Por favor señora. Capitulo 10

El romance a dado inicio, Miguel Ángel seguirá resistiendose a él?

CAPÍTULO 10 “POR FAVOR SEÑORA”

“Por favor señora no se me ofenda, no desprecio su amor, comprenda. Es usted muy bella, es usted perfecta, pero entienda que yo busco otra senda.” Luis Miguel.**

-Regina, no…-dijo Miguel Ángel logrando separar sus labios de los de ella.

-Por favor…-respondió ella con un resoplido.

Las manos de Regina sostuvieron el rostro del caballero, mientras sus labios volvían a tocarse, el trató de apartarse pero era inútil, le costaba aceptar que lo deseaba de la misma forma que ella, la tomó de la cintura y la abrazó fuertemente, pero la voz de su conciencia lo hizo desistir.

-Regina esto no puede ser…-dijo mientras trataba de quitar esas suaves manos de su rostro, pero sólo consiguió que ella se aferrara más.

-¿Por qué no? Lo deseas tanto como yo, no te engañes.

Miguel Ángel juntó su frente con la de ella y soltó un suspiro.

-Perdóname…

-¿Qué pasa?

-Has malinterpretado todo, es mi culpa.

Regina se apartó abruptamente, como si el contacto de Miguel Ángel le quemara.

-¿Malinterpretado? ¿Qué dices?

-Regina, por favor…hay que hablarlo.

-¿Hablarlo? ¿Acabas de darme un beso, luego me rechazas y dices que hay que hablarlo?

-¿Qué? Regina, tú me besaste…

Ella lo miró fieramente.

-No te alejaste.

Miguel Ángel soltó un bufido.

-No me esperaba algo así, ¿Qué querías que hiciera?

-Lo que hiciste, ya me cansé de que finjas que aquí no pasa nada cuando te mueres de ganas porque pase algo.

-¿Pasar algo? ¿Cómo puedes hablar así? ¡Eres la madre de mi amigo!

Regina sintió como esas palabras se clavaban en su cuerpo cual filosos cuchillos.

-¿Pero qué demonios? –le respondió con una mueca monstruosa en su rostro.- creí que eras más inteligente.

Se dio media vuelta y comenzó a alejarse, dejando a Miguel Ángel más confundido que nunca.

-Oh no…no lo harás, no esta vez. –dijo él, a quien ya se le notaba el disgusto en el rostro.

Fue tras ella, sin importar que la gente los viera, que alguien los reconociera o peor aún, no le importaba protagonizar una riña de amantes cuando ni siquiera lo eran.

-Regina detente.

Ella no lo hizo.

-Regina basta, no puedes hacer eso, ya no más.

Ella parecía no escuchar.

-¡Ya basta! ¿Podrías dejar de pensar en ti sólo por un momento? ¡Deja de hacer berrinches!

Regina se detuvo de golpe.

-No puedes reaccionar así todo el tiempo, anteponiéndote, ignorando las razones, queriendo ganar siempre e imponerte. No soy tu empleado, no soy tu sirviente ni tampoco tu pelele.

Ella se giró lentamente y él pudo ver el fuego en sus ojos, sus puños cerrados.

-Mocoso insolente ¿Qué te has creído para hablarme de esa manera?

Miguel Ángel le sostuvo la mirada.

-No, señora Marroquín, la hostilidad de sus palabras no van conmigo.

-¿Te estás dando cuenta de lo que dices? Pasé de ser una “mujer excepcional” a una maldita bruja controladora. No tengo porqué quedarme a escuchar más.

-Nunca dije eso, pero tu forma de comportarte no es la correcta. Estás haciendo un berrinche.

Ella se acercó de forma violenta.

-Tú no sabes nada de mí ¡No sabes una mierda de mí! ¿O qué? ¿No te has puesto a pensar que quizá yo siento algo por ti? Y que tú sientes lo mismo, pero te falta valor de aceptarlo.

-¿Aceptar qué?

-Me estas deseando, como yo a ti.

-Regina, estás en un error. Has malinterpretado todo, eres una mujer muy bella pero no tengo esas intenciones contigo. Eres la mamá de un muy buen amigo, esto no puede ser.

-Tu beso dijo todo lo contrario.

Miguel Ángel abrió la boca y la cerró de inmediato.

-Hazme el favor y nunca vuelvas a culpar a mi hijo de tu falta de cojones.

-Regina no es así…

Ella ya no le prestó más atención, se dio la vuelta y comenzó a alejarse.

-Regina por favor…

Ella se alejaba cada vez más.

