Por fin el sueño de mi vida, mi madre

Continúa con el relato de en la piscina con mi tía, ahora por fin es mi madre la que me ama...

Ya habían pasado tres años desde que tuve mi primera experiencia con mi tía Ángela, siempre recordaré como lo hicimos en el jardín. Yo había cumplido ya los dieciocho años y aún seguía obsesionado con mi madre. Hoy en día, después de muchos años, no he conseguido saber el motivo de la excitación que me producía pensar en tener a mi madre en mi cama y poder amarla.

Desgraciadamente mis padres se habían separado un años antes, una desgracia que hacía que ella y yo pasáramos mucho tiempo solos, aumentando mi obsesión. Desde la separación, mi madre se encerró en su casa y apenas salía. Yo estaba en los últimos años del instituto y le pedía ayuda con los estudios. Ella es Diplomada en Enfermería y es bastante inteligente. Cuando no estaba trabajando en el hospital, estaba conmigo en casa.

En esos momentos juntos la sentía como mi novia. Casi todas las tardes las pasábamos juntos estudiando, nos sentábamos en una gran mesa que teníamos en una habitación que habilitamos como cuarto de estudios y allí yo estudiaba mis materias y ella hacía algunos papeles o cosas del trabajo. Pero cuando más disfrutaba es cuando me ayudaba. Se sentaba a mi lado y se ponía muy cerca para leer los libros o apuntes. Entonces sentía su perfume y sentía el calor de su cuerpo, sentía el roce de su cuerpo con el mío y a veces pasaba un brazo por detrás de ella y la rodeaba levemente, ella se acomodaba a mi abrazo y alguna vez apoyaba su cabeza en mi hombro y yo la besaba en la frente.

Durante algunos meses todo iba perfecto, mi madre me ayudaba y yo disfrutaba del amor platónico que tenía con ella. Un día estaba yo estudiando y ella se duchó. Cuando la oí acabar la avisé para que me ayudara con una cosa que no entendía, bueno, sí la entendía pero quería tenerla cerca de mí. Recuerdo cuando la vi entrar con una camiseta que le cubría hasta medio muslo. Sus pechos se marcaban en la tela y marcaba perfectamente sus pezones. Se sentó a mi lado y me inundó el aroma de las cremas que utilizaba para cuidar su piel. Se abrazó a mí y comenzó a hablarme. Yo estaba hipnotizado con su voz y la verdad es que no sé la razón por la que la primera vez que me miró a la cara le di un beso en los labios.

Mi madre quedó un poco paralizada por aquello y yo bajé mi mirada en señal de arrepentimiento. Se levantó y se marchó de allí. Continué en la habitación y pensaba en las consecuencias de mi acción. No estaba seguro si mi madre se había enfadado, pero lo más probable es que nunca más quisiera ayudarme y no disfrutaría de su compañía. Lamenté lo que había hecho, a fin de cuenta era mi madre y por mucho que me atrajera nunca podría amarla como mujer y no es que ella fuera mojigata, es que era mi madre. Sentí que mi amor había estallado en pedazos por mi acción.

-A comer Enrique. – me llamó la voz de mi madre que sonaba como siempre.

Entré en el comedor con algo de miedo sin saber en que actitud la encontraría. Parecía normal, al menos de momento se comportaba como siempre. Comimos y la verdad es que hablamos menos de lo normal, a fin de cuentas yo estaba avergonzado por lo que hice y ella prestaba más atención a un programa que veía todas las semanas. Cuando se acabó la cena, recogimos todo.

-Me voy a acostar… - le dije con un tono de vergüenza.

-No, - dijo ella – vente al salón y vemos la película que he traído.

Me agarró por la mano y me llevó hasta el salón. Me sentó en el sofá y preparó todo para ver la película.

-¿Quieres palomitas? – me preguntó y marchó a prepararlas.

Cinco minutos después regresaba con un buen bol de palomitas y se sentó junto a mí. Empezó la película y entre ella y yo estaban las palomitas. Me tranquilizó la actitud de mi madre y parecía que no estaba enfadada.

-Oye, a ti te cuesta menos trabajo coger las palomitas y comes más que yo, cambiemos de postura. – me dijo en tono divertido.

