Por fin de vacaciones

Primer capítulo de la obra: Relatos calientes para dormir mejor (I). Una pareja de vacaciones románticas va a encontrar muchas dificultades para salir de aquella urbanización... Una historia casi real, con pasajes sexuales de alta intensidad.

Prólogo:

Después de meses, vuelvo a saludarles, mis amables amigos y lectores. El trabajo después del Covid fue intenso y apenas me dejaba tiempo para escribir. También una mujer especial, ella lo sabe, enfrió mi corazón echándole un jarro de agua helada y suspendió involuntariamente durante meses, mi creatividad.

Les hablaré de mi primer libro...

Como saben algunos de ustedes, pues así lo leyeron, en una entrada en que lo anunciaba, una editorial aceptó mi primera obra de título “Memoria de un depravado (I), y apenas hace unas semanas tenía un ejemplar de la obra en mis manos, que ya se puede adquirir en decenas de librerías por Internet, incluso en Amazon, por si deseasen buscarla y adquirirla. La editorial: Libros Indie.

Pero, hablemos del presente.

En este reencuentro con todos ustedes, solo agradecerles sus anteriores apoyos. A ella, solo decirle que aún la llevo dentro de mi corazón...

Ahora brevemente les hablaré de mi segundo libro de relatos...

En Vacaciones de Navidad y dado que por prevención era mejor no salir a visitar a nadie, he terminado mi segunda obra, que con mucho gusto les presentó a todos ustedes a partir de hoy. Es una obra que consta de 21 relatos independientes en donde además de sexo de diferente intensidad, tienen diferente temática de fondo..., desde misterio, hasta romanticismo, pasando por casos reales dramatizados de homosexualidad, zoofilia y diferentes parafilias...

Una seña de identidad de esta obra, sera la aparición recurrente de dos personales en todos y cada uno de los capítulos, unas veces como protagonistas y otras veces como personajes secundarios: José Miguel y Verónica.

Una vez publicadas las 21 historias, procederé a compilarlas y publicarlas todas juntas para el disfrute de todos ustedes, mientras intento que una editorial apueste por su publicación.

Sin más preámbulos, aquí les dejo el primer capítulo de la obra:

...

José Antonio y María Isabel eran una pareja típica de funcionarios que iban ese verano a tomarse sus primeras vacaciones sin hijos.

Estaban excepcionalmente nerviosos y excitados por ese viaje.

Estaban ilusionados desde hace semanas, por redescubrir el amor y la pasión de antaño en un periodo de dos semanas en la playa para ellos solos.

Habían hecho cientos de planes, algunos de ellos, dignos de unos  adolescentes recientemente enamorados.

Para no coincidir con muchos otros desplazamientos, habían programado sus vacaciones, no de quincenas naturales, sino en la segunda y tercera semanas de septiembre de aquel año.

Así evitarían las aglomeraciones de gente y coches, tanto en carreteras como en los accesos las playas, que en julio, agosto e incluso en la primera semana de septiembre están atestadas de cientos de coches además de miles de  sombrillas con niños y más niños por todos sitios.

Habían elegido ese mes, por el mismo motivo, para poder pasar unas vacaciones mucho más tranquilas, y a poder ser, las más románticas de toda su vida.

-       ¿Isa, lo tienes todo preparado?

Le había preguntado él, un par de días antes.

-       Sí, mi amor lo tengo todo preparado y alguna sorpresita más para mi rey.

Él sonrió tierna y enamoradamente.

-       ¿Qué sorpresa? ¿Cuéntame?

-       La descubrirás la primera noche de vacaciones…

Lo tenía desde hace días babeando de ilusión,  deseo,  y de tantas cosas más…

Todo llega y todo pasa…, aunque la canción de Serrat decía exactamente…, “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo camino, caminos sobre el mar”.

Ellos en apenas unos días, estarían disfrutando solos en una zona maravillosa, casi al mismo lado del mar Mediterráneo.

Por fin, el ansiado día había llegado.

José Antonio conducía por la carretera y recordaba esa conversación unos días antes de salir de viaje.

Estaba emocionado y tremendamente ilusionado.

Siguió pensando en algo más mientras conducía hacia su destino. Como saben todos ustedes, la mente se acelera y se escapa sin freno en ocasiones.

Sin dudarlo, su esposa a la que él llamaba cariñosamente Isa, como han podido ustedes ya leer, había cambiado en los últimos meses, la veía más guapa, más romántica, más simpática, más seductora…, joder..., incluso más alta y más joven, había pensado hace unas semanas.

