Por culpa de la oveja negra (3).

Entre mi hermana y yo se estableció una complicidad especial, la señora Paz también me enseñó a distinguir y Marta estaba dispuesta a demostrarlo.

Marta aprovechó que mi madre me contaba lo de Paz para despedirse y desaparecer, mi hermana ordenó y ventiló su habitación y después de cenar se fue pronto a dormir.

Yo tardé un poco más porque estuve haciendo los deberes del colegio, al día siguiente había quedado con Fidel para ir a jugar, de momento no habían organizado una nueva “lucha” a pedradas y parece que el juego esta vez era con las chapas de botellas imitando el Tour de Francia.

Cuando terminé me fui a la cama, mi madre también se había retirado y a mí no me costó quedarme dormido.

Creía que estaba soñando con las chicas cuando me zarandearon en la cama, no entendía que podía pasar cuando una mano me tapó la boca y me dijo al oído.

  • Shhht, Abel no hagas ruido, tengo que hablar contigo.
  • ¿A éstas horas, que se te ha ocurrido Felisa?
  • Calla, que si se entera mamá ya sabes lo que nos espera.
  • Sí claro, a mí la zapatilla pero a ti, nada.
  • ¿Cómo que nada?, a mi es peor, me está dando la murga hasta que le tengo que prometer lo que quiera.
  • ¿Y qué quieres ahora?
  • Quiero que me prometas que no vas a contar lo de esta tarde.
  • ¿Qué ha pasado esta tarde?
  • ¿Qué ha pasado?  Estás tonto, hemos estado las dos contigo chupándote la polla ¿y preguntas qué pasó?
  • Ah eso, claro que no se lo contaré, tranquila.
  • Pero no se lo contarás a mamá ni a nadie ¿te enteras?  A tu amigo Fidel tampoco, ya sabes que los chicos os contáis todo pero además es el hermano de Marta y si se entera su madre…
  • Pero Fidel también me cuenta sus secretos.
  • Pero éste es mucho más secreto.
  • Bah, porque os haya tocado las tetas un poco.
  • ¿Un poco?, nos has tocado las tetas todo lo que has querido, nos las has chupado y del culo ni te cuento.
  • Eso no es nada, vosotras también me habéis comido la polla y os habéis tragado mi leche, estamos en paz.
  • No en paz no, nos has visto desnudas, el culo, las tetas y el…
  • No, eso no, los coños no los vi.
  • ¿No?, yo creí que sí.
  • Pues no, ya ves, no me disteis tiempo.
  • Mejor, eso no lo puedes ver.
  • ¿Por qué no?
  • Porque eres muy pequeño todavía.
  • Y vosotras mi polla sí, claro como se me pone dura… ¡mira cómo la tengo ya!
  • ¡Por Dios Abel, que rabo tienes!  Déjame verlo, que con Marta no lo he podido ver bien.
  • Vaya, yo no puedo ver tu coño y tu mi polla sí.
  • Porque yo soy una chica y mayor que tú, anda sácala.

Me bajé el pantalón del pijama y la polla quedó vertical, mi hermana iba en camisón y se acercó a mí con curiosidad alargando la mano para cogerla.

  • Has dicho que verla sólo.
  • Hombre, quien dice verla dice tocarla, venga no seas tiquismiquis.
  • Sólo un poco.

Mi hermana se recostó a mi lado y alargó la mano hasta coger la polla del tronco, la movió como un abanico de derecha a izquierda y comprobó su dureza, luego subió la mano hasta el capullo y al bajarla retiró el prepucio.

En mi brazo notaba la presión caliente de la teta que andaba suelta debajo del camisón, me incrustaba el pezón en el antebrazo y me moví para acomodarme mejor, ella también se movió para que su teta quedara más cerca y aplastada contra mí a la vez que examinaba mi polla en todos los detalles.

  • ¿Te gusta mi polla Felisa?
  • Sí, mucho, tienes un buen rabo.
  • ¿Y tú?
  • Yo no, gilipollas, yo no tengo polla.
  • Ya lo sé, digo coño, ¿cómo lo tienes?
  • ¿Cómo quieres que lo tenga?, como todas.
  • Me gustaría verlo.
  • ¡Y un jamón!  De verlo nada, ya te lo dije.
  • Bueno, verlo no pero… ¿Y tocarlo?
  • ¿Tocarlo?
  • Sí, estamos a oscuras, en realidad si no lo veo es como si nada, sólo tocarlo para notar como es.
  • Ya lo sabes, es como un higo abierto, con una raja de arriba abajo y nada más.
  • Claro, yo te podría decir que mi polla es como un nabo sin hojas y ya está, ¿igualito no?
  • Jajaja, qué idiota eres Abel, ¿cómo va a ser igual esta hermosura de polla?  Jajaja.
  • Pues déjame tocarte el coño.
  • Abel, no puedes, no debe ser, soy tu hermana.
  • Y yo tu hermano y bien que me sobas la polla.
  • Mmm, está bien Abel pero mira lo que te digo, que no se te ocurra encender la luz, sólo debes tocar, no metas ningún dedo como hiciste en el culo, ¿lo sabes?
  • Vaaale, no encenderé la luz, sólo tocaré y no meteré los dedos, lo prometo.
  • Me fio, ponte al revés en la cama, me subiré el camisón y pasas la mano.

