Por fin nos decidimos
Somos Paloma y Jaime, un matrimonio maduro, ya en los 60, que desde no hace mucho tiempo, hemos decidido abrir nuestra relación de pareja a nuevas experiencias, para disfrutar del sexo en toda su dimensión. Este es el relato de lo que ocurrió e hicimos con otro matrimonio, en nuestra primera y por el momento única cita.
Por fin, nos decidimos.
Nos presentamos,
Somos Paloma y Jaime, un matrimonio maduro, ya en los 60, que desde no hace mucho tiempo, hemos decidido abrir nuestra relación de pareja a nuevas experiencias, para disfrutar del sexo en toda su dimensión. Este es el relato de lo que ocurrió e hicimos con otro matrimonio, en nuestra primera y por el momento única cita.
Por fin, aquí estábamos. Teníamos reservada mesa en un restaurante, y esperábamos en él, a Isabel y Jorge, el matrimonio con el que habíamos quedado para cenar. Contactamos con ellos a través de su anuncio en una conocida página de contactos: “matrimonio maduro, en los 60, educado, discreto, queriendo tener su primera experiencia, busca similar para compartir deseos, fantasías y lo que pueda surgir” . Pedimos seriedad y discreción.
Este anuncio se ajustaba perfectamente a un deseo, que en bastantes ocasiones, tanto mi mujer como yo, habíamos recreado en nuestra imaginación. Sobre todo, en esos instantes de sexo, en el que a todos, nos invade la excitación y la lujuria, y solo queremos dar y recibir el máximo placer posible.
Para ello, fantaseamos tener a nuestro lado otra pareja, con la que estamos compartiendo (ficticiamente) esos momentos de lujuria y desenfreno. Lo imaginamos, contándonos el uno al otro, lo que estamos haciendo los cuatro. Lo hacemos describiéndonos con todo lujo de detalles, como cada uno, estamos participando en las escenas más calientes y lujuriosas. Con el resultado de una extrema excitación de los dos, y unos orgasmos espectaculares. Una ficción, que ahora, después de contestar al anuncio, podría hacerse realidad.
Contestamos a su anuncio de forma escueta y sin mucha convicción de que respondieran, nos presentamos como un matrimonio afín, que coincidíamos en todo lo que planteaban, y en particular, en lo referente a compartir deseos y fantasías. Les proponíamos contactar con ellos, y si todos estábamos de acuerdo, podíamos citarnos para conocernos, pero sin asumir ningún tipo de compromiso. No teníamos demasiadas esperanzas de obtener contestación, nos parecía bastante difícil que nos escogieran, ya que nuestra respuesta fue bastante sosa y ambigua.
Para nuestra sorpresa, contactaron con nosotros. Paloma seguía sin tenerlas todas consigo, pues era la más escéptica de los dos y la que menos creía que pudiera salir bien, yo la había convencido para tener esta nueva experiencia. Siempre le argumentaba lo bien que lo habíamos pasado y seguíamos pasándolo con nuestro amigo Andrés, sobre todo en nuestro último viaje, a lo que contestaba que no era lo mismo, ni la misma situación. En eso, estaba totalmente de acuerdo con ella.
Cuando estuvimos la primera vez con Andrés, ya nos conocíamos, éramos amigos, además ocurrió en un momento y lugar, con un alto grado de erotismo. Todos, inconscientemente, teníamos una cierta predisposición, lo que propició de forma espontánea una situación excepcional, de la que surgió de manera natural, disfrutar libremente del sexo entre los tres. Lo llevamos a cabo como nunca creímos que pudiéramos hacerlo.
Pero en esta ocasión, todo era distinto, estaba premeditado y no sabíamos muy bien como saldría la aventura, era una situación totalmente nueva con unos perfectos desconocidos. Sin embargo sabíamos que esta decisión había sido la consecuencia de lo que habíamos experimentado con Andrés.
Aunque, después de tener nuestra primera experiencia, los dos coincidíamos en querer probar con otra pareja. Y ahora por fin, tendríamos la oportunidad de realizarlo. Paloma, me confesaba que le excitaba y la ponía muchísimo imaginarme follando con otra mujer. Diciéndome que estaba deseando verlo.
