Por favor señora. Capitulo 7
Regina acepta sentirse atraida por Miguel Ángel, pero tiene que decidir que hacer a continuación...
CAPÍTULO 7 “Diseñándote”
“Más que amante eres amor y tu mirada es la sonrisa, de Mona Lisa. Más que amante eres mi piel, cuando te miro, te imagino de porcelana” Luis Miguel.**
-¿Cómo sabías que era yo? –le dijo la voz de Miguel Ángel
-Intuición femenina. –le respondió suavemente.
-Ósea que además de todo eres vidente…
Regina soltó una risita.
-Hay muchas cosas que todavía no conoces de mí.
-Pues, me gustaría conocerlas. Me gustaría conocerte.
Ella parpadeó sin poder creer lo que acababa de oír.
-¿Hay alguien ahí? –preguntó él.
-Sí…aquí estoy.
-Te quedaste callada.
-Me distraigo muy a menudo.
-¿Te interrumpí en algo?
Regina volteó a ver a su alrededor. Se encontraba en el sótano, pero el suyo no tenía un aspecto oscuro y tenebroso, sino todo lo contrario, lo había mandado a remodelar y parecía un gran estudio, un bunker con todos los servicios. Así alejada del ruido y de cualquier distractor ella podía trabajar en sus diseños y…en sus pinturas.
-No, para nada. Estaba…viendo televisión. –dijo mientras miraba un caballete recién comenzado.
-¿Así? ¿Y que veía la señora a estas horas?
El caballete tenía un esbozo de una figura masculina sentada al piano, le había aplicado la base y estaba empezando a materializar.
-Una película que se llama…El Pianista.
-¡Claro! Sí la conozco, con Adrien Brody
-Esa misma, una joya ¿No crees?
-Claro, como tú…
Ella se sonrojó.
-Gracias…-le respondió.
-No hay de qué. Me preguntaba qué planes tenías para la semana próxima.
A Regina le brillaron las pupilas.
-Pues, trabajar. Empezar a preparar la campaña de los nuevos lanzamientos.
-Ya veo que en tu vida todo es trabajo…me gustaría invitarte a comer para proponerte algo.
-¿Algo como qué?
-Una propuesta de trabajo, nos beneficiará a ambos y…nos volverá un poco más cercanos. Confío mucho en ti.
Ella reflexionó por unos segundos.
-¿Estás de acuerdo? –preguntó él.
-Claro. ¿En dónde te veo? –respondió.
-Elige el lugar que tú quieras, que más te guste. Podría ser el Lunes por la noche.
Estaba perfecto porque no tenía que esperar mucho para poder volver a verlo.
-El Lunes me parece bien, te enviaré el lugar y la hora.
-Excelente, entonces te dejo seguir viendo tu película. Que pases buenas noches, Regina.
-Gracias…igualmente y hasta pronto.
-Hasta pronto.
Cuando terminó la llamada, Regina soltó un largo suspiro. ¿Qué había sido eso? ¿Realmente una propuesta de trabajo? ¿Una excusa para acercarse a ella? Cualquiera de las dos sospechas le gustaba, pero sin duda alguna deseaba que se tratara de la segunda. Miró el cuadro que estaba iniciando, había grabado los rasgos físicos de su modelo, cada detalle de aquel escenario; mientras plasmaba sus ideas sobre lienzo en blanco recordaba todo lo vivido en esos últimos días.
Y llegó a la conclusión de que aún no sabía quién era él, ni de dónde venía ni que había hecho antes, si siempre Radio Efusiva había sido suya o tenía una historia a acuestas. No sabía dónde había nacido, quienes eran sus padres y lo más importante ¿Había alguien en su vida? Alguien con quien compartiera sus días, si bien había escuchado decir de su propia boca que la tal Alina no era más que una amiga, prefirió no andarse por las ramas. De todo lo que desconocía de aquel hombre lo que más le importaba era su estado civil.
“Quizá podría investigarlo” se dijo mentalmente mientras pintaba el cuadro, pero sabía que sería una acción demasiado balurda. Por eso iban a salir, por eso iba a conocerlo poco a poco, ganarse su confianza y así lograr su objetivo.
-Un momento, Regina… ¿Cuál objetivo? –se dijo a sí misma.
Miguel Ángel Aranda le parecía un tipo extremadamente atractivo y no sólo físicamente, era un hombre culto, de mundo, de buenas costumbres…probablemente de alguna familia acaudalada, era un caballero y sabía tratar a una mujer. Finalmente aceptó que se sentía atraída, pero también lo deseaba como hombre. Esta conclusión la hizo llegar a una disyuntiva: conquistarlo o dejarse conquistar.
