Por fin...
Confesion de una mala historia
Nuestros días eran días de lluvia; mejor dicho, noches lluviosas.
No estaba concebido a propósito pero cada cita terminaba en lluvia intensa bajo nuestras cabezas protegidas por el techo del coche.
Era una sensación agradable tener el cuerpo desnudo con el golpear de las gotas contra la chapa del automóvil protegiéndonos de la fría humedad.
No, no nos citábamos a drede en días de lluvia pero era como una señal del más allá y entonces aún no conocía su significado.
Sin embargo el día que nos conocimos resultó un precioso día otoñal en el que el sol nos regaló un poquito de su calor.
Aquella primera vez ya supe que no eras el hombre que esperaba encontrar en mi vida….y sin embargo tanta era mi necesidad de sentir unos labios en los míos, un poco de calor humano, un rato de compañía,.Tan patética resultaba mi vida entonces….que fingí no darme cuenta de ello!
Me recogiste en la puerta de casa y no te molestaste en salir del coche para recibirme en ese primer encuentro, lo que inmediatamente restó puntos:!soy una romántica incurable y valoro mucho los pequeños detalles, la buena educación y ciertos valores cada vez más difíciles de encontrar en el otro!.
Me decepcionó- no voy a negarlo- por mucho que más adelante intentaras justificar ese detalle con absurdas excusas.
Después llegaron otros pormenores a los que tú no dabas importancia y que yo valoraba quizás en extremo.
En aquel primer encuentro no paraste de hablar y hablar….me contabas mil cosas insignificantes y yo escuchaba paciente y a la espera de mi turno, pero no llegó.
Quise excusarte diciéndome que era fruto de los nervios (después, con el tiempo y el trato desistí de esa idea al comprobar que tu siempre hablabas y hablabas, pero no te parabas nunca a escuchar).
En nuestra segunda cita las cosas no fueron mejor.
Yo había dejado claro que no buscaba pareja y pareciste aceptarlo e incluso recalqué que lo único que necesitaba en mi vida en ese momento en el que te cruzaste en ella, era una persona dispuesta a satisfacer mis instintos primarios. Tras una reciente y dolorosa separación mí cabeza no estaba para más y menos aún mi corazón.
Lo sé, no hace mucho decía ser una romántica incurable y ahora confieso buscar un hombre para sexo….y aun que parezca contradictorio, una cosa no resta la otra.
De hecho, nuestros primeros contactos fueron a través de un chat para adultos, donde por un periodo breve de tiempo jugué a seducir y poner cachondo a todo el que tras mi cámara disfrutaba pidiéndome que me quitara mis prendas.
Eras muy persistente e insististe en tener una cita y acepté y luego se volvieron más continuadas y así llegaron los cafés y besos que pasaron a ser verdaderos calentones de adolescentes al poco tiempo, hasta que en uno de ellos me despojé de la ropa y me masturbaste hasta llegar a un intenso orgasmo.
Aún recuerdo con deleite el calor de tu lengua en mi sexo y mis gritos de placer mientras permanecía rígida y en una imposible postura dentro del coche hasta que conseguiste, sin mucho esfuerzo, hacerme correr de gusto para tras una pausa, comenzar de nuevo.
No mucho después supe porqué manejabas con tanta destreza tu boca y tus dedos…
También recuerdo muy vívidamente la sensación de vergüenza al saber que sólo yo disfrutaba de tan maravilloso momento pese a que me juraste que carecía de importancia y que habías disfrutado enormemente viéndome tan encendida ,pero me prometí no volver a tener sexo si no era compartido.
Nuestros encuentros surgían siempre a última hora de la tarde.
Ambos estábamos ocupados con el trabajo y yo con mis hijos, por lo que sólo quedábamos a partir de las 20h.
Quizás porque era finales de otoño, como decía al comienzo, terminaba lloviendo a mares fuera, mientras yo terminaba desnuda dentro, en tu coche.
La tercera vez que subimos al campo para tener sexo (no nos andábamos con rodeos, pues ambos sabíamos lo que había), ya tenía una pregunta para hacerte en mi cabeza:¿?acaso no te excitaba lo suficiente como para provocarte una erección?.
