Por dormirme en el Micro, sufrí lo peor 2ª parte

Lo peor estaba por venir, lo que sufrí ese día no se lo deseo a nadie, es muy duro, sádico y cruel. Advertencia: este relato es sumamente duro y contiene escenas de sexo forzado y tortura. Si no te gusta o no soportas ese tipo de lectura mejor no sigas leyendo.

La venganza por morder al ayudante del chofer se lleva a cabo

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El muchacho se paró frente de mí con las piernas abiertas y los brazos en jarras, me miró y me dijo: “hubiera sido mejor que me mamaras la verga y ahorita ya te podrías ir, pero por tus pendejadas ahora vas a pagar”. Tirada como estaba, levanté la vista llorando, moví la cabeza negativamente y supliqué, pero de nuevo solo se escuchó: “¡MMMMNNNGHHHHH, FFFFNNNNN!”

Él sonrió burlonamente y me dijo: “Lo hubieras pensado antes de morderme putita, ahora aguántate o te irá peor”. Luego él tomó un martillo de la caja de herramientas y me lo mostró diciéndome: “Vamos a empezar con esto”. Yo me imaginé que me iba a golpear en la cabeza con el martillo, así que bajé la cabeza y cerré los ojos esperando el golpe; pero él no hizo eso, se fue hacia atrás de mí y se hincó; me hizo abrir las piernas, que yo trataba de apretar con fuerza, pero él no me dejó, pues se metió en medio de ellas; entonces me dijo: “¿Dónde lo quieres, en el culo o en la panocha?” Abrí los ojos muy asustada y empecé a agitarme ya gritar: “¡MMMMMNNNNNGGGG, BBBBBFFFF!”, pues comprendí que el infeliz chavo iba a meterme el mango del martillo en algún lugar.

“No te entiendo, ¿en el ano?”, me dijo y yo moví negativamente la cabeza; “¡Ah, entonces en la panocha!”, nuevamente moví la cabeza negativamente.

“¡No estoy jugando puta, decides tú o decido yo!”, me gritó el infeliz; yo solamente me agitaba y pataleaba tratando de soltarme para huir y que no me lastimara más.

“Bueno, como tú no decides, lo haré yo, ahí te va” me dijo y colocó el mango del martillo en la entrada de mi vagina recién violada. “¡MMMMMNNNNNFFFFF!”, grité al sentir como el grueso mango de la herramienta penetraba en mi adolorida panochita.

“¿Te gusta, verdad perra?” “¿o te duele?” “¡A mí también me duele la verga puta mordelona!” me gritó mientras empujaba el martillo dentro de mí sin compasión. Gruesas lágrimas escurrieron por mis mejillas al sentir el dolor provocado por la salvaje penetración. Me imaginé la cara de loco del infeliz muchacho y de morbo del flaco viendo como me penetraba la herramienta y cómo yo sufría.

El muchacho metió totalmente el martillo, sentí las uñas del mismo tocando mis muslos, entonces empezó a girarlo dentro de mí, haciéndome sentir un dolor aún más intenso. “¡MMMMMMMMNNNNNGGGGGGG!” grité de nuevo.

“¡Jajajaja, disfruta puta, disfruta como yo disfruté tu pinche mordida!” me dijo mientras giraba el maldito martillo.

Luego lo sacó de un tirón, sentí como había sangre escurriendo hacia afuera de mi vagina, supe que el martillo me había lastimado. El muchacho le dijo al flaco: “¡Ahora tú, quédate aquí y haz lo mismo que yo hice!” y le entregó el martillo. Maldije la hora en que el desgraciado flaco decidió quedarse, pues así el chico tenía la oportunidad de lastimarme por dos lados.

El flaco comenzó a meterme de nuevo el martillo sin compasión, mientras yo me seguía quejando del dolor. “¡GGGGGGGGGGBBBBHHH!”

El muchacho  pasó junto a mí, se bajó del micro y escuché que abría algo y que hacía mucho ruido con objetos de metal; mientras, el flaco me seguía violando con el mango del martillo. Después de un rato el chico regresó y traía en una mano una llave de cruz; abrí muy grandes los ojos ¿Qué me iba a hacer con eso?; el me vió, se hincó frente a mí, me hizo levantar la cabeza y me dijo: “no llores putita, apenas comienza la diversión”; yo bajé la cabeza porque no quería que él siguiera viendo mis lágrimas; pero él me tomó del cabello y me hizo levantarla de nuevo y mostrándome la llave de cruz me dijo: “esto va para tu culo”.

