Por culpa de la oveja negra(2)

La señora Paz me dio seguridad en mí y cuando mi hermana y su amiga me pidieron que hiciera de juez en una discusión, no tuve inconveniente, era mi ocasión.

Las dos amigas ya se miraban con recelo, yo con cara de inocente imparcial trataba de no inmiscuirme en su guerra, estaba allí para dirimir el conflicto aunque me proponía ir “tomando posiciones” .

Cuando me dieron permiso para entrar en su habitación las dos estaban de espaldas a la puerta, me di cuenta que ambas tenían un tipo muy parecido, en altura y en peso, salvo alguna pequeña diferencia de caderas y de pantorrillas, que era lo único que podía ver.

Si no fuera porque Marta era morena como su madre y mi hermana castaña me habría sido difícil distinguirlas pues se habían cambiado la ropa de una a la otra, me di cuenta porque el culo de mi hermana había aumentado considerablemente mientras que el de Marta apenas había disminuido, se le seguía viendo alto y duro.

Un poco para halagarlas, de entrada quise ver cómo reaccionaban.

  • Wow, Marta no puedes disimular el culo que tienes, estás espectacular…

Lo dije poniendo la mano en la cintura a mi hermana que se irguió satisfecha por el halago, en parte le daba la razón de que tenía buen culo y que era el pantalón el artífice del volumen, no la dejé responder para alabar sus tetas, ésta hinchaba el pecho para llenar el sujetador que mi hermana le había dejado, debajo de la camisa se marcaba la prenda que no conseguía rellenar pero aún así le di un poco de “jabón”.

  • ¡Vaya con Marta, nos querías engañar!, ¿Por qué disimulabas esas tetas que tienes? No tienen nada que envidiar a las de Felisa.

Lógicamente el sujetador con relleno de Marta que llevaba mi hermana le provocaba que las tetas se asomaran por encima y por los lados pero me hice el desentendido como si no me hubiera fijado.

Las dos siguieron en sus trece y mantenían sus argumentos.

  • ¿Oyes lo que dice Abel?  Que tengo tantas tetas como tú.
  • Sí, eso quisieras, lo que dice es que tengo el culo tanto o mejor que el tuyo.
  • Claro, con mis pantalones…
  • Y tú con mi sujetador, que pareces un pavo real intentando llenarlo.
  • De eso nada mira cómo me sienta bien, lo que pasa es que tú te lo compras pequeño para parecer que tienes más.

Las dos se enzarzaron en la discusión sin contar que yo seguía delante, el pudor que demostraron antes de dejarme entrar en la habitación se esfumó en un momento, quizá porque no me consideraban “un hombre” y sólo me tenían de juez.

Marta estiró la camisa pegándola al cuerpo para demostrar que llenaba la lencería, lo hizo con tanta vehemencia que quedó como una radiografía, sobre la tela de la prenda se marcaba todo el sujetador, con sus costuras, sus corchetes, tirantes y sobre todo debajo de él los pezones de Marta, eso sí que me sorprendió porque a la vez del bulto se le notaba la “sombra” que trasparentaba la camisa.

  • Para que veas, es mi talla y me queda de maravilla.
  • Bah, ni tirando tanto se te llenan, mira a mí, hasta se me salen por los lados.

Felisa llevaba una camiseta sin mangas y por la sisa se le apreciaba la parte de teta que no cabía, para más énfasis corrió el tirante de la camiseta hasta descubrir la copa del sujetador entera.

Mis ojos iban y venían como en un partido de tenis, ahora era Felisa la que tenía el “juego”, pude ver en un momento dos cosas o mejor tres, que el sujetador de Marta era más bonito que los que yo estaba acostumbrado a ver tendidos en mi casa y la otra y más importante que mi hermana tenía más tetas de las que yo sospechaba, a ella no le gustaba hacer ostentación pues se le balanceaban mucho, la prenda que llevaba (que se los compraba mi madre) no le dominaban bastante y siempre parecía que había una riña de gatos debajo de su ropa.

Al mismo tiempo pude ver que las tenía redondas y bastantes morenas y que al tirar del tirante provocó que la copa se deslizara y enseñara hasta parte de la areola.

La polla empezó a dar señales de vida y procuré distraer mi atención en lo que decían.

  • ¿Y qué me dices del culo?  Con éstos pantalones cualquiera…
  • Ya, lo que pasa es que tienes menos cintura que yo y por eso te sale algo más pero el mío está posado y duro sin ningún pantalón estrecho, ¡toca Abel y explícaselo a Felisa!

