Por fin me tocó a mi

Es mi primer relato y espero les guste.

Pase noches enteras escuchando desde mi habitación a Connie y a Alan coger como nunca y un día sacando un pretexto logro que ahora me cojan a mí.

Y vos como sabes como la cojo ¿?? - Porque los escucho, hay noches en las que los escucho. Al decir estas palabras, Alan presiono mas todavía sobre mis tetas, como tratando de mostrarme las caricias que Connie gozaba en esos momentos de pasión con su marido.

  • Y te gusta lo que escuchas ¿?? Te calientas ¿??
  • Claro que si….
  • Y te acaricias cuando nos escuchas ¿??
  • Me vuelvo loca de calentura, me masturbo hasta acabar con ustedes….
  • Hummmmmm, como me gustaría ver eso….
  • Y a mí que me cojas como a ella…. No había terminado de decir esto cuando Alan, con sus musculosas manos, me arranco de cuajo la ropa y se dedico a chupar mis tetas por encima de mi ropa interior. Enterraba su cara morena entre mis pechos y refregaba su entrepierna con las mías. Al hacer eso me dejo sentir su sexo duro y no pude resistirme a acariciarlo así, sin sacarlo siquiera de la prisión de su ropa. El tamaño que podía adivinar solo al rozarlo hacia que mi lujuria aumentara minuto a minuto. Las manos de Alan me quitaron toda la ropa en menos de un segundo, dejándome sentada en el taburete y completamente desnuda, a merced de su boca y sus dedos. Ver como su boca se tragaba literalmente mis tetas era un espectáculo que nunca pensé que pudiera disfrutar. Metía mis tetas en su boca y al sacarlas de ella las estiraba, dejando que mis pezones quedaran atrapados durante segundos entre sus dientes, mordiéndolos al liberarlos con una calidad que pocas veces viví. Mientras se dedicaba a eso, me entretuve desabrochando sus pantalones, bajando torpe y apresuradamente su bóxer con mis manos y liberando su sexo para que pudiera acariciarlo a gusto. Su piel era mucho mas rosada y tierna allí, era mas tentadora que todo su cuerpo junto y tenia una dimensiones que no volví a ver en mi vida, ahora entendía el por que de los suspiros de Connie y de su forma descontrolada de gozar cada noche. A medida que su boca hacia estragos con mis tetas, mis manos acariciaban su sexo completamente y podía sentir como crecía y creía entre mis dedos, como cada vez la piel se calentaba mas, como se endurecía y comenzaba a soltar ese maravilloso y cálido liquido seminal que invitaba a sorberlo despacio para poder degustarlo como un buen vino. Al sentir el tamaño que adquiría su pija entre mis manos no podía evitar un escalofrío de pensar que podía clavármela, que podía llenar mi sexo con ella y hacerme gozar como hacia mucho que un hombre no lo lograba.
  • Así que me escuchas coger con Connie ¿??
  • Hummmmmm, si….
  • Quieres saber que siente ella cuando estamos juntos ¿??
  • Si, si, Siiiiiiiiiiiiiiii
  • Vamos……. Me levanto en andas, encerró mis piernas en su cintura y me llevó hasta el dormitorio, situándome frente a un espejo de cuerpo entero que tenían en una de las paredes. Cuando se aseguro de que nuestra imagen se reflejaba perfectamente en él, comenzó a besarme. Su lengua invadió mi boca, la recorrió completa, mezclo su saliva con la mía hasta que parecía que podíamos ahogarnos y cuando no nos quedaba respiración, retiraba su lengua de mi boca y así, empapada como estaba, volvía a encargarse de mis tetas. Ahora las chupaba y las mojaba, con sus dedos pellizcaba mis pezones haciendo que saliera jugo de ellos, dejándomelos tiesos como piedras y calientes como brasas. Con una mano se demoraba en ellos y con su boca bajaba por mi vientre, arrastrando su lengua sobre mi piel, dejándome abierta frente a su paso y mojada por su saliva. Antes de llegar a mi sexo se coloco detrás de mí y me puso frente al espejo, dejando mi espalda pegada a su pecho. Mientras ambos nos mirábamos en el espejo, desde atrás abrió mis piernas y pasó una de sus manos por delante de mi pecho, para que pudiera ver el momento exacto en el que volvía a acariciarme las tetas y con la otra mano bajaba hasta mi concha. El contraste de la blancura de mi piel con la suya morena, vista desde el espejo, era un factor de excitación impresionante. Podía ver como su mano