Por necesidad. La productora

Este es el segundo de una serie de relatos que pretende continuar con más envios. Estos relatos se pueden leer independientemente pues los personajes y las situacios varían en cada uno de ellos, aunque todos con el mismo denominador común, qué estamos dispuestos a hacer por necesidad.

POR NECESIDAD: LA PRODUCTORA.

—Anal, oral, vaginal... hay algo que no quieras hacer.

La pregunta fue muy directa, Irene, estaba nerviosa, y le pilló de sorpresa.

—¿Cómo? —respondió, notando como sus manos se crispaban sobre el regazo.

—¿Qué si tienes algún problema con alguna práctica sexual? —insistió Roger en un tono que denotaba que tenía prisa por terminar con aquel trámite.

Aquello hizo que se sonrojara. Sabía a lo que iba allí pero no había pensado en lo que le podían preguntar.

—¿Y bien?, no tenemos toda la mañana —insistió en un tono cada vez más perentorio.

—Por... atrás... —logró articular, queriendo decir que nunca había practicado sexo anal.

—No quieres escenas de sexo anal, ¿verdad? —preguntó Roger.

—Si.

—Muy bien, ya te llamaremos.

Aquello sabía lo que significaba, no la llamarían. Era la primera vez que acudía a un casting porno, pero no era a la primera entrevista de trabajo a la que acudía. Sin embargo no podía permitirse perder este trabajo, a pesar de lo que se trataba.

—No, espere —dijo sin pensarlo.

—Siiii

—Lo haré—dijo bajando la voz—, haré todo.

—Muy bien, es lo que quería oír —respondió Roger con una sonrisa en los labios. Había conseguido carne fresca para sus producciones. La verdad es que ahora con la crisis no era excesivamente difícil, pero era raro que chicas españolas se lanzaran al mundo del porno, e Irene estaba muy bien, y podría hacerle ganar mucho dinero.

—¿Cómo puedes pedirme eso?, eres un cerdo.

—Necesitamos el dinero —respondió al tiempo que acercaba la lata de cerveza a sus labios.

Desde que lo conocía, Raúl, había trabajado un par de semanas en el taller de un amigo, pero luego lo había dejado, —era una mierda de trabajo —había dicho cuando volvió a casa una mañana después de que lo despidieran.

—Pero....

—Mira cariño, si no quieres hacerlo no lo hagas pero... —le dijo con tono meloso mirándola sin soltar la lata de cerveza.

Aquel pero, sabía lo que significaba, la dejaría si no accedía.

—Vale, lo haré —dijo sin más.

—Así me gusta amor, y ahora ve a la cocina y mira a ver que ha hecho mi madre para cenar.

Ella se levantó como una autómata, y sintió como él le daba un cachete en el trasero, y se dirigió a la cocina. Siempre era lo que él quería, y lo de participar en un casting porno no era una excepción.

Se habían ido a vivir con los padres de él, cuando los de ella le dijeron que o dejaba a Raúl o que se fuera de casa. El amor la tenía cegada, no veía lo que todo el mundo, y ni siquiera ahora, después de más de seis meses de convivencia lo veía.

El poco dinero que tenían era de su trabajo como cajera por horas en el supermercado de la esquina, él había rechazado el trabajo de mozo que le había buscado, —eso es para fracasados —había dicho cuando se lo propuso. Él se lo gastaba todo de juerga con sus amigos, en cerveza y en drogas.

Sandra, una amiga de toda la vida le había advertido de que Raúl se la estaba pegando con otra. Ella no la creyó y su amistad se terminó. Luego los vio ella misma, pero lo perdonó, aunque estaba segura de que si no era con esa era otra, pero ella estaba enamorada.

Se habían conocido hacía tres años, en una discoteca. Estuvieron bailando y ella se enamoró de ese aire de rebeldía y despreocupación con el que él se comportaba. Ella tenía 16 años el 19, y todo fue muy rápido.

