Por culpa de la oveja negra (7).

Mi padre nos dio una sorpresa, tomó una medida drástica pero positiva para todos. La señora Paz consiguió su sueño aunque a mi manera, también en el colegio tuve un problema que al fin se solucionó de forma favorable.

Cuando estaba ayudando a salir de la bañera a mi madre, mi padre empezó a dar señales de vida, bueno, ya las dio antes, ella podía dar fe, el aspecto de mi padre no era muy boyante, Hortensia acababa de correrse sobre él, no lo hizo adrede ni como represalia, simplemente cuando estaba debajo de la ducha con el agua tibia cayendo sobre su espalda con la cabeza sobre mi padre murmuró…

  • Abel fóllame fuerte, quiero correrme, necesito correrme como nunca me corrí y que conste que me has hecho sentir lo máximo pero necesito sentirte adentro, necesito que me llenes con tu leche, no sé porqué pero contigo en mis entrañas siento una paz que nunca gocé.

La sujeté de las tetas pegado a sus nalgas, la polla llegaba hasta su matriz o más allá, la notaba a cada empujón y cuando me cogió las manos sobre sus tetas se estremeció sacudiéndose con las piernas temblando y mojó a mi padre que seguía ausente.

Se despertó del todo cuando ya estábamos fuera de la ducha, mis manos recorrían el estómago de ella, ya le había secado cada milímetro de su cuerpo y me abrazaba besándome en el cuello, el gruñido de mi padre hizo volvernos, apenas movió una mano pero parecía que volvía en sí, mi madre me empujó fuera del cuarto de baño y se inclinó sobre él y con la ducha lo enjuagó con el agua fría y poco a poco se fue reanimando.

  • ¿Dónde estoy?
  • En casa amor, te han traído tus amigos.
  • Mmm, no recuerdo nada.
  • Claro estabas borracho perdido, más que nunca, no comprendo cómo puedes ser tan inconsciente, podías haber muerto, vomitaste, te measte encima, olías a tigre y te tuve que lavar todo, ahora ya pareces otra persona.
  • Gracias Hortensia, no te mereces todo esto pero no sé qué me pasa, les conté a mis amigos en el bar que no sé follarte, se rieron de mí, hasta se ofrecieron para hacerlo por mí y conmigo de testigo.
  • No te preocupes, olvídalo.
  • Es que es verdad, la polla no me responde, quiero demostrarme que puedo, por eso te la meto por el culo, por rabia, por despecho pero soy consciente de que te hago daño, perdóname.
  • No te preocupes, no es nada, todo está olvidado.
  • No, me he dado cuenta de que debo dejar que seas feliz, he decidido irme una temporada, no te preocupes, estoy bien, mejor que nunca pero debo rehacer mi vida, mientras estaba sin sentido he soñado que te veía feliz, que sonreías, fíjate que hasta follabas y te corrías, jajaja, parece de locos pero… ¿qué haces desnuda?
  • ¿Qué quieres que haga, viniste cubierto de vómitos, tus amigos te abandonaron sobre el sofá y huyeron burlándose, me puse a lavarte, me mojé toda y me tuve que desnudar, me costó mucho pero… ¡ahí estás, ya casi repuesto!
  • Eres admirable y ¿cómo pudiste conmigo?, estaba sin sentido.
  • Bueno, me ayudó Abel, entre los dos nos costó meterte en la bañera pero es fuerte, ya es un muchacho.
  • Sí, es un buen muchacho, ha salido a ti, mejor porque si sale a mí, jajaja, ¡uuuy… me duele la cabeza!…  ¿Qué te parece lo que te dije de irme?
  • No sé cariño…  todavía no lo he asimilado aunque, si lo tienes pensado… pero prométeme que no te irás muy lejos, me gustaría saber cómo te va.
  • Te lo prometo, ya verás.

Mi madre salió llorando sujetando el brazo de mi padre sobre su hombro, iba desnudo igual que ella, yo los esperaba en el salón con el pijama puesto, se acercaron a mí y me abrazaron los dos, el contraste era abismal, mi madre con su cuerpo torneado, joven para su edad, brillaba su piel tersa y dura, en cambio mi padre, con media barba, desaliñado, escuálido con la piel blanca excepto la cara y las manos.

