Por culpa de la oveja negra (9).

Marta era un problema, no había forma de desvirgarla, aun con la ayuda de mi hermana. Tuve la sorpresa de mi compañera de pupitre y luego fui elegido para “obsequiar” a la Directora, lo hice aún con alguna reticencia inicial.

Me estaba hartando de Marta, comprendía que se quejara, debía tener el himen híper resistente, por otra parte mi experiencia como “desflorador” sólo se limitaba a mi hermana y con ella tuve éxito, apenas se enteró o por lo menos lo “sufrió” con integridad, en cambio su amiga gritaba, lloraba y pataleaba cuando le acercaba la polla a su coño, deseaba que la follara pero era más fuerte que ella.

Pensé por un momento que se sugestionaba demasiado y tomé una decisión, iría a por todas, miré a mi hermana y con complicidad lubricó en abundancia el coño y mi polla y poniendo la cara entre las piernas de Marta fue testigo de lo que pasó.

  • ¡Noooo, paraaa, nooo déjame, no puedo más, me matas, me rompes, voy a tener que ir al hospital, animaaaal.!

Felisa me miró y con los ojos me señaló el coño de su amiga, por su parte hizo todo lo posible, lamió el clítoris de su amiga a la vez que yo empujaba decidido a que fuera la definitiva, a la vez le metió el dedo corazón en el culo y con la otra mano le estrujó el pezón tratando que en un estallido de éxtasis rompiera la resistencia tan feroz y me apuntara la victoria.

Pero no fue así, el capullo completamente aplastado, chato como la cara de un chino presionó inútilmente, obligó a la vagina a dilatarse al máximo pero el llegar al virgo lo hundió dos centímetros con el consiguiente dolor pero no hubo manera.

Estaba verdaderamente enfadado conmigo mismo, ya era una cuestión de amor propio, ¿se me iba a resistir un virgo con la herramienta que tenía?...  Volví a hundirme pero el grito fue tan alarmante que casi anula la voz que llegaba desde la puerta de la calle en ese momento.

  • ¡FELISA!, ¿MARTA? ¡chicos, ya estamos en casa!

Se oían las risas escandalosas de las dos madres, se notaba que venían alegres, más de la cuenta diría yo, quizá por eso tardaron en acercarse a la habitación, se quedaron en el salón y nos dieron tiempo para adecentar un poco la escena del “sacrificio”.

Felisa recogió las bragas y los sujetadores de las dos y los arrojó debajo de la cama, se pusieron la ropa atropelladamente, mis calzoncillos no pude encontrarlos porque posiblemente iban junto a las bragas de las chicas y me puse los pantalones sin ellos, la polla me colgaba por la pierna izquierda como si llevara un bocadillo en el bolsillo.

Las chicas salieron sonriendo de la habitación estirándose la ropa y el pelo, yo detrás de ellas tuve que volver a recoger la tira de condones que quedó olvidada sobre la mesilla de noche, me uní a ellas cuando ya llegaban al salón para reunirse con las mamás.

  • ¿Qué te pasa Marta, andas mal?
  • Nada mamá, es que se me ha dormido la pierna, no es nada.
  • Y tu Abel, estás sofocado, ¿no tendrás fiebre?
  • No mamá, es que estábamos aprendiendo posturas de yoga.
  • ¡Aaaah, claro!
  • ¿Y vosotras que tal el cine?, habéis vuelto muy pronto.
  • Jajaja, vaya tarde… resulta que la película era “Lo que el viento se llevó” y ya la hemos visto mil veces, preferimos dar un paseo y nos sentamos en una terraza para tomar algo, jajaja.
  • Y tomasteis algo más que “algo”…
  • Pues sí pero que te cuente tu madre, anda Hortensia, no disimules.
  • No es nada, es que Paz es muy atrevida, estábamos tomando un gin tonic y dos chicos, porque eran bastante jóvenes, nos pidieron permiso para acompañarnos, Paz dijo que sí enseguida y los chicos pensaron que…
  • ¡No me digas que ligasteis!
  • Casi, Paz pronto les siguió la corriente, el que estaba a su lado se arrimó y sus manos no la dejaban en paz, jajaja, ella apenas podía evitar el toqueteo.
  • ¿Y el tuyo no…?
  • Jajaja, también, tu madre dice de mí, al principio se hacía la desinteresada pero el chico era guapo y…
  • ¿Y qué mamá?
  • ¡Mira como le interesa a tu hijo!
  • Pues nada, después de espantarlos como a las moscas se dieron cuenta de que hoy no era su día de suerte.
  • O sea que hoy no pero otro día…
  • Jajaja, chico listo, lo has cogido, ¿verdad Hortensia?

