano de nuevo, la bajé diciendo.

– Te dije que nunca ha existido respeto en esta casa y jamás lo ha habido, ¿por qué pides algo que nunca diste?, ahora entiendo el alcoholismo de mi papá, era eso o soportar a una vieja exigente, orgullosa y soberbia; ¿qué te vio él?

– Mi mamá se molestaba, se ponía sería y bajó sus manos, agachando la cabeza dijo. – Tu padre nunca estuvo enamorado de mí, si no de mi hermana, pero como ella no le quiso me buscó para consuelo, comenzamos a salir y en pocos meses nos hicimos novios, al poco tiempo resulté embarazada y tu abuelo nos obligó a casarnos, aun sabiendo que a quién tu papá quería era a mi hermana y no a mí, accedí a casarme con él bajo bienes mancomunados pues fui su consuelo pero no por eso iba a dejarme, los tuve a ustedes fruto del amor que le tenía a tu padre y hubiesen sido cuatro hijos de no ser por aquel aborto que tuve después de tu hermano; sin embargo mi error fue el continuar con un matrimonio que no tenía futuro, nunca lo tuvo y las consecuencias se pagan y caro.

Mi mamá revelaba algo que mis hermanos sabían excepto yo, el enterarme de esa situación me hizo tener como que confusión, tras eso, me di la vuelta y le dije. – No estaba con ningún hombre, estaba sentado en una banca, viendo la vida pasar, reflexionando por qué a mí, por qué yo, eso era lo que hacía.

Ella se quedaba ahí agachada y yo subía a mi cuarto, cerraba la puerta con seguro, tomaba mi almohada y la apretaba fuerte, llorando y lamentando el vivir así, comencé a recordar esa propuesta que Marcelo me hizo en Diciembre y que por estúpido rechacé pues aún tenía consideración por mi mamá y que se fuera a quedar sola.

Recuerdo bien que Marcelo y yo andábamos haciendo sus compras de despensa.

– Oye, ¿ya agarraste galletas? – Preguntaba mirándole.

– No, agárralas, pero tres cajas, siempre que estás conmigo eres bien comelón de galletas. – Volteaba él a ambos lados del pasillo y me daba un beso con una sonrisa al final.

– No es verdad, no como muchas galletas. – Sonreía y de nuevo me daba un beso diciendo. – Mentiroso, eres, monstruo come galletas.

Me reía y tomaba las galletas y continuábamos surtiendo su lista, en ese momento pasábamos por el área de adornos navideños y me emocioné viendo esferas, el árbol grandísimo y más cositas de navidad, entonces él me miraba preguntando. – ¿Por qué no adornas tu casa?, o sea te gusta mucho la navidad por lo que me he dado cuenta, pero ¿por qué no adornan?

Mi desilusión se plasmaba cuando respondí. – A mis hermanos y a mí nos gusta mucho navidad, pero a mi papá no y para no causar problemas e incomodidad, más de la que ya hay, pues no lo hacemos, no tiene mucho que tiramos a la basura el árbol, las luces, las esferas y nuestro nacimiento, todo porque mi mamá quiere complacer a mi papá con tal de que no se vaya de la casa y nos deje.

– ¡Ay chaparro!, lo siento mucho, medio imaginaba algo así, pero no pensé que fuera verdad, ¡ah que cosas con mi suegra! – Su mano tocaba la mía y me mostraba consuelo ante mí tristeza, yo la apretaba y tiernamente recibía un beso en mi mejilla.

Nos pasamos a otro pasillo y luego nos fuimos al área de frutas y verduras, allí escuchaba una voz muy familiar gritar. – ¡Job, Job!

Volteaba y era sorprendido por un abrazo fuerte y grande de Jacqueline, que alegre me decía. – ¡Amigo, te extraño!

– Ay, que exagerada eres, apenas tenemos cuatro días de haber salido de vacaciones decembrinas y ya me extrañas. – Le decía sonriendo.

– Pues sí tonto, te extraño, eres mi mejor amigo y te quiero muchísimo. – Ella se apartaba de mí diciendo. – Por cierto, no se te olvide mañana nuestra cena prenavideña, ¡eh!

– No, no se me olvida, ¡eh! – Le decía.

Se sonreía en lo que sus papás a lo lejos me saludaban.

– ¿Vienes con tus papás?, creí que con Flavio. – Preguntaba en lo que me movía para dejar pasar a unas personas.