Acerqué la mano lánguida y ella me la cogió en un arrebato y la plantó sobre su nalga dejándola caer apretada, mis dedos cobraron vida y me aferré a la nalga por la separación de las dos, fue un buen puñado y lo sostuve apretando hasta que a ella le pareció suficiente prueba.

Marta tenía razón, todavía no le había tocado el culo a Felisa pero hubiera apostado que aquella nalga era especial, estaba seguro que mi hermana se rendiría ante la evidencia pero reaccionó de forma inesperada.

Felisa se bajó el pantalón, las bragas que llevaba de color carne no eran nada atractivas, le venían holgadas y sólo le apretaba la goma de la cintura, a su vez me cogió la otra mano y la llevó a su culo.

Mis dedos se hundieron en la carne blanca, notaba que ella ponía en tensión la nalga para ganar “puntos” pero era inútil, por eso pude estar más tiempo para asegurarme en mi juicio y hasta cambié de cachete para comparar si los dos estaban igual de duros.

  • No sé, la verdad es que las dos estáis muy bien, me gustaría comparar.

La frase me salió sin pensar, tampoco pensé que Marta se pondría a mi lado dejando su culo a mi disposición y menos aún que quiso estar en igualdad de condiciones y se bajó el pantalón.

Con una mano en cada culo me explayé, apreté, rocé, pellizqué y palmeé, incluso me permití pasar los dedos entre las nalgas hasta casi rozar los agujeros rugosos.

  • Felisa, sabes que soy imparcial y que no he tocado ningún culo antes pero tengo que reconocer que Marta tiene el suyo más duro y más alto que el tuyo, un poco sólo, pero sí, en eso… te gana.

Mi hermana nos fulminó a los dos con la mirada y quiso jugar su otra baza, con los pantalones todavía por las rodillas se quitó la camiseta, las dos tetas parecían estar empeñadas en salir del cautiverio, se movió para que se repartieran bien y dio la vuelta cara a nosotros.

Estaba claro que definitivamente le había declarado la guerra y Marta aceptó el reto, la camisa voló en segundos y el modesto sujetador de mi hermana apareció lacio sujetando las de Marta, ésta quiso remediar algo y dar tensión al cierre y a los tirantes y con las manos atrás corrió los corchetes al máximo, ganó bastante pues la tela se adaptó lo suficiente para quedar tensa y al tirar de los tirantes hacia arriba todo el conjunto subió hasta ofrecer un bonito canalillo.

  • ¿Te convences ahora?
  • Si yo me aprieto las mías se me salen por…
  • Jajaja y te caen al suelo, jajaja.  Las tienes caídas.
  • ¿Yo?, eso quisieras, las tengo en su sitio.
  • Abel, ya sabemos que no tienes experiencia pero puedes ayudar, cierra los ojos y toca mi teta, me voy a soltar el sujetador, ¡pero no mires!

Mi cara parecía la de un beato recién santificado, alargué la mano con los ojos cerrados, me imaginé las tetas de Paz, aquellos pezones con las areolas tan ásperas y toqué las de su hija.  No se parecían en nada, las de Marta estaban duras como piedras, le nacían del pecho por debajo y subían suaves apuntando al cielo, acabando en punta como un embudo, sólo al final se engrosaban un poco y la areola hinchada remataba un pezón apenas notable, que sólo creció al acercar mis dedos.

Había un silencio total, las dos esperaban mi diagnóstico, me entretuve lo que quise, cerrando los ojos fuertemente para demostrar que no tenía intención de mirar, mis dedos era mis ojos y las tetas de Paz era mi imagen.

No contento con una cogí las dos, las apreté, por los lados, por debajo y así hasta juntarlas en los pezones.

  • ¿Qué tal Abel?, de ésta, si no has aprendido a tocar unas tetas…
  • No he visto nada, ¿eh?
  • Ya, ya lo he notado pero palpar…
  • Eso no es nada, las mías sí que son grandes, venga hermano, lúcete.
  • ¿Cierro los ojos?
  • Lo que quieras, soy tu hermana.

Por supuesto no los cerré, es más, de paso eché una ojeada a las de Marta que estaba a mi lado, vi los pezones que acababa de apretar, tenía las tetas en forma de pera con los pezones morenos como los de su madre.

