Por culpa de la oveja negra (5).
Mi madre quería aclarar unos puntos y lo consiguió yo también le expuse los míos y al final hasta mi hermana quedó contenta.
Vi entrar la silueta de mi madre recortada sobre la luz del pasillo, llevaba un camisón largo hasta casi los tobillos que no dejaba ver nada al trasluz, me cubrí con la sábana aún sabiendo que eso no me libraría de nada, al llegar junto a mí se sentó a mi lado y la vi de cerca, llevaba sus zapatillas puestas y el calabacín en la mano, me miró con una mirada que me fundía por dentro y me dijo con voz ronca…
- Abel, ¿tú sabes lo que es esto?
- … No mamá.
- Ni falta que te hace, quiero dejar claro de una vez por todas de que en mi habitación no se entra y menos sin llamar antes, ¿entiendes? Mi habitación es mi espacio íntimo, allí no puede entrar nadie y cuando digo nadie es NADIE, ¡que no te lo vuelva a repetir!
- Sí mamá lo tengo claro.
- Otra cosa… esto que ves es un calabacín, y lo compré para la cena, os lo haré frito o rebozado, ya veré pero quiero que olvides que lo has visto fuera de la cocina, así que se grabe en tu cabeza, no quiero verte rondar por mi habitación nunca.
Mi madre se levantó con el calabacín en la mano y salió al paso de un centinela griego en su relevo de guardia, levantaba un pié y daba un paso largo y lento antes de apoyar el otro.
Todavía no sé porque le hice esta pregunta antes de salir de mi habitación…
- Entonces mamá, ¿si papá y Felisa me preguntan porque tiene un gusto raro el calabacín qué les digo?
Su pie derecho no llegó a asentarse en el suelo, en el aire se dio la vuelta y volvió hacia mí, la cara que traía no era ni mucho menos la más cariñosa. Se notaba que su cara hervía de enfado y a la vez se contenía intentando ganar tiempo para sortear la situación.
Por eso al llegar a mí su cara había cambiado, se arrodilló al lado de mi cama y dejó el calabacín a mi lado y con toda naturalidad me dijo…
- ¡Ah!, ¿cómo está tu oreja?
- …. Muy bien mamá.
- Déjame verla, a ver si se ha curado ya.
El tener mi oreja en las manos de mi madre no me tranquilizó nada, imaginaba que de un momento a otro me iba a dar un tirón que me la iba a arrancar pero para mi sorpresa fue quitando el apósito con el esparadrapo y lo dejó sobre mis piernas, cuando la descubrió y vio que estaba casi curada, se levantó y me dijo…
- No te muevas, ahora vengo.
No tardó mucho y al volver trajo lo necesario para hacerme otra cura, también observé que no llevaba el mismo camisón, éste no es que fuera una exageración pero era más corto y vaporoso, se volvió a arrodillar y con mucho cuidado fue curándome la oreja.
- Lo siento mamá, antes entré sin llamar en tu habitación para pedirte perdón por no haberte llevado la ropa y por… lo que viste.
- ¡Ah!, de eso también te quería hablar, eso que hacías es impropio de ti, creí que te había educado mejor, que eras más responsable y no hacías esas cosas tan sucias, eres muy crío para pensar en esas cosas.
- Lo siento, no sé que me pasó, debió ser un mal pensamiento.
- ¿Un mal pensamiento y tenías la polla en las manos con las bragas de tu hermana enrolladas en ella?
- No sabía que eso era sólo cosa de mayores, no pensé que tú también lo hacías, al estar casada creí que papá te haría otras cosas…
La expresión de su cara se relajó, para mí fue bastante, no dejaba de mirar de reojo las tijeras cerca de mi oreja.
- Mira Abel… no debería contarte ciertas cosas pero creo que es mejor para evitar males mayores, tu padre es un buen hombre, muy trabajador y honrado pero en lo que respecta en delicadeza con su mujer… lo cierto es que el pobre no sabe, es muy bruto y aunque le pone voluntad es inútil.
- ¿Quieres decir que no te hace el amor?
- Abel, hacer el amor es una cosa y follar es otra y tu padre, ni una cosa ni otra.
- Por eso tú te acaricias sola, ¿no te llegas a…?
- ¡Joder Abel, si que quieres saber!, sí, eso es lo que pasa, que yo no llego nunca a… ya sabes… y me tengo que valer con lo que puedo, no es nada fácil sufrir en silencio.
