¿Por qué a mí? Capítulo 17

Sabes bien que estar de puto cogiendo con desconocidos propagando el virus es un delito contra la salud, ¿verdad?; hasta asco me das, más de haber sido tu amigo y pasar esas noches en casa de Samuel bebiendo, jugando baraja y cantando, eso nunca debió pasar, nunca, eres tan patético.

Hola mis lectores; muchas gracias por su cariño y muestra de apoyo; me hacen sentir bien y a gusto; sí es verdad, esta historia es diferente a las ya releídas en esta

página, trató de no caer siempre en lo mismo, sin embargo es casi inevitable no hacerlo; no es un adiós definitivo ni lo será, simplemente que esta historia

tal vez siga desarrollándose en otra página que no sea aquí; en su momento lo diré; trataré de finalizar la parte correspondiente para así continuar con

anteriores historias quedádas a medias; cómo lo ha sido "Sacrilegio" y "Franco - Tira - Amor".

"El Duelo".

Jueves a las 5:31 pm Flavio en su perfil de Facebook daba la noticia del fallecimiento de Jacqueline:

"Familiares, amigos cercanos e íntimos, compañeros, por medio de este mensaje, comunico mi dolor y la gran impotencia de no haber podido hacer más nada, pues a las 2:37 de la tarde, Jacqueline dejó de existir, mi amada y hermosa novia ha partido a su descanso eterno; sus padres y yo fuimos testigos del esfuerzo, entusiasmo, entrega y dedicación para la mejoría de su enfermedad; los tratamientos la debilitaron y hoy, hoy por fin en paz descansará; en punto de las 8 de la noche, será trasladado el cuerpo a la ciudad dónde creció y vivió momentos de alegría; será velado su cuerpo en las Funerarias Jardines del Edén, aproximadamente el cuerpo llegará cerca de las 11 de la noche; amigos, conocidos, familia, no saben el dolor inmenso que me deja su ausencia, no concibo eso, yo espero pronta resignación y el apoyo moral de ustedes; con permiso de la familia hice este comunicado, gracias por sus mensajes de apoyo, recen por el alma de mi amada, lo necesitará para llegar a donde debe ir, hasta entonces mi amada Jackie, te ama Flavio."

El simple hecho de escuchar a Keila leer ese comunicado me partía en dos, me destrozaba, me sentía mal y estupefacto; todos en la academia nos enmudecimos y con calma guardábamos nuestras cosas dejando así por terminado los ensayos.

Starenka pedía nuestra atención diciendo. – Chicos, chicos, sé que en estos momentos todos estamos afligidos por la muerte de nuestra querida y hermosa Jacqueline, les pido que hagamos una cooperación y llevarle una corona de flores y muchos arreglos florales, flores hermosas así como lo era ella, aproximadamente a las 11 de la noche estará llegando el cuerpo para ser velado, así que nos vemos a las 10 de la noche quienes deseen, para comprar los mejores arreglos para nuestra princesa.

– Yo me aguantaba las ganas de llorar, me estaba resistiendo, mi mejor amiga se había ido, me dejo, se fue, nunca más la volveré a escuchar hablar, jamás volveré a bailar con ella; no pude despedirme de ella, yo quería hacerlo, pero, se fue, se fue, ya no la veré sonreír ni sentir sus abrazos; mi mejor amiga ahora está, está muerta.

El grupo de baile nos pusimos de acuerdo para asistir al velorio, incluso los nuevos integrantes, que aun sin conocerla, se empatizaban con nuestra sensible e irreparable pérdida.

En Puebla; los padres de Jacqueline estaban fuertes, no podían aceptar que su adorable hija ya estaba descansado; Flavio tirado en el baño de hombres, no paraba de llorar, era un llanto tan desgarrador, tan contagioso, que hacía sentir mal al personal médico que lo escuchaban lamentarse.

La enfermera de hace rato que ayudo a Jackie a asearse, amablemente entraba al baño con un vaso de agua y una pastilla, al verle así, le decía amable. – Entiendo que este dolor es fuerte, es irreparable, en estos momentos no hay palabras de confort, te pido que te calmes y te tomes esta pastilla, hará que te relajes un poco y estés controlado, en unos momentos más entregaran el cuerpo a la funeraria para posteriormente trasladarla a la ciudad donde provenían, debes estar bien para hacerle fuerte a los padres de Jackie que también están desconsolados, así que toma, tranquilo, fuiste un gran muchacho con ella, la amaste mucho, nos dimos cuentas todas en el cubículo de enfermeras, así que comprendemos ese dolor.

– Flavio tomaba el vaso, la pastilla y se la tomaba de golpe con el agua, él se incorporaba, tomaba papel y se sonaba la nariz, para salir del baño junto con la enfermera; Doña Crisanta y Don Augusto abrazaban con mucho amor a su yerno y trataban de consolarlo.

Al momento, llegaba un trabajador social y algo incómodo preguntaba. – Aquí está el acta de defunción que necesitamos que firme alguno de ustedes y un testigo, copias del expediente médico y también queremos saber quién vestirá a la difunta.

– Doña Crisanta con mucho dolor, le dijo. – Joven yo, yo seré quien vista a mi hija, de hecho traje su vestido y algunas cosas para que se vea hermosa.

