Por culpa de la oveja negra (4).

Marta me invitó a la fiesta de su cumpleaños, Paz nos dejó solos en casa y las dos amigas y yo jugamos a las prendas, el juego se nos fue de las manos y me enteré de algo impensable, luego vi algo que tampoco sospechaba, iba de sorpresa en sorpresa.

Marta con los brazos pedía ayuda a mi hermana, que lejos de socorrerla me animaba a lamer con más fuerza y más vigor el clítoris de su amiga que no acertaba a protegerse de mi legua porque estaba recibiendo tal placer que no podía coordinar los movimientos, lo único que pudo hacer lo hizo y abundantemente. Gritando a mí hermana le dijo que se iba a correr, yo no contaba para nada, parecía como si se estuvieran masturbando las dos y para ella había llegado el momento sublime.

Felisa nos observaba sentada en la cama con una mano entre las piernas y otra debajo de su teta con sólo dos dedos retorciendo el pezón, a Marta le faltaba aire para respirar y confieso que a mí también porque por momentos mi lengua le hacía cerrar las piernas de golpe atrapándome la cabeza y dejándome sordo para, en otros momentos, abrirlas y quedaban los muslos planos con el coño abierto y el clítoris completamente a mi merced.

El anuncio de que se iba a correr me sirvió a mí para dar unos lengüetazos en el coño y el culo, metí un poco la lengua en la vagina pero ella se protegió, parecía obsesionada con su virginidad igual que Felisa, esperé a que la tensión subiera al máximo, el dedo rodeaba los labios menores pero no intentaban entrar, ella estaba confiada y cuando tensó sus piernas como agarrotadas por la sacudida orgásmica se tiró del pelo gritando.

Sabía que estábamos solos en su casa, la señora Paz tuvo la gentileza de dejarnos expansionarnos solos, imagino que no creería hasta que punto pero lo cierto es que su hija estaba siendo lamida por mi lengua como en otra ocasión la lamí a ella.

Marta no controlaba sus movimientos, tiraba de las duras tetas sin misericordia e intentaba chuparse los pezones sin éxito, en ese estado de éxtasis mi dedo rodeó después de humedecerlo de sus propios jugos vaginales el agujero vecino, lo encontré sumamente activo, se expandía o contraía a intervalos regulares y no me fue difícil esperar el momento y cuando lo tuvo relajado con un poco de presión y delicadeza le metí hasta más de la segunda falange.

Estuve quieto expectante esperando una reacción positiva o negativa pero ella seguía desmadejada por mi lengua inquieta.  Miré a mi hermana pidiéndole opinión pero ella estaba concentrada en su coño y sus tetas, la vi agitar el clítoris de lado a lado con tres dedos mojados de saliva y a la vez se llevaba el pezón a la boca, Felisa sí que lo conseguía y lamía con desespero el botón rojo que sobresalía forzado por la mano que estrangulaba su teta.

A lo mejor no oyó la queja de Marta cuando notó mi dedo en su culo ni tampoco oyó cuando al dedo que metí primero acompañé un segundo y hasta un tercero, estaba tan lubricada que el esfínter cedía sin esfuerzo, ella solamente se dejaba llevar y yo iba probando y consiguiendo entrar.

Mi hermana tuvo una idea feliz, no contenta con la paja que se estaba haciendo se tumbó en la cama al lado mismo de Felisa y en un momento dado, al ver que ésta no podía llegar a lamer su teta le ofreció la suya, Marta vio el cielo abierto, dio la vuelta y se inclinó sobre Felisa, dejándole a su alcance la suyas para que la correspondiera.

Sólo tuve que elegir el ángulo ideal y me puse detrás de Marta que dejaba su culo abierto para mí, estaba confiada porque “salvaba” su “honra”.

Los dedos volvieron, uno, dos, tres y el cuarto ya no fue el dedo, el cuarto ya fue mi capullo debidamente ensalivado, temía que aquello no cupiera por donde se imaginaba pero al principio notó algo diferente y mi hermana le dedicó una chupada especial enterrando hasta la areola en su boca a la que ella contestó mordiéndole el pezón.