Durante el tiempo que duró la espera, tanto Paloma como yo, estuvimos un poco nerviosos, era la primera vez que íbamos a tener una cita, cuyo objetivo sería compartir cama y sexo con otro matrimonio, que además, eran unos auténticos desconocidos, y lo hacíamos con total premeditación, cosa, a lo que hasta ahora, nos habíamos resistido y, por tanto, no dejaba de asustarnos un poco, a pesar de ser una situación imaginada y recreada (ficticiamente) por nosotros, en nuestras noches de sexo loco y lujurioso.
Por si fuera poco, también sería la primera vez que nos veríamos los cuatro, lo cual aumentaba considerablemente la incertidumbre y los nervios, sobre todo, por la impresión que les pudiéramos causar, y a su vez, la que ellos nos pudieran causar a nosotros.
Nos habíamos comunicado a través de nuestros correos electrónicos, sabíamos de nuestro aspecto físico, porque nos lo habíamos detallado en nuestras misivas. Por seguridad, y para preservar la intimidad, ambos descartamos enviarnos fotos.
Así supimos del aspecto físico de Isabel, pelo rubio a media melena, ojos azules, de 1,65, de estatura, un poco rellenita, pero proporcionada según Jorge, y con unos pechos abundantes, tirando a grandes. En cuanto a Jorge, su estatura era de 1,80, con un poco de sobrepeso y algo de tripita, según él, 87kg. En cuanto a nosotros, Paloma es morena, pelo largo, ojos castaños, un poco más alta que Isabel, 1,68 y su peso es de 65kg, sus pechos no muy grandes, se mantienen dignamente firmes a pesar de su edad, en cuanto a mí, mi estatura es de 1,75 y 76 kg, en definitiva personas físicamente muy normales, en todos los aspectos.
Al fin aparecieron, el camarero les acompañaba hasta la mesa, vestían de forma informal pero impecable, ambos se ajustaban perfectamente a la descripción que nos habían hecho en su correo.
Nos levantamos para saludarles, comenzamos con un fuerte apretón de manos los hombres. Nos miramos con una sonrisa, intentando no dar la impresión de estar analizándonos, a pesar de ser la primera vez que nos veíamos. A continuación saludamos a nuestras respectivas mujeres con un beso en la mejilla.
En la primera impresión, sin todavía tener ningún juicio de valor objetivo, nos parecieron muy agradables, eso que ocurre cuando conoces por primera vez a alguien, o te cae bien o no, sin que haya ningún motivo aparente para ello. Pues bien, simplemente, en este caso nos cayeron bien.
Después de las presentaciones nos sentamos, y Jorge fue el Primero en romper el hielo.
―Muy buena la elección del restaurante –dijo-con una sonrisa, dirigiéndose a mí.
―Se come bastante bien – contesté- espero que os guste, es uno de nuestros favoritos.
―Lo conocíamos por referencias pero nunca habíamos venido – respondió- Jorge.
Paloma e Isabel observaban sin atreverse todavía a hablar, se les notaba un poco cortadas y cohibidas. Yo, para intentar crear un ambiente más distendido sugerí que fuéramos eligiendo de la carta, y me ofrecí a asesorarles sobre ella, para sugerirles las especialidades de la casa.
―Nos ponemos en tus manos, -dijo Jorge, mirando la carta con atención, esperando mi asesoramiento
No pude evitar una risa espontanea, por el doble sentido que en ese momento, se podía dar a la expresión utilizada por Jorge de: “nos ponemos en tus manos”, sobre todo, dado el motivo de nuestra cita.
―Encantado de que os pongáis en mis manos –respondí- dándole con humor, ese doble sentido a la frase de Jorge. El objetivo era distender un poco el ambiente, sobre todo, el de nuestras mujeres. Que mantenían una postura amable, pero un poco a la defensiva y expectante.