A la semana siguiente ella mintió a sus padres y se fue con él a su casa. Estaban solos, sus padres estaban de vacaciones. Ese fin de semana ella le entregó su virginidad, ella no estaba segura, pero tampoco quería que la dejase.

—Venga no seas cría —le había dicho cuando en el sofá ella se resistía a ir más allá de un simple magreo.

Ella cedió, odiaba que la tratasen como una niña, así la trataban sus padres, así que haciendo acopio de un seguridad que no tenía se dejó hacer.

Él tenía experiencia, pero solo quería meterse entre sus piernas cuanto antes. La tumbó bocabajo, le abrió las piernas y con la mano derecha comprobó lo mojada que estaba.

Sin decir una palabra colocó su polla erecta en la entrada de su vagina y empujó.

—¡Ahhhhh, para, para me duele! —gritó Irene ante la acometida sin delicadeza de Raúl.

Pero él no hizo caso a las súplicas de la pobre Irene que notaba como se desagarraba por dentro. Se movía pero el peso de Raúl impedía que se pudiera escapar.

La acababan de desvirgar y sus ojos se inundaron de lágrimas. Irene se mordía el labio tratando de calmar el dolor que sentía en su más secreta intimidad. Ni siquiera se dio cuenta cuando Raúl comenzó a moverse, sacando y metiendo su polla dentro de ella. Le escocía y le dolía.

—Por favor..., para —suplicaba con la voz ahogada.

—Ya estoy terminando, aguanta un poco más —respondió mientras no cesaba de moverse en su interior como si fuera un pistón.

No sentía más que dolor. Con las manos se tapaba la cara, y lloraba en silencio, trataba de abstraerse pero no lo conseguía, solo notaba el dolor que sentía.

—¡Ahhhhh!, me corro —anunció por fin.

En ese mismo momento se dio cuenta. Él no se había puesto condón y ella no tomaba nada, le entró el pánico.

—¡Para, para! —le gritó —¡no termines dentro!.

Demasiado tarde, él ya se estaba corriendo, y ella podía notar como la inundaba con su simiente.

Él terminó y se dejó caer sobre ella.

—¿Qué has hecho? —le preguntó asustadísima.

Él la miró extrañado —pues correrme, ¿que esperabas?

—¿Y si me quedó embarazada? —le respondió mientras él se quitaba de encima y ella se incorporaba en el sofá.

—No seas tonta, nadie se queda embarazada en la primera vez. Vete al baño y te lavas un poco y ya está.

Ella se lo quedó mirando, mientras él cogía el mando a distancia y encendía la tele.

—¡Venga!, ve a lavarte que vas a manchar el sofá —le dijo en tono despreocupado pero con un tono imperativo.

Ella no dijo nada, se levantó y cogió la ropa del suelo y se fue al baño.

Le había entregado su virginidad y a él lo único que le preocupaba era que manchase el sofá. Pero ella estaba enamorada de él.

—Te presento a Paul, el será tu compañero.

—Hola —dijo con un fuerte acento, que Irene, no supo identificar.

—Hola —respondió tímidamente al tiempo que se daban dos besos.

Estaba muy nerviosa, no sabía si podría hacerlo. Roger le había dicho que debía hacer una prueba, —un casting —lo había llamado. Que le pagarían doscientos euros por ello. Aquello le había pillado totalmente descolocada. No esperaba que el mismo día de la entrevista le quisieran hacer una prueba. Pero la cosa estaba así, o aceptaba o no la volverían a llamar, y necesitaba el dinero.

—Bien, vamos a hacer una escena sencilla, un completo. Oral, vaginal y anal, terminando en la cara.

Paul asentía, mientras que a la pobre Irene se le venía el mundo encima. Estaba aterrada por lo que tendría que hacer.

—¿Listos? —preguntó Roger que se sentó en una silla enfrente de ellos con una cámara de video en la mano.

Paul se quitó el albornoz que lo cubría, y dejo al descubierto un cuerpo bien marcado por el gimnasio y totalmente depilado. Irene bajó la mirada y contemplo como entre las piernas sobresalía un pene de unas dimensiones considerables. No es que fuera muy grande, estaba relajado, pero era más grande que el de Raúl, y ese era el único que ella conocía.

