Por favor señora Capítulo 14
Regresa esta intrigante historia que está próxima a su desenlace. Muchas gracias por su paciencia y preferencia.
CAPÍTULO 14 “Dudas”
“A veces siento compasión por este loco, ciego y loco corazón”
Alejandro Sanz.
-Calma…yo puedo explicártelo todo.
-No hay nada que explicar, es más que obvio. Pero tranquilo que yo no pienso abrir la boca.
Miguel Ángel soltó un suspiro que le devolvió la vida, al mismo tiempo que Claudio se acercaba a él para tocar su hombro.
-Tranquilo, menos mal que fui yo y nadie más…
-Esto es más que fuerte, necesito un trago.
-Vamos, vamos…-respondió su amigo mientras lo guiaba al interior de su casa.
Ya estando dentro, Claudio le pidió a Miguel que se sentara y acto seguido sirvió dos copas de whisky para relajar tensiones. Miguel Ángel tenía la mirada perdida, llena de preocupación y desde luego de vergüenza, habría dado la vida para que nadie lo hubiera visto en una situación así.
-Gracias…-le dijo a Claudio mientras tomaba la copa entre sus manos.
-Dime… ¿Desde cuándo nos conocemos?
-Desde que estábamos en el vientre de nuestras madres.
-¿Cuándo dejaste de tenerme confianza?
-Nunca te he perdido la confianza…
-¿Entonces qué pasa?
-Todo ocurrió muy rápido, ni siquiera me di cuenta.
-Perdiste la cabeza…
-Por un momento sí. No sé muy bien que me ocurre con esta mujer, pero hacía mucho tiempo que no me sentía tan a gusto con nadie…ni cuando estaba con Laura.
-Creí que amabas a Laura…
-La amé, no lo niego ni me arrepiento, pero tú y yo estamos de acuerdo en que me enamoré de un espejismo, de la mujer que yo quería que fuera y nunca fue…
Claudio se quedó pensando unos minutos.
-¿Estás enamorado de la señora Marroquín?
-No. –respondió Miguel Ángel sin pensarlo.
-¿Qué está pasando? O más bien ¿Qué tanto ha pasado?
Miguel Ángel se apresuró a tomar su copa para después responder.
-Hemos hecho el amor.
Su amigo asintió con la mirada perdida y se tomó lo que quedaba del whisky.
-Lo han hecho y dices que no la amas…
-Es toda una confusión, tengo sentimientos por Regina, la quiero, pero no de una manera…romántica.
Claudio lo miró exorbitado.
-Es decir, yo no quería llegar a este punto con ella, pero todo se me ha salido de las manos y no sé cómo remediarlo.
-Hermano, no es pecado admitir que deseabas estar con esta mujer sin amarla.
-Tú sabes que yo jamás he hecho esto, jamás quise hacer algo como esto…
-¿Qué te detiene de sentir amor? ¿Sebastián?
Miguel Ángel se puso de pie, tratando de pensar en una respuesta sincera, procedió a encender la chimenea intentando ordenar palabras para poder expresar lo que sentía en cuanto a esa situación.
-Creo que Sebastián es lo de menos…aunque yo no voy a exponer así a Regina, su hijo es lo más importante para ella, no me perdonaría el hecho de que la relación que sostiene conmigo vaya a desprestigiarla delante de Sebastián, yo podría amarla, sí, llegar a ser algo más…esa mujer es maravillosa, no solo hermosa físicamente, su cerebro, su corazón todo aquello que oculta al mundo y que sólo a mí me ha mostrado…pero por más que yo quiera esforzarme no logro sentir nada más allá del cariño y…del deseo.
Claudio lo miró por unos instantes, reflexionando sobre lo que acababa de oír, ciertamente todo era muy confuso y falto de detalles para llegar a una conclusión; pero se atrevió a determinarla a pesar de todo.
-¿A caso sigues amando a Laura?
-No, no, de ninguna manera, ella ya está fuera de vida, completamente. Yo sufrí mucho por ella, aunado a todos los problemas que he venido arrastrando pero, sin duda ella ya forma parte del pasado, estoy seguro de eso.
-Entonces…tienes sentimientos por alguien más que no es precisamente la señora Marroquín.
-Puede que sí…
-¿Quién? ¿Alina?
Y Miguel Ángel no pudo negarlo.
