Por la boda de mi amante, Capítulo 1

Mi amante decide casarse con su marido y yo pido una tarde de entrega a cambio...

Al enterarme de la próxima boda de mi amante mi mente no sabía como reaccionar. Entendía sus motivos, los cuáles me había expuesto muy lógicamente. Eran ya muchos los problemas en su casa, sobre todo por las sospechas por nuestra relación, y esa boda calmaría un poco los celos de su esposo. Así que ella accedió a la boda que por muchos años había postergado.

Además ella siempre me decía que yo si estaba casado y eso era injusto entre los dos.

Yo no tenía opción, no tenía ni voz ni voto en esa decisión y tenía que aceptarla. No es que eso fuera a cambiar mucho nuestras aventuras.

Pero si le dije, “me tienes que dar algo a cambio” ella me miró con esos ojos pícaros que me encantan y me dijo sin pensarlo dos veces, “lo que quieras, soy tuya y lo sabes”.

Mi mente explotó con miles de ideas y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

Pactamos vernos un día antes de la boda, con suficiente tiempo para todo lo que tenía planeado. Necesitaba varias horas.

Esta vez yo preparé el cuarto y ella sólo llegaba. Pero hoy no habían flores ni velas. Hoy tenía en mente algo muy diferente.

Ella llegó a la habitación y sin saludarnos nos lanzamos sobre el otro. Nuestros labios se encontraron y nuestras lenguas salieron a danzar. Sentí su aliento delicioso y sus labios mojados recorriendo mi boca.

Me separé un poco y sólo le dije. “Hoy eres solo mía y quiero que siempre recuerdes quien es el hombre al que perteneces, no importa donde estés “

Ella solo contestó “ tu mi amor, tu eres mi dueño, mi amo. Solo tú “

Me acerqué a ella y de mi bolsillo saqué una venda. Y antes de que dijera cualquier cosa, le cubrí los ojos. Ella se dejó hacer, en total sumisión.

Ya con los ojos vendados, coloqué la música que quería, hoy era una sinfonía con coros angelicales. Algo que llenaba la habitación de un ambiente sensual.

La tomé de la mano y la acerqué a la cama. Y comencé a desnudarla. Le quité la camisa y el pantalón que cayeron junto a sus zapatos en el suelo. E inmediatamente le removí su brassier. Frente a mi salieron a bailar esos enormes senos. Redondos y de piel suave, coronados por esos pezones grandes y marrones que solo con el morbo de la situación ya estaban firmes y duros. Rodeados por esa aureola que se achicaba con la excitación. No me detuve a acariciarla. Hoy el plan era otro.

Ella solo quedaba con sus panties y mis manos se acercaron y los bajaron. Y allí salió en todo su esplendor ese sexo que me enloquecía. Y estaba como se lo había pedido. Sin depilarse. Esa selva estaba mas enorme de lo normal. Cubriendo todo la longitud de su vagina y llegando hasta la parte interna de sus muslos.

Eso me volvía loco, me acerqué a ella y solo aspire para sentir su olor a hembra. Enseguida mi verga brincó dentro de mi pantalón. Ella me dominaba con su cuerpo.

Allí la tenía completamente desnuda frente a mi. Entregada a su amo. Demostrándome que era mía, muy por encima de bodas y ceremonias. De el bolso que había llevado saqué las toallas de mano y los sujeta cables de plástico que había comprado en la ferretería. Tomé su brazo y coloqué la toalla sobre la muñeca y la apreté con el sujeta cable. Apreté hasta que la presión era suficiente para que no sacara la mano pero que no la lastimara, y la toalla impediría que le quedaran marcas. Así hice en cada una de sus extremidades. Ella solo se dejaba hacer. Aunque su rostro mostraba señales de inquietud. Ella no le gustaba sentirse atada. Pero se había dado cuenta que hoy me iba a entregar todo sin peros.

Al terminar de atar sus tobillos la lleve hacia la cama y la acosté boca arriba. Y tomé las cuerdas que había traído y la até a las esquinas de la cama.

