Por culpa de la oveja negra (8).

Silvia, mi profesora quiso hacer una prueba y le salió mal, de paso descubrí un secreto impensable de ella, la promesa con Marta se hacía difícil de cumplir aun con toda la buena voluntad.

Me giré hacia Silvia que sujetaba la toalla, ella misma la pasó por detrás y la anudó delante de mí por la cintura, yo lo vi en las películas pero no sabía hacerlo, se entretuvo un poco al cruzar la prenda por delante.

Jorgito no dejaba de gimotear y su madre pronto preparó la comida y le ayudó a comer pues estaba tonteando y no acababa.  Cuando terminamos la mujer recogió la mesa y trajo una venda y desinfectante, cogió al niño y lo llevó a su habitación, desde allí me llamó…

  • ¡Abel, por favor! ¿quieres ayudarme a curar al niño?, se ha despellejado la rodilla.

Al entrar en la habitación de Silvia vi que tenía a Jorgito atravesado sobre su cama, le había quitado los pantalones y le limpiaba la herida de la rodilla, me acerqué a ella andando con dificultad pues parecía que llevaba una falda de tubo.

  • Gracias Abel, eres muy amable, quédate conmigo, el niño se mueve mucho y no me deja vendarlo.
  • No se preocupe lo entretendré para que esté quieto.

La madre arrodillada en la alfombra le limpiaba con una gasa a la vez que el niño se movía y lloraba pues le escocía la herida.  Tuve que sujetarlo para que no se tocara y se manchara de Mercromina, su madre se movía con dificultad y no podía evitar agacharse y enseñarme el escote.

Aparte de sujetar a Jorgito no tenía otra misión que mirar por encima de la blusa de Silvia y admirar los movimientos de las tetas que se removían en el sujetador poco tenso.  La mirada que noté en Silvia hizo fijarme, debajo de la toalla se notaba el bulto de mi polla en dirección descendente, por un momento sus manos se pararon y al notar que yo la miraba siguió con un carraspeo.

Ya tenía la rodilla  vendada y el niño por fin se quedó quieto, Silvia siguió mirando de reojo el bulto que seguía marcándose y de pronto me miró y dijo:

  • ¡Ya que estás aquí ayúdame a lavar a Jorgito!  Es tan inquieto…
  • ¿Qué no se deja lavar con lo mayorcito que es?
  • Sí pero es que le tengo que lavar bien porque tiene fimosis, ¿sabes?
  • No sé lo que es eso.
  • ¿No sabes lo que es la fimosis?
  • No, no lo oí nunca.
  • Pues a lo mejor también tienes y no lo sabes…
  • No creo, no me duele nada.
  • No, si doler… no duele, mira a Jorgito…

Silvia le bajó los calzoncillos a su hijo, una pollita como un cacahuete apareció entre sus piernas y su pubis regordete, el prepucio le cubría todo haciéndole una punta cerrada, Silvia se la cogió y la levantó para enseñarme el capullo escondido a cal y canto.

  • ¿Ves?, esto es la fimosis, la pielcita que cubre la puntita de la “pililita”…

Estuve a punto de echarme a reír a carcajadas por lo finolis que parecía hablando así y comprendí que Silvia quería saber más de mi polla, me decidí a complacerla y de paso “conocerla” mejor.

  • Uy, pues de eso creo que tengo yo también, ¿es malo?
  • Pues… malo, malo no es pero bueno tampoco y ahora de jóvenes es el momento de corregirlo, mira lo que tengo que hacerle para evitar tener que operarse de mayor ¿entiendes?

Hice cara de asustado y Silvia se ocupó de coger con dos dedos la pollita del niño y con la otra mano retirar el prepucio hacia atrás.  Jorgito se movía pues le molestaba, el capullo minúsculo aparecía rojo e irritado y la madre le pasaba una gasa para limpiarlo, el niño inquieto se escurría pero su madre le sujetaba la polla y seguía descubriendo el glande, se notaba la piel forzada y el glande al final apareció entero pero con los manejos de su madre también algo crecido, ahora lo complicado era volverlo a cerrar.

  • Ups, ahora no puedo volverlo a su sitio, no sé qué hacer, no puedo dejarlo así.
  • Pruebe a mojarlo con saliva.
  • ¿Con saliva?
  • No sé, pero si lo moja estará más suave.
  • ¿Con el dedo?
  • No creo que sea suficiente, creo que debería acercar los labios y escupir.

