Por el cambio

NUNCA cumplas las fantasías de otros...

Ella, una chica de 21 años. El, su novio de 24. Su edad no variaba mucho, sin embargo, no les importaba, compartían un montón de intereses juntos. Estudiaban la misma carrera, tenían una familia similar y hasta parecía que ya habían decidido sus futuros juntos. Con respecto a su vida sexual, también, le dedicaban tiempo, como si fuera la clave para que la relación no muera.

En marzo del 2010 cumplieron 2 años juntos, celebraron en el día y disfrutaron de noche. Su amor seguía igual que el día en que se conocieron, intacto. Desafortunadamente, eso tiene sus consecuencias.

  • Linda – le dijo unas semanas después- ¿deberíamos cambiar?

Ella, sobresaltada, se levantó de la cama y lo miró a los ojos.

  • ¿Cambiar? ¿Cambiar cómo? ¿Me vas a dejar?
  • Nonono, no es eso. Me refiero a… cambiar de estilo. Sabes que siempre te voy a amar pero cada uno tiene algo en su interior que desea sacar afuera. Algo guardado, y creo que después de tanto talvez sea momento de decírtelo.
  • Juan, a mi también se me ha hecho algo monótona esta relación, no quiero decir que no me guste, me encanta. Pero… Si, yo creo que podríamos cambiar en algo. Pero no se me ocurre en qué, tendría que pensarlo. ¿Tienes algo en mente?
  • Bueno… La verdad es que sí. A eso quiero llevar esta conversación, pero es que no sé que vas a pensar de mí cuando te lo diga, ni como voy a decírtelo. Pero afirmo que le daría un toque de diversión a nuestras vidas.
  • Sinceramente no sé a qué te refieres. – Lo miró confundida.

Juan tomó aire, lo que estaba por decir lo guardaba desde casi toda su vida. Es como abrir el libro de tu historia y mostrárselo a alguien. Alguien a quien debes valorar mucho.

  • Val, siempre me sentí un pervertido por pensar estas cosas, o que cuando llegue a los cuarenta y tantos me voy a volver loco por no haber cumplido mi deseo.

Ella río, era verdad, no entendía nada de lo que hablaba. Solo se le ocurrió acariciarle la mano y darle un beso. Talvez, él necesitaba un empujón.

  • Juan, estamos juntos ¿sabes? Por lo tanto, soy todo oídos. Me gustaría saber que es lo que tanto guardas. No me afecta que sea algo raro, si deseamos cambiar ¿por qué no?
  • Esta bien, primero que todo, quiero decirte que el sexo que tenemos es maravilloso, no lo cambiaría por nada, solo que le quiero dar una mejora.
  • Ahhh… Con que viene por ese lado – Val esbozó una sonrisa – Ahora si que soy todo oídos.
  • ¿Qué tal si probamos… si probamos juntos una relación diferente?

Ahora sí, Val no estaba en la misma frecuencia que Juan, y se notó en su cara de confusión.

  • ¿Eh? ¿Una relación diferente?
  • Si… Este… Algo más… Jerárquico. Em… Una relación donde uno esté a disposición del otro.
  • O sea… Que uno esté por debajo del otro. ¿Es eso a lo que te refieres?
  • Si.

Val ya estaba sumergida en lo que le decía Juan, primero porque no entendía mucho lo que Juan le quería decir. Segundo porque ella siempre había sido la niña inocente en su adolescencia, sexo normal, novio normal, familia normal. Nada que se fuera mucho por las ramas.

Entonces, lo que su novio le planteaba, le sonaba muy raro, pero ella dijo que estaban juntos en eso, Así que se jugó.

  • Y… es como que alguien manda, ¿el otro obedece?
  • Bueno, exactamente no es así, es más complejo. Pero para que te des una idea, sí.

Val lo pensó un momento, su corazón latía muy rápido, si le decía que si, no sabía de que se trataba todo esto, pero si le decía que no, lo decepcionaría.

A fin de cuentas, que más tendría que perder, sino le gusta, se lo dice y todo vuelve a la normalidad. No es tan difícil. Y no quería quedarse toda su vida teniendo tantas opciones y escogiendo solo una.

  • Está bien. Hagámoslo.

Juan abrió los ojos, sorprendido.

  • ¿Enserio? ¿Estás segura de esto? Porque mira que si no quieres, no lo hagas por mí, esto es algo mío en lo que te estoy metiendo y
  • Ya Juan, por mí esta bien, no des mas vueltas – Le dijo acariciándole el cuello.

Juan se levantó entonces y la miró a los ojos, como con un gesto de felicidad. Val mientras sintió un escalofrío, estaba pasando lo normal, y se sentía bien.