Sin poder evitarlo empecé a reír, Jorge, al darse cuenta del motivo de la risa, se empezó a reír también, Isabel y Paloma nos miraron y al fin se dieron cuenta del motivo de la risa y tampoco pudieron contenerse. Y ya, en plan jocoso, no pudieron evitar hacer algún que otro comentario.
―Hay que ver como sois –dijo- Isabel riéndose, los hombres siempre estáis pensando en lo mismo.
― Son todos igual -contesto Paloma-, aliándose con Isabel, esbozando también una maliciosa sonrisa.
La nota de humor, había relajado un poco el ambiente y comenzamos una agradable charla entre los cuatro. Intentábamos conocernos un poco más, averiguar qué cosas nos acercaban. En definitiva, que podíamos tener en común los cuatro.
-Nos gustaría saber cuál ha sido la razón, para elegirnos, ya que imagino habréis recibido una buena cantidad de respuestas –comente- buscando información que confirmara la complicidad que pudiera haber entre los cuatro.
―No te creas que tantas, aunque más de las que esperábamos. Desechamos todas aquellas que según nuestro criterio, no cumplían con las premisas que buscábamos; bastantes por cierto.
― ¿Quién de los dos aprobaba o rechazaba?, es por curiosidad malsana –dije riéndome- nos gustaría saber quién de los dos nos dio el visto bueno.
―Lo decidimos los dos, sin embargo, tengo que reconocer que Isabel, es en última instancia, la que decide. Vuestra propuesta de conocernos, sin ningún tipo de compromiso, hizo que los dos nos decidiéramos a daros el visto bueno; pero fue Isabel, quien optó al final por vosotros.
―Muchas gracias Isabel –dije- sonriendo, intentare compensártelo con el mejor asesoramiento para la cena.
―Y vosotros, ¿Qué os indujo responder? Pregunto Jorge
―La verdad es que llevábamos un tiempo contemplando la posibilidad de tener esta experiencia, es una de nuestras fantasías, pero nunca veíamos el momento de dar el paso, bueno mejor dicho, Paloma lo desechaba, no lo tenía nada claro, y como Isabel, siempre es ella, la que tiene la decisión final.
―Bueno, bueno, cariño, pero siempre lo decidimos entre los dos, es verdad, que al final soy yo, la que aprueba o rechaza lo propuesto, lo reconozco. –contesto Paloma.
―Ya veo que serán nuestras mujeres quienes nos tendrán que dar el visto bueno, y su beneplácito –dijo sonriendo Jorge.
―Vaya fama que nos están creando –respondió Isabel- mirando a Paloma. Como si ellos fueran unos pobres sufridores, manejados por nosotras. Añadió con una sonrisa.
―Son unos auténticos maestros, en darle la vuelta a todo –contesto Paloma- siguiendo su alianza con Isabel, y riéndose.
Todos nos reímos de la ocurrencia de Isabel y Paloma. Comenzábamos a tener cierta complicidad entre nosotros y empezábamos a sentirnos mucho más cómodos. Isabel y Paloma habían perdido su timidez, y ya más relajadas participaban en la conversación apoyándose entre ellas.
Pedimos la cena, y durante la misma no volvimos a hacer referencia al asunto que nos había traído hasta aquí, dimos un repaso a la actualidad del momento, sin implicarnos mucho en ello. La velada transcurría agradable, empezábamos a conectar, pero en el fondo, ninguno sabíamos cómo podía acabar todo. La conclusión es que parecía haber un buen rollo entre nosotros.
Terminamos la cena, y propuse seguir la velada en otro sitio más discreto, donde pudiéramos seguir hablando del propósito de nuestra cita, y ahondar un poco más en algunos detalles. Todos estuvimos de acuerdo, Jorge propuso seguir la velada en el lobby de un hotel conocido, donde se podía hablar con bastante intimidad y tomar una copa.
Efectivamente, el lugar era bastante acogedor, con un espacio amplio con mesas rodeadas de cómodos sillones, dispuestas de tal forma que podías mantener una conversación discreta, sin tener a nadie pegado a ti. Escogimos un rincón apartado y así poder hablar con tranquilidad.
