Por mearse sobre la taza del baño!!!!!!!
Luis aun no conoce como se las gasta su novia, pero va a comprobarlo por mearse sobre y fuera de la taza del baño.
Por mear fuera de la taza!!!!!
Ana había comenzado a salir con Luis hacía ya casi un año. Su relación iba cada vez a más, aunque desde que los fines de semana los compartían juntos viviendo las 24 horas del día bajo el mimo techo, habían salido ciertos detalles que irritaban tanto a uno como a otro. Uno de esos detalles era que Luis cada vez que iba al baño dejase la taza del váter salpicada de gotitas del liquido que manaba se su miembro cada vez que este necesitaba evacuar liquido. Ana resoplaba y contaba hasta diez en voz baja para evitar sacar a la fiera que llevaba dentro y que Luis aun no conocía, pero el hecho se repetía cada vez con más frecuencia, y evidentemente la fiera salto. Ana una vez más se levanto por la mañana un poco después que su novio que degustaba en ese momento un café leyendo la prensa sentado en el sofá del salón frente al ordenador. Cuando entro al cuarto de baño y levanto la taza del váter contemplo este salpicado de gotitas de pis, igual que en el suelo y sin poder evitarlo dijo en voz alta.
-¡Otra vez te has meado fuera, joder! ¡Eres un puto guarro! ¿lo sabes? Límpiala al menos joder, que yo tengo que sentarme para hacer pis, o lo que sea. Ufffff. ¿Sabes?, mi sobrino el mes pasado hacia lo mismo y el otro día en casa de mis padres cuando le pille le di con la zapatilla de lo lindo en el culo, y se le ha quitado la costumbre.
Luis escuchaba las quejas de Ana pero su cerebro no reacciono hasta escuchar aquel último comentario. Inconscientemente aparto la vista de la pantalla del ordenador y empezó a pensar en aquella amenaza. No sabía porque pero algo se despertó en su interior, y la idea de probar esa zapatilla empezó a germinar en su interior.
Ana era toda una mujer aunque por circunstancias de la vida aun vivía con sus padres. Se habían conocido en una parada de autobús de la manera más tonta, ofreciéndola cobijo bajo su paraguas en un día de lluvia. Coincidió que cogían el mismo autobús, se sentaron juntos y comenzaron una conversación que derivo en una relación. Desde el principio Ana le gusto, su simpatía, su alegría, su dulce voz, y como no su increíble cuerpo. Le volvían loco sus sugerentes pechos, no perdía ocasión para tocar aquel majestuoso culo, y no veía el momento de poder hacerla suya una vez más, dándole placer a un conejito totalmente depilado, y porque no decirlo, muy, pero que muy sabroso. Pero aquella amenaza había sonado con una voz diferente, autoritaria, firme, y en su imaginación ya empezaba a ver a su novia zapatilla en mano ordenándole que se bajase los pantalones que iba a recibir su castigo.
Paso todo el día dándole vueltas al asunto, la miraba, la observaba y cada vez se sentía más atraído por aquella idea, hasta el punto de pensar que aquello que hacia sin querer, lo haría queriendo de ahora en adelante, hasta conseguir que aquella amenaza se hiciera realidad. Justo después de comer fue al baño y dejo la huella sobre la taza del baño, pero nada sucedió. Posteriormente a media tarde nuevamente lo hizo, pero Ana no saltaba, parecía que aquella mala leche de la mañana había desaparecido. Luis pensó que el polvo tras la siesta la había apaciguado, pero no dudo en persistir hasta lograr al fin probar aquella zapatilla. Tras la cena se sentaron juntos en el sofá con la intención de ver una película juntos. Reclinaron sus asientos y se acomodaron el uno junto al otro, tumbados ambos cómodamente, ella recostada su pecho, y el apoyando su cabeza sobre la de ella. Desde esa posición podía ver sus pies, y la manera en que ella jugaba con sus zapatillas. Las llevaba en chanclas, acostumbrada a llevarlas así aunque estas fueran de invierno. Se las sacaba hasta la mitad, e incluso hasta casi quitárselas del todo. Luego volvía a ponérselas. Era como un juego, como un ritual. Luis las contemplaba, de terciopelo rojo, con un ribete a su alrededor del mismo color pero un poco más intenso. La verdad es que debían de picar y escocer de lo lindo en el culo, pero ese pensamiento comenzaba a provocarle una erección de lo más grande. Sin prestar atención a la película se levanto y fue al baño sin poder quitarse de la cabeza esa idea, y sin querer nuevamente hizo pis salpicando la taza del baño, y lógicamente también el suelo. Cuando volvió ocupo su lugar en el sofá, Ana volvió a reclinar su cabeza sobre Luis, y este la suya sobre la de su novia. Media hora después fue Ana la que necesito ir al baño, y justo cuando Luis pensaba que esa noche no pasaría nada, la bomba estallo.
