Por provocar
No pensé recibir tal lección...
Provocando
Ahora entiendo porqué pasó lo que me pasó
Tengo muchos amigos en la red. Cada que puedo platico con ellos y les dejo llegar hasta donde ellos quieren. Cuando no tienen el plan de insinuarme sus deseos por mí o de halagar mi imagen yo misma los provoco, ya sea insinuándome o enviándoles una imagen atrevida. Eso ha bastado para que me llenen de frases picantes, de inmediato comienzan a darme a conocer sus más íntimos deseos en los que la protagonista obviamente soy yo. Siempre me había gustado esta situación hasta que me topé con la horma de mi zapato.
Resulta que acepté salir con uno de esos amigos. Habíamos acordado conocernos tal cual eramos. El pasaría por mí a unas calles de mi oficina y yo no llevaría nada de mi atuendo de mujer. Solo se trataba de vernos en persona, conversar y después cada quien seguiría su rumbo. Al menos eso pensé yo.
Ambos llegamos a la hora acordada. Ya me había dicho las características de su auto y yo los colores de mi ropa. En cuanto me vio se apresuró a quitar el seguro de la puerta del pasajero. Entré a toda prisa, nos saludamos y de inmediato arrancó enfilando hacia la avenida principal.
-Hola Héctor, mucho gusto-Dije con un tono de voz afeminado.
-Hola F...perdón, Valeria. Sí prefieres que te llame así ¿verdad?-
-Por favor, para que no pierdas la costumbre-
-De acuerdo. Voy a meterme por el atajo que te comenté. Te juro que siempre lo he visto solo-
-De acuerdo. Vamos. Pero te recuerdo que solo vamos a conversar. No vengo lista para otra cosa-
-No te preocupes. Recuerdo que ya habíamos acordado en ello-
Y entonces llegamos al lugar que me comentó. No se veía ni una sola alma. Todo solitario. Comenzaba a oscurecer.
Conversamos durante un buen rato. Ya había oscurecido.
-Eres muy agradable y me gustó conversar contigo, pero se ha terminado el encanto. Debemos irnos-Le dije terminando con la mejor de mis sonrisas.
-Te equivocas reina. El encanto aún no ha comenzado.-Me respondió mirándome maliciosamente.
-No me salgas con eso.-Dije despreocupadamente.
-Esto es para ti-Y al momento se medio incorporó sobre su asiento y de la parte de atrás del mismo subió una caja de tamaño mediano. La puso en mis manos. Su respiración se tornó algo agitada.
-¿Qué es esto?-Dije sorprendida.
-Ábrela. El contenido es tuyo.-
Abrí la caja y más sorprendida quedé al mirar el contenido. Fui extrayendo una a una las piezas contenidas: Una peluca rojiza en primer lugar. Enseguida un corset, unas medias y una tanga, las tres en una misma bolsa. Después una caja con todos los accesorios para maquillarse y hasta el fondo un par de zapatillas cuya plataforma y tacón me harían verme más alta de lo habitual.
-Sabía que no vendrías lista para complacerme. Quiero que me complazcas porque no estoy dispuesto a irme sin hacerte lo que muchas veces te dicho-Su mirada cambió, se veía amenazante.
-¿Y dónde quieres que me cambie? Aquí está muy incómodo.-
-Ya lo había previsto. Acompáñame.-Bajó del auto, lo rodeó, llegó a mi puerta y la abrió ayudándome a salir.
-Aquí adelante hay una construcción abandonada. Lo sé porque ya he estado un par de veces. Nadie pasó ni llegó en todo el rato que estuve dentro.-
-Espero que siga así-Dije nerviosamente. Pero igual comenzaba a sentir excitación.
Llegamos al lugar indicado y nos adentramos tratando de no hacer mucho ruido o de tropezar con alguno de los objetos que había en el suelo.
-Este es lugar más cómodo y limpio que encontré. Además en las ocasiones que ya estuve aquí puse cartones en el piso. Te dije que era muy previsor-Dijo sintiéndose orgulloso.