—Bien, Irene, quítate la ropa —le dijo Roger que la apuntaba con su cámara.

Ella se quedó bloqueada, era todo tan frío que no sabía que debía hacer.

—Venga, que no tenemos todo el día.

La insistencia del director hizo que reaccionara y que comenzase a desnudarse. Primero la camiseta, luego los zapatos y los calcetines, después los vaqueros. Estaba en ropa interior.

A toda la vergüenza que le daba se unía la ropa interior que llevaba puesta: unas bragas blancas con dibujitos, bastante infantiles y desgastadas, y un sujetador rojo que le quedaba un poco holgado.

—No te preocupes, cherry —dijo Paul dándose cuenta del apuro de su compañera. Y con habilidad le desabrochó el sujetador, dejando al descubierto dos tetas pequeñas coronadas por unos pezones marrones claro, que enseguida se pusieron erectos, no porque ella estuviese excitada, que no lo estaba, sino porque allí hacía frío.

Ella hizo amago de taparse, pero enseguida recordó donde estaba. Y notó como Paul, situado detrás de ella se las acariciaba. Había empezado.

Ella no sabía que hacer, permanecía quieta, expectante. Roger no decía nada, mientras Paul llevaba la iniciativa, estaba claro que él si sabía lo que había que hacer.

No tardó mucho Paul en bajar sus manos e introducirlas por los laterales de sus bragas. Irene notó como se sonrojaba de vergüenza mientras que su compañero le bajaba las bragas, dejando al descubierto y delante de la cámara de Roger un pubis cubierto de pelo.

Este retiró la vista de la cámara y la miró con cara de sorpresa, y entonces ella se percató de que era lo que le sorprendía tanto.

—Lo siento... —dijo apesadumbrada al darse cuenta de que lo que miraba con cara divertida eran los pelos de su pubis, supuso que esperaba un coño rasurado—no sabía que tendría que hacer... esto.

—Vale, de acuerdo, pero la próxima vez te depilas, que tanto pelo ya no gusta al público —dijo Roger tratando a la pobre Irene como una mercancía.

Paul continuó con lo suyo, enredando los dedos en el ensortijado vello de Irene, la cual se hubiese desplomado si no estuviese apoyada en el cuerpo de su compañero. Poco a poco pudo notar como la polla de este comenzaba a crecer y a rozarse contra su culo, el cual quedaba a la altura de ella.

—Muy bien —dijo Roger —ponte de rodillas y hazle una buena mamada.

Casi antes de que terminara la frase Paul había retirado la mano de su pubis y se había empezado a tocar su polla, haciendo que esta aumentase de tamaño. Ella se giró y la observó, era grande y el capullo rojo asomaba húmedo a través del prepucio circuncidado.

—¿A qué esperas?, ¿una invitación? —le reprochó por su tardanza Roger.

Ella se arrodilló y la polla quedó a la altura de su cara, podía notar el picante olor que desprendía, aunque debía reconocer que estaba limpia, —podía ser peor —pensó.

Por fin se decidió, con su mano derecha agarró el falo palpitante que se mostraba orgulloso delante de ella y lo frotó un par de veces. Eso es lo que le gustaba a Raúl y suponía que era lo que se esperaba de ella.

Sin embargo Paul colocó su mano detrás de la cabeza de Irene y la empujó hacia delante impeliéndola a que se la introdujera en la boca. Ella lo hizo, por primera vez notaba el sabor de esa polla.

—Un poco más de entusiasmo, que se vea la lengua trabajar —le indicó Roger desde su silla.

Ella obedeció y comenzó a chupar la polla de aquel casi desconocido como si fuera la de su novio. Se imaginaba que allí estaba Raúl, que le encantaba que se la chupara. También le gustaba correrse en su boca, y eso a ella le desagradaba, pero se dejaba hacer porque, ella le quería.

—Muy bien, sigue así, usa la lengua que se vea como le comes el capullo, que se vea saliva.