Silvia acercó la boca y quiso escupir, la saliva no le salía y le animé para que escupiera un poco y si no que lo mojara con la lengua.  Tímidamente sacó la punta de la lengua y tocó y rodeó el glande enano que crecía por momentos.

  • Siga, siga que ya parece que…

Me obedeció y como solución drástica atrapó todo el prepucio con los labios y tiró hasta que pudo cubrir el glande metido en su boca, al volverse hacía cara de asco, le quité importancia diciendo…

  • No pasa nada, si le pasa otra vez no espere tanto y enseguida lo cubrirá.
  • ¿Y dices que tú también tienes?
  • Ledije que no lo sé, a veces también me pasa algo parecido.
  • Pues estamos a tiempo, yo te enseñaré cómo hacerlo pero mejor salgamos al comedor, en el sofá estaremos más cómodos porque el niño se quiere dormir, ¿ves? ya está tranquilo.

Con el bulto presidiendo la toalla salí detrás de ella, vi su movimiento de caderas al andar y aún se me puso más dura, cuando llegamos al sofá se sentó y me puso frente a ella para que le enseñara “mi” fimosis.

Yo ya estaba decidido a todo y ella sin dar importancia deshizo el nudo de la toalla abriéndola despacio, la polla todavía a media asta apareció y en efecto demostró que el prepucio cubría todavía el glande, una sonrisa complacida ilumino sus ojos y yo hice cara de preocupación.

  • ¿Tengo también de eso, es grave?
  • Eso lo tendremos que estudiar, túmbate en el sofá y déjame ver.

Me tumbé con la polla caída a un lado, ella la cogió con dos dedos por debajo del tronco y estiró, por supuesto la piel no bajó y optó por coger de la punta que asomaba del capullo y de la piel, tirando despacio hacia abajo, como era de prever el capullo empezó a engordar y a asomar cada vez más con la piel, ella tiraba y se iba descubriendo brillante, ya cogía con toda la mano el tronco y la bajó del todo, el frenillo tiraba tenso dejando al descubierto el glande entero.

Yo la miraba concentrada en la polla que apenas la podía rodear con la mano, estaba hipnotizada y cuando quiso subir el prepucio se negó a volver a su sitio, me miró preguntándome con la mirada qué podía hacer y yo con los labios cerrados asomé la lengua para recordarle la solución con Jorgito,  no hizo falta insistir, acercó la lengua y saboreó el capullo caliente, lamió con más deleite y se lo metió en la boca.

Notaba su lengua recorrer todo el glande en redondo, me iba creciendo y engordando y ella con las dos manos lo sujetaba para que no se le saliera, estuvo varios minutos de “cura” procuraba no arañarme con los dientes y la polla entraba y salía a ritmo regular, no pude o no quise reprimirme cuando me vino la eyaculación y la primera andanada la pilló de sorpresa, el chorro de leche le entró en la garganta y los siguientes al sacarla precipitadamente asustada le salpicaron la cara.  Yo me hice el asustado ante su cara de sorpresa.

  • Lo siento, no sé que me pasó.
  • ¡Que te va a pasar Abel, que te has corrido y vaya corrida, niño!
  • Ha sido sin querer.
  • ¿No notabas que te venía?
  • No, a veces me pasa mientras duermo,-mentí como un bellaco-
  • Siempre lo he dicho, en las escuelas falta educación sexual… vamos a ver ¿tú no sabes lo que pasa cuando tu cosa se pone dura y te la tocas?
  • No, pero siento un… calor por todo el cuerpo…
  • (Sí a mí también me pasa…) entonces… ¿cómo te voy a poder seguir curando?, se ha quedado blanda.
  • Con la negra me pasó igual, se me puso blanda.
  • ¿Así que es cierto que no se la metiste?
  • No, no pude y me daba vergüenza.
  • Vamos a probar a volver a ponerla tiesa.
  • No creo, me cuesta mucho.

Silvia cogió la polla con toda la mano y empezó a moverla, yo procuraba pensar en las luchas a pedradas, en las carreras de chapas o en el olor al colegio para distraer mi atención  y que no se me empinara la polla rápido, pude contenerme hasta que impacienté a Silvia.

