Por dejar a mi novia...
Por dejar a mi novia me vi metido un lío del que no salí nunca. No consentido, feminización forzada, bdsm.
Hola. Mi nombre es Juan, y lo que voy a contaros cambió mi vida por completo.
Me describo, soy un tío todo bueno. Mido 1’80, tengo 25 años, estoy musculado de gimnasio y con el cuerpo totalmente depilado. Rubio con melena por los hombros, y bastante guapo según dicen mis amantes. Además, porto una polla nada despreciable, de 20 cms y bastante gruesa. Eso, unido a mi labia, hace que ligue lo que quiera.
El día que ocurrieron los hechos tenía novia. Elena. Una chica morena, bajita muy mona con buenas curvas. Pero estaba cansado de ella. Me pasa con todas. Al principio todo es genial, las cenas, el cine y las copas son meras escusas para irse a la cama. Pero luego empiezan a querer cosas que no quiero ni necesito. Que si abrázame, que si te presento a mis padres, que si vamos a salir con mis amigas, que si bla bla bla…
El caso es que me levanté por la mañana con un mensaje suyo:
“Buenos días cariño. ¿Te apetece comer con mis padres hoy?”- Yo lo leí, lo volví a leer. La chica estaba bien, se movía bien en la cama e incluso había conseguido follarme su culito respingón, pese a sus lloros y súplicas. Pero esto era demasiado. Le contesté.
“Hemos acabado, Elena. Adiós.”
Sin más, bloqueé su número de teléfono y la borré de toda red social en la que la tenía agregada, así como a alguna de sus amigas. Podréis llamarme cabrón, pero desde el principio dejo claro a mis amantes que son amantes, que no quiero nada más. Pero aunque al principio parecen tenerlo claro, según transcurre el tiempo parece que se les olvide. Unas tardan unas semanas, otras unos meses, pero todas acaban igual. Quieren un anillo.
Me fui al gimnasio. Estuve un par de horas haciendo mis rutinas y saludando a un par de colegas de allí. Al acabar, una vez duchado, me fui al bar del gimnasio y pedí un zumo de frutas y verduras détox. Sabía asqueroso, pero era bueno para mí.
Entonces saqué el teléfono y tras mirar varios whatsapps y contestar a los que no eran chorradas de los colegas, me fijé que tenía un SMS. Lo abrí y me encontré lo siguiente:
“Masajes eróticos. Soy Diana, te proporcionaré un placer desconocido. La primera vez, gratis un masaje de una hora de duración, en todo tu cuerpo con todo el mío. Final feliz precio aparte.”
Me llamó la atención, normalmente no hacía caso de los mensajes de publicidad, pero este me llamó mucho la atención. No me vendría mal. Así que pagué y salí a la calle. Una vez allí, caminando a mi casa, marqué el teléfono del mensaje. Una voz sensual me contestó:
-Hola, soy Diana. ¿Quién eres?-
Me dijo la voz, sólo de oírla se me empalmó la polla.
-
Eh… hola soy Juan. –
No, no se me ocurrió decir otro nombre.-
Verás, me ha llegado un mensaje sobre un masaje gratis… no sé si sería una broma o…
-No, Juan, no es una broma. Es publicidad. Si vienes a mi piso te daré un masaje erótico gratis. Si quieres algo más, tendrás que pagar. Ya te aviso, estoy muy buena. Soy guapa y mis tetas una 110D, operadas eso sí.
Tragué saliva. Iba en serio. Joder si la tía está la mitad de buena de lo que se pinta merecería la pena probarla.
-Ah, genial, entonces,… ¿podrías darme cita?-
Le pregunté algo intimidado.
-
Claro que sí Juan. ¿Hoy a las siete te viene bien? Así serás el último cliente del día y podré dedicarme a ti sin mirar el reloj…
-De acuerdo. A las siete. ¿Me das tu dirección?
Me dio la dirección y nos despedimos. Estaba nervioso. Nunca había contratado los servicios de prostitutas, y esto era lo más parecido. Aunque gratis. No sabría cómo llamarlo.
