Por detrás

Un hombre me la pone por detrás ... se siente tan bien.

Hace tiempo que andaba bastante caliente y buscando un hombre con quien tener "sexo sin culpa". Entré a un salón de chat - ni hay que decir que a la sección gay - para conocer a chicos en mi ciudad. Las salas estaban bastante llenas de hombres de otros países, y sólo de repente salía algún chilenito, con el cual intercambiaba mi dirección de e-mail para chatear por messenger. Obviamente, era imposible que me llevase bien con todos, pero sin embargo, había algunos con los que no solo me llevaba bien sino que además me volvía loco de excitación. Con estos últimos, hablaba mucho de sexo, vergas y de cómo nos gustaría culearnos. En ocasiones nos veíamos por cámara. Ellos, sin hacerse de rogar, sacaban sus durísimos penes y los masturbaban para mi. Me ponían a mil, podía ver sus bolas, sus pelos, sus glandes que se llenaban de presemen a medida que se pajeaban... Cómo quería tener esos pedazos de carne caliente frente a mis ojos, poder olerlos -oh, ¡qué olor a masculinidad debían tener!-, mamarlos, pasármelos por toda la cara, llenándome de pene. La idea de tener una pija en mi boca me gustaba mucho, pero había algo de lo que tenía más ganas todavía: sentir una en mi ano. Sí, deseaba que una verga me llenara el culo, tener a un macho metiéndome y sacándome el vergajo.

Como iba diciendo, nos veíamos por webcam, y yo también les mostraba cómo me tocaba la verga, pero algunos no se conformaban con eso y me pedían que les mostrara el culo. Si estaba con ganas, lo hacía con gusto: bajaba la cámara hasta el nivel de mi cama - el pc era un portátil -, me sacaba toda la ropa desde la cintura hacia abajo, me recostaba y llevaba mis rodillas hacia mi pecho, dejando mi ano, el cual está rodeado de varios pelos, completamente expuesto hacia la lente de la cámara. Podía ver mi culo en la pantalla como si fuera un espejo, por lo que cuando alguno de estos excitados hombres me pedía que me lo tocara, lo hacía con gusto, e incluso me metía un dedo ensalivado de vez en cuando. No puedo negar que me gustaba que me dijeran que lo tenía muy rico... De hecho me imaginaba a estos machos así de excitados lamiéndomelo, chupándomelo, metiéndome sus picos duros hasta el fondo, chocando sus pelotas contra él.

Así hice durante varias noches. Durante el día sentía que lo que había hecho estaba mal, pero luego estos pensamientos se desvanecían y lo volvía a hacer. Realmente tenía muchas ganas de tomar una buena verga por el culo.

En una ocasión, me agregó un chico con el que charlé bastante, y me sorprendió lo mucho que decía que le gustaba lamer y comerle el culo a otros hombres. Él no tenía cámara, por lo que yo no le mostré nada hasta después de avanzada la conversación. Seguimos hablando de sexo y otros temas, y después, ya muy caliente, le enseñé mi falo, que estaba ya bastante húmedo y jugoso, para luego mostrarle mi ano hambriento de machos. Realmente le encantó, me dijo cómo se lo quería comer y llenármelo con su pichula, la cual decía que era cabezona. Pasaron unos tres días y seguía hablando y calentándome con él, y decidimos juntarnos para culear al día siguiente.

Llegó ese día, y luego de haberme preparado me dirigí hacia el lugar que habíamos acordado para juntarnos. Cuando iba en camino, pensaba que no era lo correcto - y en efecto, no lo era... ¡qué forma de actuar era esa!-, pero la curiosidad y las ganas me superaron. Yo ya había tenido una pija en el culo, pero me había dolido y no lo había disfrutado para nada, por lo que ésta era como mi primera vez. Me sentía ansioso.

Por fin llegué hasta el mencionado lugar, lo llamé a su celular y esperé a que llegara. Cuando lo hizo, nos dirigimos hacia su casa, y una vez ahí yo bebí un vaso de agua solamente, pues no me apetecía ninguna otra cosa. Nos dirigimos al living, yo me senté en un sofá y él en otro junto a en el que yo estaba. Platicamos un momento sobre trivialidades, y luego lo invité a sentarse a mi lado y así lo hizo. Casi inmediatamente nos besamos, yo sentía los pelos de su barba y su bigote raspando mi cara y me gustaba. Así estuvimos un rato, mientras nos tocábamos nuestros cuerpos en un abrazo. Cuando una de mis manos avanzaba sobre su pantalón, al igual que una de las suyas, toqué su poronga por sobre sus jeans, y pude darme cuenta de que él ya la tenía dura al igual que yo. Se sacó la ropa mientras yo hacía lo mismo con mis pantalones y mi polerón. Me quedé con una polera negra sin mangas puesta, mientras que él estaba completamente desnudo. Era medio moreno, tenía un pecho cubierto de abundantes pelos que bajaban hacia su abdomen, haciéndose más delgados, hasta llegar a su verga. Era circunciso y le medía como 17 centímetros de largo, no la tenía tan ancha pero no estaba nada mal, y sí, era cabezona como me había contado. Toqué su verga ahora desnuda, olí mi mano y sentí un ligero olor a macho, pero estaba limpio. Le chupé sus tetillas, sorpendentemente, los vellos no me fueron desagradables, y luego me arrodillé y me metí esa verga en mi boca. La chupé un poco, luego puse mi lengua sobre el glande y subí su prepucio - que no era mucho porque como ya dije, era circunciso - y la moví en torno a esa cabeza dura. Luego me lo metí en la boca nuevamente, lo chupé de nuevo, para después  llevarme sus pelotas a la boca, también peludas y ricas, y recorrerlas completamente con mi lengua, dejándolas llenas de saliva.