  • Parece mentira, un joven tan desarrollado como tú y que tarde tanto en reponerse…
  • Es que antes le vi.
  • ¿El qué me viste?
  • Le miré por el escote.
  • ¡Aaaah, ya entiendo! Así que me miraste las tetas y… ¿te gustaron?
  • No lo sé, estaba oscuro por el vestido y casi no vi nada por eso se me puso dura.
  • Jajaja, vaya crío, haberlo dicho.

Silvia se despasó la blusa y dejó al descubierto el sujetador, no era muy sexi que digamos pero la blancura de las tetas resplandecía en su interior.

  • ¿Qué tal, mejor así?
  • Mejor pero…
  • ¿Pero qué?
  • Me gustaría tocarlas.
  • ¿Tocarlas?  Bueno pero no te pases, ¿eh?

Le hice una demostración rápida, bajé los tirantes, solté las copas y cogí desde abajo las dos tetas pellizcándole los pezones a la vez, ella quedó asombrada y a la vez satisfecha echando la cabeza atrás y acercándose a mí para que llegara mejor.

Demostré mi práctica aprendida con las otras damas y al momento tenía los pezones como dátiles.

  • ¡Mire, se le han puesto las tetas duras… como mi polla!
  • Eso son los pezones y claro... casi como tu polla.

Era cierto, la polla le resucitó entre las manos, ella la acariciaba como a un gatito pasando la mano por el lomo según iba creciendo, se acabó de quitar la blusa y se soltó el sujetador dejando las tetas a mi entera disposición.

  • Sí le hace daño le pondré saliva también.
  • Buena idea Abel, ya puedes ponerme saliva.

Me mojé un dedo con saliva y rodeé el pezón pero ella esperaba más y me acercó el pezón a la boca, fingiendo ignorancia rodeé la areola sin meterme el pezón en la boca y ella impaciente del todo se apretó la teta de un puñado, me cogió de la nuca y la estampó contra mis labios.

Aspiré con fuerza y toda la areola y más entró haciendo el vacio, cerró los ojos y apretó la verga, mi lengua pulsó a toda velocidad el pezón que seguía agrandándose en mi paladar, ella a su vez aceleraba los movimientos en mi polla que ya lucía el capullo al rojo vivo.

Acercó su boca para “ensalivarlo” y me dio una idea, ya estaba demasiado tiempo fingiendo y dejé caer una mano entre sus piernas, Silvia se deslizó hacia mi polla sobre el asiento del sofá y fue separando las piernas a mi alcance.

Al pasar por la banda elástica de las medias las enrollé dejando más carne desnuda hacia la ingle, subí más y al ir estrechando los muslos iba notando el calor que desprendían hasta llegar a las bragas.   Al sentir mi mano abrió las piernas como un libro y mi mano cubrió de ingle a ingle, en la palma sobre la prenda notaba los labios abiertos, el clítoris y la humedad que salía de la vagina, esperó y como no me decidía a avanzar las bajó de un movimiento rápido hasta los tobillos.

Me sorprendió ver que estaba depilada, no del todo porque el vello estaba recortado a un milímetro como un campo de césped pero el triángulo estaba perfectamente delimitado, me extrañó en una mujer sin pareja y tan seria.

Yo sabía adónde acudir, dejé el clítoris para el final, acaricié los labios mayores y menores pasé la mano por los pelos suaves y luego metí un dedo en la vagina, Silvia me correspondía con su boca y se tragaba la polla hasta adonde podía, cuando le metí el segundo dedo me cogió los huevos y los apretó, entonces le metí el tercero y busqué el punto G, con mis huevos en la mano y la polla en la garganta se corrió.

Cerró las piernas de momento y no me dejó salir, le hurgué los pliegues de la vagina y noté la riada de flujo que le salía, cuando aflojó un poco el pulgar atacó al clítoris y gritó con un gemido agónico, se estremeció toda encogiéndose y se puso a temblar, dejando la polla abandonada.

Yo no conocía la epilepsia todavía pero fue algo parecido, le vibraban las extremidades y el cuerpo, la cabeza le giraba hasta casi dar la vuelta entera y estiraba los pezones hasta el punto límite de rotura.

No tuve piedad, seguí rodeando el botón en todas direcciones y prolongando el orgasmo, imaginé que no estaba completa y desplacé mis dedos mojados dos centímetros entre sus nalgas y los hundí, más que un grito o un gemido fue un gruñido, no sabía si era de placer o de dolor pero estuvo inmóvil mientras las falanges iban entrando.