Después de acomodarnos y pedir las respectivas copas, fui yo, el primero en empezar a preguntar.
― ¿Cómo os decidisteis a poner el anuncio? En él, proponéis compartir deseos, fantasías, y lo que surja ¿utilizáis esta fantasía en vuestros…momentos?... porque nosotros, sí lo hacemos.
―Esto sí que es ir directo al grano. –Respondió Jorge- . Evidentemente, utilizamos esta fantasía en nuestros momentos, digamos… más calientes. Lo hacemos desde hace mucho tiempo. Y hasta ahora tampoco nos habíamos atrevido a dar el paso para hacerlo realidad, teníamos y tenemos muchas dudas, una cosa es lo que imaginas, y otra hacerlo realmente.
Tanto Paloma como yo, sabíamos perfectamente a que se refería Jorge con ese comentario, pues no hacía mucho que nosotros ya lo habíamos experimentado.
―En esto coincidimos plenamente –conteste- nosotros también pensamos como vosotros, de hecho lo que nos decidió a responder, fue vuestra propuesta de querer compartir deseos y fantasías, amén claro está, de nuestra coincidencia en edad, algo para nosotros primordial. Esta es la primera vez que quedamos con otra pareja. No obstante, hemos tenido una experiencia con un amigo, con el que realizamos un trio, surgió de forma espontánea, y sin premeditación. Para nosotros ha sido muy positivo y excitante, de hecho, es lo que nos animó a contestar a vuestro anuncio y poder repetir la experiencia. Bueno, suponiendo que esto no suponga un impedimento para vosotros. Si es que todos quisiéramos llegar hasta el final.
Paloma, me miro con cara seria y un poco abochornada, por lo que acababa de revelar, no se esperaba que fuera a contar lo de Andrés, a pesar de todo mantuvo la compostura. Yo sabía que no le había gustado nada mi revelación, tuve la sensación de haber metido la pata, y que podría tener consecuencias muy negativas en nuestra cita.
Me arrepentí al instante de mi indiscreción, a pesar de que mi intención en ese momento, fue crear un ambiente de complicidad, que nos proporcionara la suficiente confianza para hablar sin tapujos de sexo y, de todo lo que queríamos hacer. Por la mirada y reacción de Paloma estaba seguro de que no había estado nada acertado, revelando algo tan íntimo y personal.
―Por mi parte no hay ningún motivo de impedimento, al revés te agradezco la confianza –contesto Jorge- a nosotros tampoco nos hubiese importado tener esa experiencia, ¿verdad cariño? –añadió mirando a Isabel, e intentando que Paloma se sintiera cómoda.
―Desde luego es otro de nuestros deseos, y ya sabes que hay momentos en que no me importaría realizarlo –respondió Isabel- con naturalidad, a la vez que dirigía la mirada a Paloma, con una cómplice sonrisa. Con su comentario, demostraba su complicidad, al compartir con nosotros el mismo deseo que yo había revelado. Otra vez, se aliaba con mi mujer, pero en esta ocasión estaba claro que buscaba obtener su confianza.
―Como ha dicho mi marido, fue algo no planeado, se produjo de manera casual y espontánea, lo que no impidió que fuese una experiencia increíble, y muy excitante, sobre todo para mí. Os animo si ambos estáis de acuerdo, a realizarla. –Contestó Paloma- relajada por las respuestas que había escuchado, y con una mirada de especial gratitud, dirigida a Isabel, por la solidaridad demostrada.
La respuesta de Paloma no acabo de tranquilizarme. Tenía muy claro que mi indiscreción al revelar lo de Andrés, había sido una metedura de pata que podría echar por tierra todo lo planeado y hacerle dudar en seguir o no seguir. Estaba deseando despejar esta duda.
― Jorge ha apuntado algo esta noche, con lo que estoy totalmente de acuerdo al decir: “serán las mujeres las que tendrán que darnos su visto bueno y beneplácito” , por lo tanto, llegados a este punto dirigiré principalmente mi pregunta a nuestras encantadoras mujeres. ¿Estáis dispuestas a que sigamos hasta el final?... acataremos vuestra decisión, sin rechistar. Jorge levanto el pulgar, secundando así mi propuesta.