-¡Y van cuatro veces hoy, joder¡ ¿Que te he dicho esta mañana Luis? ¿Qué te he dicho que te pasaría si volvías a mearte fuera de la taza? ¿Tanto te cuesta levantarla? ¿Tanto te cuesta limpiarla si la manchas cuando meas? ¿Eh, contesta?
Ana se había dado la vuelta, y cruzada de manos le gritaba a Luis anclada bajo el marco de la puerta del salón. Su cara de pocos amigos, vaticinaba que en esta ocasión sí que iba a tener premio.
-Lo siento cariño, no me he dado cuenta. Lo juro. – contesto Luis con voz entrecortada, casi susurrando.
-Yaaaa, sin darte cuenta. Prepara ese culo que ahora vuelvo.
Ana se quito la zapatilla frente a Luis amenazándole con ella en la mano, mientras le adelantaba su futuro más inminente. Luego la volvió a tirar al suelo para calzársela y darse la vuelta camino del cuarto de baño. Luis trago saliva, sonrió y espero, ya sabía que iba a recibir su primera azotaina.
Ana tardo bastante en volver del baño, tanto que hasta Luis pensó que se estaba tranquilizando y que aquello no pasaría a mayores. La realidad era bastante diferente, una vez más tuvo que limpiar la taza del váter antes de poder sentarse y hacer pis, todo ello renegando y maldiciendo aquella puta costumbre de mearse fuera sin pensar en ella, y una sola idea en su cabeza, ahora cuando terminase de hacer sus necesidades le iba a enseñar a su novio con quien había dado. La tormenta había llegado.
Cuando Luis vio aparecer a su novia en el salón le basto un segundo para saber que su novia no había cambiado de opinión. Subió el volumen de la televisión, se cruzo de brazos ante él, y con voz firme le dijo.
-No quiero que te oigan los vecinos cuando empieces a llorar, porque vas a llorar, de eso estoy segura. ¿A qué esperas para levantarte y bajarte los pantalones?
Luis se levanto e hizo lo que Ana le estaba ordenando. Se bajo el pantalón del pijama y se le mostro a su novia su miembro desnudo al no llevar ropa interior. Ana situó una silla en el centro del salón, y mirándole fijamente se quito la zapatilla lentamente ante la atenta mirada de Luis. Luego se sentó en la silla y dándose unos suaves golpecitos con la zapatilla sobre su muslo derecho le indico donde debía situarse. Luis avanzo hacia ella colocándose a su lado derecho, y justo cuando iba a tumbarse sobre el regazo de su novia, esta se subió un poco el camisón de seda azul que llevaba puesto, enseñándole a Luis todas sus piernas, sus muslos e incluso un poco más, lo que le hizo ponerse un poco verraco. Trago saliva y sintiéndose observado se tumbo sobre el regazo de su novia finalmente, para recibir su merecido castigo.
-De ahora en adelante esto es lo que te espera si sigues siendo así de descuidado, ya sea con la taza del baño o con cualquier otra cosa. – le dijo Ana rezando para que su novio no se levantase y aceptase lo que iba a pasarle. Nunca lo habían hablado pero llevaba ya tiempo queriendo azotarle el trasero, y deseaba fervientemente que aquello se repitiera más veces, pues era una de sus fantasías preferidas, poder darle a su novio una buena tunda con la zapatilla, y luego lo que surgiera.
Ana contemplo el trasero de Luis totalmente expuesto ante sus ojos tumbado sobre su regazo. Le acaricio el culo con la suela de la zapatilla deleitándose con ello, luego la giro e hizo lo mismo con la parte aterciopelada. Luis sintió ambas texturas sobre su trasero esperando el primer azote que llego sin previo aviso. Zasss!!!!!!
-Veras como te quito las ganas de mearte fuera, sinvergüenza.
Luis grito al sentir el picor del primer zapatillazo, giro su trasero hacia un lado, para sentir el segundo un instante después y levantarse para poder frotarse el culo con ganas con ambas manos.
-¡Aaauuuuuu!