Regina entró a toda prisa a su casa, con la intención de llegar a su habitación, pero una voz la detuvo.
-Mamá…
Ella se volvió y su mirada se encontró con la de su hijo, no pudo sostenerla y bajó la vista hacia el suelo.
-¿En dónde has estado? Me tenías preocupado…
-Cariño, te dije que estaría con Génesis…
-Pero es que ella tampoco me contesta las llamadas ni nada… ¿No me vas a dar un beso?
Regina estaba ardiendo por dentro, la culpa, el remordimiento la carcomían, no sabía mentir y menos a alguien a quien tanto amaba y quien tanto la conocía. Arriesgando el delatarse, se acercó a su retoño y le dio un fuerte abrazo y un beso en la frente.
-¿Qué te pasa Reggie?
-Me pasa que estoy nostálgica…
-¿Por qué?
-Por esto…-le dijo mientras de su bolso sacaba un catálogo de vestidos de novia.
-¿Y esto?
-Quiero verlo con Patricia, aunque lo mejor sería que habláramos con el diseñador para que haga algo exclusivamente para ella.
Sebastián se molestó un poco por el hecho de que su madre le estuviera cambiando el tema, pero le enterneció el hecho de que se estuviera involucrando en los preparativos de su tan soñada boda y mejor aún, que estuviera tan dispuesta a iniciar una relación con la mujer que amaba.
-Bueno, puedes ponerte de acuerdo con ella ahora mismo…
-¿Quieres que le hable por teléfono?
-No hace falta, ella está aquí.
-¿Aquí?
-Sí, decidí traerla para que conociera la casa.
Regina se quedó muda.
-¿Qué pasa? No te agrada la idea…
-No amor, no es eso, solamente que habría sido mejor que me hubieras avisado, para prepararle una cena especial, algo para recibirla más cálidamente….
-Mamá te agradezco mucho la buena intención y no la descarto, pero me gusta lo espontáneo…
Regina sonrió convencida.
-¿Vienes a saludarla?
-Claro, desde luego.
Ambos entraron en la sala de estar donde Patricia esperaba sentada en un sofá, al ver llegar a su suegra, se puso de pie respetuosamente.
-Buenas noches…-le dijo tímidamente.
-¡Hermosa! No sabes que gusto me da que hayas venido la fin…-le respondió Regina mientras la abrazaba.
-Disculpe por no avisar, pero su hijo insistió.
-No te preocupes, me encanta que estés aquí, pero bueno…yo quería al menos recibirte con algo especial pero no importa, lo podemos dejar para después. Pero toma asiento, tenemos muchas cosas que platicar.
Patricia obedeció y se dispuso a pasarla bien, pero a cada momento venían a ella pensamientos sobre lo hablado con su hermana, sus sospechas, si bien Regina parecía ajena a todo aquello, tenía la certeza de que si en efecto, sostenía una relación con Miguel Ángel, esta también sabría mover muy bien sus fichas para sacar a Alina del camino. Amaba mucho a Sebastián, pero Alina era más importante que cualquier cosa e iba a defenderla sin importar las consecuencias.
La tarde transcurrió y la noche se hizo presente, pero eso no hizo que la nueva familia se preocupara, la conversación era interminable, llena de matices, de opiniones sin principio ni fin. Patricia quería encontrar pruebas de lo que estaba tratando de investigar, pero con Sebastián presente eso era prácticamente imposible.
Estando en la charla, a Sebastián le sonó el móvil y tras dispensarse salió a contestar fuera de la estancia, las dos mujeres se quedaron platicando el tema en turno.
-Así que Génesis se la robó todos estos días…-se atrevió a cuestionar como si tratara de obtener una respuesta diferente.
-Sí, nos vemos poco y ¡bueno! Hay que aprovechar.
-Mmmm sí, desde luego. Sabe, creo haberla visto en algún sitio…su rostro me es familiar.
-¡Y cómo no! Es una publicista y diseñadora gráfica muy famosa, maneja muchas marcas y…
-Sí, Sebastián me comentó pero…en definitiva no es por eso que se me hace conocida.
Regina la miró muy seria, mientras que Patricia pasó su mirada por toda la habitación intentando no hablar de lo que había visto aquella noche.
-Supongo que tuvieron mucho tiempo de hablar, desde el viernes ¿No?
-Sí…estuvimos en su hotel y después de compras, me agrada su compañía.