Mi padre me contó su plan, no me lo creí y miré a mi madre, ella me lo confirmó con la mirada, abracé a mi padre, le agradecía que dejara vivir a mi madre aunque no desestimaba que volviera cambiado y viviéramos todos juntos otra vez pero reconocía que si se quedaba no cambiaría, también necesitaba darse cuenta de lo que tenía en casa y valorarlo, había tocado fondo y ahora sólo podía subir.

No nos dimos cuenta o no hicimos caso de que ellos estaban desnudos, se metieron en la habitación y tardaron media hora en salir, cuando lo hicieron mi padre iba vestido con el mismo traje del día de la cena y una maleta, parecía otro, mi madre se limpió los labios, pensé que le habría dado un buen beso de despedida pero le vi por la barbilla una mancha de semen, comprendí que como regalo le había hecho una mamada, no se lo reprochaba, al fin y al cabo su marido era un buen hombre, seguro que volvería algún día.

  • Abel, ya eres un hombre, me lo ha dicho tu madre, aunque yo ya lo sabía, despídeme de tu hermana, yo no podría hacerlo, ella sabe porqué.
  • Gracias papá, no te preocupes, haré lo posible para que no les falte nada.
  • Estoy seguro, cuida mucho de tu hermana, es mayor que tú pero eres más juicioso, tienes las cosas más claras y sabes cómo tratar a las personas, cuídate tu también y a tu madre… no hace falta que te lo diga, es una gran mujer, demasiado rápida con la zapatilla, pero… ¡qué te voy a contar!, jajaja, en el fondo es muy dulce, ya lo verás.
  • Lo sé papá, lo sé y tú cuídate mucho, te queremos todos y te esperamos pronto.

Nos abrazamos por última vez, lloramos los tres unidos estrechamente, olí el agua de colonia que le regalé en su cumpleaños, creo que era la primera vez que se la ponía, mi madre se colgó de su brazo y se puso de puntillas buscando sus labios, él acercó los suyos y se dieron un pico, las tetas de mi madre se pegaron en la manga de la chaqueta rodeando su brazo y él le dio una palmada en el culo.

Esa noche dormí en la cama de mis padres con mi madre, antes cambió las sábanas para que no oliera a él, dormimos pegados pero no tuvimos sexo ni nada parecido, simplemente la sentí a mi lado, ella me pasó el brazo por encima, aunque notaba una teta sobre mi pecho y una pierna sobre la mía la polla no hizo mención de crecer, me sentía el hombre de la casa, el cabeza de familia, desde ahora tendría que preocuparme por todos y de todo.

Por la mañana nos vestimos y me fui al colegio, encontré a mi amigo Fidel, enseguida me preguntó cuándo iba a acompañarlo al prado, estaba empeñado en ofrecerme los favores de la negra , la pobre oveja debía estar harta de tener todos los días a aquel pesado metido en el coño.  Me excusé cómo pude, no me atreví a contarle que mi padre se había ido, pensé que debíamos inventar una historia creíble junto con mi hermana y cuando volví a casa ya estaban esperándome las dos.

Habían llorado pero a decir verdad no hubo mucho drama, mi hermana no tenía buenos recuerdos de mi padre, aunque sólo fue una vez y ya estaba perdonado y mi madre… ella necesitaba un cambio de vida y de momento yo estaba allí para “apoyarla”.

Al final acordamos que se había ido a Alemania con un primo que le ofreció un puesto de trabajo en una fábrica de coches, pensamos en todos los detalles, incluso que ya se fue con él pues estaba de vacaciones y vino con su coche a visitarnos y lo convenció enseguida, esperábamos que sus “amigos” no indagarían mucho si era verdad o no y buscarían a otra víctima de quien reírse.

