Por fin nos decidimos (final)

Isabel nos había estado observando durante toda la sesión, e incluso en un momento de excitación se había atrevido casi al final, a participar tímidamente con unas fugaces caricias a los pechos de Paloma. Sus siguientes comentarios, dejaron de manifiesto, sus deseos y apetencias más íntimas e inconfesables.

Por fin nos decidimos (final)

Isabel, había permanecido a nuestro lado, viendo y disfrutando la escena con gran excitación. Casi al final en un gesto inconsciente, y cuando estábamos a punto de corrernos, no pudo resistir la tentación de acariciar tímidamente  los pechos a Paloma, y besar suavemente sus pezones. Su lengua jugueteó unos instantes con ellos, se los introdujo en la boca y  los succiono dulcemente. Después, los tres nos corrimos sin control, ante la fascinada mirada de Isabel.

Los dos habíamos fantaseado en muchas ocasiones con una situación parecida. Pero ésta era la primera vez, que Paloma disfrutaba de las caricias de una mujer.

Fue un gesto fugaz e inesperado, pero el morbo de su acción, fue suficiente para que los cuatro aumentáramos considerablemente nuestra calentura. Y nuestra mente se desbordara.

Mi imaginación se desbordo desde ese momento. Solo un pensamiento se instaló en mi cabeza; tener la oportunidad de poder verlas practicar sexo entre ellas. Una de mis más deseadas y morbosas fantasías. Deseo, que mi mujer conocía, y compartía.

Nos habíamos corrido como “burros”. Paloma se levantó para dirigirse al baño y asearse un poco. Nuestros miembros descansaban ya flácidos, en nuestra entrepierna. Sin embargo en nuestras mentes, seguía instalada con la misma fuerza, la lujuria y el desenfreno.

― ¡Qué locura!  Estoy totalmente inundada –exclamó Paloma- dirigiéndose al aseo, y tapando con sus manos, los dos orificios que acabábamos de inundar, evitando que el semen saliera y se deslizara entre sus piernas.

Isabel nos había estado observando durante toda la sesión, e incluso en un momento de excitación se había atrevido casi al final, a participar tímidamente con unas fugaces caricias a los pechos de Paloma. Sus siguientes comentarios, dejaron de manifiesto, sus deseos y apetencias más íntimas e inconfesables.

―imagino que esto, todavía no habrá terminado –comentó- sin poder ocultar el deseo de querer ser ella, quien recibiera la próxima vez nuestros favores.

― Tranquila, no creas que te vas a escapar –respondí- en tono de broma. En lo tocante al sexo soy insaciable  –añadí- con sorna.

― ¡Tienes que probarlo! la insto Paloma, ¡es fantástico! –añadió- cogiéndole cariñosamente la mano.

A Jorge, se le veía encantado y excitado con  los comentarios y el comportamiento de su mujer, sobre todo, por su acción con Paloma.

―Cariño, los dos estamos deseando follarte;  y ya has oído Paloma –respondió Jorge- de manera soez y con lujuria, mirando a su mujer.

No podía ocultar la excitación y el morbo que le producía la situación, y como estaba disfrutando, con lo que decía.

―Desde luego que lo quiero probar –contesto Isabel-  y más, después de lo que me ha dicho Paloma –añadió-  sonriente.

―Teníamos que haberlo probado antes –respondió Jorge- dirigiéndose a su mujer.  Viéndote y oyendo tus comentarios, cada vez me pones más cachondo –añadió- ya totalmente desinhibido, y volviendo a utilizar el mismo lenguaje soez.

― ¡Mira que eres burro! –le reprocho. Yo también disfruto viéndote  –afirmo Isabel- mirando a su marido.  Ya Sabes, lo que me encantaría probar, pero no sé…  –añadió- dudando.

Buscaba su complicidad para desvelar algo, que todavía no se había atrevido a confesar. Era evidente, que lo que fuera, ya lo habían hablado antes de nuestra cita.

―Cariño, no lo dudes, si es lo que yo creo, sabes que a mí, me encantaría que lo hicieras   –Respondió Jorge- animándola a continuar, e intuyendo lo que iba a plantear. Mejor ocasión que esta no vamos a tener –añadió.