Irene hacía lo que le decían, estaba un poco sorprendida, a estas alturas Raúl ya se hubiese corrido y estaría tumbado a su lado viendo la tele, mientras ella esperaba a que se le volviese a poner dura para sentirla dentro de ella.

Irene paseaba la lengua por toda la superficie del suave falo de Roger, que apoyaba las manos en los laterales de la cara de ella.

—Chúpale los huevos y no dejes de pajearle.

Aquello le chocó un poco Raúl nunca le había pedido que le chupase los huevos, pero ella lo hizo, necesitaban el dinero.

Los huevos de Paul estaban suaves y sin un pelo. Él a diferencia de ella si sabía a lo que venía. Notó como estos se endurecían al contacto con su lengua. Era extraño, pero no le desagradó, la verdad que hasta ahora no había sido tan terrible como ella había supuesto. Solo la cámara aquella apuntando y Roger de espectador le repelía.

—Muy bien, ya puedes parar. Vamos a otra cosa —dijo levantándose y dejando la cámara sobre la silla.

—Toma —le dijo tendiéndole un condón a Irene, que sabía lo que venía a continuación —pónselo con la boca.

—¿Con la boca...? —respondió avergonzada.

—¿No sabes? —le dijo él un tanto molesto.

Ella negó con la cabeza.

—Es que ya no hay profesionales... —dijo Roger decepcionado —pues venga pónselo como sea, que el tiempo es dinero y no es la única cosa que tengo que hacer hoy.

Aquello casi hizo llorar a la pobre Irene, que a los nervios que tenía se sumaba la intransigencia del director.

Le temblaban las manos cuando con torpeza colocó el condón en la polla de Paul.

—Ya era hora. Venga Paul, fóllatela. Ya sabes empieza despacio y luego le das más duro durante unos cinco minutos. Y luego le das la vuelta y se la clavas por el culo. A ver si podemos terminar en media hora.

Paul asintió y miró a Irene que no sabía muy bien lo que querían que hiciera.

—Túmbate en la manta y abre las piernas, del resto ya me encargo yo —le dijo Paul un tanto impaciente también.

Ella obedeció, se tumbó en la manta y con una enorme vergüenza se abrió de piernas delante de aquellos dos desconocidos.

—Espera un momento que voy a sacar unos planos de ese coño peludo —dijo riéndose Roger, que se acercó con su cámara enfocando la intimidad de Irene que ladeaba la cabeza azorada a punto de llorar.

—Tócate un poco, ¿o tampoco sabes?

Irene dirigió su mano derecha a su entrepierna y deslizó los dedos por su raja, notando que estaba bastante seca. Tenía que mojarse algo si no quería que aquello le doliese no solo moralmente. Se comenzó a tocar el clítoris, del mismo modo que se había masturbado desde los catorce años, tratando de imaginarse que estaba sola. Por fin notó como se mojaba algo más, pero no era capaz de notar ningún tipo de placer.

—Venga Paul, tú turno.

Sin decir una palabra más Paul se aproximó a Irene y con la mano derecha apuntó la polla hacia la entrada de ella. Ni siquiera se preocupó de comprobar lo mojada que estaba, y si estaba lista para recibir su polla. Aquello era un negocio y cada uno debía preocuparse de lo suyo.

Notó como el miembro erecto y duro de Paul se iba introduciendo en su interior, hasta que notó como el vientre de él chocaba con su pubis.

Le incomodaba un poco, no estaba todo lo mojada que ella quería, pero no había sido doloroso.

Sin apenas descanso Paul comenzó a moverse cadenciosamente, despacio, casi como si fueran amantes que hacían el amor después de mucho tiempo.

—Irene, gime un poco, no seas tan pavita.

Ella estaba humillada. Roger no paraba de humillarla y de darla órdenes. Pronto aprendería que el mundo en el que había entrado era muy duro, y que el tiempo era muy valiosa para andarlo perdiendo con circunloquios y delicadezas, en este negocio las cosas se decían muy claramente y si no valías había cola para ocupar tu lugar.