Cuando vino Paz mi madre lloró un poquito y la madre de Marta la consoló porque sabía que perdía la “compañía” de su hombre, ahora ya estaban en el mismo plano y quién sabe, teniendo las mismas inquietudes…

Se notaba como Paz se iba modernizando día tras día, venía a mi casa y presumía con mi madre de la ropa y peinado que se iba haciendo, sabía que podía dar que hablar a alguna cotilla pero cada día le importaba menos.

La oí cómo le confesaba abiertamente que estaba loca por follar, ya no se reprimía en decírselo y más cuando sabía que mi madre más pronto o más temprano estaría con las mismas necesidades que ella, intentaba convencerla de la conveniencia de buscar a un hombre que les “llenara” el coño debidamente pero no desestimaba que mientras tanto, si había alguna oportunidad podían aprovecharla, mi madre le daba la razón sin mucha convicción, ella tenía lo que necesitaba en casa y de momento no tenía mejores planes.

Marta volvió a visitar a mi hermana en casa, me alegré mucho al verla, hizo lo posible por parecer simpática y cariñosa conmigo pero ella sabía mis condiciones, no obstante esperaba que no tardara mucho en cumplir su deseo.

Vino muy arreglada, estrenaba sujetador (me lo dijo nada más llegar) y el pantalón de licra se le pegaba al culo más alto de lo que recordaba, por delante se le marcaban los labios del coño debajo del bulto del pubis, también me susurró que mi hermana la depiló cuando estuvo en su casa.

Pronto me llamaron a la habitación de Felisa con una excusa tonta y mi madre sonrió maliciosa pero no dijo nada, mi hermana también desplegó sus armas de mujer y se puso cariñosa, rozándose conmigo y haciéndome ver el atuendo tan provocativo de Marta, yo estaba pendiente de mi madre, siempre fue muy discreta y no había molestado a las dos amigas solas en su cuarto pero ahora éramos tres y era una combinación explosiva, ella misma lo sabía bien.

No esperábamos que cuando Marta ya se había quitado la blusa  sin mangas y con las manos en la espalda intentaba soltar el sujetador nuevo delante de mí, estando sentado al lado de mi hermana como espectador de honor, la puerta sonara con los golpes de los nudillos de mi madre…

  • Perdón, ¡Abel, te necesito!  ¿Puedes venir un momento?
  • … Claro mamá.

Ya en el comedor mi madre me dijo que la señora Paz necesitaba urgente uno hilos de bordar, le rogué si podía esperar a otro momento, le juré que iría al otro día a primera hora pero mi madre me miró la bragueta y no me atreví a insistir.

Estaba enfadado cuando llegué a casa de Paz, me recibió con la mejor de sus sonrisas y me hizo pasar al salón, ya tenía preparada una bandeja con dos vasitos, una botella de anís y un cubo con hielos, aquello era toda una declaración de intenciones y nada más verlo solté lo que llevaba para ella y la cogí de las muñecas, se las puse detrás de la espalda y la empujé contra la pared.

  • ¡Por Dios, Abel!, ¡qué ímpetu!
  • No lo sabe bien…

Me pegué contra ella y con la pierna separé sus muslos apretando el pubis que desprendía mucho calor, moví la pierna para rozarme contra ella que inmediatamente separó las piernas, no le dejaba moverse con las manos en la espalda y le busqué el cuello, lo chupé con rabia y le dejé una marca morada, ella intentaba que aflojara sin mucho convencimiento y me frotaba las tetas sobre mi pecho.

Como tenía las manos ocupadas usé la boca, mordí la solapa de la camisa y tiré de ella, los botones saltaron y dejé al descubierto el sujetador sin tirantes que lucía, apenas me agaché para llegar con la boca a las copas, las mordí y tiré hacia abajo, las tetas saltaron a mi tirón, los pezones ya se notaban duros y los absorbí, ella rozaba su cabeza contra la mía como una gata en celo.

Tuve que soltarle las manos que no movió, las dejó en la espalda a mi merced, levanté la falda ancha y le cogí del culo tirando con fuerza hacia arriba, se puso de puntillas y al notarse segura levantó las piernas rodeándome la cintura.