-Y su complicidad…Sebastián me dijo que ella es muy incondicional con usted, casi una hija…
Regina saboreó la intriga en las palabras de su nuera, y levantando una ceja pidió una explicación sin tener que hablar. Patricia fingió no darse cuenta.
-Así es, la conozco hace algún tiempo y supo ganarse mi cariño.
-No lo dudo, se ve que es una mujer encantadora…mmm sabe he estado dándole muchas vueltas hasta que por fin sé de dónde conozco a su sobrina.
-¿Así? ¿De dónde?
-Génesis Aguilar de Marroquín estuvo la noche del Viernes en Arandel…en compañía de mi amigo Claudio Montaño… ¿Si se acuerda de él?
Regina sintió un escalofrío que la hizo marearse un poco.
-Si…algo, sólo lo vi aquella ocasión, el día que te conocí.
-¿Está segura? Si mi memoria no falla, la he visto más de una vez hablando con él…
-No han sido tantas veces.
-No, tiene razón. La noche del viernes usted no estaba ahí y ella sí. La cuestión es… ¿Cómo llegó ahí sin usted?
Regina no supo que responder.
-Y aún peor ¿Qué hacía ella con Claudio? Dejándose manosear en el interior de su auto…cuando ambos tienen una relación matrimonial con otras personas.
-Desconozco las respuestas a tus dudas.
-Claro…no todas las clandestinidades son iguales.
El rostro de Regina se endureció ante el atrevimiento de aquella mujer quien no pareció inmutarse ante su reacción. Estaba por soltar algunas palabras sin siquiera pensarlo pero su ángel de la guarda la salvó de cometer tal atrocidad.
-¿Les parece si vamos a cenar? –les preguntó Sebastián con una sonrisa.
Ambas mujeres asintieron, deseosas de escapar de aquel fiero enfrentamiento.
La siguientes semanas fue completamente pesada y estresante para Regina, no había podido pasar mucho tiempo con Miguel Ángel, más que las mañanas en las que entrenaba a su lado en la pista del club deportivo, cada vez les era más difícil ocultar lo que sucedía entre ellos, se estaban arriesgando demasiado, dejándose llevar por la pasión y la locura desenfrenada.
Más de una vez, ambos amantes se colaron en las duchas de caballeros para terminar de desbordar el deseo que sentían uno del otro, la adrenalina de lo clandestino del excitaba en sobremanera, no se preocuparon por las consecuencias de sus actos, ni por cruzar alguna que otra palabra, estaban dispuestos a vivir esa aventura tan desenfrenadamente como fuera posible.
-¿Qué piensas hacer cuándo esta aventura llegue a su fin? –preguntó Dalila mientras encendía un cigarrillo.
-No lo sé, no me he detenido a pensar en eso. No quiero pensar en que vaya a haber un final.
-Nada es para siempre…-respondió Génesis con la vista clavada en su laptop.
Regina la miró con aflicción, y acto seguido ordenó al mesero otra jarra de naranjada.
-Me encanta este lugar…-dijo Génesis.
-¿No hay sitios como estos en el sureste? –preguntó Dalila.
-Si los hay querida, sólo que el clima es diferente al de aquí. ¿Se imaginan este lugar a la orilla del mar?
-Seguro es rentable…-respondió Dalila.
-¿Estarías interesada en invertir en algo así, Reggie?
Pero Regina no parecía escucharla, su mirada estaba puesta sobre algo que ni Génesis ni Dalila podían ver. Génesis, por su carácter más impetuoso y curioso, se dio a la tarea de dirigir su mirada a donde fuera que estuviera el objeto de atención de su tía y para su sorpresa pudo adivinar a un apuesto caballero pocos pasos de donde ellas estaban sentadas. Era un hombre demasiado atractivo, ya en sus 50’s, de tez blanca y cabello castaño con abundantes canas, un galán otoñal sin duda.
-Ufff…Miguel Ángel Aranda está ostentando unos enormes cuernos…-dijo la joven mientras volvía a dirigir su mirada a la pantalla del ordenador.
-Cada día me respetas menos…-respondió Génesis sin despegar la vista de aquel hombre.
-Es muy guapo ¿Lo conoces? –preguntó Dalila.
-No…pero el otro día me habló.
Las dos mujeres la miraron con los ojos bien abiertos.
-¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? –preguntó una Génesis muy impaciente.
