Por el momento - VI (El encuentro) Final

No quería que nada turbase nuestro encuentro

Toño, me dejó en casa y se despidió de mi. Tenía que reunirse con su familia en Oliva.

Así que, decidí meterme en la cama.

Al día siguiente, me quedé en casa; no quería ver a nadie. Necesitaba descansar de tanto folletéo.

Y como, me encanta la cocina; después de meter unas patatas en el microondas, me puse a preparar todo lo necesario para hacerme una lasaña de espinacas.

No pienso daros la receta.

También aproveché para ordenar un poco la casa.

Y, luego, mientras se hacía la carne, entré a mirar mi correo y conecté mi Ipad a Soma. Casi siempre escucho Groove Salad...

Por supuesto, que tenía que entrar en la cocina con frecuencia, para controlar el tema. Y, a eso de las 11:30, lo digo porque mire el reloj, oí el ruido que hace una persiana vieja cuando se sube o se baja, en el patio interior. Naturalmente, miré por la ventana instintivamente…

... y, descubrí a un vecinito, que acababa de levantarse y en calzoncillos empezaba a hacer sus ejercicios, tranquilamente; con la ventana abierta de para en par.

Me quedé parado, sin poder dejar de mirar al chiquillo, porque no sé si llegaría a los dieciocho años. ¡Que bonito!

Me di una pequeña bofetada en la cara y me dije: tu a lo tuyo ¡coño!, y deja ya de mirar… ¡joder!

Preparé la fuente de cristal en la que siempre horneo las lasañas y después de cubrirla bien con margarina, empecé a colocar algunas hojas de lasaña. Todavía quería que la carne se hiciera un poco más, así que, volví a salir de la cocina...

pero, no podía sacarme de la cabeza la imagen del vecinito, haciendo sus ejercicios, en calzoncillos; y cedí a la tentación de volver a la cocina a mirar otra vez.

La lasaña, siempre me sale exquisita, así que, ya está todo dicho. Comí y me tumbé en el sofá a ver el primer episodio de “Los Medici, señores de Florencia”; y, cuando me desperté, me di una buena ducha y salí a pasear.

Abajo, antes de salir del portal, me abordó un tío, muy aparente, que me pidió disculpas por el comportamiento de su mujer el día anterior…

  • No sé a que te refieres, le contesté, haciéndome el tonto

  • ¡Si!... esos golpes en el techo con el cepillo de barrer y esas voces que tanto le gusta dar a mi mujer. No le hagas caso ¡por favor!… es que tiene una ansiedad tremenda desde que dio a luz a nuestro tercer hijo.

Seguí haciéndome el tonto y quitándole importancia al hecho; más que nada, porque el tío estaba empezando a gustarme un montón.

Era el vecino de abajo. El marido de la loquita que nos había llamado maricones y que nos cortó el rollo. La de “que es la hora de la siesta ¡coño!”…

  • ¡Ah, si!, ya sé, no te preocupes... y, disculpanos. Es que, vinieron unos amigos y, ya sabes, cuando tienes visita, siempre hay un poco de más jaleo. Y, además, era la hora de la siesta. No pasa nada ¡de verdad!.

¡Por cierto!, me llamo Jose; y le alargué la mano.

  • ¡Encantado!... Paulino

¡Fffffffffff!, que tronco más potente (pensé). Tenía cara de no haber roto un plato en su vida. Con unos ojos negros, en los que te perdías si le mirabas fijamente, complexión atlética, y unas manos preciosas... muy viriles…

Sentí que me derretía cuando nos dimos la mano; que suavidad y que firmeza.

  • Espero que podamos vernos con más frecuencia. ¡Me encantaría!, le dije…

  • ¡Claro!, ¡seguro!… somos vecinos…

y se dirigió al ascensor, que yo nunca suelo usar. Que pena que no subiera por las escaleras; me hubiera gustado ver ese culo en movimiento.

  • ¡Adios!

-¡Hasta luego!

Salí y me dirigí a una zona de arboleda que me gusta mucho; y que, me parece ideal para pasear.

Y, al pasar frente a la casa de Chema, que estaba en esa dirección, me encontré con él.

  • ¡Hey! ¡que pasa!… ¿que tal ayer?, me preguntó…

  • Tuve que irme a casa, no me encontraba bien... ¿y vosotros?

  • ¡Bien!, ¡muy bien!. No había follado tanto en mi vida. Pablo es un fenómeno…

  • Voy a dar un paseito a ver si me espabilo, que estoy un poco tonto ¿me acompañas?

  • ¡Claro!, yo también he salido a pasear.

Estuvimos andando durante un par de horas, con una charla muy animada... y, poco a poco, este chico empezó a gustarme mucho más. Era un verdadero encanto, divertido y muy imaginativo. Creo que me he encariñado con él.

  • ¿Cenas conmigo?. Hoy quiero estar tranquilo... y, tu me das tranquilidad… ó ¿tienes algún plan?…

  • Acepto. Me encantaría… ¿en tu casa?