Yo estaba en un lado del sofá y ella apoyó su espalda contra mi pecho y mis brazos la rodearon, ella tenía las palomitas en la suyas y las piernas encima del sofá. Apoyó su cabeza contra mí y de nuevo volvía a sentir su perfume. Ya no sentía vergüenza por lo que hice, si no que estaba desconcertado. No sabía si mi madre quería actuar como si no pasara nada o si lo que quería era lo mismo que yo. Cómo fuera disfruté abrazándola y sintiéndola. Se acabaron las palomitas pero ninguno de los dos nos movimos para cambiar de postura, es más, creo que ninguno quería cambiar. Estábamos tapados con una manta pues hacía frío y sentía aún más la calidez de su cuerpo.

Creo que es la mejor película que he visto en mi vida y no por ella en sí, no, si no por tener a mi adorada madre todo el tiempo abrazada. Y no penséis que mi madre tenía un cuerpo de escándalo, era más bien normalita. Tenía el pelo castaño y rizado, sus ojos verdes y su cara era bonita. Respecto al cuerpo tenía un para de tetas bien puestas, más bien pequeñas, pero bien firme a su edad. Tenía en aquel tiempo cuarenta y dos años y no se conservaba mal. Tenía un poquito de barriguita que la hacía aún más apetecible y un redondo y gran culo que descansaba sobre dos fuertes piernas.

Cuando terminó sentí ganas de poner otra para no despegarme de ella, pero al día siguiente ella tenía que ir a su trabajo y a mí me esperaba el instituto. Tenía la esperanza de que al día siguiente volviera a disfrutar de su compañía. Así que ella se estiró sobre mí y sentí como su cuerpo se rozaba con el mío.

-Bueno, vámonos a la cama. – dijo ella.

Nos levantamos y apagamos todo, comprobamos que la casa quedaba en condiciones y después me dirigí a mi habitación para descansar, miré a mi madre que estaba en la puerta de su habitación y me dispuse a entrar en la mía.

-¿Por qué no duermes conmigo? Hoy hace frío. – escuché la voz de ella.

No dije nada, me volví y la seguí hasta su cama. Ella se metió, se tapó y me miraba.

-Voy a por un pijama… - le dije.

-No hace falta, con nuestros cuerpos calentaremos la cama. – dijo ella y empecé a excitarme – Mira… - y sin que viera su cuerpo se quitó la ropa que llevaba.

Aquello ya me hizo actuar de forma automática. Me quité la ropa que llevaba y me metí en la cama con los calzoncillos. Me acerqué a ella para abrazarla, mi pene bajo la tela quería ser liberado. Ella puso su mano en mi pecho.

-Enrique… - empezó a hablar y no sabía bien que decir – verás… Desde hace algunos meses estoy sintiendo algo extraño por ti. – hundió la mirada al avergonzarse – No sé que me pasa… hace un año que tu padre y yo no separamos y puede que sea que te veo como a él y por eso me confundo… no sé bien lo que me pasa

-Mamá, no te preocupes. Hace varios años que me tienes loco… - y en ese momento levantó la cabeza con una mirada de extrañeza – No me mires así, estas muy buena y en este último año que hemos vivido solos me he ido enamorando de ti poco a poco. Antes sentía atracción física por ti y poco a poco te he ido queriendo cada vez más como mujer.

Mi madre quedó muda, no sabía que decir. Entonces alargué una de mis manos y acaricié su cara. Ella me besó la mano y después me abracé a ella para mirar sus ojos verdes de cerca. Nos acariciábamos y nos mirábamos simplemente, nada más. Durante un buen rato eso fue lo único que hicimos. Pasé uno de mis brazos por debajo de su cabeza y me incliné para besarla.

Mis labios encontraron los suyos y nos besábamos suavemente. Con la otra mano recorría su cuerpo. Ella me abrazó y nos acariciábamos. Bajé mi mano y acaricié sus pechos desnudos. Noté su firmeza y aquellos pezones duros que tiempo atrás me alimentaron. Dejé su boca y mordí su cuello a la vez que mi mano se posaba en sus caderas y noté que no tenía bragas. Tenía a mi madre como siempre soñé, en mis brazos, desnuda y dispuesta a tener sexo conmigo.

-Cariño, túmbate y déjame ver como has crecido… - dijo y me empujo para que me pusiera boca arriba. – Déjame ver

Me retiró los calzoncillos y mi pene saltó. Ya me había desarrollado y la verdad es que mi pene era digno de ver. Mediría unos dieciocho centímetros y tenía un glande bastante gordo que les gustó bastante a las chicas con las que hice el amor alguna vez, además estaba totalmente recta y eso le atrajo a mi madre.