Cayó como fulminada por un rayo y quedó inmóvil, me asusté pues pensé que le había dado un ataque, al separar las piernas vi que estaba totalmente mojada, el sofá estaba empapado y mi brazo se escurría hasta el codo.

Mi polla abandonada seguía vertical esperando, Silvia no dijo nada, ni me miró, se incorporó cuando pudo hacerlo y se quitó la falda que le molestaba, subió una pierna al sofá sobre mí y me cogió la polla por detrás de su culo, la llevó al coño y se fue dejando caer.

  • ¡Ooooh que polla Dios… no me cabe, menos mal que no se la metiste a la negra, pobre animal!

Quedó quieta a mitad mirando al techo, estaba esperando dilatar lo suficiente para seguir pero le cogí de la cintura y tiré hacia abajo.  Abrió la boca y los ojos todo lo que pudo intentando comprender pero cuando se aseguró mirando entre sus piernas no vio nada, mi polla estaba dentro de ella hasta los huevos.

Me miró seriamente y luego una sonrisa le iluminó la cara.

  • Gracias Abel, yo sola no lo habría conseguido.

Se movió con precaución pero su vagina era más ancha de lo que creía y con ayuda de sus jugos la polla entró sin dolor, al contrario, los suspiros la delataban, le gustaba mi polla, aceleró y saltó cogida a mis tobillos, otra ración de pellizcos al clítoris y otro orgasmo (no tan fuerte) la volvió a sacudir.

Silvia estaba dispuesta a que pagara con mi misma moneda y procuró moverse en círculos y salir y frotar su coño contra mi polla, salía y se la metía de un solo salto y dejó colgar las tetas sobre mi boca para que la follara chupando, luego se giró y me dio la espalda, vi meterse la verga en el coño haciendo posturas para que le entrara más y más.

Se salía y volvía a dejarse caer sin manos, la polla dura y vertical en la misma trayectoria no fallaba ni una vez pero se confió demasiado, en una de aquellas cabalgadas varié la dirección del capullo y al sentarse sintió la diferencia, notó cómo algo duro ardiente y grueso intentaba entrar por adonde estaba destinado como salida.

Era ilógico pero allí estaba medio capullo hincado a falta de un último esfuerzo, estaba tan dolorida que no podía más, las piernas entumecidas y el coño ardiendo no tuvo fuerza para evitarlo y cuando notó (mis manos en su cintura, cómo la canción de Adamo) supo que no tenía salvación.

Sus carnes se abrieron, notó el calor y la humedad de la sangre, el esfínter no fue tan dúctil como la vagina y se desgarró un poco, por un momento recordó cuando la desvirgaron en el asiento de atrás de un coche, tampoco lo esperaba, estaba jugando con fuego y se quemó, esta vez el fuego lo tenía en el culo y también se quemó pero ya estaba hecho y sólo quedaba que acabara de entrar toda aquella polla.

Silvia colaboró con la mano, fue lubricando el ano para que entrara y cuando se miró los dedos rojos me los enseñó, ya no la cogí de la cintura, levanté mis caderas y me hundí totalmente en su culo húmedo.

  • ¡Aaaahg, cabrón de chiquillo!  ¿Qué has hecho?  ¡Me has roto el culoooo!
  • Pero te gustaaaa, reconócelo Silvia, ¿te gusta cómo te follé?
  • Maldito crío y yo creí que eras un yogurín inocente.
  • Un yogurín sí pero inocente…
  • ¡La Virgen del Amor Hermoso! ¡qué polla tienes hijo de puta!, si lo llego a saber…
  • Ya lo sabes puta pero si quieres te la saco.
  • Nooo, ni se te ocurra, ahora vas a acabar como un hombre, me vas a follar otra vez y hacerme correr como una perra y quiero sentir tu leche en mi coño.
  • No, en tu coño no, me correré adonde yo quiera.
  • ¡Qué puto niño, córrete adonde te plazca!
  • En tus tetas, que me encantan.
  • ¿En mis tetas, creí que querrías en la boca?
  • No, en tus tetas y luego las lamerás y te tragarás mi leche.
  • ¡Si no llego a lamerlas, ya lo probé!
  • Te ayudaré con mi polla.
  • ¡Cabrón!, lo tienes todo pensado.
  • Casi todo.