Dicho y hecho me acosté con la cabeza a los pies de mi hermana, ella se subió el camisón hasta la cintura, sentí dejar el tacto de sus tetas pero sabía que iba a mejor, al lado de mi cabeza tenía sus tobillos, fui subiendo las manos por las piernas, ya no había camisón y al pasar la rodillas ya noté la suavidad de los muslos, pase una mano por el interior del muslo y noté una leve vibración en su piel, fui despacio para que no se arrepintiera, ella al ver que no quería saltarme la promesa volvió a mi polla y la cogió con ambas manos, por la parte de arriba de ellas todavía sobresalía un trozo y el glande.

Según iban subiendo las manos por los muslos, sin darse cuenta iba separando las rodillas, las manos se pararon al llegar a la ingle, una en cada muslo no llegaron a tocar más, Felisa se quedó inmóvil esperando impaciente, movió el culo levantándolo un poco y separando más las piernas.

Las manos pasaron por las ingles sin tocar los labios, ella se removía intentando dirigir su coño por donde pasaban mis manos.

Al llegar al pubis noté que no tenía vello, me acordé del coño peludo de Paz, mi hermana estaba afeitada, lo noté porque al rozar a contrapelo se notaba que raspaba un poco, crucé mis manos sobre el pubis y las bajé cambiadas, ella se desesperaba pues ansiaba que la tocara, al fin le rocé los labios, Felisa elevaba el culo para que la rozara y lo hice apenas sin tocarla, había abandonado un poco a mi polla para concentrarse en su coño.

Se lo hice desear, pasó una pierna sobre mí y las dejó totalmente abiertas, acerqué la cara y olí el coño, nada parecido a Paz, era un olor fuerte pero salado, mi hermana se removía, debía tener el coño abierto porque olía a mujer caliente.

  • Felisa…
  • ¡Qué!
  • ¿Te puedo pedir una cosa?
  • ¿Qué cosa?
  • ¿Te puedo dar un beso?
  • ¿Adónde?
  • Aquí, en los labios…
  • ¿Un beso en los labios?
  • Claro, es lo natural.
  • Bueno pero sin pasarse.

Me acordé de Paz, había aprendido adónde debía besar y lamer para darle el máximo placer y me lancé al clítoris de mi hermana en picado, lo absorbí y lo sujeté con los dientes sin apretar demasiado mientras con la punta de la lengua lo agitaba a mucha velocidad.

Mi hermana se volvía loca, no quería gritar pero gemía, no quería cerrar las piernas pero las agitaba y con ellas las tetas volaban de un lado al otro, la única solución que pensó fue coger mi polla que apuntaba al techo y meterla en la boca chupándola con desesperación.

No paré de chuparle el coño a Felisa, ella gimiendo y jadeando rodó sobre mí y se subió tragándose la polla dejando su coño sobre mi cara, las tetas me caían por los costados y las cogí pellizcándole los pezones.

Se corrió en mi cara, me mojó como si se orinara, hundiendo la polla en su garganta a la vez, al momento pasó las rodillas hacia adelante sentándose en mi cara, ahora tenía a mi alcance su culo y su coño, salté de uno al otro, noté su vagina manar flujo espeso que yo tragaba y su culo palpitaba abriéndose y cerrándose, tampoco tenía vello en el culo como Paz y la lengua pudo entrar un poco en el agujero.

Su segundo orgasmo me sorprendió al meter la lengua en el culo, su cabeza cayó desmayada al lado de mi polla mientras el orgasmo la sacudía por entero.  Cuando se repuso cogió con fuerza mi polla y con dos manos la agitó metiendo sólo el capullo en la boca con los labios cerrados.

No pude aguantar mucho, desde la nuca, por la espalda y hasta los huevos me saltó una descarga que terminó cuando la leche empezó a salir como un volcán en la boca de Felisa.  Tosió y estornudó al tragar, yo seguía lamiendo el coño de abajo arriba, lo tenía totalmente abierto y los labios dejaban al descubierto el clítoris y la vagina para mí.