A las siete menos cinco estaba en la calle donde vivía Diana. Esperé cinco minutos ojeando el escaparate de un kiosco y cuando eran en punto llamé al telefonillo. La misma voz sensual contestó, me identifiqué como Juan y el portal se abrió. Era una casa lujosa, bastante moderna. Subí en el ascensor hasta el ático y llamé a la puerta.
Cuando ésta se abrió, casi se me cae la barbilla al suelo. Una belleza casi tan alta como yo abrió la puerta, pelirroja, guapísima, vestida con un salto de cama blanco de gasa que apenas ocultaba nada, sus enormes y preciosas tetas se veían casi como si no llevase nada. El conjunto lo completaba un tanga blanco, como aprecié cuando se giró hacia el interior de la casa, y unos zapatos de tacón de vértigo también blancos.
-Hola Juan. Vaya, eres muy guapo. Pasa.
-Me dijo girándose y yendo hacia el interior del piso. La seguí mirando embobado su culo, era perfecto. El piso era un ático precioso, amueblado de revista con grandes ventanales que tenían unas vistas maravillosas. Ella se dirigió a una puerta que daba directamente al salón y la abrió.
-
Pasa, te das una ducha y te tumbas bocabajo en la camilla. Yo entro en cinco minutos.-
Me dijo la profunda y erótica voz. Yo, como un zombi, entré. Pagaría lo que fuese, no quería un final feliz, quería un completo.
Y un completo iba a tener, ya verás querido lector.
Me duché a toda prisa, y justo cuando acababa de secarme entró ella. El empalme que tenía era brutal, y me pilló de pie de perfil, con lo que pudo contemplar mi polla en perfecta erección. Sonrió.
-Me gusta lo que veo.-
dijo con una pícara sonrisa.-
Túmbate bocabajo. Y bien, ¿sólo quieres el masaje gratis o quieres algo más?-
Me preguntó, mientras se giraba hacia la mesita con aceites y otras cosas que no distinguía bien. Que culo, dios mío.
-Em, yo… querría un “completo”-
Dije acongojado. No parecía yo, tan seguro de mí mismo siempre con las mujeres. Ella volvió a sonreír. Mientras apoyaba sus manos untadas con un oloroso aceite en mi espalda. Mi polla dio un respingo.
-Mmm no sé yo si podrás aguantar un completo… pero así será. Yo me encargo de todo, no te preocupes.-
dijo, masajeándome la espalda. Al poco rato, ya estaba yo bastante relajado, cuando detuvo el masaje que me estaba dando en las piernas y se quitaba el salto de cama. Me medio incorporé para observarla, mis ojos no se apartaban de sus tetas. ¡Qué tetones por dios!
-
Ts ts ts-
Negó chasqueando la lengua y apoyando una mano en mi espalda, me hizo recobrar la postura-
Se paciente Jaime.
Entonces, agarró un bote de aceite y se lo echó sobre las tetas, se agachó delante de mí para que las viese bien y empezó a extenderse el aceite.-
Ayúdame cariño…-
Mis manos saltaron como un resorte agarrando esos duros melones y empezando a masajearlos extendiendo el aceite. Cuando ella consideró que era suficiente, se levantó y se fue hacia mis pies. Me apoyó una teta en cada pie y empezó a masajearme hacia arriba. Que placer… sus tetas iban subiendo por mi cuerpo, ella añadía aceite cada poco, me iba masajeando con esas dos maravillas de la cirugía toda mi espalda. Entonces me pidió que me diese la vuelta, yo obedecí raudo. Al ponerme bocarriba, mi polla parecía el mástil de la bandera.
Ella me echó un buen chorro de aceite corporal y empezó de nuevo a restregar sus tetas por mi cuerpo, dejando la polla para el final. Entonces, se agarró las tetas y empezó a hacerme una cubana deliciosa. Yo estaba en la gloria.
- Date la vuelta otra vez.-
Vaya, yo que había creído que la parte de masaje había acabado e íbamos a empezar con la parte del “completo”… que fastidio. Obediente, sin embargo, me tumbé de nuevo bocabajo.
Entonces ella agarró un tarro con una especie de crema dentro y la colocó delante de mi cara, justo debajo del agujerito que tienen las camillas de masajes para la cabeza.-
Es para el aromaterapia.-
Me dijo ella. Olía a menta. Me relajé más.