– El trabajador social daba indicaciones. – Bien señores, usted puede llenar el formulario que viene en la siguiente hoja y entregarlo en la ventanilla de allá, mi compañera recibirá y sacara copias de eso para luego entregarle lo que hace falta, necesita un testigo; y usted señora venga conmigo, lamento mucho su perdida.

– Augusto tratando de ser fuerte, dijo. – Flavio, serás el testigo que me piden, así que acompáñame.

– Crisanta y el trabajador, tomaban el ascensor a planta baja donde está la morgue; ahí ya estaban dos enfermeras; las mismas que ayudaron a asear a Jackie; una de esas enfermeras, preguntó. – ¿Señora se encuentra de verdad bien?, se ve pálida.

– A lo que respondió. – Mi color de piel es así, con esta noticia pues es más blanco de lo normal.

– La otra enfermera triste decía. – Lamento lo sucedido, era una gran chica, muy tierna y vivaz.

– Gracias, mi hija irradiaba mucha luz, era alguien especial para todo aquel que la llegaba a conocer. – Dijo Crisanta con ojos cristalizados.

Abriendo la puerta, ingresaban a la habitación dónde estaba tendida con bata y cubierta de cabeza a pies el cuerpo aún tibio de Jacqueline; Crisanta descubría el rostro y notaba que su hija parecía dormida y muy tranquila, su rostro estaba relajado; el cansancio se había acabado ya.

– Por fin descansas ya mi niña, ya no debes preocuparte. – Dijo su madre, mientras que de su bolso sacaba un labial para pintarle los labios, luego delineo las cejas, un poco de rímel en las pestañas, rubor, brillo labial y delineo con mucho cuidado por debajo de sus parpados, colocaba una sombra rosa y le colocó una base en su rostro.

La palidez de la piel de Jackie era disimulada por el maquillaje bien administrado por su mamá; luego de eso, comenzó a quitarle la bata; ayudada por ambas enfermeras, la comenzaban a vestir elegantemente; tan sólo unos minutos después, ya teniéndola lista, Crisanta se percataba de que la peluca no la tenía, así que exclamó preguntando. – ¡¿Y la peluca dónde está?!

– En una bolsa sellada, estaba en otra mesa, al verla la enfermera la saco, trato de peinar y ayudando a la madre, se la colocó y entre llanto decía. – Mi hermosa hija, te ves tan guapa, tan hermosa, eres una belleza, ¡ay hija!, no sabes la falta que me vas a hacer ahora y más para Flavio, que está demasiado afligido.

– Las enfermeras se acercaban para brindarle consuelo y apoyo a la señora y se quedaban ahí en la espera de que llegará la funeraria a recoger el cadáver de Jacqueline.

Una enfermera; la que más se había encariñado con Jacqueline, sacaba un rosario de cristales y se lo enredaba entre sus manos que se estaban poniendo frías; la otra enfermera, se quitaba sus aretes y le decía. – Estos aretes te gustaban mucho, la primera vez que nos vimos me preguntaste dónde los compré y de dije que en una tienda en la gran plaza, ahora quiero que los lleves contigo hasta dónde vayas a descansar, eres una gran chica que dio mucho y se esmeró por salir adelante, descansa en paz Jackie.

– La tristeza se apoderó de la habitación e hizo que unas lágrimas brotaran de ver a la preciosa y joven Jacqueline ya descansando de tanto luchar contra ese mal.

Su madre, por último, sacaba unos tacones; los favoritos de Jackie para bailar salsa, se los colocaba y entre una sonrisa y llanto, decía. – Mi hija hermosa, te vas bailando con el Cáncer, sé que hiciste y diste lo mejor, confió que estarás sin sufrir, sin padecer, sin sentirte prisionera de tu cuerpo con cáncer; mi princesa, te ves bellísima.

– Crisanta se movía de lugar, le daba un tierno beso en la frente a su hija y llorando, le comenzaba a trenzar la peluca, haciéndola verse más natural en la cabeza de su cuerpo inmóvil.

Todos salíamos del AMBAD con profunda tristeza, la noticia de la muerte de Jacqueline se propagó y muchos que ni si quiera la conocían o trataron tan bien como nosotros, querían saber dónde sería su funeral; a mí me ponía de malas de ver a esa gente hipócrita que sólo quería morbo y chisme ante lo acontecido.

Keila, Bimba y yo, destrozados por la pérdida de nuestra mejor amiga, acordábamos de ir elegantes de negro; Jacqueline siempre nos decía que debíamos vestirnos guapos y elegantes para cualquier ocasión y no dejarnos opacar; así que aunque se lea extraño, iremos lo más arreglados posibles al velorio de nuestra Jackie.

Renzo, Sofía y yo caminábamos callados; Renzo me iba a dejar a mi casa, sólo que Sofía se nos había pegado como pedacito de cinta adhesiva a la ropa; así que eso hacía más incómodo el andar.

Renzo me tocaba mi brazo y preguntó. – ¿Cómo te sientes flaco?

– Me detuve, le miré y contesté. – Aún sin creer que ella ya no vaya a regresar, me desgarra saber que mi mejor amiga se fue para no volver, me siento muy mal, demasiado mal, ya que la última vez que la pude ver fue en el intercolegial, de ahí no pude irla a visitar al hospital ni hablar personalmente con ella, sólo la última vez por teléfono pero hasta ahí, así que ya te imaginarás como me he de sentir.