Por un momento se hizo el silencio y nos miramos los cuatro. Tanto Jorge como yo, teníamos la mirada puesta en nuestras mujeres, esperando su respuesta, ninguno de los dos teníamos muy claro, que quisieran seguir.
―Por mi parte, estoy dispuesta a seguir adelante –dijo Paloma- rompiendo el pequeño lapsus de silencio que se había generado.
―Por la mía también –afirmo Isabel con rotundidad-, ya que hemos llegado hasta aquí, y con las confidencias que nos hemos hecho, habrá que saber, hasta dónde estamos dispuestos a llegar.
Tanto Jorge como yo estábamos encantados, no podíamos disimular nuestras ganas de empezar. En este punto yo ya me estaba imaginando las diferentes escenas de sexo entre los cuatro, cosa que tenía una excelente respuesta de mi libido.
Isabel a pesar de sus comentarios anteriores, daba la impresión de ser una mujer bastante tímida y vergonzosa, estaba claro, que esta, era una situación totalmente nueva para ella. Aspecto, que a mí me producía un morbo añadido y un cierto grado de excitación.
Es una mujer atractiva de una sonrisa agradable y unos ojos azules preciosos, resalta de su figura unos pechos generosos, abundantes, que yo, en mi calenturienta mente ya estaba empezando a disfrutar con lujuria, no pudiendo evitar imaginar penetrándola en diferentes posturas.
Dejamos claro los cuatro, que si alguno rechazaba cualquier situación, se respetaría, o si, en ese momento alguno de nosotros no quisiera seguir, no seguiríamos.
Eran cerca de las doce, y solo quedaba decidir el lugar, propuse coger una habitación en el mismo hotel en el que estábamos. Jorge fue el encargado de intentarlo. Mientras le esperábamos, las mujeres charlaban animosamente. No había podido coger una habitación normal y cogió una suite. Quedamos que ellos subirían primero, y en unos minutos subiríamos nosotros.
Cuando se subieron, Paloma me dio una pequeña bronca por mi indiscreción, reprochándome el ir contando a la primera, nuestras intimidades. “Gracias a que los dos han respondido muy educadamente, sobre todo Isabel, de no haber sido así seguramente no habríamos seguido”, -me dijo. Me disculpe por ello, y le dije que no volvería a pasar.
Aparte de este pequeño contratiempo todo iba fenomenal, Paloma me confirmo que le parecía un matrimonio atractivo, educado y agradable, yo, también pensaba lo mismo.
Pasados unos minutos, nos dispusimos a subir a la habitación, donde nos esperaban Isabel y Jorge. Todavía nos rondaba la incógnita de hasta donde estarían dispuestos a llegar en su primera cita. Paloma y yo sabíamos, que para que todo saliera bien, lo más importante era crear el ambiente propicio, que nos desinhibiera a todos. Los dos convenimos en hacer lo posible para que eso ocurriera. Para ello decidimos que en principio, seriamos nosotros los que tomaríamos la iniciativa.
Lamamos a la puerta, y apareció Jorge con una sonrisa, entramos y vimos a Isabel sonriendo sentada en un sillón. Se levantó para recibirnos, y en ese momento propuse pasar los cuatro al dormitorio directamente.
Una vez en él, tal y como Paloma y yo acordamos, decidimos tomar la iniciativa. Empecé a besar a mi mujer, y masajear suavemente sus pechos. Isabel y Jorge nos miraban con sorpresa, sin todavía decidirse a hacer nada.
Sentirnos observados por ellos nos producía una morbosa sensación y una excitación que aumentaba por momentos.
Comencé a desnudar a mi mujer, primero le quite la blusa, y a continuación la falda, dejándola en ropa interior, nuestros besos en esos momentos se tornaron más intensos y profundos.
Jorge e Isabel seguían observándonos, pero esta vez, Jorge, también había empezado a acariciar los pechos de su mujer, mientras, ésta no dejaba de mirarnos. Su cara empezaba a reflejar la excitación que su marido y nosotros le estábamos provocando.
