Por la union de la familia (3)

Y colorí colorado esta historia ha terminado; podría añadir que con aquello de "Y se casaron, fueron felices etc. etc., pero hay un pequeño obstáculo para concluir así la cosa, y es que Álvaro y Julia nunca podrán casarse, por razones obvias, pero si decimos "Y se juntaron, etc. etc." pues valdría

CAPÍTULO 3º

Cuando a la mañana siguiente Julia se levantó, ya estaba en casa el servicio doméstico, tras la brevísima pausa de la tarde del 31 de Diciembre y todo el día uno de Enero, por la festividad Noche Vieja-Año Nuevo, con lo que, al punto de salir de sus privados dominios, y apenas habíase acomodado en el salón, que ya estaba allí, a su lado, una servicial fámula con el desayuno de la señora; ésta, tan pronto acabó de servir a su señora, la puso en antecedentes de lo  que el señorito Álvaro dispusiera que le dijeran a la señora. Que el señorito había salido de casa muy temprano, al filo de las ocho de la mañana, a hacer ciertas gestiones, pero dejando recado para la señora de que, a eso de las dos-dos y media de la tarde, la  señora  estuviera ya lista para salir a la calle, pues el señorito pasaría, a tal hora, a recogerla para salir los dos a  comer.

La fámula se marchó y Julia se sintió un tanto desilusionada, pues esperaba pasar el día con su Álvaro, como pasó el anterior; pero eso no duró ni un suspiro pues, al momento, recuperó las ilusiones, animada por el proyecto forjado ya en la noche anterior, y a cuyo rescoldo se levantó, animosa, esa misma mañana: Renovar todo su actual vestuario, eliminando cuanto tenía, substituyéndolo por prendas más acordes con un vestuario de “mujer decente, nada “furcia” que había sido su distintivo en el vestir hasta el pasado uno de Enero, de modo que apenas acabó el desayuno se lanzó a la calle  en busca, más que de las selectísimas “boutiques”, más que caras, carísimas, en que solía ella proveerse de ropa, de grandes almacenes del corte y talla del “Grande, de los Grandes Almacenes”, verbi gratia, el famoso Corte Inglés, para a las dos, aún no cumplidas, de la tarde, estar ya más que lista para salir con su hijo a comer por ahí, vestida, emperifollada y perfumada, debidamente, que pocas veces, ante  escasísimas citas con hombres, había puesto tanta carne al asador a la hora de querer aparecer bella y más que deseable, como  ante su hijo Álvaro se emperejilaba en parecer, que no parecía sino que iba al encuentro de un verdadero “Príncipe Azul”, su personalísimo “Príncipe Azul”

Y sí, apenas daban las catorce horas del día, que su Álvaro de sus entretelas estaba en casa, dispuesto a ser su personalísimo caballero, al menos, durante todo ese medio día que, luego, resultó asaz corto, pues la velada de la comida concluyó apenas hora y pico después,  más a las tres y poco que a las tres y media de la tarde, por razones que luego conocería, y que la dejaron con un agridulce sabor de boca; una sensación muy extraña en ella, por un lado, ciertamente, defraudada, por otra, más contenta y feliz, que otra cosa.

Pero vayamos por partes, paso a paso en el relato de los sucesos ocurridos en tan señera tarde. Como se dice más arriba, casi antes de que las dos de la tarde sonaran en ningún reloj, su Álvaro, puntual cual las taurinas cinco de la tarde, estaba en casa, todo  solícito con ella, dispuesto  a ser su brazo fuerte al  llevarla a almorzar; y  así, colgada ella del gentil brazo de su hijo, bajaron los dos a la calle, dándose entonces la primera de las grandes sorpresas que aquella tarde conllevaría para ella, cuando al bajar no  vio, aparcado a la puerta de casa, más o menos, el apabullante coche deportivo de su hijo…

  • Dios mío ¿y tu coche?...
  • Pus, aquí lo tienes…

Respondió él, señalando un Seat Ibiza que estaba allí mismo, casi a la puerta de casa

  • ¿Estoo?... ¿Y tu deportivo?...
  • Lo he vendido…y comprado éste en su lugar
  • Pero, pero… ¿Tú te has vuelto loco, Álvaro?... ¡Un coche nuevo, que le costó un riñón a tu padre hace nada!...
  • Vamos a ver Julia, que todo tiene su explicación; esa maravilla de coche, un deportivo de muy, muy alta, altísima, gama, nuevecito y, cómo no, en  color amarillo chillón, para que “no se  note tanto”, era un lujo asiático que yo no puedo permitirme; antes sí, cuando era un parásito viviendo de mi padre… ¿Cómo me llamaste la otra noche, antes de anoche, nada más?... Niñato malcriado, caprichoso, bueno para nada, malo para casi todo, del que mujer alguna podía fiarse, al que ninguna mujer, hecha y derecha, elegiría por compañero de su vida. Ya, desde aquella noche, desde antes de anoche, ese tipo de persona no quiero ser, sino un verdadero adulto, un hombre de verdad, en el que una mujer, en todo el sentido de tal palabra, pueda confiar y unir su futuro al de él, “per in saecula, saeculorum, amén”… Así que se acabó lo de vivir del cuento, a costa de papá, de su dinero, “per in saecula, saeculorum” también, sino por mis propios medios, trabajando como el mejor… Y en esta vida que desde ayer es y será la mía, un coche como aquél no puedo permitírmelo;  sería un inútil derroche  que no puedo asumir, luego resolví el problema eliminándolo de raíz, vendiéndolo; con su  venta, me compré este otro, más acorde con mis actuales posibles, lo que mi trabajo me dé, amén de reportarme un buen “puñaíco” de pelas, un buen fondo, un colchón de protección, que me guardará las espaldas en tanto no disponga de un sueldo, unos ingresos, mínimamente decentes…