Se sujetaba con fuerza y pude soltar mi cinturón y sacar la polla, ella se apoyaba en la pared con la cabeza y con las piernas en mi cintura y la polla salió por debajo de su culo, nada más notarla fue aflojando sus piernas y bajó lentamente, la polla tocó el tejido de las bragas y Paz intentó mover la cintura para que mi polla pasara por un lado pero pese a lo pequeñas que eran se ajustaron rodeando los labios  no dejando pasar ni él aire.  Estaba empeñada en clavarse la polla como fuera pero le dije…

  • Espere Paz, no se precipite, esto lo haremos a mi manera.
  • ¡Métemela Abel, ya!

La cogí del culo y ella se abrazó a mi cuello, las tetas se aplastaron contra mí pero mis manos la sujetaban bien por el culo, la llevé en volandas hasta la mesa del comedor, de un manotazo retiré lo que le había llevado que estaba  encima y la dejé caer tumbada de espaldas, le hice soltar las piernas, le cogí de los tobillos y los subí sobre mis hombros.

Llevaba zapatos de tacón alto, no me di cuenta antes pero me era igual, simplemente debía tener cuidado en no pincharme con ellos y le separé las piernas.  Entre ellas vi la falda en su cintura y las bragas negras que antes se ajustaban tan bien, mantuvo las piernas a 45º mientras yo intentaba ladear las bragas pero no pude, eran nuevas y de buena calidad pero estaba embalado y las rompí de un lado.

Le vi la cara de disgusto, deberían ser caras pero a mí me importaba bien poco, con un camal sólo en un muslo ya tenía el paso libre, me acerqué a ella y cogí una pierna con cada brazo, la miré, tenía las tetas con rubor igual que su cara, escupí, empujé y… gritó.

  • ¡Nooo, te has equivocadoooo, por ahí no, bruto!, ¡para, paraaaa!
  • Lo siento Paz pero un agujero es un agujero y hoy le ha tocado el estrecho pero relájese porque se la voy a meter igual.
  • Nooo, por favor Abel  ten piedad, no lo hice nunca.
  • Mmm, mejor, porque le voy a desvirgar el culo, disfrútelo.

El salivazo que le lancé fue certero, cayó en el perineo y rápidamente se distribuyó alrededor del culo, la polla se mojó con él y presioné, el capullo no entraba y tuve que intentarlo varias veces y renovar la saliva, ella gritaba pero no podía mover ni cerrar las piernas, pretendía incorporarse pero estaba con el culo en el canto de la mesa y volvía a caer de espaldas.

Cuando hice mi sexta intentona, el capullo entró despacio pero completo, Paz quedó envarada, levantó el culo intentando evitarme y lo que consiguió fue alinear la polla con el recto…

Me dio la sensación que me aspiró porque me colé de un tirón hasta pegarme a ella, sollozaba al sentirse clavada pero se notaba que era mera actuación teatral porque al momento noté cómo se distendía el culo y dejaba de presionar, la polla entraba ya suave y sin dificultad hasta el fondo.

Paz se cogió las piernas por las rodillas y tiró de ellas, las subió sobre su pecho y mis manos pudieron actuar libres, dos dedos entraron en su coño y otro acertó al clítoris pulsándolo con un movimiento enérgico.

La cabeza giraba suspirando de lado a lado, llegó a soltar una pierna sin bajarla para cogerse una teta y estrujarla haciéndole punta hasta llegar al pezón que llevó a su boca, tuvo que sacar la lengua mucho para lamerlo pero lo consiguió.

Fue cómo pulsar el “ON” en un interruptor, se corrió entre temblores, las piernas le cayeron colgando de la mesa y pudo coger las dos tetas y amasarlas y estirarlas, el vientre le temblaba con los espasmos del orgasmo y yo notaba que me exprimía la polla con el culo.

Saqué la polla y la enterré en el coño sin pausa, abrió los ojos incrédula, noté el bulto del capullo en su vientre sobre el pubis a cada metida, ella se tocó al notarlo también y me sonrió, la estaba follando como ella quería.

Cuando se corrió esta vez se relajó tanto que una ducha me roció la camisa, el clítoris era una protuberancia muy desarrollada que pulsaba como la púa de una guitarra, a cada toque ella gemía y no dejaba de estremecerse, la mirada la tenía extraviada cuando saque la polla y le di la vuelta.

