Por debajo de la ropa
Pilar tiene una fantasía que trae a Marcos de cabeza.
Me encantaba que me lo hiciera. Realmente me volvía loca. Podía pedírselo en cualquier situación, en cualquier lugar. Me daba cierto morbo que no fueran espacios fáciles y comunes y sobre todo que no s elo esperara..
Marcos y yo llevábamos poco tiempo saliendo así que básicamente nos pasábamos el día deseando follarnos el uno al otro. Por eso, cada vez que se lo pedía no tardaba en coger una fuerte erección que el al final siempre aprovechaba, evidentemente., pero siempre después de que yo me corriera varias veces antes.
El propósito de este deseo no era otro que me encantaba que me metiera la mano por debajo de las bragas. Sin quitarme la ropa, Sin desabrocharme un solo botón de mi blusa.
A veces lo hacía en casa, de lo más normal, viendo una película por ejemplo. La primera vez que se lo pedí fue en la cocina mientras ambos preparábamos juntos una ensalada para cenar. Pobrecito, no se lo esperaba para nada.
Creo que los fluidos de la comida empezaron a excitarme y ver a Marcos con el cuchillo en la mano me provocaba una sutil sensación de amo y esclava que me ponía muy, muy cachonda.
Así que sin que se lo esperara le dije: “suelta el cuchillo y méteme la mano por debajo de las bragas” Marcos se quedó con esa cara de imbécil que ponéis los tíos cuando las chicas liberales os pedimos que nos deis caña de la buena. Tanto haceros los machos para luego cagaros patas abajo en cuanto demandamos acción. Como él se quedo balbuceante ante mi petición fui yo la que cogí su mano, algo húmeda por el jugo que soltaban las verduras y hortalizas, y me la metí suave pero firme por debajo de mi vaquero ajustado.
Marcos de repente entendió el mensaje y con una cara de sorpresa y de placer que nunca olvidaré empezó a jugar con toda mi entrepierna, mientras yo me ponía loca sintiendo sus dedos entre mi chocho ligeramente peludo y mi clítoris ligeramente húmedo que empezaba a despertar.
Mi chico es lento, pero cuando capta el mensaje es un verdadero maestro. Eso unido a que cuando yo le pedía esto ya venía calentita, hizo que mi primer espasmo orgásmico llegara pronto.
Marcos, se saco entonces un rabo bien tieso. Yo se la chupé durante unos segundos pero al poco tiempo cogí su mano y le exigí que siguiera, que me metiera los dedos, que me pusiera de nuevo cachonda como una perra. “Quiero correrme de nuevo. Vamos, sigue tocándome cabrón”, le dije. Marcos intentó entonces desabrocharme el pantalón y comérmelo con furia, pero yo le aparte la boca tirándole del pelo. “Con los dedos, solo con los dedos y por debajo de mis bragas”. Era eso lo que me excitaba, esa era mi fantasía y no otra.
Mi hombre me frotaba y me metía los dedos más suave o más fuerte, según yo se lo pedía. Me daba tanto placer que veces tenía miedo de desmayarme. Me evadía completamente de todo lo externo, de todo lo que no fuera sentir mi excitación, mis piernas temblorosas, mi culo, mi vagina y mis bragas empapadas.
Volví a correrme con un fuerte espasmo, después de 10 minutos de jadeos de mayor intensidad. Grité tanto esta vez que no se sabía si lloraba de dolor o de placer.
Casi sin recuperarme me agaché y le proporcioné una mamada de órdago a Marcos. Se la merecía. Me gusta ser agradecida y me la tragué como si fuera la última polla que iba a chupar en mi vida. Se corrió rápido, claro y yo me lo tragué con gusto.
Desde ese día vinieron muchas más veces. Siempre desconcertantes para él. Caprichosas para mí. Le llevo a donde quiero. Hago con él lo que quiero. Y ese poder, me pone caliente como nada en la vida.