Tuve la “delicadeza” de meterle el capullo al primer golpe, entró sin apenas esfuerzo aunque se aplastó un poco en la entrada pero una vez el capullo desapareció esperé pero fue en vano, el grito que dio quedó ahogado porque tenía la boca llena de teta ajena, respiraba con dificultad al notar cómo se abrían sus carnes, el esfínter cedía a duras penas y sus ojos destilaban lágrimas pero estaban tan cegadas con sus tetas que sin dejar de empujar fui metiendo centímetros uno a uno hasta que me faltaban dos por enterrar.

El grito que dio Felisa fue porque Marta la mordió fuerte, mi hermana se temió lo peor, creyó que había roto el trato y le había metido la polla en el coño a Marta desvirgándola y alargó la mano entre sus piernas buscando mi polla pero al no encontrarla adonde temía siguió hasta notar que estaba casi hundida en el culo de Marta.   Cómo “premio” a mi lealtad tiró de mi culo y terminó de clavarle lo que quedaba de polla hasta que me pegó a su culo.

  • ¡Mi culo, me la metió en el culo Felisa!
  • Ya lo vi, no es para tanto, sigues siendo virgen como yo, ¿no es eso lo que queremos?
  • Sí pero el culo… en eso no habíamos pensado.
  • ¿Y qué, ya estás arrepentida?
  • Nooo, ahora no, sólo que creí que por ahí sería imposible meter semejante tranca, creí morir.
  • Jajaja, mi hermano es un artista, me sorprende por momentos.
  • Pues no te rías, ya me reiré yo cuando te le meta a ti por el culo también.
  • ¿A mí?, ni pensarlo, yo tengo el culo muy estrecho, una vez probé meterme un lápiz y apenas pude…

La conversación se tuvo que interrumpir porque Marta se volvió a correr, no pudo resistir las lamidas de pezón de mi hermana, mi polla en su culo entrando y saliendo y la mano de Felisa que se quedó en su clítoris cuando comprobó que seguía conservando el himen intacto.

Cayo hacia adelante sobre mi hermana, me arrastró a mi también, su mano dejó el coño de su amiga y se apoderó de mis huevos, yo estaba sobre las dos, Marta siguió estremeciéndose sobre Felisa, se frotaban las tetas, mis manos acudieron entre las cuatro y buscó los pezones en medio de la masa de carne tierna hasta que los encontró duros y mojados de saliva.

Mi hermana de pronto me sorprendió, mi cabeza estaba sobre el hombro de Marta y ésta tenía la cara prácticamente sobre la de Felisa, yo veía a las dos, mejilla contra mejilla y en un momento Marta buscó la boca de Felisa, el primero fue un roce, luego un beso tierno y al siguiente sus labios se cruzaron y se buscaron las lenguas.

Esto me excitó más que la enculada que le estaba dando a Marta, ver a las dos con los ojos entornados buscando la mejor postura para acoplar sus bocas hizo que mi polla alcanzara límites de excitación.

Estaba controlando para no correrme en ese momento tan sensual cuando mi hermana abrió los ojos y me miró, nunca le vi esa mirada en sus ojos y al hundir Marta la cabeza sobre su hombro, mi hermana alargó el cuello y buscó mi boca.

No me moví siquiera, recibí el beso de mi hermana hipnotizado, a los besos fraternales que me dio hasta entonces había un abismo, sus labios carnosos se abrieron y me pasó su sabor y el de Marta, buscó con la punta de la lengua debajo de mi labio y cuando abrí la boca se coló como un ratón acosado.

Marta estaba exhausta, caída sobre Felisa no tenía fuerzas después de sus orgasmos y el beso de mi hermana, por eso cuando notó el culo lleno de leche separó las piernas para que me incrustara entre sus nalgas y me vaciara por completo en ella.