Ella empezó de nuevo a acariciarme con las manos, pero ya no era un masaje si no que eran caricias. Se detuvo finalmente en mi culo, lo amasó bien, mi cuerpo recibía sensaciones placenteras de cada roce de su piel. Entonces echó un chorro de aceite en la raja de mi culo, eso me excitó más aún, siempre me ha gustado cuando alguna de mis amantes me hace un beso negro o incluso me mete un dedito por el culo mientras me la chupa, no me lo esperaba de una puta. Entonces empezó a pasar un dedo por la raja, jugaba un poco con mi hoyito y bajaba hacia el periné, volvía arriba, así un rato hasta que sentí como me agarraba los huevos por debajo, un poco ruda. Iba a quejarme cuando sentí su aliento en mi entrepierna, y su lengua me dio un lametón en el agujero. Empezó entonces a comerme golosamente el culo. Nunca había sentido tal placer. Cada vez me estiraba más los huevos, y su lengua se introducía en mi culo. El placer era inconmensurable. Entonces sentí frío en mis tobillos y oí un par de clicks. No le di importancia, estaba perdido en mi placer. Su lengua abandonó mi hoyo, y volvió a apoyar sus tetas en mi culo, subiendo hacia mi espalda con ellas, hasta quedar recostada sobre mí, apretándome esas tetas maravillosas contra mí, alargó los brazos y sentí frío en las muñecas y otro par de clicks. Pero el placer que sentía y la relajación eran totales. Pero al estar ella recostada sobre mí, notaba algo en mi culo. Algo grande y duro. Algo se activó en mi cabeza y fui a incorporarme a mirar, fue entonces cuando me di cuenta. Los clicks eran el cierre de esposas. Estaba atado de pies y manos a la camilla.
-¿Eh? ¿Qué ocurre? Diana esto no tiene gracia…-
Ella se levantó de golpe, me agarró la cabeza y la empujó contra el agujero de la camilla. Entonces sentí una correa pasar por mi coronilla y quedar fuertemente atada. No podía moverme. El olor a menta se me metía en las fosas nasales, ya no era tan agradable y picaba algo.
-
Bien bien, ahora vamos a empezar el completo. Eso que hueles, por cierto, no es aromaterapia, es Popper. Una droga que hace que tus músculos lisos se relajen, incluyendo los del ojete, y que sientas muchísimo más placer. Y tiene otra droga mezclada, te sentirás atontado pero sentirás mucho más placer. Pero antes de empezar…
Se giró a la mesita y abrió el cajón. Cogió una especie de dildo con unos cables y lo que identifiqué como un dispositivo de castidad masculina (Me los enseñó bajo la camilla). Pero era pequeño, ahí no cabría mi polla. Dejé de verlos. Empezó a manipular la camilla. Mis piernas bajaron, y retiró una parte de forma que mi polla quedo en el aire. Colocó lo que me pareció un condón en ella y entonces sentí como esa especie de dildo se me metía en el culo. Dolió un poco, pero no demasiado. Entonces, una descarga eléctrica recorrió mi culo, y al poco empecé a eyacular como un loco dentro del condón. Ella lo retiró cuando sentía que no me quedaba nada por echar, y mi polla rápidamente se empequeñeció. La vi abrir el sistema de castidad. Colocó la parte de los huevos, oprimiéndolos un poco, y luego procedió a colocar la parte de la polla, que era una especie de jaula. Al cerrarla, sentí algo de dolor en diversos puntos. La maldita cosa esa tenía pinchos en todo su interior, para que en caso de empalme produjese dolor a la pobre víctima. Que era yo.
Aunque estaba horrorizado, me sentía como en una especie de nube. La eyaculación me había relajado, y los vapores me tenían algo atontado como ella había dicho. Entonces me di cuenta de que ni siquiera había protestado al meterme esa cosa en el culo.
Ella se situó detrás de mí y pegó su pelvis a mi culo. Donde debía de haber un coñito, noté algo duro y grande. ¿Se habría puesto un arnés? ¿Me iba a follar esta diosa con otro consolador? Por lo que notaba, era bastante más grande que el que me había dado descargas en mi próstata. Ella notó algo en mí.