-¡Está bien! Tienes razón…. ¡No sé nada sobre ti! –le gritó finalmente.

La dama se detuvo en seco, giró su rostro hasta quedar de perfil, con la vista en el suelo y sin decir ni una palabra reanudó el paso hasta que Miguel Ángel la perdió de vista. En ese momento cayó en cuenta de que ya era muy tarde y estaba en una ciudad que quedaba a dos horas de la suya. Giró la vista y pudo ver a un anciano sentado en una banca, mirándolo con ojos bien abiertos, seguramente había presenciado la discusión.

-Disculpe señor ¿Sabe de algún sitio de taxis que vayan a la Ciudad de México?

El viejo le sonrió.


-Gracias por venir, de verdad. –dijo Regina recibiendo una taza de té de manos de Dalila.

-No podía dejarte aquí.

-¿Y el estúpido de tu marido no te dijo nada?

-Regina…

-Lo siento.

Dalila se encogió de hombros.

-Octavio no está por casa.

-Con alguna de sus amantes, supongo.

-Regina, por favor…

-¿Por favor qué? No sé cómo soportas que ese imbécil te vea la cara y encima te golpee.

-No estamos aquí para hablar de mí, me dijiste que todo había salido mal, que me necesitabas y aquí estoy. ¿Qué ocurrió?

Regina le dio un largo sorbo a su té.

-Él no quiere una aventura.

-¿Cómo?

Regina dirigió su mirada al interior de la taza de porcelana.

-Regina… ¿Qué rayos hiciste?

Ella no respondió.

-¿Se lo propusiste así nada más? –preguntó Dalila realmente asombrada.

-Ni tiempo me dio de eso…

-¿Entonces?

-Lo besé…

Dalila se llevó ambas manos a la boca.

-¿Qué hiciste qué?

-No pude evitarlo… ¡Pero él también quería!

-¿Pero no me dijiste que no?

-Es decir, si quiere, pero no lo acepta. Pone excusas.

-¿Cuáles excusas?

-Pues que soy la mamá de “su amigo”

-Jajajaja

Regina la miró con extrañeza.

-¿Podrías decirme qué es lo divertido?

-Es…una excusa muy estúpida. –respondió su amiga entre carcajadas.

Regina sonrió.

-Lo sé, lo mismo le dije. Que creí que era más inteligente.

-¿Tú crees que a Sebastián le importe?

-No lo sé, no tiene porqué enterarse. No pienso enamorarme, mucho menos casarme con él; así que mi hijo no tiene porqué enterarse.

-Por lo que me cuentas el tal Miguel Ángel es alguien muy recto. Estás faltándole al respeto, quizá…

-¿Qué? Dalila ¡lo besé! ¡Lo besé y el me correspondió! Le falta valor, pero de que quiere…quiere.

-Estas muy segura de ella…

-Como de que me llamo Regina Lizárraga.

Su amiga la miró fijamente.

-¿Qué piensas hacer ahora?

-No lo sé…sinceramente no lo sé.

-Quizá tengas que parar, armar un nuevo plan y volver a la carga…

-Puede ser, pero no sé cuándo hacer el segundo intento.

-Mmm eso depende. ¿Cómo quedaron al final?

-¿Cómo quedamos? Pues…disgustados y…

Regina desvió su mirada al vacío.

-Oh por Dios…

-¿Qué?

-¡Oh por Dios! ¡Lo dejé en el parque!

-¿Qué? ¿Cuál parque?

-¡En el central de Cuernavaca!

-Maldición, eso sí es un problema…-contestó Dalila tratando de encender su cigarrillo.

Regina se puso de pie con las manos en la cabeza.

-Va a odiarme por el resto de su vida…

-No lo culpo.

-Lo dejé allá, solo y quién sabe si tenía como volver…tenía razón.

-¿Razón? ¿En qué?

-Soy una egoísta, controladora.

-¿Él te dijo eso?

-Básicamente sí, porque me enojé ante su rechazo.

Dalila resopló…

-Menudo idiota, si la mujer los rechaza somos egoístas, pero si ellos nos rechazan y nos indignamos también somos egoístas y además controladoras…

-Mi reacción no fue la indicada.

-¿Te estás retractando?

-Pues sí, es que todo era perfecto, iba a ser fantástico y…

-Perdiste, no estás acostumbrada a perder y eso te sacó de tus casillas.

-Sin duda.

-¿Entonces que harás?

-Debo disculparme, limpiar mi imagen y quizá…

-Quizá eso lo haría cambiar de opinión. –dijo Dalila terminando la oración.

-Así es…

Regina tomó su bolso de mano y marcó al número de Miguel Ángel.