Besando a mi hermana fui inyectando semen en el culo de Marta, mi hermana lo notaba pues empujaba para que le llegara lo más profundo posible y motivaba que las tetas se deslizaran unas contra las otras.

Felisa procuró deshacerse del peso que soportaba de los dos, sus tetas se retorcieron al despegarse y nos empujó hacia un lado, mi polla seguía medio dura en el culo de Marta y sólo se salió cuando caí de lado a su espalda.

Cuando miré a Felisa la vi completamente mojada, boca arriba tenía las tetas, el estómago y hasta el coño mojado, me fijé y era flujo blanco de Marta que la había rociado mientras, la enculaba.

Por el culo de Marta empezó a manar mi semen, al principio apenas asomó una lágrima pero de pronto salió despedida una nube como por espray, entonces comprendí que la había llenado de aire cada vez que la bombeaba y ese aire salió de una vez.

Yo estaba verdaderamente agotado, la tensión de controlarme sobre Marta sin que se sintiera “ofendida”, la posterior enculada y por último el beso de Felisa me dejaron exhausto.  Estaba en cruz sobre la cama de Marta con ella a mi lado y Felisa al otro lado, la polla caída sobre al muslo, pegajosa y húmeda.

Felisa saltó sobre Marta y se puso a mi lado, me gustó sentirla cerca, era un sentimiento de complicidad que apenas había estrenado, estuve con los ojos cerrados intentando recuperarme lo antes posible cuando noté los dedos de mi hermana mesarme el cabello, ésta caricia acabó de relajarme y creo que me dormí.

No debió ser mucho rato porque cuando abrí los ojos sentí inmóvil a mi lado a Marta como la dejé, también se había dormido pero Felisa estaba inclinada sobre mí a la altura de mi muslo, había enderezado la polla desmayada, la había descapullado y con la lengua la repasaba limpiándola de todo resto húmedo.

Lo hacía con verdadero cariño, se notaba dedicada a dejar el miembro como recién duchado, se tomaba su tiempo sujetando el tronco con las dos manos buscaba con la lengua el capullo que caía a un lado o al otro como un girasol.

Quedé mirándola, estaba un poco girada a mí y sólo le veía la espalda, los hombros y la lengua, al final de la espalda la cintura con los hoyuelos de las nalgas que se abrían con cada movimiento.

Se fue acomodando para mayor comodidad y creyéndome dormido fue separándome las piernas para llegar a lamer entre los huevos, era una imagen dulce y pese a la postura no era sensual, era más cariñosa que otra cosa.

Bajaba y devolvía el prepucio a su sitio sin intentar empalmarme, miraba con curiosidad, el agujero y las venas otras veces llenas de sangre, escrutaba el escroto, palpaba los testículos dentro de la bolsa tratando de cogerlos, me hubiera reído si no estuviera encantado con lo que estaba haciendo.

Estuvo un rato con su delicada tarea hasta que mi mano pasó por su espalda a lo largo de la nuca hasta el culo, noté su piel como se erizaba a mi paso, ella cogió la polla blanda y la metió en su boca, la mantuvo presa y no la soltó, quería sentir cómo crecía adentro de su paladar según crecía, sus manos por los muslos y los huevos hicieron el milagro, influyó bastante que levantara un brazo y me dejara cogerle una teta que colgaba rozando la sábana, la mantuve en la mano abierta y con los dedos fui ordeñándola hasta que el pezón marcaba la sábana.

Se movió apenas acercando sus caderas a mi mano y cuando pude tocar su culo aspiró la polla y toda ella despareció en su boca hasta tocar con la nariz mi vello, con la cara pegada a mi pubis quedó esperando que mi mano se decidiera y se decidió, primero un dedo y luego otro buscaron el agujero arrugado, noté la duda que tuvo, en su boca calibraba el tamaño que iba a entrar por el estrecho agujero de salida.

Pero estaba decidida, había visto a su amiga que ahora descansaba derrotada pero satisfecha, secretamente ella preferiría que aquella polla entrara en su coño pero sus convicciones no se lo permitían… de momento.