Paloma sonriendo la miro y, comenzó a desnudarme, me despojó de la camisa, y los pantalones. A continuación acaricio con suavidad el bulto que de mi entrepierna, pugnaba por salir del slip. Sus caricias consiguieron que mi miembro, todavía oculto, alcanzara su máximo esplendor.
Jorge a su vez, también había dejado en sujetador y en bragas a su mujer, luciendo unos pechos enormes que apenas el sujetador podía cubrir. Con una mano los acariciaba, mientras la otra, hacia lo mismo con su sexo, le pasaba el dedo suavemente a lo largo de él, por encima de sus bragas mientras la besaba apasionadamente. La respiración y los suspiros de Isabel delataban su excitación. Cosa que a mí me ponía a cien.
Los cuatro éramos protagonistas de una intensa sesión de voyerismo en la que, simplemente observándonos, estábamos alcanzando el nivel de excitación que necesitábamos para seguir avanzando.
Isabel, imitando a mi mujer comenzó a desnudar a su marido, los dos la observábamos excitados. Cuando Jorge se quedó solo con el slip, Paloma, no pudo evitar fijarse en el tremendo bulto, que parecía ocultarse tras él. Su erección delataba un generoso tamaño.
Hasta el momento cada uno había estado exclusivamente con su mujer, y ninguno queríamos forzar la situación.
Despoje a mi mujer de las dos únicas prendas que le quedaban; el sujetador y sus braguitas, dejando al descubierto sus pechos y un pubis totalmente depilado, en el que se podía apreciar perfectamente, entre sus dos abultados labios mayores, la línea de su raja y en la que ya, se podía observar su humedad. Comprobé su estado pasando con suavidad el dedo por su superficie y a continuación lo introduje en su interior. Estaba totalmente empapado, lubricado, y preparado para ser penetrado. Su excitación era más que evidente. La mía también.
Paloma, sentándose en el borde de la cama, me atrajo lentamente hacia ella y me quito el slip, que era la única prenda que aún me quedaba. Cogió mi polla con delicadeza, comenzó a acariciarla, y lamerla, para finalmente introducírsela totalmente en la boca. En ese momento, comenzó una mamada espectacular, mi polla entraba profunda y lentamente en su boca hasta que sus labios, rozaban mi depilado pubis. Cuando la sacaba, lo hacía despacio, lamiendo cada centímetro de la misma, deteniéndose y pasando principalmente la lengua por el capullo, del que ya empezaba a fluir el líquido pre seminal, que lamia con gusto. Mi excitación era extrema. Y la cara de Isabel y Jorge al vernos, también.
Mientras, Jorge e Isabel nos observaban, se iban despojando a su vez de las prendas que todavía llevaban puestas, lo hacían con gran excitación, sin quitar la vista de lo que nosotros estábamos haciendo, sobre todo, lo que hacía Paloma.
Los pechos de Isabel eran grandes y espectaculares, con una aureola marrón claro, en la que culminaban unos pezones firmes, de unas dimensiones acordes al tamaño de los pechos. Su pubis para nuestra sorpresa también estaba depilado. En su raja al igual que en Paloma también se apreciaban signos de excitación. Mi deseo por follar con ella aumentaba por segundos.
Isabel imitando a Paloma, se sentó igualmente en el borde de la cama, mientras, su marido, de pie delante de ella, no dejaba de mirar la felación que me estaba haciendo Paloma.
Le quito el slip dejando al descubierto una polla, que a simple vista se apreciaba más larga y gruesa que la mía.
Comenzó a masturbarle, mientras miraba como paloma me hacia la felación. A continuación decidió imitar a Paloma, y comenzó a lamer la polla de su marido, le pasaba la lengua a lo largo y ancho, de la misma, y como Paloma se la empezó a introducir en la boca, aunque la dimensión de la misma no le permitía hacerlo hasta el fondo.
El morbo de verla en esa situación tragándose semejante instrumento, y de la manera que lo estaba haciendo, me puso fuera de mí, sobre todo por la impresión de timidez y vergüenza que me había causado al conocernos.