– Renzo se conmovió y me dio un gran abrazo y Sofía simplemente nos miraba con mucha incomodidad; para separarnos, ella exclamaba. – ¡Ahí viene alguien, viene alguien!

– Nerviosos nos separábamos y actuábamos como si nada estuviese pasando; al ver que no era nadie, la mire con ojos de enojo y Renzo sólo movía la cabeza diciendo. – ¡Ay Sofía que chismosa!

– Sofía se sonreía diciendo. – Pues es que vi a alguien que venía para acá y ustedes haciendo sus escenas de amor, la gente aquí no está acostumbrada a ver eso, compórtense.

– La ignoré, de plano lo hice, continúe mi paso y atrás de mí Renzo que ya estaba más que molesto con Sofía.

Ella, ella de verdad se estaba volviendo muy insoportable, con ganas de darle un buen golpe, pero control, control, debo de tener control; di unos pasos, justo en una calle recordé cuando en un Halloween en esta avenida, Jacqueline y yo junto con Bimba y Keila bailamos Thriller y Flavio nos grababa y se reía a grandes carcajadas.

Ese recuerdo me hizo sonreír, suspirar y después llorar, me agache diciendo. – No amiga, debe ser un sueño, esto debe ser un sueño, tú no por favor, tú no, tú no, ¿por qué tú?, tú no debías morir.

– Renzo me abrazo con fuerza diciéndome. – Desahógate flaco, hazlo, llora, llora todo lo que puedas y debas, hazlo mi niño.

– Sofía simplemente nos miraba y cómo que sí estaba siendo menos dura que momentos atrás; bueno eso fue hasta que; Renzo me daba un tierno beso en la mejilla y Sofía cambiaba su expresión fingiendo tener una llamada.

– Hola, sí, sí papá, estamos juntos, ¿quieres que te lo comunique?

– Eso interrumpía la intención de que él me besará también mis labios.

Renzo cuestionaba. – ¿Sofía, qué sucede?

– Ella astutamente colgaba y le respondía. – Papá me preguntaba si estábamos juntos, quería hablar contigo, pero creo se molestó y me colgó.

– Renzo intranquilo se apartaba de mí y le marcaba al señor. yo caminaba unos pasos más y Sofía se me acercaba, tomaba de mi brazo y sería me habló.

– Escucha bien lo que te voy a decir, Renzo es mi hermano, quiero lo mejor para él y tú no eres una persona que lo merezca, tú careces de muchas cosas así que te pido amablemente que te apartes de él.

– No le entendía la verdad y por supuesto no me iba a dejar que esta se me pusiera al brinco, así que la empuje y serio respondí. – Mira no sé qué onda contigo Renzo es ya mayor de edad como para saber lo que hace, tú no eres ni su hermana de sangre sólo de crianza, así que déjalo de acechar, yo no carezco de nada pues al igual que tú soy humano y tenemos casi el mismo cuerpo.

– Molesta ella decía. – Tú mismo lo dijiste casi, pues lo que nos diferencia es que yo soy una mujer sana y tú un hombre enfermo.

– Y con eso mi corazón se precipitó, comenzó a latir mucho, me invadió el nervio y dije. – Somos iguales, te guste o no, él me ama y yo también, deja de querer meterte entre los dos.

– Sofía se sonrió diciéndome. – Te pusiste nervioso cuando te dije que eres un hombre enfermo, eso confirma que lo eres.

– Mis intentos de tapar el sol con un dedo estaban siendo en vano, esta tipa algo sabía y yo debía de mantener la compostura de que no era así, pero el nervio me estaba delatando.

– Mira Sofía no sé de qué hablas, pero en buena onda, deja de parecer obsesiva, Renzo y yo nos queremos, te guste o no estaremos juntos el tiempo que sea. – Mi postura ya era a la defensiva que le había hablado muy serio.

– Yo sí sé de lo que hablo, pues sé que tienes Sida. – Sofía hablaba con seguridad y ganas de joderme la existencia.

Ahí se me tambaleo la tierra, es que no me explicaba como ella sabía que poseo el virus, era algo que me carcomía de duda; cuando estaba por preguntarle de cómo sabía eso, Renzo se acercó diciéndonos.

– Sofía jamás se comunicaron contigo, eres una vil chismosa, pero gracias a que le llame a tu padre, me pidió que te lleve a casa, él me prestará su coche y así podré pasar por ti a tu casa Job para que vayamos juntos al velorio de Jacqueline.

– Nervioso dije. – No, sabes que mejor yo sigo caminando a mi casa y ustedes se van, así para no perder tiempo, además tengo que hablar con mi mamá sobre lo que paso, así que te mando mensaje, ¿te parece?

– Sofía observando con burla, tomaba del brazo a Renzo que me miraba con preocupación; yo les daba la espalda y apresuraba el paso para doblar a la siguiente calle y perderles de vista.

Renzo se zafaba del brazo incomodado cuestionó. – ¿Qué le dijiste Sofía?

– Ella respondía fingiendo. – No, nada, no le dije nada, una cosa es que no me agrade y otra que se comporte así.

– ¡No mientas!, mientras hablaba por teléfono, logré darme cuenta que le estabas diciendo algo. – Hablaba Renzo molesto.