Y Julia entendió las razones de su hijo, su Álvaro, encontrándolas más que razonables; incluso, se sintió orgullosa de él… Hasta feliz por lo que tal cambio representaba… La mejor forma de declarar un hombre su amor a una mujer, sin palabras, sino con sus obras, pues en absoluto se le escapaba que, si él, su hijo Álvaro, cambiaba de la manera que lo estaba haciendo, era por ella; sólo y únicamente por ella,  para merecerla, para, por finales, conseguirla como su esposa y mujer… Y eso le gustó; le gustó enormemente, pues a qué mujer no le gusta sentirse querida, amada, de tal manera, hasta cambiar, por ella, su vida,  dándole la vuelta como quien da la vuelta a un calcetín, volviéndolo del revés. Entonces, henchida de gozo, de tierna felicidad, se acercó, curiosa, al Seat Ibiza, mirándolo bien mirado, mientras decía. * No, si vistas así las cosas…  ¿Sabes?, hasta parece bien este otro coche; es amplio, y parece cómodo… * Anda, entra… Siéntate en sus asientos.

Y Álvaro, con el mando a distancia, liberó las puertas y, galante, abrió a su madre la del, digamos, copiloto. Julia entro en el Seat, se arrellanó a modo y manera en el asiento, miró la tapicería, el salpicadero, pasando la mano por todo ello, como acariciándolo.

  • Y hasta resulta confortable; sin pasarse, pero sí, son cómodos los asientos.

Y ahí se acabó la controversia. Se metieron a comer en un restaurante que, sin ser de lujo, tampoco estaba mal; uno de esos restaurantes “bien” de barrio. Entonces,  sentados los dos a la mesa en amor y compaña, Julia conoció las demás sorpresas del día, de nuevo, de un sabor agridulce, un tanto frustrante respecto al inmediato horizonte de su ya estrecha relación de madre e hijo pero sin perder de vista ese futuro juntos, como hombre y mujer, marido y mujer, aunque nunca llegarían a poseer “papeles” que hicieran oficial su unión, cosa a la que tampoco ella, menos él, daban importancia alguna pues, como dice Sabina en una de sus canciones, “con dos en una cama, sobran alcalde, cura y juez…

Así, supo Julia de los inmediatos planes de su hijo, de estudio y  trabajo, trabajo y estudio, pues en las mañanas asistiría a clase, preparando las oposiciones que, en no tantos meses, se celebrarían los pertinentes exámenes, en tanto por las tardes trabajaría donde aquella misma mañana encontrara, guarda de Seguridad Privada, de cuatro y media de la tarde a once de la noche, para luego, ya en la noche, dedicarse a estudiar a brazo partido los temas de la Oposición, del primero al último…

Y aquello, esa nueva vida de él, comenzó esa misma tarde, cuando vueltos ya a casa, cerca de las dieciséis horas, él se despidió de ella para incorporarse al trabajo en una de esas “Grandes Superficies” comerciales… Vamos, algo así como un “Corte Inglés”

El final de las Navidades1995-96, tras quedarse atrás la Fiesta de Reyes, devolvió a casa al  padre y la hija pródigos, que arribaron, por fin, hacia la media tarde del día 8 de Enero, tan campantes los dos, más frescos que una lechuga, como si nada fuera de lo común hubiera sucedido en esos días y noches de ausencia y, desde luego, con claras intenciones de proseguir, bajo el techo familiar, “fartabe” más, el  idilio que papaíto y su nenita iniciaran en la misma noche de Fin de Año-Año Nuevo… Y es que, para ninguno de ambos quedaba duda alguna de que, lo mismito que entre ellos, padre e hija había sucedido durante sus días de ausencia, también pasó entre la tierna mamita y el “maromo” de su niño, el Alvarito, que también ellos habían pasado esos días y noches sin salir de la cama, follando como monos.

En fin, que si Emilio apareció por su  casa bastante más comedido que parlanchín en su verborrea, pus a buen entendedor bastan pocas palabras, amén de que, en ciertos asuntos más que conocidos, “huelga dar cuartos al pregonero”, su nenita, Carla, llegó hablando hasta por los codos de lo que habían sido esos divinos días con su ”popó”, que, según la interfecta, apenas si habían salido de la cama, lo justo para reponer fuerzas con los desayunos, almuerzos y cenas que se hacían servir en la habitación, consumidos, mayormente, en la cama, sin salir las más veces de ella, entre follada y follada que compartían. Vamos, que la nena estaba más que coladita por su papito, el bueno de Emilio, que, según decía a su madre, era una incansable “máquina” follando, algo así, como noticias frescas para su mami, que bien que se sabía cómo se las gastaba su todavía legal marido en tales menesteres, sólo que ya, a ella, se la traía al fresco, que dese esa noche que unió 1995/96, ni loca, ni “harta vino”, se avendría a reverdecer viejas glorias sexuales con el  susodicho

Al final, una vez que cantó mil y una veces las excelencias séxicas de su señor padre, se molestó en interesarse por cómo le había ido  en esos días a su mamita con su hermanito de su alma

  • Y a ti, mamá, cómo te ha ido con mi hermano, con Álvaro… ¿Estuvo a la altura de tus esperanzas?... ¿Te folló, te folla, a modo y manera; como a ti te gusta que te lo hagan?