Me agité desesperada mientras él se pasaba hacia atrás de mí; sentí como colocó una de las puntas de la llave de cruz en la entrada de mi ano y empezó a empujar.

“¡¡¡MMMMMMMMMMGGGGGGFFFFFFFMMMMMMMMMBBBBBGGGGGGFFFFFF!!!” gritaba yo desesperada al sentir como la gruesa herramienta intentaba penetrar mi pobre culo violado apenas unos minutos antes.

El flaco seguía violándome con el martillo como le enseñó el muchacho: lo metía hasta el tope, lo giraba varias veces y luego lo sacaba para después repetir la operación.

La llave de cruz tiene en las puntas terminaciones más gruesas y con un hueco para cambiar los tornillos de las llantas de los carros y, tratándose de las llantas de un microbús, los tornillos son más grandes que los de un auto normal y por lo tanto, la llave de cruz es más ancha y larga. Eso ayudó a que el muchacho no pudiera meterla fácilmente en el primer intento, pero él no iba a rendirse, le dijo al flaco: “ábrele las nalgas”, este último dejó el martillo totalmente metido en mi panocha y con ambas manos empezó a abrir mis nalgas para dejar libre el paso de la llave a mi culo. Yo apretaba todo lo que podía, pero en la posición en que estaba no tenía manera de detenerlos.

Una vez que el flaco me abrió las nalgas, el chico comenzó a empujar nuevamente la llave de cruz con fuerza y esta vez logró su objetivo, empezó a meterla provocándome el dolor más agudo que había sentido en mi vida. “¡MMMMMMMMMMNNNNNNNNNGGGGGGGGGHHHH!” volví a gritar sin ningún resultado más que la burla del chico, que me dijo: “ahora has de estar pensando: mejor se la hubiera mamado y no lo hubiera mordido, ¿verdad puta?”. Parecía que me adivinó el pensamiento porque exactamente eso estaba pensando, estaba totalmente arrepentida de haberle mordido la verga al infeliz.

Una vez que la llave de cruz fue metida hasta el tope en mi culo, provocándome un profundo dolor, pues sentía como que se me desgarraban las paredes del ano, el maldito chico empezó también a girarla y el tipo flaco se dedicó a meter y girar el martillo, de tal forma que me violaban salvajemente por ambos lados, uno con el martillo y el otro con la llave.

Yo jamás había sentido tanto dolor; las frías herramientas me lastimaban exageradamente; la impotencia de saber que no podía hacer nada para defenderme también hacia que me diera mas sentimiento y me hacia gritar y llorar con fuerza, suplicando piedad."¡MMMMMMMNNNNNGGGFFFF! ¡PPPPPPPBBBBFFFF!".

Mis lloriqueos y súplicas no servían mas que para alentar al chico, que estaba contento con la venganza cruel hacia mi persona.

Ellos continuaron lastimándome salvajemente con las herramientas durante mucho tiempo, o al menos yo asi lo sentí.

El chico todo el tiempo se burló de mi: "¡Anda putilla, para que aprendas que  no debes morder!"; "¡Eh!, ¿No se te antoja darle una mordida a alguna verga?"; "¡Te vamos a dejar los agujeros tan grandes que te va a caber  una pinche pierna en cada uno, putona!"

Era tanto mi dolor que estaba a punto de desmayarme. Al parecer el chico se dio cuenta, pues le dijo al flaco: "espera, detente". Luego le dijo: "sostén esto" y creo que le dio la llave de cruz, quedando el flaco con ambas herramientas insertadas en mi, pero sin moverlas.

El maldito muchacho de colocó frente a mi, se hincó y me quitó la cinta de la boca, arrancándola de un tirón; lastimándome los labios y alrededor de la boca. Me dijo: "Ni creas que te vas a desmayar putita, vas a aguantar todo lo que te voy a hacer".

"¡PERDÓN, PERDÓN, PERDÓNAME POR FAVOOOOOR!", le supliqué al chico para que se condoliera y ya no me lastimara más.

"¡Ja! Ahora pides perdón, eso hubieras pensado antes de morderme como perra, maldita puta". "Ahora te aguantas hasta que me canse".

"¡No, por favor, te lo suplico!", rogué desesperada, pero de nada valió; el tomó otro trozo de cinta y me volvió a tapar la boca, impidiéndome seguir suplicando.