Al terminar me incorporé y pude apreciar mi obra de arte. Mi amante estaba completamente desnuda, frente a mi, atada a los bordes de la cama. Su cuerpo haciendo una X perfecta. Completamente entregada. Ya no podía detener nada, ni aunque quisiera.

Me acerqué a su oido y suavemente le dije, “ estás lista?”  Ella no contestó sólo movió su rostro afirmativamente.

Antes de empezar saqué mi celular y tome varias fotos, esa posición era muy excitante y la quería para mi colección.

Luego me quite toda mi ropa y ya desnudo me acerque a ella, comencé a besarla y a acariciar su rostro, su lengua salía a buscar la mía y su cuello se elevaba buscando más caricias, yo estaba jugando con ella, la besaba y me alejaba, luego volvía a besarla fuerte y profundo y volvía a alejarme, eso comenzó a enloquecerla, sus suspiros eran más fuertes y se notaba su frustración cuando me alejaba. Y eso era solo besándola, aún faltaba mucho más.

Me pare de la cama y saqué del bolso los juguetes que había traído para esta ocasión. Tomándome todo el tiempo del mundo, conecte el cable a la corriente, coloqué los juguetes en la cama cerca a ella, fui y descorché la botella de vino que tenia en hielo, y acerque la hielera a la cama, lo quería todo cerca para utilizar cuando fuera necesario.

Ella seguía en su oscuridad, escuchando mis movimientos sin saber que hacía, eso llenaba de morbo el ambiente, ella se movía ya nerviosa en sus amarres, pero estos no le permitían liberarse. La inquietud fue creciendo.

Al fin, me acerco a ella con la botella en la mano, con mi otra mano le abro la boca y coloco la botella y dejo que un gran sorbo de vino caiga en su boca, ella lo tragó completo. Yo hice lo mismo, ese sabor helado del vino blanco llenó mi garganta. Era delicioso, un pinot grigio de Santa Margherita. Coloqué la botella de regreso en la hielera y tomé un cubo de hielo. Lentamente lo acerque a su seno y lo coloqué sobre su pezon, ella soltó un pequeño grito y se retorció en la cama, pero no podía moverse. El hielo soltó unas cuantas gotas que comenzaron a caer sobre su pecho, eso hizo que toda su piel se erizara.

Mi boca se acercó al pezon con el hielo y lo devoró. Todo el hielo y el pezon entraron en mi boca y mi lengua lo empezó a lamer. Ella gemía mas fuerte y yo sentía ese pezon a punto de reventar en mi boca, sin darle mucho tiempo a adaptarse, la mordí. Apreté su pezon con mis dientes, fuerte. Ella gritó mas fuerte aún. Sintió el dolor que le producía mi mordida, y luego el alivio al soltarla y la frialdad del hielo. Ella estaba enloqueciendo con tantas sensaciones juntas.

Me moví al otro seno y repetí la operación, esta vez el grito de ella fue mas duro y largo, y una frase salió de su boca... “papi, que ricooo”. Yo sabía que esos momentos de dolor y placer le encantaban, así como la asustaban. Por eso hoy, amarrada estaba totalmente entregada y yo podia llevarla por los caminos del placer sin que ella se negara.

Mis dientes seguían mordiendo sin piedad esos pezones. El hielo disminuía el dolor y le traía placer. Yo veía como los pezones seguían creciendo y poniéndose cada vez mas oscuros. Yo mordía, lamía, chupaba fuerte mientras el cubo de hielo seguía en mi boca.

Las gotas de agua fría seguían cayendo y ya formaban un charco en su pecho.

Yo comencé a bajar con mi lengua afuera y logré que el agua siguiera bajando hasta su ombligo. Pude ver como todos los vellos de su abdomen se erizaban. Ella levantó un poco su espalda y el agua se deslizó hasta la cama.