Apoyada sobre el brazo del sofá le follé el culo hasta que se corrió, ésta vez sus líquidos cayeron al suelo deslizándose por sus piernas y cuando ya me iba a correr le di la vuelta y me vacié sobre sus tetas, con la cabeza más baja que las tetas la leche se escurrió hacia su garganta y sacó la lengua para recibirla.  Con la polla fui barriendo las tetas y dándole a chupar, cuando terminé el pecho le brillaba y mi polla también.

Todavía estuvimos un rato hablando, me preguntó sobre la historia de las ovejas, le conté todo menos lo de Paz, claro, me aseguró que hice bien en no meterla en la negra, se ofreció a sustituirla, nos veríamos discretamente, eso me lo recalcó mucho, ya buscaría la forma, quizá con la excusa del niño… quien sabe.

A partir de aquel día Silvia parecía poner más interés en enseñarme y me pasó a la primera fila, yo siempre había sido de la media pero me sirvió bastante estar entre los listos de la clase, entre otras cosas porque Silvia procuraba abrir las piernas cuando nadie miraba, me enseñaba las medias y los muslos muchas veces y un día que apenas vino gente porque llovía salió de clase y al volver me demostró que no llevaba bragas, la polla se me puso como una estaca y por debajo del pupitre se la enseñé, se mordió el labio y sacó la lengua relamiéndose.

Con Marta no había suerte, la chica lo intentaba de todas formas, mi hermana también colaboraba y yo estaba dispuesto a cumplir con mi promesa pero por unas cosas u otras siempre se estropeaba.  Mi hermana la espoleaba contándole lo que hacía con su novio, yo creía que exageraba porque me parecía demasiado fantasiosa pero gozaba con verla sufrir.

En el Colegio un día Silvia me pidió un favor.  Tenía una reunión con Doña Enriqueta y no podía recoger a Jorgito de su clase por lo que me pidió que lo hiciera yo y que lo entretuviera hasta que terminara, hice lo que me pidió, al principio se puso impertinente, dejamos a su madre en el despacho de la directora y salimos al jardín, allí debajo de una ventana que daba al despacho de Doña Enriqueta estuvimos jugando a tirar piedras a un bote.

Yo le recogía piedras y él las tiraba, luego iba a poner el bote otra vez en alto y volvía a tirar, por la ventana pude oír la conversación de las mujeres.

  • Entonces estamos de acuerdo, organizaremos las clases de esta manera, tú como Jefa de Estudios lo comunicas a las demás profesoras y… por cierto esa mirada que tienes… Silvia no me digas que… por todos los santos, se te nota a la legua, a mí no me puedes engañar, te has corrido mucho pero mucho, no ha sido como conmigo.
  • Calla Enri, no digas eso.
  • Y sin contármelo pero dime con quién ha sido, a ver… con Marcos o el profe de gimnasia o tal vez con la maestra de música, que ya sabes…
  • No, nada de eso.
  • Porque…  no me atrevo a pensar que has vuelto a …
  • Cállate, por favor.
  • ¡No me creo que hayas caído otra vez!, cuando lo de Jorgito… me costó mucho cubrirlo, ¿te acuerdas? porque todavía era un menor, menos mal que cuando se descubrió ya había cumplido los dieciocho.
  • Gracias, no hace falta que me lo recuerdes.
  • No es un mal recuerdo, por lo menos para mí.
  • Claro y creo que he cumplido bien contigo, no tendrás queja.
  • No, es cierto, me has comido el coño como nadie, lo reconozco pero dime ¿Quién ha sido esta vez?
  • No te lo voy a decir.
  • A ver si lo adivino… de los chicos está… no ese no, Fidel sí, ese puede, el de las ovejas él sabe meterla ya pero no, no es de tu estilo, no creo que hayas caído tan bajo pero espera… recuerdo una frase de Fidel, claro… Abel, ese es, dijo que tenía una polla muy grande y a ti te vuelven loca las pollas grandes, ya está… Abel ¿a que sí?
  • Por favor calla, ni una palabra a nadie.
  • Jajaja, vaya con Abel, ¿Y es verdad que la tiene grande?
  • Enorme Enri, enorme y lo hace…
  • Me quieres decir que ese niñato…
  • ¡Como los ángeles!, querida.
  • No es mi tipo pero me pica la curiosidad, tú crees que…
  • No sé, lo veo difícil, al principio parecía un pardillo pero cuando se desató…
  • No me lo imaginaba así, es tan buen chico…
  • Y lo es pero folla como nadie, de mayor va a ser un follador nato.
  • Habrá que pensar en algo, yo soy ya mayor, demasiado para él pero tú podrías organizar algo.
  • Pero te advierto, tiene las ideas muy claras, no pienses que vas a hacer lo mismo que conmigo.
  • Jajaja, cualquiera diría que te martirizo.
  • No pero haces de mí lo que te da la gana.
  • Para eso soy mayor, jajaja.  Me encanta.
  • Este crio no es así, te lo advierto.
  • Jajaja, todos son iguales, cuando huelen un coño…
  • Enri, ya te aviso, luego no te quejes.
  • Jajaja, es más que nada por verlo actuar, por lo demás…
  • A mí me ha dejado para el arrastre y ya sabes que tengo aguante.
  • Lo podré a prueba, jajaja.  Va a saber quién es Doña Enriqueta.
  • Me voy a reír…
  • ¿Decías?
  • No nada, hasta mañana señora Directora.
  • Adiós bombón, jajaja.