Mojé con saliva el dedo y rodeé el objetivo, ella quiso ofrecer la fuente de flujo que rebosaba entre sus piernas y separó una pierna hasta demostrarme que su coño estaba más mojado que mi boca, a partir de entonces mis dedos acudían a humedecerse a su coño, el clítoris estaba tan duro que al rozarlo se le notaban los espasmos en el estómago.

Quise ver hasta dónde llegaba su “promesa” y de vez en cuando pasaba el dedo sobre sus labios y metía un poco la yema en la vagina, al principio ella cerraba las piernas pero al notar que no tenía intención de ir más lejos me dejó rodear la entrada.

Mi dedo curioso fue entrando hasta notar la estrechez del himen, incluso pulsé para notar su resistencia, estuve tentado de forzar un poco pero al no saber el límite no quise “mancillar” su confianza, lo que si probé fue presionar el agujerito mínimo que marcaba el centro y ella suspiró hondo, imagino que en otro momento ese agujero cedería ante la presión de una polla dura y esperaba que fuera la mía.

Marta empezó a despertarse desperezándose como si hubiera dormido diez horas, al volverse y vernos se pegó a nosotros y dejó caer sus tetas sobre mi pecho para alcanzar la cara de mi hermana y darle un beso, ésta tuvo que dejar mi polla para corresponderle y Marta al ver el estado en que la tenía ya quiso apoderarse de ella, se lo impedí mordiéndole una teta, la más cercana que tuve y ella se conformó con mi caricia, comprendió que ahora era el momento “Felisa” y se dedicó a ayudarme a hacerla feliz.

Marta sacó un frasco de aceite infantil y roció el cuerpo de mi hermana, sus curvas brillaban como si fuera de oro, fue recorriendo primero con sus manos y luego con la lengua toda su piel brillante, no dejó ningún resquicio por aceitar y cuando separó sus piernas me miró enseñándome el clítoris ya hinchado, acto seguido lo chupó y la hizo gemir, no dejó nada por aceitar hasta cuando separó sus nalgas echó abundante aceite y después de rodearlas fue acercándose hasta su ano que volvió a lubricar.

El ver que me fijaba en él y en él agujero vecino de la vagina Marta le separó los labios menores y me enseñó lo que tenía “prohibido”, el anillo rosado estaba pidiendo a gritos que lo rompiera y al relamerme sonrió, ella también estaba deseando hacerlo pero parecía que se habían prometido ambas a conservarlo, yo también me prometí romper sus promesas.

El dedo meñique de Marta al pasar se coló en el culo de Felisa, ésta suspiró pero apenas movió las caderas, lo sacó y me lo enseñó, sus manos eran delgadas y largas como las de una pianista, yo me reí y le mostré la polla que ya estaba a punto y ella puso los ojos de “horrorizada” pero me dijo que no tuviera prisa.

Marta estaba decidida a ofrecerle un rato de felicidad a su amiga y cada vez que le echaba un chorro de aceite iba introduciendo un dedo de más calibre, yo me entretenía acariciando las tetas de Marta que estaban tan duras como al principio.

La chica fue metiendo hasta tres dedos y me los enseñó victoriosa, Felisa tumbada boca abajo con las piernas y brazos extendidos “soportaba” las caricias de su amiga.  Marta dio por bueno el diámetro de sus tres dedos aunque yo me di cuenta de que tres dedos suyos no eran los míos y menos aún el contorno de mi verga pero ella confiaba en el aceite infantil y me convenció.

Quiso hacer de maestra de ceremonia, se creía experta porque acababa de ser enculada y se subió sobre la espalda de Felisa pidiéndome que me acercara entre sus muslos, le había puesto una almohada debajo del vientre y tenía el culo elevado, me pareció que esto lo tenían ya ensayado y cuando apunté mi polla entre sus muslos ella quiso darle el último repaso de aceite y de dilatación, metió los tres dedos hasta adónde pudo y me dio luz verde.

