Por fin lo conseguí en la playa
Como consigo masturbar a mi mujer en la playa y se apunta un desconocido
Hola a tod@s . Éste es mi primer relato después de mucho tiempo de leer. Me llamo Lucas, tengo 41 años y estoy casado en segundas nupcias con Sandra que también tiene 41. Llevamos varios años casados y no tenemos hijos. Nuestros trabajos, bien remunerados, nos permiten disfrutar de la vida: viajes, cenas, etc. Pero hay algo que desde hace mucho tiempo me da vueltas por la cabeza. Mi mujer es bastante puritana en la cama y no pasamos de la postura del misionero, perrito y poco más.
La historia comienza un día que decidimos ir a la playa a tomar el sol. Era junio y el sol empezaba a calentar. Había oído hablar de una playa cerca de don de vivimos, que era bastante tranquila. Odio las aglomeraciones. Cuando llegamos a la playa, vimos que efectivamente era tranquila, no había nadie. La razón se debía a que estaba apartada del pueblo y no había ningún chiringito cerca.
Sandra: Estarás contento porque tranquilos vamos a estar. Menos mal que hemos traído comida y bebida para pasar el día.
Sacó las toallas de la bolsa y las extendió mientras yo clavaba la sombrilla en la playa. Al girarme, vi como se quitaba el vestido y mostraba su cuerpo tapado por el bikini que se había comprado el día anterior. He de decir que mi mujer se converva bastante bien. Se untó crema solar por todo el cuerpo y se tumbó en la toalla a tomar el sol. Yo me situé debajo de la sombrilla, saqué el periódico y me dispuse a leer. El tiempo pasaba y seguíamos sólos en la playa. Yo, sin embargo, estaba en la gloria y mi mente empezaba a calentarse cuando mi mujer se dió la vuelta boca abajo, se desabrochó el bikini y me pidió que le diera crema
Sandra: Extiéndela bien por todo el cuerpo que luego me quemo a trozos.
Yo: No te preocupes que no te quemarás. Me situé encima de ella sentado sobre su magnífico trasero y comencé a darle crema por la espalda. Poco a poco fui bajando y me levanté para proseguir por las piernas. Cada vez que subía, mi mano se debaja ir hacia su coñito. Como vi que no protestaba, continué hasta dejarle la braga del bikini como un tanga.
Sandra: Menos mal que no hay nadie. Tengo todo el culo al aire.
Yo: Así mejor. Aprovecha que no hay nadie y así te pones morena el culo.
Sandra: Tú lo que querías era meterme mano. ¡Mira cómo te has puesto!
Efectivamente, mi paquete estaba a punto de reventar el bañador.
Sandra: Pues tú verás. O te metes en el agua o te esperas a que lleguemos a casa.
Por más que supliqué, no conseguí que Sandra me bajara semejante erección. No tuve más remedio que bañarme para que se me pasara el calentón. La mañana fue pasando y Sandra no hizo ningún ademán de ponerse bien el bikini, pero cada vez que se daba la vuelta, se lo ataba a la espalda antes de incorporarse.
El sol iba cambiando de posición y como no quería cambiar la sombrilla de lugar, me levanté y me situé al lado de Sandra. Puse mi toalla por detrás de su cabeza, me senté y abrí mis piernas con lo cual, la cabeza de Sandra estaba muy cerca de mi paquete. En ese momento se ató el bikini a la espalda y se dio la vuelta para situarse boca arriba.
Sandra: ¿Por qué no aprovechas y me haces limpieza de cara?
Sandra solía tener poros por la cara y el cuello. Normalmente se hacía ella una limpieza, pero le gustaba que se los quitara.
Yo: Encima de no quitarme el calentón, me toca servirte.
Aunque con remilgos, comencé mi tarea limpiadora. De repente vi como un hombre había llegado a la playa por el lado sur. No me había fijado que también se podía llegar por encima de la roca. El desconocido se situó a unos 20 metros de nosotros, extendió su toalla y se tumbó. Sandra no se enteró y yo proseguí con mi tarea.
Cuando ya había terminado en la cara y el cuello, vi que tenía varios poros en el pecho. Me incliné sobre ella y empecé a quitarlos. Poco a poco, mis manos se fueron haciendo más audaces y de vez en cuando levantaban el sujetador del bikini con la excusa de ver si había poros. La visión de sus pezones y de sus tetas, me estaba poniendo a mil. Como ella no protestaba, fui levantando mas el sujetador. Hacía como que me molestaba y no podía buscar ni quitarle bien los poros. Disimuladamente, le bajé una copa del sujetador y le dejé una teta al aire. Fue impresionante. Mi mujer, una puritana que le daba vergüenza follar con la luz encendida, estaba en una playa con uan teta fuera.
Sandra: ¿No habrá nadie?
Yo: Tranquila, estamos completamente solos. (en ningún momento se incorporó comprobarlo). Así es más sencillo quitarte los poros. Venga te voy a quitar el sujetador.
Sandra: Vale, pero si viene alguien, me lo pones.
De reojo estaba mirando al desconocido. Se había incorporado y estaba sentado mirando hacia nosotros. Un calentón me subió. Mi polla estaba creciendo y mis fantasías se agolpaban en mi cabeza. No me lo podía creer, mi mujer con las tetas libres.
Disimuladamente, fui transformando el trabajo de quitar poros en un masaje por las tetas de mi mujer. Sandra se excita enseguida cuando le acaricio los pezones. No puede resistirse y más de una vez, se ha corrido sólo chupándoselos.
Los masajes, se fueron haciendo más intensos y mi mujer ladeó la cabeza hacia el lado contrario donde estaba el desconocido. Bajé la mirada y vi como se mordía el labio inferior. Definitivamente , le gustaba el masaje. Fui bajando las manos hasta meterlas por debaja de la braga del bikini. Mi polla ya no sabía cómo ponerse y Sandra seguía disfrutando.