Las piernas colgando apenas le llegaban al suelo pero estaba más cómoda (y yo también), con los dos agujeros dilatados, los alterné en mis metidas, no dejaba que se cerrara el culo y ella apenas gemía al notarme entrar, se cogió las nalgas con las manos dejando las tetas aplastadas sobre la mesa.

El flujo goteaba al suelo, era espuma blanca que me pintaba la polla pero que me limpiaba al meterla en el culo y me servía de lubricante, cuando empecé a sentir que la leche hervía me encontré con un dilema, me gustaría correrme en su culo pero me encantaría esperar a ver salir la leche de su coño, era algo que me hipnotizaba pero en el último momento di la vuelta a la mesa y le puse la polla en la boca, parecía que no sabía qué hacer con ella, a mí ya me urgía, la cogí de las mandíbulas y apreté, no tuvo más remedio que abrir la boca y me hundí hasta la campanilla.

  • ¡Aaaah, que gusto Paz, por donde se la meta está de muerte, dudaba adonde dejar mi leche, hasta me hubiera gustado regarle las tetas pero prefiero que se la beba, saboree mi leche hasta que no quede una gota.

Paz no pudo hablar pero sonrió y movió la cabeza afirmativamente, aguantó mis movimientos sin dejar de sujetar con las manos las nalgas separadas, por detrás se oyeron los ruidos del aire inyectado al salir pero ninguno opinó, esperé a que la última gota de leche me saliera y ella cerró los labios,  según iba saliendo escurrió le verga hasta dejarla brillante.

Volví detrás de ella, vi el agujero del culo redondo cómo lo dejé, se lo habría rellenado pero ya estaba cansado y flojo, la cogí de la cintura, la atraje hacia mí y la dejé sobre el sofá.

Entre las piernas abiertas tenía un brillo y una humedad que me atraía, los labios del coño los tenía hinchados y morenos, el clítoris seguía sin el prepucio, acerqué la cara y pasé la lengua, su boca buscó mi polla que descansaba en mi muslo y fue lamiendo a lo largo hasta llegar a la punta, con la punta de la lengua la levantó lo suficiente para que entrara otra vez y aspiró.

Blanda y derrotada la polla entró encapuchada dentro de su boca, la lengua pasó por debajo del prepucio y lo retiró hasta dejar el glande descubierto, el frenillo y el anillo fue recorrido y pronto fue creciendo en su boca, en un principio le cupo entera adentro pero tuvo que ir dejando escapar carne dura según iba creciendo.

Mi lengua no paraba y no dejé nada por lamer a la vez que mis dedos ordeñaban sus tetas, cuando tuve la polla dura como una barra de hierro y ella el coño rojo de mis lamidas nos sentamos en el sofá y acordamos un descanso.  Las caricias sólo fueron de mantenimiento, mi polla no bajaba y su coño no se secaba, me preguntó si me apetecía besarla y me encogí de hombros.

No se me ocurrió nunca besarlas, a Marta tampoco pero no me pareció mala idea, ella tomó la iniciativa, se giró sobre mí y me cogió la cara poniéndola a su alcance, cerró los ojos y acopló sus labios con los míos, frotó fuerte hasta que su lengua me abrió la boca y entró como un huracán, tenía una lengua suave y sobre todo muy viva, se movía sin cesar, girando y envolviendo la mía, la polla se me puso más dura y ella la apretó con su mano, me cogió la mía y la llevó a su coño, metí dos dedos y se corrió con ellos adentro.

  • No sabía que podía correrse sólo con un beso.
  • Ni yo tampoco pero es que tienes una boca…
  • La suya también es deliciosa.
  • ¿De verdad te ha gustado?
  • Mucho.
  • ¿Habías besado a alguna mujer… mayor?
  • Ni mayor ni menor…-mentí-
  • Mmm, déjame que te vuelva a besar, me encanta hacerlo con un jovencito.