Él móvil de Miguel Ángel comenzó a vibrar, reclamando a su dueño atender la llamada.

-¿No vas a contestar? –le preguntó Claudio.

Miguel Ángel vizualizó el nombre de Regina en la pantalla.

-No.

-¿Ya viste quién es?

-Sí.

-¿Y no te importa?

-Ahora mismo, no.

-A ver…la mismísima Venus de Botticelli te está llamando a estas horas y ¿No vas a responder?

Miguel Ángel se tomó el tequila de un brusco golpe.

-Ah…ya veo. Su primera pelea. ¡Qué adorable!

-No eres más idiota porque no eres más alto.

Claudio sonrió divertido.

-¿No me vas a contar entonces?

El bartender les rellenó los tequileros.

-Me besó. –le dijo Miguel Ángel antes de tomarse el tequila violentamente.

-¿Qué? –Claudio casi escupe su bebida.

-¡Quino! Tráeme la botella por favor…

El empleado asintió y le llevó una botella exclusiva de La Herradura, el mejor tequila añejo.

-Lo que oíste.

-¿Cómo? ¿Y lo dices así tan tranquilo?

El empleado sirvió las bebidas y después se retiró.

-¿Quieres que haga una fiesta nacional o algo por el estilo?

-Te dije que esa mujer quería algo contigo. ¿Cómo te fue? ¿Es buena en la cama?

Miguel Ángel lo miró con fastidio.

-¿Sólo piensas en la mujer como un objeto sexual? No sé cómo Lucía se casó contigo, tienes problemas.

-Jajaja Lucía es una diosa del sexo. –respondió su amigo

-Demasiada información…

-¿Entonces? ¿Se divirtieron?

-No.

-Oh… ¿Mucho ruido y pocas nueces?

-Le dije que no.

Claudio lo miró con la boca desencajada.

-¿Qué? ¿Te volviste loco o eres gay declarado?

Miguel Ángel se sirvió otro caballito de tequila.

-No son esas mis intenciones con esa señora.

-¿Ha vuelto a ser señora?

-Tuvimos una acalorada discusión.

-A ver, espera…la señora se te ofreció ¿Así sin más?

-No…ósea, me besó, pero tenía ganas de seguir y no se lo pude permitir.

-La mamá de Sebas te besó…carajo.

-Ese es precisamente el problema.

-¿Cuál?

-Es la mamá de Sebastián.

-¿Y si no fuera la mamá de Sebastián sí te la tirabas?

-Claudio por el amor de Dios…

-Responde…

-No quiero a una mujer para acostarme con ella, quiero una relación que vaya más allá del sexo. Detesto cuando hablas de esa manera.

-Entonces ¿Quieres algo serio con la mamá de Sebas?

-¡No! ¡Sólo quiero una amistad! Ella malinterpretó todo. Mi preocupación por hacerla sentir mejor, porque se diera cuenta de lo valiosa que es, por tratar de cambiar su visión del mundo y ella cree que quiero tener una especie de romance…

-Querido amigo, con esas desmedidas atenciones hasta yo pienso que quieres tener algo con esa mujer.

Miguel Ángel bufó.

-Las cosas no son así…creo que ella no es lo que yo creí que era.

-¿De qué hablas?

-Es una egoísta.

-¿Ah?

-Sí, la rechacé y se puso como loca…a atacarme.

-Jajaja ¡pues claro! Diría: “Este tipo quien se cree para rechazarme”

-Claro, así mismo…

-Pues es que como te atreves…

-¡Cómo se atreve ella! No soy uno de los empleados que la idolatran y que hacen lo que ella ordena al sonido de sus dedos.

-Creo que es una mujer que vale la pena.

Miguel le dirigió una mirada matadora.

-¡Oye no…! No sólo para eso, sino como persona, quizá esté equivocada, arrepentida…te llamó para disculparse tal vez.

-No quiero hablar con ella.

-¿Nunca más?

-No ahora.

Miguel Ángel se sirvió una copa más.

-¿Vas a embriagarte?

-Con tu permiso.

-Salud…

-Salute…

Ambos checaron los tequileros.

-Me dejó tirado en Cuernavaca.

-¿De verdad? Qué perra…

-No le digas así.

-La defiendes…

-Es una señora, mira no importa lo que haya hecho, merece respeto.

-¿Sabes que pienso?

Miguel Ángel lo miró cansinamente.

-Pienso que te gusta esa mujer y te estas reprimiendo.

-Estas loco.

-Eso me dijiste cuando te afirmé que ella estaba detrás de tus huesitos y mira lo que sucedió.

