Por fin estás aquí
Poco a poco comencé a introducirme dentro de ella. No quería que se pusiera a cuatro patas por eso la agarré por encima de las manos mientras apretaba contra el colchón. Ella se sujetó fuertemente a mi a la vez que dejó escapar un gemido
Eran las dos y media de la mañana, acababa de cortar bruscamente la conversación con ella. Su marido se había despertado y yo me había quedado desnudo encima de ella. Aún recuero la postura que tanto le excitaba. Estábamos empapados en sudor, flujos y un ligero olor a vainilla que todavía desprendía el aceite que había comprado para la ocasión.
Todo empezó con un ingenuo, tímido y nervioso beso en la boca. El segundo más prolongado en el tiempo consiguió despertar a esa pequeña fiera que llevamos dentro. Ella me agarró por la cabeza transmitiéndome su excitación y sus ganas de tener más. Ese era el camino, la señal para estar seguro de que lo que estaba por llegar era puro desenfreno.
Yo estaba como un flan pero mi polla se puso tensa entre mis pantalones. Al principio me daba un poco de corte que lo notara pero ya era tarde. Reposaba sobre su cadera, además las primeras gotas traspasaron mi traje y ella las sintió. Joder sólo con eso ya estaba cachondísimo: conectábamos, eso estaba claro.
Al primer beso le siguió otro más firme y seguro… la pasión hizo que le apretara el labio inferior de la boca y después un mordisco un poco más fuerte. Mi lengua buscaba la suya y no tardó en encontrarla. Tenía unos labios carnosos, grandes.
Acaricié su mejilla y mi mano se fue directa a su cuello, apartando su corta melena para dejar paso de nuevo a mis labios. Después de besarla lentamente el cuello y acariciarla la nuca entre el cabello seguí besándola hasta llegar a su oreja.
Sabía que este punto le pondría cachonda y primero la besé el lóbulo mientras le susurré al oído, dando más calor que voz, “por fin estás aquí”. Eso hizo que sus hombros se movieran violentamente, la sentí estremecerse mientras me ofreció más cuello para besar. Me gusta oír su respiración, notar como poco a poco, progresivamente va perdiendo el control.
Empecé a bajar poco a poco. Llevaba una blusa blanca amplia que dejaba entrar fácilmente en el interior. No llevaba sujetador. Se lo había quitado para la ocasión. Sabía que me excitaba intuir sus pezones cuando algo pasaba entre nosotros. Jugábamos a ponernos cachondos el uno al otro para que se nos notase.
Le empecé a acariciar suavemente el pecho. Quería comprobar de primera mano si todo lo que había hecho anteriormente le había hecho efecto en sus pezones. Todavía no era el turno de los dedos, me gusta usar la palma de la mano con ella. Quería que notara el calor de la mano, rozarla. Apenas la tocaba, quería medir su excitación. Quería que los pezones se pusieran más tiesos hasta que rozaran con mi palma…
Seguí jugando con su cuerpo, por el costado. A estas alturas ya había chispeado un poco pero mantenía el control. Me encanta tocarla la zona suave de ese costado, cerca de la axila. Donde naden esos prominentes pechos. Es una zona suave, tierna, sensible. Seguí recorriendo su cuerpo con la palma. Aquí no pude contenerme y apreté sus tetas mientras chupaba esos dos botones bien duros.
Proseguí mi camino hacia la ingle. No quería entrar todavía. Quería que notara el recorrido, palpando lentamente su piel. Dejé que el canto de mi mano rozará su coño, los labios. Fue una insinuación de lo que estaba por llegar. Se retorció de placer mientras dejó soltar un pequeño gemido. Eso me hizo temblar. “Aguanta” me repetí, estaba a mil. Había notado lo húmeda que estaba, resbaló un poco de flujo en mi mano.
Cerré la mano atrapando su ingle. Mi mano es grande pero fina, acorde a mi metro ochenta y ocho. Estaba caliente y húmedo. Mi dedo gordo quedó rodeando sus labios del coño mientras que los demás dedos comenzaron a explorar las partes del culo a las que llegaban como tentáculos. Ella se volvió a estremecer.