A lo que Julia, sin demostrar el entusiasmo de su hija para con su  padre, respondió con un

  • Bien, hija; bien… Muy bien…

Aunque de notar es que ese “Muy bien”, final, lo dijo con un tono bastante distinto al que usó al decir lo de “Bien, hija; bien”, del principio de su respuesta, brillándole los ojos de emoción, de ilusión. Se acercó a ella, le acarició rostro y pelo, con esa dulzura que sólo una madre es capaz de sacar… Y la sonrió,  aunque, si Carla hubiera sido pelín perspicaz, hubiera notado un halo casi de tristeza en los maternos ojos… Y es que Julia temía, y mucho, por su hija… ¡La veía tan ilusionada…tan “coladita” por el  hombre que era su padre!... Y tenía miedo, miedo por ella, porque aquella relación que tan feliz había empezado, durase poco y su niña sufriera los males del desengaño amoroso… Porque ella conocía, y muy bien, a “papito”, y sabía lo poco, poquísimo, constante que era en sus relaciones amoroso-sexuales…

El tiempo, que nunca se detiene, siguió transcurriendo para todos, semana tras semana, mes tras mes, hasta llegar las fechas de los exámenes de las Oposiciones que Álvaro preparaba; en principio, las esperaban para Marzo-Abril, pero finamente no fue sino a primeros de Junio cuando se celebraron. Las aprobó, y las de Oficial de Justicia, además; cuando llegó a casa con la noticia, su madre, Julia, saltó de contento, rió y casi bailó de júbilo, loca, loquita de alegría. También Álvaro reía con ganas, abrazándola, alzándola del suelo, girando sobre sí mismo con ella en sus brazos, en vilo, lo que aumentaba y de qué manera, las carcajadas de Julia, hasta que ella, pugnando por deshacerse de él, hizo que la devolviera al suelo, soltando entonces este casi exabrupto

  • Esto hay que celebrarlo, cariño; saldremos una noche, esta noche misma, a cenar y bailar los dos… Y, sepa Dios cómo acabaremos… ¡Ja, ja, ja, lo mismo en la cama!…

Álvaro, entonces, se puso un tanto serio, aunque sin que la sangre llegara al río; vamos, que hasta ponerse adusto, como un juez, mediaba un trecho más largo que un día sin pan, que también solemos decir, decíamos, al menos, los españoles. Y en tal tesitura de casi seriedad, respondió así a la salida de su madre

  • Tranquila, Julia; tranquila. Sí, iremos a cenar y bailar, pero luego, nos volveremos a casita y “cada mochuelo a su olivo”, tú a tú cuarto y yo al mío, como dos niños buenos…

Y Julia fingió hacer “pucheretes” como niña pronta a echarse a llorar

  • ¡Eres malo; muy, muy malo conmigo!... Con lo que yo te quiero y tú no me quieres nada… Me rechazas, no quieres hacerme “cariñitos”
  • No es eso Julia…madre; y tú lo sabes… Eso, hacernos “cariñitos”, como tú dices, es mi máxima ilusión… Por eso, trabajo como trabajo, estudio como estudio, para alcanzar una posición económica digna de ti…para poder tenerte como mereces que se te tenga, como una reina… Pero es pronto, querida mía; es pronto aún para eso… Todavía no tengo la necesaria base económica Tranquila, mi amor, tranquila, que todo llegará…

Y, por su propia iniciativa, la besó como el hombre enamorado que era, en los labios, buscando su boca, su lengua, a lo que ella se prestó de la mejor gana, abriéndole su boca, saliendo, con su lengua, a recibirle con, realmente, bastante más cariño que pasión; cariño de madre que en tal manera se expresaba, en un beso más propio de hombre y mujer que de madre e hijo… ¿Con amor de mujer  enamorada, también?... Pues quién sabe… A lo mejor sí, a lo peor no.

