Por el camino del mal

La visita de Karmen y su hija a nuestra casa se prolonga. Y me descubren un mundo nuevo de juego y morbo.

Tan pronto salimos de casa y sonó el portazo, aterricé al fin en la realidad. Estaba a unos minutos de comenzar la prueba más difícil de mi vida, y mi cabeza estaba descentrada y confusa.

-"Karmen...", le dije.

-"Dime", contestó.

-"Nada... perdona", le respondí.

-"Uhm.. que raro estás", me dijo.

Nos subimos en la furgoneta, y Karmen le dio un par de acelerones para ponerla en marcha.

-"Tranquilo, llegaremos seguro. Recuerda que he cruzado toda la península hace unos días con este cacharro viejo, ¿eh?", me tranquilizó Karmen al ver mi cara de pánico. "¿Estas preocupado? ¿Lo llevas bien?", me preguntó mientras iniciaba la marcha.

Asenti con la cabeza sin responder. Calculaba que tardaríamos más de hora y media en aquella furgoneta, mientras mi cabeza iba dando vueltas.

Durante el trayecto, hablamos de temas irrelevantes que rebajaron mi nivel de agobio. Me pregunto también por mis planes, lo que iba a estudiar.... me ayudó, en fin, a no pensar.

Mediado el viaje, se hizo el silencio. Entonces le hice la pregunta.

-"Karmen...".

-"Dime, nene".

-"Perdona por lo que te voy a preguntar..."

-"Suéltalo y no seas bobo...", me miró extrañada.

-"Cuando estábamos en el baño y entro Hilda... creo que.... ¿tenías ganas?"

-"Jajajajjj"

-"No te rías, por favor..."

-"Disculpa Carlos. A ver, lo que me preguntas es... ¿si me hubiese dejado que me la metieras?".

-"... Más o menos, eso...", le contesté después de un breve silencio.

-"Probablemente. Estaba muy excitada en ese momento", respondió con su desquiciante naturalidad.

...

"Lo cual no quiere decir que hubiese sido lo correcto", afirmó después de varios minutos más de silencio.

-"¿Tu hablándome de lo correcto?", le pregunté.

-"Me refiero a que tú eres virgen. Mereces algo más chulo que follar en un baño, sudoroso, en cinco minutos".

-"Ya", respondí, sin ganas de insistir.

Llegamos al aparcamiento de la facultad pasadas las ocho.

-"Hemos llegado, nene. Te invitaría a un porro, pero creo que no es lo que más te conviene ahora mismo", me dijo Karmen mientras echaba el freno de mano.

-"Pues no. Pero tampoco me vendría mal, estoy muy nervioso", reconocí.

-"Puedes relajarte de otra manera", me dijo Karmen al tiempo que se desabrochaba el cinturón de seguridad.

Apagó el canuto que se estaba fumando y lo dejó en el cenicero. Sin titubear, se giró hacia mí, mientras con las manos me bajaba la cremallera.

Mi polla estaba flácida y recogida. Karmen la vio y me sonrió. Se agachó y se la metió en la boca entera, aún inerte. Se la mantuvo varios segundos guardándola dentro de su boca y rodeándola con la lengua.

-"Relajate chiqui", me dijo, antes de hundir de nuevo su cabeza en mi entrepierna.

Comenzó a crecer dentro de su boca y Karmen empezó a emitir largos y sensuales suspiros. Se estaba excitando al notar crecer el miembro dentro de ella. Mi erección ahora era completa. Karmen utilizaba una mano para sujetar la base de mi pene mientras con la otra frotaba su coño por debajo del vestido. Pasé una mano por encima y le levanté el vestido brevemente, comprobando que no llevaba bragas. Tire de su ropa hasta el ombligo, dejandole el culo desnudo y en contacto directo con el asiento. Ella aceleró el ritmo de la mamada y mientras sentía llegar el orgasmo le avisé, apartando su cabeza. Ella se quejó con un gruñido sin soltar mi polla erecta y enterró su boca aún más en ella. Notando llegar ya la leche, se quedó inmóvil con todo el largo de mi pene dentro esperando la descarga, y justo en el momento en que me venía comencé a eyacular dentro de su boca. Solté varios chorretones muy fuertes y Karmen aguantó el envite. Luego comencé a soltar mi leche más despacio y ella continuó, sin retirarse. Cuando mi verga dejó de palpitar, Karmen replegó sus labios muy lentamente dejándola de nuevo al descubierto, y mirándome a los ojos se tragó la leche caliente de un trago. Ya con mi lefa dentro de su cuerpo, volvió a meterse mi polla en retirada dentro de su boca, bañándola en saliva y guardándola en su paladar hasta que volvió a su estado normal.

Al fin la dejó suelta, retirándose hacia atrás mientras soltaba un larguísimo suspiro y volviendo a guardarme la polla dentro de los pantalones. Ya compuesto, ella se volvió a colocar el vestido y me volvió a mirar fijamente, sonriéndome.

-"Ya está. ¿Más relajado?", me dijo acariciándome la cara e invitándome a salir. "Mucha suerte", concluyó, mientras me pellizcó el culo al levantarme.

