Por la nariz con papá
Mi padre comparte su mayor afición conmigo y la cosa se calienta
Buenas chicos. Antes de comenzar el relato quería pediros perdón por haber estado tanto tiempo sin subir nada ni contestar a los correos. He tenido problemas en mi vida personal, los estudios son muy agobiantes y he tenido que cambiar algunas cosas en mi vida, pero he vuelto :) y espero que sea para quedarme y traeros relatos constantemente.
Este relato no es mío, es de mi mejor amigo que descubrió que escribía relatos en esta página y me confesó algunos suyos. Si queréis, por correo podemos hablar como siempre de este relato u os puedo contar que le hice a mi amigo cuando me dijo que sabía que era yo el que estaba detrás de estos relatos ;) Sin más dilación, comencemos.
(No hay penetración)
R E L A T O
Tengo 19 años, y me llamo Francisco. Desde que recuerdo, he sido criado por mi padre y mi tío. Mi madre murió al poco tiempo de nacer yo, por culpa de una enfermedad, y entonces mi tío, el hermano de mi padre, y mi padre comenzaron a criarme juntos. Mi tío vivía en mi casa y, mientras mi padre trabajaba, él era el que hacía el papel de madre. Suena antiguo, pero era él quien me cuidaba, cocinaba, me llevaba a clase, hacía la colada, etc. Mi padre trabajaba mucho. Tenía un buen trabajo que hacía que pudiese permitirse pagarme un colegio privado. Teníamos una casa con 3 habitaciones, dos baños y, además, dos patios, uno de ellos con piscina. Entre mis amigos era normal tener padres con dinero, por lo que nunca desentoné a pesar de ser criado por dos hombres y ninguna mujer. Yo tenía mi propia habitación, mi padre la suya y mi tío la suya, aunque muchas noches mi tío iba al cuarto de mi padre y antes pasaba por el mío para asegurarse de que estuviese dormido... Años después descubrí el motivo por el que iba a la habitación de mi padre.
Durante toda la semana, pasaba los días con mi tío, y solo estaba con mi padre durante el desayuno, el almuerzo y la cena. Los sábados, mi tío me llevaba a dar una vuelta por el monte, la playa, a algún parque, al cine, o a donde fuese solo para poder sacarme de mi casa. Según él, decía que mi padre necesitaba un descanso. Yo nunca lo pensé demasiado, y como siempre oía a mis tías decir que los niños podíamos ser un poco pesados y que de vez en cuando necesitaban un descanso de mis primos, no le di mucha más importancia. Los domingos y los viernes por la tarde eran los únicos días que pasaba con mi padre.
Ahora, como ya he dicho, tengo 19 años, y no hace falta que mi tío me saque de casa los sábados para que mi padre pudiese "descansar". Tenía pareja, se llama Laura y todos los fines de semana quedo con ella. Es buena, guapa y graciosa, pero a decir verdad yo solo la quiero para poder follarmela. Me considero hetero, pero algunas veces he fantaseado con tíos y me la he cascado junto a mis colegas. Las típicas pajas de adolescentes en grupo, nada fuera de lo común.
Yo, a estas alturas, ya sabía en qué consistía su descanso, pues lo pillé haciéndolo. Mi padre esnifaba coca. Un sábado quedé con Laura y otro amigo para ir a merendar y dije que volvería sobre las 10 de la noche, pero al final llegué a casa sobre las 8. Cuando entré vi a mi padre desnudo dormido en el sillón, una película porno en la tele y un montón de coca sobre la mesa. Como he dicho, a veces fantaseaba con tíos, y dos de ellos eran mi padre y mi tío, así que al ver a mi padre desnudo decidí acercarme más a él. Estaba completamente dormido y desnudo, con las piernas abiertas y su polla colgando, apoyada sobre sus huevos. Me puse de cuclillas en frente de su paquete y pude ver como su polla no estaba flácida del todo, estaba morcillona. Automáticamente pensé, correctamente, que se estaba pajeando. Le brillaba un poco la punta del rabo, de precum seguramente, e imaginé que se habría metido tanta coca que se quedó dormido antes de terminarse la paja, ya que el porno seguía reproduciéndose. Estaba tentado a tocarla pero, a pesar de que estaba drogado, no me atreví ya que mi padre siempre había tenido un sueño muy ligero y hasta una mosca podía despertarlo. Decidi no tentar a la suerte y me giré hacia la mesa.