-
Vaya, veo que al fin notas a mi “amiguito”-
Dijo, poniendo cierto énfasis en la palabra amiguito. Se apartó y se puso delante de mí. Sólo veía de cintura para abajo. Se dio la vuelta y, eróticamente, se bajó el tanguita blanco. Su culo y su ojete quedaron a la vista, una maravilla. Mi polla dio un respingo haciendo que los pinchos del aparato de castidad se me clavasen, y el dolor hizo que me quejase levemente.
Entonces se giró. Yo esperaba ver un dildo de considerables proporciones, pero cuál fue mi sorpresa cuando lo que tenía entre sus piernas era una polla, una polla de verdad, enorme, bastante más grande que la mía, morada y con las venas marcadas. Casi parecía la polla de un caballo. La maravillosa Diana era, en realidad una transexual.
-¿Te gusta lo que tengo para ti?-
Preguntó con malicia.
-Ehhh… ¿no irásh a meterme eso?-
Pregunté. Mi boca estaba pastosa y mi lengua atontada.
-
Claro que sí. Vas a ser mi pequeña putita rubia. Ya que te gusta andar por ahí rompiendo corazones, te voy a romper yo a ti el culo. Y lo voy a disfrutar, mucho.
Entonces me acojoné. De verdad. Pero me costaba mantener la mente clara. Malditas drogas.
Ella se apartó de mí y se puso detrás. Empezó a hurgar en mi culo, puso un líquido, lubricante supongo, y empezó a meterme un dedo. Me mataba de placer. Entonces mi polla me traicionó y empezó a empalmarse. Aunque al no haber sitio, lo más que hizo fue ponerse gorda y dura, pero los pinchos hacían que un dolor punzante la recorriese, de forma que se me bajaba la erección. Entonces Diana metió un segundo dedo, apenas una molestia, y se volvió a repetir la jugada de mi polla. Una y otra vez, se hinchaba y el dolor de los pinchos la hacían bajarse. Me cagaba en todo, pero el placer que mi culo me transmitía me hacía estar confuso.
Creo que ya tenía tres dedos en mi culo que me follaban bien. Entonces los sacó y metió dos dedos de cada mano. Apenas una molestia de nuevo, mi culo estaba muy relajado. Entonces empezó a hacer fuerza, abriendo mi culo con dos dedos en cada lado. Eso sí que dolió, pero no demasiado. Lo peor era mi polla, me dolía horrores y los huevos, comprimidos y sin poder descargar, también.
-
Muy bien putita-
Me dijo-
Tu culo se dilata perfectamente. Aunque te voy a partir en dos, no quiero que se te raje el ojete o la diversión acabaría demasiado pronto.
Un escalofrío me recorrió. Por un lado, no tenía intención de desgarrarme el ojete. Pero por otro lado, tenía la esperanza de que me follase y adiós, y parece que la cosa iba a ir para largo.
Cuando quise darme cuenta, tres dedos de cada mano hacían fuerza abriéndome el culo. Un chorro de algo frío entró en él, más lubricante supongo. Entonces soltó mi culo. Notaba el frío entrar en él, lo tenía que tener completamente distendido. Oí una cámara hacer fotos. La muy cabrona me estaba haciendo fotos de mi ojete abierto. Entonces sentí una presión en el ojete. Tenía que ser su polla. Sus dos manos en mis caderas me lo confirmaron.
-Creo que ya estás lista, putita.-
susurró. Empezó a empujar. Ahí sí que dolió, pese a toda la dilatación, su aparato era increíblemente grande, con una cabezota grande y morada. Entonces el capullo entró, produciéndome gran dolor y también placer, para mi sorpresa. Y al estar ya dentro, el dolor cesó rápidamente, pasando a ser una molestia. El dolor de mi polla y mis huevos se acentuó.
-
Veo que te gusta, putita. Tu pollita de niña está goteando.-
Dijo maliciosamente. Entonces empezó a empujar. Sentí como mi culo se abría, mis tripas se abrían y se resistían, aunque mi ojete estaba dilatado, el resto del recto no. Entonces sentí como algo frenaba su avance.