reptaba sobre mi piel como si fuera una víbora y sentía lo mismo con su otra mano, que ya estaba llegando a donde quería. Mientras él cubría mi cuerpo con sus manos, las mías trataban de tomar por atrás su pija, que me estaba enloqueciendo con su roce en mis nalgas. El vaivén de ambos cuerpos hacia que su sexo se frotara contra el mío y pudiera sentir el rítmico movimiento de su dureza contra la carne tierna de mi cola. Su mano derecha se escapo por detrás de mí y pude sentir como acariciaba desde mi culo hasta mi concha suavemente toda la zona. Veía en el espejo la mano que aparecía por detrás y dejaba resbalar un dedo dentro de mí y su palma se deslizaba hacia atrás, arrastrando mi flujo por todos lados, mojándome entera. Estando parada se le facilitó la tarea para meter uno de sus morenos dedos en mi interior y verlo desaparecer y sentir como me cogía insistentemente, me calentó horrores. Nuestras piernas se movían como si estuviéramos sobre olas, subían y bajaban con cadencia, las caderas pegadas, buscando el roce permanente, la fricción que aumentaba el deseo. Me tumbo sobre la cama y me abrió las piernas firmemente, se situó frente a ellas y con su boca comenzó a explorarme en forma casi desesperada, sabia que ese era el ritmo que a mi me calentaría, sabia que buscaba la replica de sus noches de sexo con Connie y no se hizo esperar. Abría mis labios vaginales con sus dedos, los acariciaba de arriba hacia abajo acompañando los movimientos con su lengua, extendía una de sus manos y seguía tomando mis pechos, los martirizaba sin piedad mientras sentía que su lengua iba mas allá todavía. Me encontré elevando mis caderas para alcanzar cada vez mas a su boca, para darle el espacio suficiente para que siguiera entrando con su lengua, para acomodar mi clítoris cerca de sus dientes y pudiera morderlo hasta hacerlo explotar. Mientras Alan estaba comiendo mi sexo de esa forma, mientras sentía que su lengua se mojaba cada vez mas, mientras mis manos masajeaban mis tetas que ardían de deseo, escuchamos un sonido que provenía de la puerta de entrada. En un movimiento reflejo de mi cuerpo me incorpore en la cama como para querer irme pero las manos de Alan salieron de sus escondites y me empujaron nuevamente hacia ella, para continuar con su tarea. No pasaron más de tres minutos cuando en el marco de la puerta se recorto la figura de Connie. Me quede muda al verla allí parada y solo atine a decir:
  • Alan, Connie ¡!!! Alan quito su boca de mi sexo un segundo, giro su cara hacia atrás y al verla a su esposa contemplar la escena, sonriendo le dijo:
  • Amor, estas invitada, esto recién comienza. Creí que Connie pondría el grito en el cielo al ver semejante cuadro pero contrariamente a todos mis pronósticos, también le sonrió a su esposo y con toda la sensualidad del mundo se despojo de sus ropas y se acerco a la cama. Si vestida me había parecido que su cuerpo era escultural, al verla desnuda me quede sin aliento. Sus pechos eran de una turgencia fuera de lo común y su vientre plano terminaba en una casi dibujada vagina, perfecta en su dimensión y color. Tenía un par de piernas que parecían cinceladas y un culo más perfecto aun que sus tetas. Pensé que se nos iba a unir pero grande fue mi sorpresa cuando vi que se sentó en un sillón cerca de la cama y coloco una de sus piernas por encima del apoyabrazos, dejándome ver su concha completamente abierta. Alan parecía no inmutarse, seguía con su tarea de lamerme por completo y su lengua no paraba, era la lengua mas inquieta que alguien me haya dado para probar, era inquietante sentirla en todos mis rincones y lo único que conseguía era inundarme mas y mas con mis propios jugos, provocando sonidos súper eróticos que retumbaban en todo el cuarto. No podía dejar de mirar a Connie, quien a esta altura de las cosas estaba con sus manos en su propio sexo, masturbándose deliciosamente con la escena que representábamos su marido y yo. Podía ver como se metía sus dedos hasta lo mas profundo de su sexo y cerraba los ojos al sentir como ella misma se cogía, para luego sacarlos brillantes de humedad y chuparlos uno a uno. Parecía que la misma escena se repetía en mi cuerpo pero