- ¿Con el calabacín?
- Por ejemplo. Pero eso no debes decírselo a nadie, será nuestro secreto, me siento avergonzada nada más pensar que me viste así.
- Sí que lo siento mamá, eres todavía muy joven y hermosa, y comprendo que tengas tus necesidades como yo pero no te preocupes, no diré nada a nadie y no quisiera que te enfades si te digo que me gustó lo que vi...
- Mmm, Gracias Abel… y por cierto... el otro día también me sorprendió lo que vi, no sabía que estabas tan desarrollado.
- No es para tanto.
- ¿Cómo que no?, tienes la polla más grande que tu padre, ¡a ver déjame verla de cerca!
- Mamá, que me da mucha vergüenza…
- Anda tonto, si soy tu madre… te la he visto miles de veces.
Me bajé la sábana hasta la cintura y mi madre terminó de bajarla hasta los tobillos, por la bragueta del pijama mal abotonada me asomaba el capullo y parte del tronco, al verlo se acercó para ojearlo mejor.
Yo estaba rígido tumbado en la cama y cuando mi madre se inclinó sobre mi dejó caer una teta sobre mi mano abierta. Mis dedos se llenaron de carne tibia y suave, el camisón era de tela fina y dejaba notar el tacto.
Mi madre se acercó y le dio la vuelta mirándola por todos lados, el pezón se paseaba entre mis dedos y la polla iba ganando volumen, tuve que sujetarla vertical y darle la vuelta para que mi madre la viera por todos lados, se acercó más y la olió, aspiró hondo y cerró los ojos, luego acercó los dedos para tocarla, todavía sin atreverse, yo la dejé rozándole entre ellos y no tuvo más que cerrarlos para que el capullo quedara atrapado, al sentirlo bajó la mano y acabó de retirar el prepucio que ocultaba el glande brillante y rojo.
Su mano bajó y subió agarrada del tronco pulsando las venas llegando a soltar el botón del pijama, cuando me vi libre levanté el culo y ella tiró de la prenda hacia abajo, la verga quedó como un obelisco vertical.
Las manos suaves de mi madre se alternaban cogiendo de arriba o de abajo hasta sopesar los huevos, yo estaba encantado porque tenía la teta entre los dedos y al amasarla su pezón estaba a punto de estallar pero ella no protestaba, ya estaba a punto de correrme cuando de pronto se levantó dejándome con la mano hueca y la polla sola, recogió las gasas y dijo:
- Bueno, reconozco que tienes un buen aparato pero ya basta por hoy, te dejo pero ya sabes lo que prometiste.
No sé que me pasó por la cabeza pero al verme con medio cuerpo desnudo, con la polla como la Torre Eiffel y la mano vacía me levanté y la adelanté cerrando la puerta antes de que saliera cortándole el paso, le mostré la verga casi pegada al vientre y grité muy enfadado…
- ¡O sea!, que tú te puedes hacerte una paja cuando quieras y con lo que quieras y te corres como una perra pero ahora me tocas la polla lo que has querido, me pones muy cachondo y después te marchas in más dejándome en esta situación, no estoy de acuerdo, ¡vuelve a mí cama!
- ¡Por Dios! ¿Qué vas a hacer Abel?
- ¡Ahora lo verás! Darte tu merecido.
Mi madre quedó paralizada, se volvió y como sonámbula se acercó a mí, al llegar a mi altura le puse las manos en los hombros y tiré de los tirantes del camisón que cayó al suelo quedando desnuda, le vi las tetas a la vez, no las tenía como Felisa ni mucho menos pero estaban muy bien, en el pubis una mata de vello oscuro ocultaba todo pero la cogí de los hombros y la presioné para que se arrodillara.
- ¡No Abel! No seas loco, esto no me gusta hacerlo, tu padre lo sabe bien.
- ¡A mi padre no lo sé pero a mí me encanta! ¡Chupa!
La polla quedó a la altura de sus ojos, la cogí de la nuca y tiré de ella, al principio no abrió la boca, se resistía pero le hice pinza en la nariz y tuvo que respirar, con el aire entró mi capullo y no la solté hasta que escondió los dientes y pude entrar hasta el paladar.