-Vaya, aquí está el segundo esfínter. Este te va a doler más.-
Y dio un empellón, sentí que algo dentro de mí se rasgaba, me moría de dolor.
-¡Agggggg!-
Chillé de dolor. Ella empezó a culearme fuerte, sin esperar a que mis intestinos se adaptasen a su pedazo de polla. Ella resoplaba y seguía enculándome. Poco a poco, el tremendo dolor que sentía en el culo se fue pasando, convirtiendo en placer, sólo interrumpido porque, al sentir placer, mi polla intentaba empalmarse. Yo ya no gritaba, sólo gemía y me sorprendí a mí mismo pidiendo más.
-
Vaya vaya, así que la putita rompecorazones quiere más polla. Eso tiene fácil solución, cariño, pero por ahora voy a seguir disfrutando de ti.
Entonces empezó un calvario, empezó a culearme a toda velocidad, llegando hasta el fondo y sacándola casi completamente de cada vez. Los empellones hacían que la camilla temblase, si no estuviese anclada al suelo la habríamos desplazado varios metros. Entonces se corrió. Abundantemente. Sentía cada latigazo de semen en mi interior. Me moría de gusto.
Me sacó la polla del culo y sentí el frío del aire. Tenía que tener el culo completamente abierto, sin duda. Ella, ignorando mi presencia, se dirigió a la mesita y cogió su teléfono y llamó a alguien. A la vez, cogió un plug del que colgaba una pera y me lo colocó en el culo. Entró casi sin tocarme, y mientras hablaba por teléfono, empezó a apretar la pera varias veces. Sentía como el plug se hinchaba en mi interior.
-Hola cariño. Ya está lista. (…) Sí, ha acabado pidiéndome más, va a ser una buena putita (…) aquí te esperamos, te la mantenga preparada, no tardes. Un beso.
-Guau, has hecho un buen trabajo, cariño.- le decía a la transexual-Me encanta ver su polla morada ahí metida. Como gotea. Jajajajaja.- su risa, malévola, hizo que se me helase la sangre. Ella que parecía tan modosita, estaba a punto de violarme.
Entonces sentí como tiraban del plug hinchable. Joder, mi esfínter se abría para que saliese eso. Dios que dolor. Un sonoro ¡pop! Anunció que el dildo había salido de mi culo, junto con un latigazo de dolor.
-¡Guau! ¡Vaya boquete!- Dijo Elena-Este cacharro va a entrar perfectamente. Jajajaja.- Otra vez esa risa diabólica. Diana, mientras, acercó el dildo a mi cara. Joder, era imposible que eso hubiese estado dentro de mi culo. Era más grueso que mi puño. Era como dos puños. Estaba manchado de mis heces.
Oía a Elena trastear detrás de mi. Un chorro frío cayó en mi culo. Entonces apoyó la punta de ese impresionante consolador en la entrada de mi ano y empujó. Joder, eso dolió. Metió la cabeza del dildo y creí morir… de gusto. Dios, me estaba volviendo adicto a la penetración anal. Pero de mi ano. Sin darme cuenta, dije:
-Oh dios sí, métemela toda.-cuando oí mi voz, apenas me creía que fuese yo el que pedía eso. El dolor de mi culo era muy agudo, pero el placer lo superaba con creces.
Entonces, Elena empezó suavemente a bombear ese trozo de plástico gigantesco, introduciéndolo cada vez más en mí. Me dolía, y me daba placer. Mi polla recobró vida, y empezó a hincharse, pero
ni si quiera los malditos pinchos del sis
tema de castidad hacían qu
e se me bajase la hinchazón. Se me clavaban, pero me moría de gust
o. Entonces, Elena dio un empujón y sentí como metía un gran trozo de aquello en mí. Notaba como hacía fuerza y mi barriga se aplastaba contra la camilla.
Entonces empezó la locura. Elena parecía una maestra en estas lides, no debía de ser la primera vez que lo hacía. Empezó una salvaje follada, yo gemía mitad por el do
lor mitad por el placer. Me mataba de gusto. Esto ya no era una violación, yo pedía más. Entonces me la sacó, volví a sentir el aire en mi intestino.