Caminé hacia el edificio donde debía examinarme con las piernas temblorosas todavía, mientras escuchaba maniobrar al viejo cacharro de Karmen para regresar a la carretera por donde habíamos llegado, perdiéndose en unos segundos. Por inercia, entré en la puerta custodiada por un grupo de alumnos fumando y me adentré en un pasillo atestado de gente, donde yo solo veía sombras, aún aturdido. Al rato, nos hicieron pasar al aula donde tendría lugar las pruebas y , sin saber muy bien como, me encontré sentado en la silla, con un folio en blanco delante y un par de profesores grises y desganados paseándose por los pasillos formados por la disposición de las mesas.

Tardé en centrarme en lo que tenía delante, pero debo reconocer que tuve suerte con los exámenes de esos días. Sin haber preparado las pruebas especialmente, las palabras comenzaron a fluir del bolígrafo de manera suficiente como para superar el aprobado con solvencia. Cierto es que, con el paso de los años, no puedo recordar con nitidez el temario que me tocó en suerte en ninguna de las pruebas. En ninguna salvo, eso sí, Historia del Arte.

La lámina de "La libertad guiando al pueblo" que tenía delante, cobró vida, y la cara de la propia Libertad se fue transformando en el rostro de Angie quien, con un pecho al aire y enarbolando la bandera de la república, comenzó a recitar muy lentamente el comentario de texto que se me pedía. Cuando puse el punto final y mi firma, su rostro se difuminó de nuevo, mientras me levantaba del asiento y salí sin despedirme del aula. Necesitaba ir al baño con urgencia y poner la cabeza debajo del grifo durante un rato largo.

A las cinco de la tarde había quedado con Karmen. Recostada en el asiento, con sus pies desnudos sobre el salpicadero, escuchando "Starway to Heaven" y fumándose -otra vez- un canuto, ahí me esperaba ella. En el mismo sitio donde me había dejado por la mañana. En el mismo sitio donde me había hecho la gran mamada.

Se recompuso, y después de preguntarme que tal había ido todo, iniciamos la marcha de vuelta a casa.

-"Quedé con tu hermana para comer", me dijo al poco de iniciar la marcha. "No esperarías que viniese a la ciudad y no viniese a saludarla, al menos", me soltó al ver mi cara de susto.

-"No... si lo entiendo...", le dije. "Habeis hablado de...", titubeé.

-"No hemos hablado de nada. Ni yo la interrogué ni ella me quiso decir. Me preguntó por tí, y me dijo que te desease mucha suerte de su parte para estos días", zanjó.

No contesté. Y durante tiempo se hizo de nuevo el silencio en la furgo. Mediado el camino para llegar, Karmen se desvió a un área de descanso.

-"Me apetece fumarme un piti y hacer un pis", se excusó mientras hacía la maniobra.

-"Claro", respondí.

A continuación sucedió una de las cosas más sorprendentes, turbias y a la vez excitantes que me habían pasado hasta entonces, a los ojos de un joven inexperto al que Karmen estaba llevando demasiado lejos.

Aparcó la furgoneta al final del área, echó el freno de mano y se quedó mirando un largo tiempo.

-"Y ese piti", pregunté.

-"Antes una cosa", me dijo con los ojos brillantes e inyectados de deseo. "Mira Carlos. Te he traído hasta aquí... te la he comido... ya sabes de sobra qué yo nunca hago algo a cambio de algo. Pero esta vez necesito que me hagas un favor".

En ese momento se sacó el vestido por encima, quedándose completamente desnuda en el coche. Hizo la ropa a un lado y pasó su pierna por encima del salpicadero, abriéndose ante mí.

-"Lo comprendes, ¿verdad?", me dijo susurrando, mientras se pasaba la palma de la mano sobre su vulva.

Tembloroso, me asomé a su cueva con tanto miedo como vergüenza.

-"Tranquilo. No te voy a examinar de nuevo", bromeó mientras jugaba con mi cabello con la misma mano que un instante antes se acariciaba la vagina. La misma vagina que yo tenía delante,  desprendiendo un fuerte olor a sexo, la cual comencé a tantear con los dedos, mientras ella me daba indicaciones entre leves gemidos. A medida que me adentraba en su gruta, se veían brotar con intensidad leves hilillos de placer. Fue entonces cuando, con la punta de la lengua, empecé a recorrer con cierta torpeza el contorno de sus labios, mientras su respiración se aceleraba paulatinamente. Entendí que, entonces, era el momento de probar el jugo y enterré la lengua en su sexo, justo en el mismo momento en que esa respiración profunda y entrecortada que escuchaba de fondo se transformó en un larguísimo gemido.

Me apliqué en la tarea, sintiendo como su cuerpo respondía estremeciéndose. Karmen se desataba por momentos, al tiempo que me agarraba el cabello ya sin miramientos, pidiéndome así que la adentrase aún más en ese túnel del placer por donde íbamos de la mano. Así, recorría cada vez más rápido toda su cavidad con mi lengua torpe e insegura que, sin embargo, conseguía acelerar el ritmo de los gemidos de Karmen hasta transformarlos en gritos sin disimulo, que se ahogaban en el silencio de aquel paraje. Gritos ahogados que comenzaron a confundirse con sonidos muy suaves y movimientos más leves, y que paulatinamente fueron llegando a mis oídos.

Absorto en la tarea y con mi cabeza enterrada por la mano de Karmen en su sexo hambriento, no ví hasta entonces lo que estaba pasando a mi alrededor. Cuando por fin pude alzar la vista, durante un instante, me encontré en segundo plano, tras el cuerpo desnudo y entregado de Karmen, un gran pene asomando por la ventanilla al que ella masturbaba bombeándolo con su mano libre.

(Continuará)