Esquivé la piedra en el momento que se despedían y dio en el marco de la ventana, las dos cabezas de las mujeres se asomaron al unísono enfadadas y yo ya desde el medio del jardín levanté los hombros con la sonrisa más angelical que pude.

Cuando vi a Paz a solas me recriminó la escena de la escuela, se enfadó porque su hijo quedó como el pervertido del colegio, ella lo sabía bien pero le costaba admitirlo, aun así me hizo jurarle que al irse ella de la choza no me follé a la oveja negra, de su hijo no tenía duda pero quería tener la exclusiva de mi polla y no compartirla ni con la negra.

Su hija Marta no pensaba lo mismo, quería mi polla tanto o más que su madre y con más urgencia, cuando una tarde vinieron las dos a casa con la intención de que mi madre se animara a ir al cine con Paz, su hija hizo planes enseguida, las dos y luego mi hermana e incluso yo la animamos para que acompañara a Paz, el cine estaba en otro pueblo cercano y calculábamos que entre la película y que luego tomarían algo o incluso que se pasearan mirando escaparates de tiendas tardarían unas cuatro horas, tiempo más que suficiente para que Marta perdiera su virginidad.

Mi madre era muy reacia en salir y menos sin meditarlo pero bajo la presión de todos hizo un esfuerzo y claudicó, junto a Paz se metió en su habitación y eligieron la indumentaria, Paz se encargó de escoger, luego la maquilló e incluso le ayudó a vestirse, las oíamos reírse y hacer algún comentario de las tetas de mamá, debía estar desnuda frente a Paz y ésta alababa su figura.

Al salir, las dos estaban desconocidas, Paz incluso se había puesto alguna prenda de mi madre que le gustó y yo diría que se cambiaron los sujetadores pues las tetas que lucía mi madre no eran las acostumbradas.

Nos dimos cuenta los tres, mi hermana miró a Marta y a mí y movió las suyas para que nos fijáramos bien, las llevaba altas y más separadas y sobre todo marcando pezón, cosa que jamás había hecho.

Al salir de casa después de un montón de recomendaciones nos despidieron con un beso a los tres, a mi las dos me lo estamparon justo en la comisura de los labios y un poco “frotado ”, la polla no tardó en reaccionar y las dos lo notaron.

Estuvimos callados cinco minutos, tiempo suficiente por si volvían a por algo olvidado y luego gritamos de alegría y fuimos a la habitación de mi hermana.  Fue una lluvia de prendas, las dos amigas se despojaron de las suyas en un abrir y cerrar de ojos y quedaron sólo con la piel, luego giraron hacia mí y me llevaron a la cama adonde me quitaron hasta la última prenda.

Mi hermana ejercía de maestra de ceremonia, fue la que me cogió la polla y me la puso en condiciones, Marta miraba expectante viendo cómo crecía temiendo que siguiera creciendo más pues el proyecto era el de metérsela en el coño virgen.

Feli incluso se permitió pasear su coño sobre mi polla en demostración de lo que le podía hacer a ella, Marta tenía las manos entre las piernas con los dedos escondidos, mi hermana en cambio me cogía la polla y la exhibía orgullosa aun antes de la batalla.