Ya la podía oler. Seguí bajando, cogiendo su muslo, acariciando. Otra vez separándome un poco de la zona caliente para notar cómo su piel se ponía de gallina. Quería que su excitación bajara a medida que me deslizaba por sus piernas. Quería que pidiera más, que no se imaginara lo que podía pasar. Dar un respiro.
Cuando su respiración se relajaba un poco decidí comenzar el ascenso. Fue rápido y directo. Llegue de nuevo a la ingle y me metí directamente a saborear su coño. Un beso suave encima le hizo pensar que sería más lento pero quería sorprenderla. Estaba a mil y era el momento. No paraba de retorcerse y gemir.
Comencé a saborear sus labios… había mucho flujo y eso me excitaba aún más. Mi boca se centraba en sus labios. Por más que la lamía y absorbía no se secaban. Estaba a mil y eso se notaba, lo notaba.
Después de estar un buen rato jugueteando alrededor de su clítoris con mi lengua, de haberlo acariciado, de haber pellizcado sus labios con los míos… Metí la lengua tan profundo como pude. Le pilló por sorpresa, pensaba que sería más tranquilo, con tiempo... El cambio de ritmo inesperado le hizo sentir un escalofrío seguido de una explosión interna. Irremediablemente se había corrido. Eso hizo que mi cuerpo recibiera una descarga de placer y que mi polla dejará escapar más flujo.
Cogí su cuerpo y le di la vuelta, había explorado su parte delantera pero aún quedaba todo su cuerpo por detrás. Su espalda era preciosa, acorde a su metro ochenta, con unos hombros preciosos y acababa en un culo espectacular, redondo, con curvas. Le obligué a abrir sus brazos y lentamente separé sus piernas para que dejase al descubierto parte de su sexo.
Poco a poco la fui untando la espalda con un aceite comestible que había comprado para la ocasión. La mezcla de olores me llegó en seguida. Vainilla especialmente aunque aún tenía la mano y en la boca su esencia.
De nuevo me acerqué a su cuello, esta vez indefenso y al descubierto, la rodeé y la besé mientras dejaba notar como mi miembro, a causa de la gravedad, acariciaba sus nalgas… Yo, apoyado sobre mis dos brazos subía y bajaba besando la espalda y el cuello mientras que le rozaba con mi polla. Dejaba que mi cuerpo se deslizara sobre ella relamiendo el aceite. Sabía que eso le ponía a cien y estuve unos segundos hasta que finalmente me apoyé sobre ella dejándome reposar ente su culo.
Poco a poco comencé a introducirme dentro de ella. No quería que se pusiera a cuatro patas por eso la agarré por encima de las manos mientras apretaba contra el colchón. Ella se sujetó fuertemente a mi a la vez que dejó escapar un gemido. Me dejé caer encima de ella mientras seguía entrando en ella. Con esa postura comencé poco a poco a empujar… el aceite me permitía deslizarme fácilmente por su espalda. Ella me miraba por el espejo del armario que teníamos enfrente. Disfrutaba mirándome la cara de placer y buscándome los ojos. Ella me encontró, nos quedamos unos segundos mirándonos por el espejo mientras seguía aumentando el ritmo y ella subía las caderas ofreciéndose mejor. No podía más, estábamos a mil y esa mirada fue suficiente para que a la vez entráramos en un éxtasis espectacular…. Nos corrimos de nuevo, una vez más juntos, yo dentro de ella…
Menos mal que llegamos a tiempo porque justo en ese momento su marido entró en la habitación. No nos dio tiempo de despedidas, ella tuvo que desconectar su ordenador para que no pudiera leer todo lo que estábamos haciendo. Lo que tengo planeado cuando esta próxima semana la pueda ver y sentir. Miré el reloj, ya era muy tarde y sabía que no volvería. Esperaré unos días más hasta que esta fantasía pueda cumplirla y de nuevo, en persona, pueda susurrarla al oído “por fin estás aquí”.
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