Por los campos de Castilla

Osea que se traen alguna guarra a la bodega. No. Aquí solo entran los hombres - me dijo muy serio. Entonces Pues eso que hacemos una fiesta de machos. Hala Paca bailanos un poco para agasajar al muchacho.

Hacía un calor de tres pares de cojones. Desde luego no era el mejor dia para andar en bicicleta por aquellos polvorientos caminos de tierra. Pero es que en el pueblo me aburría como una ostra perlera.

Hacía unos meses que había nacido mi primer hijo y mi mujer se empecinó en ir a pasar el verano a la casa de sus padres en el pueblo para que la familia conociera al niño.

El pueblo era el típico villorrio mesetario con cuatro casas que por tener no tenía ni bar. Para más inri mi mujer todavía no se dejaba montar desde que había parido y para colmo el nene dormía en la cama con nosotros. Con lo cual estaba encerrado en casa de mis suegros sin otra diversión que jugar a las cartas o cascarmela a escondidas en el baño.

Por eso nada más que podía me subía a la bici y me machacaba haciendo kilómetros.

La tarde era de las más calurosas del verano y sudaba como un cerdo encima de la bici. Llevaba más de una hora pedaleando y se me había acabado el agua por lo cual estaba muerto de sed.

Cuando estaba apunto de dar la vuelta de regreso, al doblar una curva, vi cerca del camino a tres hombres sentados a la puerta de una bodega

  • Joder menos mal. A ver si me dan un poco de agua - pensé

Me posé de la bici y caminando la conduje hacia la bodega.

  • Buenas tardes - les saludé al llegar a su lado.
  • Buenas tardes mozo. ¿Que se te ha perdido por estos andurriales? - me contestó uno de los hombres.
  • Dando una vuelta en bici ya ve.

Eran tres hombres maduros, casi unos ancianos. Dos de ellos eran clavados, de piel cetrina, llena de arrugas  y tostada por el sol. Eran enjutos y nervudos. Parecian hermanos. El otro de tez pálida y sonrosada. Era regordete y tenía la piel tersa y sin una arruga.

  • ¿Podrían darme un poco de agua? He vaciado la botella y estoy mas seco que la mojama. - les dije.
  • Si la quieres para beber lo siento pollo pero en la bodega no es potable, solo la usamos para lavar las botellas. Si quieres beber tendrá que ser vino. Lo que si puedes es refrescarte un poco y quitarte el polvo del camino. - me dijo el que parecía más viejo y llevaba la voz cantante.
  • Se lo agradeceria mucho - le contesté limpiándome el sudor que bañaba mi frente con el dorso de la mano.
  • Pues hala bajemos a la bodega - dijo poniéndose en pie.

Los otros dos se incorporaron tras él. Entramos en la bodega y el viejo encendió una luz que iluminó tenuemente una bajada a la bodega. Tras el pasó el que yo creí su hermano.

  • Vete tú delante hijo que a mi con estas carnes me cuesta más bajar - me dijo el gordo con voz aflautada.

En fila india descendimos a la cava. Daba gusto el fresquito que se disfrutaba allí. Además un agradable olor a tierra y uva perfumaba el recinto. Por fin llegamos abajo. La rampa desembocaba en un amplio espacio que se coronaba con una bóveda altísima excavada en la tierra, en lo alto un óculo dejaba pasar la claridad del día. Una antigua prensa de madera ocupaba la mayor parte y al lado una robusta mesa y unos taburetes.

  • Mira ahí te puedes refrescar - me dijo el que mandaba señalando un pilón lleno de agua que estaba en un rincón.

Me quité el maillot que estaba empapado de sudor y me dirigí a lavarme. Me mojé bien la cabeza y me lavé los sobacos. En una de estas torné la cabeza y vi como los tres me observaban curiosos sonriendo.

  • Toma sécate con este trapo - me dijo lanzándome una gastada tela de cuadros descoloridos .

Mientras me secaba los tres seguían sin quitarme los ojos de encima.

  • Hala ahora vamos a refrescar el gaznate - me dijo  cuando hube acabado de secarme.
  • Francisco trae una jarra de vino y unos vasos - ordenó al más gordo.
  • Perdona que no nos hemos presentado, ese es Francisco - dijo mientras el gordo se dirigía a una alacena a por los cacharros.
  • Este es el Venancio y yo me llamo

Austricliniano - añadió tendiendome la mano.