Regina se limitó a sonreír.
-Aquel día en Superama, cuando estaba deseando que la tierra me tragara.
Génesis hizo una mueca de asombro totalmente maravillada.
-¿Y qué te dijo? ¡Cuenta!
Dalila igual estaba ansiosa de saber.
-Pues, yo estaba buscando una pomada para las ampollas y no encontré nada, más que crema para las arrugas y bueno…el apareció de la nada y me dijo que no la necesitaba.
-Mmmm pues cuando te encontré tenías la dichosa crema en la mano pero…oh Dios… ¡Es verdad!
-¿Qué? –preguntaron Regina y Dalila al unísono.
-Sí, yo vi a un tipo cerca de ti pero no recuerdo su cara, ni me di cuenta si estabas hablando con él. ¿Qué le contestaste?
-Sólo le di las gracias y tú llegaste; no estaba segura si había sido real pero ahora que lo veo…-respondió Regina posando sus ojos en aquél misterioso hombre y como si estuviera predestinado, el caballero inesperadamente cruzó su mirada con la de Regina.
-Oh Dios…te está mirando. –dijo Dalila con un dejo de emoción y nerviosismo.
-Lo sé…-dijo Regina al mismo tiempo que dedicaba una sonrisa a aquel hombre, que quedó maravillado al instante para después levantar su copa y brindar con Regina a la distancia.
Ella hizo lo propio con su vaso de jugo de naranja, el tipo no le quitaba los ojos de encima y ella mucho menos, si bien no se sentía atraída por él, tenía mucha curiosidad.
-¿Por qué no lo invitamos a la mesa? –sugirió Génesis divertida.
-¿Estás loca? No lo conocemos…-respondió Dalila.
Regina sonrió mientras recuperaba la compostura, guardando silencio.
-Sería una buena forma de conocerlo ¿No?
Las damas rieron, entonces un mesero se acercó a su mesa con una botella de champagne rose, el favorito de Regina.
-Cortesía del caballero de la mesa de allá. –dijo el camarero señalando al misterioso hombre que habían estado observando.
Las mujeres se quedaron boquiabiertas, era demasiada coincidencia que les enviaran precisamente esa botella, sólo alguien que conocía a Regina podría adivinar una de sus debilidades. Aquél hombre sólo se limitó a sonreír mientras pagaba su cuenta, para después abandonar el restaurante no sin antes despedirse de las señoras con un ademán sofisticado.
-Si vuelve a verlo por aquí, sírvale lo que desee y cárguelo a mi cuenta. –dijo Regina al joven mesero con un leve rastro de amabilidad.
-Por supuesto, señora Marroquín. ¡Qué curioso! Eso mismo me dijo el Arquitecto Prats.
-¿Quién? –preguntó Génesis.
-El Arquitecto Ariel Prats, es el nombre del caballero que les hizo llegar este presente.
Las tres damas sonrieron entre sí.
-Gracias por el dato…-respondió Regina al mismo tiempo que le daba una generosa propina al camarero.
-¿Por qué nunca he oído hablar de ese hombre? –exclamó Regina al salir de la alberca.
-Supongo porque no es tu mundo…-respondió Génesis apartando la vista de su libro.
-¿Qué tanto le conoces?
-Prácticamente nada, por ahora. Sólo sé que Emilio quiere hacer colaboraciones con él, es demasiado respetado.
-Ha despertado mi curiosidad.
-¿Quieres conocerlo?
-Creo que sí.
Génesis encontró extraño el repentino interés de su tía en un desconocido, pero decidió que ayudarla sería buena idea. Tenía muchísimos contactos en el área de la construcción y bienes raíces, no sería difícil dar con aquél hombre.
-¿Qué estás pensando, Génesis? –le dijo Regina mientras se sentaba a su lado.
-En la manera de llegar a ese hombre.
-¿Llegar? ¿De qué rayos estás hablando?
-Dijiste que querías conocerlo ¿No? Algo se puede hacer. Está clarísimo que él tipo tiene interés en ti, sólo que le gusta jugar.
-¿Qué?
-Sí, no esperó una reacción de tu parte, simplemente se fue. Quiere que lo busques.
-Eso no va a suceder…
-Claro que no, ustedes solitos van a encontrarse. De eso me encargo yo. –respondió la morena guiñándole un ojo.