Tumbe a mi mujer en la cama, y empecé a lamer sus pezones pasando mi lengua alrededor de ellos, chupándolos con suavidad. Seguí recorriendo con mi lengua su cuerpo hasta llegar al coño, lo lamí con fruición recogiendo sus jugos, entre suspiros y gemidos.
Los dos estábamos a punto, totalmente excitados y preparados para el siguiente paso, si es que ellos lo querían dar.
Isabel había dejado la iniciativa a su marido, y este le estaba comiendo el coño, mientras yo hacía lo mismo con mi mujer.
Por fin estábamos los cuatro en la misma cama, al lado el uno del otro. Me moría de ganas de chuparle las tetas a Isabel, mientras su marido la comía el coño.
Tímidamente alargue el brazo y empecé tocar suavemente los pechos de Isabel, me miro, y con una sonrisa acepto recibir mis caricias. Le pellizcaba con delicadeza los pezones, para después masajeárselos con suavidad. Decidí dar el siguiente paso, quería lamerlos y chuparlos, me acerque la mire y en un susurro solo acerté a preguntar:
― ¿puedo? Y sonriéndome, afirmo con la cabeza.
Comencé a pasar la lengua alrededor de sus pezones, que estaban firmes y erectos, me los introducía en la boca succionándolos con suavidad. Paloma me observaba, masturbándose, este era uno de sus deseos. Jorge se incorporó en ese momento y observó sorprendido la reacción de su mujer ante mis caricias.
Yo seguía acariciando besando y chupando las enormes tetas de Isabel, que excitada se dejaba hacer, puse mi mano en su coño acariciándolo y pasando mi dedo por su raja, con cierto temor a que rechazara mi acción. Para mi satisfacción, Isabel, seguía consintiendo, y mi excitación no tenía límite.
Paloma continuaba tocándose, cuando Jorge le pidió permiso para participar y acariciarla, asintió con una sonrisa, poniéndose a su disposición. Se acercó, separo sus piernas con delicadeza y metiendo la cabeza entre sus muslos empezó a lamerle el coño, mi mujer no pudo evitar en ese momento lanzar un gemido de placer.
Jorge había dado un paso más allá que yo. Paloma estaba disfrutando de su iniciativa.
La escena nos generó tal excitación a Isabel y a mí, que le propuse hacerle lo mismo que estaba haciendo su marido a mi mujer. Dudo por un instante, pero la visión de su marido y de paloma a nuestro lado, evito que pudiera rechazar mi propuesta. Para mi satisfacción, ¡¡aceptó!!
Recorrí con lujuria la distancia existente entre sus pechos y su pubis depilado. Mi lengua comenzó a lamer la hendidura entreabierta que su coño me ofrecía, sus jugos manaban sin control, y yo, sin mesura los degustaba con pasión. Atrape suavemente su clítoris con mis labios, logrando provocarle un gemido más de placer, mi lengua penetraba en su coño intentando auscultar hasta el último recoveco. Mi lascivia y mi lujuria estaban al límite.
Paramos un momento para intentar serenarnos y relajarnos un poco. Los cuatro estábamos muy excitados, y fue el momento en el que decidimos volver cada uno con su mujer.
Empecé a penetrar a mi mujer, mientras Jorge, hacia lo mismo con Isabel, el coño de Paloma estaba empapado. Los cuatro veíamos como el otro follaba con su mujer, la escena nos puso a tope.
Paloma y yo veíamos excitados, como Jorge, con un ritmo pausado, metía y sacaba con suavidad su polla en el coño de su mujer, la penetraba hasta hacerla desaparecer en su interior. Mirándonos, levanto sus piernas y apoyándolas en sus hombros, nos ofreció una visión espectacular del coño de Isabel, mientras otra vez volvía a penetrarla con la misma intensidad.
Yo follaba a mi mujer con la vista puesta en Isabel y Jorge, Paloma también disfrutaba del espectáculo, sus “corriditas” eran continuas, y mi polla resbalaba sin control en su interior.