  • ¡Bah!... No te preocupes Álvaro, cariño mío… Fue más una broma que otra cosa… ¿Sabes lo que te digo? Que si me hubieras recogido el guante llegando a todo lo que te  ofrecí, lo más seguro es que, a la hora de la verdad, me hubiera “rajado”… La verdad es que  no estoy segura de nada… Me atrae eso de que vivamos juntos, conyugalmente, pero, al propio tiempo, me echa p’atras Álvaro, cariño, amor mío… Eso es Incesto… ¿Lo entiendes?... Y  me da miedo llegar a ello; dar semejante paso, me asusta… Me atrae, y mucho…pero me asusta también, y no menos que me atrae
  • Tranquila Julia, que no pasa nada; además, aún es pronto para plantearnos, plantearme yo, seriamente, esa relación, por más que también lo desee… Demos tiempo al tiempo, que ya “sonará” lo que deba de “sonar”…

Y ahí quedó, de momento, el asunto. Pero también sucedía otra cosa. Sí, tenía aprobadas las oposiciones; de facto, ya era Oficial de Justicia, pero aún no tenía plaza, destino, en un juzgado, lo que equivale no cobrar un níquel en tanto se mantenga el funcionario en tal situación, cosa que podría prolongarse durante mees y meses, hasta el año y más meses aun, incluso

De momento, lo que tenía eran las mañanas libres y decidió usarlas para mejorar su futuro al mejor nivel posible; y para eso, como vía más segura, aunque más larga, veía la Universidad. Él tenía el Bachiller, pero para entrar en la Universidad necesitaba, además, la Selectividad, y por ahí empezó, por hacer tal curso en la misma academia donde preparara las oposiciones a Justicia. Pero también pensó en mejorar su nivel laboral actual, haciéndose Vigilante Jurado, curso que podía hacer en la misma empresa de seguridad para la que trabajaba, pero pagándoselo de su bolsillo. En fin, que alternó lo de la Selectividad con el curso de Vigilante, tres mañanas semanales con la Selectividad, y dos con lo de Vigilante

Y así, en esa nueva rutina, los meses fueron discurriendo hasta llegar Septiembre con los exámenes, las pruebas de acceso a la Universidad y al título de Vigilante Jurado; y Álvaro sacó adelante ambas cosas. De inmediato, comenzó a ejercer como Vigilante Jurado en una gran superficie comercial por las  mañanas, y por la tarde, de seis a diez asistía a clase en la Universidad, cursando primero de Derecho.


Y de nuevo el paso del tiempo, que se llevó consigo Octubre, Noviembre y casi todo Diciembre, poniendo a nuestros “protas” en las Navidades 1996-97.

La Noche Buena pasó más menos, tranquilamente; podría decirse que hasta en plan familiar, con los cuatro cenando en casa, televisión tras la cena y a eso de las dos de la madrugada cada mochuelo a su olivo, esto es, cada cual a su habitación, que en el caso de papá Emilio y la niña Carla era común, con la habitación de la muchacha convertida en tálamo conyugal del padre y la hija. Noche Vieja/Año Nuevo fue muy distinta para ellos cuatro, con el padre y la hija celebrándola en un significado hotel madrileño, donde compartirían habitación esa noche y a saber cuántas más, en tanto que Julia y Álvaro cenaron juntos en casa, tomaron las doce uvas al son de las campanadas del reloj de la Puerta del Sol, brindaron con champán o cava, por el Nuevo Año…y Julia se quedó sola en casa, pues él tuvo que ausentarse al puesto de trabajo que esa noche tenía, una de tantas macro fiesta que en tal Noche suelen montarse a todo lo largo y ancho del País.

Esa noche fue la más infeliz en toda la vida de Julia. Cuando su hijo se marchó, intentó entretenerse viendo algo de televisión, pero lo único que realmente hizo fue “zapping”, pasando de cadena en cadena sin quedarse en ninguna, sin ver, fijarse, en nada, aburrida y cabreada por verse así, sola en tal noche. La primera vez que en su vida le pasaba. Se cansó de aquello, se aburrió como nunca, pero lo que realmente le pasaba es que estaba que bufaba con su hijo, por abandonarla en tan significada noche, aunque también entendía que eso era lo que debía de ser, que él tenía que trabajar, y mucho, para poder avanzar, por sí mismo, en la vida, cosa que también ella ansiaba, deseaba, que él lograra… Y de qué manera, además. Pero qué duro se le hizo aquella noche.

Acabó por irse a dormir enseguida, no tanto más allá de la una de la madrugada, pero la noche se la pasó en blanco, sin pegar un ojo, dando vueltas y más vueltas en la cama. Le echaba en falta a él, a Álvaro, su hijo… No sabía muy bien lo que le pasaba, lo que deseaba, aunque más claro que el agua estaba que le quería junto a ella; muy, muy juntos los dos, y allí, exactamente, en la cama… Abrazándose, acariciándose, besándose ambos, desnudos los dos, piel contra piel, sudor contra sudor

¿Incluso, tenerle entre sus piernas, con la virilidad de él llenando su femenina intimidad? “¡Dios de mi vida, pero en qué estoy pensando!” se decía acobardada ante tales pensamientos, tales sentimientos… Porque resultó que, al  responderse honradamente, tuvo que admitir que eso era lo que más deseaba, precisamente: Amarle…ser amada por él… Mantener con él un sexo que era mucho, muchísimo más que el simple, manido, encuentro sexual macho-hembra humanos. A su mente volvió el recuerdo de aquél otro uno de Enero de 1996, un año antes casi justo, aquél comentario que le saliera del alma, cuando el día ya más que periclitaba: “El de hoy ha sido el día más feliz de mi vida… Porque me he sentido querida; querida y amada por ti; querida como madre, amada como mujer. Y ¿sabes?  Que no estoy segura cuál de esos dos afectos, tan dispares, me ha gustado, me gusta, más.” Él, en aquella precedente noche de Año Nuevo, sin ambages, en realidad, le propuso vivir juntos, en pareja; como hombre y mujer, cosa que sólo se tomó enserio, considerándolo incluso, desde que él dijera lo de “SE RESPETA A QUIÉN SE AMA”; lo deseó; llegó a desear eso, vivir con él, querida por él, amada par él,  pero, al propio tiempo, le causaba infinito rechazo… Lo deseaba, a veces, pero, siempre, le daba miedo