Mi madre se puso roja, Paz la atacaba para que confesara que si hubiera durado más la tarde posiblemente habrían llegado a más, un puntito de celos me pinchó y mi madre lo notó.

La pierna dormida de Marta no se le despertaba, tenía el coño completamente irritado pese al gel que le llenaba los labios, cuando se despidieron Marta le rogó a mi hermana que se fuera a dormir con ella, Felisa dudó poco y al momento nos quedamos solos mi madre y yo.

  • ¿Qué te pasa Abel?  No me gusta la cara que haces.
  • No me pasa nada Hortensia.
  • A mí no me engañas, soy tu madre.
  • Ahora no eres mi madre, eres Hortensia.
  • Uy, ya veo, estás celoso, jajaja.
  • Mmm.
  • ¡Celoso de tu madre!, jajaja.
  • No, de mi madre no, de mi amante.
  • ¿Yo soy tu amante?  Perdona, no lo sabía.
  • ¿Entonces cómo lo llamarías?  Hemos estado follando, incluso le has puesto los cuernos a tu marido conmigo, te has corrido en su cara y lo has meado, a lo mejor es que no estaba atento pero eso creo que lo hacen las personas que follan con otras.
  • Eres cruel Abel, lo malo es que tienes razón, hemos hecho algo imperdonable y me arrepiento mucho, sí, follamos y me gustó mucho, demasiado diría yo pero no creo que te debo fidelidad, sólo fue un juego, no sé, un momento divertido, caliente y morboso, siento si te ha molestado lo de esta tarde pero creo que no fue para tanto.
  • Yo creo que sí… me voy a mi habitación.

Dejé a Hortensia con la palabra en la boca, iba a justificarse pero no la dejé y me fui a mi cuarto, tenía la polla roja cuando me metí en la ducha, el capullo había sufrido mucho intentando por todos los medios desvirgar a Marta, ya no sabía qué hacer, la próxima vez intentaría con algo más efectivo, el cepillo del pelo o el bote de laca, quién sabe, algo con forma de pene pero duro y resistente, hablaría con Felisa pero si se resistía tanto, le aconsejaría ver a un médico porque temía que si la cogía un “novio” no iba a tener tantas consideraciones como yo, aunque no lo desestimaba.

Me apoyé en la pared de la ducha con el chorro cayendo en la polla, con la mano dirigía la alcachofa de la ducha adonde me daba más gusto, no me hacía falta mirar porque sabía de memoria hasta adonde me llegaba y cerré los ojos concentrándome en el coño de Marta, intentaba hacer un plan de ataque que fuera definitivo y recordaba el calor de su coño ardiendo de deseo, pude meterle hasta medio glande que con el prepucio estirado por mi hermana quería entrar de todas formas.

Notaba el calor en el capullo, la suavidad de la piel y el agua corriéndome por los huevos, quise agilizar la paja y alargué la mano para sacudir más fuerte la polla pero me encontré con una sorpresa, en vez de polla mi mano se enredó con una melena, abrí los ojos y reconocí la cabellera de Hortensia.

No me dijo nada pero me miró a los ojos y sonrió al volverse a meter la polla en la boca, tampoco le dije nada y le cogí la cabeza y le follé la boca violentamente, me corrí sin dejarla ni respirar, con rabia y ella aguantó tragando y tosiendo.  Cuando terminé me enseñó la garganta limpia y me preguntó…

  • ¿Abel me dejas ducharme contigo?
  • Mmm, pasa Hortensia.

Mi madre entró conmigo a la ducha, ya estaba desnuda y me abrazó por detrás, me besó en la nuca y sus manos acudieron a mi polla caída.  Notaba sus tetas en mi espalda mojada, se apretaba a mí y se movía marcándome los pezones en las costillas, la polla fue creciendo entre sus dedos y cuando estuvo dura me agachó hasta apoyarme en el canto de la bañera.

Noté que ella también se agachaba detrás de mí y al momento sentí como me separaba las nalgas, noté su lengua buscar mi culo y cuando lo rodeó la polla me pareció que iba a reventar, la cogió entre mis piernas, estaba colgando con los huevos pegados a ella y a la vez que me lamía el culo fue haciéndome una paja a dos manos.