Llevaba días, totalmente excitado, no solo en el sentido sexual, que también, sino en un sentido general,  con la idea de esa primera noche de vacaciones, en la cual, Isa, le daría su sorpresa.

Tampoco era por el hecho de recibir la sorpresa en sí, lo era por un numeroso conjunto de razones diversas.

La sorpresa sería esa misma noche, apenas dentro de unas pocas horas.

Se habían levantado pronto aquella mañana del ocho de septiembre.

Habían estado un poco inquietos ambos durante toda la noche, habían hecho el amor, suave y románticamente al amanecer.

Se habían besado con ternura, disfrutando ambos de unos besos cálidos y apasionados, pero sin prisa.

Habían hecho el amor con delicadeza, con pasión, pero sin desenfreno, con un maravilloso sexo, pero sin burda sexualidad animal.

Habían practicado un sexo superior. Ambos habían acordado por unanimidad que había sido el mejor de sus vidas.

Sus cuerpos habían estado unidos íntimamente, pero disfrutando del momento glorioso de sentirse amados recíprocamente el uno por el otro, sin buscar el orgasmo del otro.

Habían llegado ambos orgasmos sin buscarlos, sus cuerpos habían conjuntado emocional y físicamente.

Sus feromonas estaban estos días compatibles al ciento diez por ciento. Ambos se sentían abrasadores, cual fuego que quema sin dañar, un fuego adictivo a todas horas, un fuego deseoso y siempre ardiente.

Las caricias orales en sus sexos habían salido armoniosamente morbosas, sin buscarlo. La excitación había sido de primer orden y los orgasmos únicos y decididamente increíbles.

Isa jamás había disfrutado tanto del sabor del semen de su marido. Por su parte él, jamás había sentido esas sensaciones al lamer todo su cuerpo, su sexo en su conjunto e incluso su ano, con aquel sabor tan especial.

Durante dos horas se amaron y alcanzaron sendos orgasmos al unísono. Extasiados se quedaron unos segundos dormidos unidos en aquella posición tan complaciente.

Eso sí que es amor simbiótico. (Ambos, lo pensaban, sin decirlo).

Se habían amado física y emocionalmente como nunca lo habían hecho en el pasado reciente, incluso como jamás en su vida.

Ambos se reconocían ilusionados a pesar de los malos momentos pasados en la primavera pasada.

Empezaban sus vacaciones, por fin solos.

Estaban realmente pletóricos.

(¿Se lo pueden imaginar, todos ustedes? Esa sensación que ellos acababan de sentir juntos después de hacer el amor, es la que todos hemos buscado alguna vez en nuestras vidas, ese verdadero y único amor. ¿No lo creen así?).

Sigamos…

José Antonio recordaba con semblante triste mientras conducía aquellas semanas del pasado mes de abril, cuando una llamada le alertó de que algo no iba bien.

Isa, al lado del conductor y escuchando música,  se dio cuenta al instante del cambio en su semblante, le preguntó:

-       José… ¿Qué te pasa?

Como había prometido en las sesiones de terapia de pareja, en más de una ocasión, no le mentiría nunca más, ni en las cosas más insignificantes,  y le contestó:

-       Pensaba en aquellos días, en aquella llamada de José Miguel aquella noche. Por cierto, ¿cómo estará?

-       Mi amor, tu sabes lo que pasó, fue una chiquillada. Yo siempre he estado enamorada de ti, incluso desde antes de conocerte.

-       Lo sé…

Mientras esbozaba una leve sonrisa, aunque algo agridulce, María Isabel recordó aquellos bellísimos momentos en que José Miguel le había declarado su amor eterno.

Era un hombre muy especial, le hizo sentir como una chiquilla, incluso le dio un beso maravilloso, pero su corazón era enteramente de su marido.

María Isabel puso su mano en el muslo de José Antonio, y éste al instante se sobrecogió, y la carne de todo su cuerpo se le enervó, al mismo tiempo que todo su vello corporal se le erizaba.

Llevaba unos meses sintiendo cosas que no había sentido jamás.

-       ¿Te acuerdas de Verónica?

-       Por supuesto…, qué bien hizo su trabajo, sobre todo contigo, José.

(Ella, simplemente le llamaba José. Solo cuando estaba seria o enfadada le llamaba José Antonio).

-       Verónica me hizo redescubrir de nuevo el amor que siempre había sentido  por ti, que estaba dentro de mí, y que por la monotonía que todos los matrimonios pasan, al dejar de comunicarse eficazmente, puede olvidarse y en ocasiones…, hasta perderse.