– No, Flavio está preparándome mi regalo, ya sabes cómo es, así que vine con mis papás, estamos comprando lo que cenaremos mañana, ¡que va a estar delicioso! – Respondía entusiasmada.

– ¡Ay sí, Flavio siempre detallista! – Exclamaba contento.

– Sí, pero también Marcelo es detallista contigo, no digas que no, ustedes son más amorosos que nosotros. – Ella alegre de verme feliz con él.

– Por cierto, ¿le dijiste de la cena de mañana? – Me interrogó curiosa.

– Sí, sí, también es muy detallista Marcelo y no somos tan amorosos, bueno sí un poquito. – Me sonrojaba. – ¡Y sí, ya le dije de la cena de mañana!

Los dos volteábamos y dije. – Hablando del rey de roma.

Marcelo se acercaba con una bolsa de Manzanas rojas y al vernos Jacqueline feliz dijo. – ¡En serio me encanta como se ven juntos!

Marcelo colocaba la bolsa anudada en el carrito y sonrojado dijo. – Hola Jackie, que gusto, gracias.

Ella lo abrazaba fuerte diciendo. – Un gusto siempre verlos juntos.

Nosotros nos mirábamos y ella nos preguntaba. – ¿Entonces si van a ir mañana?

Él respondía con sonrisa. – ¡Por supuesto!, para eso son las manzanas, haré un postre con ellas para compartir.

Jacqueline alegre. – Guapo, profesionista, buen chico, ¡también cocinero!, qué suerte tienes amigo.

Marcelo se sonrojaba y se encogía en hombros y yo sólo me sonreía; los padres de Jacqueline se acercaban con su carrito y nos saludábamos, ellos de nuevo cuestionaban si iríamos a su casa a la cena y nuestra respuesta fue afirmativa; tras eso, nos despedimos acordando que nos veríamos mañana.

Él me decía tras haber visto a los papás de Jackie saludarme muy afectivos. – Te aprecian mucho los papás de Jackie, ¿verdad?

– Sí, se han portado muy amables, creo ella les ha comentado más o menos mi situación familiar y han tratado de ser comprensivos conmigo, además de que pues saben de nuestra relación y que andamos a escondidas, ellos entienden y por eso también en ocasiones se preocupan por mí y por lo que llegase a suceder.

Le hablaba en lo que caminábamos por el área de carnes. – O sea que como quien dice eres su hijo adoptivo, ¿o sea que vienen siendo mis suegros postizos? – Marcelo bromeando.

– ¡Pues viéndolo bien, sí eh! – Exclamaba. – Soy el hijo adoptivo, bueno somos, por qué Keila, Bimba y Flavio también lo son, somos amigos y hermanos. – Suspiraba sonriendo.

– Me da gusto que sea así mi niño bonito. – Me daba un beso en la frente y decía. – Vamos a ver qué otra cosa llevar para la cena.

– ¡Si, cierto! – Me llevé una mano a la frente.

– ¿Qué sucede? – Cuestionó él preocupado.

– Es que no les he comprado sus regalos navideños a mis amigos. – Le respondía.

– Ah bueno, pues vamos al área de dulces y les llevamos. – Habló luego de revisar que ya no faltaba nada en su lista de despensa.

Caminamos juntos a los dulces y ahí vi unas bolsitas con listones y chocolates de variedades, sólo que al ver el precio, me daba cuenta que no me alcanzaba para llevarlos, así que estaba por declinar cuando Marcelo me ponía su mano izquierda en mi hombro derecho diciendo. – Por el precio no te preocupes, agárralos, yo los pago.

– No, no, cómo crees, no amor, gracias pero no. – Dije apenado.

– ¡Oh pues!, no seas necio, anda precioso, los agarras tú o los tomó yo. – Ponía su cara seria y con pena los tomaba diciendo. – Pero te los voy a pagar eh.

– No, nada, así quedamos, yo agarraré unos para los papás de Jackie y otros para mis papás que se los llevaré cuando los vea. – Él me apretaba mi mano y seleccionaba los chocolates que regalaría y yo los míos.

Marcelo desde que iniciamos nuestra relación siempre se portó muy amable, atento, caballeroso y sobretodo comprensivo, creo que por eso a mis amigos les agradaba mucho, pues sabían mi situación y que al menos estando a su lado mis problemas familiares se esfumaban; y sí, estaban en lo correcto, era demasiado lindo, ¡carajo que pendejo fui en dejarlo ir!