-Vaya cómo ha crecido mi niño. – dijo y con la mano la agarró y me bajó el pellejo para que saliera el glande – Qué cabeza más buena tiene.

Mi madre estaba totalmente lujuriosa, muy excitada por tener sexo pues hacía más de un año que no lo tenía y, además, le excitaba enormemente tenerlo con su hijo. Su excitación crecía por momentos.

-¡Dios, qué buena polla! – nunca la había escuchado hablar así y me excitó a mi también – Perdona cariño, pero estoy muy excitada y hablar así me encanta

-A mí también me gusta que me digas esas cosas.

-Pues poséeme y hazme todo lo que se ocurra, necesito sentirme mujer… - hablaba sin dejar de acariciar mi pene.

-Dime lo que deseas y te lo daré. – le dije tocando uno de sus pechos.

-Necesito que me comas la almeja y yo me comeré tu hermoso pepino.

-Trae tu coño a mi boca. – le pedí.

Se giró sobre mí y, abriendo las piernas sobre mi cabeza, colocó su hermosa y peluda raja de forma que pudiera meter mi lengua en ella. Sentí como su boca se iba tragando mi polla, el calor de su saliva la mojaba toda. Sentí como su lengua recorría mi recta y erecta polla y como jugaba con mi glande.

Abrí su raja con mis dedos y levanté la cabeza para que mi lengua entrara en su raja. La escuché gemir cuando puse la punta sobre su clítoris y rápidamente llegó una inundación de flujos del interior de su vagina. Lamí la raja de arriba abajo mientras ella tragaba y jugaba con mi polla.

-No puedo más, necesito que me la metas. – decía entre gemidos de placer.

-Ordéname como quieres que te folle.

-Házmelo a cuatro, como la perra en celo que soy hoy para ti… - me dijo bajándose de mí y poniéndose de tal postura en el filo de la cama. – Ven aquí semental mío

Era delicioso verla. Nunca imaginé que mi madre pudiera ser tan lujuriosa. Si antes me excitaba pensando en hacerle el amor, la realidad superaba a mis sueños más excitantes. Tenía apoyado el pecho sobre la cama y su espalda se curvaba para que su culo quedara en posición de que yo, desde atrás, atacara su coño y la penetrara. Me levanté y me coloqué detrás de ella. Podía ver su redondo culo y agarré los cachetes para separarlos. Allí tenía mi dos agujeros, los que siempre había deseado, abajo la entrada de su vagina que ella me ofrecía separando los labios y un poco más arriba el esfínter de su ano, prieto y oscuro. Me incliné y empecé a pasar mi lengua por su ano.

-¡Dios, como me gusta eso! – gritaba entre gemidos - ¡Dame más!

Yo separaba todo lo posible sus cachetes e intentaba meter mi lengua en su ano, empujándola contra su esfínter. Ella no dejaba de gemir y retorcerse.

-¡Dale más placer a tu puta madre! – estaba como fuera de sí - ¡Fóllame ya cabrón! ¡No me hagas sufrir!

Llegué a asustarme pues nunca imaginé a mi madre así. Dejé su culo y me puse de pie, agarré mi rígido mástil y lo dirigí a la entrada de su vagina que chorreaba gran cantidad de flujos. Pasé mi glande por su raja, parando para frotar bien su clítoris.

-¡Métela ya de una vez! – me ordenaba.

Empecé a empujar y mi glande separaba las paredes de su vagina a su paso a la vez que ella resoplaba por el placer. Poco a poco la metía hasta que entró toda y mis huevos golpearon su culo. Empecé a imprimir ritmo a mis penetraciones y ella no paraba de dar gemidos.

-¡Tienes a tu madre loca con esa polla! – me decía para excitarse y me excitaba también a mí – ¡Dale fuerte al coño caliente de tu madre!

Aceleré mis penetraciones y vi como agarró con fuerza las sábanas al sentir que un orgasmo la invadía. Aceleré todo lo posible y ella dejó de gritar, pero su cara mostraba el inmenso placer que estaba sintiendo.

-¡Aaaaaah, me corro! – soltó el grito liberando el placer que retenía su sexo y de nuestros genitales caía los abundantes flujos que salían de ella - ¡No pares de follarme, dame más! – me gritaba y yo aceleraba.

