Por la tarde 2
Mi sumisión aumenta en la segunda sesión.
Dormí tal como ella ordenó. Mi piel en contacto directo con las sábanas y con el olor característico de la leche, al no dejar que me limpiara. Al día siguiente me levanté para ir a clase y recordé su orden, no llevar ropa interior. Estuve dudando, con un calzoncillo blanco en la mano, sobre si ponérmelo o no. Total, ella no estaba allí para comprobarlo, no podía saber si cumplía sus órdenes, y después yo le podía contar cualquier cosa. Pero el hecho de tener esa duda ya me hacía pensar que en realidad, deseaba obedecerla y sentirme totalmente dominado por ella, incluso en el hábito de la ropa. Al final acudí a clase como ella dijo, con una sensación extraña de incomodidad física pero satisfacción interior al pensar que iba así porque ella me lo ordenó.
Pasó el día sin más, deseando que llegase la tarde para conectarme con ella. En verdad no tenía mucha confianza en que volviese a verla, pensé que todo habría quedado en un calentón de ambos en un determinado momento y que ya no habría más. Mientras la esperaba con el msn conectado empecé a jugar a diversos juegos de Internet y a leer algún otro relato. A las 8 y media de la tarde, ella se conectó. Cuando apareció el mensaje del msn mis pulsaciones aumentaron el doble, finalmente iba a volver a hablar con ella y no sabía hasta donde íbamos a llegar.
Nos saludamos cortésmente, me agradó el hecho de que la conversación no fuera del todo directa, de que incluso por Internet existiera un "previo" antes de lanzarse a la acción. Fue ella la que empezó al preguntarme si la había obedecido en todo. Le contesté que sí, que por la noche tuve algo de frío y que por el día me había sentido casi desnudo al no llevar calzoncillo. "Bien, perrito, te creo", un cosquilleo recorrió mi cuerpo. "Dime que estabas haciendo", le conté que estaba jugando y leyendo unos relatos, que llevaba toda la tarde deseando verla otra vez. "¿Leyendo unos relatos? Seguro que te has calentado. No te estarás tocando ¿no?" "No, ama, estoy vestido y sentado en mi habitación". Me mandó conectar la cam, y que dejase ver si había cumplido la orden de ir sólo con el pantalón. Me mostré primero el vientre, después bajé la cam, me desabroché el botón, bajé la cremallera y mi polla emergió tiesa y húmeda por la tensión de saberse observada. "Bien perrito, desnúdate completamente y trae un plato llano". Me saqué totalmente el pantalón, me quité la camiseta y los calcetines y fui a por un plato "¿para qué será?" pensé yo. "Déjame ver tu culo, quiero verlo", me dí la vuelta y mi culo quedó enfocado. "Vamos, menéate, quiero ver ese culo como se mueve, acarícialo, como si fueran mis manos". Empecé a moverme. Me sentía ridículo, lo hacía torpemente y sin gracia. Me imaginé a ella riendo en su habitación, puede que con otra amiga o su novio, riéndose de mí al bailar de esa manera tan ridícula. Pasé mis manos por mis nalgas, me las cogía y las apretaba, pasaba las manos a la vez que me movía. "Muy bien perrito, muy bien, me estoy poniendo a cien", pero desafortunadamente no tenía conectada su cam y no podía verla. "Date la vuelta". Me volví, con la polla dura como un mástil. Sus frases eran severas y autoritarias, aunque tuviera la tentación de acabar con aquello, no me sentía capaz de cerrar la sesión. "Pajéate, sin correrte claro, y háblame deee .las chicas de tu clase". Con una mano me pajeaba delante de la cam, y con la otra tenía que teclear para hablarle de mis compañeras. Le hablé de Laura, una chica rubia de ojos claros que se sentaba cerca de mí y en la que destacaba su precioso culo, pequeño y redondo. Elena, con un físico poderoso, fuerte pero sin estar gorda, con una cosa especial que te ponía a cien cuando la mirabas. Rocío, una morena que llevaba una coleta y un jersey que parecía no ser suficiente para guardar sus grandes tetas.
Estuve un buen rato hablando de ellas, de unas 10 o 12 que serían en total pero especialmente de esas 3. Al recordarlas mi polla había empezado a lubricar, y ya tenía que mantener un ritmo para no correrme sin el permiso de mi ama. Me preguntó cosas concretas de ellas, que sí era muy amigo de ellas, que si hablaba mucho con ellas, que si sabía donde vivían, etc Yo le contaba todo, en contraste con ella, que nunca me había contado nada y de momento no me atrevía a preguntarle para no enfadarla. "¿Tienes ganas de correrte, perrito" "Sí, ama, por favor" "Sujeta el plato con 1 mano" "Sí" "Ahora pajéate en él, no pierdas nada de tu leche por fuera". Me corrí abundantemente. Veía en la ventanita del msn mi polla expulsando leche hasta casi cubrir el plato. Lo hice de pie y casi pierdo el equilibrio. Cuando terminé me senté exhausto, con el plato lleno de líquido blanco, esperando una nueva orden. "Ahora lame el plato y trágalo todo, quiero ver como lo rebañas con la lengua". Miré el plato con asco, nunca había tragado mi leche. Tardé un rato mientras dudaba. "Vamos, HAZLO". Me sentía fatal, no quería hacerlo pero debía obedecerla, al principio me preguntaba hasta donde iba a llegar, y esto parecía un punto de inflexión. O desconectaba y fregaba el plato, o la obedecía y hacía algo impensable para mí hasta ese día. "VAMOS PERRO, QUIERO VERTE LIMPIAR ESE PLATO". Dejé mi mente en blanco, acerqué mi boca al plato. Aún dude un poco, saqué la lengua y lamí un poco. No tenía un sabor muy concreto, lo peor era el olor. "LÁMELO TODO". Sus frases eran como gritos, me empujaban a sacar la lengua y tragarlo todo. Volví a no pensar en nada, y empecé a lamerlo todo. Mis labios quedaron impregnados de blanco, toda mi boca tenía restos de leche que trataba de tragar.
Cuando terminé le enseñé el plato limpio. "Buen perrito, pero has tardado mucho. Espero que te haya gustado porque eso era tu cena, hoy no volverás a comer otra cosa, y tampoco beberás nada. Volverás a dormir desnudo y mañana otra vez vestido como hoy" "Sí, ama" "Mañana nos veremos a la misma hora, y cenarás lo mismo. Me ha encantado verte comiendo tu propia leche ¿a que te ha gustado" "Sí, ama, mucho" mentí. "Mañana tendrás a mano unas paletas o palas o algo así con lo que se juega al ping pong o en la playa ¿entendido?" "Sí, ama" un escalofrío por mi cuerpo. "Bien perrito, hasta mañana" "Hasta mañana, ama".
Me acosté aún sin saber si debía seguir en contacto con ella o no. Sentía el estómago revuelto, y la boca reseca, pero aún así era incapaz de beber nada, solo para no desobedecerla. Que sensación tan rara, puede que mi naturaleza se estuviera revelando y que tuviera que ver mis límites. No podía más que obedecerla y seguir siendo su sumiso.