Al finalizar de hacer los pagos en caja, ambos caminábamos sonriéndonos, me distraía viendo las decoraciones en exhibición y me percataba que Marcelo me observaba con mucha cautela; ya en el auto; Marcelo se colocaba el cinturón de seguridad y me volteaba a ver diciendo. – Oye, ¿Sabes algo?

– ¿Qué sucede? – Le observe confuso haciendo lo mismo.

– Me encantó verte entusiasmado con las decoraciones navideñas, te veías tan bien, tan lindo, que me causas ternura, más de lo que ya, te adoro de verdad y el verte así fue de verdad hermoso, me siento más enamorado de ti.

Su mano me toco mi rostro demostrándome que de verdad estaba enamorado de mí; me sonreí entusiasmado y recibí un cálido beso tierno de él.

Sonriendo él decía. – Job nunca dudes de mi amor, en serio te lo digo, este amor que tengo por ti es enorme y deseo que podamos seguir así.

– Eres bien lindo precioso, contigo me siento tan afortunado y sí, tu amor es único y no dudo jamás de ti, eres ideal y me encantas mucho.

Nos sonreímos y justo cuando estaba por darle otro beso, miró el reloj y exclamó. – ¡Tengo cosas que hacer y se hace tarde!

Yo sabía que él estaba algo ocupado, así que comprendí diciendo. – ¡Ah sí, no te preocupes!, sólo me dejas en mi casa y ya, para no atrasarte, ¿te parece?

– Si corazón, lo siento, el tiempo en el supermercado nos absorbió mucho, pero te compensaré este rato, ¡lo prometo!

Marcelo comenzaba a conducir y yo ponía un poco de música la cual nos hacía cantar con tanta felicidad; pero dicha felicidad se empañaría y es que él siempre me dejaba una esquina debajo de donde vivo, me despedí de él con un beso y un abrazo siendo discretos y bajé mis cosas, pero tan sólo unos segundos de que él se había marchado a unos pasos de mi casa escuchaba los gritos y mentadas de mis papás discutiendo; aun no entraba pero escuchaba decirle mi papá a mi mamá.

– ¡Cállate, tú sólo aquí estas de arrimada, pinche pendeja!

– ¡Pues si estoy aquí es por mis hijos, para que en un futuro tengan un lugar donde vivir!

– ¡Claro, como siempre, el interés que tú y tu familia siempre han tenido, son materialistas!

– ¿Y la golfa con la que andas no es interesada?, ¡no verdad!, ¡ella sólo está contigo por amor!

– A ella no la metas, ¡te arde y te puede que ella sea mejor mujer que tú, pinche jodida!

Se escuchaba un fuerte golpe y entonces yo ingresaba a la casa, viendo que mi papá estaba agachado pues mi mamá lo había abofeteado; sí, él estaba ebrio, muy ebrio; siempre ha sido así, desde que tengo uso de razón las fechas decembrinas no son bien vistas en mi hogar, siempre hay pleitos, amargura, mucho odio y envidia de mi papá hacía otros, mi mamá no me explico cómo le hace para tolerar esto cada año; aunque analizando bien, mi papá con su alcoholismo sacaba lo que sobrio nunca ha podido, actualmente que están divorciados veo que mi papá es muy feliz y hasta dejo el alcohol, pero mi mamá fue quien se amargo más de lo que ya estaba al haber sido esposa de ese señor; ¿Qué tanto habrá sufrido mi papá para odiar y envidiar tanto?, ¿será que mi mamá fue la causante de tanto rencor en mi padre?

Como sea, al verme entrar, mi papá hizo mueca de disgusto para expresar. – ¡Ya llego el putito, ahorita mami lo va a proteger y cuidar como mamá gallina!

– ¡Vete a tu recamara ya! – Mi mamá me gritaba.

Yo temeroso y desilusionado caminaba lento, ignorando los comentarios de mi señor padre, hasta que él al ver lo que traía grito. – ¡A mí esas mamadas de feliz navidad y cosas así me molestan, me encabrona mucho la hipocresía!

Entonces molesto me voltee diciendo. – ¡Pues a ti no te gusta pero a mí sí, no tengo la culpa de tus frustraciones!

No debí gritar eso, menos siendo gobernado por el coraje e impotencia; mi papá se dirigió a mí y me apretó de los brazos, para luego aventarme contra la pared y golpeándome la cabeza, diciendo.

– No me faltes al respeto, chamaco estúpido, baboso, inútil.