El beso siguiente todavía fue más intenso que el primero, en él puso toda su sapiencia y yo le metí los dedos en el coño otra vez, busqué el punto G y parece que lo encontré porque abrió la boca buscando aire y se corrió escandalosamente.

  • ¡Qué corrida Abel!, eres todo un experto, para ser tan joven ya sabes mucho, ¿crees que podrías follarme otra vez?
  • Si empiezo por el culo, sí.
  • ¡Qué caprichoso eres Abel!
  • ¿Usted cree?
  • Y me encanta pero… ¡no me llames de usted, tutéame por favor cuando estemos…!
  • ¿Follando?
  • Eso, follando y espero no tener que esperar mucho.
  • Eso ya lo veremos, no sé.
  • No me hagas sufrir Abel, eres muy duro conmigo.
  • Paz, aún no lo sabes bien.

Se puso en cuatro sobre el asiento del sofá, yo de pie en el suelo tenía todo a mi alcance, me tomé mi tiempo, ella estaba advertida y se relajó adecuadamente y apenas le molestó cuando enterré la polla de un sólo golpe, su cabeza se incrustaba en el respaldo pero de ahí no podía pasar, las tetas se “paseaban” por el asiento y los pezones se le ponían duros y rojos.

Ninguno de los dos tuvimos que anunciar los orgasmos, nos corrimos a la vez y ésta vez en el coño, mi embolo con sus jugos espumosos entró y se quedó quieto, estaba clavado a ella a la vez que le inyectaba toda la leche caliente que tenía, ella también estuvo quieta recibiéndola, noté que me amasaba el capullo adentro ordeñándome hasta que me vacié, luego al sacarla esperé, las arrugas del coño dejaban la vagina abierta y unas burbujas anunciaron que iba a salir mi parte.

Debió de presionar porque salió como una fuente que cayó al suelo, aún así se aseguró metiéndose dos dedos en el agujero y los chupó, sonrió y se dio la vuelta.

Pude admirar su cuerpo entero extendido sobre el sofá, no hacía tanto que la descubrí en la choza del monte, con su moño y su vestido negro de luto, ahora estaba radiante y más después de haber follado, me fui vistiendo y ella todavía quiso prolongar la tarde, me atrajo  hacia ella y me cogió la polla y le bajó la piel.

  • ¡Qué preciosidad Abel!, me encanta tu polla, de verdad eres un diablillo, ya sabes usarla mejor que la mayoría de los hombres y no digo de mi marido que en paz descanse, él estaba en párvulos y tú ya eres universitario, jajaja, ¿Cuándo volveremos a follar?
  • Tranquila Paz, ahora tengo muchas obligaciones, en casa y en los estudios, no me puedo permitir suspender porque dos mujeres dependen de mí.
  • Mmm, qué envidia les tengo a esas dos mujeres, si fueras hijo mío seguro que… uf, mejor que no lo diga.
  • ¿Qué ibas a decir Paz?
  • No nada, una tontería, cuando estoy cachonda se me ocurren unas cosas… déjalo estar.

No pasó mucho tiempo cuando se presentó un problema en el colegio.  El escándalo fue mayúsculo, cuando entré en el edificio con mi madre vimos en la puerta del despacho de la directora a Paz y a Fidel, era un pasillo largo y en ese momento desierto, olía a goma de borrar y a lápiz, siempre me gustó ese olor pero esta vez no me apetecía nada.

Nos saludamos con la cabeza, yo ni miré a Paz y menos a Fidel, mi madre no sabía de lo que iba, en la nota solamente decía que a tal hora debía estar con mi madre o padre en el despacho de la directora.

Cuando sonó el timbre del fin de las clases las puertas se abrieron de pronto y vomitaron colegiales de todas las edades, pasaban por nuestro lado sin hacernos caso excepto los de mi clase que pasaron pegados a la otra pared como si estuviéramos apestados, mi profesora iba detrás de ellos como si fuera un rebaño de pavos para que no alteraran el orden, cuando todo el mundo despareció se encaró a nosotros con cara severa y carraspeó malhumorada.

  • Es la hora, vamos a ver a la directora, seguidme.