Al ver que no me paraba, mi mano izquierda se centró en pellizcarle suavemente el pezón y con la derecha comencé a masturbarla lentamente. Esto era la bomba. Estaba masturbando a mi mujer en un lugar pública. Sandra estaba fuera de sí. Jadeaba y arqueaba la espalda. Una sombra me sacó de mi visión, el desconocido se había sentado al lado nuestro. Tendría unos 50 años, pero se conservaba bastante bien. Con una mirada, me pidió permiso. Miré hacia abajo y vi que Sandra no se había percatado de nada. Seguía con la cara ladeada y jadeando.
Aproveché para introducirle un dedo en su vagina. La tenía chorreando. Era impresionante, le introduje el segundo dedo y dio un respingo. Una de mis fantasías se estaba haciendo realidad. El desconocido se sacó su polla y comenzó a masturbarse lentamente. Me fijé en su polla y vi lo enorme que era así como su mano. Tenía unos dedos gordos y largos. Pensé: "joder, en lugar de dedos, tiene 5 pollas".
Yo seguía masturbando a Sandra cuando ocurrió algo que no creía que jamás sucedería. El desconocido me pidió por señas que quería masturbar a mi mujer. Me quedé de piedra. Mi polla hervía y asentí con la cabeza. Suavemente saqué mis dedos del coño de mi mujer y, sin darme tiempo, el desconocido metió su dedo corazón. Sandra dio un respingo y se le escapó un grito de placer. Miré hacia abajo y vi como seguía con los ojos cerrados. No podía creermelo, mi mujer sabía que alguien, distinto a mí, la estaba masturbando y no decía.
Como tenía las dos manos libres, me dediqué totalmente a los pezones. Sandra estaba totalmente ida. Los jadeos y gritos eran cada vez menos contenidos y más fuertes. De repente, el desconocido me dejó helado. Se colocó en las piernas de Sandra e hizo ademán de bajarla la braga del bikini. Sandra levantó el culo para facilitarlo. Aquello era lo máximo. La puritana Sandra estaba colaborando. Mi primera reacción fue sacarme la polla y masturbarme, pero preferí continuar pellizcano los pezones a Sandra para que aquella realidad que parecía un sueño, no terminara.
Finalmente, el desconocido le quitó la braga a Sandra y el coño peludo quedó libre al viento. Le abrió las piernas, se agachó y continuó masturbandola, CON LA LENGUA. Le estaba comiendo el coño a mi mujer. Las convulsiones y el ritmo de los jadeos, me indicó que Sandra estaba a punto del orgasmo. No tardó en llegar y un grito enorme, llenó la desierta playa. El desconocido no se dio por aludido y continuó. Esto provocó no menos de 4 orgasmos más en Sandra muy seguidos y fuertes.
Después del último, Sandra se relajó. Paré de frotarle los pezones y miré el cuerpo de mi mujer. Parecía totalmente inerte. Sandra estaba complentamente agotada. No podía ni moverse:
Sandra: Estoy destrozada. No tengo fuerzas ni para hablar.
El desconocido se incoroporó. Creía que se iba a marchar, cuando me enseñó el fin de fiesta que tenía preparado. De un bolsillo interior del bañador, se sacó un condón y me lo enseñó. Entendí su pregunta. Me parecía correcto que después de haberle dado tanto placer a mi mujer, el tuviera su premio. Asentí con la cabeza. Mientras tanto mi mujer seguía en trance. El desconocido se puso de pie, se quitó el bañador, se puso el condon y se tumbó sobre mi mujer. Sandra entendió la operación y abrió las piernas para facilitarle la penetración.
Estaba alucinando. Tenía la mejor posición para ver como semejante polla entraba en el coño de mi mujer y como ella no oponía ninguna resistencia. Al contrario, abría las piernas todo lo que podía. El expectáculo era impresionante. Las embestidas del desconocido fueron cada vez más rápidas y mi mujer me cogió las manos para apretarmelas fuertemente. Un grito me hizo levantar la cabeza y vi la expresión desencajada del desconocido, se estaba corriendo. Después de 3 embestidas más, sacó la polla del coño de Sandra. Se levantó y se quitó en condón. Varias gotas cayeron a la arena. Se despidió con la mano y se fue a recoger sus cosas.
Sandra estuvo un buen rato complentamente desnuda. Ahora era mi turno.
Yo: Después de tu premio, me voy a cobrar el mío.
Sandra: Gracias cariño. Jamás creía que podría correrme tan salvajemente.
Yo: Date la vuelta Sandra.
Sandra se colocaba boca abajo.
Sandra: ¿Qué vas a hace?
Yo: Después de haber presenciado cómo un desconocido te follaba y no te ha importado, tampoco te importará que te desvirgue tu culo.
Sandra: Por favor, no. Me dolerá.
Yo: Es lo menos que me corresponde por permitir que te follen. No te preocupes.
Saqué la crema hidratante de la bolsa y fui untando el ano de mi mujer. Aproveché para introducierle primero un dedo y luego dos. Cuando comprendí que ya estaba basntante dilatada, dirigí mi polla hacia su virgen ano y de un golpe se la metí. Sandra dio un salto y gritó. Me quedé quieto y fui bombeando salvajamente. La imagen de mi mujer follada por un desconocido, me ponía a mil.
Cuando ya estaba a punto de correrme, le dije al oído:
Yo: Hoy has pasado una barrera sin vuelta atrás. Desde hoy cumplirás mis fantasías.
Sandra: Es justo.
En ese momento le llené su culo con mi leche.