Mi hermana no quiso parar ni cuando mi polla dejó de manar leche, quiso seguir chupando y no la dejó relajarse, apenas blandeó un poco pero sus lamidas la mantuvieron dura, yo también seguí lamiendo el coño y amasándole las tetas, la polla volvió a ponerse dura del todo y el clítoris también se endureció como una almendra.

Felisa empezó a mover las caderas imitando una follada sobre mi boca, la lengua se paseaba desde el pubis hasta el coxis y cuando le atacó el brutal orgasmo se derrumbó.  Caída sobre mí la dejé reponerse, no reaccionaba ni a las caricias que le hacía en el coño ni en el culo, pude meterle el dedo hasta el fondo y no se inmutó, al sacarlo el agujero quedó como una O pero pronto volvió a su estado hermético.

Cuando pudo levantarse sólo me recordó que de todo esto ni una palabra a nadie, no hacía falta recordármelo, ya sabía que aquello era para los dos… o quizá no.

La señora Paz me recibió con su cara alegre de siempre, parecía que no había pasado nada entre nosotros y no cometí el error de recordarlo, la traté con todo el respeto que se merecía y sólo cuando me despedía de ella al llevarle las muestras de las letras para bordar las toallas me dijo que tenía un regalo para mí.

No estoy acostumbrado a regalos, los únicos que mi madre me da vienen a 100 por hora y en forma de zapatilla de la talla 37 y mi hermana hasta ahora no se había estrenado, aunque si bien se mira ahora es cuando empezaba a hacerme alguno o por lo menos yo lo consideraba así.

Parecía que le acababa de venir la idea a la cabeza cuando ya estaba en la puerta, me hizo volver al salón y me ofreció enseñarme el regalo, no tenía ni idea de lo que podía ser pues yo no necesitaba nada especial y Paz parecía mantenerlo en un secreto importante.

  • ¿Sabes que he estado pensando?
  • Pues… no.
  • He estado pensando en hacerte un regalo, eres un chico muy aplicado y eso se debe premiar, tú has hecho por mi mucho más de lo que crees y estoy en deuda contigo, lo único que te ruego que seas muy discreto, para mí ha sido un esfuerzo importante pues no estoy acostumbrada a estos detalles.
  • No se preocupe por mí, no creo ser merecedor de nada, le aprecio por lo que es usted, además de la madre de Fidel mi mejor amigo, es la forma en que me ha tratado siempre, lo que le dije el otro día de que es bonita y que tiene un pelo muy lindo lo dije de corazón aunque nunca me hubiera atrevido si no me hubiera invitado a la “paloma”.
  • Jajaja, o sea que si no es por la “paloma”, yo no sería guapa ni mi sonrisa sería simpática.
  • No, no es eso, lo que pasó es que siempre me ha parecido admirable la forma que me ha tratado igual que a su hijo pero me daba pena verla tan apagada, con ese vestido negro y el moño en la cabeza como las viejas.
  • Jajaja, es cierto y es curioso que si no me lo dices tú me no hubiera dado cuenta, por eso te hago este regalo, espera un momento, siéntate ahí que ahora vuelvo.

Quedé sentado esperando como un “chico bueno” en el colegio y cuando Paz apareció no la reconocí, vestía una falda con vuelo por debajo de las rodillas de color azul marino y una camisa rosa pálido, además y lo más importante es que había soltado el pelo y lo había repartido por los hombros, incluso en mi ignorancia noté que en los ojos tenía un brillo azul.

No se acercó, sino que en medio del comedor dio una vuelta entera y la falda se levantó por encima de las rodillas, entonces me di cuenta de que  también llevaba unos zapatos con poco tacón pero que realzaba las pantorrillas.

Cuando quedó otra vez frente a mí sonrió de una forma diferente, no era la sonrisa cariñosa de siempre, al principio me miró y sonreía al ver la cara de pasmado que hacía pero según se iba acercado se puso seria y sus ojos se clavaron en los míos, yo no podía procesar aquel cambio de mirada pero cuando me cogió de las manos y tiró de mi hacia ella me dejé llevar.

  • ¿Te gusto?
  • Sí, mucho.
  • ¿Qué te gusta más de mí?
  • Todo pero sus ojos me vuelven loco.
  • ¡Chiquillo!  Eres un cielo.
  • Si usted lo dice…
  • Sí y te mereces subir como los ángeles.

Quedé sin saber que contestar pero de momento noté los labios de Paz en los míos, nunca me había besado una mujer y menos en la boca y la verdad no sentí nada especial incluso cuando Paz entreabrió los labios y asomó su lengua en los míos, no supe reaccionar y Paz se quedó esperando, cuando se separó de mi sonrió.