esta vez con los dedos de Alan, que después de entrar y salir de mi completamente mojado, se introducían en su boca y los chupaba para poder llenar más aun su boca con mi flujo. Ver la cara de Alan completamente mojada con mis jugos me provoco un orgasmo profundo y casi silencioso, un orgasmo que solo excito mucho mas todo mi cuerpo. Connie, desde su sillón, no cesaba de darse placer y a medida que este crecía, sus gemidos habían comenzado a escucharse en el cuarto, los mismos que escuchaba por las noches y me hacían estallar de gozo. Su marido parecía haberse excitado más y más con esos gemidos porque sus lengüetazos en mi sexo se hacían cada vez más profundos, rozando mi clítoris en cada movimiento, dejándolo cada vez mas duro, mas hinchado, mas necesitado de su boca. Después de acabar en un orgasmo mas que estridente, Connie se acerco a su marido y mientras permitía que el siguiera torturando mi concha completamente caliente, así como estaba a sus espaldas, se agacho lo suficiente como para quedar a su altura y tomándolo por detrás, vi como su cara se escondía entre sus nalgas. Connie estaba lamiendo su sexo por detrás, estaba chupándole la pija por atrás y provocando espasmos de placer en todo el cuerpo del moreno que me mataba a mi con las mismas caricias.
  • Chúpame el culo, amor….

Ante el pedido de su marido, Connie comenzó a lamer el culo con su lengua, arrancando suspiros de placer de la boca masculina y volviéndome loca al ver semejante cuadro. Lo excito hasta el delirio, hasta que Alan le exigió que se lo cogiera con los dedos. Lentamente las manos de Connie masajearon los glúteos del moreno hasta que un dedo lo penetró y a su vez, por el mismo empujón natural de la acción, dos dedos de Alan me cogieron a mi al mismo tiempo, uno en la concha y otro en el culo. Estábamos en medio de una cadena de gozo, cada caricia que recibía uno de los cuerpos era transmitida al otro en forma sincronizada. Después de experimentar su primer orgasmo, Alan se incorporó y le cedió su lugar a Connie, fue ella quien se ubico entre mis piernas, mientras que él la tomaba de sus caderas y desde mi posición podía ver como la cogía desde atrás. Connie ponía todo su empeño en excitarme y lo lograba. Nunca me había chupado una mujer hasta ese momento y juro que me quede encantada con las sensaciones que esa lengua femenina despertaba en mí. La sensualidad de su boca comiendo mi sexo era algo indescriptible, ser mujer le daba la ventaja de saber que zonas tocar para hacerme estallar de placer, para lograr que mi cuerpo saltara ante su lengua y los masajes internos de sus dedos. Alan no paraba de cogerla, no paraba de meter esa pija que yo quería en mi interior una y mil veces, alternando su concha y su culo. Cada vez que su pija salía del cuerpo de su esposa lo hacia mas y mas mojada, mas y mas brillante y yo no veía el momento de sentirla dentro de mi, de poder tomarla entre mis manos y metérmela en la boca, quería todo de los dos y lo quería en ese mismo momento. Cuando Connie tuvo su primer orgasmo con su marido, Alan se separó de ella y se ubicó con su sexo erecto frente a mis piernas, mientras ella se acomodaba de costado para poder encargarse de mis tetas. - Por favor, Cógeme como a ella, Cógeme como a ella…. No aguantaba más, quería que lo hiciera y se lo pedí, apure el momento, no quería que se demorara un instante más. Mientras Connie masajeaba mis pechos, Alan se acomodo en mi sexo y primero me acaricio el clítoris con la punta de su pija súper mojada. Al ver la desesperación de mi cara, al escuchar mis ruegos de calentura para que se metiera dentro de mi, tomo mis piernas, las alzó en el aire y me metió la pija hasta el fondo, sin más preámbulos, sin delicadeza casi, haciéndome sentir las entrañas en llamas. Todo mi interior ardió al contacto de su sexo duro y caliente, sentía que me derretía por dentro, el tamaño de su pija parecía mucho más grande al moverse dentro de mí, la fricción de su carne y su piel al entrar y salir de mi concha me estaba haciendo delirar. - Hummmmmm, Siiiiiiiiiiiiiiii, esto quería…. Así, movete, movete adentro ¡!!! Connie sonreía en forma lasciva porque sabia lo que estaba