Mi madre se retorcía de placer y mi cadera golpeaba violenta y rápidamente contra su culo en embestidas que nos daban cada vez más placer. Mi polla aparecía blanca por el batir de los abundantes flujos.

-¡Para, me estoy mareando! – me dijo si muchas fuerzas - ¿Tú no te corres?

-No, tengo que darte más placer. – le contesté mientras aflojaba el ritmo de las penetraciones. – Ven, súbete sobre mí.

Me tumbé en medio de la cama boca arriba, mis huevos y parte de mi polla estaban blancos por los flujos. Mi madre se miró el coño y también lo tenía blanco. Cogió unas toallas húmedas y limpió nuestros genitales. Después abrió las piernas y se sentó encima de mi polla pero sin metérsela. La puso entre los labios de su raja y se movía para rozarla contra su clítoris.

-Me has dado mucho placer. – me dijo.

-Gracias, yo también he disfrutado mucho.

-Y cómo es que no te has corrido, aguantas mucho.

-Sí, normalmente me hago muchas pajas, hoy en concreto me he hecho dos, por eso aguanto más. – y sentía mucho placer con el roce de su coño.

-Ya has follado antes con otras mujeres, ¿verdad? – me dijo ella y yo no sabía bien que era lo que quería.

-Sí… ¿Te importa?

-Para nada, mejor, así sabes como dar placer a tu madre… y me estas volviendo loca. – y veía como su cara comenzaba a cambiar pues ya iba sintiendo placer con el roce en su clítoris – y ¿por qué no me cuentas como fue tu primera vez?

-Puede que te sorprenda… - le dije pues fue en la piscina con mi tía Ángela como ya conté.

-Dime, cómo lo hiciste… - hablaba y su voz reflejaba el placer.

-Mi primera vez fue con tita Ángela en la piscina y con quince años. – se paró en seco.

-Será puta la tía, follarse a mi niño siendo un menor… - su cara se volvió totalmente sensual – tenías que habérmelo pedido a mí primero, yo te hubiera enseñado

-Desde los doce años estoy loco por follarte y hoy se está haciendo realidad mi sueño. – le dije y me incorporé para besarla en los labios.

-Pues cuéntame como te follaste a la puta de Ángela… - hablaba y mientras se levantó para meterse mi polla en su coño.

-Pues resulta que estábamos en el chalet que tienen en el campo y nos quedamos solos… - seguí contándole.

Mi madre me escuchaba y me follaba a la vez, por momentos la sentía más excitada y mientras ella me cabalgaba yo acariciaba sus pechos y su culo.

-… entonces me tumbó en una toalla y, como tú y yo ahora, se metió mi polla y empezó a follarme… - le contaba la historia.

Mi polla no paraba de entrar y salir en su coño. Ella estaba cada vez más excitada y se metía en la historia que le contaba. Ella gimoteaba de gusto con mi historia. Podía sentir los redondos cachetes de su culo que acariciaba. Veía sus pechos con aquellos pezones erectos y oscuros. Se inclinó hacia mí y comencé a chuparle los pezones.

-¡Aaaaah, mámame cariño! – me decía y mi polla no paraba de penetrarla.

Seguí contando mi historia y se excitaba cada vez más, entonces, cuando creí que estaba apunto de correrse por los gemidos que daba y su hermosa cara mostraba el placer que sentía, la abracé contra mí y le hablé suave al oído acelerando mis penetraciones.

-… y entonces aceleré mis penetraciones para correrme dentro de ella… - su cara estaba descompuesta por el placer y a punto de correrse - …como ahora lo voy a hacer dentro de ti… - le dije esto penetrándola lo más rápido que podía y empezó a correrse – Espérame que voy contigo

Le empuje la polla para que le entrara toda dentro y salió el primer chorro de semen. Los dos gemíamos y gruñíamos por el placer entre espasmos de placer. Nos relajamos y mi polla aún estaba dentro de ella, lanzando las últimas gotas de semen. Los dos, sudorosos por la pasión desatada descansábamos abrazados y nos besábamos suavemente. Cuando mi polla se puso flácida, salió y ella se tumbó a mi lado para que durmiéramos juntos y abrazados.

-Enrique, ¿es verdad la historia que me has contado?

-Sí… - le dije y no sabía cual sería su reacción.

-Pues tendré que hablar con tu tía un día para intercambiar experiencias

No sabía bien que quiso decir con aquella última frase, pero las dos me la explicaron unas semanas después en aquella misma cama