-¿Cómo esperar a que me conquiste si ni siquiera sé si siente lo mismo que yo? –preguntó a su yo interior, mientras avanzaba con la pintura.
Otro de los hobbies de Regina era la pintura, sólo que en menor proporción. Quizá si no se hubiera dedicado al diseño de joyería habría sido pintora, probablemente le habría ido bien, pues tenía el talento. Ese hobby había quedado de lado desde hace muchísimo tiempo, sólo era un medio de desestrés, donde desfogaba sus problemas, tristezas, frustraciones o para plasmar el recuerdo de algo bello, como en este caso de Miguel Ángel tocando el piano.
Se alejó un momento para ver cómo iba quedando el cuadro y mientras sonreía se dirigía a un frigo bar que tenía cerca, sacó una Heineken que se hallaba casi temblando de frío. Encendió el mini componente y la voz de Vicentico surgió para su deleite.
Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo
es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo
ya no puedo acercarme a tu boca sin deseártela de una manera loca
necesito controlar tu vida, saber quién te besa y quién te abriga.
Sonreía porque no entendía las tretas del destino, simplemente todo iba encajando, todo se iba acomodando. Lo que tuviera que sonar ya sonaría, pero no quería dejar pasar la oportunidad de idealizar a aquel hombre que la estaba empezando a hacer sentir tan diferente.
Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo
es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo
ya no puedo continuar espiando, día y noche tu llegar adivinando.
ya no sé con qué inocente excusa pasar por tu casa
ya me quedan tan pocos caminos y aunque pueda parecerte un desatino
no quisiera yo morirme sin tener algo contigo…
Mientras avanzaba con su pintura se detuvo a pensar en que no tenía mucha experiencia en el arte de la seducción y en cuanto a su esposo, prácticamente no tuvo que hacer nada porque había sido amor a primera vista y a los tres meses ya se habían casado. Todo fue muy rápido con Ignacio, pero le quedaba el consuelo de que habían vivido juntos muchísimos años y sido infinitamente felices. Entonces ¿Qué debía hacer ahora? Ciertamente, le gustaba Miguel Ángel pero sabía muy poco sobre él.
Estaba impaciente por conocerlo más y no podía esperar hasta el Lunes para volver a verlo, pero tampoco quería parecer asfixiante ni tratar de obtener información por su propia cuenta, decidió que dejaría fluir las cosas, no apresurarlas ni alterarlas, todo caería por su propio peso y daba por sentado de que eso sería mejor. Todavía podía sentir aquellos labios en su piel, sería muy difícil resistir las ganas de llegar a más, ganas que en ese momento no se mostraban con claridad, pero que estaban despertando como una criatura que ha dormido por milenios en lo más del mar.
Hizo con mucho detalle el rostro de Miguel Ángel, sus mínimas líneas de expresión, su mirada bondadosa, el oscuro cabello para seguir con sus manos, las horas pasaban y casi amanecía pero ella no desistía, era una escena maravillosa pero obviamente se necesitaría más sesiones para obtener mayor realismo. A Regina no le importaba no dormir en lo absoluto, quería ver materializada esa idea y no olvidarla nunca más. Cuando dieron las 6 en punto de la mañana, subió a su cuarto y se desplomó en la cama.
Cuando Regina despertó ya pasaban de las 2 de la tarde, se incorporó casi de inmediato, habiendo confundido el domingo con un día laboral, las desventajas de una vida agitada. No recordaba la última vez que se había tomado unas vacaciones, los viajes que había hecho fueron por trabajo, sin tiempo para salir y despejarse, sin poder divertirse. Se estaba convirtiendo en un robot, en una máquina de hacer dinero.
Tanteó en la mesita de noche hasta encontrar sus Benson&Edge y un encendedor, y mientras hacía lo propio alzó la vista para mirarse en el espejo. Se veía diferente, menos vieja, pero si algo cansada; inhaló el cigarrillo y sintió sus pulmones llenarse de ese mal necesario, los mechones rubios le caían por la cara para después levitar cuando expulsó el humo de manera pausada. Había soñado con Miguel Ángel.