sintiendo, conocía el placer que su marido me estaba regalando, ella lo vivía a diario. No conforme con enloquecer mis pechos, se subió a la cama y se acomodo a caballito mío, dejándole en primer plano el culo a su esposo y permitiendo que su sexo se refregara sensualmente sobre mi vientre. Su cuerpo me tapaba a Alan pero su boca se apodero de la mía, me besaba sin piedad, me metía la lengua en mi boca una y otra vez, calcando los movimientos de su esposo dentro de mi. Alternaba entre mi boca y mis tetas, no dejaba nada librado al azar, parecía querer cubrir mi cuerpo por completo con el suyo, torturarlo hasta que me desmayara de tanto placer. Era más de lo que había imaginado, era más de lo que en mis noches de solitario placer, escuchándolos desde mi cama podía creer que algún día viviría. Mientras tanto, Alan seguía perforándome las entrañas, seguía moviéndose dentro de mí casi con desesperación y me encantaba, me excitaba, la facilidad con que entraba en mí por mi humedad me daba un placer único. En un solo segundo, Alan me abandono y entro en Connie y volvió a entrar en mi y volvía a meterse dentro de Connie, cogiendo su culo parado mientras sus tetas, por el movimiento, rozaba las mías. Así estábamos, uno encima del otro, yo debajo deleitándome con el peso de los dos cuerpos, Connie en el medio dejándome sus pechos para que yo pudiera saborearlos a gusto y Alan encima de ella, regalándonos su sexo a una y a otra en forma alternativa. En el ambiente se mezclaba el aroma a sexo que los tres dejábamos escapar y el exquisito perfume de Alan, que inundaba mi piel y la de su esposa. Era maravilloso escucharnos a los tres gemir, pedir, suspirar y gozar. Sabiendo que mi cuerpo anhelaba el sexo de Alan de cualquier forma, se separó de las dos, quitó a Connie de encima de mí y me saco de la cama, permitiendo que ella quedara recostada contra las almohadas, yo frente a su sexo y él detrás de mí. Por primera vez en mi vida tuve la oportunidad de probar un sexo femenino, por primera vez supe lo que era un flujo que no fuera el mío y me deleite tomando cada gota de jugo que se escapaba de su exquisita concha. Connie parecía estar en la gloria al sentir mi lengua en ella, al sentir mis dedos hurgándola por dentro y así como sucedió antes, cada embestida de Alan por detrás de mi cuerpo, se reflejaba en una más dentro del de Connie. Sin consultar nada y dando por sentado que era lo que estaba esperando, Alan me metió su tremendo y caliente sexo en mi culo. El empujón me sorprendió pero estaba tan concentrada en darle placer a Connie que solo empecé a reaccionar cuando oleadas de placer me recorrían el cuerpo desde la punta de los pies hasta mi cabello. No recuerdo cuantos orgasmos tuve ni cuantos le regale a Connie, solo recuerdo el preciso momento en que Alan se separo de mí y colocándose al borde de la cama, nos obligo a ella y a mí que nos arrodilláramos frente a él. Cuando nos tuvo rendidas allí, nos regalo su pija para que pudiéramos chuparla en forma alternada, para que las dos gozáramos del sabor de su sexo mojado con nuestros jugos, para que las dos pudiéramos sentir al mismo tiempo como su leche llegaba lentamente a la punta y pugnaba por salir. Después de una mamada gloriosa por parte de ambas, Alan tomo su pija con las manos y dejando salir su chorro tibio de semen, nos inundo las mejillas y la boca. Parecía que no terminaba nunca de acabar, de su sexo seguía y seguía saliendo leche para que ninguna de las dos se quedara con las ganas de saborearla, para que las dos tuviéramos la ración suficiente de semen que nos dejara satisfechas. Cuando su orgasmo llego a su fin, se inclino amorosamente entre ambas y después de besarnos nos pidió el beso de despedida entre las dos, para poder contemplar la belleza de nuestros labios mojados de semen tomando la boca de la otra. Desde aquel día la relación entre los tres ha sido más que de buenos vecinos, hemos estado juntas con Connie sin la participación de Alan y viceversa. La única condición que los tres nos impusimos fue la de invitar al que faltaba si, estando solos en nuestras casas, oíamos a través de las paredes que del otro lado la estaban pasando genial.