-No puede ser, es una locura. Es la mamá de nuestro amigo.

-Sebastian lo entenderá…

-Ni hablar.

-Sabes que tengo la razón.

-Tenía mucho tiempo que no me sentía así.

-¿Así cómo?

-Confundido, quizá debería hablarlo con ella.

-Vas a volver a verla jaja, no deberías darle tantas vueltas, te gusta demasiado.

-Pfff…que complicado.

-¿Qué puedes decir a tu favor?

-Ese beso fue descomunal, increíble.

Claudio lo miró para después estallar en sonoras carcajadas. Miguel Ángel también rio un poco, tomó la botella y junto con su amigo salieron del bar con rumbo desconocido.


Alina tocaba el piano tranquilamente, mientras divagaba en pensamientos. Había dejado de lado el tormento, por un rato, claro, después este regresaría para reprocharle su falta de valor para alzar la voz y manifestar sus sentimientos. En su sala de estar descansaban mil y un recuerdos de su vida, su familia, sus momentos más felices.

Mientras tocaba su instrumento, su mirada se posó sobre la fotografía de su graduación, con sus compañeros, con su familia y…con Miguel Ángel. Desde que conoció a Miguel Ángel se sintió atraída por él, su fuerza, su dinamismo, su preocupación por los demás, sobre todo por su agradable forma de ser y su optimismo. Era 5 años mayor que ella, pero  eran compatibles en muchas cosas.

La historia era la típica de casi todas las mujeres, la chica que estaba enamorada del mejor amigo de su hermano, en este caso, de su hermana. Había conocido a Miguel Ángel porque éste era un muy buen amigo de Patricia, los tres habían estudiado Ciencias de la comunicación en una prestigiosa universidad de Monterrey, en diferente tiempo. Desde que se supo enamorada de él, trató de convencerse de que era un imposible, pues ya había alguien en la vida de Miguel Ángel.

Aun cuando los años pasaron, siempre albergó una pequeña esperanza de que Miguel Ángel se diera cuenta de sus sentimientos, o de que ella lograba atreverse a confesarle su amor, pero tenía miedo de que ese sentimiento fuera causa de una separación entre ellos, no quería poner en peligro su amistad y decidió sacrificarse. Se puso de pie abandonando el piano, y fue hasta donde encontraba una fotografía donde aparecía abrazando a Miguel Ángel.

Cuando la tomó entre sus manos, exhaló un suspiro al recordar los momentos que habían vivido juntos, ciertamente tenía mucho que agradecerle a Miguel Ángel, había sido el único que creyó en ella como profesional, le dio muchas oportunidades en el pasado, gracias a él, su carrera había despuntado. Es por eso que cuando fue despedido de aquella televisora, Alina tomó la decisión de renunciar en solidaridad con su amigo.

No hizo más que apoyarlo tras el escándalo de su familia, cuando muchas personas le dieron la espalda, cuando su novia lo abandonó, le demostró amor a su manera, pero él no era capaz de verlo, quizá no quería verlo o no le importaba. No lo sabía con exactitud, pero ella había tratado de ser un sostén para Miguel Ángel, como nadie lo había sido, de esa manera agradecer todo lo que él había hecho por ella y demostrarle cuanto lo amaba.

Una lágrima cristalina rodó por su mejilla.

-Están juntos…-susurró.

No podía sacarse la imagen de Miguel Ángel abrazando a aquella hermosa mujer, sus manos recorriendo su espalda, estaba convencida de que entre ellos había algo y eso le dolía. ¿De qué se trataba la vida? Ver al ser amado desfilar con una y con otra y ella jamás poder decir nada sobre su amor; que cruel destino se había impuesto, vivir y morir por él sin recibir nada a cambio.

-Otra vez estás llorando. –oyó decir a su hermana.

-No estaba llorando. –respondió al momento que se secaba las lágrimas con brusquedad.

-¿Hasta cuándo vas a auto flagelarte?

-¿De qué hablas?

-Seguro estabas pensando en él.

Alina fingió demencia.

-Si no sabes qué hacer con eso deberías decírselo o destruirlo, pero tienes que salir de ese hoyo.

-No sé de qué hablas.

-Claro que lo sabes ¿Crees que no lo sé?

-No quiero hablar más del tema.

Patricia se alisó el cabello rizado rojizo, tratando de tranquilizarse un poco, lentamente se acercó a su hermana y la tomó por los hombros, suavemente.

-No me gusta verte así, me desespera que no hagas algo.