Mi boca seguía recorriendo cada centímetro de su piel. Hasta llegar a su ombligo. Aquí paré y busqué un nuevo cubo de hielo y lo coloqué en su ombligo. Ella  se retorció en la cama y de nuevo todos los poros se erizaron al contacto del objeto helado. Un largo suspiro salió de sus labios. Mi lengua comenzó a jugar con su ombligo, mientras mis manos acariciaban sus pezones, apretándolos y pellizcándoles, poniéndolos aún mas duros. Estaban inmensos y duros.

Mis labios recorrían todo su abdomen, lamiendo cada espacio de su piel. Ella no paraba de gemir, pero sus movimientos eran muy limitados por los amarres, no podia moverse nada.

En este momento me detuve, y pude apreciar su vagina ya mojada, sus labios brillantes por la humedad que contenían, todo le estaba gustando montones.

Tomé el primer juguete de la tarde, Victor, el masajeador que vibraba. De cabeza blanca, que tantas tardes nos había acompañado. Al encenderlo ella sintió el sonido que ya conocía y sus caderas se elevaron, comenzó a decir “no, no, aún no, me vas a volver loca”. Pero ella sabía que hoy todo estaba fuera del alcance de sus súplicas, hoy era solo mi voluntad. Y mi deseo era masturbarla hasta que explotara.

Coloqué el vibrador sobre su clitoris, directamente, sin darle tiempo a reaccionar, y lo puse en la velocidad mas lenta. Ella sintió el contacto del plástico corrugado sobre su botoncito de placer que aún estaba cubierto por su capuchón. La vibración comenzó a hacer efecto inmediatamente. Ella se revolvía tratando de quitarse tanto placer, pero yo no le daba oportunidad. Presionaba el aparato sobre su sexo en el punto exacto. Ella se rindió y dejó caer su trasero sobre la cama, sus piernas abiertas sin posibilidad de cerrarlas, la maquina estaba logrando su objetivo. Sus suspiros eran largos y profundos. Sus palabras eran incomprensibles, decía “no, no, no... “ después decía “ que rico, no pares, sigue...” era una mezcla de peticiones, pero su cuerpo estaba reaccionando.

Yo seguía presionando el vibrador sobre su sexo, y ya su clitoris había salido a jugar. Se veía brillante y rosado, recibiendo directamente las caricias mecánicas. Ella no iba a aguantar mucho. Su respiración avisaban de su orgasmo. Y de repente, sin mucha demora, llegó, majestuoso, el grito que salió de su boca fue eterno, “ahhhhhh”, sus caderas no dejaban de rotar, su cuerpo temblaba. Era increíble como estaba disfrutando. Así estuvo mas de un minuto, y yo no le daba tiempo de nada más, no movía el vibrador ni un instante. Las sensaciones para ella no se detenían. Era una oleada de placer que amenazaba con ahogarla. Su boca se abría para tomar aire y soltar suspiros. Su sexo estaba lleno de jugos que salían a chorros por el orgasmo.

Ella no paraba de gritar, me pedía que me detuviera pero yo no le hice caso, seguí presionando el aparato sobre su sexo, quería que el placer no se le acabara, hoy no había tiempo de descanso, ella seguía temblando, sintiendo como en su cuerpo las oleadas de placer comenzaban a crecer de nuevo, ella suplicaba que me detuviera, el placer era enorme y su cuerpo lo estaba recibiendo en un solo golpe. Ese segundo orgasmo no demoró mas de 90 segundos en aparecer, aún mas violento que el primero, su sexo comenzó a abrirse y a cerrarse, de la presión que ejercía su abdomen. Sus gritos llenaban el cuarto, era gritos de placer, de entrega, de súplicas.

Ella seguía disfrutando su orgasmo, y yo disfrutando mi show. Ella atada y desnuda, entregada a mi y regalándome orgasmo tras orgasmo. Sus senos brincaban de un lado a otro, su piel erizada por todo lado, sus piernas abiertas y su vagina empapada. Era exactamente donde la quería tener. Ahora. Retiré el vibrador y me acerqué a su oído, “te gusta?. Ella comenzó a decirme, “que malo eres conmigo, como te gusta dejarme sin fuerzas, pero si, me encanta”. Y yo le dije, “apenas empezamos...” y me paré de la cama.