La directora Doña Encarnita era bastante mayor y aunque tenía el cabello canoso el rostro lo tenía joven, de cuerpo no era nada especial aunque vestía muy discretamente, trataba a todo el mundo muy bien y todos la respetábamos, estaba desde hacía muchos años y la conocíamos todos, era una buena mujer pero debía parecer severa para mantener el orden a la horda de críos.

La profesora era algo más joven que mi madre y que Paz, tenía un hijo bastante más pequeño que yo, bastante maleducado, lo veíamos cuando su madre lo recogía de su clase y nos hacía burla, nos reíamos de él a sus espaldas y se ponía a llorar.

Delante de la mesa de la directora había cuatro sillas en línea, parecía el banquillo de los acusados y Doña Silvia nos hizo sentar a los dos juntos, las madres quedaron separadas y se miraban expectantes.

Doña Encarnita llevaba unas gafas de cerca colgadas del cuello y se las puso para mirar los papeles que tenía delante, eran nuestros expedientes y no eran delgados, sobre todo el de Fidel.

  • Ejem… vamos a ver, les he citado con sus hijos porque el asunto tiene su importancia y porque no quiero que se corra la voz, estamos en un medio rural y esto puede llamar mucho la atención, doña Silvia me ha comunicado un hecho que quiero que vosotros me confirméis.

Nos miró por encima de las estrechas gafas, miré a Fidel, él agachó la cabeza pues sabía de lo que se trataba, yo no tenía ni idea y las madres menos.

  • Vamos a ver Abel, ¿son ciertos esos rumores que corren por la clase?
  • No sé de qué me habla doña Encarnita.
  • Ya, eso me lo esperaba pero se lo preguntaré también a Fidel… contesta.
  • Eso no es verdad, se lo prometo.
  • ¿Entonces miente quien lo ha divulgado?  Porque dice que él lo hizo contigo…
  • Bueno… en parte sí, fue de broma, se lo dije para presumir pero él quiso probar…
  • Señorita Silvia, díganos que rumor es ese.
  • Dona Encarnita por favor, no me haga repetir esas cosas, es muy fuerte para una mujer…
  • Vamos Silvia, que nos conocemos muchos años…
  • Pues… ha llegado a mis oídos que se comenta que Felipe fue con Fidel al monte y con el rebaño de ovejas…
  • ¿Siga Silvia?
  • Buff, pues que hicieron guarradas con las ovejas.
  • ¿Qué clase de guarradas?
  • Doña Encarnita por favor… pues que les metieron sus cositas por el de las ovejas…
  • O sea, dicho claramente, para entendernos, que follaron a las ovejas, ¿no es así?

Nadie contestó pero mi madre se quedó de piedra, Paz miró al techo ignorando el caso pues sabía mucho del tema pero después miró a su hijo como horrorizada, tenía que mantener la imagen y lo hizo bien.

Las preguntas fueron de Fidel a mí, para ellas constaba que yo también había follado a las ovejas en otra ocasión, incluso sabían lo de la negra, yo alucinaba porque no lo hice pero entonces Fidel llorando confesó que sólo me vio la polla y que le llamó mucho la atención porque era el doble que la suya, cuando me  acercaba a la negra.

Me vi descubierto, aunque no llegué a hacer nada pero no me creyeron, mi madre no se lo creía y Paz se mostraba indignada porque defendía a su hijo aunque dudaba de que yo lo hubiera hecho.

A Fidel le obligaron a contar todas sus “aventuras” con el rebaño, estaba claro que el mito entre los pastores era cierto y después de contar con pelos y señales cómo las colocaba y cómo las empitonaba, la directora llamó a la profesora y comentaron en voz baja el veredicto, cuando volvieron hacia nosotros doña Silvia estaba roja de vergüenza.