El chico vio hacia donde el flaco sostenía las herramientas dentro de mi y le dijo: "ya sácaselas". El flaco lo hizo y al sacar ambas herramientas me provocó un tremendo dolor y ardor, que me hizo volver a gritar: "¡MMMMMMNNNNGGGG!"

"Vamos a hacer algo nuevo, ayúdame", le dijo el chico al flaco; diciendo esto colocó una rodilla en el piso del microbús y comenzó a desatarme una mano, en cuanto terminó me hizo colocarla atrás de mi espalda y le dijo al tipo flaco que estaba detrás: “detenla, no dejes que se mueva”, este último obedeció y me sostuvo la mano con fuerza. Luego me desató la otra mano y levantándose la jaló hacia arriba y me ordenó: “¡Párate!”; adolorida como estaba y gracias a un empujón del tipo flaco me levanté; entonces el muchacho me hizo levantar el brazo y procedió  a atarme la muñeca al tubo de arriba, que sirve para que los pasajeros que van de pie se sostengan cuando el micro avanza. Después tomó mi otro brazo haciendo que el flaco me soltara, le dio dos cuerdas  y le dijo: “amárrale las piernas abiertas”, entonces este último se agachó y me ató los tobillos a los tubos que van debajo de los asientos, dejándome con las piernas abiertas sin poder cerrarlas. El chico me hizo levantar mi otro brazo y me ató la muñeca al tubo del otro lado del pasillo. Yo estaba tan agotada y adolorida que no me pude defender.

Terminaron de amarrarme y me contemplaron desde ambos lados, mi cuerpo desnudo con mis pechos firmes y redondos, al igual que mis nalgas, mis piernas torneadas y firmes y mi vientre plano eran un espectáculo para ellos. Mi cara solo estaba amoratada por la patada, pero creo que aún no me veía tan mal. Ahí estaba atada, amordazada, completamente desnuda y a merced de ellos, sin posibilidad de desatarme ni de escapar. Sentí como un líquido escurría por mis piernas y supe que estaba sangrando de la vagina y el ano. La sonrisa burlona y la mirada de morbo del muchacho me estremecieron y sudé frío cuando me dijo: “¡ah que buena estás todavía güera, quisiera cogerte varias veces; pero me lastimaste y no se si pueda; va a ser una lástima que cuando acabe contigo quedarás peor que monstruo, puta estúpida!”.

El flaco me tomó de las nalgas y apretándolas me dijo en tono burlón: “que buenas nalgas, lástima que ya no las voy a poder gozar porque quién sabe que te haga este güey”.

El chico volvió a tomar las pinzas de punta y se acercó a mí; yo me agité con fuerza tratando de soltarme, pero estaba muy bien amarrada, entonces él abrió las pinzas y las colocó en mi pezón derecho, sin contemplación alguna las apretó con fuerza y empezó a girarlas, retorciendo mi pobre pezón y provocándome un dolor demasiado intenso. Solté un grito, pero la cinta en mi boca hizo que solo se oyera: “¡GGGGGGMMMMNNNNNHHHH!”. Él sonrió, me tomó del cabello y colocando su cara frente a la mía me dijo: “¿verdad que duele putita?, a mi también me duele todavía la verga cabrona”. Su aliento era pestilente y sus dientes grandes y con saliva entre ellos me causó asco, pero solo pude voltear la cabeza un poco.

Me soltó el pezón y repitió la operación con el pezón izquierdo; de nuevo el dolor me hizo retorcerme y gritar y a ellos los hacía disfrutar.

Me soltó el pezón y retrocedió un poco; el solo vestía con su playera y sus tenis, por lo que pude ver que ya tenía una erección; pero también pude ver que su pene estaba morado e hinchado; se veían las marcas de mis dientes en él.

Él vio que yo me quedaba viendo a su pene y me dijo: “si cabrona, tu hiciste esto y por eso ahora estás así; si me hubieras mamado la verga y ya, ahorita estarías camino a tu pinche casa; pero no, se te tenía que ocurrir ponerte sabrosita pendeja”.

En ese momento sentí unas manos que me separaban las nalgas y algo empezaba a penetrar por mi lastimado culo; volteé un poco y vi que era el flaco que de nuevo pretendía cogerme por el ano; “¡MMMMMMNNNNGGGGHHHH!” grité de nuevo y me agité tratando de evitarlo, pero él logró su objetivo sin problema, metió su largo falo en mi ano sin que yo pudiera evitarlo; una vez que me empaló toda me dijo al oído: “¡aaaahhh cabroncita, si tengo chance de cogerte otra vez este culito apretadito; apriétame putita, apriétame!” Yo lo apreté pero no porque quisiera, sino porque me ardía y quería sacar su mugroso miembro de mi adolorido ano; él dijo: “¡aaahhh así, así puta, que rico lo aprietas!, ¿ves como si te gusta perra?”; yo le pedía que lo sacara y le dije que no lo hacía por gusto, pero de nuevo solo se escuchaba: “¡MMMGGGNNN GGGHHBB, BBBGGG!”.