Isabel guardo silencio durante un momento, estaba sopesando si lo debía decir, o no, no estaba muy segura cuál sería nuestra reacción. Al final, se dirigió directamente a Paloma.

―Me gustaría probar con una mujer –dijo Isabel- con aplomo, mirando a Paloma. Ya sé, que es ponerte en un compromiso, pero no quiero que te sientas mal. Si te atreves, estaría encantada de probar contigo –añadió, con cierto alivio y ya relajada por haberlo soltado.

―Ves cariño, no ha sido tan difícil  –Contesto Jorge- después de escuchar a su mujer. Solo falta saber qué opina Paloma –añadió.

―A mí tampoco me importaría probar contigo. –Respondió Paloma- sonriendo, aunque te advierto que soy nueva en estas lides.

― ¡Genial! Espero que sea como imagino –contesto Isabel- y no te arrepientas.

―Vais a conseguir que me dé una taquicardia –dije- mirando a mi mujer con morbo.

― ¿No es eso, lo que todos los hombres os gustaría ver?...Pues hoy vais a tener suerte. Sobre todo mi marido, que lo está deseando.

―Ya sabes cariño que lo hemos hablado en muchas ocasiones, y me muero por verte –dijo Jorge- salido y  eufórico.

―En honor a la verdad, siempre he sido yo, la que he querido probar –afirmo Isabel.

Asumiendo que era  su deseo, y dejando claro, que su marido no había ejercido ninguna presión sobre ello.

―Que sepas que no eres la única que quieres probar, yo también lo he pensado en muchas ocasiones –contesto Paloma- mostrando su complicidad con Isabel.

Todos nos habíamos desinhibido, y flotaba en el ambiente un deseo salvaje de liberar nuestras apetencias más íntimas e inconfesables. Que es, lo que Isabel acababa de hacer. Yo ya lo había hecho anteriormente. Y Jorge lo insinuaba continuamente con sus miradas y comentarios.

Mi mujer y yo, ya habíamos recreado en nuestras fantasías éste deseo, pero no había pasado de ahí. Es verdad, que no habíamos tenido la ocasión, y tampoco la habíamos buscado. Ambos la recreábamos en la ficción y disfrutábamos enormemente con ello. A Paloma, le encanta que la imagine con otra mujer y le diga con todo lujo de detalle, lo que imagino están haciendo las dos, alcanzamos con ello unos orgasmos espectaculares.

Una cosa era segura, todos estábamos eufóricos, excitados, y deseando continuar sin complejos. El sexo y el morbo en estado puro, era el vínculo que nos enredaba a todos.

Nuestros nuevos compañeros de cama, se habían dejado seducir (nosotros ya lo habíamos hecho con anterioridad) por el placer prohibido y morboso de compartir y ver a su pareja con otro, y lo estaban disfrutando sin prejuicios.  Nuestros instintos más básicos afloraban sin trabas, proporcionándonos un placer difícil de describir.

Confesarnos nuestros deseos y apetencias, abrió definitivamente todas las puertas, derribando cualquier reticencia, si es que en algún momento la hubo.

El sexo, y el morbo, inseparables aliados,  habían conseguido desterrar cualquier prejuicio, y aún más, seducir nuestras calenturientas mentes, para enredarnos en un placer compartido y lujurioso. Estábamos en un momento de complacencia absoluta, para realizar cualquier acto sexual que nos apeteciera.

Habíamos llegado a ese estado sin retorno, en el que solo es importante, la forma de dar y recibir el máximo placer posible, sin plantearse nada más y… nada menos.

Otra vez los cuatro volvíamos a estar en la cama, nuestras mujeres en medio y a los extremos nosotros, pero en esta ocasión Jorge al lado de mi mujer, y yo al lado de Isabel, habíamos intercambiado a propósito las posiciones, para disfrutar cada uno sin complejos, de la pareja del otro. Que  en el fondo es lo que todos deseábamos, y el objeto de nuestra cita.

Comencé a acariciar a Isabel, otra vez sus pechos me subyugaron, los lamia con ansia, pellizcaba con suavidad sus pezones, mientras que con la otra mano, acariciaba su coño, excesivamente lubricado y excitado, e introducía con delicadeza mis dedos en él.

