Por fin consigo hacerte mía... a pesar de tu novio

En un parque consigo tirarme a Bea, aunque para ello tuviera que convencerla de que no hacía nada malo...

  • Caray, qué rápido eres!

  • A qué quieres que espere?

Sabía que iba rápido. Que iba a saco. Pero no me importaba. Sentía en mí la soberbia del que sabe que no va a ser rechazado.

Habíamos dado un largo paseo hasta llegar a aquel parque escondido. Nos sentamos en aquel banco tan poco iluminado, después de que ella rechazara otro banco porque le llegaba de pleno la luz de la farola. A mí me daba igual. Sabía que desde que nos sentáramos iba a ser mía. No me importaba el sitio.

  • me encanta como besas!

  • Ya.

  • sabes que me siento mal haciendo esto, verdad?

  • Por?

  • Sabes muy bien por qué. Tengo novio, y sabes que lo amo. Pero te aprovechas de que está lejos y de que me pones muy cachonda.

  • y eso es malo?

  • sí, porque me hace sentir mal.

  • Pues no me beses. Es tan fácil como eso- dije retirando mis labios un poco hacia atrás. Ella no tardó en agarrarme de la camisa y colocar mis labios sobre los suyos.

  • es que me vuelves loca.

  • Piénsalo, no hacemos nada malo. Tú quieres a tu novio. Y necesitas sexo, lo sabes. De mí no te vas a enamorar, porque lo único que hay entre los dos es atracción. Así que déjate de darle vueltas a la cabeza y déjate llevar.

No me hizo falta mucho más para que Bea se dejara llevar. Poco después ya no se oía una voz en aquel banco. Las dudas habían quedado sepultadas por nuestros besos y nuestras manos. Fernando ya sólo era un recuerdo nebuloso en la cabeza de Bea.

Instintivamente mis manos fueron a parar a sus pequeñas tetas. Sabía que aquello le volvía loca, y yo estaba comenzando a sentirme muy cachondo. Que le sobara las tetas con aquel descaro estaba empezando a encender a Bea que empezó a emitir unos pequeños gemidos como apagados

  • me vuelves loca, cabrón!

  • eres una puta Bea. Qué crees que dría Fer si te viese aquí, tirada en este banco y siendo manoseada por un casi desconocido?

  • no le gustaría, eso seguro.

  • eres mi puta Bea. Lo sabes. Y me pones muy cachondo.

  • Ufff

Después de haberle comido la oreja, aproveché para soltarle el pequeño lazo que sostenía su pequeño traje blanco a su cuello.

  • qué haces?! Aquí no!

  • Shh. No te he pedido opinión

  • pero aquí nos van a ver. Por favor, espera.

Pero a esas alturas yo ya estaba mordisqueándole los pezones. Me encantaba jugar con aquellas tetas. Eran pequeñas pero perfectas. Y su piel era muy suave.

  • mmm, por favor para. Dios… sí!

  • tus tetas me vuelven loco, Bea.

  • sigue comiéndotelas, Santi… mmmm.

Mientras mi boca se afanaba en devorar cada poro de las tetas de Bea, mi mano se deslizó hacia su coño. Estaba caliente. Mucho. Y la humedad no dejaba dudas. Sus gemidos eran cada vez más intensos. En ese momento Bea aprovechó para manosearme el paquete por encima de los vaqueros.

  • Que dura la tienes!

  • Cómetela!

  • Ni hablar!

  • No?- pregunté mientras comenzaba a desabrochar los botones.

  • no sigas

  • Por?

  • No sigas… dios, la tienes enorme hijo de puta. Mírala. Es preciosa.

  • seguro que la de Fer no es ni tan grande ni tan gorda.

  • Ya lo creo!

  • no hay más que verte la cara de salida que has puesto para adivinar que es la polla más grande que has visto nunca… Pues quiero que te la comas!

Dije eso apoyando mi mano en su cuello y obligándola a bajar su cabeza hasta mi polla. No mostró un mínimo de resistencia.

  • Ufff, dios, cómo la chupas!! Ese Fer es un tipo con suerte por tenerte para él! Sigue, sigue, no pares. Me encanta sentir tu lengua en mi polla, me encanta mirarte y verla desaparecer en tu boca… mírate, no te cabe entera!

Aquello me estaba volviendo loco. Estaba a punto de estallar. Me moría de ganas de correrme en la boca de Bea, pero no se me iba a escapar sin que me la follara.

  • voy a follarte aquí mismo Bea. Quítate el tanga.

  • eso si que no, Santi. Es una locura!

  • a estas alturas me da igual. Quítatelo, o te lo quito yo.

Estaba tardando demasiado. Aproveché sus dudas para sobarle el coño sin tapujos. Si que se diera cuenta conseguí agarrar una tirita de su minúsculo tanga. Del tirón que di casi se lo rompo. La verdad es que estaba casi ciego. Tiré su tanga al suelo. Tenía dos dedos dentro de su coño. Su calor me quemaba y me empapaba. Sus gemidos me decían que estaba a punto de correrse.

  • te la voy a clavar hasta el fondo, puta!

  • dios, métemela ya, me voy a correr!

De un rápido movimiento me la coloqué sobre mí. Jugué un rato con mi polla en su clítoris. Quería hacerla sufrir. Notaba como cada vez su cuerpo se tensaba más, como sus gemidos eran cada vez más agudos. Sentía que su orgasmo estaba cerca y no quería hacerla esperar. Casi por sorpresa se la metí de golpe. De lo húmeda que estaba se resbaló hasta lo más profundo. Allí el calor era insoportablemente placentero.

  • Ahhh, sí, sí. Así!

  • Dios Bea, no sabes cuánto tiempo he deseado esto. Me encanta follarte!

  • me matas cabrón, me matas.

  • Ahh zorra, follas como los ángeles!

  • Dame duro joder, soy tu puta! Párteme en dos!!!

Estaba a punto de correrme. Podía sentir todos mis nervios activados. Mis sentidos apagados, sólo estaba centrado en el placer que estaba sintiendo. Desde aquel parque, obviamente, podían vernos… y oírnos, pero ya no atendíamos a razones. Me estaba follando a una chica que me volvía loco. Tan normalita, tan recatada… y era una auténtica puta. Nada fácil de contentar.

  • Me corro Santi, me corroooo

  • sí, Bea, sí!!!!

  • Ahhhh, uffff, daleee, daleeee, me voy, me voooyyyy

-dioooossss!!!!

  • Mmmmmm!!!

En aquel momento nos corrimos como salvajes. Parecíamos animales enjaulados, desesperados. Yo seguía clavándosela hasta el fondo, notando como mi orgasmo inundaba el interior de Bea… sus gemidos en mi oído hacían que no terminase del todo mi orgasmo.

Nos quedamos abrazados, así, un largo tiempo. Ella con el traje suelto del cuello y recogido hasta la cintura, sus preciosos pechos al aire y yo con mis pantalones por los tobillos. Difícilmente podríamos haber dado una explicación en aquella situación. Afortunadamente nadie pasaba por allí y pudimos vestirnos sin mayores problemas.

Le comí la boca a Bea como agradecimiento por el polvazo que me había echado. Siempre sospeché que el sexo entre ambos sería increíble, pero esa noche pude comprobarlo.

Cuando Bea vio el tanga sobre el césped me miró inquisitiva, pero la verdad es que no recordaba ni como había ido a parar allí. Pero la perspectiva de que Bea fuera a tomar café conmigo sin tanga se me antojó muy interesante… y la verdad es que las cosas que allí pasaron también son dignas de contar… en otra ocacsión!