  • Vamos a solucionar esto de forma que escandalice lo menos posible, no conviene en absoluto que se corra la voz y que todo el mundo sepa que Fidel se folla a la ganadería a su cargo por lo tanto vamos a hacer una cosa.
  • Diga Doña Encarnita.
  • A Felipe, el niño que ha divulgado esto como tampoco ha dado datos concretos, le vamos a exigir que se desdiga de todo y a Fidel le vamos a poner en el expediente que ha cometido actos “inadecuados” fuera de clase, a Abel… no sé bien que hacerle, ha demostrado que pese a estar mucho más desarrollado que los otros y por lo tanto podía haber realizado el acto con más eficacia tuvo el buen acuerdo de no hacerlo, de todas forma quiero que los dos prometan que no volverán a hacerlo.
  • ¡Lo prometemos doña Encarnita!

Lo dijimos a coro, la directora me miraba y se le notaba que le hacía gracia todo aquello, la profesora lo hacía seriamente pero sin enfado, no así a Fidel que lo consideraba un depravado, a las madres les recomendó discreción y que nos castigaran con lo que más nos doliera.  Enseguida pensé en la zapatilla pero después de todo lo que vivimos dudaba que volviera a volar la zapatilla de mi madre o por lo menos que acertara a darme.

Paz le tiraba de las orejas a Fidel cuando salimos del colegio, a mí mi madre me empujaba del jersey y las dos se quedaron contentas y justificadas.

Cuando nos quedamos a solas mi madre me preguntó seriamente mi versión, le confirmé que me saqué la polla y que Fidel al vérmela insistió para que se la metiera a la negra, él sí que lo hizo pero el pobre animal casi ni se enteró, nos reímos los dos pensando en el pobre Fidel, nada pasó a mayores.

Al poco tiempo algo sucedió con la profesora…  El hijo de doña Silvia, Jorgito, era un tocapelotas, le gustaba chinchar y después iba a chivarse a su madre para que nos castigara, en los recreos siempre estaba con los mayores y de vez en cuando se llevaba un capón en el cogote.

Aquella mañana llovía en cantidad y cuando salimos del colegio coincidí con doña Silvia y Jorgito que se marchaban a casa, el niño no dejaba ningún charco por pisar y en uno de tantos no pensó que era muy hondo y se metió hasta más arriba de la rodilla, lo peor fue que se torció un pie y se puso a berrear como un salvaje, su madre estaba apurada porque parecía que se había roto una pierna y además estaba empapado hasta la cintura, ya estábamos cerca de su casa que me venía de camino y me ofrecí a cargarme al niño a la espalda y llevarlo el corto trecho que faltaba.

La mujer estaba apurada pues al llevar a su hijo a cuestas me mojaba yo también y al llegar a su casa llamó a mi madre y le contó lo que pasó, le dijo que me quedaría a comer allí y de paso me secaría la ropa, mi madre después de la escena con la directora le pareció bien que la maestra estuviera agradecida y accedió.      Nada más llegar vio el alcance de la herida del pequeño y me dijo que me quitara la ropa para secarla en la estufa.

No dudé en obedecer y como estaba acostumbrado a estar con mujeres no me preocupó hacerlo delante de ella, al quedarme en calzoncillos éstos se me pegaron a la piel, Doña Silvia se agachó a recoger el pantalón y al mirar frente a mí abrió los ojos admirada, la polla aun arrugada estaba a punto de asomar por el camal y sin querer alargó la mano aunque se detuvo a escasos milímetros.

  • ¡Dios mío!, Fidel no mentía…

Visiblemente impresionada fue palpando el suelo con la mano buscando el resto de prendas sin quitar los ojos de mi calzoncillo, estaba en cuclillas y su blusa se ahuecó un poco pero lo suficiente para mostrar una parte de lo que escondía, su falda tuvo que ceder ante sus piernas plegadas y también me enseñaron por un breve momento los muslos hasta la banda elástica de las medias, Silvia balbuceando me aconsejó…

  • Abel, hijo, quítate eso también, no sea que cojas frío.

Cogió una toalla y la puso de pantalla frente a mí, yo me di la vuelta, me puse de espalda y dejé caer la última prenda mojada al suelo pero no me fijé que delante de mi estaba la vitrina del aparador con los cristales de espejo, en cambio Silvia sí se fijó.

  • Gracias Abel, me alego de que estés aquí, siéntete como en tu casa.

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.