-¿Crees que no he querido hacer algo? ¿Qué no me he esforzado lo suficiente? –respondió Alina rompiendo en llanto.

Patricia la abrazó.

-Tranquila, perdóname. Tienes razón no tengo idea…

-Siempre es igual, intento arrancarme este sentimiento, pero vuelve él con su simpatía, con todas esas cosas que me encantan, mi corazón no lo soporta, este corazón que es un traidor…cada vez que lo veo no puedo evitar demostrar lo que siento.

-Miguel Ángel es demasiado despistado, puede que ni siquiera se haya dado cuenta.

Alina se soltó de sus brazos y le dio la espalda a su hermana.

-Está tan ocupado con tú suegra que es incapaz de darse cuenta…

-¿Qué dijiste? –respondio Patricia jalándola del brazo para hacer que la mirara.

-Tu suegra y Miguel Ángel tienen una relación.

-¿Estás loca? ¿Cómo puedes decir eso de esa señora?

-¿Ahora la defiendes? ¿Después de que te odiaba?

-No me odiaba, solamente me juzgó sin conocerme.

-Yo no confiaría en ella, es una hipócrita.

-No digas eso, es la mamá de mi novio.

-Es inútil, nada de lo que yo haga o diga hará que ellos se separen.

-Estas diciendo tonterías, entre Regina Marroquín y Miguel Ángel no puede haber nada, lo conozco, se que jamás haría algo que perjudicara a un amigo.

Alina se sentó en el sofá y nuevas lágrimas se asomaron por sus ojos.

-Los vi irse juntos ayer por la mañana.

-¿Juntos? ¿A dónde?

-No lo sé, Miguel Ángel no volvió en todo el día.

-Tú sabes que Miguel Ángel no siempre vuelve los sábados…

-Claro, y ahora entiendo por qué.

Patricia se sentó a su lado.

-Eso ha sucedido desde antes que conociera a Regina. No te hagas ideas de cosas que no existen.

-Di lo que quieras, yo sé lo que vi. Si es que no ha pasado algo, pasará, no me cabe duda.

Patricia suspiró.

-¿Quieres que investigue?

-¿Lo harías?

-Por ti, hago lo que sea…

Alina abrazó a su hermana.


Regina se encontraba en una nueva sesión de fotos para la campaña del nuevo lanzamiento, descansaba en una silla alta, donde le retocaban el maquillaje.

-Siento que a mis años no puedo seguir dándome el lujo de colgarme hasta el molcajete.

-¿Pero qué dices mujer? Con todo te ves perfecta. –respondió una mujer que estaba sentada a un lado suyo.

-Lo dices porque te hago ganar millones al año…-contestó Regina con una sonrisa.

-Y también porque te amo…-le dijo la mujer dándole un beso en la mejilla.

-Ay Génesis, que te compre quien no te conozca…

-Jajajaja ¿Dudas de mi amor?

-Pues…si me quieres como quieres a tu marido pues…sí.

La mujer soltó una carcajada. Regina la observaba detenidamente, Génesis era una mujer muy joven, sureña, morena clara, algo entrada en carnes pero muy hermosa, una maga de la publicidad, podría ser muy joven pero para nada inexperta.

-Tengo prioridades, mi reina.

-Si las tuvieras ya le habrías dado a Emilio lo que tanto te ha pedido.

Génesis la miró fijamente.

-No sé si la maternidad sea lo mío.

-Es eso, o no sabes si quieres tener un hijo de tu marido. –soltó Regina mientras hojeaba un dummy que Génesis le había entregado.

-¿Puedo serte franca?

-Desde luego…

Génesis la miró como pidiéndole un favor.

-Muy bien chicos, tómense un descanso, los veo en una hora y media, coman rico. –dijo Regina para despedir al equipo.

Cuando se quedaron solas, le hizo señas a Génesis para que la acompañara.

-¿Vas a secuestrarme de nuevo?

-Claro, con eso de que casi no te gusta…

Ambas mujeres salieron al balcón del edificio, donde ya les esperaba el almuerzo.

-Comer contigo es un agasajo, regresaré a casa con varios kilos de más. –le dijo Génesis.

-Buena falta que te hace…

-Tú sabes que no.

-Emilio me dice que prácticamente no comes nada ¿Estas bien?

-Pues, intento estarlo. Ya sabes, este trabajo es demasiado demandante, por eso mi negativa de tener hijos en este momento de mi vida.

-Tu marido mataría por un bebé, según me ha dicho.

-¡Ah! Veo que has estado hablando muchísimo con él. ¿Muy amigos?

Regina la miró con los ojos entornados.