Los gemidos de Isabel me provocaban un intenso deseo de ocupar el lugar de su marido, y a la vez deseaba que Jorge se follara a mi mujer, la situación era la propicia para plantearlo.
― ¿queréis que nos intercambiemos? –pregunté con lujuria. A nosotros no nos importaría, añadí, esperando una respuesta.
― A nosotros tampoco, verdad cariño -respondió Jorge- mientras Isabel confirmaba la respuesta de su marido.
Saque mi polla del coño de mi mujer, mientras Jorge hacia lo mismo con Isabel. Por fin nos disponíamos a culminar el momento que tanto habíamos deseado.
Isabel tumbada en la cama y con las piernas ligeramente abiertas, me exponía con lujuria todo su sexo, provocándome con su visión, una excitación difícil de expresar con palabras. Deseaba follarla y penetrarla, como hacia un momento, lo había hecho su marido, era una imagen que no me podía quitar de la mente.
Aproxime mi polla a la entrada de su coño, estaba ligeramente más abierto de lo habitual, por la follada que le había propinado su marido. Introduje lentamente mi capullo en él, y muy despacio comencé a penetrarla, quería disfrutar cada centímetro y cada segundo que durara mi acción, su coño estaba empapado, perfectamente lubricado, mi polla entraba y salía con suavidad, su coño se ajustaba a ella con precisión. Notaba como con sus pequeños espasmos la inundaba con sus jugos.
Paloma a mi lado, estaba siendo penetrada por Jorge, su polla más grande y gruesa que la mía entraba hasta el fondo, provocándole en cada embestida, unos gemidos de placer, que nos excitaba a todos. Jorge, se había puesto sobre sus hombros las piernas de mi mujer, lo que hacía que la penetración fuera más profunda, y la visión de dicha acción de alta intensidad sexual.
Los cuatro estábamos a punto de corrernos. Así lo expusimos todos
Avise a Isabel que me iba a correr, a lo que ella, respondió rodeando y aprisionando mi cintura con sus piernas, solté toda mi corrida en su interior, mientras ella aprisionaba mi polla y se convulsionaba entre gemidos y suspiros.
Mire a Paloma, y vi en su cara que estaba teniendo un orgasmo como el que ella suele tener cuando le placer supera el nivel habitual. Jorge la estaba dando sin lugar a dudas ese placer, su polla penetraba hasta el fondo, hasta desaparecer, lo hacía con un ritmo que volvía loca a mi mujer. Le aviso que se iba acorrer, y casi al instante inundo su coño, Paloma entre gemidos y espasmos de placer, termino de correrse.
Los cuatro nos quedamos mirándonos relajados, por fin, todos habíamos hecho realidad una fantasía, mucho tiempo deseada.
― ¿cómo estáis? – pregunte-
― Ha sido fantástico –contesto Jorge- nunca hubiese imaginado poder disfrutar tanto del sexo como hoy. Para repetir añadió.
―Yo también estoy de acuerdo con mi marido –respondió Isabel. Ha sido genial cariño, y yo lo he pasado “demasiado” bien, añadió, mirando a su marido, y haciendo énfasis en demasiado.
―Coincido con Jorge, para repetir. Ha sido súper morboso, yo como ha dicho Isabel, también me lo he pasado “demasiado” bien. Todavía nos queda mucha noche por delante, y si todos estamos de acuerdo, podíamos seguir. Aun nos quedan muchas cosas por hacer –dijo Paloma
―Veo que todos estamos de acuerdo, por supuesto yo me lo he pasado de locura, y como dice mi mujer, nos faltan muchas cosas por hacer.
La noche acababa de empezar, todo estaba saliendo fenomenal, y parecía que las dudas de Isabel y Jorge se habían disipado, y estaban disfrutando del sexo como nosotros.
En breve relatare en una segunda parte, lo que ocurrió el resto de la noche. Donde Isabel me sorprendió y me demostró lo equivocado que había estado al juzgarla de tímida y vergonzosa. Los dos definitivamente se desinhibieron plenamente. Y los cuatro disfrutamos como nunca, de situaciones sexuales totalmente nuevas.
unomas