Le hizo una demostración, en un movimiento rápido se sentó sobre mí y la enterró en su coño sacándola enseguida demostrándole que no era nada doloroso. Yo me dejaba adular mientras le amasaba las tetas a mi hermana, tenía los pezones duros y le encantaba que se los magreara, un día me contó en confidencia que su novio no sabía hacerlo y le dolía, como consolación aquel día le chupé las tetas hasta hacerla correr.

Felisa salió de la habitación a por el gel y las toallas, también trajo aceite corporal, mientras nosotros esperamos nerviosos, Marta no sabía cómo empezar y yo no tenía muchas ganas de desvirgarla, su madre, la mía y Silvia fueron pan comido, era meter y sacar sin pegas, a mi hermana me costó un poco más pero fue bonito e inesperado o casi.

Me acerqué a ella y le pregunté en el oído si estaba dispuesta a ser mujer, ella dudaba todavía, era un paso importante del que no había vuelta atrás pero estaba decidida y me abrazó, cuando Felisa entró devuelta nos encontró abrazados con mi polla entre las piernas, creyó que se la había metido ya y se enfadó.

  • Vaya, yo haciendo todos los preparativos para una ceremonia importante y romántica y vosotros sin más a follar…
  • Jajaja, nooo, era sólo un “acercamiento”.
  • Aaah vale, pues vamos a hacerlo bien, tú Marta túmbate en mi cama pero deja que ponga unas toallas por si acaso.

Felisa extendió las toallas sobre todo debajo del culo de Marta y extendió a su alrededor todos los frascos que traía.

  • Bueno Abel, ahora te toca a ti, ¿quieres que te ayude o puedes sólo?
  • Jajaja, creo que me las apañaré o por lo menos contigo sí pude.
  • Mmm, creo recordar que fui yo la que se decidió primero.

Me tendí a lo largo de Marta, ésta pensaba que me iba a subir sobre ella a lo misionero y que la iba a penetrar sin más pero tenía otros planes, no quería ser el “malo” de la película, quería que fuera ella la que rogara y suplicara que se la metiera.

Le pedí a mi hermana que me alargara el aceite y la embadurné bien, al pasar por las tetas sabía que ya iba en serio y quiso gozar,  mi idea era la de darle un masaje erótico, acariciándola por todos lados, así ponerla cachonda hasta que me rogara que la follara pero mi hermana no quería estar sólo de espectadora y mientras yo le aceitaba las tetas ella le acariciaba las sienes y el cuello.

Marta se sentía acompañada y segura, mis manos la recorrían sin descanso pero sin fijarse en ningún sitio en particular, cuando pasaba sobre los pezones rápidamente saltaba al estómago y luego volvía a sus hombros, ella cerraba los ojos esperando a mis manos y suspiraba cuando le acariciaban algún sitio sensible.

Fui bajando hacia su vientre y me centré en su ombligo, mi hermana me seguía con sus manos y le masajeaba las tetas que acababa de dejar yo.

Marta no distinguía unas manos de otras y con todas gemía igual, yo llevaba la delantera besándole el vientre por encima del pubis cuando vi a Felisa rodearla los pezones con los labios y aspirar, con la boca abierta del todo aspiraba casi media teta, en las mejillas de Felisa se notaba su lengua cómo lamía el pezón de Marta.

Llegué hasta el pubis, hasta el mismo nacimiento de los labios depilados por Felisa, había hecho un buen trabajo pues parecía el culito de un bebé, no metí la lengua entre ellos sino que pasé por el lado hasta la ingle, Marta rápidamente abrió las piernas para dejarme libre el paso, el tendón de la pierna quedó estirado y lo chupé, esto no se lo esperaba ella y cerró las piernas atrapando mi cara.  Para liberarme tuve que tocarle apenas el clítoris y volvió a abrir todavía más que antes las rodillas.

Yo conocía el terreno pues ya había estrenado el culo de Marta pero el objetivo era el coño, mi hermana me seguía, ya estaba lamiendo dentro del ombligo, le  hacía círculos y Marta sacaba la lengua para alcanzar las tetas de Felisa que le caían sobre la cara.