-Ya veo que sí. Nunca lo dudé-
-También vas a encontrar una linterna, un espejo mediano y un banco-
-Me sorprendes. Sí que has pensado en todo. ¿No verá alguien si enciendo la luz?-
-No te preocupes. Voy a estar afuera. Si veo algo raro lanzaré una piedra pequeña, eso significará que tendrás que pagar la luz. Enseguida subiré hasta aquí. Confía en mí. No voy a dejarte sola.-
Sentí ternura y agradecimiento. Me sentí protegida y el hecho de hacer así las cosas me excitó aún más. Decidí mostrar mi agradecimiento complaciéndolo en lo que me pidiera. No había marcha atrás. Así que después de varios minutos me encontré completamente transformada en Valeria. No había mucha luz pero hice lo mejor que pude para verme bien. La ropa me entallaba perfecto y la peluca, ni se diga. Se sentía algo de frío o tal vez eran mis nervios. El hecho es que cuando terminé me dí cuenta de algo muy importante: ¿cómo es que le avisaría que ya estaba lista? Ninguno de los dos reparó en ello. En principio no se me ocurrió que con sólo hacer señas con la linterna hubiera bastado. Lo que hice fue más arriesgado. Decidí salir a buscarlo. Así que, ayudándome con la linterna, comencé a buscar la salida. El lugar era grande y no recordaba por dónde debía dirigirme. Así que anduve dando varias vueltas tratando de orientarme.
Y ocurrió lo que menos me esperaba. Al cruzar, lo que en un futuro debería tener una puerta, sentí que alguien ponía una de sus manos sobre mi boca mientras que con la otra me rodeaba la cintura por el frente inutilizando también el brazo que tenía libre.
-Tranquila muñeca. No hagas nada tonto y no te pasará nada. Traigo un arma y la usaré si veo que tratas de escapar. Voy a soltarte y tú decides. Apaga tu linterna-
Hice lo que me pidió. No tenía escapatoria. Estaba muy asustada y mil cosas pasaron por mi mente. Temí que se molestara si le decía que no era mujer. Y más temor me dio al pensar que se atreviera a tocarme y palpara mi entrepierna o que Héctor llegara a buscarme. Al mismo tiempo sentía su erección enmedio de mis nalgas.
-Estoy seguro que ya lo pensaste bien. Quiero que camines derecho, yo te diré donde dar vuelta.-
Las piernas me temblaban. Comencé a caminar y en dos ocasiones tropecé. No sufrí ninguna caída ya que al momento el individuo me tomaba por la cintura y me ayudaba a equilibrarme.
-Aquí muñeca, da vuelta-
Llegamos a donde me encontraba en un principio y donde me cambié.
-Ahora sí, ¡enciende tu linterna!. ¡Quiero verte!. ¡No voltees!. Así cómo estás, de espaldas hacia mí.-
Encendí la lámpara y esperé lo peor. Escuché como su respiración comenzaba a agitarse, signo inequívoco de excitación.
-¡Agáchate poniendo tus manos sobre el banco!. ¡Muéstrame el culo!. ¡Abre tus piernas!.-
Al terminar de hacer lo que me pedía se acercó y colocándose detrás de mí me tomo por las caderas pegando su bajo vientre a mis nalgas. Comenzó a restregar su miembro por todas mis nalgas. Después se quedó quieto apuntando a la mitad de mi trasero. Comenzó a empujar su miembro. Lo sentía en toda su magnitud. Sin esperarlo me dio una tremenda nalgada. El sonido fue duro y seco. Después hizo lo mismo con la otra nalga. En varias ocasiones repitió la operación. Yo sentía miedo pero después de un rato me sentí muy excitada, me gustaba el tratamiento que le estaba dando a mi trasero, sin prisas, sensaciones nuevas. Se retiró y escuché cuando soltó su cinturón y el broche de su pantalón, enseguida el sonido de un ciper abiéndose. Ignoraba de momento si se había quitado la trusa; me dí cuenta que si cuando sentí su miembro picoteando mis nalgas, lo paseaba de una a la otra dejando rastros de líquido seminal. Estuvo así durante un buen rato hasta que escuché una nueva orden.