Acariciaba tu sexo sin resultados visibles y mi inseguridad y mi autoestima bailaban al mismo lento compás por ello así que te lo pregunté directamente:
-“tienes algún problema?”.
Sabía, por tus reacciones, cuando te sentías incómodo con un tema y en este reaccionaste a la defensiva primero hasta que te tranquilicé diciéndote que en principio carecía de importancia para mí, pero que quería saberlo y me contaste que hacía años venias padeciendo de disfunción eréctil, pero que no era porque yo no te excitase, que más bien creías que era un problema “de cabeza”.
Al igual que un millonario asegura que el dinero no da la felicidad (pero no renuncia a él), o que una persona obesa o poco agraciada asegura que el aspecto no importa(cuando ya se ha aburrido de estériles dietas y costosas cremas) tu aseguraste que el sexo no era importante para ti en una relación….
Te equivocabas de lleno y más en esta relación, ya que yo buscaba un amante, no un sustituto de mi consolador! y aunque podía “disculpar” un gatillazo de vez en cuando, o la ausencia de erección en algún momento, no concebía la idea de vivir una relación sexual no plena con un tipo que además cada vez me gustaba menos en todas sus facetas, porque al margen de nuestros furtivos encuentros “sexuales”, tu presencia en mi vida se estaba volviendo tediosa y agotadora.
No aceptabas un no como respuesta a tu necesidad de de verme, haciendo asfixiantes tus demandas para tomar café o quedar para dar una vuelta; tus llamadas al móvil eran constantes para las tonterías más absurdas, y el seguimiento que pretendías hacer de todos mis movimientos terminó por agotar mi paciencia.
Si añado además, que físicamente distabas mucho de ser un tipo “a mi gusto”, que tu personalidad me crispaba y que no terminaba de encontrarte “el punto” para que pudiéramos encajar, encontraba motivos suficientes para desear terminar con esta extraña relación nuestra con urgencia.
El problema era poder decírtelo de un modo suave y poco doliente…así como el hecho de no dejarme llevar por mi necesidad de afecto estando contigo, pues aún cuando no me satisfacía tu presencia plenamente, todavía creía que era mejor estar mal acompañada que sola y terminaba sucumbiendo a mis instintos haciendo caso omiso a mi corazón.
En cada cita me hacía el propósito de serte sincera…pero algo me bloqueaba, por lo que opté por darte negativas a cada una de ellas para espaciar el tiempo, pero cuantas más veces decía no a una proposición más comenzabas tú a atosigarme e insistir en quedar hasta que lograbas tu fin: salirte con la tuya.
Por mi parte, cada vez me sentía más incomoda teniendo que ceder a ello, pero era mejor que la interminable batalla que comenzaba desde el momento que decía no.
Me consolaba haciéndome creer que el “no sexo” contigo no era tan malo…y realmente no lo era….bajo la lluvia, desnuda ante ti, mis orgasmos eran auténticos manantiales de placer.
Besabas como pocos y sabías hacerme gozar….pero no me bastaba.
Yo quería un hombre entero; una buena polla invadiendo mi interior…y por más que lo intenté no hubo manera de hacer crecer tu pene y me frustraba.
Por ello y mil cosas más, como tu necesidad de controlar cada instante de mi vida, como esa necesidad inexplicable a aferrarte a mi a cualquier precio, aunque este fuese mi desilusión, mi desgana y mi frustración, tu pretendías apegarte a mi aun cuando yo llegaba a ser realmente desagradable contigo y a darte largas y cortantes NO a todas tus peticiones…
Pero todo te daba igual con tal de tenerme cerca y yo odiaba a esa persona que eras.
Me costó deshacerme de ti, por que no aceptabas mis “no” por respuesta…
Supongo que sabías bien que poco tenias que hacer con cualquier otra “en su sano juicio” y aprovechabas esa necesidad mía de no sentirme sola en el momento de mi vida que estaba atravesando.
En fin…querías una explicación del porqué(aunque bien lo sabias de ante mano, canalla);te dejé por no poder follarme, por querer hacerme creer que lo importante eran los sentimientos, por manipularlos a tus necesidades….
Te dejé, por que nunca fuiste nada y no me costó…