Me decidí a hacer algo, que durante toda la noche estuve imaginando desde que vi los esplendidos pechos de Isabel. Me puse encima de ella e  Instale mi polla entre sus enormes tetas y me dispuse a disfrutar del placer de una “cubana”. Las rodeo con  sus manos y aprisiono mi polla entre ellas, dejando solo al descubierto mi capullo con su boca a escasos centímetros de él. Me movía  de adelante a atrás  viendo como mi capullo desaparecía entre ellas, mientras su boca lo acogía continuamente pasando su lengua por él.  Su marido fuera si, disfrutaba observándola. Durante unos instantes, mi placer fue indescriptible.

Jorge había puesto a Paloma a cuatro, y la estaba penetrando desde atrás, mi mujer miraba excitada como Isabel acariciaba mi polla con sus tetas, descabalgue, y la invite a probar sus pechos. Se inclinó hacia ellos, y comenzó a pasar la lengua alrededor de sus pezones, para a continuación metérselos en la boca y succionarlos con exquisita delicadeza. Isabel lanzo un suspiro de placer y la miro agradecida.

Me separe un poco para que Paloma pudiera tener a su alcance los voluptuosos pechos de Isabel, y pudiera acariciarlos y lamerlos a su antojo. Mi excitación era otra vez máxima al ver a mi mujer. Jorge, mientras tanto, la follaba y  las observaba ensimismado.

En mi calentura, puse otra vez mi polla a la altura de su cara, y de nuevo volví a sentir como sus labios rodeaban mi capullo, y su lengua abrazaba mi polla  en la calidez  de su boca. A su vez, Paloma, le lamia los pezones, mientras su mano se deslizaba hasta el coño de Isabel, para acariciarlo e introducir su dedo corazón en él.  Durante unos minutos nos dedicamos a disfrutar de su cuerpo, yo principalmente con mi polla en su boca.

Isabel, se incorporó y  cambió mi polla por los suaves pechos de Paloma, que por la postura adoptada, se balanceaban al ritmo de las embestidas de Jorge. Comenzó a acariciarlos con dulzura, mientras su marido seguía penetrando a mi mujer desde atrás. Yo asistía a la escena extasiado, agradecido y excitado. Los labios de Isabel se posaron suavemente en los de Paloma buscando la  aprobación de un beso; los entreabrió y sus lenguas se encontraron con calma, sin estridencias, saboreándose. La escena es inenarrable.

Era el momento mágico, de dejar que nuestras mujeres disfrutaran de sus cuerpos como habían propuesto, sin injerencias, apartarse a un lado y  dejarlas disfrutar libremente de su nueva sexualidad.

Nos apartamos para dejar vía libre a sus apetencias, nuestras pollas volvían a estar en su máximo esplendor. Imposible resistirse a la acción y visión de tanta lujuria.

Isabel comenzó a acariciar, besar, lamer, el cuerpo de Paloma que se dejaba hacer entre suspiros y gemidos. Se entretuvo en sus pechos, su lengua acariciaba los pezones y se los introducía en la boca chupándolos con mimo, mientras, su mano le acariciaba el coño e introducía con delicadeza un dedo en él; que impregnado de sus jugos, chupaba con lujuria. Para después fundirse en un apasionado beso.

Bajó lentamente hasta su depilado pubis cubriéndolo de besos, introdujo su lengua en su abertura, y comenzó a lamer sus jugos; se detuvo en su clítoris para succionarlo suavemente, mientras su dedo corazón se adentraba lentamente en su interior. Pasaba una y otra vez la lengua por su raja degustando las “corriditas” que Paloma, fuera de sí, le ofrecía con lascivia. El placer de ambas era evidente, el nuestro infinitamente mayor viéndoles.

Sus labios se volvieron a encontrar de nuevo, esta vez con pasión desenfrenada. Sus lenguas entraban y salían de sus bocas con “vicio”, saboreándose.