  • ¡Agáchate más Abel!

Lo hice y tiró de mi polla hacia atrás, su boca se llenó con ella y mi culo se llenó con su dedo, le faltaba aire al respirar pero se tragó toda la verga hasta que volví a llenarle la boca de leche.

  • ¿Abel, he pagado mi pecado?
  • Hortensia por favor… no puedo castigarte pero…
  • Te dolió.
  • Un poco, sí.
  • Vamos a mi cama y terminaré de pagar mi penitencia.
  • Puedes jurarlo.

La noche pasó en un suspiro, Hortensia estaba generosa y se sentía pletórica cuando le pedía los caprichos más dispares, follamos de todas la maneras imaginables, incluso me enseñó algunas cosas que con mi poca experiencia todavía ignoraba, no quise saber adonde lo había aprendido o quien se lo enseñó, posiblemente diría que mi padre fue su maestro pero no me lo creería, por lo que no abrí la boca.

  • Dime una cosa… ¿de verdad estabas celoso?  Me halagas, me siento querida, a tu padre nunca le importó nada de mí.
  • Yo no soy mi padre.
  • Ya lo sé bien pero… si se marchó fue para que yo pudiera vivir.
  • Lo comprendo, no tengo derecho a controlarte, eres una mujer libre, sólo que…
  • ¿Qué Abel?
  • Me vuelvo loco al pensar que puedas estar en brazos de otro hombre.
  • Eso es decisión mía, ¿no crees?
  • Claro Hortensia, claro pero me gustaría saber con quién vas, qué haces, en fin me gustaría que contarás conmigo.
  • Y si llega el momento que me apetece follar con alguien, ¿quieres que te lo cuente también?
  • Una parte de mi dice que sí, quisiera que me contaras todo, aunque me pudra por dentro pero por otra parte, quiero que seas feliz, que no dependas de nadie y menos de mi, al fin y al cabo sólo soy tu…
  • Eres mi hombre Abel, tú eres mi hombre, no lo olvides y si alguna vez llego a follar con alguien quiero que sepas que siempre te tendré presente, nadie ocupará tu puesto.
  • No sé si podre digerirlo pero me tranquiliza saber que soy importante para ti como hombre.
  • Claro amor, nadie podrá quererme como tú ni hacerme el amor igual que tú, serás único para mí pero me gustaría que me comprendieras también a mí, soy joven todavía, tu padre me quiere y yo a él pero se ha echado a un lado para dejarme vivir, es un gran sacrificio, lo hizo por amor y tú debes hacer lo mismo, no quisiera que te convirtieras como tu padre, que me absorbieras y me asfixiaras.
  • Lo entiendo Hortensia, debo separar el sexo de los sentimientos, sabiendo que nos queremos, con quien follemos pasa a un segundo lugar.
  • Veo que me entiendes, yo tampoco voy a mirar adonde metes la polla y no creas que estoy ciega, además de tu madre soy mujer y sabes que tenemos un sexto sentido, me imagino cosas pero prefiero no saber o no preguntar pero te ruego que tengas cuidado, tu padre ya te lo dijo, ten cabeza Abel y el resto te lo dejo a tu criterio.
  • Hortensia…  ¿Qué, Paz te dijo algo?
  • Jajaja, no hace falta Abel, ni Paz ni nadie dice nada pero para mí eres transparente como un cristal y noto que sientes y que haces pero ya te digo, no me voy a meter, eres muy sensato y tienes un don entre las piernas, úsalo como quieras y cuanto quieras pero siempre pensando con la cabeza, la de arriba, claro, jajaja y ahora a dormir un rato cariño.
  • Gracias por tu confianza.
  • ¿Ya no estás celoso?
  • ¡Hortensia…!

En el colegio las cosas seguían más o menos, Silvia no dejaba pasar la ocasión de provocarme enseñándome las piernas o las bragas, a veces venía a mi pupitre a explicarme algo y se inclinaba para que le viera las tetas, eso lo hacía cuando éramos pocos en clase porque de habitual tenía dos compañeras que eran las primeras en todo.