En eso el muchacho se me acercó y me dijo: “¡Con que quieres hablar cabrona, pues ahora si quiero escuchar tus quejidos puta!” y empezó a arrancarme la cinta de la boca, jalándola con fuerza para que me doliera. En cuanto terminó de quitármela empecé a gritarles: “¡YAAAAA, NO SEAN DESGRACIADOS, DÉJENME IIIIR POR FAVOR, SE LOS SUPLICOOOO, AAAAIIIIGGGGHHH!”. Al maldito flaco no le importó y siguió violándome sin piedad, mientras que el muchacho me miró sonriendo burlonamente y aprovechando que yo abría mucho la boca para gritar, él metió su mano y  sostuvo mi quijada de abajo para que no pudiera cerrarla; metió las pinzas y atrapó mi lengua y entonces empezó a jalar con fuerza; yo sentía que me iba a arrancar la lengua y me quejaba: “¡AAAAAAAGGGGAAAAA, AAAALAAAAGGG!”, pero el seguía jalando, torciendo mi lengua y diciendo: “primero te voy a dejar sin lengua para que te calles pinche puta y luego sin dientes para que no andes mordiendo vergas”. Yo abrí los ojos muy grandes; esto iba en serio y me quejaba de dolor, pero no sabía si me dolía más la violación por el culo o la crueldad con mi pobre lengua.

Sentí sangre que empezaba a correr por mi boca, el dolor era tremendo, intenso; hasta que en un momento él abrió las pinzas soltando mi lengua y dijo: “¡ah cabrón, esto es más difícil de lo que pensé!”. Lo vi sudoroso y agitaba la mano derecha como queriendo calmar un dolor.

Y mientras el flaco seguía gozando de mi culo y apretando con fuerza primero mis nalgas y luego mis pechos, yo me quejaba del dolor, pero sentí como la lengua se me empezaba a hinchar y mis palabras parecían de idiota: “¡AAAAAGGGG, PPAAAAA GGGGAAAAAHHH!”

¿Cómo pedirle piedad a ese maldito sádico que estaba decidido a torturarme hasta destruirme o matarme de dolor? ¿Cómo escapar a tan cruel tormento? En ese momento empecé a desear morirme y se lo supliqué: “¡AAAAAGGGG PAAAAAGGG GGAAAAGGG GGGAAATTTAAAAGGGUEEE!” pero mi lengua se había hinchado tanto que mis palabras eran inentendibles.

El maldito muchacho rió. “¿Qué dices puta? Jajajaja ¡No se te entiende ni madres! Jajajajaja” mientras el desgraciado flaco seguía violándome inmisericorde.

El muchacho se sentó un momento y sacó de la caja de herramientas un desarmador. Se levantó y mostrándomelo me dijo: “¿Qué tal entraría esto en tu panochita putita?, ¿te gustaría sentirlo?” Yo moví la cabeza negativamente con fuerza y le supliqué que no lo hiciera: “¡AAAAGGGHHAAAAGGGG!”. Él se volvió a burlar de mí: “¡jajajaja, mejor no hables pendeja, no se te entiende ni madres jajajaja!” y continuó con su juego cruel. Bajó el desarmador y lo colocó en la entrada de mi panocha. Yo no podía cerrar las piernas, así que cerré los ojos y esperé angustiada a que lo clavara. Sentí como empezaba a meterlo, pero para mi sorpresa él no metió el lado de la punta, sino el mango de la herramienta. Me causó mucho dolor, pero creo que no tanto como si hubiera clavado la punta. De cualquier forma me quejé por el dolor de volver a ser penetrada salvajemente y porque el maldito flaco seguía cogiéndome por el ano sin piedad. “¡AAAAAGGGGG!”