Paloma totalmente excitada, empezó a masajear y acariciar con avidez el cuerpo de Isabel; sus pechos, sus brazos, sus piernas, sus pies, su espalda, su culo, todo su cuerpo era objeto de deseo y lujuria. Sus labios se posaron en todas las partes de él, lo hacía sin prisa recreándose, sintiendo y lamiendo cada centímetro de su piel. El tiempo se había detenido, y el placer se había instalado en él.

Su boca se acercó a su sexo, dulcemente separo sus labios mayores, dejando al descubierto su sonrosada abertura, por donde escapaban sin cesar sus jugos. No se lo pensó, introdujo con pasión su lengua en ella, saboreando con deleite, cada gota que Isabel le ofrecía.

Se acomodaron para hacer un 69, y deleitarse a la vez cada una con el sexo de la otra, sus lenguas lo recorrían sin prisa, lamiendo y succionando delicadamente su clítoris. De vez en cuando se introducían con suavidad un dedo, que alternaban introduciendo también su lengua.

Jorge y yo, como invitados de piedra, asistíamos al espectáculo en un estado de excitación difícil de explicar. El placer de ver a tu esposa practicando sexo con otra mujer, con la intensidad que lo estaba haciendo es indescriptible. Toda la lujuria y el morbo del mundo se apoderan de ti.

Estuvieron disfrutando de esa forma un tiempo, que a nosotros nos pareció eterno. Cobraba sentido, que “el tiempo se había detenido, y el placer se había instalado en él”.

Sus gemidos, nos indicaron que su orgasmo estaba a punto de producirse, explotaron casi al unísono. Cuando se separaron, se fundieron en un profundo y apasionado beso. Las dos quedaron tendidas en la cama, mirándonos y tratando de adivinar nuestros pensamientos.

Nuestras caras debían de ser un auténtico poema. La intensidad con la que se habían entregado nos había dejado impactados y en estado de shock. Simplemente ¡sublime!

― ¿Ha sido como pensabais? –pregunto Isabel, rompiendo el hechizo del momento.

―Ha sido mejor –respondí- excitado y eufórico,  increíble, fantástico, todo lo que diga es poco. ¿Y vosotras, ha sido como pesabais?... para mí ha sido bestial –añadí.

―Como tú has dicho, ha sido mejor –contesto Paloma- con una sonrisa. ¡Lo que me he estado perdiendo cariño! –Añadió con énfasis- visiblemente complacida y todavía excitada.

― ¡Lo que nos estábamos perdiendo! –rectifico Isabel- secundando a Paloma.

―Que puedo decir yo –dijo Jorge- que todavía no he salido del estado en el que me habéis dejado. Cariño, me he puesto como un loco viéndote –añadió.

Mientras hablábamos, nuestras pollas seguían en erección, y la calentura alcanzaba ya, su más alto grado posible. Las  mujeres nos observaban con condescendencia y un poco divertidas al vernos en ese estado.

―Imagino que esto no habrá terminado ¿no? – Dije- parafraseando a Isabel, y señalando mi miembro, que estaba a punto de explotar.

Las chicas se rieron para a continuación acercarse, y acariciarnos  cariñosamente la polla a ambos.

―Tranquilos que todavía no hemos terminado –contesto Isabel- ya os dije que no me quería escapar. Nosotras no necesitamos mucho tiempo para estar a tono –añadió- maliciosamente.

Isabel, se había destapado y mostrado en toda su dimensión su lado más íntimo y sexual. Había manifestado con valentía y sin excusas su nueva y excitante inclinación sexual. ¡Quien me lo hubiera dicho! Afortunadamente yo estaba totalmente equivocado en mis conclusiones hacia ella. Folla de maravilla, hace un sexo oral de escándalo, y además, se ve que disfruta con ello. Paloma por nuestra experiencia anterior, se había comportado como ya lo había hecho con Andrés; con total libertad y sin prejuicios.

Los hombres después de lo visto, necesitábamos un desahogo urgente, seguramente no íbamos a aguantar  mucho. Nuestra libido estaba por las nubes, y nuestro cuerpo solo obedecía a sus instintos más básicos, a pesar de que nuestra mente quisiera controlarlo.

De cualquier forma era un estado maravilloso y sin fronteras, del que todos queríamos disfrutar.