Sobre la mesa había un par de condones sin usar, un mechero y un paquete de tabaco y, al lado, el montón de coca. Llevé uno de mis dedos a aquel polvo blanco y la probé. Sabía qué era la coca, muchos amigos míos de fiesta la había probado y me habían dado de probar a mí, pero solo me metí un par de veces y no me gustó, así que decidí dejarlo; sin embargo, supe identificar que, efectivamente, aquello era droga. Giré la cabeza y vi el montón de ropa que asumí que pertenecía a mi padre, y eché la vista casi de inmediato a sus calzoncillos. Eran morados, y tenían un tono más oscuro en las zonas donde parecía que había sudado. La idea de meterme una raya de coca y pajearme oliendo los calzoncillos de mi padre se abría paso en mi mente lentamente. Llevé otro dedo a la coca y volví a chupármelo. No iba a colocarme en cantidades tan pequeñas, pero así me iba volviendo poco a poco más valiente. Gateé en silencio hacia el montón de ropa y cogí los calzoncillos con la mano. Me los llevé a la nariz e inspiré el aroma que desprendían. No olían mal. No estaban sucios ya que mi padre era muy higiénico, pero si olían a sudor. Ya sabéis, a ese sudor de estar todo el día con los calzoncillos puestos y no quitártelos hasta llegar a casa. Seguramente eran los que usó ayer en el trabajo, porque hoy no había salido de casa. Gateé de nuevo hasta el montón de coca y volví a lamerme un dedo, aunque esta vez hice un poco de ruido con la boca sin querer y me asusté. Miré a mi padre, pero parecía no haberse inmutado.
Seguí oliendo los calzoncillos y me comencé a frotar el paquete por encima del pantalón de chandal que llevaba. Me estaba poniendo muy cachondo, así que me metí los calzoncillos de mi padre en el bolsillo, apagué la tele y me fui a mi habitación. Aquella noche me hice una paja buenísima oliendo la ropa interior usada de mi padre.
Pasó una semana, y el sábado regresó. Esta vez le dije a mi padre que iba a salir de casa, pero en el último momento me eché una siesta y me quedé dormido, por lo que mis planes automáticamente fueron cancelados. Me desperté un par de horas después con los mismos sonidos que escuché el sábado anterior. Gemidos procedente de la tele. ¿Estaba viendo mi padre una película porno conmigo en casa?
Salí de mi habitación y los sonidos se amplificaron, acompañados por otro sonido inconfundible, el de aspirar por la nariz. Me asomé por la esquina del salón y vi a mi padre agachado sobre la mesa, esnifando coca, con la polla empalmada y el porno en la tele. Como si me hubiese notado, giró la cabeza y me vio mirandolo fijamente.
-Fran...
Tenía los ojos abiertos como platos, la nariz empolvada y la polla seguía dura.
-Fran, cariño, lo siento...
Volvió a hablar, sacudiendose el polvo de la nariz esta vez.
-Papá, no hace falta que te disculpes.
-¿Cómo?
-Lo llevo sabiendo un tiempo... Sé que lo pasaste mal por lo de mamá, y me imagino que es a raíz de eso.
-Sí -confesó-. El trabajo también influye, es muy estresante...
-Lo que no quiero es que te enganches.
-No lo estoy -confirmó-. Se lo puedes preguntar a tu tío, él lo sabe. Solo lo hago los sábados nada más, porque tú nunca estás en casa. No quería que me viese jamás. No quería que te enterases.
-Bueno, no pasa nada. Yo la pobré también.
-¿Cómo? -dijo de nuevo.
-De fiesta, solo fueron un par de veces... bueno, y el otro día que vine a casa y te pillé dormido, con el porno y la coca.
Se hizo el silencio. Los gemidos resonaban como si estuviesen en otra habitación y mi padre miraba la coca mientras intercambiaba miradas conmigo.
-No quiero que pienses que soy mal padre, pero... ¿te apetece probarla conmigo?
No me lo pensé ni dos segundos.
-Vale.
Me senté en el sofá mientras mi padre preparaba las rayas. Hizo una grande para él y una más pequeña para mí. Desde mi posición podía verle los huevos colgando y solo me apetecía acariciarselos y comérselos.
-Despacio eh -me advirtió.