  • Bueno, el que manda soy yo. Tú serás mi perra, vas a hacer todo lo que te diga, al pie de la letra y vas a hablar cuando yo te de permiso. No puedes andar ni vestida ni en 2 piernas. Como las perras, caminas a 4 y te vistes solo para salir. A cada oración que te diga, contestas con un Si, Amo. ¿Alguna duda?

Val estaba sorprendida, nunca había visto a Juan ponerse en esa Posición de mando, de superioridad. Pero le gustó escucharlo, y se sintió segura con su decisión.

  • No, Amo. Ninguna. – le contestó ella.
  • Muy bien, desvístete.

Val se fue desvistiendo, primero sus pantalones de jean oscuros que resaltaban su blanca piel, sus piernas largas y sus muslos bien formados. Luego su saco y su blusa cayeron al suelo junto con su pantalón, despidiéndose del calor de su cuerpo.

Val quedó en ropa interior, se apreciaba su vientre plano, su cintura detallada y sus pechos enormes, tiesos y bien formados. Su cara era ovalada, ojos claros, pelo negro y labios que invitaban, tentaban a cualquiera que los viera con atención.

De inmediato, adaptándose a su nueva posición, por debajo de Juan, se puso en cuatro y esperó una orden.

Juan sonrió, la tenía justo donde quería y estaba realizando su fantasía.

  • Ponte sobre la cama, tumbada para arriba perra.
  • Aaah, nos pusimos agresivos – le contestó ella haciéndose la interesante.

Juan la tomó del pelo y la acercó a su cara.

  • ¿Te permití hablar?

Ella se quedó callada, observando la seriedad de su novio. De ser tan dulce y tierno, su novio adoptó la posición de su Amo, su Dueño.

  • N-no Amo, perdón.
  • Entonces no se te ocurra volver a hablar a menos que te lo permita, porque la próxima va una bofetada. ¿Entendido?
  • Si Amo – dijo ella, asustada. Por el momento no le llamaba mucho la atención ese juego que estaban haciendo. Pero notoriamente a Juan si, porque ya tenía el miembro erecto y los pelos erizados.
  • Quiero que te quedes así hasta que yo vuelva, ni un movimiento eh.

Ella obedeció, y esperó. Al cabo de 1 minuto Juan volvió pero ya no tenía su ropa, solo su ropa interior le quedaba, que dejaba a luz su físico. Su vientre contorneado por sus músculos. Su pelo rubio oscuro, rubio ceniza y sus ojos marrones. Se subió a la cama, desde la punta y fue gateando a ella hasta que quedaron cara a cara, víctimas de la excitación. Le tomó las muñecas y las sacó de su vientre, para apoyar el suyo contra éste y unirse, para que sienta el peso sobre ella y se cerciore de que es real.

Ella estaba tan hundida en su mirada, sus ojos la cautivaban y no prestó atención a nada más que a sus ojos. Lo que dijo la sacó de su imaginación.

  • Primero un poco de diversión para tu Amo, pequeña.

Y tras esto sonó un clas, clas en sus manos, que ya estaban extendidas y esposadas a la cama.

  • No Juan, esposas no. Sabes que no me gustan esas cosas.
  • Que lástima perrita, pero no puedo darte la misma libertad que tengo yo, porque no la tienes.
  • No enserio, vamos. Me quedaré quieta pero quítalas.
  • No linda, ya están. Ni que fuera para tanto, si no te lastiman. Ahora abre la boca.
  • ¿Para qué?
  • Es una orden, perra. No preguntes.

Ella abrió la boca y le colocó una mordaza con una bola al medio.

  • Siempre quise usar estas cosas, tantos años guardándomelas.

A Val no le gustaba nada, empezó a tratar de salir pero las esposas no eran cuerdas y por lo tanto no se podían desatar. Y al no poder hablar trató de patear con sus piernas a Juan para decirle que ya era suficiente, pero Juan le ajustó más la mordaza y la dejó inmóvil en la cama.

  • A ver… Vamos a sacar ese sostén.- Tomó unas tijeras y le cortó los breteles, luego le desabrochó la parte de atrás y Val quedó con los pechos al aire.
  • Mmmmhmhm!!
  • Shh shh perrita, no te va a pasar nada malo, recuerda que sigo siendo Juan, no voy a hacer nada que no quieras.

Luego se fue para atrás, le tomo un pie, sujetándolo del tobillo y con una cuerda lo ató a la pata de la cama. Lo mismo con el otro. Fue más que notable la erección de Juan al verla a Val atada en la cama, desnuda y con una mordaza.