La noche se había hecho presente y Ariel veía con nostalgia a lo más preciado de su vida probarse un vestido de novia. Ciertamente, su hija era su tesoro más grande y verla ahora convertida en toda una mujer lo hacía sentir contento, pleno, pero al mismo tiempo un poco triste porque sentía que de alguna forma la estaba perdiendo.
Su pequeña Susana lo miró a través del espejo y no pudo evitar sentir que él corazón se le quebraba.
-Papi ya quita esa cara, que parece que me vas a enterrar en lugar de entregarme en el altar.
Ariel bajó la mirada, tratando de sonreír y reprimir las lágrimas que estaban por salir.
-Perdóname princesa, ya sabes que soy un patético sentimental.
Su niña se acercó a él para abrazarlo.
-Me haces un favor y dejas de decir esas cosas tan feas, a mí también me da sentimiento papá, pero no por eso soy patética.
-Eres lo único que tengo princesa, no tienes idea de cuánta falta me harás…
Susana le dio un beso enorme a su padre en la mejilla.
-Papito pero si no me voy a ir, no me iré a marte ni a otro país, vendré a visitarte; no voy a abandonarte…además eso te obligará a encontrar a una compañera, ya es tiempo.
-Susy ya sabes que pienso acerca de eso, yo me casé para toda la vida y…
-Papá, yo lo sé, pero mi mamá ya no está con nosotros, lamentablemente no va a volver y tú tienes que rehacer tu vida, volver a enamorarte, casarte…darme un hermanito.
Ambos rieron.
-¡No mi cielo! Yo ya no estoy para tener hijos, sólo para tener nietos que espero no te tardes mucho…
-No creo tardar, ¡tu yerno quiere tener un kínder!
-Les deseo mucha suerte en tal hazaña…
Susana abrazó a su papá, al mismo tiempo que intentaba no llorar en una mezcla de nostalgia y alegría. Iba a comenzar una nueva etapa en su vida, estaba llena de ilusiones, de esperanza y quería inyectarle a su padre toda esa buena vibra, deseando que él despertara del letargo y estuviese dispuesto a iniciar un nuevo ciclo.
Tras ese abrazo Ariel resolvió dejar a su hija a cargo de las empleadas para que hicieran todo aquello que corresponde a los preparativos del ajuar de la novia. Esos detalles estaba fuera de su comprensión, además de que lo hacían sentir realmente triste, porque a pesar de las palabras de su hija, sentía que de alguna forma una parte de él se le desprendía dejándolo solo e incompleto.
Posó fugazmente su mirada en el enorme retrato de Sofía, la mujer que había sido su esposa, su único y gran amor, mismo que le fue arrancado por una terrible enfermedad, dejándolo completamente vulnerable y con una hija en brazos. A raíz de la partida de su mujer, Ariel tuvo que hacerle frente a la vida únicamente de la mano de su pequeña Susana, de ese entonces escasos 4 años de edad.
Incontables veces sus familiares y amigos le decían que Susana necesitaba una figura materna en su vida, alguien que no fueran sus abuelas o sus tías, sino una persona que guiara su vida, sus pasos, la orientara en ciertos temas que sólo la delicadeza de una madre podría entender. Ariel hizo caso omiso a todas esas recomendaciones, se sentía muy capaz de criar a su hija solo y no únicamente eso, sentía que en su corazón no habría lugar para ninguna otra mujer que no fuera su amada Sofía.
Se acomodó en su reclinable y acto seguido procedió a encender su pipa, el humo invadiendo sus pulmones le brindaba una extraña sensación de placer, miró a su alrededor y los recuerdos comenzaron a surgir; volvió a ver a su princesa de 4 años correr por la estancia, con su enorme sonrisa, sus cabellos dorados y la dulzura de sus ojos, era el vivo retrato de la difunta Sofía. No sabría que habría sido de su vida sin su hija, el único recuerdo de su gran amor, probablemente no habría sobrevivido a la pérdida.
Ahora Susana haría su propia vida, tendría su hogar y su propia familia, eso lo hacía feliz, haber llegado a presenciar ese momento tan importante en la vida de su única hija era algo que siempre había deseado y lo cual le agradecía a Dios. Su tarea estaba cumplida, había criado a su hija, le había inculcado todos los valores habidos y por haber, le había dado todo ese amor que compensara la falta de su madre y Susana era una mujer de bien, inteligente, hermosa…feliz.