-Emilio tiene la edad de mi hijo, eso sin contar que es mi sobrino, estúpida.

Génesis estalló en carcajadas.

-Es tu sobrino político…

-Cada día estas peor, no sé qué pasa contigo. Si no te sientes a gusto con él, podrías divorciarte, ahora ya es más fácil que antes. ¿O qué? ¿Te hizo firmar un contrato pre-matrimonial?

-No, y aunque así fuera el dinero es lo de menos, he logrado amasar mi propia fortuna. No me desagradan sus romances con otras mujeres.

-No entiendo cómo puedes aguantar que te sea infiel y tú estar como si nada.

-Ojos que no ven…

-Tú corazón no siente desde el primer día, no sé por qué te casaste.

-Por lo civil, por la iglesia y por pendeja…

Ambas mujeres rieron.

-Mientes muy bien, al menos él te cree.

-¿Se nota mucho que miento?

-Eres muy sistemática, Génesis, por eso tu suegra te odia.

-Oh…nunca fui lo suficientemente buena para su bebé. –respondió la morena, haciendo un puchero.

-Nadie es lo suficientemente buena para esa perra, cuando ella misma viene de abajo.

-Te juro que el día que me canse se lo gritaré en su cara, no la soporto.

-A cada cual le llega su hora, ten paciencia.

-Trato de aguantar, pero no se por cuanto tiempo. Pero en fin…

-Deberías tener un hijo, te ayudará a sensibilizarte.

-¿Crees que no soy sensible? Vaya, no habrán hijos ahora…

-O quizás puedas divorciarte y rehacer tu vida con alguien más, alguien a quien sí ames.

-No, para nada. Emilio no es el hombre de mi vida, pero tampoco me la arruina.

-¿Le has puesto los cuernos?

-Oh…que coloquial.

-Responde…

-No, quizá no me creas pero jamás he hecho tal cosa. Si esto se viene abajo será por él, no por mi.

-Tan egoísta…

-Siempre. –respondió Génesis guiñándole el ojo.

-No te haría mal una aventura.

-¿Lo dices en serio?

Regina soltó una risita picarona y se concentró en su plato de lasagna.

-Claro, sólo se vive una vez.

-¿Qué pasa contigo? Deberías ser una vieja estirada, regañarme por no querer tener bebés pero en cambio me aconsejas tener una aventura…vaya, vaya.

Regina rió.

-Hay que darle sabor a la vida, de cuando en cuando.

-Tú le diste sabor, supongo.

-Claro, sólo que jamás fui infiel…yo si amaba a mi esposo.

-¿Ves? Por eso te admiro, eres un gran ejemplo.

-Tú también podrías hacer algo interesante de tu vida, más de lo que más has hecho.

-Quizá tome tu consejo pero dime… ¿Qué pasó con tu aventura?

La mirada de Regina se ensombreció y se desvió al horizonte, habían pasado 2 semanas en las que no había tenido noticias de Miguel Ángel, lo escuchaba en la radio, sabía que estaba bien, pero no respondía a sus llamadas ni mensajes, había ido a Arandel con la esperanza de verlo pero jamás lo encontraba. Sabía que se había portado muy mal con él y que probablemente éste no quería volver a verla.

-Desapareció, mi ofensa le caló en lo más profundo. –respondió finalmente, sirviendo dos copas de vino.

-Qué marica…

-Génesis…

-Ya sé, ya sé, ese hombre es demasiado sexy, por eso no puedes dejarlo ir.

-No lo sé…

-¿Lo amas?

Regina abrió los ojos petrificada.

-Qué cosas dices, chamaca.

-Respondeee

-¡Claro que no!

-Pero te gusta…

-Demasiado, provoca tantas cosas en mí que bueno…no sentía ya hace mucho

-Podrías pedir ayuda a terceros para hablar con él…

-¿Cómo?

-Sí, buscar a algún amigo suyo y pedirle que te de su ubicación o algo así.

Regina se detuvo a pensar por un momento ¿A quién podría recurrir? De ninguna manera a Alina, estaba más que visto que eran rivales, a Patricia menos que nadie, era novia de su hijo y hermana de su rival, para nada confiable.

-Claudio Montaño…

-¿Quién?

-Sí, es un amigo de Miguel Ángel y trabaja con él, quizá pueda serme de utilidad.

-Ya tienes trabajo entonces…

-El tipo es desagradable pero…quizá puedas ayudarme a suavizarlo.

-Jajajaja ¿De qué manera?

-Se ve que es un mujeriego sin escrúpulos, podrías servirme de recompensa a cambio de que él acepte ayudarme.