Para aumentar mi sufrimiento el chico tomó las pinzas y las colocó en mi clítoris; las cerró y empezó a retorcerlo causándome un tremendo dolor. Al mismo tiempo le dijo al flaco: “Apriétale las tetas”; este lo hizo; colocó ambas manos sobre mis adoloridas tetas y me las apachurró con fuerza, lastimándome todo lo que podía mientras seguía metiendo y sacando su duro pene de mi lastimado ano. Yo creía que me iba a desmayar por tanto dolor, pero para mi mala fortuna no fue así. Deseé morirme en ese momento. Pensaba: “¿por qué no me matan y ya?” Y así se lo pedí al muchacho: “¡PAAAAGGGG GAAGAAAAG GAATAGEEE!”, de nuevo solo logré sus burlas. Así me tuvieron durante varios minutos, causándome todo el dolor posible. De repente el chico se detuvo; sacó el desarmador de mi panocha, abrió las pinzas soltando mi clítoris;  tomó un pedazo de cinta y me lo colocó en la boca impidiéndome seguir gritando. Entonces tomó una bolsa de plástico. Me la mostró y me dijo: “Esta es para tu linda cabecita rubia, hasta aquí llegaste mamacita”. Entendí lo que iba a hacer, moví la cabeza para todos lados y me agité desesperada tratando de evitar que me colocara la bolsa. “¡MMMMMNNNGGGGGHHH!” grité mientras el infeliz abría la bolsa y procedía a colocármela en la cabeza. En ese momento el flaco se vino soltando su asqueroso semen dentro de mi ano adolorido y me apretó las tetas con más fuerza mientras gritaba: “¡Aaaaaahhhh, yaaaaaaa! ¡Tu última cogida putaaaaa!”. Supe que era mi final y lloré al pensar que moriría en ese lugar lejos de mi familia y mis amigos, de una manera cruel sin que nadie me ayudara o se compadeciera de mí. Y pensé que mi cuerpo sería tirado como cualquier pedazo de basura sin que nadie lo supiera.

El chico terminó de colocar la bolsa y le hizo un nudo. Se hizo un poco hacia atrás y me dio una fuerte patada en medio de las piernas, lastimándome la panocha y el clítoris. No pude evitar gritar, aunque no quería hacerlo para ahorrar aire. El desgraciado volvió a tomar el martillo, el desarmador y las pinzas. Le dio al flaco el desarmador y le dijo: “¡méteselo en el culo!” y este si lo hizo, pero él si lo clavó de punta, haciéndome sufrir lo indecible en mi ano que me ardía intensamente. Trataba de evitarlo, pero creo que volví a gritar aunque solo yo me escuchaba. Mientras tanto el infeliz ayudante clavó salvajemente el mango del martillo en mi panocha hasta el fondo, provocándome más dolor. Con las pinzas sujetó mi pezón izquierdo y lo retorció mientras el flaco hacía lo mismo con sus dedos en el derecho. A través de la bolsa oí que algo decían, pero no entendía, imaginé que se estaban riendo de mí y gozando con mi sufrimiento.

Rogué con todas mis fuerzas, supliqué, lloré, me retorcí y traté de aguantar la respiración lo más que pude, pero no podía más. Poco a poco el aire dentro de la bolsa se acababa y sentí como ya no me llegaba a los pulmones. Jamás creí morir en medio de tanto dolor y sufrimiento; desnuda y atada dentro de un sucio microbús, sometida a horribles vejaciones por dos degenerados infelices.

De repente, cuando ya estaba a punto del desmayo, sentí que volvía a entrar aire por mi nariz y llegaba a mis pulmones. El chico había desanudado la bolsa y la quitó de mi cabeza. Pensé que se había compadecido de mí y que no me mataría, aunque seguían torturándome con las herramientas. El desgraciado me dijo: “toma mucho aire putita, porque te va a hacer falta” y diciendo eso volvió a colocar la bolsa en mi cabeza, sometiéndome de nuevo a la tortura de quedarme sin aire. Cerré los ojos deseando que todo acabara, pero aún me faltaba más sufrimiento.

El infeliz muchacho esperó de nuevo riéndose de mi desesperación por jalar aire mientras seguía metiendo y sacando el mango del martillo en mi panocha, retorciéndome los pezones con las pinzas y el flaco metía y sacaba el desarmador de mi desgarrado ano. Yo sangraba por varios lados y sentía el más fuerte dolor de mi vida.