No había mejor recompensa para Ariel que la felicidad de su hija, pero después de que el motivo de su existencia ya estaba realizado ¿Qué seguía? No sabía con exactitud, pero una inquietud estaba empezando a surgir en su interior, no quería que creciera pero era inevitable no sentirse atraído por la curiosidad que aquellos ojos color mar habían despertado en su ser.
Aún estaba vivo en su memoria el recuerdo de la primera vez que la vio, en una de las tantas fiestas de beneficencia que organizaba el conglomerado empresarial de alguno de sus amigos, después de tantas horas de divagar solitariamente la vio…era una dama espigada, de alrededor de 30 años con una hermosa cabellera rubia y unos expresivos ojos azules. Simplemente desde que reparó en ella no pudo sacarla de su mente.
Pudo haber procedido, haber intentado conocerla, quizá cortejarla pero había un detalle, aquella hermosa dama ya tenía un amor. Eso no le impidió a Ariel seguir pensando en ella, sin llegar a desearla porque no la conocía, sólo imaginaba lo hermoso que podría ser despertar y ver esos hermosos ojos del otro lado de su almohada. Era extraño sentir eso por una desconocida, pero años después de haberla visto por vez primera todavía le causaba una fuerte impresión tenerla cerca.
Él sabía lo que todos acerca de aquella mujer, sabía que su nombre era Regina Marroquín, que era esposa de uno de los más grandes empresarios del siglo no solo en México sino en el mundo, que era una mujer poderosa que tenía a cual más a sus pies, pero lo que sus ojos reflejaban era un gran enigma que estaba deseoso de poder resolver.
Fueron muchos años de coincidir con ella en eventos, sitios públicos y demás circunstancias de la vida en las que rechazó la oportunidad de conocerla, por respeto a su estado civil y porque una mujer de esa talla lo hacía sentirse cohibido en cierta manera. Ariel Prats Larrazábal era uno de los arquitectos más prestigiados del país, le había costado mucho llegar hasta donde había llegado y a pesar de poder darse los lujos que él quisiera, tenía muy claro que el dinero no compra la felicidad, mucho menos el amor.
Ciertamente el habría podido tener a la mujer que hubiera deseado, los romances más intensos de la época, nunca le hizo falta alguna que otra dama deseosa de pasar más de una noche en su cama, pero para él sólo eran banalidades en las que no estaba dispuesto a caer. ¿Para qué poseer a una mujer sin tener la más mínima intención de amarla? Para Ariel, cualquier mujer era merecedora de todo el amor y toda la entrega, el gran problema era que él no se sentía preparado para olvidar a Sofía y dejar entrar a alguien más.
Le tomó prácticamente 26 años darse cuenta de que seguía vivo, que la vida no era sólo trabajo y cuidar de Susana, ella ya era una mujer, deseosa de hacer su vida y él se estaba quedando tan solo, privado de muchas tantas cosas que habría querido compartir con alguien pero la profunda depresión por la muerte de su esposa lo había cegado. Tocó fondo, deseaba compartir lo poco o mucho que le quedara de vida con alguien que lo amara, lo comprendiera y sobretodo entendiera que no era un acto desesperado, sino la decisión de emprender una nueva etapa.
Sabía que “La chica de sus sueños” era una mujer libre ahora, que por una mala jugada del destino- al igual que él- había tenido que pasar por el trago amargo de la dolorosa pérdida de su compañero de vida; le tomaron un par de años finalmente decidirse a entablar algún tipo de contacto con ella, estaba dudoso, nervioso, no sabía cómo acercarse, hasta que un día por obra divina o una agradable coincidencia la vio en el lugar menos esperado y por un impulso casi inconsciente decidió hablarle.
Juró por lo más sagrado, nunca olvidar aquella dulce sensación que le provocaron esos hermosos ojos turquesa al encontrarse con los suyos y aquella tierna y natural sonrisa que había sido sólo para él. Estaba convencido…iba a conquistarla.
Quiero agradecer a todos los amables lectores que han seguido esta historia, que aunque lenta se ha escrito con mucho cariño y dedicación. Les pido disculpas por tantos meses de ausencia pero ya estoy de vuelta con muchas sorpresas que espero sea del agrado de todos. Les tengo gran cariño y les deseo que tengan un bonito inicio de mes :)