Mi mamá lo empujaba y le comenzaba a decir de cosas y yo temeroso me reincorporaba y con mis cosas en manos buscaba a mis hermanos que, como siempre para evitar escucharlos discutir, ellos se habían salido de la casa dejándome a mí solo.

Me fui a mi habitación y me encerré llorando, tapándome los oídos y evitando escuchar todo lo que siempre se dicen e insultan mis papás; de pronto escuché un golpe fuerte; era la puerta cerrarse, me había quedado dormido y mi celular estaba en vibrador que ni me había percatado de ese detalle; abrí la puerta, me asomé y vi a mi mamá llorándole a una imagen de la virgen, lento y con cuidado aparecí y en eso ella con lágrimas me decía.

– Por favor Job, tú eres mi apoyo, mi compañía, mi sostén, te lo suplico por favor. – Se arrodillaba ante mí. – ¡Te lo imploro y suplico, nunca me dejes sola, sin ti no sabría qué hacer, no tendría fuerzas!

Me conmoví mucho al escucharla que la abracé y ayude a levantarse, mientras que en sollozos me decía. – Tus hermanos ya casi tienen una vida propia realizada, sé bien que les he amargado mucho su existencia, pero deben entender que lo hago por su bien, por que tengan el día de mañana donde vivir sin necesidad de ir de un lado a otro rentando casas como mi familia lo hizo muchos años; ¡ay hijo, tú no me dejes, ahora no, no en estos momentos!

La abracé tan fuerte que juntos nos soltamos a llorar. – No mamá, no me iré de tu lado, jamás. – Dije suspirando.

– Lo sé, tú si me quieres, me aprecias y me entiendes, sólo por eso te pido no me dejes y quédate a mi lado por favor, no me abandones. – Mi mamá me miraba con sus ojos llorosos y lograba conmoverme más.

Tras llorar y charlar sobre los motivos de la discusión entre mis padres, me daba cuenta que era por la misma razón de siempre, el odio y desprecio de estas fechas decembrinas y del dinero, que siempre nunca en estas épocas tenemos el dinero suficiente como quisiéramos; ambos nos fuimos a nuestras habitaciones; yo en la mía leía los mensajes de texto de mis hermanos, que estaban en una pequeña reunión de amigos y que llegarían de madrugada, procurando que mis papás se calmaran de tanto gritar; mi padre se había ido de la casa y supuse que estaba con la otra, ¡y mejor!, pues así la noche estaría calmada y tranquila; continuaba leyendo los mensajes de texto de mis amigos que estaban emocionados con la cena de mañana y Marcelo que me había estado llamando pero al no recibir respuesta me dejaba un mensaje de voz diciendo:

Flaco hermoso, por lo que veo no puedes responder mis llamadas, así que te dejo este mensaje cuando lo escuches pues me mandas un mensaje de texto; la situación es, que quiero darte una sorpresa y no deseo me la tomes a mal pero también quiero proponerte algo que he pensado mucho desde la fiesta de disfraces hasta ahora, te amo mucho, así que te veo mañana en la tarde antes de irnos a casa de Jacqueline, te amo y ten dulces sueños amor mío.

Le escribía un mensaje agradeciendo y dándole las buenas noches; con mucha intriga y ansiedad, daba de vueltas en la cama, ¡no me podía dormir!, hasta que luego de un rato siendo las 3:22 de la madrugada me dormí o eso creo que pasó. Al día siguiente y como siempre; la situación en casa era como si nada hubiese sucedido ayer; mi papá estaba en el patio acomodando unas plantas, cantando, mi mamá lavando y mis hermanos haciendo labores del hogar; ¿cómo pueden actuar así después del caos de ayer y de los días anteriores?, yo me puse a lavar unos platos, luego me fui a mi habitación para alistarme; leía un mensaje de Marcelo que me pedía vernos a las 5 de la tarde, así que debía apresurarme mucho y sobretodo tener las cosas listas para la noche; ya le había avisado a mi mamá y hermanos que saldría, pero no la hora en la que sería todo; cómo ellos de plano me ignoraban y no me hacían mucho caso, me aliste, me salí de bañar y me comencé a vestir, con un pantalón de mezclilla negro entallado, una camisa de vestir de manga larga negra con rayas blancas y unos zapatos de vestir negros y mi abrigo gris con blanco; me peine y vi el reloj y eran las 4:44 pm, ya con todo listo, caminé para salir y mi familia ni si quiera me miró, sólo les daba aviso que ya me iba y ellos como si nada.