-Tú déjame a mí -puse la nariz contra la mesa de cristal y aspiré hasta que no quedó nada de mi raya.
-Ufff, ese es mi hijo -dijo para, a continuación, meterse su raya de un golpe.
Se tiró sobre el sillón y puso una de sus piernas sobre mí. Nos quedamos en silencio y de fondo se volvía a oír el porno. La coca me estaba subiendo, lo notaba. Me estaba poniendo cachondo y acelerado. Miré a mi padre. La tenía dura como una piedra, la coca también lo ponía cachondo a él, y se la cogía de la punta y la soltaba para que chocase contra su barriga. Miré a su cara y lo vi mirandome fijamente, con una sonrisa. No hizo falta más. Me levanté y me desnudé completamente también.
Mi cuerpo estaba muy en forma, iba al gimnasio cada día y entrenaba para ser militar. No tenía ni un gram de grasa corporal pero aún asi mis musculos eran naturales. Tenía una barba recortada y negra y el pelo del mismo color. No tenía pelos más que en la polla y en los sobacos.
El cuerpo de mi padre lucía muy parecido al mío ya que también iba al gimnasio regularmente. Su único vicio era, ahora que lo conocía, la coca, pero no fumaba ni bebía ni tenía mala alimentación. Él tenía el pecho y las piernas con el pelo de haberse depilado, le volvía a salir.
Comenzamos a acariciarnosla viendo el porno. Bueno, él veía el porno y yo lo miraba disimuladamente a él. Era un maestro pajeandose. Lo hacía con una técnica increíble y hasta yo estaba disfrutando de su paja. Puse mi pierna por encima de la suya, imitando lo que hizo él antes, y me sonrió. Se chupó el dedo, se inclinó y lo hundió en la pequeá montañita de coca. Después lo llevó a mi boca y yo lo chupé, lamiendo la saliva de mi padre mezclada con la droga.
-Fran... ¿sabes dónde están mis calzoncillos morados? -me preguntó por sorpresa.
Automaticamente me puse rojo de la vergüenza e intenté disimular.
-Preguntale al tito...
-Te vi olerlos el otro día.
Lo miré y lo único que hacía era sonreír mientras se la seguía machacando.
-No pasa nada si te van esos rollos, pero yo no soy gay eh...
-Yo tampoco, solo tengo curiosidad...
-Bueno pues cuando quieras te dejo olerlos...
Sonreí y lo que me dijo hizo que comenzase a pajearmela más fuerte.
-Oye... -volvió a interrumpir- ¿te hace una paja cruzada?
No sabía exactamente si era una trampa o lo decía de verdad, pero asentí. Volvió a preparar dos rayas y nos las esnifamos. Se sentó a mi lado, puso su pierna por encima esta vez, y comenzamos a pajearnos uno al otro. Su polla era gorda y venosa, y estaba muy caliente. Los pelos que salían después de haberse depilado pinchaban con mi mano. Él me estaba haciendo una paja que era la hostia. En un momento dado lanzó un lapo desde la distancia y cayó en la base de mi cipote, y lo usó como lubricante para pajearme mejor.
Yo no aguantaba mucho más, y cuando con su otra mano comenzó a acariciarme los huevos comencé a correrme. Solté 3 o 4 chorros de lefa sobre mi pecho y barriga y el resto brotaban sobre la mano de mi padre.
Miré extasiado a mi padre.
-Gracias papá -susurré entre la respiración cortada.
Esto lo llevó al extremo y se levantó. Se puso enfrente de mí y comenzó a correrse sobre mi pecho y mi barriga, uno de los trayazos golpeandome en la barbilla. Tuve el instinto de llevarme la mano a la barbilla y después a la boca, pero me controlé para no asustar a mi padre. Se dejó caer sobre el sillón y me dio un beso en la frente y dos palmadas en la espalda, antes de quedarse frito con la polla llena de lefa todavía. Ahora que no me miraba, me quité su lefa de la barbilla y la probé. La primera vez que probaba semen y ya me había convertido en adicto.
Como siempre, podeis dejarme lo que pensais en comentarios y correos, prometo contestar a todos ;) Y decidme si queréis que siga contando la relación de mi amigo con su padre o preferís que os cuente lo que su padre y su tío hacían de pequeños... solo os puedo decir que ambas opciones os van a gustar mucho, pero yo prefiero la segundo ;)
Muchas gracias por leerme!