—¡Ahhhh!, ¡ahhhhhhh! —gemía tratando de parecer convincente, pero hasta ella misma se percataba de que no lo era.

—Un poco más de entusiasmo, haz como si te estuviese gustando, y no mires a la cámara, mira a Paul.

Ella lo intentó, y gimió de nuevo. Ahora le salió mejor y Roger se calló, y continuó grabando la escena.

Solo se oían gemidos y el chapoteo de la polla de Paul en su coño, que se había ido humedeciendo y ahora ya si no tenía ninguna molestia, sin embargo estaba segura de que no podría sentir nunca placer.

—Paul, más rápido y más fuerte —le dijo Roger.

Inmediatamente, como si de una máquina se tratase este aceleró el ritmo de las embestidas, y la violencia de la penetración.

—¡Ahhhhhhhhhhh! —gimió Irene medio de dolor, medio de fingimiento.

—Muy bien sigue así, gime así, y tú Paul aguanta unos minutos.

Ella siguió gimiendo y Paul siguió embistiendo con mayor violencia. Irene nunca había follado así, y la verdad es que no le gustaba mucho. Le dolía cada vez que Paul la embestía y chocaba contra ella.

—Ponte a cuatro patas —le dijo Roger a Irene.

Paul se salió de ella e Irene obedeció, colocándose a cuatro patas. Esta posición no era nueva para ella a Raúl le encantaba follarla así, aunque a ella le resultaba un poco humillante, se sentía como un animal.

—Dale otro ratito por el coño y mientras le vas haciendo el culo, y cuando lo tenga listo se la metes por el cacas.

Aquello debió parecerles muy gracioso, porque los dos rieron ante la expresión “por el cacas”, pero a Irene se le pusieron los pelos de punta. Pero no dijo nada, necesitaban el dinero, Raúl contaba con ella, y no podía decepcionarle. Ella se colocó en aquella posición, sus rodillas se clavaban en el duro suelo, sin que la manta apenas resultara de alivio. Paul se colocó detrás de ella y con su mano guió la polla al coño de una Irene que notó nuevamente como era penetrada.

Notaba como se deslizaba dentro de ella, y podía sentir que ya no estaba tan mojada como hacía un rato. La fricción hacía que la penetración le doliese un poco, pero no dijo nada, trató de concentrarse en algo placentero, trató de pensar en que aquel que la estaba penetrando era su Raúl.

Después de un rato así, notó como un líquido se deslizaba desde el final de su espalda hacia su ano. Sabía lo que venía a continuación. Nunca lo había hecho pero no era una tonta, había visto muchas películas porno con Raúl para saber que aquello eran los preparativos para sodomizarla.

Sabía que aquello le iba a doler, lo sabía por una amiga, que su novio se la metió por el culo y lloró y todo. Raúl lo había intentado alguna vez pero ella nunca lo había consentido, y ahora iba a entregarle su virginidad anal a un desconocido. Aquello hizo que sus ojos se humedecieran por lo humillante que era la situación.

—Venga no llores que todavía no te la ha metido —dijo Roger que imaginaba que aquel amago de lágrimas era debido a que sabía lo que venía a continuación.

Paul siguió penetrándola, ella gemía tratando de fingir un placer que no sentía ni por lo más remoto. Pronto notó como los dedos de este empezaban a rondar por su ano.

—Relájate —le dijo suavemente Paul al notar como Irene contraía su esfínter —si no te va a doler más.

Ella lo intentaba, intentaba relajarse y que los músculos la obedeciesen pero le resultaba muy difícil.

Nuevamente notó los dedos de Paul en su ano, esta vez hizo más fuerza y el dedo pulgar, deslizándose desde el final de la espalda se introdujo en su interior. No costó mucho que entrara, la lubricación hacía su trabajo, pero Irene notaba como si la forzaran.

—Muy bien ya ha entrado uno...

Aquella afirmación dejó a Irene un tanto sorprendida, —cómo que ya ha entrado uno, cuántos tenía intención de meterle —pensó cada vez más asustada.