Y fue pasando el tiempo, ese año transcurrido desde entonces, con él, su hijo Álvaro, viviendo por y para ella; para hacerla feliz, dichosa… Y otro retazo del pasado vino a su mente, de aquél mismo día Uno de Enero pasado, cuando, por la mañana, le diera: “Lo que en esta vida más deseo es cuidar de ti, ocuparme de ti; vivir por ti y para ti, para hacerte feliz y dichosa; muy, muy feliz, muy, muy dichosa”. Eso le había dicho entonces y eso, simple y sencillamente que eso, es lo que había hecho a lo largo de todo ese año, vivir por y para ella; para hacerla feliz, inmensamente feliz; para hacerla dichosa…infinitamente dichosa.

En este país hay un refrán que dice: “Obras son amores, y no buenas razones”… ¿Qué otro hombre le daría no ya mejores, sino semejantes pruebas de amor firme, seguro, total, absoluto? Ninguno, ninguno… Y sí, lo que le dijo aquella noche de ya, prácticamente, un año atrás, era la gran verdad actual de su vida, l mismo como madre que como mujer: Que desde entonces aquél primer día que pasaron juntos y hasta entonces mismo, a lo largo  de todo se año transcurrido  desde entonces, había sido el tiempo, meses, días, minutos, segundos, más felices, dichosos, maravillosos, de toda su vida, sintiéndose, como nunca antes, querida, muy, muy, querida como madre, pero también inmensamente amada como mujer, por lo que ese último año, él sólo, valía por todos los vividos antes de tal año

Y sí; definitivamente, sin ambages que valieran ya, se reconoció a sí misma que eso es lo que, verdaderamente, ella quería: A él, su hijo, su Álvaro… Y sí, entre sus piernas, dentro de ella, de sus entrañas… Amándola él  a ella, amándole, ella a él… Amándose los dos, con sus cuerpos, con sus sexos… Pero eso, ante todo y sobre todo, amarse; con amor materializado en sexo, sexo transcendido en amor. Y fue curios cómo, aceptado todo eso, que le quería, le amaba, a él, a Álvaro, su hijo, como una mujer ama, dese, a un hombre, como una madre quiere, y con toda su alma, a un hijo, no pareciera sino que también hiciera las paces consigo misma, pues al punto se extinguió en ella ese resquemor, esa exaltación que no la dejaba en paz, que no la dejaba descansar.

Seguía deseándole, deseado tenerle allí, en la cama, junto a ella… O, mejor, encima de ella, “haciéndoselo”, qué caramba, al pan, pan y al vino, vino… Pero también sabía, admitía, reconocía, que, para eso, dar definitivamente el paso, era aún pronto y que él, Álvaro, tenía razón, había que dar tiempo al tiempo… Que ya llegaría ese momento, cuando, al fin, pudieran compartir la vida como hombre y mujer, marido y esposa… Y entonces, cuando tal momento llegara, su querido, queridísimo Alvarito se iba a enterar de lo que vale un peine. ¡Vaya que sí que se iba a enterar!


Las Navidades pasaron, quedaron atrás, y la vida volvió a la normal y a veces aburrida cotidianeidad, desgranándose día a día los de Enero de 1997, seguidos de los de Febrero, Marzo, Abril y buena parte del de Mayo, pues fue bien entrado ya tal mes cundo el ministerio le señaló destino a Álvaro, en uno de los Juzgados Centrales de Madrid, de la Plaza de Castilla; pero tuvo que esperar a que Junio finalizara para poder cobrar su primer sueldo íntegro, pues al 31 de Mayo no percibió más que lo proporcional a los, más menos, diez días que trabajó

Claro está que aquello también impuso cambios  en su hrario laboral, pues las mañanas se las ocupaba el Juzgado y las tardes la Universidad luego tenía que sacar tiempo para la Seguridad Privada; finalmente, lo solucionó adelantando el horario de la Universidad, entrando a las cinco de la tarde para salir a las nueve, enganchándose como Vigilante Jurado a las diez de la noche, hasta la una de la madrugada, en el  depósito de explosivos de una empresa auxiliar de Construcción, especializada en voladuras controladas

La verdad es que ese mes de Junio trajo dos cosas buenas: Primero, que Álvaro logró aprobar Primero de Derecho, en la convocatoria de Junio, lo que significa que sacó el curso a la primera, ya que las convocatorias normales de cada curso son dos, una en Marzo, con la mitad de los créditos o asignaturas, y otra el  Junio, con la otra mitad de créditos o asignaturas del curso correspondiente; luego, en Septiembre, una convocatoria de repesca para superar los suspensos de Marzo y Junio. La otra cosa buena fue que, para el día 30, exactamente, a Álvaro le pagaron su primera nómina completa de Oficial de Justicia