Mi madre no miraba a ningún sitio, obedecía como hipnotizada mis órdenes pero cuando noté que ya no huía alargué las manos y le cogí ambas tetas, agarró la polla con ambas manos y fue ella la que movió la cabeza, el ritmo fue acelerando y fue animándose lamiendo el frenillo dentro de la boca.
Al notar que los pezones se ponían durísimos, la cogí de los codos y la levanté, la senté en mi cama y la recosté hacia atrás, me arrodillé entre sus piernas y con los dedos aparté la maraña de pelo.
- ¡Por todos los santos hijo! Que soy tu madre, esto no está bien, no debe pasar, y ya no me acuerdo…
- Precisamente, quiero que sientas lo mismo que yo pero de mi mano.
El clítoris rosado se asomó, separé sus labios con la lengua y lamí desde el principio hasta adonde llegaba, ella reaccionó de golpe, gritó y me cogió la cabeza presionando hacia su coño sin soltarla.
No paré hasta que se corrió en mi boca, se cubrió los ojos sollozando y mientras le duró el orgasmo no dejé de lamerla, los orgasmos se sucedían y se sacudía con un espasmo tras otro, la dejé descansar un momento y cuando se repuso me dijo que me tumbara a su lado, se dio la vuelta y buscó entre mis piernas la verga que la esperaba, no tenía mucha habilidad pero se le notaba interés y me dio una mamada bastante aceptable, yo con mi lengua recorrí todo su coño hasta el culo.
Posiblemente no notara cuando me iba a correr y yo tampoco se lo advertí pero se tragó toda la leche que fui expulsando sin dejar salir nada, yo hice lo mismo y cuando gritó que se iba a correr yo ya tenía la boca chupándole el clítoris y alcancé el calabacín cercano y se lo metí hasta la mitad, abrió las piernas para que siguiera comiéndola y me mojó todo al correrse sin control, luego quedó como aletargada y se abrazó a mí.
Tardamos un buen rato en reponernos, Hortensia, mi madre no me dijo nada, solamente se puso a mi lado y me besó en los labios, fue un pico corto pero me susurró al oído…
- Gracias hijo, me has dado lo que necesitaba y con creces, nunca lo olvidaré, pero esto no está bien, no debió pasar.
- De nada, tú a mí también me has dado un buen regalo, supuse que estabas muy necesitada y quise ofrecerte lo poco que tengo pero me gustaría que a partir de ahora me llamaras Abel, yo te llamaré Hortensia.
- Me parece bien pero sólo cuando estemos solos.
Hortensia se levantó pesadamente, estaba un poco mareada de tanto orgasmo, tenía los muslos mojados y el calabacín entre ellos, lo sacó despacio, lo miró y lo arrojó a los pies de la cama, le quedó un agujero en la vagina como un túnel, luego salió de mi habitación.
Esa noche cenamos el enorme calabacín, a todos nos gustó, yo lo saboreé cuando mi madre me miró y noté cómo se estremecía entre las piernas, a los demás les pareció exquisito.
A los dos días era fin de semana, yo había notado un cambio respecto a nosotros, especialmente con mi padre, estaba más solícita y cuando apareció vestida de “domingo” el sábado por la noche y mi padre con el traje que tenía para las fiestas importantes me extrañó, nos anunció a mi hermana y a mí que iban a cenar fuera, mi padre la había invitado y ella había añadido de que luego irían a bailar, hacía muchos años que no salían y mi madre parecía ilusionada.
Mi hermana y yo aprovechamos y asaltamos la nevera, hicimos una cena con lo que más nos gustaba y bebimos lo que siempre nos prohibían, Feli preparó una bandeja y los dos sobre el sofá cenamos mientras hablábamos alegremente.
- No puedo imaginar que ha pasado entre los papás, mamá siempre tan arisca ahora trata a papá con mucha dulzura, le hace la comida que le gusta y hasta le prepara el café para que no se tenga que ir al bar.
- Sí, yo la he visto cómo le daba un beso al entrar en casa.
- No entiendo este cambio tan brusco, a mi me daba la “paliza” con la ropa que me compro y no veo que a ti te lance la zapatilla mucho tampoco.
- Es verdad, ha cambiado, tendrá sus motivos…
- Uy… me parece que sabes mucho más de lo que dices…
- Jajaja, puede ser.
- Cuenta, en principio dime cómo te hiciste lo de la oreja, no me creo la versión de mamá.