Mi hermana, se liberó del sujetador de su amiga y suspiró, las tetas se desparramaron sobre el estómago lo suficiente para sacar una sonrisa a Marta, las dos masas se repartieron redondas desde el profundo canalillo hasta debajo de la axila, estaban un poco aplastadas y tuve que pasar las manos por debajo de ellas y subirlas sopesándolas al mismo tiempo.

Ya empecé por las dos a la vez como cosa hecha y Felisa no dijo nada, la carne más blanda permitía que las apretara hundiendo los dedos como masa de pan y las juntaba hasta tocar los dos pezones a la vez, eran más pequeños, con apenas areola rosada pero en su favor salían como garbanzos a la mínima ocasión, les pasé un dedo y volvieron a aparecer pero mi hermana se encogió con gesto de dolor.

  • ¿Te he hecho daño?  Perdona, ha sido sin querer.
  • No, es que me escuecen porque están muy resecos.

“Inocentemente” mojé dos dedos con saliva y los pasé por los pezones, a la vez que volvían a crecer mi hermana suspiraba aliviada.

  • ¿Te gustó?
  • Sí, es lo que me hacía falta, a veces lo hago yo, se me ponen duros y se agrietan.
  • No te preocupes, si quieres te pongo más.
  • Lo que quieras…

El “más” fue saliva en cantidad y en directo, con la boca absorbí la areola y con la lengua embadurné los pezones, Felisa colaboraba sujetando las tetas para que no le pesaran y estuvieran a mi altura.

Curiosamente no fue ella la que dijo basta sino Marta que me apartó porque a ella también le escocían, al aspirar la boca se me llenó de teta, toda la areola hinchada entró y el pezón que apenas se vio, apareció de repente, entre la lengua y el paladar rocié de saliva, puse las dos tetas a la par, ella no las sujetaba, sólo me acariciaba el pelo sin dejar separarme de su pecho, de una teta pasaba a la otra sin descanso hasta que me quedé sin respiración.

Mi hermana quiso terminar la sesión y nos separó, estaba con la suyas frente a mí, unos morados marcaban claramente mis curas de urgencia aunque Marta no tenía nada que envidiarle, parecía que la disputa inicial se había diluido bastante y las dos terminaron de quitarse los pantalones.

Sólo con las bragas quedaron frente a mí, mirando el bulto que ya no podía disimular, Marta fue la que instigó a mi hermana primero.

  • Al final hemos quedado como al principio, ¿qué conclusión has sacado Abel?
  • No quisiera que os enfadarais, las dos estáis muy buenas, mi hermana como habrás visto tiene más tetas que tú aunque las tuyas estás más altas y más duras.
  • ¿Y los culos?
  • Pues… lo mismo, en esto ganas tú Marta, tu culo está muy duro pero el de mi hermana está más lleno y las nalgas se cogen de un puñado y…
  • ¿Y ya que estamos, qué opinas de los pezones de cada una?
  • Uy, en eso ya no podría decir…
  • Pues los has visto, tocado y chupado a placer.
  • Pero ha sido para calmar el escozor…
  • Sí, ya.
  • Los pezones los tenéis muy buenos las dos, la de mi hermana engañan porque parece que son pequeños pero adentro de la boca crecen mucho, los tuyos, ya llenan la boca pero después no salen tanto, de todas formas me encantan.
  • Ya lo vemos porque en el pantalón se te nota mucha “alegría”.
  • ¡Ah, no es nada!
  • ¿Cómo que nada?  Ahora somos nosotras las que queremos opinar, así que ya puedes enseñarnos los que escondes ahí.
  • De ninguna manera, sólo hemos quedado en que os juzgaría a las dos.
  • Bueno pero has hecho más que juzgar… creo que es justo que compartas tus atributos.
  • De eso nada, para eso tenemos que hacer otro trato.
  • ¿Otro trato, como cual?
  • Tenemos que vernos los tres, tenemos que estar en igualdad de condiciones.
  • ¡Sí ya estamos desnudas! ¿qué más quieres?
  • No, si queréis verme tenéis que estar igual que yo.
  • ¿Quieres decir sin…?
  • Claro, sin bragas.
  • Joder Abel, cuanto has aprendido, si ya te vimos la polla hace tiempo.
  • Por eso, ahora ya ha crecido y… mucho.
  • ¿De verdad que mucho? ¿Qué te parece Felisa?  Es tu hermano…
  • No sé, ¿qué importancia tiene que lo veamos o nos vea?
  • Pues no se hable más, a ver tu polla Abel.
  • Después de que os quitéis las bragas vosotras.
  • Jo, que pesado, ¿qué crees que vas a ver?
  • Nada, pero así estaremos todos igual.