Fue para el living otra vez, y volvió con una bolsa.

  • Vamos a ver que hay por aquí. Uh! Mira esto Val, un consolador! Esto será útil.

Val estaba desesperada por salir, pero no lo conseguía, mientras Juan estaba en la suya.

Gritaba y gritaba, pero sus gritos eran 10 veces menos oíbles con la bola en la boca.

  • ¿Qué pasa Val? ¿Quieres que ya lo ponga?? Aah, estás apresurada perrita. Bueno, pero por esta vez.

Se le acercó, malentendiendo sus gritos, le colocó el consolador y sus gritos se transformaron en un tenue gemido que Juan notó.

  • No me digas que esto no te gusta Val, te escuché. Mira, aquí está el control del consolador, a ver… probémoslo.
  • MMMHMMHHMM!
  • UPS.. Era el máximo. Ahí, el mínimo, vamos a ir ambientándote.

Para Val no era nada, con esa vibración no conseguiría ni un orgasmo, pero la mantendría caliente, y eso es lo que más le molestaba. Val ya lo desconocía a Juan.

Tendría que haberse dado cuenta de que cuando le dijo que no le gustaba, la desataba. Pero ahora Juan era otro. Y solo le quedaba relajarse e imaginarse que es el Juan cariñoso, tierno y no autoritario que siempre era.

Juan siguió revolviendo unos juguetes más, pero no halló nada más. Cerró la bolsa y se sentó al lado de la cama, acariciándole el pelo a Val. Se acercó a su oído y le susurró un gracias. Luego, se alejó. Tomó el control, y al mirarla con una sonrisa pícara volvió a su rol de Amo.

  • Quiero asegurarme bien de que eres mi perra, Val. Así que te voy a poner a prueba. – Le dijo

Val levantó la cabeza y lo miró con cara extrañada. De repente su consolador empezó a vibrar con todo. Val empezó a excitarse más de lo que se imaginaba.

Mientras, Juan se le acercó y se le puso encima, en el vientre. Le sacó la mordaza y le dijo:

  • Ahora perrita, aquí tienes, mama.
  • Juan, ya basta. No me gusta esto.
  • ¿Por qué?
  • Te dije que… que no me gusta…ban las esposas y esas cosas.
  • Bueno, pero mira. Te estoy dando tu recompensa mientras me la chupas puedes llegar tranquilamente a un orgasmo o más.
  • No… importa el… el org…asmo Juan, solo
  • Si claro, ¿como que no te gusta? Mira como estas hablando, ya te dije; no voy a hacer nada que tú no quieras.
  • Pero
  • Pero nada perrita, esto te excita, por lo tanto te gusta. Así que ahora mismo, abre la boca y mama.
  • Juan

Plaf, bofetada.

  • Abre la boca. ¿No quieres otra no?

Val abrió la boca, asustada. Quería salir del juego, pero para salir, había que terminarlo.

Comenzó chupándola despacio, pero Juan estaba tan excitado que se la metió en la boca de un tirón y le provocaron arcadas. Juan comenzó a magrearle los pechos, estirar los pezones. Mientras a Val se le escapaban gemidos por las acciones de su novio. Sintió que estaba a punto de acabar, y empezó a gemir y respirar más agitado, cuando Juan notó su reacción, paró el consolador y Val se ahogó en un orgasmo incumplido. Juan sacó la polla de su boca para que hablara.

  • ¿Qué pasa? Estaba a punto de correrme!
  • Si perrita, pero primero vengo yo, así que más vale que te apures porque sino me voy a cansar y no vas a tener nada hoy.

Y sin permitirle una palabra más, le volvió a meter la polla en la boca. Val empezó a apresurarse, y mamó de todas las formas que ella sabía, succionó, lamió, mordió. Hasta que empezó a sentir los primeros chorros de semen de su Amo. Al cabo de dos segundos tuvo que tragarse toda la leche de él, que por su puesto, ni se preocupó en sacar su miembro de la boca de ella.

  • Ahh, como siempre Val, eres la mejor mamando. Bueno, será mejor que te ponga la mordaza.

  • No Juan, ¡espeemmmmhmh..!

  • Listo linda. Uhh.. si que estas empapada Val. Estoy algo cansado. Así que me voy a dormir. Te amo perrita. Gracias por lo de hoy.

Y dándole un beso en la frente y una palmada en sus piernas, Juan desapareció de la habitación y Val gritando y retorciéndose. Juan no le había concedido su orgasmo ni la había desatado. Otro escalofrió recorrió su cuerpo y se arrepintió de haberle dicho que si. Ahora… ahora ya era tarde.