-Joder, te has pasado con las drogas. Lo está disfrutando muchísimo. Mira su polla, llena el cacharro ese completamente y ni los pinchos hacen que se le baje. Mira que agujero tiene.
Entonces vi a Diana con la polla totalmente empalmada dirigirse a la mesita fatídica. Cogió unos guantes de látex y se los pasó a Elena. Ésta se los puso delante de mí y los untó bien de lubricante.
Se puso detrás de mí y empezó a meterme la mano. Entró sin problemas hasta el codo. Yo pedía más, quería sentirme follado, quería correrme, sólo la presencia del artilugio de castidad lo impedía. Entonces empecé a sentir más presión en mi ojete. Otra mano se unió a la primera, y empezaron a empujar. Me estaba follando Elena con dos manos. Poco a poco, fue penetrando hasta llegar al codo de los dos brazos. Entonces empezó un brutal metesaca que no me producía placer alguno. Yo lloraba. En silencio.
Entonces me desataron. No sé si por efecto de las drogas, por el agotamiento físico o por lo que sea a penas me podía mover. Entre las dos me cogieron y me dirigieron a una silla que no había visto antes.
Acoplado a la silla había una p
olla de caballo de similar longitud a la que había usado Elena conmigo pero el doble ¡¡¡el doble!!! de gorda. Como me metiesen eso, mi culo no se iba a cerrar de nuevo jamás.
Entre las dos me levantaron, Diana era muy fuerte. Me colocaron sobre aquella monstruosidad y poco a poco me dejaron caer. Sentía como se abr
ía cada átomo de mis esfínteres, eso me estaba reventando por dentro. Cuando tenía la mitad dentro, y mis pies tocaban a duras penas el suelo, me soltaron. Una porción entró en mí, el dolor era inconmensurable. Veía en mi barriga el bulto que tremendo dildo hacía. Ni chillé, no tenía fuerzas. Entonces me dejaron ahí. Aunque hubiese tenido fuerzas para levantarme, el dildo era tan largo que me sería imposible sacármelo. Intentaba mantenerme erguido, pero mis piernas flaqueaban.
Entonces, ellas, delante de mí, empezaron a besarse. Elena ya no tenía el dildo, y jugaba con el pollón de Diana. Se puso de rodillas y empezó a hacerle una mamada astronómica. Yo me calentaba e, inconscientemente, empecé un lento sube y baja que me lanzaba descargas eléctricas de placer y dolor por mi cuerpo.
-Mira, la putita se está follando a sí misma.- Dijo Diana a Elena. Entonces la colocó a cuatro patas y se la endiñó en el culo. Ese culo que a mí me había negado por tenerla muy gorda, a ella se lo cedió sin protestar.
-Que ganas tenía de cobrarme mi trabajo.- Dijo Diana. Ajá, ahora lo entend
ía. La cara de Elena estaba surcada de gruesas lágrimas, le estaba doliendo, mucho, pero era el precio por lo que me habían hecho a mí. Diana empezó un brutal metesaca. Esta transexual es una sádica increíble. Elena lloraba. Yo me excitaba y cada vez me follaba más rápido, aunque notaba mis fuerzas al límite.
Entonces Diana se corrió gritando en el culo de Elena, y ésta cayó al suelo desmanejada. De su culo brotaba semen. A mí me fallaron las fuerzas, y caí clavándome todo el dildo. El dolor que sentí fue tal que me desmayé.
Ese fue mi final. No volví a salir de esa casa. Me he convertido en una putita. Las hormonas y otras drogas que me pinchan a diario hacen que mi polla se haya vuelto inservible, pero me han crecido tetas y culo, así como caderas. El pelo me llega por los hombros.
Numerosos clientes y clientas de Diana pagan buenas cantidades por hacerme las cosas más depravadas que puedan imaginar. Mi culo jamás se cerró desde aquel día, y siempre llevo el plug hinchable metido hinchado al máximo para que no se me salgan las heces y los clientes puedan jugar con él a placer.
Me han metido de todo por el culo, brazos, ho
rtalizas, piernas, … últimamente a Diana le ha dado por la zoofilia. Me han follado varios perros y está hablando de usarme para exprimir sementales.
Y yo sólo pido más.