Lo más curioso es que eran completamente diferentes, Lisa era una belleza, rubia, muy delicada y siempre vestida como una princesa, de unas maneras muy educadas y una forma de hablar muy comedida, en cambio Lola era lo contrario, morena, desgarbada, vestía con ropas extravagantes y tenía un vocabulario de lo más procaz.

Pero lo más llamativo era que entre las dos existía una rivalidad tremenda, competían por ser las primeras en todo y lo conseguían, ningún chico las aventajaba ni de lejos y yo que estaba allí por Silvia, estaba de mero espectador.

  • ¿Cómo lo llevas Abel?
  • Muy bien, cada día mejor.
  • Ya, me refería a los estudios.
  • ¿A que iba a ser?
  • A verle las bragas a doña Silvia o ¿es que te crees que no me di cuenta?
  • … No… no es verdad, no me he fijado.
  • Jajaja, el que sea chica no quiere decir que sea tonta, la profe hace todo lo posible para que le veas las piernas y las bragas y te pone cachondo y la polla a punto de reventar ¿o no?
  • No es verdad pero…  ¿Y si fuera así?
  • ¡Mira el chulito…! ahora presumiendo de matón, porque a Silvia le guste calentarte no quiere decir que a mí me importe.
  • Ah ya, tú pasas de todo.
  • Casi, yo no me pongo por tan poco ¿y tú Lisa?
  • Yo no me había dado cuenta.
  • Jajaja, no me lo creo Lisa, no eres ni tonta ni ciega, ¿no ves a la puta de Silvia calentando al tonto éste?
  • Bueno algo raro noté, a veces lo veo nervioso.
  • Claro, cuando la polla se le pone dura como una estaca, jajaja, ¿no has oído lo que comentan de él?
  • No, no oí nada… ¿de qué se trata?
  • Jajaja, dicen que presume de un buen rabo.
  • Oh, que vulgar…
  • Bueno, como tú le llames, ¿un buen pene?, jajaja.
  • Yo no digo eso.
  • ¿Entonces cómo le llamas a esto?

Lola me echó la mano a la pierna y me cogió la polla casi dormida pero fuera ya del calzoncillo, la estrujó sin piedad y sin soltarla le hizo mirar a Lisa.

  • ¡No sé cómo le llamarás a esto pero promete!, aunque no creo que tanto.
  • Yo no le llamo de ninguna manera.
  • Jajaja, uy que delicada, jajaja, pues yo le llamo polla, ¿a que sí Abel?
  • Creo que debes soltarme Lola, te van a ver y…
  • ¿Me va a ver Silvia?  Si quieres se la enseño, sé que le gustaría comértela.
  • ¡Déjala Lola, no sabes en el lío que te metes!
  • Uy que miedo, ¿te vas a chivar a la directora?, jajaja.
  • No te lo repito más veces, déjame la polla porque te puedes arrepentir.
  • Vale chico, no quiero que me rompas los dedos, jajaja.

Miré a Lisa, estaba sofocada con la cara roja mirando de reojo la mano de Lola que apretaba la polla sin miedo a que la viera la profe, había engordado bastante desde que la cogió y ahora la soltó como si le fuera a morder.  Lisa en el recreo se acercó a mí y me dijo.

  • Lo siento Abel, no he podido evitar oír a Lola, a veces es muy desagradable… no sabe hasta adonde puede llegar.
  • No pasa nada, yo estaba sufriendo por ti, no quería avergonzarte, eres tan tímida pero Lola me cogió desprevenido, no creí que se atreviera a cogerme la… como le llames y se me puso muy dura.
  • Sí, ya me fijé y… sí que había oído lo que dicen de ti.
  • ¿Y qué dicen?
  • Eso, que tu… cosa es muy grande y gruesa.
  • No te creas todo lo que dicen…
  • ¡Es que dicen que es así!

Me señaló desde el codo hasta la muñeca, yo me eché a reír a gusto, habían exagerado todo lo que quisieron pero Lisa parecía que lo creía.

  • Bueno… no quiero presumir, contigo no podría pero a veces…
  • ¿Cómo que a veces?  ¿Siempre no?
  • No, siempre no, depende del momento, ahora por ejemplo no tengo casi, ¿quieres verla?
  • ¡Oh noooo, sólo es que tenía curiosidad!
  • Parece que no has visto muchas.
  • Sí, se la vi a mi hermano, la tiene como el dedo, aunque algunas veces le crece bastante.
  • ¿Cuántos años tiene tu hermano?
  • Doce, es mi hermano pequeño.
  • Yo a los doce ya la tenía así.

