Por fin con un transexual

Voy a relataros cómo, cuando menos te lo esperas, puedes experimentar algo que llevas deseando mucho tiempo. Este es el inicio de mi historia con mi fetiche favorito: los transexuales.

Voy a relataros cómo, cuando menos te lo esperas, puedes experimentar algo que llevas deseando mucho tiempo. Este es el inicio de mi historia con mi fetiche favorito: los transexuales.

Era sábado, y yo de aquella acababa de dejar un empleo temporal que había tenido, por lo que me encontraba con fuerzas suficientes para salir por Barcelona. Aquel era un día algo especial además; nos habíamos juntado la mayoría del grupo lo que era casi un milagro. Decidimos ir a una de esas discotecas poco conocidas por la masa de borregos, donde hay ambiente pero sin estar como vacas en un establo sin poder moverse. La noche iba bien, a medida que las copas corrían eramos menos ajenos a lo que ocurría alrededor. O al menos eso me pasaba a mi, porque tardé en darme cuenta el barullo que había a mis espaldas. Mis amigos, y otros tantos que había por ahí, se estaban riendo de alguien.

“cuidado, marica a la vista” “vigilad vuestros culos que os folla” Yo no entendía a qué venían esas burlas, hasta que le pregunté a mis amigos. Resulta que detrás nuestro había un transexual. Para ellos, allí había un pervertido, un hombre peligroso que estaba ahí para violarlos a todos; para una persona normal, era una mujer que obviamente había sido un hombre en su día. Era más alta que la mayoría de las mujeres; las facciones de la cara eran marcadas, igual que unos hombros anchos pero delgados, en sintonía con el resto del cuerpo. Vestía unos pantalones de cuero negro apretados y un top que solamente tapaba sus casi inexistentes pechos, dejando a la vista un abdomen muy delgado, pero bastante marcado. Si no supiesen que era transexual, dirían que era una atleta. Su pelo era rubio, teñido probablemente, con un lateral de la cabeza rapado.

Eso era para mis amigos y para una persona normal. Para mi, era como la sirena de tantos cuentos marineros, una belleza exótica, casi una deidad. Sí, como podéis ver me encantan los transexuales. Miento, estoy obsesionado con ellos. Antes de continuar con el relato, es necesario explicar el origen de mi obsesión.

Cuando “descubrí” los transexuales se abrió ante mi la extraña pero perfecta combinación de mis dos gustos preferidos: el cuerpo de una mujer y la polla de un hombre. Lo primero no necesita explicación. A mi me gustan las mujeres, me masturbo pensando en mujeres, me excitan las mujeres…etc. Lo segundo es algo que pocos entienden. La gente suele poner la barrera de la homosexualidad en el pene: si fantaseas con comerte una polla, eres gay. Y punto. Pero nada más lejos de la realidad. A mi el cuerpo y la cara de un hombre no me atraen en absoluto, pero si una buena polla. Esto posiblemente tiene su raíz en la frustración con mi propio pene. Aun siendo  una medida solamente un poco por debajo de la media (me mide casi 11), mi deseo por tener una polla más grande acabó derivando en una atracción hacia ellas. Cuando veía porno, me fijaba en el pene de los actores, pensando cómo me vería si tuviese esa medida. Iba creándome preferencias, y gustos,y en mi mente tenía una idea clara de qué polla me gustaría tener a mi mismo. El siguiente paso en mi obsesión era claro, el pene se había convertido para mi en algo casi ajeno para el cuerpo, y deseaba uno, como si para ello tuviese que quedar con un desconocido, chupársela mientras imaginaba que no estaba de rodillas ante un hombre, si no ante la chica que me gustase en aquel momento.

Me había quedado embobado mirando al transexual, y me di cuenta de que me había empalmado. Ese era el efecto que tenían sobre mi. Lograban que tuviese una erección incluso estando borracho, algo que no me pasaba desde mi adolescencia. Menos mal que las discotecas son nocturnas y nadie pudo advertirlo. Volví a mirar al frente, sabiendo que era una locura, imposible poder acercarme a ella (porque al fin y al cabo se siente una mujer) sin que los de mi alrededor se diesen cuenta. Al cabo de un rato volví a girarme, intentando deleitar mi vista con mi diosa una vez más, pero ya no estaba. Se había ido, probablemente harta de las bromas y los insultos de los imbéciles de mis amigos.