-       Como decía Verónica: “Cuantas parejas se separan, sin saber que siguen en el fondo enamoradas...”

-       Es verdad, mi amor, cuanto bien hizo por nosotros… Vero.

-       Le gustaba que la llamasen Vero…. ¿te acuerdas José?

-       Sí, claro que me acuerdo. Jamás la olvidaré.

-       Jamás la olvidaremos… ¿verdad?

-       ¿Te acuerdas de los ejercicios prácticos que nos hacía hacer, juntos y por separado?

-       Claro que sí, fueron muy interesantes y altamente efectivos. Algunos muy graciosos y tremendamente divertidos.

-       Gracias a ella seguimos juntos y felices.

-       Lo sé mi amor, y gracias a Vero vamos a pasar nuestras primeras vacaciones a solas y enamorados perdidamente.

-       Así es.

Sus miradas lo decían todo. Todo era amor en aquellos dos cuerpos, sus mentes y sus corazones.

Faltaban apenas unos kilómetros para llegar a su destino.

El viaje había sido muy tranquilo.

Muchos kilómetros, pero con muchas paradas, oyendo y escuchando música que Isa había grabado de los grupos que le gustaban, sobre todo de los 70 y de los 80, de esa música que siempre había escuchado en su niñez y a sus hermanos mayores, especialmente de aquel que ya le faltaba, lamentablemente.

Habían parado muchas veces, habían hecho cientos de fotos, incluso habían improvisado unos pasos de baile en aquella pinada, y se habían dado un abrazo y un beso, como si fuesen unos jóvenes enamorados perdida y definitivamente.

Por fin, llegaban a la enorme urbanización.

Calles idénticas, con casas todas pintadas iguales, prácticamente iguales todas ellas, salvo el pequeño número que las diferenciaba.

Esas ingentes urbanizaciones que se llenan de extranjeros, a veces puede resultar frustrante, verlas todas iguales, como sin alma.

Según iban entrando José Antonio y María Isabel, habían comentado que debería de haber miles, decenas de miles de casas, incluso habían bromeado con la  posibilidad de que algún “guiri” se hubiese confundido en más de una ocasión de casa con una pinta de cerveza de más, sorprendiendo a otra familia con su presencia en la casa, o incluso en el dormitorio, si tuviesen la puerta de la casa abierta.

El propietario ya les había advertido que era un “poco difícil” llegar pero con las explicaciones que les había facilitado, llegarían sin problemas…

Eso, pensaban ambos inocentemente, en aquel momento.

Alguien le había recomendado este apartamento por su tranquilidad y su buen precio. No lo recordaban en ese momento.

El propietario era un poco raro, pero fue muy simpático y amable, anotando y anotando los detalles, primera rotonda, segunda rotonda, tercera rotonda… Infinitas rotondas, izquierda, derecha, izquierda…

Siguiendo los tres folios de instrucciones, pues en el GPS, no habían encontrado la dirección de la calle, José Antonio y María Isabel consiguieron llegar, eso sí, después de más de una hora y media atravesando plazas, calles y rotondas de una enorme y poco luminosa urbanización, cuyo nombre y leyenda, les había causado mucha gracia cuando la vieron al llegar:

Urbanización Monte Perdido, donde puede perderse en sus vacaciones, o sus sueños pueden hacerse realidad ”.

Aun no anochecía, cuando las últimas bolsas de viaje entraron en el apartamento. Estaba muy bien decorado y tenía algo mágico. Se sintieron felices y contentos desde el primer instante en el que habían abierto la puerta.

Detalles y detalles en el apartamento…, cuadros, espejos, plantas, verdaderamente era un apartamento idóneo para unas vacaciones románticas.

El teléfono móvil de José Antonio sonó.

-       Juan…, hola… ¿dónde estáis?

Juan era un amigo de la infancia de José Antonio, con el que hace unos días, por casualidad, se había reencontrado.

Lo había saludado efusivamente, y por esas  circunstancias del destino, después de una breve charla, se dieron cuenta, con gran sorpresa,  de que iban a veranear en una localidad muy próxima, coincidiendo prácticamente en las mismas fechas, quedando por este motivo en tomar alguna cervecita juntos cuando José Antonio e Isabel, estuviesen instalados.

-       Acabamos de llegar, vamos a ducharnos y salir a cenar por aquí cerca.