– ¡Ay!, mira sabes qué, mejor me adelanto, no tengo la culpa de que tu noviecito sea tan cobarde y poco honesto para decirte las cosas, eso es asunto entre él y tú, con permiso. – Sofía avanzaba a la esquina en lo que Renzo le pedía casi a gritos.

– ¡Decirme, qué cosas!, ¿De qué rayos hablas Sofía?, ¡Sofía, Sofía!

– Ella detenía un taxi, sonreía sobre su hombro y lo abordaba solicitando llevarla a la dirección de su hogar, dejando a Renzo con una duda que seguramente causará conflictos en mi relación con él.

Nervioso, asustado, impotente, triste, desanimado, desgastado, llegaba a mi casa, mi madre sentada en la sala leyendo un libro; al verme, se incorporó diciéndome amable. – Job hijo, que bueno que llegaste, hace como dos horas hablaron del CAPASITS que tu expediente ya fue enviado para allá, que necesitan que vayas mañana en el transcurso de las 7 de la mañana a las 8 de la noche para que te evalúen y den de alta en sistema que ellos manejan, también para que des inicio a tu tratamiento.

– Cambiaba su tono de voz a un poco más alegre diciendo. – Hijo ¡vez que fácil fue!, con este tratamiento podrás vivir muchos años más y por lo que tus hermanos han leído y me han enviado al teléfono, podrás tener una vida normal, plena y saludable, ¡es una grandiosa noticia!, gracias a Dios que actuó a nuestro favor para que en el hospital te atendieran de lo más pronto posible, no sabes la alegría que me da; ¿quieres que te acompañe?, me daría mucha tranquilidad acompañarte y saber un poco más sobre tu enfermedad.

– Yo había llegado la verdad deshecho, simplemente entré y al ver a mi mamá sentada, no quise interrumpirla y daba unos cuantos pasos cuando ella comenzó a hablarme, yo me volteaba hacía ella y mi cuerpo estaba en dirección a ella, pero mi mente no, mis pensamientos aún estaban digiriendo que Jacqueline estaba muerta y que no la vería más otra vez.

Mi madre se me acercaba y cambiando su semblante cuestionó. – ¿Qué tienes?, ¿te sientes mal?, ¿Llamó a tu padre para que venga a verte?, ¡hijo, dime, ¿qué hago?!

– Con mirada perdida le respondí. – No quiero nada, no quiero saber quién llamo, no quiero nada, ahorita no estoy para esto, me vine a bañar, tengo algo que hacer.

– Le daba la espalda a mi mamá y alterada me decía. – ¡¿Cómo que no quieres saber nada?! Oye cabrón, en el hospital van a pensar que estamos jugando y no tomamos las cosas en serio, ¡ya estas avisado de lo que debes hacer mañana!, ¿me oíste?

– Caminaba hacía el pasillo, para irme a mi recamará, mi mamá me siguió y yo le cerré la puerta en su cara con llave.

Eso la hizo enfadar mucho, pero no quería escucharla, no quería saber nada del CAPASITS ni de nada, no estaba de humor, sólo quería tratar de comprender por qué la vida es tan mierda y miserable y se termina para esas personas que son buenas, honestas y con un inmenso corazón; quería tener a Dios enfrente mío y preguntarle por qué es tan cruel, por qué es tan miserable, por qué es tan maldito; sí, lo veo así, Dios si fuera bueno, le brindaría una oportunidad más a Jacqueline y a mí también, pero no, prefiere llevarse a mi mejor amiga y a mi condenarme miserablemente con este virus que jamás se eliminará y me irá matando poco a poco; me desparrame en el piso de mi habitación, tomé mi chimpancé de peluche y lo abrace tan fuerte, tan fuerte que sentí confort para poder llorar a solas, en el suelo frío, cómo aquellas veces cuando mis padres discutían a grandes gritos e insultos, que se sobajaban, se humillaban, para luego hablar de perdón, besarse y tener intimidad, para luego después volver a pelear y discutir por detalles estúpidos.

Sí, así era mi vida cuando tenía entre cuatro y quince años; así fue cada noche que mi papá llegaba ebrio, a insultarnos a mis hermanos, a mí por ser un blandengue, un inútil, un pobre escuintle delicado; mi madre hacía todo lo posible por defendernos, pero la irá, la rabia, el rencor, la soberbia, el alcohol eran más fuertes que sacaban de sus casillas a mi mamá y en vez de tener calma, era más discusiones y peleas, yo solo y triste me iba a refugiar a ese cuarto del fondo, lleno de cachivaches, de trebejos y muebles inservibles, donde lloraba a escondidas, mirándome al espejo y deseando de no haber nacido, por qué sentía muy feo que mis papás pelearan; mis hermanos estaban grandes y pues ellos se encerraban en su habitación dejándome de lado y se ponían a jugar una consola de vídeo-juegos y se perdían ahí ignorándome por completo; ahí solo me quedaba a veces hasta dormido y despertaba cuando había calma, ni en cuenta tenían de que yo no estaba en la recamara con mis otros hermanos; era un cero, siempre fui un cero para ellos; esa habitación con el paso del tiempo y una arreglada lo volvieron mi recamara y también la de mi hermano; por eso el estar ahí aplastado, abrazando a mi mono de peluche, lloraba, lloraba en silencio, como siempre y como nunca, lamentaba las cosas y deseando cambiar mi vida por la de mi mejor amiga.