Mi hermana abrió obediente las piernas todo lo que pudo, el almohadón elevaba su culo lo suficiente para que yo llegara a su nivel y Marta me cogió la polla y la pasó como un pincel por el coño de su amiga, me di cuenta de que al pasar por la vagina se detenía, mi hermana cerró un poco los muslos pero Marta siguió.

Con las dos manos separó los glúteos dejando el ano dilatado frente a mi capullo, me cogió del tronco con los huevos incluidos y tiró hacia Felisa, el glande se aplastó pero Marta no le dio importancia, contaba con ello y me animó, Felisa suspiraba nerviosa, aquello no tenía aspecto de colarse como un pez.

Y no lo hizo, fue un reto entre mi capullo y su esfínter, entre la resistencia y el arrepentimiento de Felisa y el empeño y la tenacidad de Marta, con la visión de las altivas tetas de Marta frente a mí y cogido de la cintura de Felisa empujé y el capullo entró acompañado del grito de Felisa.

Rogaba, lloraba y pedía que lo dejáramos pero ni Marta ni yo estábamos por dejarlo pasar y en el segundo empujón entró dos centímetros más, mi hermana apelaba al parentesco, a su madre, la mía, jajaja, hasta que en su desesperación dijo algo que me frenó.

  • ¡Para Abel, porque tu polla es enorme, ni papá la tiene tan gorda!
  • ¿Cómo lo sabes, se la ha visto?
  • Mmm, pu… pues sí, una vez.
  • ¡A ver, cuéntamelo!
  • No, eso no te lo contaré nunca.
  • Vale, pues toma polla.

Le di un empujón y le entró un trozo más, miré a Marta y me dio la impresión de que estaba enterada.  Con la mirada le pregunté y bajó los ojos, esto me espoleó a que me lo contara y volví a clavarle otro trozo de verga, ella gemía llorando, no sé si por el daño o porque se daba cuenta de que había hablado demasiado.

  • ¡Para ya animal, me vas a desgarrar el culo, esa cosa no me cabe, ya lo sabes!
  • ¿Y la de papá sí?
  • No te importa, déjame.
  • No, no te voy a dejar al contrario, si no me lo dices ya te la voy a meter hasta el fondo de golpe.
  • Nooo, eso no, te lo diré pero no me metas más.
  • Vale pues, ve dando datos.
  • Bueno no lo sabe nadie -mintió- es mi secreto, como ya sabes el papá no puede estar en casa porque mamá siempre le está reprochando cualquier cosa, él se va al bar con los amigos y allí bebe de todo, los amigos le animan y él no sabe decir que no.
  • Eso ya lo sé, sigue.
  • Pues una noche mamá y él riñeron, no sé porqué pero ya estaban acostados, él cogió la ropa y se iba a la calle, al bar otra vez pero al salir vio la hora que era, ya estaba cerrado y al pasar por mi habitación abrió y entró.
  • ¡Bueno y qué!
  • Pues que se puso a llorar arrodillado en mi cama, a mí me dio pena, ya conoces a mamá, por cualquier cosa monta un drama, me contó muchas cosas, de discusiones por tonterías a cosas de matrimonios.
  • Bueno.
  • Pues me dijo que mamá nunca había querido hacer nada con él, que si nos tuvo a nosotros fue porque él se cansó y la folló a la fuerza y desde entonces no hacen nada.
  • Joder, que fuerte, pobre papá.
  • Sí pobre, eso me pareció a mí, me compadecí y le dejé entrar en mi cama, el calor, el olor y todo eso, al final le toqué sin querer la polla, él creyó que lo hice adrede y me tocó a mí, le expliqué que había sido sin querer pero no lo creyó, me tocó las tetas y consentí pensando que se calmaría y se iría pero no, luego pasó al coño y grité, el me tapó la boca y casi me asfixió, me dijo que si gritaba se iría de casa para siempre, yo tampoco quería eso, papá es bueno pero estaba al límite y le dejé tocarme las tetas, a mí también me gustó y cuando me pidió que le cogiera la polla lo hice.
  • ¿Y qué más?
  • Se la estuve meneando, tiene una polla grande pero no como tú, le hice una paja y cuando iba a correrse quiso metérmela, le dije que no y me pidió que por el culo, yo no tenía ni idea y menos sin lubricar, lo intentó pero no pudo y se corrió en mi culo, me llenó el culo de leche a presión pero no la llegó a meter porque que no cupo.
  • ¿Y qué más?
  • Nada más, se puso a llorar pidiéndome perdón, había sido una rabieta y me limpió todo el culo con la lengua para que viera que estaba arrepentido pero yo me corrí en su cara, el no dijo nada pero cuando se fue vi que tenía otra vez la polla dura, se metió en la cama con mamá y al momento la oí gritar, creo que a ella sí que se la metió.
  • ¿Y desde entonces qué?
  • Nada, como si no hubiera pasado nada.
  • Joder con papá, entonces ya no me atrevo a metértela más.
  • Nooo, quiero que me la metas, me arrepentí después, cuando se la metió a mamá ella gritó mucho pero luego gemía y jadeaba de gusto.
  • Pero dices que la mía es más grande.
  • Si pero a Marta se la metiste ya, aunque ella tiene el culo más grande.
  • ¿Ves como tenía razón?
  • ¡Cállate ahora Marta!, ¿entonces qué hacemos?
  • Métela toda aunque llore y patalee, Abel quiero sentir esa verga adentro de mí.
  • Lo que quieras pero no quiero que me compares con papá.
  • Nooo, eres un chico muy tierno, a Marta le encantó tu polla y quiere repetir.
  • Sííí, cuando termines si puedes me follas el culo otra vez Abel.
  • Para Marta, frena que no soy un burro.
  • Pues casi, jajaja.