-       Estupendo, pues claro que si…

-       ¿Dónde?

-       Está bien, dentro de 3 horas.

José Antonio fue a buscar a la ducha a María Isabel, se metió con ella, sonrío y la besó…

-       Mi amor, era Juan, hemos quedado en cenar juntos los cuatro.

-       ¿Dónde?

-       ¿Te acuerdas? cerca de la última localidad donde estaba ese centro comercial tan grande, cerca del casino...

-       Sí.

-       Pues allí, Juan dice que hay un restaurante estupendo.

-       Lo que tú quieras, pero ya te dije que no me gustaba demasiado, era un poco extraño, según me dijiste.

-       Mujer, extraño..., extraño... No tanto.

-       Si José…, te acuerdas de la cara que puso cuando le dijiste que éramos la única pareja perfecta de este mundo…. (Así me lo dijiste).

-       Ah. Sí. La verdad, mi amor es que todo el mundo se extraña de lo unidos que estamos, especialmente en estos últimos meses.

Realmente estaban y parecían extraordinariamente unidos estos últimos meses. Siempre de la mano y dándose besos con cualquier excusa y en cualquier lugar.

-       Pero, José, ¿Tú vas a saber salir bien de la urbanización? ¿De noche y con tantas calles y rotondas tan iguales?

-       Pues claro que si mi amor, siguiendo las instrucciones lo conseguiremos entre los dos. Eres una perfecta “copilota”. Una “copilota” bella, sensual y adorable...

Isa  rió, por la broma.

Tenían tiempo de sobra.

Se ducharon, jugaron…

Se secaron el uno al otro con cariño, con ternura y con un enamoramiento sin igual.

Fueron al dormitorio e hicieron el amor de una manera sobrecogedoramente única, como si fuese la primera vez, una vez más.

No fueron conscientes en ese mágico momento, de que sus instintos, pensaban que no se volverían a amar nunca más de aquella manera única e irrepetible.

Terminaron ese momento mágico fundidos en un beso y un abrazo intimo que incluso les llevó a llorar emocionados.

José Antonio se había arrepentido de haber quedado con Juan.

-       Teníamos que anular la cita, Isa.

-       Ya que has quedado, vamos. Intentaremos pasarlo lo mejor posible y volvemos rápido aquí. ¿Vale?

-       Sí. Tengo infinitas ganas de dormir abrazado a ti, mi vida.

-       A mí, me pasa lo mismo, mi amor.

Cuando faltaban unos cincuenta minutos para la cita, ambos salieron del apartamento, estaban aseados, perfumados y con ropa nueva, comprada para pasar estos maravillosos días que iban a ser mágicos y únicos.

La primera calle y la primera rotonda fueron fáciles, aunque las instrucciones ahora parecían más difíciles que cuando llegaron.

Luego se fue complicando.

-       Gira por la derecha, José.

-       No, mi amor era por la izquierda.

Realmente no se preocuparon hasta que una hora después, realmente sintieron que no sabían dónde estaban.

Intentaron decenas de veces volver hacia atrás, a coger una referencia concreta, pero misteriosamente cada rotonda, cada plaza y cada calle, parecía cambiar y al mismo tiempo ser iguales a la anteriores.

-       Isa…, estoy absolutamente desorientado.

-       No te preocupes, José.

-       Tenemos que preguntar a alguien.

-       Si mi amor, preguntemos.

Dieron decenas de vueltas por las calles, y no encontraron a nadie a quien preguntar, antes al llegar, había gente paseando a los perros, parejas paseando, pero ahora que necesitaban preguntar a alguien, no había nadie, parecía un misterio, ambos lo pensaban y sin embargo, no lo decían.

La luz de la luna, antes más luminosa, parecía apagarse poco a poco.

La sed y el desmayo empezaron a hacer mella en ellos, tres horas después…

Necesitaban hidratarse, pues habían sudado mucho en aquella noche veraniega.

Quizás también la tensión...

La botellita de agua que Isa solía llevar siempre en el bolso estaba agotada.

Pararon decenas de veces el automóvil y bajando daban vueltas sobre sí mismos, procurando encontrar una sola luz en alguna casa para poder preguntar.

-       Parece una pesadilla José… ¿Es que no vamos a encontrar una sola vivienda habitada en toda la urbanización?

-       Joder…, Isa, no seas negativa…

-       Encima, el móvil sin cobertura…

-       Llama a emergencias.