Posteriormente de mucho llorar y moquear, me levantaba del suelo, tomaba de mi mueble la respectiva ropa interior que me pondría y mi toalla, me comenzaba a desnudar y abriendo la puerta, me pasaba al baño; al abrir la llave de agua caliente, el vapor de inmediato envolvió el área; deseaba de verdad con todas mis fuerzas que al dispersarse el vapor, despertaría en mi cama tras un horrible sueño de mucho tiempo; sin embargo no era así, me comencé a bañar algo aletargado, pasaba el estropajo en mi cuello, hombros y pecho, deslizaba mis manos con jabón para lavar y enjuagar mis partes íntimas y de nuevo tomar jabón para hacer espuma y lavarme mis nalgas; ¡oh!, ahí me daba cuenta que tenía más verruguitas pero se sentían duras, dolían un poco, pero molestaban; cuando tuve diarrea no me dieron molestias, de hecho se me quitó de milagro, no me he estreñido, he tenido mis evacuaciones normales, así que no le estaba dando mucha importancia; por último lave bien mis piernas y mis pies y cerré ambas llaves, me sequé mi cabello, el cuerpo y suspiraba; mi mente no estaba preocupándose por lo que Sofía me dijo, mi mente seguía en un gran shock, un shock terrible y doloroso.

Ya en mi habitación, planchada mi camisa de vestir negra, me ponía unos Jeans no muy ajustados tres tonos más abajo que el color negro de mi camisa, unos calcetines de rayas grises y negro, mis tenis negros y mi chaleco gris de vestir; me rociaba perfume, me peinaba, notaba que mis ojos estaban hinchados, muy hinchados; limpiaba mis lentes, trataba de guardar el puchero de llanto y ya estando listo, tomaba mi cartera, un poco de dinero de mis ahorros, mis llaves, mi celular lo desconectaba del cargador y cruzaba de nuevo el pasillo.

De la cocina, mi mamá seria preguntaba. – ¿A dónde y con quién vas a ir a esta hora?

– Me volteaba serio, siendo únicamente mi mirada la que trataba de decirle "abrázame mucho y consuélame por lo que pasó"

– Mi mamá de nuevo cuestionaba lo mismo, al no tener respuesta, dejó lo que estaba haciendo en la cocina, le apagó a la estufa y viniendo a mí decía seria. – Te piensas ir sin decir a dónde, vas muy arreglado seguro te vas a ver con algún cabrón que ni conozco, ya sabes lo que haces Job, estás grande, pero me tienes que tener respeto, así que dime a dónde vas, dime el nombre del cabrón con quién te vas a ver, por qué dudo mucho que irás con tus amigas, sabrá dios si eso que me decías de sus salidas fueran ciertas, seguramente era para taparte mientras te ibas a revolcar con quien sabe quién.

– ¡Basta, basta ya, ya basta mamá en serio! – Grite alterado, siguiendo con. – Es increíble que ahora que sabes que tengo VIH y que soy homosexual creas que porque estoy vestido así de esta forma me iré a ver con hombre, tu ignorancia te hace decir cosas que no deberías y aunque la digas según tú por mi bien o por preocupación, en realidad me estás ofendiendo tachándome de un puto cualquiera que se mete con hombres cada que se le hincha la gana.

– No, no me malinterpretes, Job, es que lo hago por qué quiero saber a dónde vas, eso es todo, llegaste decaído con semblante pálido, ni si quiera me has dicho si irás mañana a la clínica. – Decía ella dominando su tono de voz.

– No es que te mal interprete mamá, pero subliminalmente tú me estas queriendo decir que tienes un hijo puto maricón que anda de verga en verga, pero ¡no mamá, no es así mamá!, si llegue así es porqué mi mejor amiga Jacqueline murió hace unas horas y creo que por lógica el atuendo especifica que voy a su velorio; ahorita del hospital no quiero saber nada, no deseo nada, porqué la vida es tan mierda, tan culera, tan ojete, que me está quitando algo que era muy íntimo para mí, mi mejor y gran amiga, así que deja de estarte haciendo chaquetas mentales y sigue con lo tuyo, reza como lo hipócrita que eres o no sé qué tengas que hacer, pero no pienses en lo que no. – Con voz entrecortada le decía.

Ella se impactaba, se persignaba al saber que Jacqueline había fallecido y queriendo remediar lo que había hablado, preguntó. – ¿Dónde la velaran?, ¿puedo ir contigo?

– Respondí tajante, dándole la espalda y casi por salir. – No te lo voy a decir, no quiero que me acompañes y ni te preocupes que a casa no pienso regresar, la pasaré en vela con el cuerpo de mi amiga e intentando rezar por su descanso, que tengas buena noche mamá.

– La dejaba ahí en casa, con sentimientos de culpa y arrepentida por lo que me dijo.

Yo caminaba y caminaba, me daba cuenta que aún era temprano; cuarto para las nueve; iba cabizbajo y hundido en mis pensamientos, cruzaba por el parque del centro y aún habían personas sentadas, de momento, un tipo me alcanzó el paso y me dijo. – Ya te vas a trabajar de puto, ¿verdad?