Mi hermana se puso boca arriba con las piernas sujetas con los brazos, su amiga me guió y mi polla fue entrando lubricada con gel y poco a poco mientras Felisa sonreía con los dientes apretados para no gritar, al final toda la polla entró una vez que encontró el camino adecuado en el recto, se hundió hasta el fondo y Felisa suspiró aliviada, luego riendo me dijo.

  • Ahora muévete que quiero correrme y luego te corres tú, ¿vale?
  • Vale.

La cosí con la polla, Marta le sujetaba las piernas en alto y abiertas, le chupaba el clítoris y mi hermana se corría sin parar, la polla entraba y salía arrastrando con ella el esfínter pero cuando me corrí no le salió la leche hasta un buen rato después aunque tenía el ano muy dilatado.

Todavía estuvimos un buen rato tumbados desnudos sobre la cama, la señora Paz calculó bien pues cuando vino ya estábamos vestidos aunque al entrar olió el ambiente, olía a coño, leche, sudor y a algo más, sonrió y movió la cabeza comprensivamente.

Mi hermana había abierto la caja de Pandora, ahora ya no sabía cómo mirar a mis padres, a mi madre la tenía catalogada como una mujer huraña pero recta y que hacía las cosas por nuestro bien aunque a su manera, mi padre, el hombre estaba aburrido de ella y procuraba estar el mínimo tiempo con ella, cuando no estaba en el bar se buscaba ocupaciones para no aparecer por casa, en realidad era también buena persona, no podía culparle por lo de Felisa, comprendí que mi hermana si estaba tan buena como ahora y con la calentura que tendría, más el enfado se juntó todo, una pena.

A mi madre tampoco la culpaba del todo, tenía mucho carácter pero demostraba que nos quería y tenía buenos sentimientos pero me intrigaba porqué era tan dura con papá, del tema del sexo era una incógnita para mi pues no habían muchas distracciones para un matrimonio más que follar.

Mi hermana me confesó que tardó dos días en poder sentarse bien, el culo le dolía pero estaba contenta, Marta lo llevaba mejor y esto también me dejó perplejo, pensé en la señora Paz, ella me había despertado al sexo y se merecía disfrutarlo al máximo, lo que no tenía ni idea si gustosamente aceptaría mis nuevas variantes, el darle por el culo no sabía si estaría en su catálogo.