Le exageré con la mano y ella abrió los ojos desmesuradamente.

  • ¿Así, de verdad, entonces adonde la guardas?
  • Jajaja, tengo un escondite secreto, si quieres a ti te lo puedo enseñar pero… ni una palabra a Lola.
  • Claro que no, a Lola nada de nada.

Cogí del brazo a Lisa y la llevé detrás de un seto de adelfas, estaban en flor y cubrían bastante, por el camino coloqué la polla pegada al bolsillo del pantalón casi saliendo.   Detrás del arbusto Lisa esperaba que le enseñara el escondite y le cogí la mano y la metí en mi bolsillo, de momento no notó nada porque la pasó por el reverso pero cuando le giré la mano y la agarró me miró sorprendida.

  • ¡Hostia, que verga tienes cabrón!
  • Lisa, ¡esa boca!
  • ¿Qué creías, que no me gustan las pollas como éstas?  Sácatela.
  • Te advierto que si la saco luego no la podré guardar, ya sabes.
  • Te aseguro que sí la podrás guardar.

Hice juegos malabares para sacarme la polla, estaba tiesa y dura y hasta que encontré la salida por la bragueta, sufrí lo mío pero cuando la extendí frente a la chica se arrodilló y se la metió en la boca sin pensar.

  • Joder lisa, ¡cómo la chupas!
  • Mmmm...
  • Me vas a hacer correr.
  • Mmm…
  • No vayas tan deprisa, aquí no nos ven.
  • Mmm...
  • Espera, suéltate el pantalón para tocarte yo también.
  • Mmm...
  • Así, ¿ves, te gusta cómo te acaricio el culo?
  • Mmm...
  • Me gusta tu culo, no lo aparentas, espera muévete un poco para llegar hasta adonde quiero.
  • Mmm...
  • Que coñito tan delicioso.
  • Mmm...
  • Déjame probar, pareces estrecha pero si engañas como con el culo, suelta la polla un momento.
  • Mmm...
  • Venga no te la acabes toda.
  • ¡Aaaagh, joder!  ¡Qué hijo puta, me has metido la polla sin avisar, me has desvirgado!
  • ¡Calla exagerada, si te ha entrado como si fuera un túnel!
  • ¡Muévete y no pares hasta que me corra!
  • Tú lo has querido Lisa.

La cogí de la cintura y le metí la polla entre las nalgas delicadas como de espuma de azúcar, tenía un coño tan suave que apenas notaba cómo me entraba hasta el fondo, ella con las manos en sus rodillas y con la cabeza metida en el arbusto de adelfas gemía, soltó las rodillas, se cogió a los tallos y se corrió tapándose la boca.

  • ¡Aaaah, que gusto cabrón, me he corrido como una perra!
  • Jajaja, me has engañado, tienes un vocabulario peor que Lola pero voy a ver hasta adonde llegas.

Saqué la polla con la intención de meterla en su culo de seda, me sorprendió muchísimo ver salir la polla ensangrentada, ¡tenía razón!, la acababa de desvirgar y sin quejarse apenas, me acordé de Marta y se lo dediqué a ella, apunté al culo y empujé.

  • ¡Joder Abel, esto sí que no lo esperaba!, aaahg, tienes una verga enorme pero está deliciosa, me has desvirgado también el culo como no pude soñar.  Ufff.

Ahí sí que le dolió pero demostró que era toda una mujer, de su aparente fragilidad no había nada y llorando se mordió los labios aguantando el glande que entró en su culo despacio pero sin pausa, no quise meterle más para no hacerla sufrir y cuando me corrí con el capullo en su culo se volvió con cara de decepción.

Se había quedado esperando más y mi leche sirvió de lubricante para  hundirme del todo, gimió pero aguantó y al llegar al fondo volvió a correrse, al sacarla todavía estaba roja de sangre pero ella sacó una servilleta y me limpió, cuando entramos a clase parecía otra vez una muñeca de porcelana, tan delicada que parecía romperse y yo tenía la polla irritada pero limpia y con los huevos vacíos.

Lola nos miró con sorna, imaginé que de lo que presumía no llegaría ni a la suela de los zapatos de Lisa.  Se creía superior al ver a la rubia, lo cierto es que nadie diría que era tan ardiente ni que follaba ni que su vocabulario se transformaba al tener una polla dentro.