  • En mi casa

Me llamó Pablo, que estaba en Aranjuez con Arí y Ana y me pregunto si quería cenar con él.

  • Estoy muy cansado Pablo, Mejor nos vemos mañana ¿vale?

  • Vale. Cenaré con esta parejita de tórtolos. ¡Hasta mañana!

Me senté en una silla de la cocina y Chema se me quedó mirando

  • Siéntate ¡joder!… ¡estoy cansado!... pero, no te preocupes que tengo la cena hecha en un pis-pas. Además, todavía es muy temprano ¿no?

  • Me gusta mirarte, dijo sonriente…

  • ¿Algo en especial?

Abrió la sonrisa y empezó a acercarse lentamente

  • ¡Ven, precioso!, dije; agarrándolo por la cinturilla del pantalón

Lo coloqué frente a mi y lo rodeé con mis brazos…

  • ¿Que me estás haciendo?, ¡cabrón!. Sabes que estoy empezando a sentir algo por ti ¡pequeñajo!. Eso no está bien ¡eh!

Dejó que lo acariciara y se arrodilló frente a mi…

... necesitaba besarlo.

Me sentía inmenso, flotando entre sus labios… y no quería que nada turbase nuestro encuentro. Solo me molestaba ese sentimiento que se estaba apoderándo de mi.

Mi niño, estaba en silencio. No decía nada. Solo me miraba y sonreía plácidamente, como si durmiese en esa sonrisa.

¡Ay, mi corazón!, ¿que voy a hacer contigo?

Me levanté lleno de energía. Me sentía feliz. No sé porqué... y, cogí a mi niño y me lo lleve a mi cuarto... y entre besos y achuchones, caímos en la cama.

¡Joder!, que no ¡coño!… intenté levantarme.

Pero el me cogió por la cintura, para que no me escapara y volví a caer sobre él…

¡Ay! ¡joder!... que estás muy duro…

El, solo sonreía…. y me besaba intensamente; apenas si podía respirar. Pero, me gustaba sentirle en mi boca… la tibieza de sus mejillas… esa naricilla; tan chiquita y resuelta... y esos ventanales para mirarse y perderse sin retorno posible.

¡No, Señor!. Otra vez, no…

  • No tienes hambre ¿de verdad?

Le miré con el alma... y, solo podía entregarme

  • ¿Tienes hambre?

  • Un poquito; y, volvió a abrir esa sonrisa

  • Pues venga ¡al ataque!; y, le cogí en brazos y me lo llevé a la cocina.

-¡Lasaña de espinacas!...¿te gusta?

  • ¡Me encanta!… ¡como tú!.

Le miré y …

  • Vamos a cenar ¿vale?... después estoy contigo.

Y como todavía me quedaba jamón; pues, partí un poquito y saqué unas cervezas.

Continuamos, charlando, de todo un poco…

... pero, no podía seguir muy bien el tema de conversación, porque estaba luchando contra ese sentimiento que anidaba en mi y que tan feliz me hacía. No obstante, ver a Chema tan animado... y, tan contento, me daba mucha energía.

Tenía un verdadero bombón en mi casa; y, yo, estaba dispuesto a empacharme otra vez… ¡ya lo creo!

Nuestros ojos no paraban de trabajar, y en cuanto terminamos de cenar, se aliaron con todo nuestro ser y comenzamos a disfrutarnos mutuamente.

Mientras le besaba, con ternura, iba desnudando su cuerpo, que parecía esculpido por un artista de la Grecia clásica…. y, al tener ese culazo que, ahora era mío, entre mis manos, lo tumbe boca abajo, para volver a saborearlo... y, tras minutos de deleite, me acurruqué y le cedí todo el protagonismo; necesitaba saber que sentía él.

Pasamos algunos minutos en silencio pero, poco a poco, empecé a sentir su calor y sus caricias... y, palabras, que hace mucho tiempo que no oía.

  • No te escapes...¡te adoro!…

Me mordía la oreja mientras me hablaba quedamente

  • Soy tuyo… ¿no lo sientes?

No me atrevía a enderezarme... y cada vez en acurrucaba más

  • Quiero que me folles toda la noche.

Moví mi cabeza y le miré a los ojos

  • ¿Me regalas el culo?

  • Ya no es mio. Es tuyo

Me di la vuelta y le abracé. Le lamí la cara. Le pedí su lengua... y, estuve comiendo de su boca mucho tiempo. Pero mis manos, independientes, no dejaban de buscar en su cuerpo cualquier rincón que pudiera estar oculto.

Me gustaba tocarle el culo… me encantaba sentir su redondez y su dureza; y, sobretodo, saber que era mio.

Ahora era mio…

Al día siguiente estuvimos en clausura... metidos el uno en el otro... todo el día… tomando posesión de lo encontrado… creciendo.