Por la mañana.

Cuando tus manos tibias recorren mi piel, el amanecer se vuelve puro placer.

Tus dedos se adueñan de mi piel y poco a poco voy despertando. Me gusta que te recrees delineando mi cuerpo con tu dedo índice, sentir tu aliento cerca de mi cuello y escucharte decir:

-Despierta mi amor.- Con esa voz ronca con la que me conquistaste.

Me encanta sentir como tu cuerpo se va acercando al mío, como nuestro calor se une mientras tu erección crece rápidamente entre mis glúteos.

Tus besos en mi cuello hacen que mi piel se erice, y mi respiración comienza a acelerarse. Con un ágil movimiento pasas tu brazo por debajo de mi y te apoderas de mis senos en un fuerte abrazo, siento tu pecho en mi espalda y tu lengua cerca de mi oreja. Quiero hacerme la dormida pero mis pezones duros entre tus dedos me delatan.

Tú no dices nada, aunque ya sabes que he despertado. Sé que te excita que me haga la difícil.

Te desprendes de uno de mis pechos y con esa mano recorres lenta y suavemente mi abdomen hasta llegar entre mis piernas mientras yo trato de contener un suspiro. Con tu dedo índice te abres paso por mi rajita que ya está húmeda y pierdo el control, un gran suspiro emana de mí.

Siento como sonríes y muerdes un poco mi hombro, eso me estremece y no puedo soportarlo más. Pego mis caderas a tu entrepierna y como si tuviesen vida propia, estas comienzan un vaivén. Tú pones tu dedo en mi clítoris para que con esos movimientos pueda estimularme más.

-Que rico.- Puedo escuchar que dices mientras exhalas.

Giro hacia ti y te beso apasionadamente, paso mis dedos por tu cabellera rubia mientras una de mis piernas abraza tus caderas con la intención de tenerte más cerca. Pero tomas de nuevo el mando y eso me excita aún más. Con tan solo un poco de fuerza agarras mi muñeca y en dos tiempos te colocas encima de mí.

-Hoy disfruta tú.- Me dices mientras me miras a los ojos y sujetas con una mano mis brazos por encima de mi cabeza.

Tu rostro está tan cerca del mío que puedo sentir tu cómo se mueven tus labios cuando hablas. Estoy segura de que tú disfrutarás tanto como yo. Quiero besarte y tú me esquivas, te gusta jugar así conmigo. Es tu forma de decirme que tienes el control.

Esperas unos segundos y eres tú el que me besa en esta ocasión. Nuestras lenguas juegan, la intensidad sube a cada segundo. Muerdes mi labio inferior y lo succionas hasta separarte de mí. Bajas por mi cuello dejando un reguero de besos y lamidas hasta mis pechos, en donde te detienes un momento.

Con tu lengua plana rodeas mi pezón, haciéndolo crecer aún más. Luego lo tomas entre tus dientes y aplicas un poco de fuerza , yo me retuerzo debajo de ti y tú ejerces presión en mis brazos que aún se encuentran presos.

Haces exactamente lo mismo en mi otro pecho y mi respiración pasa de ser acelerada a un leve pero continuo gemido.

Me sueltas solo para llevar tus manos a mis piernas, recorriendo todo mi torso en el camino. Al llegar a mis muslos los abres y sé lo que viene a continuación.

Tu cabeza se hunde en mí, tu boca se pasea por toda mi intimidad y al llegar a la entrada de mi vagina haces presión con tu lengua, entrando unos centímetros.

El placer es tan grande, que mis piernas se apresuran a cerrarse. Pasas tus brazos por debajo de mis muslos y logras abrir de nuevo mis piernas, así continuas con este maravilloso trabajo.

Succionando y lamiendo me acercas cada vez más al climax. Mi mente está concentrada solo en recibir placer, cuando dos de tus dedos, el anular y el corazón me penetran profundamente.

Curvas tus dedos hacia arriba y comienzas a moverlos al tiempo que tomas mi clítoris entre tus labios y con tu lengua lo torturas. No puedo soportarlo más, mis gemidos aumentan de volumen y mis manos toman el cubrecama con fuerza, estoy a punto de terminar en tu boca.

-Ya voy a…

No puedo terminar la frase, pues el orgasmo se ha apoderado de mí pero tú no dejas de succionar y mover tus dedos con una maestría impresionante. No sé cuánto tiempo ha durado, pero sé que ha sido uno de los mejores orgasmos que he tenido.

Comienzo a relajarme un poco, pero quiero más. Aún no te he tenido dentro de mi, te deseo.

Como si pudieras leer mi mente, tomas mi cintura y me rotas hasta quedar boca abajo. Agarras mi cabello y lo apartas, me acaricias la espalda, los costados, los glúteos dando tiempo a que me recupere.

Pones una mano en cada nalga y la masajeas, con tus palmas abiertas las presionas y tus dedos se quedan marcados en mi blanca piel. Me tomas por la cadera y la levantas, quedo apoyada en mis rodillas y mi torso recargado en el colchón, estoy a tu merced.

Separas mis piernas y te colocas justo en medio de estas. Volteo mi rostro y puedo ver esa mirada de lujuria. Al igual que yo, tampoco puedes esperar para metérmela.

Sé que te gusta la vista, lo sé porque tú polla ha crecido a su máximo y tiene una gota de líquido preseminal en la cabeza, se ve tan apetecible que quiero chuparla.

Pasas tu pene por todo mi coño impregnándolo de mis jugos y tu saliva. Te paseas por toda mi rajita, hasta llegar a mi ano. Cuando estás justo en mi entrada trasera empujas un poco y por instinto mi culo da un respingo y mis ojos nuevamente se cierran. Nunca me has propuesto que tengamos sexo anal, quizá tengas miedo a la negativa pues sabes que nadie ha estado ahí dentro.

Emprendes tu camino de regreso a mi coño y como si fuera un cuchillo caliente cortando mantequilla me penetras hasta el fondo. Puedo sentirte adentro, muy adentro.

Después de unos segundos yo no puedo esperar más, así que comienzo a mover mis caderas en pequeños círculos. De repente siento un escozor en mi glúteo izquierdo seguido de el sonido característico de una nalgada, un aullido sale de mi garganta y es como si te encendieras.

Tus embestidas son profundas y fuertes, mi culo rebotando en ti ya suena por toda la habitación junto con mis gemidos y tu respiración agitada. Me tomas del cabello para obtener mejor agarre y el ritmo de tus envites se vuelve vertiginoso.

Los gemidos se convierten en gritos, los suspiros en gruñidos y nuestras caderas se acoplan perfectamente. Siento como me abres, es como si quisieras partirme en dos.

Nuestros cuerpos transpiran por todo el esfuerzo. No aguanto más y me dejo llevar por el placer, un chorro de flujo sale de mí, mi cuerpo se retuerce, mi espalda se arquea y es el banderazo que esperabas para derramarte en mi interior.

Los jadeos cesan, solo queda el remanente de esos gemidos. Sales lentamente de mí y te derrumbas a mi lado. Aún con la respiración agitada y esa sensación tan maravilosa me acerco más a ti para decirte:

-Gracias, me encanta despertar así.

Tú solo sonríes mientras te doy un beso en los labios lleno de cariño y con uno de mis brazos rodeo tu pecho mientras ambos nos quedamos dormidos de nuevo.