Después de ésto, me senté en el sofá y nos besamos nuevamente, jugando con nuestras lenguas y apretándonos a veces con los labios. Se arrodilló y se llevó mi pene a la boca, lo chupó completo - se sentía rico, el muy puto ya habría chupado varios. Luego llevó una de mis bolas a su boca, chupándomela más o menos fuerte - me dolió un poco -, y después se metió y saboreó la otra pelota, y subió para devorar nuevamente mi verga. Lamió y chupó mi miembro, dejándolo completamente brillante producto de su saliva durante un rato más, pasando su lengua por sobre todo mi glande duro y excitado. Mientras él hacía ésto aproveché de poner mis piernas sobre sus hombros. Siguió chupando y cuando pensé que era suficiente, empecé a empujar su cabeza hacia abajo. Pasó por mis pelotas, luego se metió la cabeza de mi pichula en la boca aún una vez más, yo moví el cuerpo y por fin llegó con su boca hasta mi culito. Primero sólo lo lamió... pasó su lengua recorriéndolo, y luego, mirandome a los ojos desde detrás de mis bolas, empezó a empujar con su lengua. ¡Ohh, qué rico se sentía! Yo abría mi esfínter y separaba mis nalgas con mis manos, para que mi culo quedara más abierto y así pudiera llegar más adentro.

Siguió chupándome el ano y haciéndome gozar, lamiéndolo por encima, y penetrándolo con su lengua de vez en cuando. Era una sensación increíble. Luego, se levantó y apoyó su verga suavemente en mi ano recién comido, se paró y se puso un condón. "¿Y el lubricante?" - le pregunté. Él me respondió que no tenía, pero que me iba a lubricar él mismo. Levanté mis piernas y siguió comiéndose mi hoyo, metiendo la lengua y llenándolo de su saliva. "Ahora debería estar bien" - me dijo. Volvió a hundirse entre mis nalgas una vez más, saboreando mi agujero. Después, se puso en posición, apuntando todo su miembro en dirección a mi culo expuesto, apoyando su punta en él. Comenzó a empujar y yo sentí un poco de dolor, pero muy tolerable. Al parecer, había hecho bastante bien el trabajo de lubricación. Poco a poco fue llenándome las entrañas de verga, y cuando llegó hasta el final le pedí que esperara un momento. Se dobló hacia adelante y me besó suavemente en la boca a la vez que comenzó a meter y sacar. Me ardía un poco, pero no me importaba porque me encantaba estar tomando una verga por detrás.

Se enderezó y empezó a empujar más fuerte. Yo gemía "ah, ah" con cada embestida, y sin darme cuenta, el dolor se transformó en un placer que recorría todo mi cuerpo cada vez que ese pedazo de carne se movía hacia dentro o hacia afuera de mi culo. Realmente era un placer diferente. Mi verga seguía tiesa y apuntaba en dirección a mi cara, moviéndose y chocando contra mi abdomen cada vez que me bombeaban... cuando la punta tocaba mi cuerpo, el presemen dejaba una mancha en mi polera, la cual puse detrás de mi cuello, sin sacármela, para evitar mancharla más. Le pedí a mi macho que me la dejara bien adentro, lo más profundo que pudiera, y llevé mis manos hacia mi culo... qué genial fue encontrar un par de pelotas peludas pegadas a él, eso me excitó aún más. Cambiamos de posición. Me puse en cuatro y me la enterró, me culeó así un rato, mientras que yo movía las nalgas hacia atrás al mismo tiempo que él movía sus caderas hacia adelante, para que fuera más fuerte. La cosa es que después de un rato me harté de esa posición, así que cambiamos de nuevo.

Intenté sentarme sobre su mástil pero no pude, por lo que me acosté nuevamente sobre el sofá en la posición inicial, y me penetró otra vez. La sorpresa fue que ahora su pene entró sin problemas hasta el fondo: ya me había acostumbrado a su tamaño. Seguimos así por un momento y luego él abrazó mis piernas, las juntó frente a su pecho y las levantó junto con mi culo y su pene, y me folló rápido y duro. Excelente. Me bajó y me siguió culeando, yo para darle más placer, comencé a apretar los músculos del ano en forma intermitente. Ooohh... ¡qué placer me daba que me culearan! Siguió follándome, más, más, más, hasta que no aguanté más y comencé a correrme, llenando mi pecho de semen. Él se detuvo porque sabe que no es tan agradable después de que uno se corre. Me limpié un poco, y le chupé la verga entre besos y besos.

Luego de esto, nos volvimos a vestir y nos despedimos. En el camino a mi casa, sentí un leve pero agradable ardor en mi culo... Cada vez que lo apretaba fuerte, se sentía algo parecido a cuando me estaban penetrando. Me excitaba de pensar solamente en cómo había sido sodomizado. Al llegar a casa, me toqué el hoyo y lo tenía bastante dilatado... Estaba tan excitado que me tuve que pajear dos veces.