Cuando el chico vio que me quedaba sin aire volvió a quitar la bolsa y otra vez pude respirar, aunque con dificultad, pues por el llanto se me había producido mucosidad en la nariz y tenía la boca cubierta con cinta. Mi torturador se dio cuenta de ello y de un tirón me quitó la cinta de la boca, lastimándome los labios y la parte superior de los mismos. Por fin pude respirar y no pude evitar gritar cuando me arrancó la cinta: ¡AAAAAAYYYYYY!, lo que me valió un fuerte golpe en la cara. “¡CÁLLATE PUTA, NO TIENES DERECHO A GRITAR!” me gritó el muchacho colocando su cara frente a la mía. Yo, sabiendo que podría seguirme golpeando, supliqué, pues sabía que de todos modos me seguiría torturando: ¡POR FAVOOOOOR, TE LO SUPLICO, POR LO QUE MÁS QUIERAS, YA DÉJAMEEEE, TE LO RUEGOOO, POR FAVOOOOR, HARÉ LO QUE SEA, NO LE DIRÉ A NADIE, PERO POR FAVOR DÉJAME IR YA! Me di cuenta de que de nuevo podía gritar, al parecer mi lengua ya se estaba deshinchando.

Esperé un nuevo golpe, pero no lo hubo, por el contrario, el chico sin dejar de retorcerme los pezones me dijo tranquilamente: “olvídalo puta, te voy a hacer sufrir hasta cansarme y después te voy a ahogar poquito a poquito para que sufras hasta que te mueras”. Sus palabras me causaron el más tremendo terror que había sentido hasta entonces. No creí que hubiera alguien capaz de tanto sadismo.

El flaco dijo: “No mames cabrón, ya se me volvió a parar”, sacó el desarmador y volvió a penetrarme por mi culo masacrado sin misericordia. “¡AAAAAAAHHHHHH NOOOOOOO, POR FAVOOOR, AAAAAIIIIIGGGHHH!, grité y de nuevo el chico me pegó en la cara “¡QUE TE CALLES PUTA!”, gritó.

El flaco siguió violándome y yo tuve que aguantar las ganas de gritar para que no me volvieran a pegar; pero luego vi que el chico había tomado una navaja y la acercaba peligrosamente a mi ojo derecho. Casi a punto de meterla me dijo: “¿Qué te parecería quedarte tuerta?”. Yo no dije nada y traté de no moverme, pues sentía que si me acercaba un poco a la navaja esta se clavaría irremediablemente en mi ojo.  Para mi mala fortuna, el flaco me daba unos fuertes empujones mientras me violaba por el ano y con cada empujón me acercaba a la navaja.

El chico bajó la navaja, pero cruelmente me dijo: “¿Qué prefieres putita: que te clave la navaja en un ojo y te deje ir viva; que te corte los pezones y el chocho y también te vas o que te coloque la bolsa en la cabeza y te clavo la navaja en el estómago y te tiro a la calle para que te ahogues, te desangres y te mueras?”

No contesté, solo dije: “¡AAAAAYYYY, YAAAAA, POR FAVOR, TE LO RUEGO POR LO QUE MÁS QUIERAS, DÉJAME IR, AAAAAIIIIGGGHHH!”, a lo que él respondió: “¡oh que la chingada, aparte de puta y mordelona eres pendeja!, esa no es una opción y si no escoges tú, lo hago yo estúpida”.

“¡POR FAVOR, AAAAAAYYYYY, PERDÓNAME, HARÉ LO QUE QUIERAS, PERO YA NO SIGAN, DÉJAME IR POR FAVOR, AAAAAAAHHHH, NO LE DIRÉ A NADIE, POR TU MADRE!”

Un fuerte golpe en el estómago me sacó el aire y me hizo callar. “¡Con mi madre no te metas puta pendeja, ella no es una puta mordelona como tú!”

Me quedé sin aire, no pude hablar más ni quejarme aunque el maldito flaco me seguía violando inmisericorde.

El chico solo dijo: “¡Pinche puta pendeja, te lo ganaste!” y entonces volvió a colocar la bolsa de plástico en mi cabeza. De por sí el golpe me había sacado el aire y con la bolsa sentí que me ahogaba. El infeliz la sostuvo viéndome fijamente mientras me apretaba los senos, esta vez con sus manos.

De nuevo empezó con su macabro juego de ponerme la bolsa hasta que me dejaba sin aire y luego la quitaba para que yo abriera la boca desesperada para no ahogarme.

Repitió la operación varias veces burlándose de mí cada vez que me quitaba la bolsa y veía como yo jalaba bocanadas de aire desesperada. En un par de ocasiones no usó la bolsa, simplemente me cubrió nariz y boca con las manos y colocó su cara frente a la mía mientras me decía: “siente como mueres poco a poco putita, vas a acabar en un basurero”.