Abría la puerta y justamente en la misma esquina Marcelo me echaba las luces del coche y se bajaba; vestido con pantalón de vestir gris, zapatos y cinturón café y una camisa de manga larga color crema, me sonreía y yo me entusiasmaba demasiado de verlo tan guapo, tan atractivo, tan elegante; ¡vaya que pinche guapo se veía mi Marcelo!; nos sonreímos y él dijo. – ¡Que guapo te ves!

– Gracias, no es para tanto. – Me sonrojaba.

– Estás hermoso. – Me abrazaba mucho y el olor de su perfume me impregnaba y yo correspondía al abrazo; por primera vez la discreción quedaba en último término; contentos, sintiendo nuestros corazones latir casi al par, él me susurro.

– Te amo mucho Job, te amo demasiado, eres un niño lindo, dulce y tierno, te amo.

– Te amo más Marcelo, eres mi todo, gracias por estar conmigo y deseo que esto sea y perdure muchos años más, en verdad, eso deseo.

Hola mis personajes y yo les deseamos una excelente y maravillosa noche buena, que la diferencia de la celebración en este 2021 no les afecte en pensamientos positivos, alegres y llenos de entusiasmo, les mando un fuerte abrazo y les agradezco mucho el constante apoyo y su tiempo, disfruten de la vida, de lo bonito, de lo que se pueda ir dando, en verdad y de todo corazón, feliz navidad; hasta entonces.

Atentamente: El escritor Jesús C.R.

– Así será mi amor, vamos, que debo enseñarte algo.

– Nos separábamos y él caballerosamente me abría la puerta del coche y la cerraba, luego él se subía y ya con los cinturones de seguridad puestos, avanzamos y cuando activo la música estaba reproduciéndose la canción "Ven a mi casa esta navidad"; misma canción con la que Jacqueline nos hizo la invitación para cenar esa noche en su casa.

– ¿Me darás una pista de la sorpresa? – Pregunté inquieto y con sonrisa.

– No, porqué dejaría de ser sorpresa, pero yo sé que te va a encantar. – Daba vuelta en dirección a dónde Marcelo vivía y él preguntó. – ¿A qué hora es la cena?

– Nos citó a las 8 y media para que a las nueve estemos ya cenando. – Respondí verificando la hora.

– Ah bueno, nos dará tiempo para que disfrutes tu sorpresa. – Me miraba y yo me ponía un poco nervioso cuando se estaba estacionando.

Él quitándose el cinturón me decía. – Por favor quiero que cierres los ojos, ¡bien cerrados eh!, te guiaré para que no te caigas, pero por favor confía en mí, ¿sí?

¡Marcelo!, ¡vaya que hombre, que afortunado fue el tenerlo de novio!

Marcelo se bajaba del coche, me abría la puerta y bajaba con los ojos bien cerrados, escuchaba que abría la reja y luego la puerta, me pedía que no abriera los ojos y que me mantuviera así por unos segundos nada más; en eso escuche un click y de ahí Marcelo me pedía que abriera los ojos lentamente y con calma; ¡no se imaginan la sorpresa!; con cautela seguí instrucciones y estaba nervioso con las manos frías.

– ¡Ya ábrelos! – Me decía entusiasmado Marcelo.

Abrí bien y era increíble; ¡Marcelo había decorado su casa para mí!; el árbol frente a mí de unos seis metros, con listones plateados, dorados, rojos y verdes; esferas rojas, verdes, azules, moradas, doradas, plateadas, unas luces blancas hermosas, del techo colgaban guías de copos de nieve con luces blancas, ¡eran muchas!, al pie del árbol estaba un tren y una villa muy bonita, el nacimiento lo tenía en el hueco de las escaleras con luces de colores; ¡todo se veía hermoso!; guías de guirnaldas, musgo, pascle, piñas con moños, esferas y campanas, y muérdago, ¡wow!, me sentía como niño muy ilusionado, mis ojos brillaban y estaba muy conmovido.

– Sabía que te iba a gustar la sorpresa. – Marcelo muy contento no dejaba de mirarme.

– ¡Es asombroso, es maravilloso, me encanta! – No dejaba de ver las decoraciones, que prácticamente no había un sólo espacio sin adornar. – ¿Lo hiciste tú? – Cuestione impactado.