Era ya bien pasado el medio día que Álvaro se presentó en su casa, con el talón o cheque bancario de la nómina que, la verdad, no estaba nada, pero que nada mal. Ni que decir tiene que ese día fue excepcional, tanto para la madre como para el hijo, aunque puede que lo fuera más para la mamá que para el “mocer”, pues Julia estaba que en sí misma no cabía; diríase que su cuerpo se estrechaba ante la anchura de ánimo en que su hijo, sus noticias, esa nómina ya fija, segura, para cada mes, pasara lo que pasase… Una nómina que significaba la libertad; la libertad de ambos, de ella y su Álvaro, pues también era la final consecución de ese sueño tan querido, tan deseado, de su vida en común, conyugal, maritalmente

Pero entonces, cuando más eufórica, contenta, estaba Julia, su hijo, con cara de circunstancias, le soltó lo que, cuando menos, de momento, fue como si le echaran un jarro de agua no fría, sino gélida, por encima

  • Verás mamá… Julia… Tengo que darte una noticia…

Y ella al momento, nada más escucharle, verle tan…tan…inseguro, tan nervioso, se puso en guardia, dispuesta a defenderse como gato panza arriba de lo que él quisiera liarla… De las gilipolleces que aún a su Alvarito pudieran ocurrírsele, que ya le valía, ya. Y  Álvaro siguió

  • Bueno pues…pues… En fin: Que me marcho de casa y, además, hoy mismo, esta misma tarde… No aguanto más vivir aquí, bajo el techo de papá… Me agobia lo suyo, tener que aceptar lo pco de él que todavía no tenía más remedio que tomar la cena, que no siempre, y  la habitación…la cama

Calló un segundo para tomar resuello y mirar a su madre, intentando adivinar por dónde iban los “tiros” de ella, pero lo único que pudo ver fue la extrema palidez de su rostro, su absoluta seriedad… Y la tremenda atención que le prestaba, pues, de todas, todas, no perdía comba de lo que él iba soltando

  • He…he alquilado un pisito…vamos, más bien un estudio con servicio… una sola habitación que, de día es cocina, fregadero, y estar-comedor, y de noche, dormitorio, gracias a un sofá-cama… En la calle Capitán Blanco Argibay, semi-esquina, a Bravo Murillo, a menos de diez minutos de los juzgados. El metro Valdecederas, a la puerta de casa, y un buen supermercado a dos pasos, en Bravo Murillo
  • Pues, sabes lo que te digo; que perfecto para ti y para mí. ¿Qué querías; salir ya mismo para allá?...Estupendo; dame unos minutos para meter cuatro cosas en una bolsa y lista para ir, contigo, al fin del mundo, si así lo quisieras…
  • Pero Julia, madre… Aún es…es prematuro… El sueldo no está mal y con lo de la vigilancia, pues, la verdad, es que no salgo mal. Pero, para ti, eso es insuficiente… Tú estás acostumbrada a una vida mucho más fácil… Ya sé que yo nunca podré tenerte como padre te tiene, pero, dentro de mis carencias, deseo tenerte lo mejor posible… Como una reina, que menos no mereces… Verás; desde ya, pienso matricularme cada ano, de un curso completo y la mitad de otro, de modo  que, cada dos años, sacaré tres cursos de carrera, con lo que en los próximos cuatro años pienso sacar los seis cursos que me queda de carrera, opositando así a Secretario de Justicia, bien en un Juzgado, bien en la Audiencia Nacional, que a los dos me presentaré. Entonces sí será ya llegado el momento de llevarte conmigo, cundo disponga de esa base salarial, el doble casi que ahora mismo…
  • Ya… Cuatro años, mínimos, de carrera y un quinto de Oposiciones a  Secretario de Justicia, ¿no es eso?
  • Pues sí… Algo así
  • Y dime, Álvaro; ¿qué edad tienes?...
  • Veinticinco… Para veintiséis ya…
  • Claro; tú veinticinco para veintiséis. ¿Y yo?; cuarenta y tres, para cuarenta y cuatro… Más cinco años… ¿Qué quieres, tomarme cuando casi tenga los cincuenta? No Álvaro, cariño mío; a eso no estoy dispuesta. Será ahora, hoy mismo, esta tarde. Iremos a ese piso que has alquilado; de momento nos sobra; a qué queremos más: Cocina, fregadero y sala-comedor, más dormitorio… Y un plato de ducha que, digo yo, habrá en el servicio… ¿Qué más necesitamos, dime?... Luego, cuando se pueda, cambiaremos los  muebles que estén peor… Y ya se verá si, incluso, podemos cambiar a otro sitio más grande, dos habitaciones, cocina, baño y tal… Pero de momento, ese estudio que tienes nos bastará… Ya verás lo bien que lo arreglaré; lo dejaré la mar de coquetón, bonito, confortable para mi hombre…

Julia se deshacía en cariñitos con su hijo y hombre, besándole como sólo ella sabía besarle, a tumba abierta, acariciándole como tampoco nadie, más que ella, con su profundo amor, sabía, podía, acariciarle… Y a Álvaro se le iban los argumentos para negarse a lo que ella quería, pues, desengañémonos, era también lo que con más ahínco también él deseaba… Pero todavía lo intentó, aunque, la  verdad, con poca convicción ya en lo  que decía