Cuando escuche su nombre a punto estuve de descojonarme de risa.

  • ¿Son Vds hermanos? - le pregunté señalando al Venancio.
  • Si somos los tres hermanos
  • Ah. Yo pensé…
  • Nosotros salimos a mi padre y Francisco es clavadito a mi madre en paz estén. - me aclaró

Cuando Francisco llegó con el vino nos sentamos a la mesa. Sirvió los vasos y yo inmediatamente me lo bebí de un trago. Que rico y fresquito que estaba.

  • Está buenísimo - le dije a mi anfitrión.
  • Como el vino de esta tierra no lo hay para refrescar el cuerpo.- dijo ufano.
  • Bien lo sé - le apoyé.
  • Y qué haces por estas tierras. Por que tu no eres de por aquí verdad… ¿Por cierto cómo te llamas? -
  • Enrique  y soy de Madrid. Pero estoy en Villafría del Cántaro en casa de mis suegros pasando el verano. - le expliqué.
  • ¿De qué familia eres?
  • Bueno mi mujer es hija de Marcial Panparacuatro.
  • Lo conozco. Y que estás casado con la Apolonia o con la Claudia.
  • Con Claudia.
  • ¿Hace mucho que estáis casados?
  • Para tres años va
  • ¿Y tenéis críos?
  • El primero nació este año. Tiene cuatro meses.
  • Pues si que tardaste - me dijo guasón.

Me sonrojé.

Una tras otra nos echamos varias jarras al coleto. Y tras hablar del tiempo, del campo, de la caza y de mil cosas me picó la curiosidad.

  • Austri,,,, - no me acordaba de tan enrevesado nombre y además ya se me trababa la lengua de tanto vino como habíamos trasegado.
  • Llámame Pepino. En el pueblo todo el mundo me llama “el Pepino” - dijo riendo.
  • Bien pues Pepino. No me has dicho si tu tienes hijos.
  • No, estamos los tres solteros.
  • ¿Los tres?
  • Si hijo, los tres. Yo soy el mayor y estuve a punto de casarme pero no cuajó la cosa.
  • ¿Entonces?
  • Pues un poco antes de la boda a mi novia por aquel entonces la preñaron. Y digo que la preñaron porque yo se bien que no fui. Así que corté con ella y nunca más quise saber de casorios.
  • ¿Que viven los tres solos?
  • Los tres junticos en la casa que era de mis padres - me aclaró.
  • ¿Y cómo se arreglan sin mujeres?.
  • Bueno el Venancio y yo nos ocupamos de la tierras y Francisco que siempre estuvo delicado de la espalda de la casa.
  • Bueno yo no me refería a eso.
  • ¡ Ah! ¿Que como nos aliviamos los bajos quieres saber?
  • Pues eso.
  • De vez en cuando nos vamos de putas a la capital.
  • Ya
  • Y si no nos montamos una juerga nosotros mismos.

Ahora comprendía la profusión de calendarios y páginas centrales de revistas con tías más o menos vestidas que decoraban las paredes de barro.

  • Osea que se traen alguna guarra a la bodega.
  • No. Aquí solo entran los hombres - me dijo muy serio.
  • ¿Entonces?
  • Pues eso que hacemos una fiesta de machos. Hala Paca bailanos un poco para agasajar al muchacho.

El gordo en un santiamén se subió a la mesa. Quedé sorprendido de la agilidad que ahora demostraba.

Empezó a cantar una vieja copla mientras se contoneaba como una mujer. Los hermanos reían y aplaudían gozosos.

  • Enséñale el trasero al Enrique - le animó el Pepino dándome una palmada en la espalda.

El gordo se bajó el pantalón mostrándome el culo.

  • Vistes que posaderas se gasta el muy cabrón - me dijo el Venancio divertido.

La verdad que tenía un culazo enorme, como el de una hembra. Rechoncho, respingón y blanco como una luna llena.

  • Despelotate Paca - le animó el Pepino.

La Paca entonces empezó un provocador estriptis

.