-No tienes piedad, Regina Marroquín.

-Apóyame, sobrina…

-Ok, entonces…debo comprar lencería linda.

Regina sonrió triunfante.


Claudio se encontraba en su oficina dentro del restaurante, tenía pendientes unas cuantas cosas antes de salir al espectáculo de esa noche, le ayudaba a su amigo con la administración del restaurante, lo suyo también eran los números. De un momento a otro alguien llamó a su puerta.

-Adelante. –dijo sin fijarse quien podría ser.

-Buenas tardes, Señor Montaño… ¿Interrumpo?

Claudio apartó la vista de los papeles que tenía en las manos y frente a él vio a la monumental Regina Marroquín, quien le sonreía coquetamente.

-Señora Marroquín, que agradable sorpresa…no nos dijo que venía, le habríamos preparado algo especial.

-Quería sorprenderte…

-Vaya que me ha sorprendido, tome asiento por favor.

-Gracias…

Antes de que Regina aceptara su invitación, una chica de larga cabellera morena y rizada entró a la oficina, Claudio al verla quedó boquiabierto.

-Claudio, le presento a Génesis Marroquín, mi sobrina…

-Es…un verdadero placer, Claudio Montaño, para servirle…-le dijo dándole la mano.-por favor tomen asiento.

-Es usted muy amable. –respondió Génesis, sonriendo.

-Es lo menos que merece un par de damas tan distinguidas y hermosas. ¿Qué las trae por aquí?

-Quería pedirle un favor, muy personal…-dijo Regina.

-Usted dirá, para que soy bueno…

-Necesito saber en dónde encontrar a Miguel Ángel.

Claudio tragó saliva, y carraspeando respondió.

-Pues, no estoy seguro de tener esa información, señora…

-Claro que la tiene…usted es su mejor amigo y…yo también.

-Señora, con todo respeto, no creo que sea buena idea el que yo me entrometa en los asuntos de mi amigo.

-Usted no va a entrometerse, sólo va a ayudarme y él jamás sabrá que usted habló.

Claudio negó con la cabeza.

-Vamos Claudio, ¿Me hará suplicarle?

-Señora, de verdad no puedo…

-Oh…yo que le había hablado tan bien de usted a mi sobrina, que canta como los ángeles, todo un tipazo.

Claudio no pudo evitar sonrojarse cuando la morena le sonrió.

-Está bien, señora, pero que Miguel Ángel jamás se entere, porque me mata…

-Seré una tumba…

Tomó un post-it y anotó la dirección de Miguel Ángel y se la entregó a Regina.

-Bueno, me encantaría quedarme al espectáculo de esta noche pero tengo unos asuntos pendientes que resolver…

-Esta noche, tampoco cantará…

Regina trató de disimular su sonrisa.

-Entonces usted deleitará a los presentes… ¿le importaría si mi sobrina se queda?

-Oh…en absoluto, es bienvenida.

-Perfecto, entonces, Génesis te quedas en buenas manos…-dijo Regina despidiéndose de beso de su sobrina y ofreciéndole la mano a Claudio.- gracias por su ayuda, señor Montaño.

Cuando Regina se hubo ido, Claudio miró sonriente a aquella curvilínea morena.

-Dígame, señorita… ¿A qué se dedica?


Alina y Miguel Ángel habían pasado la tarde juntos, por alguna extraña razón, Regina Marroquín había desaparecido del mapa y él no había vuelto a mencionarla, habían vuelto a ser los mismos amigos inseparables de siempre, ella sólo estaba buscando la oportunidad perfecta para dejar al descubierto lo que sentía por él.

-Los paseos en tu moto son relajantes…-dijo Miguel Ángel quitándose el casco, al tiempo que Alina bajaba de la motocicleta.

-Deberías tener una también. –le dijo sonriendo, con el casco a modo de sombrero.

La sonrisa de Alina era traslúcida, inocente, dulce, toda ella lo era y eso enternecía a Miguel Ángel, quizá era su imaginación o la hermanita de su amiga estaba empezando a madurar, a hacerse más mujer. Si bien habían sido muy buenos amigos, las últimas semanas habían pasado demasiado tiempo juntos, pero había sido diferente a anteriores ocasiones, a su lado se había sentido más reconfortado que nunca.

-Tal vez te tome la palabra, algún día.

-Llevas años diciéndome eso…

Entraron a la casa de Alina y ella le ofreció sentarse.

-Tengo naranjada, agua mineral, coca-cola…

-Dame mi droga, por favor…

Alina se dirigió a la cocina sonriendo y volvió con un par de latas de la mencionada bebida y dos vasos.