- Es que la verdad es muy fuerte y no sé si puedo contártela.
- Cómo que no, somos hermanos, te he chupado la polla, tú a mí y ¿aún no tienes bastante confianza?
- No es eso, es que me hizo prometer que no lo contaría.
- Pero eso no cuenta conmigo, empieza ya o… mejor espera que prepare dos gin tonics.
Mi hermana retiró la bandeja y nos sentamos en el sofá, con una bebida en la mano le pasé el brazo por el hombro y comencé a contar, empecé por lo de la pillada con sus bragas.
- ¡No me digas que te pilló con éstas bragas que llevo ahora…!
Felisa separó las piernas que cruzaba sobre el sofá y me las enseñó, así eran mucho más atractivas que liadas en mi asta de la bandera.
- Sí son muy sexis, tienes buen gusto.
- Gracias pero sigue.
Le conté lo del reloj y se rió mucho también y luego le conté lo de la visita de advertencias, también le demostré cómo me rozaba la polla al dejar las vendas y Feli se pegó a mí, acercó su mano a mi muslo y comprobó que la polla la tenía semi dura, se acercó todavía más y mi mano resbaló del hombro hasta caer sobre su teta, al cogerla con toda la mano la suya resbaló sobre mi pierna hasta agarrarme la verga y seguimos hablando con las manos ocupadas.
- La mamá me contó confidencialmente que papá no sabe mucho de sexo y es muy basto.
- Eso es verdad, cuando quiso follarme a mi casi me rompe, yo ya estaba casi convencida, si lo hubiera hecho mejor no sé lo que hubiera pasado.
Le expliqué cuando mi madre quiso ver de cerca la polla que vio de lejos y me bajó el pijama, ella hizo lo mismo, me dejó la polla al descubierto y yo le solté el sujetador dejándole las tetas sueltas.
Mi hermana se iba emocionando según le contaba cómo me acariciaba la polla bajando el prepucio, por momentos notaba cómo ella se calentaba conmigo y se sentó sobre mis piernas, la polla quedó entre los dos y sus tetas en mis manos. Le gustó cuando le dije que tuve su teta en mi mano y se interesó cómo las tenía, al decirle que las suyas eran mejores me las ofreció para que se las chupara un poco.
Al contar la mamada que me dio cuando me planté se sorprendió pero se relamió, ella misma se agachó y me chupó la polla un momento hasta que le conté que yo también le había chupado el coño, me tendió en el asiento del sofá y me pasó una pierna sobre la cara y se metió la polla en la boca.
Dejé de hablar pues tenía la boca ocupada hasta que se corrió y yo le llené la boca de leche, luego nos incorporamos y le dije que se sentara en mis piernas pero que se quitara las bragas pues me molestaron cuando le comí el coño.
Lo hizo y seguimos hablando, ella se sentaba sobre mis rodillas y se deslizaba por mis piernas, la polla resbalaba entre sus labios saliéndole entre las nalgas, yo amasaba sus tetas de todas las formas.
- Feli, ¿has pensado cuando vas a dar el paso de…?
- No, me da un poco de cosa…
- Es que es una pena, estás perdiendo un tiempo…
- Marta y yo prometimos no ser mujeres hasta más adelante y como no me ha hecho falta…
- Pero ya tienes edad de follar.
- Pero no lo echo en falta, nos hacemos unas pajas tremendas y ahora con tus comidas… ella piensa igual.
- Tú sabrás pero estás muy buena y es una pena que no lo disfrutes.
- No te preocupes, cuando me decida ya te avisaré, jajaja.
- Me encantaría ser yo el primero.
- A mí me basta estar así contigo, jugamos y nos damos gusto, nos corremos y no tenemos problemas, eres un encanto de chico, hermanito.
- Ya pero… una buena follada…
- Tranquilo, puedo pasar sin ello.
Feli se deslizaba por mis piernas, unas veces mi polla quedaba entre los dos y otras pasaba entre sus labios abriéndolos hasta el final ya que estaban muy suaves, pasaba los brazos por mi cuello y se dejaba caer, yo la esperaba con las manos abiertas para cogerle la tetas.
En una de aquellas veces la polla hizo tope en los labios menores, Felisa movió las caderas y la polla se liberó pero a la cuarta vez volvió a quedar enganchada, ella se movió pero la polla en vez de liberarse se fue metiendo en la vagina hasta que hizo tope en el himen.