-¡Siéntate en el banco de frente a mí!. ¡Quiero que te comas mi verga!. Trátala con cariño-
Hice lo indicado y se fue acercando poco a poco, alcanzaba a ver su miembro, quedo a escasos centímetros de mis labios y comenzó a restregarlo en ellos. Al menos el aroma que despedía resultaba aceptable. Yo abrí un poco mis labios y con la punta de la lengua le brinde una que otra caricia a su glande. De repente me tomo de la cabeza y empujo su miembro de manera que tuve que abrir la boca completamente. Comenzó a bombearme de forma lenta y pausada. Yo acariciaba su miembro con la lengua cada que estaba dentro de mi boca incluso lo succionaba. Logré escuchar gemidos que denotaban el placer que estaba sintiendo. En el fondo deseaba que Héctor no apareciera porque sinceramente estaba disfrutando el momento.
-Eso es mi reina, lo haces muy bien, sabes tratar a una verga, seguro te has comido muchas pero como ésta ninguna.-
-mmmm...es deliciosa, me fascina, no es necesario que me amenaces, quiero complacerte.-
-¡Es lo que quería escuchar maldita zorra! ¡Te voy a tratar como lo que eres! ¡Una puta comedora de vergas!-
Dicho esto comenzó a bombearme con más fuerza, yo sólo amoldé mis labios para evitar lastimarlo con los dientes. De repente la sacó por completo y me propinó dos leves bofetadas.
-¡Pídeme verga, maldita zorra! ¡Házlo!-
-Sí, sí, dame tu verga, la estoy disfrutando, es deliciosa, me gusta-
Enseguida la introdujo y comenzó a bombearme nuevamente, pase mis manos hacia sus nalgas y lo atraje con fuerza, todo su miembro desapareció en mi boca, me llegó hasta la garganta y sentí un poco de asfixia. Lo mordía con los labios, lo succionaba. Se retiró hacia atrás de forma lenta, su miembro fue saliendo de mi boca dejando ver rastros de mi saliva, esa visión nos excitó a ambos.
-¡Sí que sabes comer verga con la boca! ¡Pero ahora la vas a comer por otro lado! ¡Te la vas a comer por el culo!-Al momento de decirme esto me tomó de los cabellos y...¡sorpresa! Lo que quedó en sus manos fue mi peluca. Se quedó sin habla. Yo esperaba lo peor.
-Pero ¿qué es lo que pasa aquí?-Gritó soltando mi peluca y retirándose hacia la salida caminando hacia atrás. Tropezó con algo y cayó provocando un gran estruendo. Yo estaba tan asustada que no supe qué hacer. Sin embargo después de unos minutos el tipo se levantó y nuevamente se acercó a mí.
-¡Mira que me has engañado! ¡Tienes la apariencia de una mujer y no lo eres! Sin embargo me gustó lo que me has hecho y tu arreglo ha sido perfecto. Quiero terminar lo que empezamos- Y diciendo esto me entregó la peluca.
-Vuelve a ponértela, te ves bien con ella, arregla tu maquillaje; espero afuera-
Se retiró. Su tono de voz ya no era el de hace unos minutos. Eso me tranquilizó sobremanera y aún así temía que ocurriera algo malo.
Terminé mi arreglo y acercándome a la salida dije en voz alta que me encontraba lista. Quedé sorprendida cuando el que entró no fue el tipo sino...¿Héctor?
-Parece que has visto un fantasma, ¿te ocurre algo?-Dijo en tono burlón.
-Es una broma tuya, ¿verdad?-Dije con voz temblorosa.
-Sí, es una broma...disculparme pero me siento molesto contigo, me has provocado mucho y me has dejado con las ganas de tenerte así que le pedí a un amigo que me ayudara participando en esta broma-
Me sentía molesta, asustada, confusa, pero tenía razón, a casi todos mis amigos les he dicho que estoy dispuesta a salir con ellos y ha sido mucha su emoción que me han narrado las cosas que me harían al estar conmigo; siempre los dejé con las ganas...hasta este preciso momento.