El flaco no duró mucho tiempo más; de pronto se vino dentro de mi culo sangrante. Una vez que terminó de violarme se vistió y dijo: “bueno, yo me voy, estuviste muy sabrosa putita, lástima que sea tu última vez, a mí me gustaría volverte a coger muchas veces” y caminó hacia la puerta trasera dejándome sola con el sádico chico.

El muchacho había dejado de torturarme y empezó a acariciar mi cuerpo maltrecho. Me dijo: “lo he pensado bien y te voy a dar una última oportunidad”. Esperé ansiosa a que continuara hablando, había una pequeña esperanza de salir de ahí con vida.

“Vas a hacer lo que debiste de haber hecho desde el principio y nos hubiera evitado todo esto: vas a mamarme la verga hasta que me hagas venir en tu puta boca y te vas a tragar toda mi leche y me vas a suplicar perdón hincada puta ¿entendiste?”. De inmediato moví la cabeza afirmativamente y dije enfática: “¡SI, HARÉ LO QUE QUIERAS!, ¿PERO DESPUÉS ME DEJARÁS IR?”. “Ya lo veremos puta, si haces un buen trabajo, tal vez te perdone y no te mate”.

El chico empezó a soltar las cuerdas que me ataban a los tubos y caí de rodillas, agotada por el cansancio y preparada para humillarme ante él.

“Primero pídeme perdón puta”, dijo él y yo lo hice: “¡Perdóname por favor, no sabía lo que hacía!”.

Mirándome despectivamente me dijo: “está bien, te perdonaré si me la mamas como me gusta” y me tomó del cabello. “Abre la boca y chúpamela puta”, me ordenó. Yo obedecí y en cuanto abrí la boca el metió su gorda verga hasta el fondo de mi garganta, provocando que casi me ahogara. Me sostuvo así unos momentos, yo empecé a sentir que me faltaba el aire y comencé a patalear y mover los brazos para que me dejara respirar. Después de unos segundos angustiantes él me jaló la cabeza hacia atrás. Jalé una bocanada de aire y tosí y tuve unas fuertes arcadas. El infeliz me dijo: “Coloca las manos atrás y no las muevas, ni las piernas tampoco, si lo haces, volveré a atarte y a torturarte”. “Está bien”, dije y asentí con la cabeza, no tenía más remedio que obedecer.

Él volvió a meter su verga hasta el fondo, provocándome de nuevo la sensación de ahogo, aguanté sin agitarme pensando en que el premio sería conservar mi vida.

Él volvió a sacar su verga y pude respirar. Repitió la operación tres o cuatro veces y en todas aguanté para que no me castigara de nuevo.

De repente me dijo: “ahora quiero que te acaricies las tetas y me lamas la verga y los huevos y que me agradezcas y me digas que te gusta, perra”. No tuve más remedio que obedecer. Saqué la lengua y lamí el sucio falo y los asquerosos testículos del tipo mientras decía: “gracias, gracias, me gusta mucho, gracias”. “Dime amo”, me ordenó el desgraciado. “Gracias amo, me gusta mucho amo, gracias, gracias, te agradezco amo”, dije mientras el lamía la verga y los huevos del infeliz aquél.

Luego me hizo volver a meter y sacar su verga de mi boca durante un buen rato que se me hizo eterno. Él decía: “¿ves?, era lo único que tenías que hacer puta, lo sabes hacer muy bien, eres una puta mamadora experta; si hubieras hecho esto en vez de morderme ya estarías cogiendo con tu pinche novio en tu casa o en un hotel barato, puta”.

Después de un buen rato de obligarme a chupársela por fin se vino dentro de mi boca, sosteniéndome la cabeza para que no pudiera alejarme de su cuerpo y de nuevo sentí que me ahogaba, pero me aguanté sin moverme y tragué todo lo que pude de su asqueroso semen, el cual me llenó toda la boca y escurrió por las comisuras de mis labios.

El chico me soltó y yo quedé hincada en el suelo adolorida, humillada y sangrante. Estaba agotada y esperaba que me dijera que ya me podía ir, pero él solo dijo: “eres una excelente mamadora puta, me gustó mucho, lo hubieras hecho así desde el principio y te hubieras ahorrado mucho dolor”.