-¡De eso nada, pero que te has creído! ¡Ven aquí de nuevo! – le dijo Ana levantándose para tirándole de una oreja volver a llevarle sobre su regazo. Fueron tan solo unos segundos, pero los suficientes para que Ana pudiera contemplar a su novio con una tremenda erección. Su excitación subía por momentos. – Y ni se te ocurra volver a levantarte hasta que yo te lo diga, cerdo de mierda!
La zapatilla de Ana prosiguió haciendo su cometido. El trasero de Luis enrojecía por momentos acompañado de aullidos de dolor. Fueron solamente diez los necesarios para que las lagrimas acudieran a sus ojos. Intento taparse el culo con su mano derecha, sujetada hábilmente por Ana para impedirlo, mientras la izquierda la apoyaba el suelo, o apretando la pata de la silla. Su mirada clavada irremisiblemente en la otra zapatilla, joder como dolía la condenada.
-¿Vas aprendiendo la lección, guarro?
Luis imploraba el perdón, llevaba veinte zapatillazos y aquel tormento parecía que no tenía fin. El culo le ardía, cada zapatillazo recibido le hacía ver las estrellas, sin embargo se sentía cada vez mas excitado, y en su pensamiento una única idea, deseaba poder follarse a la mujer que le estaba castigando por mearse fuera de la taza del baño. Se retorcía como una culebra sobre el regazo de Ana, que había entreabierto sus piernas para poder atrapar el miembro erecto de su pareja entre sus muslos. Al contrario que Luis, ella no deseaba dar por terminado aquel castigo.
-¿Te duele? ¿Contesta, te duele? Cerdo, que eres un puto cerdo, pero te aseguro que a ti te enderezo yo a base de zapatilla.
La voz de Ana sonaba diferente, firme, severa, y al mismo tiempo fatigada, excitada, entrecortada. Su mano derecha libero la de Luis dejándola que esta cayera su sobre su pie izquierdo, acariciando su otra zapatilla, suave al tacto. Luis sentía que se iba a correr, placer, dolor, excitación, movía su culo de un lado a otro tras cada zapatillazo, no podía remediarlo. Ana sentía como su capullo comenzaba a convulsionarse entre sus piernas, estaba más cachonda que nunca. Con un hábil movimiento lanzo la zapatilla al aire para cogerla por el otro lado y asestarle los últimos zapatillazos a Luis con el talón de la misma. Sabía que se iba a correr entre sus muslos. Al final iba a resultar que era un cerdo, pero un cerdo encantador.
-¡Ya terminamos, cabron! Estos son los mejores, veras como no los olvidas fácilmente.
Luis grito como un animal herido, sin saber bien si por el dolor de cada zapatillazo, o por la corrida que acababa de lanzar sobre los muslos de su novia. ¿Qué pensaría ella de él?. Por unos momentos sintió vergüenza de sí mismo. Ana le mando levantar, Luis se llevo una mano al culo para frotárselo, y la otra tapando su rabo aun erecto. El color de sus mejillas era idéntico al de su trasero.
Ana se miro entre las piernas y contemplo la leche derramada en ellas por su novio. Alzo la cabeza, se levanto y agarrándole por la pechera lo atrajo hacia sí. No le dijo nada, simplemente le beso en los labios, le metió la lengua hasta la campanilla y le susurro al oído.
-Estas castigado todo el fin de semana. Ves como eres un guarro. Te has corrido entre mis muslos mientras te daba una buena tunda con la zapatilla. Eres un sinvergüenza y un pervertido, me encanta. Voy al baño a limpiarme todo esto que me has dejado entre las piernas. De cara a la pared y deja de llorar como un niño, porque necesito a esa lengua trabajando aquí abajo. ¡Obedece!
Ana se fue directa al baño y Luis se quedo jadeante con el corazón latiéndole a toda velocidad. Aquello tenía que reconocerlo, lo había buscado, se lo había merecido y ahora iba a comerse el coño de su novia, y probablemente iba a echarla el mejor polvo de su vida. Sabía que ella le había buscado también, que lo había disfrutado y que muy probablemente le castigaría de ahora en adelante por cualquier cosa. La verdad poco importaba el motivo si volvía a correrse entre sus piernas, si podía follarsela después salvajemente.
Ana en el baño se limpio con una toallita la entre las piernas, se toco se sexo y lo sintió húmedo, mojado. Estaba cachonda, más que nunca, y tenía la certeza que a Luis le había encantado aquella experiencia. Le había dado una soberana paliza, le había dejado la zapatilla bien marcada en el culo, sin duda alguna era el hombre de su vida. Ahora saldría y le obligaría a comerla el coño como es debido.