- ¡Qué calor tienes ahí!
- Sí, noto cómo te quema la polla.
- Me gustaría seguir, ¿a ti no?
- Si quieres que sea sincera sí pero no debo seguir, se lo prometí a Marta.
- Como quieras…
Volvimos al juego, ella bajaba como un tobogán, mis muslos lubricados con sus jugos la hacían deslizarse hasta pegarse a mí y la polla pasaba frotando el clítoris y los labios menores abriéndole el coño cada vez,
Me pasó las manos por el cuello y echó la cabeza hacia atrás, noté como sacaba las uñas y me las clavaba en la espalda, al momento se puso a temblar, su cabeza oscilaba de un lado al otro y su culo fue bajando hacia mí, la polla estaba muy excitada presionando hacia arriba y entre los labios se quedó bloqueada, ella siguió con sus uñas clavadas y cuando noté que mi polla entraba hasta su flor quedó quieta, separó las piernas y no se movió.
Quería experimentar el máximo de riesgo, quería estar al borde del peligro pero yo no pude aguantar, estaba harto de tanta tensión y la cogí de la cintura y tiré hacia mí.
El coño estaba lubricado, el capullo igual y hasta los huevos brillaban de su espuma blanca, noté un pequeño chasquido y luego la paz, el relax, el sosiego del viaje hasta el fondo de Felisa.
Ella dejó de respirar, no lo hizo hasta sentir cómo llegaba yo a lo más profundo de su ser. Se abrazó a mí sin hacer por salirse y me dijo al oído…
- Gracias Abel, yo nunca me habría decidido.
- Lo siento pero ya no podía aguantar más, tenía que desflorarte y ahora era el mejor momento.
- Muévete Abel, quiero sentirte dentro de mí, notar tu calor, notar que estoy llena de ti.
Fui yo quien sentado empecé a moverme, apenas podía hacerlo pero la polla se iba moviendo, me abracé a ella y la cogí por la cintura, me incorporé y le di la vuelta dejándola sobre el asiento, ahora fui yo quien podía moverme y lo hice, lento o rápido mi hermana se corrió un par de veces, ya no me lo anunciaba, lo notaba yo con sus temblores y suspiros.
- Abel, me gustaría que te corrieras dentro de mí, es mi primera vez, no pasará nada.
- No Felisa, me voy a correr en tus tetas y quiero que te las chupes, luego después te haré llegar otra vez o las que quieras pero en el coño no me atrevo.
- Como quieras, en mis tetas y luego en la boca.
El estreno de Felisa lo celebramos cumplidamente, después de follar hasta el límite salí y me acerqué a su pecho, ella me aguardaba con las tetas juntas y le llené el canalillo y los pezones, me demostró que podía lamerse las tetas ella sola, se limpió de leche y luego me lamió hasta dejarme completamente limpio, sólo así acepté metérsela por detrás.
Gimió al notarme entrar por detrás, la postura era más profunda y lo acusó, no obstante me pidió que le metiera más y más, se corrió y cayó de bruces en la cama, cuando notó que me iba correr, ella misma se dio la vuelta y buscó el capullo y movió la cabeza como si fuera su coño.
No me reprimí y cuando vino la primera oleada la dejé salir llenándola de semen caliente, mi hermana tenía una habilidad, tragaba todo lo deprisa que hacía falta y no llegó a atragantarse.
Todavía estuvimos un buen rato tumbados los dos en el sofá, ella con mi polla en su mano y yo las mías en su coño, en algunos momentos ella se volvía de espaldas y yo le metía la polla pegado a su culo, no llegábamos a corrernos pero íbamos probando posiciones desconocidas e improvisadas.
Agotados y escocidos nos duchamos, todavía hicimos alguna intentona, ella me chupaba la polla después de enjuagármela o yo absorbía sus pezones hasta ponerlos morados, luego salimos, recogimos todo y nos fuimos a dormir.
Estaba verdaderamente agotado pero quizá por eso o por las abundantes emociones vividas no podía conciliar el sueño, aún tardé casi una hora en dormirme y sólo cuando oí unas risas al otro lado de la puerta de la casa me desperté, eran ellos, mi madre se reía de alguna ocurrencia de mi padre y me imaginé que irían un poco bebidos de más. A mi madre nunca la vi beber ni en las bodas y fiestas, a mi padre desgraciadamente venía cargado del bar muy frecuentemente pero en éste momento era ella la que parecía más alegre y los espié desde mi puerta entornada.