-¿Irás a dar show esta noche? –le preguntó mientras le servía el refresco.

-No, ya sé que he faltado pero…necesitaba recuperarme de las desveladas, ya la otra semana estaré al 100.

-¿Seguro que es por eso? No sé porque siento que me ocultas algo…

-No guapa, para nada, sólo necesitaba unos días, es todo.

-Bien, todo sea por el bienestar tuyo.

Alina bajó la vista y dio un sorbo a su bebida, Miguel Ángel la miraba y nada le quitaba de la cabeza que se veía diferente.

-Has cambiado, Ali…

-¿Cómo?

-Sí, ya no eres la nena norteñita que conocí hace tantos pero tantos años…

-Pues…cuando me conociste tenía 15 años.

-Sí, no me había dado cuenta lo rápido que pasó el tiempo y que ahora ya eres toda una mujer.

Alina bajó la vista.

-Oye por cierto dime ¿Qué pasó con ese muchachito?

-¿Quién?

-¿Raúl se llamaba?

-Ah…nada, un idiota más.

-¿Te hizo algo?

-No, en realidad era alguien poco interesante.

-Eres demasiado exigente, eso es bueno, no cualquiera se merece a una chica como tú.

Alina lo miró a los ojos.

-¿Cómo yo? ¿Cómo es eso?

-Primero que nada, bondadosa, inteligente, culta, humana, interesante y…realmente bella.

Ella bajó la mirada sonrojada.

-¿Qué pasa? ¿Te molesta que te diga que eres bella?

-No…favor que me haces.

Miguel Ángel sonrió.

-No es un cumplido, sólo digo lo que pienso y veo. Siendo tan maravillosa mereces a alguien que te valore.

-Espero que pronto esa persona se dé cuenta de lo que siento…

Miguel Ángel abrió los ojos como platos.

-¿De lo que sientes? ¿Estas enamorada de alguien?

-Enamorada es poco…-le respondió ella desviando la mirada.

-Wow y ¿Quién es el afortunado?

-No lo conoces.

-Ya veo, pero ¿Ya le has dicho?

-¡No! No creo hacerlo jamás.

-¿Pero por qué no?

-No me correspondería.

-No sabrás si no se lo dices…deberías hacerlo.

Alina había esperado el momento indicado para hablar de sus sentimientos, quizá este fuera el idóneo, mil ideas galopaban en su cabeza, no sabía cómo decírselo, sus manos comenzaron a sudar y un nudo atravesó su garganta. Simplemente era ahora o nunca.

-Miguel, yo…

Y antes de que pudiera completar la oración, Patricia y Sebastián entraron a la habitación.

-¡Vaya miren a quien tenemos aquí! –dijo Sebas acercándose para saludar a Miguel Ángel.

-El hijo pródigo ha vuelto a casa…-dijo Patricia.

-Señores…-respondió Miguel Ángel saludándolos cariñosamente.

-¿Nos acompañarás esta noche?

-No puedo, me la tomaré de nuevo.

-¿Es que ya no piensas trabajar nunca más? –le dijo Patricia, de broma.

Miguel Ángel sonrió.

-Sólo hoy, la otra semana me reintegraré. Por el momento me retiro, ha sido una semana un tanto agotadora…

-¿Te vas tan pronto? –preguntó Alina con desilusión en la mirada.

-Sí peque, estoy muerto, pero mañana podemos quedar para ir a comer algo

-Está bien…-respondió ella con una débil sonrisa.

-Yo te llamo, cuídate y suerte hoy…-le dijo él al tiempo que le daba un beso en la mejilla.

Al llegar a casa decidió tomar un baño y después ya en pijama se dispuso a leer un libro frente a la chimenea, aunque ya se había tranquilizado, todavía tenía un mal sabor de boca por lo ocurrido con Regina, ciertamente no había respondido a sus llamadas y había evitado a toda costa toparse con ella, pero tenía en mente buscarla o dejarse encontrar, las cosas merecían aclararse, después de todo no consideraba que ella fuera una mala mujer.

Ocupado estaba leyendo a Andrés Oppenheimer, cuando oyó el timbre de su puerta, consultó su reloj; era casi media noche. “¿Quién puede ser a esta hora?” pensó, se puso de pie dirigiéndose a la puerta y sin mirar por el ojillo, la abrió de par en par, sólo para ver frente a él a una mujer hermosísima, cómo una aparición, sin duda lo más bello que sus ojos habían visto.

-Buenas noches… ¿Puedo pasar?

-Claro, Regina…te estaba esperando.