A mi amigo Fidel lo dejé por imposible, no dejaba de insistir para que me follara a la negra, consideraba que me hacía un honor cediéndome la “reina” de las ovejas pero yo ya tenía varias reinas, entre ellas su madre y su hermana y no tenían comparación.

Cuando la señora Paz llamó a mi puerta las piernas se me aflojaron, estaba guapa de verdad, poco a poco se iba quitando el luto, posiblemente muy despacio para que las mujeres no hablaran demasiado pero estaba preciosa, venía para consultarle a mi madre algo de las toallas y yo procuré estar el mínimo tiempo con ellas por si mi madre me notaba que estaba colado con aquella mujer.

Cuando se fue, mi madre me hizo notar que Paz estaba más guapa y que se había soltado el pelo y cambiado de vestuario, estuvieron hablando de los maridos y Paz le aconsejó sobre lo que podría hacer para suavizar la relación con papá pues temía que cualquier día se fuera con otra.

Desde aquel día noté otro talante de mamá, también cambió de peinado que siempre era el mismo, se compró tela y se hizo un vestido más alegre, mi padre también lo notó y sobre todo que no le gritaba tanto, mi hermana aprovechó para comprarse ropa interior más moderna y atrevida y mamá para su sorpresa ya no la reñía, a mi la zapatilla ya no me visitaba tanto quizá porque no le daba tantos motivos hasta el día que ocurrió…

Después del cumpleaños de Marta ya no tuve una “reunión tórrida ” con mi hermana, tampoco discutíamos o por lo menos no tanto y con menor intensidad, yo la comprendía mejor y ella a mí, pero no por eso no estaba pendiente de lo que se compraba, sobre todo de lencería, el caso es que, al ver en la ropa sucia el tanga que se acababa de quitar, lo cogí y me lo lleve a mi habitación, lo estuve escudriñando y sobre todo oliendo, recordaba el olor del coño de Felisa, era inconfundible y me hice una paja a su salud, lo cierto es que no fue una sola, fueron dos y a la tercera me enrollé la polla con las bragas y sobre la cama me la sacudí como si no hubiera mañana.

No oí ni vi la puerta abrirse cuando mi madre me preguntaba si había llevado mi ropa sucia al lavadero, el caso es que el grito que dio fue de película de terror, coincidió que en ese momento tenía la mano en la polla en la parte baja por lo que me sobresalía toda la verga por arriba.

La reacción de mi madre fue inmediata, con lo primero que cogió me tiró.  Yo habría preferido la zapatilla pero fue el reloj despertador y tuvo la puntería de darme en la oreja que al momento empezó a manar sangre como si me hubiera cortado la yugular.

La cara de mi madre pasó de la indignación-enfado a la de compasión-preocupación-culpa , soltó la ropa sucia que iba recogiendo y vino corriendo a mi lado, yo tumbado en la cama con los calzoncillos en los tobillos, la polla como un poste de teléfonos y las bragas de mi hermana liadas al tronco tenía el cuello empapado de sangre que me manchaba la otra mano libre.

Para ella todo pasó a un segundo plano menos la sangre, me quitó la mano de la polla y me deslió las bragas de mi hermana, todo eso en un segundo, luego con una toalla me limpió hasta saber de dónde salía tal cantidad de sangre.

Cuando vio el corte en la oreja que seguía saliendo buscó gasas, esparadrapo y agua oxigenada y se puso a limpiarme, de vez en cuando tocaba sin querer la verga que seguía de punta al techo pero la apartaba y seguía, en una ocasión que no encontraba la gasa cogió la polla con toda la mano y la movió como un cambio de marchas buscándola, al final la encontró pegada a los huevos y los apartó con toda la mano y cogió la gasa.

Cuando todo pasó salió sin decir nada, recogió el despertador que estaba en el suelo con el cristal roto y lo dejó tumbado boca abajo en donde estaba.