Poco a poco se desabrochó la camisa y me la arrojó con una sonrisa pícara a la cara. En su torso desnudo aparecieron unos enormes pechos plenos como los de una mujer. Los bamboleó con malicia.

Luego se quitó los pantalones y los tiró al alto para proseguir insinuante bajándose los calzoncillos lentamente mientras contoneaba el culo pegado a mi cara. Se dio entonces la vuelta y se metió la pequeña verga que lucía entre las piernas. Me guiñó un ojo.

Los míos se abrieron como platos. Con la polla oculta era como una matrona, maciza y jamona. Totalmente lampiño solo el vello pubico ennegrecía su piel. Aquella piel lechosa y mórbida produjo en mí un efecto inesperado. La polla se me puso como un fierro.

  • Mira se la has puesto tiesa al gañan - me dijo el Pepino agarrandome fuerte la polla.

Una gota de sudor recorrió mi sien.

  • Pues si que te ha puesto caliente. Mirad como suda.- se rió el Pepino
  • Es que llevo meses a palo seco y… - balbuceé
  • ¿Quieres follarte a la Paca? A ella no le importa, le encanta que la monten sobre todo si es carne fresca la que la encula. Venga anímate hombre. - me dijo mientras me agarraba un brazo y me obligaba a ponerme en pie.

Entre los dos hermanos me bajaron los tirantes del maillot y me lo quitaron dejándome en pelotas.

  • Mira Paca que pollón te vas a trajinar. Baja y mamasela un poco para que te pueda entrar por el ojete.

El gordo saltó de la mesa y se arrodilló a mis pies. Su lengua me recorrió el palo de una pasada. Me acaricio los huevos mientras su mano me masturbaba con suavidad. Luego me bajó la polla y su boca se posó en la punta. Sus labios carnosos y húmedos empezaron a tragarse el glande. Cuando lo tuvo todo el dentro empezó a jugar con la lengua.

  • ¿Que te gusta como la chupa? - me preguntó el Pepino mientras me apretaba una nalga.
  • Siiiii. Claro joder como no me va a gustar.

Era evidente que aquella boca se había comido mucha polla. La verdad que nunca me habían hecho una mamada como aquella. Esa lengua que acariciaba mi bálano y me frotaba el frenillo me estaba volviendo loco.

  • Venga Paca ahora hazle una mamada de las tuyas - Le animó el Venancio.

Empezó entonces a meterla y sacarla mientras la acariciaba sabiamente con los labios. Succionaba de vez en vez y cada poco se la tragaba hasta que su nariz tocaba mi pubis. Era genial llevando el ritmo. Lo incrementaba follandome con vigor o se detenía con solo el capullo dentro y lo apretaba mientras lo sorbía.

  • Joder como siga asi me voy a correr - exclamé traspuesto.
  • Para Paca no vayas a deslechar al mozo antes de que  cate tu culo. - le ordenó el mayor.

El gordo se levantó ipso facto y reclinó el pecho sobre la mesa meneando el trasero obscenamente. Luego se cogió las cachas con la mano y tirando de ellas  abrió el culo. Un agujero rosado boqueaba en el centro.

  • ¿Pero en serio queréis que le de por el culo? - le pregunté espantado.
  • Pues claro hombre no ves como te lo pide. - me dijo el Pepino tras palmearme una nalga.

Lo dudé. Me parecía una mariconada. Pero aquel trasero glorioso era digno de ser enculado. La verdad era que a no ser por la pichuela y los huevecillos colgando entre las piernas era el cuerpo de una macizorra. Y a mi los culos siempre me habían puesto mucho.

Armandome de valor y rebosando calentura me acerqué con la picha en la mano dispuesto a enchufarsela. Le puse la polla en la entrada y empujé.

  • ¡AYYYYYYYYY! Hijo mójame un poco el chocho que me haces daño. - protesto la Paca.

Le eché un par de gargajos en el ojete y otro en mi verga. Le froté el agujero y volví a colocarme en posición de ataque. De un puntazo le metí la bellota que ahora entró sin dificultad.

  • Hijo que nabo tan gordo- dijo resoplando.

Cuando intenté clavársela más me refrenó con una mano.

  • Espera hermoso deja que se me acomode el coño - me dijo.