  • Pero Julia; tú estás acostumbrada a un ritmo de vida, unas comodidades, una molicie, que con mi sueldo, no podré darte… Con un sueldo así, una familia de clase media-media, funcionarios, como yo, por ejemplo, comerciantes de medio pelo, etc. podrán vivir; pero nosotros…tú…
  • Nosotros también podremos; no me subestimes Álvaro, no me subestimes Ten más confianza en mí; ya verás, sabré hacer, bien, el empleo de esposa y ama de casa. Me arreglaré, perfectamente, con lo que puedas traer a casa, pagando todo cuánto haya que pagar… Y te tendré bien alimentado, ropa limpia, planchada. Hasta haré que nos sobre algo cada mes, por un por si acaso, que nunca se sabe…

Y Álvaro ya no tuvo fuerzas, valor, ni, tampoco, deseo, de seguir oponiéndose a lo que ella quería, así  que, finalmente, salieron los dos juntos de casa, cada uno con su bolsita de viaje, con lo casi, casi, imprescindible para el quita y pon; en fin, lo puesto y poco más… Sobre todo ella, pues su hijo no quiso que sacara de casa, de lo que papá Emilio había pagado, más que lo indispensable para no irse desnuda, quedando en que, al día siguiente, a más tardar, comprarían ropa  nueva para ella

Llegaron al  fin al estudio o apartamento de él, y ella, Julia, pasó bien revista a todo lo que vio; finalmente, sentándose en el sofá, dijo

  • Pues esto está mucho mejor de lo que yo creía, a juzgar por lo mal que me lo ponías todo; verdad que hay un par de cosas que deberemos cambiar cuanto antes, pero en fin, en genera está bien;  y muy bien, añadiría, además…

Álvaro se sentó junto a ella, abrazándola, besándola…Y qué queréis, pues que las manos se le fueron al “pan”; vamos, a los senos de ella, buscando sacarlos a la luz del día… Pero, también, a la femenina entrepierna, buscando el “Sancta Sanctorum” del ser de mujer de Julia, a lo que ésta, riendo a todo reírse, decía

  • Pero qué haces, loco; espera, espera, que tiempo habrá, tendremos, para amarnos; que no creas que lo deseo menos que tú; tenemos la noche, amor… Toda la noche, para nosotros; para amarnos hasta el frenesí… ¡Ah!...Y sólo te digo que te prepares, que la noche vendrá con octava… Y hsta “novena”, a lo mejor… Pero ahora, cariñito mío, tenemos que bajar a la calle… Aquí, a lo  que veo, no hay de nada, y tendremos que comprar algo; abastecer la despensa, el frigo
  • Podemos bajar al bar de la esquina, por unos “bocatas”… Y, mañana, pues ya se verá… Dios dirá… Que me tienes loco, Julia; que me tienes loco…
  • Eso nada, cariño; amorcito mío… Eso es gastar dinero en balde; con lo de los bocatas, vinos o cervezas, y tal, seguro, cenamos esta noche y  comemos mañana, aquí en casa. Que tenemos que ahorrar, gastar sólo lo imprescindible para ir bien servidos, pero sin ni un extra, ningún lujo… Bueno, un bocata el sábado en el bar y una sesión de cine después, que el fin de semana habrá que festejarlo algo, digo yo

Y no hubo más que hablar; bajaron a la calle a un supermercado casi en la esquina con Bravo Murillo, subiendo luego a casa, cargaos como mulas… Por finales, la cena fue un par de “bocatas” de calamares, pues ella misma pensó que preparar cena y toda la pesca, iba a llevar “masié” tiempo para las urgencias de entrepierna que padecía; aunque, eso sí, el vino de que se acompañaron, lo compraron en el autoservicio, un blanco manchego, de Valdepeñas, la mar de popular.

Volvieron de nuevo a casa, dejaron todo lo comprado en la encimera  de la cocina y se reunieron en torno al sofá-cama; se miraron y se buscaron, besándose, acariciándose… En fin, que se juntaron el hambre y las ganas de comer, con él luchando a brazo partido por sacar de su encierro los femeninos senos, amén de abrirse paso a la entrepierna de su madre, pugnando con la falda, los pantis, la diminuta braguita-tanga, mientras ella  se afanaba en aventarle a él pantalones, calzoncillos, camisa, camiseta… Al fin, se encontraron como deseaban verse, mutuamente, desnudos total, integralmente… Y de nuevo fueron las caricias, cada vez más y más subidas de tono, toqueteándose a más y mejor allá donde más gustito encontraban, al tocar y al ser tocado para acabar haciéndose un “69” que para ellos dos se quedó

La verdad es que, en los asuntos de entrepierna, el bueno de Álvaro, estaba algo pez, reconozcámoslo, por más que nos cueste, pero también sucedió que en julia, el mocer encontró no una sabia maestra, sino toda una catedrática en la materia,”cum laude”, además

Pero también llegó un momento en que los “juegos” empezaron a venirles cortos, necesitando ambos entrar más en “honduras”, así que, entre los dos, actuando al alimón, abrieron el sofá-cama, desplegándolo a todo desplegarlo, que devino en ser una cama demás de 90cm., pero lejos del metro  treinta y cinco, de un tálamo conyugal. Álvaro  quedó algo compungido con el evento, pero al momento su madre le animó