-       Ya lo he intentado…, tampoco puedo…

Habían parado en aquellas pocas casas que tenían algún punto de luz, o parecían tenerla, como faroles en la entrada o algún punto en el interior, y en ninguna parecía haber nadie. Al menos nadie les había abierto.

Que extraño.

(Ambos pensaban lo mismo, aunque no lo querían decir).

Sobre las tres de la madrugada creyeron ver una luz luminosa en la lejanía e intentaron acercarse a ella girando, a la derecha primero, y a la izquierda, después, según se aproximaban las rotondas y las plazas de la urbanización, pero no lo consiguieron, inexplicablemente.

José Antonio, estaba cada vez más nervioso por la situación tan sórdida que estaban viviendo, y aunque intentaba mostrarse tranquilo ante su esposa, cada vez lo conseguía de peor manera.

Cuando la luz parecía estar más cerca, en la siguiente rotonda o giro, parecía alejarse.

De pronto…, el coche se paró.

El combustible se había agotado, habían sido más de siete horas conduciendo por la urbanización, cansados y exhaustos absolutamente se rindieron a la evidencia de estar perdidos.

-       No te preocupes amor, cuando amanezca alguien nos encontrará o con la luz del día, podremos encontrar a alguien.

-       Durmamos algo.

-       Vale, mi amor.

-       Si, mi vida.

Se habían recostado en los asientos del coche inclinándolos, haciéndolos más confortables y habían entrelazados sus manos.

Semidormidos, al cabo de unas horas, una tremenda luz les sorprendió.

Sobrecogidos…, sorprendidos y esperanzados…, ambos salieron del coche levantando sus manos y gritando...

-       Hola…

-       Aquí…

-       Ayúdennos…

-       Socorro…

...

José Miguel, el compañero de María Isabel en el trabajo, varios meses después consiguió entrevistarse con Verónica, la terapeuta que había ayudado a José Antonio y a María Isabel.

-       Gracias por recibirme.

-       Me llamo José Miguel, era amigo y compañero de María Isabel.

-       Lo sé todo sobre usted, dijo Verónica.

-       ¿Se sabe algo de ellos?

-       No..., la policía estuvo preguntándome durante semanas muchos datos, y a pesar del secreto profesional…, colaboré con ellos en todo lo que pude.

-       No se supo jamás que había pasado con ellos, su pista se perdido en el viaje. Ni ellos..., ni el coche. Nada de nada.

-       ¿Y los teléfonos móviles?

-       Ninguna llamada…,  desde que salieron de su casa de Madrid.

-       ¿En el hotel?

-      No tenían ninguna reserva, ni habían pagado ninguna cantidad a nadie, según los extractos de su cuenta bancaria.

-       Estoy desesperado..., estaba enamorado de ella…, perdidamente enamorado de ella.

-       Lo intuyo, José Miguel, pero ella amaba a su marido desde incluso antes de conocerlo…, y él de ella…, eran una pareja perfecta. Estaban predestinados a ser un todo. (Dijo Verónica).

José Miguel salió del gabinete cabizbajo y con una cara de absoluta tristeza como hacía mucho que no había visto a nadie, pensó Verónica.

Aquella psicoterapeuta, vio en él un reflejo de muerte en vida, y un impulso incontrolado la obligó a intentar ayudarlo como fuese.

-       Por favor, José Miguel…, llámeme cuantas veces necesite.

Él no contestó.

Un instante y breve pensamiento ilusionante pasó por la mente de Verónica.

Fue a la ventana a verlo de  nuevo.

José Miguel como un autómata se alejaba calle abajo.

Quizás pueda volver a enamorarme alguna vez. Pensó fugazmente mientras veía alejarse a José Miguel.

Si, queridos lectores, ya lo intuyen o lo saben a ciencia cierta, muchos meses después, aquella pareja estaría unida, pues estaba predestinada a ser dos en uno, juntos durante el resto de sus vidas… El vínculo que los uniría había sido nuestra pareja desparecida, inexplicablemente.

FIN...

Espero que les haya gustado.

Cualquiera de ustedes puede escribirme a través de mi correo electrónico.

Estoy preparando una tercera obra de título: “Historias de cornudos consentidores”. Si alguno de ustedes quiere contarme su historia, con todo el gusto, la dramatizare cambiando los datos personales y dándole un ímpetu erótico de alta intensidad.

Espero sus noticias.

A todos los demás, pueden escribirme diciéndome lo que deseen. Contestare a todos.

A ella, solo desearle que sea feliz. La echo de menos..., mucho de menos.

PEPOTECR.