Nada más cerrar la puerta tras ellos, mi madre entre risas se arrodilló en el recibidor y le sacó la polla a mi padre, comprobé que no la tenía tan grande como yo pero no era nada despreciable. Hortensia se la metió hasta la garganta y se cogió al culo de mi padre para que no se escapara, su cabeza se movía a gran velocidad y mi padre le cogió el pelo para retenerla pues no tenía mucho control, mi padre no esperó y se corrió cuando le vino y ella tosió pero no dejó de chupar.
La leche le cayó al vestido y ella se lo abrió para que se le mojaran las tetas, estrenaba sujetador y vi que se había esmerado, vació a mi padre pero no paró, él la cogió de los hombros y le dio la vuelta, la llevó al sillón gemelo del sofá adonde habíamos estado follando Felisa y yo y le quitó el vestido por la cabeza, le soltó el sujetador que cayó al suelo y de un tirón le rompió las bragas.
Mi padre era fuerte y levantó por la cintura a mi madre, la dejó colgada por detrás del respaldo del sofá con el cuerpo hacia el asiento, los pies no le llegaban al suelo y las tetas le colgaban sueltas, con un pie separó los pies de mi madre que se movían colgando y se soltó el cinturón, el pantalón cayó a sus zapatos y arrastrando los pies se acercó a ella y se cogió a su cintura.
- ¿Qué quieres hacer desgraciado? Por ahí no, ya te lo he dicho mil veces, ni lo intentes, ¿me oíste?
- Jajaja, toma polla, puta.
- ¡Aaaag! Salvaje, me has roto el culo, ¡Aaaaag! eres un animal, ni sabes ni aprenderás en tu puta vida.
- Eso te pierdes, eres tan remilgada que nadie te follará como yo, no te correrás jamás.
- ¿Eso es follar? ¡qué sabes tú de lo que es correrse una mujer!
- Ni tú, o es que no sé que nunca te corriste, siempre finges que lo haces, jajaja.
El grito que se oyó retronó en toda la casa, se pusieron a discutir pero mi padre quedó pegado al culo de mi madre y no se retiró, ella no podía asirse ni con los pies ni con las manos, estaba a merced de los envites del marido que le follaba el culo sin piedad.
Ella gritaba inútilmente sin miedo a que pudiera despertarnos, eso hubiera querido pero mi padre estaba decidido a conseguir lo que siempre intentaba y le metió la polla sin lubricar ni dilatar, mi madre probó de todo desde insultarle a rogarle o alabarlo para conmoverlo pero no lo consiguió.
Él, recién acabado de eyacular, siguió follando a mi madre hasta que quiso, ella iba zarandeada de un lado a otro como una muñeca rota. Al separarse de mi madre vi la polla de mi padre gotear todavía. Ya pude irme a dormir cuando entraron a su habitación, después de un buen rato todavía se oía sollozar a mi madre.
Me hubiera despertado tarde pues era domingo pero un ligero empujón me hizo desplazarme en mi cama, al abrir los ojos somnolientos vi la cara triste de mi madre, no esperaba verla a éstas horas pero me resigné y me volví hacia ella, se había colado en mi cama y tenía ganas de hablar.
- Hola Hortensia, ¿qué tal la noche?
- Hasta que llegamos bastante bien, había puesto demasiadas ilusiones, creí que podía cambiar a tu padre pero… no creo. Pero bueno, podía haber sido peor, ya no me quejo.
- Lo siento, ¡no te habrá pegado!
- No, eso nunca lo hizo pero a veces lo habría preferido, es un animal sin sensibilidad.
- ¿Y qué quieres de mí?
- Nada, sólo quería un poco de compañía.
- Por favor ¿sabes qué hora es?
- Sí, mejor que tú, tu hermana se ha ido a pasar el día con Marta y tu padre acaba de salir a correr con sus amigos, estamos solos tú y yo. no te molestaré pero déjame estar a tu lado.
- ¿Qué quieres decir?
- No lo sé pero contigo me siento segura, tu calor, tu olor, Abel eres mi hombre, ¿sabes lo que te quiero decir?
- Hortensia…
Continuará.
Si les gustó valoren y comenten.
Gracias.