Me quedé quieto. Fue entonces cuando empezó a contraer y distender el esfínter mientras se cimbreaba. Me apretaba la mota con tal maña que me di cuenta que aquel culo se había tragado más polla que todas las putas de la calle Montera juntas. Creo que más que acomodarse el chocho estaba dándose gusto porque aquel culo estaba más abierto que el coño de la Bernarda.

  • Ahora follame con garbo galán - me animó después de un rato.

Se la clavé de un golpe hasta la empuñadura. Ni un lamento. Daba gusto meterla en hueco caliente después de tantos meses de seca.

  • Humm, hummm, hummm - gemía la Paca mientras le enculaba duro.
  • Venga Enrique monta con brío a esa jaca. A ver si nos la preñas - se reía el Pepino
  • Dale fuerte que le gusta - me animaba el Venancio.
  • Joder vaya si le gusta. Menuda guarra que tenéis en casa.¿Os la follareís no?
  • Pues claro hombre. A la Paca hay que regarla casi todos los días porque si no se nos pone mustia. Así que no viene mal un poco de ayuda- me confirmó Venancio.

La taladraba con furia para luego sacarla de un golpe para enterrarsela de nuevo de un puntazo. Cada vez que lo hacía el gordo lo celebraba.

  • Asi mi rey, empitona bien a la Paca- decia el muy maricón.

En un momento que bajé el ritmo para descansar de tanta friega noté unas manos que me agarraban las nalgas. Sentí como me abrían la raja y algo húmedo me empezó a mojar entre ellas. Joder era una lengua que me estaba lamiendo el culo. Al tornar la cabeza para ver lo que pasaba en mis bajos vi agachado al Venancio comiendome el culo.

  • ¿Pero qué cojones haces? ¡Que yo no soy maricón te enteras! - le grité enfadado.
  • Anda sigue serruchando y déjate hacer. Ya verás como te gusta - me dijo el Pepino sonriendo.

De perdidos al río pensé. Segui follandome a su hermano y deje que el otro me trabajase el ojete. Me estaba gustando la verdad y más cuando la punta de la lengua empezó a penetrarme como una pequeña verga. Nunca me habían andado en semejante sitio y me sorprendió el placer que me causaba.

Agarrado a las caderas del gordo le enculaba con placer cuando oí decir al Pepino.

  • Déjame ver Venancio.

Oí como alguien escupía tras de mí y luego como una puñalada dos dedos se clavaron en mi ojal.

  • Este ya esta listo - dijo el Pepino

Todavía no me había recuperado del dolor que me causó tentándome el culo cuando sentí algo caliente y gordo en la entrada. De un puntazo me clavó el estoque.

  • No eso no - grité despavorido y traspuesto por el inmenso dolor que me causó.

Me había clavado el glande de una. Mi culo empezó a palpitar con la piel estirada como nunca la había sentido y sentí su rabo pulsar en mis carnes. En una segunda acometida me la enterró hasta la empuñadura. Grité como un poseso.

  • Cabrón, cabrón. Que me rompes el culo.
  • Alguna vez tenía que ser mancebo. Aflojate por que si no te va a doler mas - me dijo al oído.

Empezó a follarme con ritmo. Me sentía empalado por semejante cipote. lo notaba bien largo y muy gordo dentro de mi. Por algo le llaman el Pepino me percaté al fin.

Me estaba destrozando el culo y matándome de dolor. No podía soportarlo. El rabo se me amustió y casi se me sale del culo de la Paca, pero el bujarrón sabiamente apretó las nalgas y lo retuvo.

Poco a poco el dolor se mitigó y un calorcillo muy placentero reemplazó al fuego que antes me abrasaba. Me estaba empezando a gustar y más cuando me pellizcó los pezones. De nuevo se me empinó el rabo.

Acompasamos entonces el ritmo y mientras el Pepino me enculaba, con cada arremetida se follaba por delegación a su hermano.

Empecé a gemir pero ahora de gusto.

  • ¿ Te gusta maricón?
  • Siiiiiiii - solo pude balbucear.
  • Eso dice la Paca que no hay cosa que mas gusto dé que tener una buena polla clavada en el culo.