Lola me puso la mano sobre el muslo marcando territorio, Lisa la miraba ruborizada y ella se crecía, con la punta de los dedos buscaba el bulto de mi polla pero ésta estaba descansando después del encuentro con Lisa, al entrar la profesora en la clase Lola dejó mi pierna pues se dirigió directamente a nosotros.

  • Bien chicos, tengo una noticia que daros, la semana que viene es el cumpleaños de Dona Encarnita, los profesores pensamos hacerle un regalo entre todos, hemos pensado regalarle un pequeño equipo de música, le gusta mucho la música y le encantará, el problema que tengo es elegir a alguien para entregárselo y me gustaría que me ayudarais.
  • Yo, señorita.
  • Yo, doña Silvia.
  • No, yo.
  • Esperad, todos sois merecedores de entregarles el regalo pero me gustaría que fuera una persona que entendiera un poco de esto por si no sabe usarlo.

Los “yo” se redujeron muchísimo y las miradas fueron dirigiéndose a la primera fila, la de los “listos”, al final se centraron en nosotros tres, Lola no quiso líos y pasó, Lisa se puso tan roja que Silvia me eligió a mí, en realidad ya lo tenía decidido de antemano pero de eso me enteré después.

El día de su cumpleaños  Doña Encarnita vino muy arreglada, se había maquillado peinado y vestido como de fiesta, todos los profesores alabaron su elegancia especialmente Silvia y la profesora de música, Silvia como Jefa de Estudios fue la encargada de entregarme la caja y acompañarme al despacho de la directora, ésta se hizo la sorprendida y me dio un beso en símbolo de agradecimiento para todos, yo me retiraba después de destapar el paquete para que elogiara el regalo y confesara su gusto por la música cuando le dijo a Silvia que necesitaría que se lo explicaran.

La profesora ya tenía la respuesta y le dijo que yo se lo explicaría gustosamente pero la directora dijo que no tenía tiempo y que era mejor que se la llevara a su casa y allí  le hiciera una demostración.

Silvia quedó complacida y me recomendó que me aprendiera de memoria las instrucciones y así le diera mejor impresión a la directora.  Quedamos para el día siguiente, mi madre levantó una ceja cuando se lo conté pero me animó aunque no se le olvidó recordarme que tuviera “cabeza”.

Cuando llegué a casa de la directora lo hice media hora antes de lo que había quedado, lo hice por consejo de Silvia, la directora al abrirme se sorprendió y al dejarme entrar se justificó diciendo que no me esperaba hasta más tarde pues se estaba arreglando, en efecto iba liada con una bata y zapatillas, solamente llevaba pintados los ojos y los labios, se veía apurada al no estar presentable pues la imagen que dio el día del regalo fue todo un éxito.

  • Ya que estás aquí me puedes explicar todo esto como va, no quiero entretenerte, a lo mejor te quieres ir a estudiar o a jugar con tu amigo Fidel.
  • No, con mi amigo Fidel no puedo porque está en el prado con las ovejas.
  • Bueno, puedes ir a buscarlo, parece ser que os divertís con ellas.
  • Yo no hice nada con las ovejas…
  • Ya lo sé, te creí cuando lo contaste pero me impresionó cuando Fidel dijo aquello de…
  • Sí ya lo sé, Fidel tiene la boca muy grande.
  • Pero mentiroso creo que no es.
  • No del todo.
  • Yo creo que sí, siempre se exagera, a lo mejor te hiciste el vergonzoso, a él le pareció que…
  • No exageraba, no lo voy a negar.
  • Permíteme que lo dude, eres muy joven y tienes mucha fantasía y eso de que tienes una talla de mayor o más…

Estaba claro que toda aquella visita estaba programada, después de la conversación que escuché en el jardín la directora estaba convencida de que me iba a dominar como hacía con Silvia y la profesora de música, le dejé que pensara que iba ganando terreno pues cuando estaba frente a ella su bata se fue abriendo y enseñándome que no llevaba nada debajo.

Según iba descubriéndose fui viendo que Doña Encarnita pese a su edad ese conservaba mejor que muchas jóvenes, entre ellas Silvia, al asomarse un pecho “descuidadamente” me demostró que aquello iba en serio, mi polla empezó a despertar y ella que estaba esperándolo no tardó en terminar de mostrar lo que escondía.