Lo recordaba como si hubiera sido algo real, él al piano y ella a su lado, el pequeño detalle es que Regina se encontraba al natural, Miguel Ángel la miraba con deseo, con admiración y una pizca de lujuria; todo aquello que la hacía sentir viva, todo lo que anhelaba por parte de él. Estaba convencida de que era un sueño, lo que muchos llamarían un sueño lúcido y consciente de eso decidió aprovecharlo acercándose a él poco a poco hasta quedar frente a frente, bajando sus manos mientras buscaba sus labios y sentir su intimidad a punto de explotar.
Los mejores sueños siempre se ven frustrados y una vez más se encontró en su habitación, en su cama vacía pero con la satisfacción de haber logrado sólo un poco de lo que ella quería. Ignacio la miraba sonriente desde el tocador y ella esquivaba su mirada, con temor a ser cuestionada por algo que ni ella misma se explicaba. Se levantó de la cama con el cigarro en los labios y fue a su encuentro; ahí estaba él…siempre vigilante, siempre en silencio, sonriendo como si supiera lo que ella estaba pensando.
-Perdóname mi amor…-dijo acariciando el retrato con ternura- pero no quiero que veas en lo que me he convertido.
Y fue todo lo que le dijo a modo de disculpa, después colocó el retrato boca abajo, así ninguno de los dos tendría que verse, ni sentirse culpable. Ignacio podía estar seguro de su amor, pero él ya se había ido, ella necesitaba sentirse amada una vez más, no quería morir sin sentirse plena y sabía que él la entendería, la justificaría y perdonaría.
Se dirigió al cuarto de baño y abrió los grifos de la bañera, se desvistió lentamente y miró con dirección a la báscula. Recordó lo que Miguel Ángel le había dicho, no podía vivir a dieta toda la vida, de ser así se perdería de lo que la misma vida tenía para ofrecer. Abrió la ventana para dejar entrar el aire, necesitaba oxígeno, sentir que podía sentir, que podía amar y deseaba con todas sus fuerzas sentirse amada.
Le dio una calada al cigarro nuevamente y se preguntó desde hace cuánto estaba sola, como en un abrir y cerrar de ojos su vida había cambiado, como había reunido las fuerzas para recoger los pedazos de ella misma y volverlos a unir. Había llegado la resignación por la pérdida de su compañero, ahora veía con respeto y amor a su propio hijo construir su vida y los cimientos de su futuro, había levantado esa empresa y la había hecho prosperar aún más de lo que ya había logrado Ignacio… ¿Qué había hecho por ella misma?
Esa pregunta asaltó su mente, pero se sentía tranquila, mirando a lo lejos por su ventana inhalando el veneno que tanto la tranquilizaba, tratando de comprender en donde estaba y sobre todo a dónde iba. Se sentó al borde de aquel ventanal, completamente desnuda, que más daba si alguien la veía, ella no lo vería y sería como si nada hubiera pasado. Se estiraba lentamente, eso le daba placer y bienestar, su mente daba vueltas, había tantas opciones pero ninguna la terminaba de convencer.
Se puso de pie y a como pudo se contempló en el espejo de cuerpo entero que tenía en el baño, se sabía en buena forma; porque a pesar de su edad tenía todo justo en su lugar, un par de pechos medianos completamente firmes que se erguían con orgullo, un vientre plano, caderas medianamente anchas y un par de glúteos que apuntaban al cielo; todo esto producto de años y años de actividad física, el embarazo había sido una etapa hermosa y especial, amó ver su cuerpo crecer y al pequeño ser que se formaba dentro de ella.
Seguía mirándose en el espejo y su piel tersa y suave pedía a gritos que alguien la acariciase, ciertamente se sentía abandonada y al igual que otras pieles y corazones merecía un trato amoroso. La bañera estaba lista y terminó de prepararla con velas aromáticas y geles de baño que desprendían un perfume embriagante. Entró en el agua, caliente pero soportable, su cuerpo absorbía la energía del agua y se permitía relajarse a su antojo, sin pensarlo se sumergió completamente dentro de la bañera, podría morir ahí y sería hermoso.
Regresó sin más remedio a la superficie, exhalando, sonriendo, completamente relajada, recostándose tratando de pensar cual sería el siguiente paso en su plan porque…tenía un plan. Deseaba a ese hombre, eso estaba claro, pero tenía que cerciorarse de que este también la deseaba y no sólo esa era su duda, sino hasta dónde podría llegar, que límites habrían.
-No puedo enamorarme de ese niño. –soltó de forma determinante- pero me estaría contradiciendo en mi propia filosofía…-dudó.