Se volvieron de espaldas y bajaron las bragas, aunque ya había tocado sus culos me gustó verlos agachados cuando se sacaban las prendas por los pies, mi hermana tenía un hermoso trasero con las caderas amplias y Marta apretado y las nalgas blancas como su madre.

Hasta que no las dejaron sobre la cama no me bajé el pantalón, se sentaron en ella frente a mí, esperando que empezara el espectáculo, el pantalón cayó al suelo y las dos se fijaron en el bulto que aparecía cruzado debajo de mi calzoncillo, se miraron y esperaron a que me acercara a ellas.

Cuando lo hice las dos adelantaron las manos para ser las primeras, no esperaron que llegara a ellas y se arrodillaron frente a mí, una de un lado y la otra del otro tiraron del calzoncillo hacia abajo lentamente, la prenda elástica tiraba sin dejar salir lo que guardaba, la tensión se notaba en el ambiente, cuando aparecieron los pelos dejaron de respirar, más abajo, se vio el nacimiento de la polla, las venas, los nervios tirantes y un poco más abajo el tronco que seguía duro y tenso.

Yo les miraba las tetas, las cuatro subían y bajaban agitadamente y sin decirles nada les cogí una a cada una, las que más cerca tenía, ellas levantaron los codos para que llegara mejor y siguieron.

La tensión de la prenda llegó al límite y la polla saltó frente a sus ojos, retiraron la cara hacia atrás para seguidamente acercar los ojos y observar de cerca.

  • ¡Qué barbaridad Felisa!  ¡Cómo le ha crecido la polla a tu hermano!
  • Sí, nunca lo habría creído, la tiene enorme.
  • ¿Qué te parece si…?
  • Sí, por mí sí pero… es mi hermano…
  • ¿Y qué?, él te ha chupado las tetas y no te ha importado.
  • Pero es que la polla… y ésta polla…
  • Precisamente, no habrán muchas como ésta.

Yo observaba su conversación como si no fuera conmigo, amasaba las tetas y tenía ya los pezones entre los dedos, tan duros que no los podía juntar, al mismo tiempo la polla daba saltos frente a los ojos de las chicas invitándolas a tomar una decisión.

  • ¿Tú crees que querrá?
  • No sé, ¿se lo preguntamos?
  • No, por si le da vergüenza, yo le rozaría primero y luego…
  • Vale, empieza tú que eres su hermana.
  • No, tú primero, si se entera mi madre…

Yo estaba impaciente, la polla seguía dando cabezadas hasta que sentí una mano que la sujetaba, luego otra y al final las cuatro, no podía distinguirlas pero la que cogió el capullo pronto soltó y bajó la piel, la mano que estaba detrás recogió la piel y siguió tirando y así hasta la última, el capullo brillaba, estaba rojo y la boquita balbuceaba.

Las dos cabezas de las chicas se juntaron y me taparon la visión, sólo les veía los cogotes pero no soltaba sus tetas, de pronto sentí un pequeño roce húmedo que hizo retirarme un poco pero ellas no soltaron y sus cabezas se adelantaron hacia mi verga.

Al primer toque de lengua siguió un segundo de la misma intensidad, era la otra boca, la primera repitió con un poco más de osadía y la otra la imitó, las dos fueron aventurándose hasta que con los labios abarcaron el tronco y lo recorrieron de principio a fin, cuando llegaron a los pelos vi aparecer mi capullo mojado y morado.

De vez en cuando mi hermana me miraba, supongo que quería saber mi reacción pero yo cerraba los ojos y ella seguía.

La primera que se animó a meter la polla en la boca no supe quien fue pero lo hizo bastante mal, los dientes me rozaron el frenillo y me hizo recular, la reacción de ella fue pasar la mano entre mis piernas y cogerme el culo y tirar hacia ella, otra mano me agarró los huevos.

Otra boca tragó el capullo pero ya sin dientes, yo aproveché la ventaja y empujé las caderas, la polla entró hasta la mitad y entonces fue ella la que se retiró.

Mi mano soltó la teta, le cogió la cabeza y volví a empujar, esta vez entró más de la mitad y la cabeza no pudo esquivarme, sólo tosió y supe que era Marta, la solté, quería darle la oportunidad a Felisa y no tardó en sacarla de la boca para pasarla a su amiga.