En un momento de la noche tuve la urgencia de ir al baño, y como mis amigos estaban demasiado ocupados siendo unos zombis por la borrachera, tuve que ir solo. Al llegar frente la puerta de los lavabos me encontré con 6/7 tíos fuera, sin entrar, y riéndose. Les pregunté si estaban haciendo cola y me dijeron que no, que pasase. “pero cuidado, que igual te follan el culo si no estas alerta” dijeron entre risas. Yo no entendía qué pasaba, pero entré en el baño igualmente. Estaba vacío pero aun asi me dirigí al final de la hilera de meaderos como hago siempre. Hago esto por la frustración que mencioné antes, me da vergüenza mear en baños públicos por mi complejo. Había empezado a mear cuando la cabina más cercada al urinario de pared en el que estaba se abrió. Y ahí estaba ella. Sabía que era mi oportunidad, o lo intentaba en ese momento o me arrepentiría siempre.

-Menudos gilipollas los de ahí fuera, eh- dije yo

-Ya ves, pero estoy acostumbrada, intento no hacer caso

Su voz no era en absoluto masculina, si acaso un poco grave.

-Pero por qué entras en estos baños, si tú eres una mujer

-Eso díselo al imbécil del portero, que me sacó del baño de mujeres diciendo “si puedes mear de pie, al baño de hombres”

-Vaya…

No sabía que más decir, estaba demasiado nervioso para tomar la iniciativa. Pero ella no se había movido del sitio, aun cuando estaba claro que yo había terminado de mear hacia ya rato. No era tonta, me había calado al momento. Por eso tomó ella la iniciativa

-¿Qué tal si salimos ahí fuera y te invito a una copa?

-Ya, es que…

-Te da vergüenza que te vean conmigo ahí fuera ¿verdad?

-Si, lo siento… es que mis amigos son unos cretinos, se reirían de mi toda la vida. No lo entienden.

Se la veía claramente decepcionada, y se dio la vuelta para marcharse cuando por fin yo tuve un arrebato de iniciativa

-ESPERA! Toma, apunta mi número y háblame por whatsapp, intentaré librarme de mis amigos.

Funcionó, ella sonrió y apunto mi numero. Salimos del baño en tiempos distintos, y al salir tuve que aguantar las bromas de los de antes preguntándome si me había hecho algo. Volví con mis amigos y al comprobar el móvil tenia un whatsapp con una carita sonriente y un “estás a tiempo de tomarte esta copa”.  Empezamos a escribirnos por whatsapp: primero cada 10 minutos, luego cada 5, y al final estaba de pie, pasando por completo de la música y hablando con ella, tonteando. En esto que me dice “último tren, me he ido y estoy de camino a casa. Puedes tomarte la copa que me debes allí. Pero ven ya”. No lo dudé ni un segundo, les dije a mis amigos que tenía que irme, que tenía cachonda perdida a una chica con la que estaba a rollos en aquella época. Mis amigos se rieron y me creeyeron; eso explicaba por qué había estado tan absorto al móvil.

Salí de allí corriendo hasta llegar a la calle en la que me dijo que estaba esperándome

-Por poco, ya estaba a dos calles de mi casa- me dijo riendo

-Oye, que he venido corriendo lo más rápido que he podido. Eso no lo hago por muchas chicas en el mundo

-Jajaja eres un cielo. Por cierto, me llamo Sheyla

Por fin, tras tantas horas, una presentación formal. Me presenté y recorrimos las 2 calles hasta su casa en un incomodo silencio. Entramos en su portal y subimos las pequeñas escaleras hasta el ascensor. El ruido del ascensor fue para mi como un activador, y me lancé sobre ella para darla un apasionado beso que, por fortuna, fue correspondido. Besaba con fuerza, con pasión, pero de forma experta sabiendo lo que hacía.

-Quieto machote, espera al menos a estar adentro y tomarnos algo

-A la mierda la copa, te deseo y necesito que seas mía ahora mismo

Salimos del ascensor torpemente, besándonos. Ella abrío la puerta de su casa y me cogió de la mano, llevándome directamente a su habitación. Nada mas entrar me tiro en el borde de la cama, quedando yo con las piernas fuera, sentado. Sheyla se arrodilló ante mi y se dispuso a quitarme los pantalones

-No, para…no es esto lo que yo..

-Ah…ya, quieres ir directamente a lo otro- dijo con un claro tono de decepción

-No, no es eso. Es… es que quiero que sea…al revés

-Uy, algo me imaginaba yo; o sea, que eres un pasivo ¿no?

-Nonono…bueno, si…pero contigo. Quiero serlo contigo. Si a ti te gusta, claro

Con una amplia sonrisa en su cara me dijo –Puedo ser lo que tú quieras que sea

En un hábil movimiento, se levanto cual felina, dejándome la labor de quitarle la ropa. Aproveché que tenía que quitarle los pantalones para agarrar con firmeza su terso trasero, recreándome con la textura del cuero de sus pantalones. Al bajarlos, quedo ante mi un tanga que difícilmente cubría lo que para mi era una obra de arte. Desprendía un agradable olor a higuiene, algo que siempre es de agradecer. Fuera de autocontrol, apoyé mi cara sobre el tanga, oliendo su rabo y lamiendo la tela. Cuando ya no pude más, liberé a la bestia, que saltó como un resorte, coronándose como el rey de aquella habitación. Y no era para menos, todo giraría en torno a él.