– Era Claudio, con su cigarrote y esa sonrisa que hacía notar sus hoyuelos remarcados; le mire indiferente, contestando. – Sí, ¿hay algún problema con eso?

– Fumando me decía. – Sabes bien que estar de puto cogiendo con desconocidos propagando el virus es un delito contra la salud, ¿verdad?

– Él exhalaba el humo hablando. – Te informo que tengo amigos, sí, yo sí tengo amigos con el poder de refundirte en la cárcel por atentar con la salud, pinche sidoso.

– Se reía mirándome en burla; yo movía mi cabeza hablando. – ¡Ay Claudio, Claudio!, tan vacío estás, tan solo estás, que no sabes cómo llamar mi atención y de qué forma pedirme perdón por los malos tratos que tú me has hecho; que pena me das en serio; ahora bien si tanto te preocupa que contagie a medio mundo, pues entonces tú ya deberías de comenzar a usar condón, o qué, ¿crees que por ser Activo tú nunca te vas a contagiar de alguna ITS?, vaya que ignorante me saliste.

– Una risa algo falsa, seguida de sus palabras. – Pedirte perdón, ¿yo?, jamás, jamás, jamás, jamás he pedido perdón, vaya, ni a mis pinches hermanos culeros les he pedido disculpas, crees que a ti, por favor, eres un pobre imbécil que da lástima, ahora que estas sidoso nadie te quiere coger y vas a recurrir a venderte, que bajo has caído Jobito, que bajo, hasta asco me das, más de haber sido tu amigo y pasar esas noches en casa de Samuel bebiendo, jugando baraja y cantando, eso nunca debió pasar, nunca, eres tan patético.

– ¡Ay, sí, como digas!, aunque lo niegues, aunque no lo aceptes, extrañas mi compañía, porqué cuando te dabas cuenta de tu soledad, la depresión venía a ti, tus ganas de no seguir viviendo, recurrías a mí y a que nos viéramos en el café de siempre para charlar sobre tus amores fugaces, tus encuentros carnales, tus aventuras de joven y para que tú pidieras un café negro y yo un frappé que al final yo terminaba pagando la cuenta de ambos ya que no tenías dinero; y eso que tú me presumías decir que estudiaste en pura escuela particular, viajaste, conociste y te codeaste con grandes personas y ahora que estás en la ruina, no tienes a nadie que te brinde ayuda; ¡ay pobre!, quién de verdad da lástima y es una persona patética de entre los dos, ¿quién crees qué es?, pues obviamente tú; así que con todo y mi sida, al menos no me siento tan solo y tan acabado como tú. – Mis palabras dieron en donde más le dolía a Claudio.

Él tiraba el cigarro y molesto dijo. – Solo no estoy como tú sí, tu eres una mierda comparado conmigo, por qué yo si tengo apellido y media ciudad me conoce, puedo desprestigiarte si deseo, para hacerte aún más cagada de lo que ya estas hecho.

– Eso mi estimado Claudio, eso, es la irá, la rabia, la soberbia, la soledad que te hacen hablar, sin embargo no te guardo absolutamente nada de odio, ni rencor, incluso hasta me da risa, por qué si nos ponemos a pensar bien las cosas calmadamente, sí tú divulgas que poseo VIH a tus conocidos y amigos de alcurnia, se preguntarán ¿y tú cómo lo sabes?, y según yo recuerdo en una de nuestras muchas largas platicas que teníamos, tú eres gay de closet, que anduvo de novio con una exprofesora mía 15 años mayor que tú, simplemente para taparle el ojo al macho; sí divulgas eso, pues sin querer también te estarás echando a la borda y fuera de que me miren o tachen feo, pues tú quedarás totalmente expuesto "a la alta sociedad" en la que dices pertenecer, así que no dejes que la ira te domine y se inteligente, mejor déjame en paz, ignórame, haz de cuenta que nunca me conociste y que todo lo que me dijiste lo olvidaré, porqué son hechos que para mí no tienen relevancia, que tengas una linda noche, con tu permiso. – Mis palabras fueron de los más educadas posibles, pues como digo, "en una discusión quien razón la tiene, es aquel que más educado se mantiene".

Claudio se puso colorado del coraje, tanto que no supo ni con que repelar; y supongo que deseaba pegarme, asesinarme o que me pasará algo por el simple coraje que me agarro; lo dejé ahí parado como estatua furiosa y yo continué mi trayecto al mercado de flores donde me verían con los chicos de AMBAD.

Siguiendo mi caminar, Renzo me marcaba, me marcaba y me marcaba; pero le ignoraba sus llamadas, ya como a la sexta vez, le conteste de mala gana.

– Sí, ¿qué paso?

– Renzo amablemente. – Hola flaco, pues estoy casi por llegar a tu casa, ¿ya estás listo?

– Respondí serio. – Lo siento pero ya estoy por llegar al mercado de las flores, me adelante.

– Pero si aún es temprano, son a ver deja ver, las nueve y media, no manches, llegaste bien temprano, te alcanzo. – Decía Renzo con dificultad en hablar e ir manejando.