Mi hermana ya había aprendido a esconder los dientes y fue separando los labios según exigía el glande, despacio pero sin pausa le fui metiendo la polla hasta que tuvo arcadas, no tuve que sujetarle la cabeza y volví a la teta, era la pera de Marta, la areola estaba redonda como la pelota de tenis y noté como agradeció la caricia porque se acomodó para que alcanzara la gemela.

Cuando las lenguas llegaron a los huevos, me chorreaban saliva, intentaban alcanzar la ingle para abarcar todo el “paquete ” y al no lograrlo me pidieron que me tumbara en la cama.

Con una a cada lado las lengua me recorrían a gusto, me separaban las piernas y me chupaban la polla y lo huevos a la vez sin interferirse.

El cambio de postura me benefició definitivamente, ahora ya tenía libertad de movimientos, las cuatro tetas ya eran accesibles totalmente, con la colaboración de ellas que se movían ante cualquier signo de dificultad en alcanzarlas.

El olor que me llegó no era de anís pero no me disgustó, era más bien salado y al pasar los dedos por debajo de mi hermana recogí con la mano la teta que colgaba, al soltarla osciló y al querer alcanzarla mi mano llegó al estómago, una vez allí ya no volvió y metí el dedo en el ombligo y lo rodee.

Las rodillas de mi hermana se movieron y se fue acercando a mí,  la mano ya pudo avanzar y llegar hasta el vientre, como estaba boca abajo no pude llegar más allá, tampoco me atreví pues en realidad sus coños no me habían sido debidamente “presentados” y no quería propasarme de primeras.

Lo intenté con Marta, hice lo mismo con sus tetas pero en vez de llegar al vientre, al acercarse puse la mano en su espalda, de la espalda al culo fue un paseo, ella estaba tan ocupada en compartir mi polla que se fue acercando hasta la misma postura de mi hermana que estaba de rodillas y codos.

La mano descendió por las nalgas, noté los hoyuelos de las caderas y con la punta de los dedos seguí entre las nalgas bajando suavemente.

Me acordé de Paz, entre sus nalgas aparecían unos remolinos de vello negro que se concentraban en el ano, Marta en esto no se parecía y lo cierto es que no lo eché en falta porque mis dedos siguieron acercándose y cuando llegaron al agujero apretado la chica apretó las nalgas y me cogió la mano con la suya y la apartó.

Me vi decepcionado, quizá me había hecho demasiadas ilusiones e intenté hacer lo mismo a mi hermana, ésta al sentir mi mano deslizarse por sus nalgas se movió un poco pero al notar que estaba decidido a seguir se conformó y me dejó llegar hasta el agujero, lo rodeé como a sus pezones después de mojarlo con saliva y noté que la primera intención de rechazo se desvanecía.

Ninguna hablaba, el único ruido que se oía era el de sus lenguas al lamer y chupar, yo alternaba mis manos con sus tetas y sus culos, a Marta, después de varios intentos, pude convencerla de que no quería pasar de ahí y me permitió rodear su culo, algunas veces mis dedos se “distraían” y bajaban hasta los labios pero ella enseguida gruñía y yo huía hacia el culo.

Con mi hermana no me atreví a tocarle el coño, a gusto le hubiera hecho como a Paz pero ante el temor de que cortara por lo sano y perdiera a las dos resistí el trato que estaban dando a mi polla.

Llegamos a un “acuerdo” no escrito que ellas me chupaban la polla sin límite y yo acariciaba sus culos tampoco sin límite, imagino que así salvaban su “honor” pero mi polla no entendía de pactos y menos siendo chupada con aquel ardor.

De los círculos húmedos en los dos culos pasé a pararme en ellos y pulsar levemente, al principio movían el culo como invitándome a parar pero tras unas cuantas insistencias me dejaron hacer.

La suavidad de mi saliva hacía que el roce en los anos fuera verdaderamente placentero y yo con mi nula experiencia notaba que los esfínteres se relajaban cada vez más.

Estaban empeñadas en tragarse la polla cada vez más, Marta era la que más lo intentaba pero también la que más arcadas daba, mi hermana iba tragando suavemente hasta que la nariz me tocaba los pelos, mientras Marta me amasaba los huevos intentando que tuviera la polla al máximo.