Comencé con suaves besos y lamidas a lo largo del tronco. No era excesivamente grande, unos 17cm diría yo. Pero era ancha y de formas proporcionadas. Cuando ya no pude más, acumulé toda la saliva que pude en mi boca y lo introduje dentro. Ante el cálido nuevo huésped que su polla tenía, Sheyla emitió un gemido de placer. La mamada aumentó de ritmo poco a poco, emitiendo unos ahogados sonidos que a ella la volvían loca. Al poco, ella me pidió parar, o se correría en ese mismo momento. Aprovechamos ese momento de descanso para quitarnos del todo la ropa, y nos echamos en la cama. Al ver su delgado pero marcado torso, me fije en sus pechos. Iban en sintonía con su cuerpo, pequeños y apetecibles. Algo de agradecer. Me lancé sobre ellos, los agarré con suavidad, los besé, los chupé. Me encantaban, podría estar horas así. Pero estaba desatado, por eso se me escapó un “fóllame la boca. Fóllamela lo más fuerte que puedas”

Me tumbé en paralelo a la cama, con la cabeza junto al respaldo. Ella se puso de forma que quedaba encima mio, con las rodillas a ambos lados de mi cuerpo. Acto seguido me metió su polla en la boca, comenzando unas embestidas cada vez mayores y más fuertes. Tardé en acostumbrarme, incluso solté alguna arcada. Pero aquello me encantaba; me gustó tanto que lo que fueron varios minutos me pareció segundos, y por eso me sorprendí cuando ella, entre gemidos dijo “me corro, me corro”. Se echó un poco para atrás, soltando una cantidad asombrosa de espeso semen sobre mi desnudo pecho. Jadeando, ella se tumbó sobre la cama y yo me limpié el semen.

-Bueno..¿ya está?- dije yo

-¿Bromeas? Acabamos de empezar cariño, deja que recargue

-¿Y que hacemos mientras?

-Déjamelo a mi…tú ponte comodo

Me tumbé sobre la cama y ella sacó un gel que se lo echó en las manos,y un poco en mi pequeño miembro erecto. Ahí pensé que esa mujer era o había sido prostituta, porque el masaje que me hizo fue algo insuperable. Con delicadeza, me masturbó lentamente, apretando en puntos donde la sensibilidad es mayor, y haciendo movimientos circulares. Yo estaba gozando como nunca, pero cuando la avisé que me quedaba poco para correrme ella paró de golpe

-No te corras, ya estás listo. Tenemos que corrernos a la vez

Entonces cogió el gel de antes y me ordenó ponerme a cuatro patas. Con mano experta, masajeó mi ano con sus lubricados dedos, introduciendo primero 1, luego 2, y al final 3 dedos. Estaba listo, ya podía montarme como un semental. Me preguntó si tenía alguna postura preferida, y la verdad es que la tenía. Me tumbe boca abajo, elevando ligeramente mi culo, para que ella pudiera ponerse encima y follarme dominantemente. Así lo hizo, y comenzó introduciendo solo la punta. Ahí pensé en echarme atrás, el dolor era casi insoportable. Pero ella se echó hacia adelante, quedando todo su cuerpo encima mio, y comenzó a besarme para que me tranquilizase. Surtió efecto, y el dolor se fue para dejar paso al mayor placer conocido por el hombre.

El ritmo incrementó, y empezó a follarme fuertemente, rebotando su definido cuerpo contra mi culo una y otra vez, haciendo un ruido que me vuelve loco con solo recordarlo. Ella era mi ama, y yo su esclava, su putita personal. Así me lo hacía saber, a lo que yo solamente podía dar pequeños sonidos de asentimiento que quedaban ahogados por mis fuertes gemidos. Así, entre gemidos, ella se corrió, y al momento hice yo lo mismo. Mi pene, empotrado contra el colchón, emitió la mayor cantidad de semen que jamas ha echado.

Nuestros sudorosos cuerpos se pusieron al mismo nivel, y cuando ella me preguntó que si quería quedarme a dormir, la respondí con un beso. A la mañana siguiente volvimos a hacerlo en la ducha, donde descubrí que me encantaba mamar de rodillas bajo el agua.

Espero que os haya gustado el relato que, por desgracia, es ficción. Como curiosidad, a quien se sienta atraído por las trans, que busque en internet los siguientes 2 nombres: Melissa Bonekinha y Miran. Son mis dos reinas que me han servido de inspiración y, a diario, de excitación.

Intentaré escribir más relatos sobre este tema, que me encanta. Lo que mi escaso tiempo libre me permita.