¿Por el culo? (Final)
Tercera y última parte del relato.
Si lo deseas, puedes echarle un vistazo a las dos primeras partes del relato aquí:
https://www.todorelatos.com/relato/179861/
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Tocaba ponerle la guinda al pastel. La culminación perfecta de la velada. Iba a follarme a Mireia ante la mirada deseosa de Natalia, a quien no le quedaba otra opción que recurrir a sus juguetes. Que se joda. Nadie me metía un dedo en el culo a traición y se iba de rositas.
Mireia, obediente y disciplinada, esperaba tendida boca abajo en la cama. Alzaba el trasero lentamente trazando suaves círculos y tentándome a entrar dentro de ella cuanto antes. Y eso haría, no sería yo quien se resistiese a esa peculiar danza de cortejo. Me coloqué a los pies de la cama y pellizqué su nalga. Aproveché ese pequeño respingo para ubicar mi glande a la entrada de su templo sagrado (lo que venía siendo el coño, vamos) y acto seguido, se la metí. Sin miramientos ni preámbulos. Entró sola, deslizándose con la facilidad que siempre me había imaginado. Era un lugar cálido, húmedo y estrecho. No os miento. Podría contar sus pliegues internos con las venas de mi polla. Se notaba que su intimidad no estaba tan trabajada como la de Natalia.
Comencé a bombear con ganas. Me agarraba a sus caderas y a empujones, la obligaba a incorporarse, llegando a ponerse casi a cuatro. Jadeaba intentando controlar la respiración y se agarraba a la almohada como si fuera el único lugar seguro del mundo. Mientras, Natalia, nos observaba con odio. Parecía que la idea de resignarse a sus juguetes, no terminaba de convencerla. No era la típica mujer a la que nadie le negase un polvo y más que en sus necesidades, eso le había dolido en el orgullo.
Natalia se acercó a nosotros a gatas. Sigilosa, sibilina, seductora… casi ronroneaba. Yo, no perdía de vista sus consoladores. No me fiaba una mierda de sus intenciones, pero no podía dejar de darle lo suyo a Mireia, que ajena al mundo, se derretía en una oleada de orgasmos.
Al llegar a nuestra altura, me rozó. Se colocó apoyándose en la espalda de Mireia y acercó la cara a nuestros genitales. Yo no disminuí el ritmo. Ella parecía querer saborear nuestros sexos en movimiento y prueba de ello, fue que comenzó a acariciarme los huevos… Hija de puta. Eso no se hacía. Era uno de mis puntos débiles y la muy perra lo sabía.
Pero eso no terminó ahí. Cuando quise darme cuenta, Natalia se había escabullido por nuestros cuerpos y se había colocado justo debajo de Mireia, en posición de 69. Su lengua, buscaba con ansiedad el coño de nuestra hermana. Mientras, mis huevos rebotaban en su cabeza. Una posición imposible digna de la gimnasta más ninfómana. Sin duda alguna, esa sería la última escena que me habría imaginado al empezar el día.
Mireia no pudo resistirse y comenzó a lamer el coñito de Natalia. Al verlas, corroboraba que no era la primera vez que esas dos hacían algo similar. Demasiada sincronización… Sabían justo donde tenían que tocarse y a que intensidad hacerlo. Por un momento me las imaginé dándose placer mutuamente a escondidas. ¿Cómo habrían empezado? ¿Sería algo frecuente? ¿Lo habrían hecho con más gente? Un sentimiento de celos y posesión comenzó a adueñarse de mí. Eran mis hermanas. Si alguien tenía que follárselas, debería ser únicamente yo ¿o no era eso lo que hacían los hermanos?
Dos cuerpos hermosos, jóvenes, calientes y desvividos por el placer se contoneaban de forma hipnótica bajo mi rabo. El sudor las hacía brillar y la amalgama de potingues diarios que se echaban para la piel, les confería un poder de deslizamiento digno del cerdo engrasado de las verbenas de pueblo. Podía ver sus músculos en tensión y las partes blandas moviéndose en perfecta sincronía.
Mireia se detuvo en seco, logrando que la penetración alcanzase su tope. Sin palabras, Natalia abandonaba su posición y se tumbaba en la cama. Acto seguido, se colocaba a su altura y besaba sus labios. En ese momento, yo disminuía el ritmo. En cierto modo embobado por la escena y en gran medida, para dejarlas que se acomodasen. Esa deceleración sirvió para que Mireia se desencajase de mí y se centrase en darle atenciones a nuestra hermana. Sus manos comenzaron a recorrerse mientras sus lenguas se entrelazaban y bla bla bla… dejémonos de poesía y retóricas. Tenía los consoladores de Natalia a mano y dos coños sin nada dentro frente a mí. Como que dos y dos son cuatro, agarré las pollas de látex y sin mediar palabra, se las metí hasta el fondo. En ese momento, descubrí que era ambidiestro.