Mi hermana me cogió la polla y la llevó a la mano de Marta, ésta estaba inmóvil solamente esperando acontecimientos y enseguida se aferró a mi verga, la estuvo calibrando, recorría las venas, el capullo y el frenillo pensando que todo aquello iba a entrar en ella como un tren sin frenos.

Cuando mi lengua saltó entre sus labios menores Marta tuvo un estremecimiento, por un momento pensó que mi lengua era el capullo que tenía en la mano y lo comparó pero al notar la delicadeza del roce se relajó y los labios se abrieron como un flor, mi lengua entró lo que pudo y saboreé los jugos que ya manaban en abundancia.

Felisa me tocó el hombro, quería darle una sorpresa a su amiga y me pidió el sitio, sin que lo notara nos cambiamos y ella le pasó su lengua por los labios metiéndolos también en su vagina, yo subí hasta el clítoris, Felisa y yo teníamos las caras pegadas cada uno en una tarea, Marta apenas se movía, solamente mantenía mi polla como amuleto.

Felisa sabía lo que hacía y le dio un anticipo de lo que le vendría luego, me hizo señales para que acelerara la lengua y ella metió la suya hasta llegar al himen de Marta.  La chica gemía sin pudor, nos animaba diciendo que sí, que siguiera así y después de un grito largo se corrió, nos mojó a los dos, mi hermana con los ojos mojados como salida de la piscina y yo con las mejillas goteando.

Le señalé a Felisa el culo de Marta pero me hizo cara de disgusto, quería que la follara sólo por el coño pero entonces ya era yo el que dirigía la fiesta, insistí y obedeció, cuando sacó la lengua del coño de Marta ésta quedó vacía y se relajó pero al notar por el perineo el calor y la humedad de una lengua se tensó de nuevo.

Tuve que abarcar más y lamer desde el clítoris hasta la vagina, Felisa ya rodeaba el círculo oscuro apenas con la punta de la lengua y le di mi aprobación.

Cuando mi dedo apartó la lengua de mi hermana presionó y entró sólo hasta la uña, Felisa abandonó los bajos y subió y besó en la boca a Marta, ésta dudó pero reconoció la tierna boca de su amiga y le devolvió el beso largamente, las bocas se retorcían buscándose las lenguas e intercambiando sabores y sensaciones.

Marta soltó mi polla, cogió la cabeza de mi hermana y la atrajo hacia ella, se concentraron en unos besos que me ponían la polla a cien al verlas, fui colocándome sobre Marta, esperaba que encendidas en el beso tan íntimo no notara mucho mi entrada y primero le avisé pasando la polla a lo largo de su coño abierto, no dejó su beso por mi caricia, únicamente levantó el culo para que la metiera ya.

Me tomé mi tiempo y fui separando los labios menores de Marta que no lo eran tanto, estaba muy lubricada pero aún así le rocié más gel, mi polla parecía una anguila.

La presión fue aumentando hasta hacer tope pero hasta ahí llegó, noté en ella una encogida, el vientre se plegó y dejó de besar a Felisa, mi hermana fue la primera sorprendida, Marta movía la cabeza negándose.

  • ¡No, para, paraaa!  Me haces mucho daño, no sigas.
  • ¿Pero qué pasa ahora?, déjame ver.

Yo con la polla un poco presionada intentaba seguir pero Marta huía, mi hermana se interesó y acudió al sitio, pegada la cara a mi polla miró la trayectoria, estaba claro que se metía directa a la vagina, ésta estaba un poco obligada pero entraba dentro de lo normal.

Feli me hizo retroceder y al sacarla comprobó que la flor estaba intacta todavía, luego se encargó de que mi capullo no se desviara y dio la orden de empujar, lo hice y el quejido de Marta nos frenó, lo intentamos varias veces, al echar más aceite o gel el coño era ya una pasta pegajosa pero mi polla no entraba casi, ni el capullo siquiera.

  • ¡Aaaagh, nooo no me cabe eso, no quiero que me rompas!

El quejido de Marta parecía real, mi hermana le explicó de todas la maneras posibles que en un principio  podía ser molesto, incluso doloroso pero luego era tan gratificante que colmaba los inconvenientes, le explicó hasta lo felices e intensos que eran los orgasmos vaginales, le contó lo del punto G.

Ningún argumento era valido cuando llegaba el momento de empujar y romper el precinto, allí se frenaba todo pero el tiempo corría en nuestra contra…

Continuará.

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