Nos dirigimos a Isabel con verdadero ansia, comencé  a  acariciarla, mientras su marido se fundía en un beso con ella. Baje hasta su coño para saborear lo que hacía tan solo unos minutos, mi mujer había degustado. Introduje mi lengua con impaciencia y comprobé que otra vez sus jugos fluían con generosidad. Mientras tanto, Jorge chupaba sus pechos fuera de sí.

Paloma nos observaba, como anteriormente, Isabel nos había observado.

Jorge puso su polla en la boca de su mujer, y me insto a que yo hiciera lo mismo. Su mujer alternaba nuestras pollas en su boca con autentico frenesí. Su lengua las acariciaba volviéndonos locos de placer. Mi polla entraba en su boca con desenfreno. Cada vez que lo hacía, se fundían en un lascivo beso, que Jorge saboreaba con gusto. Desatándose en mi, el morbo y la concupiscencia.

Nos comentó que estaba preparada para recibirnos, deseaba sentirnos dentro. Jorge me dio a elegir por donde la quería follar. Elegí  su culo, era el único agujero que todavía no había probado. Sabía, porque me lo había dicho él, que ellos si practicaban el sexo anal con frecuencia, y que a Isabel le encantaba.

Jorge se tumbó en la cama, y su mujer sentándose encima, comenzó lentamente a introducir su polla en el coño, cuando estuvo totalmente enterrada en él, se inclinó para que yo, pudiera acceder mejor a su orificio trasero, se apreciaba un poco más dilatado de lo normal, lo que confirmaba lo que Jorge me había dicho.

No obstante comencé a masajearlo, e introduje mis dedos en él, arrancando con ello los primeros gemidos de placer de Isabel. Ensalive bien su culo y mi polla, y coloque mi capullo en la entrada de su orificio, muy despacio empecé a penetrarla, se la trago entera sin oponer resistencia. Mi pubis rozaba totalmente los carrillos su culo, los tres nos quedamos quietos en esa postura.

― ¡Qué Placer! Acertó a decir Isabel.

Jorge dijo que no iba a aguantar mucho, que estaba haciendo verdaderos esfuerzos para no correrse. Isabel comenzó a moverse arriba y abajo, mientras yo mantenía mi polla en el interior de su culo. Se detuvo un momento echándose sobre el pecho de su marido y en ese instante empecé a sacar suavemente mi polla para de nuevo volverla a meter, Isabel gemía y jadeaba sin control. La polla de su marido y la mía casi podían rozarse.

Paloma se acercó,  y como había hecho antes Isabel, comenzó a acariciar sus pechos, los beso y los atrapo con sus labios, mientras su lengua lamia sus pezones con cariño.

Jorge fuera de sí y totalmente enajenado de lujuria, le pidió a Paloma que se sentara en su cara. Quería comerle el coño, mientras  follabamos a su mujer. Paloma se colocó a la altura de su cara abriendo sus labios mayores para ofrecérselo con descaro. Jorge hundió su cabeza en él,  y los cuatro empezamos una sesión frenética de sexo total y sin fronteras. Paloma inundaba con sus corriditas la boca de Jorge, que las degustaba sin reparos.

Isabel lanzaba jadeos y gemidos sin pudor, con las dos pollas en su interior, y la boca de Paloma en sus tetas. Mi mujer estaba disfrutando doblemente; Jorge lamia su coño con vicio, mientras ella disfrutaba también con los pechos de Isabel.

Yo, como participante y espectador privilegiado disfrutaba del espectáculo totalmente salido y vicioso.

Isabel dijo que se iba a correr. Fue el detonante para que su marido y yo, nos corriéramos casi de inmediato, inundando su coño y su culo. Paloma nos siguió con un orgasmo que acabo de llenar la boca de Jorge con sus jugos.

Ambas, otra vez, se volvieron a fundir en otro lujurioso y lascivo beso.

La noche fue mucho más de lo que en un principio apuntaba, otra vez el sexo y el placer ganaba la partida.

Acabamos de encontrar nuevos compañeros de cama, con los que seguro volveremos a repetir la experiencia. En ello hemos quedado.

unomas

PD: Mi agradecimiento a: Alfonso; Longino; amb94; ibero54. Por vuestros comentarios