– Yo la verdad no quería verlo, me sentía raro, así que hablaba. – Sí sé que es temprano, sirve que pregunto y hago cotización de precios de los arreglos y corona para que no estemos perdiendo tiempo buscando y sabes qué, mejor nos vemos en la funeraria, maneja con cuidado, te veo ahí, adiós.

– Terminé la llamada y llegando a la florería, comencé a buscar arreglos bonitos y preguntar precios.

Seguramente Renzo se quedó confuso por mi forma de mocharlo, pero la culpa la tiene su odiosa hermanastra que me tiene sin importancia por ahora, pero que pasando esto, sé que me hará mortificarme por lo que ya sabe.

El momento llegó; en la funeraria a las 10:40 pm entraba al estacionamiento la carrosa, tras de ellos el auto de los padres de Jacqueline con Flavio; nosotros, Bimba, Keila, Starenka, yo y demás compañeros del AMBAD, tristes y cabizbajos mirábamos por el vitral de la sala 3 como bajaban el féretro de madera con tapa de cruz que en su interior traía a nuestra dulce Jacqueline; despacio y sin mucha prisa ingresaba y se comenzaban a oír los cantos religiosos que desquebrajaban nuestras caras en sollozos y lágrimas; ya en posición el ataúd, encendían las grandes velas y los arreglos comenzaban a rodear y decorarla.

Sus padres entraban y eran recibidos por los abrazos fuertes de consuelo de sus hijos mayores Enrique; quién trabaja en España y la última vez que vio a su hermana fue en vacaciones de Abril y por vídeo llamada dos días antes del fallecimiento; él había viajado a Nueva York por asuntos de trabajo y ahí recibió la noticia; Gisela, ella se encontraba en Cancún y por exceso de trabajo no había podido ir a ver a su hermana en vacaciones, pero una semana antes del deceso, logró verla y estar con ella dos días; Hilda que trabaja en Los Ángeles, la vio en Diciembre, posteriormente hablaban por vídeo llamada, la última vez que contacto con ella fue por llamada al celular de su papá una noche antes de perecer; Bernabé que se encontraba en Ecuador, recibió la llamada de su mamá informándole que su hermanita había muerto; él la vio por última vez en el mes de Marzo y casi nunca charlaban, simplemente se texteaban; lo último que él conserva de ella es un audio de cinco minutos dónde le decía que lo quería mucho y que siguiera haciendo cosas buenas para la gente de bajos recursos, que era un gran hermano y gran persona; los hermanos no podían parar de llorar y sus padres tampoco; pero quién estaba deshecho era Flavio, qué con un ramo de flores a paso lento caminaba con la mirada perdida y casi sin ganas de andar.

Bimba, Keila y yo salimos con cautela a su encuentro, Keila sujeto el ramo y entre Bimba y yo le servimos de apoyo; él al vernos nos dijo triste. – Yo estuve con ella, estuvimos platicando, sobre muchas cosas, promesas que le cumpliría y que la llevaría a donde ella quisiera ir, ambos teníamos sueño, estábamos cansados, nos quedamos dormidos, hasta que yo desperté y ella no, ella ya no.

– Sus ojos emanaban lágrimas, una tras otra y se nos derrumbó en el piso llorando como nunca antes.

Creo en el tiempo que conozco a Flavio, lo había visto así, tan débil, tan frágil, tan indefenso, tan, no sé, tan expuesto; ingresamos a la sala, él colocó el ramo sobre la parte baja del féretro y los padres de Jacqueline, lentamente, abrían media parte del ataúd; en mi mente no dejaba de pensar que era un sueño, una broma o algo que fuera mentira, una realidad alterna, algo así, pero no, al abrirla, el rostro de mi querida Jacqueline se exponía con un adorable peinado en trenzas realizado por su madre y un bonito maquillaje que la hacía ver dormida esperando cual princesa el beso de su amado príncipe para despertar; pero aunque Flavio la besará, ella no regresaría a la vida.

Nosotros al verla rompimos en llanto; ¡era verdad, era verdad!, Jacqueline ya no estaba aquí, sólo su cuerpo inerte en esa caja, con un vestido lindo de flores; mi adorada amiga había marchado al otro mundo, se me fue mi niña hermosa, mi amiga, mi cuatacha, se fue ella, me dejó, me dejó aquí...

Flavio le daba un beso a través del cristal y con su mano acariciando dijo. – No te voy a olvidar mi princesa, siempre estarás en mi corazón y recuerdos, te prometo que seré feliz, pero no lo seré tanto al no estar tú aquí, te amo, te amaré y te querré siempre, duerme tranquila mi amor, haré lo que me encomendaste, hasta siempre.

– Tomaba el ramo de flores, lo movía para colocarlo sobre el cristal y se apartaba de nosotros.

Keila limpiándose la nariz, la miraba diciendo. – De las tres fuiste y serás la más hermosa, la más ágil, la más flexible, la mejor compañera, la extraordinaria bailarina y la súper amiga, no te olvidaremos, pronto bailaremos juntas de nuevo, en lo mientras, ten un buen descanso, te adoro.

– Ella se soltaba a llorar, siendo abrazada por Flavio.

Bimba conteniendo las ganas de llorar, con voz entre cortada, expresó. – Me quedo sin dama de compañía, pero me quedan Kei y Job; siempre fuiste la más hermosa de nosotras, la que mejor se peinaba y la más alegre, un ser humano valioso, irradiabas siempre felicidad, seguramente serás la estrella más brillante de todas, porqué eso fuiste, eso eres y eso serás, la estrella de nosotros, gracias amiga por estos años de amistad, te extrañaré.