La dejé descansar unos pocos segundos, mientras le llevaba un sorbo mas de vino a su boca, ella lo tragó completo, los orgasmos la habían dejado sedienta y el vino ayudaba, pero yo sabía que ella deseaba tomar otra cosa.

Luego, volví a abrir el bolso y saqué el consolador, era uno mediano que teníamos para jugar, a ella le gustaba mucho. Llevé el consolador a sus labios, ella abrió la boca y le dije, “mójalo” , su lengua salio y comenzó a lamer el juguete, dejándolo empapado de saliva. Le estaba dando una mamada genial, me quería mostrar lo que le gustaría hacerle a mi verga. Yo estaba encantado con el acto, pero al ver el consolador empapado, lo retiré de su boca y lo llevé a la entrada de su sexo, sólo colocándolo allí.

Sin presionar ni nada deje que el consolador suavemente entrara un poco, entre la lubricación que ella tenía en su sexo y la saliva en el juguete la cabeza de este abrió los labios de su vagina. Ella soltó un suspiro y relajó su cuerpo. Allí en ese instante mis labios apresaron su pezon de nuevo y lo chuparon. Ella levantó sus caderas del gusto y eso permitió que el consolador entrara un poco más, ya la cabeza se había perdido entre la selva de vellos y los labios vaginales. Ella seguía gimiendo.

Yo me estaba tomando todo el tiempo del mundo, disfrutando de la rigidez del pezon en mis labios, llenándolo de saliva y rodeándolo con mi lengua, mientras que el consolador seguía entrando lentamente gracias a los movimientos de su cuerpo. Ella no paraba de gemir, de suspirar, de hablarme. Con sus ojos cerrados solo entregada a su amo.

Ya cuando sentí que el consolador estaba completamente dentro de ella, me separé de sus pezones, y me ubiqué entre sus piernas, con ese espectáculo frente a mi, su sexo empapado, abierto y con un consolador encajado, era una imagen llena de morbosidad. Me acerqué lentamente y coloque mis labios en el nacimiento de su raja, justo encima de su clitoris. Mi lengua salió y le di la primera lamida, suave, hacia arriba, ella volvió a arquear su espalda y ese movimiento permitió al consolador penetrarla aún más. Con las lamidas que empecé a darle, alternaba un mete y saca del consolador, igualando velocidades, si lamía lento, lo metía lento, si aceleraba mis lamidas, aceleraba el consolador. Ella no paraba de girar sus caderas, buscando más de todo, mi lengua, el consolador, estaba en el cielo. Sus palabras me animaban a seguir, “no pares, por favor, no pares”. Mi lengua seguía lamiendo su pepita sin parar, ya su clitoris estaba erecto y totalmente afuera, así que recibía mis caricias sin filtros. El placer de ella comenzaba a prepararse para una nueva explosión. Sus pechos brincaban con cada oleada de sensaciones, mi mano estaba empapada de todos los jugos que salían de su vagina. En ese momento, decidí acelerar aún más y llevarla a ese punto de no volver, ese instante en que miras al abismo antes de lanzarte. Y ella llegó allí en un par de segundos, el orgasmo la sumió en un trance, su cuerpo se crispó y se elevó. Solo sostenido por sus hombros y sus pies, formando un arco perfecto. Su grito gutural volvió a llenar el cuarto. Yo no paraba de lamer ni de mover el consolador, ella seguía convulsionando con su tercer orgasmo del día, temblando y gritando, mientras de su sexo seguían manando rios de jugos que llenaban mi mano. Ella de repentes volvió a caer sobre la cama. Sus ojos cerrados y su pecho agitado con la respiración.

Yo en ese instante saqué el consolador de su sexo, empapado y chorreando todos los fluidos que el orgasmo le habían producido, y lo lleve a su boca, ella al sentirlo en sus labios, abrió su boca y comenzó a chuparlo sin decir nada, lamía sus jugos con unas ganas impresionantes, devorando cada gota, chupaba y lamía hasta dejarlo limpio de los restos de su venida, al terminar yo le quite el consolador de su boca y ella con su lengua relamió los bordes de sus labios en donde aún quedaban vestigios de su venida. Siempre me había encantado que ella le fascinara su propio sabor. Era algo mágico que me dominaba.