– Pues sí, luego de que terminé mis pendientes ayer por la tarde, recordé tu carita dulce y tierna al ver las decoraciones navideñas, así que con ayuda de tus amigos me asesoré para adornar y pues fui con prisa a la tienda a comprar el árbol más grande, las esferas, luces y bueno, me emocioné también que compre la villa completa; todo esto es para que tengas una navidad inolvidable y al menos contribuya un poco con tu tristeza y calamidades que vives en tu casa, de verdad quiero ayudar y contribuir en borrar cada amargo momento y llenar ese hueco con mucha alegría y demasiado amor, Job, en serio me encantas mucho.

Las palabras de Marcelo me emocionaron mucho y sólo pude irme a sus brazos, abrazarlo fuerte y besarlo mucho en su rostro, le dije. – Mi amor, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo.

Sus manos se deslizaban por mi espalda y luego dejé de sentirlas para que sorpresivamente me dijera. – Mira, sé que esto no es oficial o bueno tal vez si lo sea, pero...

Me apartaba de él confuso viendo que en sus manos tenía una cajita negra que al abrirla se dejaba ver un anillo de plata con un ónix.

– Pero quiero que esto sea el comienzo de algo duradero y eterno hasta las siguientes vidas; Job, quiero pedirte formalmente que te vengas a vivir conmigo.

Escuchar eso me impresionó mucho, quedé perplejo, sin saber que responderle, sólo miraba el anillo, su rostro incierto iluminado por todas las luces de la sala.

Él hablaba. – Entiendo que eres joven aún y no estás preparado para llevar una vida de pareja, pero sólo te pido que te vengas a vivir conmigo, te alejes de la amargura de tus padres, de sus constantes pleitos, mereces estar y ser feliz, no te digo ni pido que los abandones, pero sí que pienses en tu felicidad, en tu futuro en lo que deseas, tampoco te voy a prohibir que sigas estudiando, al contrario yo quiero hacerme cargo y responsable de tu educación cuando ingreses a la universidad, yo quiero ser parte de tu nuevo futuro y ser tu apoyo incondicional, te amo mucho y lo he pensado mucho, te amo y deseo hacerte feliz, que seamos felices juntos mi amor, por favor, ven a mi casa esta navidad y muchas futuras navidades más, ¿qué dices?

Marcelo me hizo sentirme entre la espada y la pared, no sabía que responder, así que temeroso hablé. – Marcelo también te amo, me parece maravilloso y a la vez tan irreal que tú seas ese caballero que aparece a rescatar a la persona desvalida y desprotegida, que en este caso soy yo, eres como un príncipe y me siento como un cuento de hadas, ¡no lo puedo creer!

– Debes creerlo, es verdad, esto es verdad, ¡siéntelo! – Él me interrumpía en lo que se me acercaba tomando mi mano y colocándome el anillo justo a la medida. – ¡Te amo Job!

– También te amo Marcelo. – Mirándole bien afirmé. – Te amo mucho, sólo dame unos días, ¿sí?, a fin de año te tendré una respuesta, pero de verdad Marcelo muchas gracias por ser el amor de mi vida, por siempre sanarme con tus besos, caricias, apoyo, tu amor, todo tú hermoso y bello ser, gracias.

Nos besamos y sonreímos, ambos alzamos la vista y nos dimos cuenta que estábamos bajo muérdago; nos observamos detenidamente y el tiempo nos dejó de importar, ni el frío sentíamos, nos acariciamos y estando solos nos comenzamos a desnudar; había tiempo, había oportunidad; nuestras ropas caían en el suelo de su sala en lo que nos dirigíamos a su sillón; con las únicas luces de la decoración que nos iluminaban, nos entregábamos a nuestro amor, nuestra pasión; ahí nos encontrábamos desnudos haciendo el amor, sintiéndolo despacio y suave dentro de mí y sus besos y lengua acariciar mi cuello y nuca; ¡nos estábamos amando más que otras veces!

Eran las 5:41 de la tarde aun teníamos tiempo para estar juntos y disfrutarnos, para amarnos, para entregarnos de nuevo, ¡era un amor puro!; ¿saben?, siento que esa vez Marcelo se sentía seguro de mi respuesta y por eso al hacer el amor de manera tan dulce y suave, él no paró de decirme que me amaba y quería mucho, que de verdad esperaba que nuestras vidas se unieran sin importar lo que dijera mi familia o la suya, lo que importaba, lo que importábamos éramos sólo nosotros dos, pero las cosas no son siempre como uno quisiera y ahora mírenme, arrepentido, deprimido y lamentándome mucho por ser tan estúpido y dejarme manipular por mi mamá y su miedo a la soledad.