En efecto, ella no quería una aventura, quería algo duradero, algo serio y sabía que todo aquello distaba de lo que podría llegar a tener junto a Miguel Ángel.
-¿Y si él quisiera? –Se preguntó una vez más- ¿Y si no?
El miedo se apoderó de ella, el miedo de amar y no ser correspondida, de dar el corazón y ser rechazada o en efecto que se lo devolvieran roto. Habían muchas dudas aún y muchos temores, pero recodaba los ojos claros de aquel “niño” y todo se le olvidaba. Sabía que no era amor, era deseo y necesitaba saciar ese deseo o de lo contrario se volvería loca.
-¿Cómo podría pedirle algo así a alguien como él? –seguía dudando.
Pero en ese momento su imaginación le jugó una mala pasada y pudo ver a Miguel Ángel de pie en el marco de la puerta, ella sabía que no era real pero aun así no le importó. Lo miró a los ojos y él se perdió en el azul de los suyos, ella ladeó la cabeza como una señal y él se sentó en el borde del ventanal. Estaba vestido de etiqueta, pero desgarbado, como si ya hubiera terminado la fiesta, la miraba expectante sin la más mínima idea de lo que venía a continuación.
Regina flexionó sus piernas con un considerable espacio entre ellas y hundió su mano en medio de las mismas, el espejismo de Miguel Ángel la observaba con atención y su labios se iban curveando en lo que parecía ser una ingenua sonrisa. Ella procedió a acariciar su intimidad, alentada por la mirada de aquel hombre, objeto de sus deseos, que con cada movimiento de sus ojos le indicaba el ritmo que debía seguir. Regina iba sintiendo, dejándose llevar, cerrando los ojos para disfrutar, para después abrirlo y encontrar a Miguel avanzando, cada vez más cerca de ella.
Hundió sus dedos finos en su interior, con movimientos acompasados, desconocidos completamente, pero inspirados por la ilusión óptica que se manifestaba frente a ella. Sus gemidos casi inaudibles lograban llenar toda la habitación, mientras la aparición la miraba con deseo, con lujuria y con ganas de traspasar esa barrera que dividía la fantasía de la realidad. Miguel Ángel llegó a su lado y arrodillándose ante ella, acarició con sus labios el tibio rostro de Regina, quien cerró los ojos y dibujó una leve sonrisa sin descuidar las caricias en su sexo. Él se concentró en besar su frente, sus mejillas, buscando sus labios, hundiendo lentamente una de sus manos en la bañera, ella lo esperaba pero no se detenía hasta que por fin sus manos se encontraron, entrelazándose por debajo del agua, sus miradas se conectaron y él espejismo soltó la mano de ella para tocar su monte venus, la dama se estremeció.
Miguel seguía buscando sus labios y al encontrarlos los acarició con los suyos, y la miraba, la miraba obligándola a abrir los ojos y darse cuenta de que lo vivido era real. Sus labios tocaron los de ella, mientas que sus dedos se hundían en su interior, ella intentaba gemir y gritar, pero él se lo impedía, callando su boca con sus tiernos y ardientes besos, recibiendo la energía de su orgasmo, de esa inevitable descarga de placer de la que la hacía presa, Regina sintió sus piernas tensarse y poco a poco todo volvió a la normalidad, cerró los ojos y sintió un cálido beso en su frente. La fantasía había llegado a su fin.
Después de un largo rato, Regina decidió abrir los ojos, sólo para encontrarse nuevamente sola pero reconfortada de haber logrado una vez más sentirse viva. Se sumergió en la bañera, como cerrando un pacto consigo misma, no quería salir pero estaba consciente que debía volver al mundo real. Se incorporó respirando sin agitarse, su cuerpo estaba acostumbrado a permanecer sin aire por un corto periodo. Zafó el tapón de la bañera y vio como el agua desaparecía de forma casi instantánea.
Salió de la tina y buscó con que secarse, todavía podía sentir la cálida piel de Miguel Ángel estampada en la suya, como un tatuaje inmortal. Se enrolló con la toalla, sintiendo su suave caricia, salió del cuarto de baño y se dispuso a abrir las cortinas, había un hermoso sol ese día. Y volvió al espejo del tocador para contemplarse, ese día no se ocuparía de su cabello, no tenía prisa, no tenía importancia. Se miró a si misma con deseo, con pasión, dispuesta a recobrar todo aquello que había perdido.
Ese hombre iba a ser suyo…y no precisamente a la vieja escuela.