  • Mejor así, cariño mío, amorcito mío; más juntitos, más cariñositos, estaremos cada noche…

Y  así, en traje de Adán y Eva, antes de lo de la manzanita, claro, se subieron los dos a la cama. Ella, al punto, se puso boca arriba, sus piernas, muslos, bien abiertos, ofreciendo a su hombre esa su “prenda dorada” que, para entonces, más bien que echaba hasta humo, de lo encendida que estaba

  • Venga amor; métemela ya… Que esoy que ardo… No aguanto más amor… No aguanto, mi bien, mi vida, mi amor; métemela bien metida… ¡Hasta el fondo!... ¡Venga, valiente, mi macho!… ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!... ¡Machote mío; venga, venga!... ¡Aayyy! ¡Aayyy! ¡Aayyy!... ¡Sííí!... ¡Sííí!... ¡Sííí!.. ¡Así, machote, así! ¡Aayyy! ¡Aayyy! Así, así… Vamos, vamos, mi amor, tira, tira p’alante, macho mío… Así, así… así…  Vamos, vamos… ¡Aaggg! ¡Aaggg! ¡Aayyy! Más fuerte, amor; más, más fuerte, machote mío, que eres el tío más acho que hay bajo la capa el cielo… ¡¡¡Y ERES MÍO; SÓLO, SÓLO, MÍO!!!...

Y a qué seguir detallando lo que fue aquella noche inmortal, mas no irrepetible, pues más o menos lo mismo, fue repitiéndose a lo largo de cada noche, durante muchos, muchos años, casi veinte a este mes de Febrero del 2017 pues, con unos cuarenta y cinco-cuarenta y seis años él, antes mal que bien llevados y sesenta y tres ella, casi recién cumplidos, además, que no parece sino un clavel reventón, pues nadie la daría más allá de cincuenta-cincuenta y algún año, cincuenta y dos, cincuenta y tres a todo tirar, y siendo un Torquemada al enjuiciarle la siguen juntos, amándose con más pasión, vehemencia, entrega mutua, ternura, que entonces, cuando comenzaron su andadura en común

Por otra parte, y contrariamente a lo que por seguro tenían los dos al materializar su unión,  resultó que Julia aún no había consumido todo su ciclo vital, con lo que, a lo largo de estos años ha ido ofrendando a su hijo-marido, hasta tres frutos de su mutuo, cerril amor, bien podría decirse, dos chicos que se adelantaron a la benjamina de la familia, una niña que es el vivo retrato e su madre, y que es el ojito derecho de sus padres, en especial de su padre, pues qué queréis, que para  su madre tal lugar lo ostenta su primogénito, el  pequeño Álvaro,  un casi hombretón ya de casi dieciocho años

La vida, al final, les fue bien; Julia demostró ser una espléndida guardiana y administradora de su hogar, haciendo que las pesetas que su hombre allegaba a casa alcance a cubrir cuanto hubiere que cubrir, llevando a su familia correctamente alimentada, vestida, planchada y calzada, sin dejar de pagar ni una factura, ni un recibo cada mes, sino que,  además, cada treinta días solía meter en su particular hucha, algo así como bajo un ladrillo, alguna que otra pesetilla, pocas, desde luego, pero alguna… Y con otro “milagro”, éste semanal, aunque alguna “octava” caía de haber fiesta de postín  de por medio: Un par de bocatas de calamares para cenar, con su vasito de vino adosado, que lo cortés no quita lo valiente, más un par de entradas para una sesión de cine, que según fue pasando el tiempo se fueron multiplicando esos bocadillos y esas entradas de cine.

Álvaro, como estaba más que cantado, sacó su carrera de Derecho opositando a Secretario Judicial, que, como también estaba cantado, sacó, pero en segunda, puede incluso que tercera convocatoria, pero las sacó, así anduvo unos cuantos años, casi diez, de juzgado en juzgado, desde los de Primera Instancia e Instrucción a los de lo Penal, Contencioso/Administrativo, etc., lo que devino en que la familia tuviera que ir también de acá para allá, siguiendo al cabeza de familia, durante casi todos esos diez años. Ahora, y desde hace dos años, es juez de Primera Instancia etc. en una pequeña ciudad provinciana y  castellana, a  menos de una hora de Madrid, por lo que la familia resude, de nuevo, en la Capital de España, y tras de que él lograra aprobar las Oposiciones a Judicatura, esta vez a la ni se sabe Convocatoria… Y gracias, muchas gracias sea dadas al Altísimo por tal aprobado, que hay personas, y no pocas, que se pasan la vida opositando a Juez si lograrlo…  Incluso, gente hay que tuvo que dejar tales estudios porque estaban afectando ya a su salud mental la sucesión de suspensos, y las horas y más horas de estudio, sin lograr nada con todo eso

Y ya, finalizando, señalar que en ningún sitio por donde han pasado, juzgado o localidad, nadie ha sabido nunca su íntimo parentesco, siendo en todas partes considerados como una pareja, matrimonio normal y corriente, pero  con una espinita clavada en el corazón: Que sus hijos, en el Registro Civil, aparezcan como hijos de Julia, pero de padre desconocido.

FIN DEL CAPÍTULO Y DEL RELATO