Follamos como desquiciados. El doble placer de tener aquel cipote trajinándome y darle por el culo al gordo era algo nuevo y apasionante. Sentir su carne enterrada en mis entrañas frotándome con saña y el calor del chocho del hermano  en mi rabo era una delicia. No sabía por dónde estaba disfrutando más.

Ya no podía aguantar más y alcancé el climax.

  • !Me corro, me corro! - aullé.

Un orgasmo descomunal se expandió por todo mi cuerpo mientras me vaciaba la leche acumulada en el culo de la Paca que gemía como una perra con mi polla clavada en sus entrañas. Con los espasmos de mi polla el esfínter empezó a pulsar desaforado y ello causó que el cipote del Pepino convulsionara y empezase a inundarme mientras me daba los últimos puntazos. Exhaustos y sudorosos nos separamos. Vi como mi semen manaba abundante del culo del gordo mientras notaba como la leche de su hermano me resbalaba por las piernas.

Mientras nos abrabazamos los tres el Pepino me preguntó.

  • ¿Has disfrutado gañan?
  • Si mucho - sonreí pletórico.

Y es que había gozado como un enano.

  • ¿ Y yo que? - exclamó el Venancio.
  • Deja que el chaval se recupere y te lo follas que te lo he dejado bien abadanado. ¿ Te importa zagal? - me preguntó finalmente guiñandome un ojo
  • No - le respondí con una sonrisa picara.

Sumiso me fuí a recostar sobre la mesa. El Pepino me detuvo.

  • Ya que estamos.. ¿ Te importaría darle una mamadita al Francisco? También le gusta que le anden con la pichuela. - rio
  • Vale

El gordo se sentó en la mesa y  se la empecé a menear para luego doblarme y meterme la pichuela en la boca. No era gran cosa pero me agradó el sedoso tacto de la piel turgente en mis labios. No era tan desagradable como me había imaginado.

No tardó el Vernancio en unirse al jolgorio y sentí como su polla me penetraba facilitada por los restos de semen que su hermano había depositado en mi culo. No tenía el cacho de cipote del mayor pero no estaba mal servido. De hecho me gustó más cuando me empezó a follar. Estaba tan dilatado por la polla de su hermano que ahora el roce de su verga era increíblemente acariciador. Yo chupaba mientras el me enculaba.

  • Ay que gusto Venancio - le dije agradecido sacándome la pollita de su hermano de la boca.
  • Deja que te follé y sigue chupandomela hermoso - me apremió la Paca que estaba recaliente.

Asi que la chupé con ansia mientras le masturbaba. Al poco los gemidos se intensificaron y con el último se derramó en mi boca. Segui mamandole el rabo hasta que se lo deje bien limpio. Cuando paladeé su leche comprobé que no sabía tan mal como esperaba. Era un jarabe edulcorado y meloso que se me pegaba al paladar. Me relamí goloso.

  • Te gusta la lechita de la Paca mi rey - dijo sonriente.

Afirme con la cabeza.

Entonces me centré en el gusto que me estaba dando su hermano dándome por el culo. Se me volvió a empinar el rabo. Comencé a apretar el rabo con el culo mientras me contoneaba.

  • Joder que gusto. Tan estrechito. Me voy a correr joder.

Y dicho y hecho. Sentí como me la clavaba hasta el fondo y de nuevo el calido flujo del semen inundando mis entrañas. Se notaba que era el mas joven porque  estuvo preñandome un buen rato con una abundante lechada.Sin siquiera tocarme yo también me corrí de nuevo.

Agotados nos refrescamos los tres en el pilón y nos vestimos.

  • Ha sido un placer les dije. Pero se me va hacer de noche. Me tengo que ir.
  • Esta bien te acompañamos me dijo el Pepino.

Cogí la bicicleta y con esfuerzo me dirigí al camino.

  • Dale recuerdos al Marcial y dile que venga ha hacernos una visita. Le echamos de menos - me gritó el Pepino.

Cuando me senté en el sillín vi las estrellas. Tenia el culo reventado. Mientras pedaleaba trabajosamente camino a casa, con la leche de los de la bodega empapándome el maillot. Recordé las últimas palabras del Pepino

¿Por qué extrañaban a mi suegro?