Casi no le dio tiempo a terminar el pensamiento cuando Paul comenzó a mover el dedo en su interior. Le dolía, no mucho pero le dolía, no sabía como iba a poder soportar la polla dentro.

El dedo pulgar fue sustituido por el dedo índice, que Paul había lubricado viendo lo estrecha que era su compañera. Él era un profesional y no disfrutaba haciendo daño a sus compañeras, aunque había participado en pelis donde incluso se buscaba el dolor de la chica.

Sacó y metió el dedo tres ó cuatro veces, y de repente introdujo el dedo anular junto con el índice.

—¡Ahhh! —gimió de dolor Irene que instintivamente echó su cuerpo hacia delante.

—Aguanta un poco, que ya pasa —le decía suavemente Paul mientras continuaba agrandando el orificio anal.

—Me duele, me duele —dijo una, ahora si, llorosa Irene, que ya no podía retener las lágrimas.

—Venga que muchas antes que tú le han hecho lo mismo y no han montado este espectáculo —Roger seguía con su insensibilidad, rodando cada detalle de lo que allí ocurría, lo único que le preocupaba era grabar la maldita escena.

Esto humillaba aún más a Irene que no se atrevió a replicarle, necesitaba el dinero y no quería que la largararn.

Paul permanecía en silencio, aunque no le gustaba como Roger trataba a la pobre Irene. Pero él era un profesional y quería que le pagaran —todos tenemos nuestros problemas —pensó para tranquilizar su conciencia antes de introducir un tercer dedo en el enrojecido ano de Irene.

Esta volvió a gritar, que no dijo nada más, solo lloraba. Quería que aquello acabara cuanto antes, la estaban destrozando pero debía aguantar, y apretó los puños y aguantó el dolor de notar como tres dedos le abrían el culo.

—Muy bien, dale por el culo, y córrete en su cara cuando termines.

Paul sacó la polla del coño de Irene. Se cambió el condón y lo cubrió con lubricante.

—Aguanta —le dijo al tiempo que apuntaba su miembro erecto en la entrada de su culo que se mantenía ligeramente abierto.

La polla se deslizó hasta dentro. Irene notaba como se rompía, parecía que se iba a partir por la mitad.

—¡Ahhhhhhhhhhh! —gritó sin poder evitarlo, le dolía, nunca le había dolida nada antes como esto ahora.

—Ya ha pasado lo peor —le dijo Paul que permanecía quieto con la polla introducida en su totalidad en el estrecho ano de Irene, que no paraba de llorar y de moverse.

Roger se había colocado delante de ella y había grabado la cara de esta cuando Paul la había sodomizado. Sonreía, sabía que aquello era bueno, que se vendería bien en internet, y que los 200 euros que la pagaría los recuperaría probablemente en unas horas.

Paul empezó a moverse a un señal del director. Al principio despacito apenas unos milímetros que hicieron que Irene gimiese de dolor.

—Por favor, me duele.

Paul miró a su jefe, un tanto preocupado. Era normal que a una primeriza le doliese un poco pero Irene estaba sufriendo mucho.

—¿Qué pasa?, —preguntó Roger ¿no vas a aguantar?. Si quieres paramos pero no te podré pagar, porque la escena no estará completa.

—Menudo cabrón —pensó Paul, que sabía que aquello se podía editar y él correrse en su cara, pero no dijo nada, él era un profesional y quería cobrar.

—Irene, mírame —le dijo Roger— ¿quieres que paremos?.

Ella negó con la cabeza, necesitaban el dinero.

—Muy bien, así me gusta, que aguantes como una campeona. Venga Paul dale que no tenemos todo el día.

Paul asintió apesadumbrado, a él no le gustaba hacer sufrir a las chicas, pero... era un profesional.

Comenzó a moverse cada vez más rápido mientras Irene trataba de contener el llanto. Se mordía el labio tratando de aguantar el dolor que sentía. Era como si la quemasen con un hierro al rojo en su interior.