Me sentí mal, mi madre no se merecía este disgusto, pillar a su hijo haciéndose una paja a placer sobre la cama en horario diurno y con las bragas de su hija, las mas sexis que había visto, por la tarde me hice el ánimo y decidí pedirle perdón, era lo menos que se merecía y yo varias zapatillas por supuesto.

Me armé de valor y fui a su habitación, ya antes de entrar la oí sollozar, se me cayó el alma a los pies, pensé que merecía todas las zapatillas del mundo pero me decidí y entré, no quise llamar porque el berrido sería atronador y quería ir con cara apesadumbrada y arrepentida.

Cuando los ojos se me acostumbraron a la penumbra me quedé helado, mi madre encima de la cama desnuda con las piernas abiertas con la cara girada para el otro lado se estaba metiendo un calabacín de considerable tamaño en el coño, supongo que lo tendría peludo como Paz la primera vez porque no se lo vi, sólo vi que el calabacín era muy grande y que se metía hasta más de la mitad.

Me quedé petrificado a los pies de la cama mirando cómo mi madre gemía con los ojos cerrados concentrada en aquello que la llenaba por completo, enseguida distinguí que los gemidos no eran de llanto y que estaba a punto de correrse con aquello entre las piernas, fui testigo del espasmo que la zarandeó cuando se tensó con los dedos de los pies separados y las manos en el coño empujando el trozo verde, estuvo unos momentos moviendo la cara de un lado al otro y cuando parecía que ya le bajaba abrió los ojos.

Los dos gritamos de sorpresa, ella cerró las piernas lo que pudo pues el calabacín no la dejaba y asomaba por detrás de las nalgas, yo me tuve que cubrir la erección que presentaba pues al verla tan concentrada la verga se me puso como la vio ella un momento antes.

  • ¿Qué haces ahí como un pasmarote?, ¡vete de aquí, no quiero verte, te odio!
  • Perdona mamá no quería, no era mi intención.
  • ¡Fueraaaa!

Salí de su habitación de estampida, tuve suerte de que la puerta estaba medio abierta porque si no la habría traspasado, fui a mi cama y me tapé hasta la cabeza, no quería pensar en la bronca que me esperaba al día siguiente y si se lo contaba a mi padre…

Una de las cosas que tenía que agradecerle a mi padre es que nunca se metió conmigo para castigarme, consideraba que mi madre se bastaba y sobraba para hacerlo y de paso se quitaba una responsabilidad pues muchas de las veces el castigo era desproporcionado.

Maldije todo lo que me había pasado hasta entonces, a mi hermana y a su amiga que aunque las había enculado a las dos ahora iba a pagar por eso y por mucho más, llegué a arrepentirme de haber follado a la señora Paz incluso y a su hijo por meterme “malas” ideas en la cabeza, me di cuenta de lo “feliz” que era antes incluso con un zapatillazo de vez en cuando, al fin y al cabo no tenía tan buena puntería excepto con el despertador, claro, si me llega a dar en un ojo…

Según me iba calmando me fui arrepintiendo de lo que pensé, me acordé de Paz, de su coño peludo, del detalle que tuvo en pelárselo para mi, también en mi hermana y Marta, que jugando con fuego al final nos quemamos y posiblemente nos quemaríamos mucho más y mi madre, el verla masturbándose era grave pero ella me vio primero, estábamos a la par, no me podía acusar y en esto tenía una baza en mi favor, en todo caso si se ponían mal las cosas le podría amenazar con contárselo a mi padre pues a él le negaba el coño, en fin, lo que pasara al día siguiente ya se vería.

Pero hasta el día siguiente aún quedaban muchas horas y cuando la puerta de mi habitación se fue abriendo despacio y en silencio me cagué de miedo, la silueta de mi madre se traslucía con la lejana luz del pasillo, miré y llevaba las dos zapatillas pero en los pies y en la mano el calabacín, me tapé la cara con la sábana esperando tragarme la verdura y cuando mi madre tiró de la sábana para destaparme me encogí como un gusano…

  • Abel, tenemos que hablar seriamente…

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.