Las yemas de mis dedos ya habían dado muchas vueltas a los anos de las chicas y estaban tan suaves que apenas los sentía, apoyaba un poco y presionaba con lentitud, poco a poco iban cediendo y cuando se daban cuenta volvía atrás.

Ya se habían acostumbrado a la maniobra que al poco la uña entraba sin dificultad, notaba cómo presionaban con el culo resistiéndose y al momento aflojaban, entonces presionaba un poco más.

Cuando me separaron las piernas del todo sus manos cogieron la polla del tronco y las bocas se acercaron al capullo, a la vez empezaron a agitarla de arriba abajo y la presión empezó a subir, notaba que me iba a correr de un momento a otro pero no quería alertarlas por si se apartaban y me contentaban con un triste meneo.

Me equivocaba, las dos estaban pendientes, notaban las palpitaciones de la verga y sabían que la leche estaba a punto de hervir y estaban decididas a que no se perdiera ni una gota.

Mis dedos les anunciaron que la cosa iba en serio cuando apreté sus culos, ellas agitaron la verga con toda la velocidad y sincronismo que pudieron y cuando me estiré para que saliera lo más lejos posible, aplicaron sus bocas en el capullo,

La primera ráfaga las pilló por sorpresa, no esperaban tanta leche ni tan fuerte y les mojó la cara pero la segunda la boca de una de ellas se adueñó del capullo y recibió toda la descarga que traía.

Mis manos se crisparon y los dedos presionaron de golpe, ensalivados como estaban se hundieron hasta la segunda falange, las dos dieron un gruñido, tenían mis dedos en sus culos pero era un mal menor y ya estaba hecho, por lo que siguieron atentas a las siguientes lechadas.

Mis manos quedaron con cuatro dedos visibles, el oculto se dedicaba a hacer círculos dentro de los culos y no eran mal recibidos, yo no tenía motivo de queja pues entre las dos me estaban dando un trato especial, después de tragar toda la leche que salió relamieron hasta dejarme los huevos y la polla reluciente.

Al ver el éxito que tuve con los culos quise probar entre los labios hasta entonces intocables, no los había visto siquiera pero estaba decidido a meter algún dedo más ya que estaban entretenidas con mi falo.

Nunca sabré si lo habría conseguido pues en ese momento se oyó la puerta de la calle y la voz de mi madre llamándome desaforadamente.

El caos se produjo en un momento, saqué los dedos de los culos y me levanté como un rayo, busqué calzoncillos, pantalón y el resto, entre mis piernas estaban Marta y mi hermana hacían lo mismo, eligiendo cada una su propia ropa, a mi hermana el sujetador estirado le presionaba las tetas de una manera exagerada forzándolas con una forma deforme y Marta se puso el suyo al revés.

Cuando pude contestar a mi madre ésta ya entraba en la habitación, la escena que vio le sorprendió, las dos chicas me tenían sentado en la silla y me estaban peinando poniéndome pinzas para marcarme las ondas.

  • Hola mamá, estamos intentando hacerle el pelo ondulado a Abel, hemos visto en una revista a un actor de cine que está muy guapo y queríamos probar con el nene.
  • No tenéis idea buena, dejad al chico en paz, parece mentira, ya sois mayorcitas para andar con juegos y tú pareces tonto, porque éstas dos te digan haz esto tú lo haces. ¡Cómo no cambies!

De un empujón me sacó de la habitación de mi hermana, al salir noté la diferencia de olor, en la habitación olía a sexo, a coño, a culo, a polla y a leche aunque mi madre en su ofuscación no lo notó.

  • Abel he visto a la señora Paz y me ha dicho…

Casi se me nubla la vista, al oír que había hablado con la señora Paz, creí que se había descubierto todo pero mi madre siguió hablando mientras sacaba la compra de la cesta.

  • … Me ha dicho que quiere que le borde unas toallas, dice que vio las que le bordé a tu hermana y le gustaron, quiere que le haga otras para su hija.
  • Muy bien mamá, es que bordas muy bien.
  • Pero le he dicho que no tengo tiempo, que las borde ella, le dejaré las letras de muestra y se las llevas, luego las buscaré, le dices que si tiene algún problema que le ayudaré pero ojo, no tiene que enterarse Marta, es una sorpresa, ¿entiendes?
  • Sí, mamá.
  • Es una señora muy amable, me gusta Paz.
  • Sí mamá, a mi también.

Continuará.

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Gracias.