  • Eres un encanto Abel, te mereces lo mejor, ¿te acuerdas de la negra?
  • *Sip, lo siento Paz, fue porque nunca había estado cerca de una chica y al decírmelo***

Fidel… * ¡Ay Fidel… éste crío, no sé qué hacer con él!, es todo inocencia pero muy curioso. * Eso creo, a mi la oveja no me acaba de convencer. * Jajaja, por eso te hago este regalo, la negra ya no es negra. * ¿No, que le ha hecho? * Jajaja, ¿no te imaginas?, la he pelado. * Pobre oveja, me gustaba tan negra. * No te preocupes, la negra sigue con su lana negra, la que ya no es negra es ésta, mi negra.

Se retiró un poco alejada y levantó la falda ancha despacio, fui viendo las rodillas, los muslos y al fin se acercó frente a mí y terminó de subir la falda hasta la cintura.

Nunca había visto un coño de mujer completamente depilado, lo cierto es que no se parecía en nada al de la oveja, Paz tenía unos labios completamente cerrados, el pubis marcaba el triángulo oscuro de su pelo moreno recién recortado, quedé hipnotizado ante aquel monte de Venus, me acordé de mi hermana, le chupé el clítoris sin llegar a verlo, a Paz también le había lamido el coño pero con una melena que le cubría todo, ahora era diferente, estaba deseando verlo por dentro y a la vez me gustaba ver lo perfecto que era.

Ya no olía a anís, estaba perfumado y olía tan suave que parecía una fruta tropical, cuando se acercó más me cogió la cabeza con las dos manos y puso un pié sobre el asiento del sofá, los labios se abrieron un poco y vi el clítoris rosado despejado que anteriormente vi rodeado de vello.

Fue como un imán para mi boca, mis labios se abrieron, pasó entre los suyos y casi sin darme cuenta estaba lamiendo aquel bultito que cubierto de su piel fue creciendo duro entre mi lengua y el paladar.

Rodeé su culo con los brazos y pegué mi cara entre sus piernas, Paz soltó la falda y me cubrió debajo de ella, por un momento estuve a oscuras lamiendo y chupando cogido a su culo, cuando se hizo la luz otra vez la falda había desaparecido y no sólo la falda, estaba completamente desnuda.

Al mirar hacia arriba, entre sus tetas vi su cara que me sonreía pero sus ojos no, me miraba fijamente a los míos y me levanté pegado a ella, el beso que me dio fue completamente diferente al primero, ésta vez fui yo quien la abracé por la cintura y busqué su boca, ella me esperaba y mi lengua fue la que encontró la suya, su boca sabía a algo especial y mi polla se pegó entre sus piernas justo a la altura de la que tenía sobre el sofá.

A la vez que la besaba ella me soltó el pantalón y dejó salir la verga que se alojó entre sus labios.

  • Abel, ¿sabes cómo se hace el amor?
  • ¿El amor? No, yo sólo quería metérsela a la negra.
  • Mmm, eso quería decir pero no quería decirlo tan directo…  ¿Tú sabes follar?
  • Follar no, no llegué a meterla aunque Fidel insistió mucho.
  • ¿Por qué no la metiste?, debía dar mucho gusto.
  • Porque cuando tenía la polla frente al coño de la oveja me acordé del suyo y se me bajó.
  • ¿De verdad?  Que detalle, me gusta que me lo digas, ¿tú crees que si empujas ahora me la meterías?
  • No lo sé, sería la primera vez.
  • Prueba a ver.

Paz no cambió de postura, me atrajo hacia ella y me cogió la polla, la llevó hacia su coño pero antes se mojó los dedos y los pasó entre sus labios, mi verga estaba a 45º y ella tuvo que ponerse de puntillas para que el coño se alineara conmigo, cuando me notó en la entrada ella misma me abrazó y entré en ella hasta casi el fondo, el segundo empujón lo di yo porque ella me esperaba con la cadera adelantada, me hundí en ella y suspiró en mi oreja, yo le besé en el cuello y me dijo…

  • Abel, muévete, primero despacio y cuando esté suave vas más de prisa.
  • ¿Así Paz?
  • Sí, cielo así, lo haces muy bien.

Mis caderas empezaron a bombear y con dificultad le fui metiendo la polla pero ella no estaba cómoda y yo tampoco, me temblaban las piernas y Paz lo notó, con suavidad me separó y me empujó hasta el asiento del sofá, se puso de rodillas sobre mí y se dejó caer sobre mi polla vertical.