-Lo que sí es cierto de mi amigo es que le gusta ser dominante y por lo que vi no te costo ningún trabajo amoldarte a ese tipo de situación. ¿Quieres estar con él? ¿Conmigo?-
-Con los dos-Dije en tono decidido. Me acerqué y me hinqué delante de él. Lo atraje hacia mí y desabroché su cinturón, bajé su ciper y su pantalón cayó hasta sus tobillos. Acerqué mi rostro a su entrepierna, en ella se dibujaba un pene de buen tamaño; no lo hice sufrir más y bajé su trusa de manera que su pene brinco quedando a la vista. Por unos segundos me quedé absorta contemplando ese miembro tan atractivo. Enseguida acerqué mis labios y deposité un tierno beso en la punta. Entreabrí mis labios y devoré toda la cabecita del pene, la ensalivé y repetí el movimiento. Con una mano la levanté hacia su vientre y desde abajo comencé a recorrerla con la lengua, sus testículos quedaron a la vista y recibieron sendos besos y succiones. Estuve así durante un buen rato. Después le pedí que se recostara sobre los cartones; después de hacerlo me agaché y nuevamente engullí su miembro. Mi trasero quedo levantado completamente.
-¡Lo haces muy bien! ¿De verdad deseas hacerlo con los dos?-Me dijo con voz entrecortada.
-¡Sí, los deseo a ambos!-Enseguida escuché una voz a mis espaldas.
-De acuerdo mi reina. ¡Tú lo pediste! No me equivoqué. ¡Eres una puta y así te voy a tratar! Llámame Miguel-
Me estremecí al escuchar sus palabras. Nuevamente me volví a devorar el miembro de Héctor. Segundos después recibí dos sonoras nalgadas en mi trasero y acto seguido me cubrió de besos y de caricias. Mordía mis nalgas de una manera deliciosa. Comencé a acelerar mi movimiento en el pene de Héctor el cual dejo escapar gemidos que me enloquecían a cada momento. Mientras tanto Miguel, haciendo a un lado mi tanga, ensalivaba mi ano con su lengua y ayudándose con sus dedos. Y ocurrió lo que tanto deseaba. Apunto su pene hacia mi ano, cuando lo sentí a la entrada lleve mis manos hacia atrás abriendo mis nalgas. El glande se abrió paso en la entrada y logró introducirse. Sentí un poco de dolor. Empujo nuevamente y su pene comenzó a desaparecer poco a poco. El dolor era controlable, mi ano era víctima de ligeros espasmos que trataban de expulsar al intruso. Un empujó más y ya lo tenía todo adentro, su bajo vientre quedo pegado completamente a mis nalgas. Recibí más nalgadas mientras se quedaba quieto sin moverse. Me sentía extasiada. Toda una zorra con dos penes deliciosos, uno en la boca y otra en el ano. Todos comenzamos a movernos; Héctor comenzó a bombear mi boca y Miguel mi ano.
-¡Puta! Mira que tragarte dos vergas a la vez. Te gusta ¿verdad maldita zorra?. Voy a dejarte el culo bien abierto y las nalgas te las voy a dejar rojas a puras nalgadas-
Me tomo por las caderas y comenzó a realizar su movimiento de manera más fuerte...brusca... deliciosa...
Héctor comenzó a emitir gemidos que denotaban que estaba a punto de venirse. Saqué su miembro de mi boca y comencé a masajearlo con la mano mientras giraba mi lengua sobre su glande. Hasta que ya no pudo más y comenzó a venirse a grandes chorros de semen que iban a dar directamente a mi rostro. Miguel aceleró su movimiento y de igual manera sentí como de su miembro salían disparados grandes cantidades de semen. Empujó su cadera hacia el frente y todo su pene quedo dentro de mí.
-No la saques papi, déjame darme placer a mi misma-Y diciendo esto comencé a masturbarme estando ensartada en el miembro de Miguel. Sentí cosquilleo en mi ano y eso provocó más erección de mi pene. Sin quererlo estaba brindando pequeños apretones a su miembro el cual no mostraba signos de flacidez. Y llegó mi momento. Aceleré mi movimiento y al venirme puse mi mano para que todo el semen cayera en ella. Cuando cayo la última gota acerque mi mano a mi boca y tragué todo mi semen.
Todo había terminado. Esa tarde había pasado por muchas sensaciones, una tras otra. Estos dos chicos me habían dado una lección. Desde entonces me prometí ya no ser tan insensible con ninguno de ellos.