Comencé a mover esos aparatos a una velocidad de espanto. Sin delicadezas, simplemente fricción y rabia. Apretaba los dientes mientras ellas gemían con fuerza y de forma desesperada. Menos mal que los vecinos no estaban en casa, porque de lo contrario, no habría tardado en aparecer una patrulla de la guardia civil frente a mi puerta para averiguar a quien estábamos matando.
En mi cabeza sonaba ACDC, concretamente la canción: “Thunderstruck”. Era un viejo truco recurrente. Siempre que masturbaba a una mujer, lo hacía siguiendo el ritmo del rasgueo de guitarra de los primeros acordes de esa canción (probadlo. De nada) y se había convertido en uno de mis mejores recursos, tanto que no había pasado ni un par de minutos cuando…
—Joder, que puta pasada.
De repente, mis hermanas se convirtieron en fuentes. Después de la primera convulsión, el flujo se escurrió tímidamente por sus muslos, pero no tardó en comenzar a fluir a chorro vivo. Las dos mujeres se derritieron en un potente orgasmo empapando las sábanas, mis brazos y todo en un radio de un metro a su posición. Yo no dejaba de moverles los consoladores a todo lo que permitían las manos. Mentiría si en ese momento mi masculinidad y ego no habían subido a las nubes. Tanto, que se habían estrellado contra los cojones de San Pedro, que en toda su bondad, solo pudo chocar su puño con el mío y decirme que lo había hecho de puta madre. Logro desbloqueado: doble squirt.
Que si, que subirle la moral a un hombre era así de simple. El mérito era de ellas y todo lo que queráis, pero esa ducha de fluido tibio solo logró terminar de ponerme cardiaco y haciendo el papel de mártir, les entregué mi cuerpo para que hiciesen con él lo que quisieran… es decir, me tumbé en la cama. Yo ya había hecho bastante. Ahora les tocaba moverse un poquito a ellas.
Mireia lo entendió y se colocó a horcajadas sobre mí. Era una posición más clásica, pero teniendo en cuenta que ya solo nos quedaba hacer el pino, no estaba nada mal. Natalia volvía a centrarse en mis huevos y eso aceleró demasiado el proceso. Tanto, que comencé a sentir el peculiar hormigueo previo al despegue. No hacía mucho que había descargado, pero intuía el segundo lanzamiento no iba a desmerecer al anterior.
Dicho y hecho. Avisé de que mi corrida era inminente, pero Mireia no hizo ademán de sacarme de su interior. Esperando que tomase precauciones, me dejé llevar. No me apetecía ser padre, tío y proscrito en mi casa… y pasó lo que tenía que pasar. No lo vi, pero sentí cada chorro de esperma que salía disparado de mi rabo. Mireia contraía las ingles en cada rafagazo y eso intensificaba mis sensaciones. Sí. Acababa de correrme dentro de mi hermana y si no el mejor, sin duda, había sido uno de los orgasmos más potentes de mi vida. Sencillamente, brutal.
Pasados unos minutos, ya habíamos recuperado el fuelle. Estábamos tumbados en la cama. Desnudos, sudados y sin saber que decir. Mireia a mi izquierda y Natalia a mi diestra. Era curioso como cuando uno salía del estado de euforia y volvía a la normalidad, empezaba a comerse la cabeza… pero lejos de sentir culpabilidad, sabía que quería volver a repetir. Joder, estaba tentando de proponer hacer un horario de turnos rotativo para poder seguir follándomelas. Ellas observaban a la nada, pero con esa sonrisilla que solo una mujer satisfecha podía esbozar. Estaba seguro de que ellas también compartían mi idea.
—¿Y ahora qué? ¿Vemos esa peli?
Mi nombre es Judas. Gracias por haberle dado una oportunidad al relato, espero que os haya gustado el final. Mis agradecimientos a todos los que habéis leído, comentado o valorado las dos partes anteriores. Todas las críticas procedentes del respeto, sean positivas o negativas, son aceptadas y valoradas. También agradeceros a los que me habéis escrito por correo electrónico.
Tengo un par de ideas en mente para otras historias, así que si todo va bien, nos seguiremos leyendo por aquí. Un saludo a todos.