Me hizo sentar a su lado y cruzó sus piernas dejando que la bata se abriera y mostrara los muslos hasta arriba.

  • Mmm Abel, veo que te gusta lo que ves, tus pantalones se resisten a guardar esa maravilla que adivino.
  • Lo siento es que sin querer le vi…
  • No es para tanto, ya soy una vieja.
  • De vieja nada, tiene mejor cuerpo que…
  • ¿Qué quien Abel?  Anda dímelo.

Se me escapó, no quería decir eso pero estaba pensando en Paz,  Encarnita tenía unas tetas casi perfectas, no había amamantado a dos hijos como Paz y su vientre también era más liso, si quería que ponerle algún pero eran las pequeñas arrugas en su cuello que superaban a las de la madre de Fidel pero no podía descubrirla y ante la insistencia de la directora tuve que nombrar a Silvia.

  • No debería decirlo pero era de Silvia.
  • ¡Ah!, ya sabía yo que la notaba con una cara muy feliz, ¿qué le hiciste?
  • Nada, estuvimos jugando un poco.
  • A mí también me gusta jugar, ¿te gusta el juguete que tengo aquí?

Se acabó de separar la falda de la bata y me enseñó el coño depilado, no esperaba ver un coño tan perfecto, estaba sellado con una línea fina que lo cerraba hasta casi el culo, la polla terminó de ponerse como una barra de hierro y tuve que levantarme y recolocarla.

  • No te preocupes, Abel  en mi casa hay libertad, deja salir al prisionero.
  • Si usted lo dice…
  • Claro, sin problemas.

Abrí el pantalón y la polla salió de estampida quedando casi vertical.

  • Dios, no está mal, comprendo a Silvia, tienes un aparato muy atractivo pero… a mí me gustan más otras cosas, ¿adivinas qué?
  • No, no tengo ni idea.
  • Prefiero que me comas esto que tengo entre las piernas, ¿te apetece?  A tu polla no parece disgustarle.

Acabó de quitarse la bata, vi su cuerpo muy atractivo, muy cuidado y comprendí a Silvia, ella le comía el coño con asiduidad, quizá al principio fue coaccionada por tapar el “pecadillo” de Jorgito, Enriqueta se recostó sobre el sillón y esperó a que me acomodara delante y hundiera la cara entre sus muslos.

Lo hice y suspiró, abrió las piernas al máximo y gimió separando los labios con los dedos dejando el coño plano solamente marcado por el clítoris duro.

  • Me gusta cómo lo haces, tienes la boca como las mujeres, dulce y activa, no tienes idea cómo me come el coño alguna que tú conoces, no acostumbro a que lo haga ningún chico pero contigo haré una excepción, espero que lo valores.
  • No se preocupe, lo haré lo mejor que sepa.
  • Gracias, veo que eres muy dócil, Silvia me había advertido de tu genio.
  • No es genio pero me gusta hacer las cosas a mi manera.
  • ¿A sí y cómo te gusta hacerlo?
  • Ahora lo verá, déjeme a mí.

Estaba de rodillas frente a ella con la polla casi llegándome a las rodillas, la tenía entre las piernas y cuando me levanté se irguió desafiante, ella la vio venir y se la puse entre las tetas.

  • Jajaja, qué crío eres, no sé porqué tenéis esa fijación por las tetas de las mujeres, más vale que las chupes, también me gusta que lo hagan.

Le chupé las tetas, estaban duras y altas, pequeñas pero con unos pezones enormes, cuando los tuvo rojos le cogí de las rodillas y tiré de ellas hasta dejarle el culo a la orilla del sillón, ella se sorprendió abriendo los brazos para no caer pero cuando quiso darse cuenta me había dejado caer sobre ella y mi polla se hundió en su coño abierto por mi lengua un momento antes.

  • ¡Aaaug!, ¿qué has hecho desgraciado? en eso no habíamos quedado, a mi no me gustan las pollas, me gustan los coños, la tuya era por curiosidad solamente.
  • Por eso mismo, quiero satisfacer tu curiosidad y que la pruebes en toda su fuerza, date la vuelta.
  • ¿Qué quieres decir insensato?
  • Que te pongas de rodillas en el sillón, ¡ya!