Podía notar como las manos de Roger se aferraban a sus caderas y como el vientre de este se estrellaba contra sus nalgas. Ella cerraba los puños y aguantaba, ya no lloraba, pero los rastros del llanto eran claramente visible en una cara que no podía evitar contraerse del dolor que sentía.

No sentía más que dolor, no podía entender como esto le podía gustar a la gente. Pero así era. Ella tenía que estar sufriendo este calvario para que un pajillero adolescente pasase unos minutos agradables mientras se la meneaba como un mono hormonado.

Pasaron unos minutos, Irene no sabría decir cuantos, para ella el tiempo se había detenido y parecía que habían transcurrido horas. Estaba tan ensimismada tratando de abstraerse del dolor y la humillación que estaba padeciendo que no se dio cuenta cuando Roger le ordenó a Paul que fuese terminando. Lo notó cuando este aceleró sus embestidas y por tanto multiplicó el dolor que Irene sentía.

De pronto Paul sacó la polla del culo de Irene que sintió como si una parte de ella se fuese con el miembro de su compañero. Este se quitó el condón rápidamente arrojándolo al suelo, y giró a Irene dejando la polla a la altura de su cara.

—¡Chúpale lo huevos! —le gritó Roger.

Ella lo hizo como una autómata mientras notaba como le palpitaba el ano.

Paul se masturbaba delante de su cara hasta que empezó a gemir.

—¡Me corro!, ahhhhhhhh, ¡me corro! —y empezó a expulsar chorros de semen que se fueron a estrellar contra la cara de Irene que no sabía que hacer, se quedó paralizada mientras notaba como su cara era cubierta por esa sustancia viscosa que comenzaba a escurrir hacia sus tetas.

—Que caiga algo en la boca —dijo Roger.

Paul le sujeto la barbilla haciendo que abriera la boca y unas gotas de su simiente entraron en ella.

—Muy bien —dijo Roger mientras Paul restregaba su polla contra la cara de Irene extendiendo la pringue que había soltado sobre ella —corten, ha sido buena.

Roger se retiró mientras que Irene permaneció en el suelo humillada, llena de semen y sin saber que hacer.

—Te puedes ir a lavar —le dijo Paul que con una toalla se limpiaba la polla de los restos de la corrida.

Irene se levantó sin decir una palabra notando como el semen le escurría por la cara, y se dirigió al baño. Cerró la puerta se miró al espejo y rompió a llorar cuando vio su reflejo en él. Con ansia abrió el grifo del agua y se restregó la cara tratando de quitarse aquello de encima.

De repente le entraron nauseas y le dio el tiempo justo para levantar la taza del water y comenzar a vomitar.

Oyó como golpeaban la puerta.

—¿Estás bien? —era Paul.

—Dejadme en paz —gritó llorando como una magdalena.

No obtuvo respuesta.

Se quedó sentada en el suelo un rato llorando con lo cabeza entre las rodillas. Luego se ducho sin poder dejar de llorar, tocando su culo notando cuan dolorido lo tenía. Se restregó tratando de quitarse la sensación de ser la más puta entre las putas, pero a pesar de que se dejó la piel al rojo vivo no lo consiguió.

Por fin tras más de una hora encerrada salí del baño envuelta en una toalla y con toda la dignidad de la que fue capaz se vistió delante de Roger que la esperaba en la habitación que usaba de despacho.

Una vez vestida entró en él. Allí estaba Roger viendo la grabación.

—Ha sido una buena prueba —dijo sin apartar la vista de la pantalla donde ahora aparecía Irene chupándosela a Paul.

—Toma, esto es lo tuyo —le dijo tendiéndole un sobre.

Ella lo abrió y contó cuatro billetes de cincuenta euros. Eso era lo que valía, cuatro miserables billetes.

Se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.

—La semana que viene comienzo un rodaje, ¿estás interesada?.

Ella no se giró, solo pensó en Raúl y en que necesitaban el dinero, y asintió, antes de girar el pomo de la puerta y marcharse.

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