En ese momento ella era la imagen total del placer. Entregada a mi para cualquier deseo y disfrutándolos todos.

Dando la vuelta por la cama me coloque detrás de ella, de tal forma que mi verga colgaba sobre su rostro. Y lentamente baje un poco mi cuerpo. Ella al sentir esto abrió la boca al máximo y su lengua salió a buscar lo que estaba mas cerca. Allí se encontró con mis testiculos que lentamente cayeron sobre su cara. Ella desesperada comenzó a lamerlos. Estiraba su lengua buscando abarcar la mayor cantidad de piel con sus lamidas. Mi verga estaba al máximo de erección y sentía como su lengua llenaba de saliva toda mi zona. Me incliné un poco más y ahora su lengua llegaba al borde de mi ano. Ella lo reconoció y siguió lamiendo con mas ganas, sabía lo mucho que me gustaba. Yo sentía la punta de su lengua bordeando los pliegues de mi ano, tratando de meterme la punta de su lengua. En ese momento yo incliné mi cuerpo totalmente. En una posición de 69. Y mi boca se colocó sobre su sexo. Estaba empapada, luego de tres orgasmos consecutivos no podía ser de otra forma, su olor era increíble, sus vellos estaban totalmente mojados. Y mi lengua comenzó a lamerlos. A recoger todos los restos de jugos que quedaban allí, mientras que ella lograba acomodarse de tal manera que tenía acceso a la base de mi verga, y comenzó a lamerla como una poseída.

Su lengua pasaba de mis testiculos a la base de la verga, mojandola, luego sus labios succionaban cualquier parte de piel que alcanzaban, mientras yo seguía bajando y abriendo su sexo con mis manos, allí lo tenía frente a mi, rosado oscuro, todo mojado, pulsando, listo para mas placer, sin darle tiempo a sentir me lancé sobre su vagina y la aprese con mis labios, no resistí la tentación y la mordi toda, en un solo mordisco que cubría toda su extensión, ella soltó mis testiculos de su boca para soltar un quejido de dolor, “ayyy, nooo”, pero enseguida mi lengua cubrió todo su clitoris y el placer reemplazo el dolor. Lo volví a repetir varias veces, mordía, cada vez más fuerte, y luego lamía el clitoris. Ella ya no se quejaba, ahora disfrutaba de los dos, el placer y el dolor.

Mis tácticas estaban funcionando, ya con cada lamida ella subía sus caderas para sentir mas profundo la caricia. Cuando me di cuenta de esto, le aprisioné el clitoris con la punta de mis dedos y apreté fuerte. Ella sintió la electricidad por todo su cuerpo y arqueó su espalda. Luego mi lengua se colocó sobre el clitoris aprisionado y comenzó a rozarlo duro. Ella gemía fuertemente, ya su boca no se ocupaba de más nada, solo de gemir y gritar. Mi lengua se movía cada vez más rápido y yo sentía sus músculos tensarse. Se iba a venir pronto, y yo aceleré mis caricias, cada vez más fuertes, más profundo. Hasta que sentí como explotó en un nuevo orgasmo en mi cara, sus labios se abrieron para soltar mas jugos, sus caderas brincaban de arriba a abajo, aun con el peso de mi cuerpo encima. Yo no dejaba de lamerle la vagina y recibía todos esos jugos en mi boca, los saboreaba, dejaba que mi cara y mi lengua se empaparan de su esencia. Ella seguía gritando, “que deliciaaa”, “que ricooo”, “tómame toda, soy tuyaaaa”. Ella le encantaba gritar durante sus orgasmos y a mi me fascinaba que lo hiciera. Me excitaba aún más.

Al terminar de venirse, se dejó caer, como un peso muerto. Su cuerpo desmadejado sobre la cama, me mostraba que estaba completamente fundida. Me levanté y acerque mi boca a su boca y la bese... CONTINUARA...