En ese momento el chofer del micro entró al mismo y se quedó asombrado viendo como me había dejado el desgraciado de su ayudante. Sin dejar de verme con los ojos muy abiertos le dijo al chico: “ya párale porque tengo que ir a entregar el micro” y este respondió: “ya acabé, solo falta llevarla a pasear”. No entendí, yo suponía que me iban a dejar ir e intenté levantarme, pero estaba tan cansada y adolorida que no pude hacerlo fácilmente, me recargué en los asientos del micro y me auxilié con uno de los tubos de donde se sostienen los pasajeros para medio levantarme. En eso estaba cuando ellos dos se acercaron a mí. El chofer me sostuvo de las muñecas mientras el depravado ayudante me las empezó a atar con una cuerda. Yo le dije: “dijiste que me dejarías ir si lo hacía”; él respondió cínicamente: “te dije que si hacías un buen trabajo tal vez te perdonaría y no te mataría”. “¡Pero lo hice!”, repliqué. “Si, hiciste un buen trabajo, por eso no te voy a matar, pero nunca dije que te dejaría ir”.

“¡NO, NO, NOOOOOOO!”, grité desesperada y traté de jalarme para que me soltaran al ver que él me había engañado y que su intención  nunca había sido dejarme ir, solamente obtener el placer que quería y burlarse de mí.

En cuanto terminaron de atarme las muñecas me colocaron cinta en la boca impidiéndome gritar, luego me cargaron entre los dos, el chofer me tomó por las axilas y el ayudante de las piernas. Me sacaron del micro y me llevaron a la parte de atrás. Ahí me hicieron pararme y el chofer procedió a atar el extremo  la cuerda con que me amarraron las manos a la defensa trasera del transporte. “¡MMMMMMNNNNNGGGGHHHHH!” grité desesperada al comprender lo que iban a hacer. Era una muerte cruel y despiadada. Estábamos en una calle sucia y fría, llena de hoyos y charcos; parecía una zona de fábricas abandonadas o algo así.

El chofer terminó de atarme y dijo: “todavía hay chance del último” y diciendo eso el desgraciado se colocó detrás de mí, me hizo empinarme, se bajó los pantalones, colocó su gordo falo en la entrada de mi vagina y empujó con fuerza, violándome de nuevo.

“¡NNNNNNNNNNNNFFFFFFF!”, volví a quejarme, pero no le importó, metió y sacó con fuerza su tremendo miembro durante un buen rato mientras su ayudante veía sonriente y con los brazos cruzados lo que me hacía su jefe mientras yo movía las manos desesperada intentando soltarme.

Después de un rato el chofer se vino soltando grandes chorros de semen dentro de mí y dijo: “¡Ah que rico putita, me hubiera encantado que fueras mi vieja, pero ni pedo!” Luego sacó su asqueroso pene y se subió el pantalón.

Pero eso no era todo. Mientras el chofer se iba hacia el micro, el chico me mostró sonriente la bolsa de plástico con la que me había hecho sufrir tanto. Yo le supliqué moviendo la cabeza negativamente: “¡MMMMMMNNNNNGGGHHH!”, pero sin que yo pudiera evitarlo él la colocó en mi cabeza. Me agité, pataleé grité, lloré, supliqué y me jaloneé tratando de evitar la muerte cruel que me tenían deparada; pero todo fue en vano. El chico colocó cinta encima de la bolsa, alrededor de mi cuello, asegurándose de que no se me cayera o pudiera yo quitármela.

El chofer se subió al micro y lo encendió. El chico todavía me acarició el cuerpo y mientras me metía un dedo en el culo me dijo: “lástima, estabas bien sabrosa puta, pero eres muy pendeja” y se alejó subiéndose también al transporte. Yo me agitaba desesperada tratando de soltar mis amarras, pero me había atado muy bien y no pude hacerlo.

El micro comenzó a avanzar lentamente jalando la cuerda y yo empecé a caminar detrás, lastimándome los pies descalzos, tratando de soltarme y desesperada por jalar aire, pues sentía que se me acababa rápidamente. Pude ver que el ayudante del chofer se había sentado en el último asiento y me veía desde ahí burlonamente. Luego la bolsa de empañó y ya no pude ver nada.

El micro comenzó a acelerar e iba cada vez más rápido y yo intentaba correr; durante un pequeño tramo lo logré, pero fue imposible seguir la velocidad. Intenté lo más que pude, pero llegó el momento en que me caí y el micro empezó a arrastrarme por el suelo, lastimándome todo el cuerpo con el pavimento sucio. Empecé a sentir como mi piel de mis tetas, mi abdomen, mis piernas y mis pies se desgarraba provocándome un dolor inmenso, el cual fue desapareciendo a medida que me faltaba el aire. Supe que iba a morir.

Luego ya no supe más de mí…

Continuará… ¿o no?