– Bimba se apartó agachando la cabeza llorando y siendo abrazada por Enrique.

Yo, yo tenía miedo y nervios de verla, pero ya estando ahí, la contemple y con ambas manos sobre el vitral, dije. – Ay amiga, aun no puedo creer tu partida, ya no te pude ir a ver, platicar frente a frente contigo, derrumbarme en llanto por lo que estoy viviendo, te vas y me dejas justo ahorita en el momento que más necesito de una dulce amiga como tú, me dejas en vulnerabilidad, pero sé que es porqué ya no podías más, hiciste tu mejor lucha, me lo dijiste en nuestra última llamada de teléfono, no tengo más que decirte, pues lo que debía lo escuchaste de mi voz, sólo que, amiga, por favor, por favor, desde donde estés, bríndame consejos, hazme saber que estás aún conmigo, no me quiero sentir solito, no ahora que estoy pasando por un difícil momento, no amiga, no me hagas esto, te quiero un chingo, descansa en paz, pero no, no puedo aceptarlo.

– Me apartaba del féretro, caminaba unos pasos, y justo frente a la imagen de Cristo, la virgen y los arcángeles, comenzaba a llorar y explotaba.

– ¡Malditos sean ustedes, mil veces malditos, se llevaron a mi mejor amiga, a quién consideré mi hermana, de quién recibí apoyo!, ¡¿por qué ella, por qué, ella no debía morir?! ¡Maldita Jacqueline, no debiste rendirte, tenías que luchar y seguir adelante, tú sí eras fuerte, tú debías seguir viviendo, tú sí, yo no!, ¡ahora te vas y me dejas aquí en este maldito mundo con esta perra vida de mierda, no es justo, no es justo, tú no!

– Me caía sobre mis rodillas y llorando aún más decía. – ¡Cambiaría mi vida por la tuya, por qué tu si mereces vivir, tú si mereces ser feliz, yo no, yo no, yo no!

– Los presentes me miraban algunos con enojo, otros con pena, con incomodidad y los que de verdad sabían que Jacqueline para mí era la más, me miraban con compasión y dolor; Renzo y Sofía ya habían llegado y habían visto mi "show".

Renzo muy preocupado le daba el arreglo de flores a Sofía y se dirigía hacía a mí, me abrazaba, ayudaba a levantarme y consolándome salíamos del lugar; alejándonos un poco, él me tomaba la cara con sus suaves manos y me limpiaba las lágrimas.

Él muy tierno me observaba y me decía. – Entiendo que esto es muy doloroso para ti, por qué veía como era la amistad que se tenían, cómo se llevaban, se protegían y andaban juntos siempre, el duelo será lo más complicado de llevar, pero te voy a ayudar a salir y superarlo, verás que sí peque, verás que sí.

– Renzo me daba un gran y delicioso abrazo; me hacía sentir mi chimpancé de peluche en brazos.

Yo le correspondí el abrazo y en eso una voz de una mujer madura nos dijo. – Sí, el duelo es un proceso complicado de afrontar, mi esposo y yo estábamos preparados para decirle adiós a nuestra hija, pero no pensamos que fuese tan pronto, así que entiendo tus palabras, tu rencor, tu resentimiento al por qué mi hija se fue de este mundo dejándonos en este mundo y su calvario, pero sabes algo, ella estará en nuestras mentes, recuerdos y corazón; cada canción que escuches y te recuerde a ella, ahí estará, mi hija siempre estará aquí y debe estar triste por ver que su mejor amigo está destrozado por su partida; calma, respira, relájate, cuando te sientas listo, eres bienvenido a despedir a mi hija, que siempre te quiso como su hermano.

– Renzo y yo nos separamos al escucharla, la señora Crisanta con ojos hinchados se me acercó para darme un abrazo diciendo. – Nuestra Jackie se fue bailando con la huesuda, le tenía que dar unas lecciones porque al parecer ritmo no tiene.

– Reímos un poco, la señora me daba papel para limpiarme y dijo. – No sé te olvide apapachar a Flavio, al igual que tú está destrozado; sí estás más calmado, entra, los rezos no tardan en comenzar.

– La señora nos dejaba y reingresaba a la sala para prepararse para rezar.

En tanto Renzo y yo estábamos ahí mirándonos; él se me acercaba a darme un beso y me abrazó diciendo. – Verte así me dan ganas de estar cuidando que no te pase nada malo, de protegerte y mimarte, llenarte de cariño, besos, abrazos, hacerte sentir bien, te estas volviendo mi todo corazón, cuidaré de ti y no haré nada que a Jacqueline no le gustara que te hiciera, te amo de verdad.

– Sintiéndome a gusto en sus brazos, mi cabeza giraba a vista del vitral y desde ahí, Sofía enojada nos miraba, tambaleando la cabeza de un lado a otro.

Vaya que si me tiene mucha tirria la muchacha; ¿tendré que andarme con cuidado o ustedes qué piensan?

Muchas Gracias por leer, deseo un gran día, mucho cuidado, ánimo, que esta contigencia no nos derroté, un abrazo.