Me miró incrédula, no se lo creía pero se puso en cuatro, me apoyé en su coño y lo llené,

  • ¡Salvaje!, nunca me habían metido una polla, desde siempre me encantan las chicas y no voy a cambiar ahora.
  • Creo que sí, que es hora de que pruebes una buena polla y así puedes comparar y lamentar el tiempo perdido.
  • ¡Nooo, que no se te ocurra moverte otra vez!, me has roto el coño.

Me acordé de Hortensia, me había recomendado que hiciera las cosas con cabeza y mi cabeza me pedía cosas nuevas, del pie de Enriqueta vi colgar una zapatilla y volví a acordarme de mi madre, se la quité y con ella le di dos fuertes golpes en las nalgas, plasss, plasss.

  • ¡Loco, eres un loco!, eso no te lo perdonaré nunca, es lo último que esperaba de ti.
  • No, lo último no ha llegado aún.

Pero llegó, escupí en el hermoso culo de la mujer que lo tenía rojo de los golpes de la zapatilla y esperé apenas para apoyar la polla y empujar.  Intentó huir hacia adelante pero se aplastó contra el respaldo dejando el culo en pompa, subí al asiento y en cuclillas busqué el nivel del culo, volví a empujar, la saliva llegó al agujero y ayudó algo, no mucho porque el grito se oyó alto y claro pero ya era inútil, la polla iba camino de sus entrañas y pese a que sus manos y cabeza intentaban escabullirse la tenía empalada y no dejé de hundirla hasta el fondo.

  • Animal, me has desgraciado el culo, no voy a poder sentarme en semanas, no era bastante lo del coño que ahora estoy abierta en canal.
  • Tranquila, ahora viene lo mejor.
  • ¿Lo mejor?
  • Si, voy a moverme.
  • Nooo, no te muevas…  Ooooh, sííí pero despacio, cuidado chiquillo, pórtate bien conmigo, uf, que polla Dios, qué barbaridad, ahora comprendo a Silvia, me dijo que la follaste como un salvaje y es cierto.
  • Relájate y córrete, te voy a follar hasta que pierdas el conocimiento.
  • Me lo creo, me estás dando tanto gusto que se me nubla la vista, hazme lo que gustes, soy tuya, canalla.

La tuve cara al respaldo hasta que se corrió, ahora me rogaba que siguiera y que le provocara otro orgasmo, le dije que se girara y lo hizo, con las piernas  sobre su pecho le metí la polla sin piedad, me dijo que me corriera sin miedo, ya no era fértil y le hice caso, tenía el coño estrecho de no usarlo más que con las lenguas y dedos, la gocé cómo a mi hermana, por un momento me imaginé que era Marta y me clavé a tope, le estaba haciendo lo que le haría a la virgen y Encarnita lo agradeció.

Cerró los ojos y se dejó llevar, los orgasmos se sucedían, ella sólo me rogaba que no parara, que siguiera, que la follara duro sin parar, que no me privara de llenarla de leche.

Cuando ya me había corrido dos veces quise darle a probar mi leche, subí al sillón y le puse la polla en los labios, le tapé la nariz y abrió la boca, se la follé como el coño y me corrí hasta dejar mis huevos secos.

Bajé del sillón con temblor en las piernas, las de ella separadas y caídas en el suelo mostraban el coño abierto con el clítoris brillando, por la comisura de los labios le caía un poco de leche y ya no quedaba rastro de lápiz labial ni sombra de ojos, el pelo deshecho caía sobre su frente pero sonreía agradecida.

  • Por todos los santos, qué follada chaval, me has agotado, hasta ahora me corría con las lenguas de las chicas, creí que era lo máximo que se podía sentir, ahora estoy rendida a tu polla, prométeme que no será la última vez que me hagas tan feliz.
  • No te lo prometo, sólo soy un joven…
  • ¿Un joven?, eres un hombre, nunca había probado a ninguno pero eres el mejor, lo juro.  Te prometo que te voy a buscar un coñito digno de tu polla, ¿conoces a la profesora de música?
  • Claro, me da clase.
  • Pues pronto se le darás tú a ella, esa polla tiene que probarla, te gustará, tiene unas tetas divinas y un culo especial, déjame a mí y no te arrepentirás.  ¿Qué te parece?
  • Te lo diré cuando la folle.
  • De eso puedes estar seguro pero… ¿por qué no me vuelves a follar otra vez?, te lo ruego, sólo una vez más, con esa polla ya podré soñar.
  • Sólo porque me lo pides así…

Continuará.

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