Nunca pensé que el contacto del coño abriéndose para mí me daría tanta impresión pero cuando sentí que se sentaba en mis piernas los huevos quedaron pegados a su culo, Paz miró al techo y suspiró profundamente, le cogí las tetas las besé, me pasó los brazos por el cuello y sólo dejó el espacio entre los dos para que mis manos acariciaran sus tetas.

Subió lentamente y cayó de golpe, le gustaba hacer eso y clavarse la verga desde el glande hasta los huevos, cada vez que me notaba en su interior gemía y volvía a subir, yo procuraba sacar la polla más para que gozara más pero ella me susurró…

  • No te preocupes, ponte cómodo, yo me meteré la polla que necesite.
  • Como quiera.
  • ¿Cómo estás, Abel?
  • Muy bien Paz.
  • Quiero decir si te vas a correr pronto.
  • Creo que sí.
  • Vale, te espero, yo ya estoy a punto.

Ya no me aguanté y cuando subía y bajaba disfruté del roce de mi polla con su vagina hambrienta hasta que le dije.

  • … P… Paz, ya no aguanto más, me voy a correr.
  • ¿De verdad cariño?, espera que te alcanzo.

Parecía un caballo desbocado, empezó a saltar sobre mí, llegaba justo al capullo y se hundía de golpe, saltaba y gritaba hasta que exploté, noté cómo me derramaba en su coño, la leche salía por mi tronco cuando bajaba y me llenaba los huevos, estaba espesa porque se mezclaba con sus flujos espumosos.

Noté cómo me presionaba el capullo con sus músculos y me escurría, noté un escozor en la espalda y cuando se separó de mi vi que tenía sangre en las uñas, era mi sangre del arañazo que me dio, no me importó porque sabía que me iba a curar y no con alcohol como a su hijo, a mi madre le diría que me arañé al pasar por debajo de un peral.

El ruido de tapón y el frescor en el tronco me indicó que la polla se había salido, ella estuvo algunos minutos más sobre mis piernas, mi polla ya no estaba en ella pero sus tetas todavía me pertenecían, un último beso dio por terminado mi estreno con una mujer.

  • Paz, ¿adónde está Fidel?
  • En el prado, como siempre.
  • Ah, lo imaginaba, estará con las ovejas.
  • Sí, seguramente se habrá follado a la negra, ¿lo envidias?
  • No, de ninguna manera, me gustaría contárselo pero no puedo.
  • Desde luego que no, debes aprender a guardar un secreto, cuando Fidel te contó lo de la negra yo lo oí por la ventana, por eso estaba en la choza esperándote.
  • ¿De verdad?
  • Si, no quería que te estrenaras con un animal como el tonto de mi hijo.
  • Gracias Paz.
  • De nada Abel.
  • Pero Fidel es mi amigo, no me gusta que ande por el monte metiendo la polla en el primer agujero que vea.
  • A mí tampoco pero… que le voy a hacer, eso es cosa de hombres, yo no puedo hacerme la enterada y decirle… hijo no te folles a la negra, ¿entiendes?
  • Claro pero no sé cómo podría convencerlo sin contarle nada.
  • Ahí sí que no puedo ayudarte, si ya eres mayor para metérmela y juro que me ha encantado, también debes saber cómo aconsejar a tu mejor amigo sin contarle la verdad.
  • No sabía qué hacerse mayor era tan difícil.
  • Jajaja, pues no te has equivocado cuando me has metido esa maravilla que tienes entre las piernas, truhan.

Cuando salí de casa de Paz iba flotando, me había descargado los huevos totalmente y sabía que ella también había disfrutado mucho pero me pesaba la tarea de convencer a Fidel que cambiara de agujero.

En casa todo seguía igual, bueno ahora me fijaba más en la ropa que veía tendida, mi madre era muy discreta y en los  hilos de tender siempre ponía la ropa interior, sobre todo las de ellas escondida entre las sabanas o toallas pero ya me fijaba y distinguía fácilmente la de mi hermana y la de mi madre.

Curiosamente Felisa tenía más tetas que mi madre, en cambio las bragas de mi madre eran enormes al lado de las de mi hermana pese a que tampoco las usaba pequeñas.

Lo que sí me di cuenta de que mi hermana cambió y fue modernizándose, lo comprobé al verlas tendidas y por una discusión de tantas que tenía con mi madre, ésta estaba acostumbrada a comprarle lo que le gustaba a ella y no contaba con Felisa, en cambio Marta elegía ella misma pues Paz era mucho más permisiva.

  • Felisa ¿Qué ha pasado que os he oído discutir?
  • Nada lo de siempre, que mamá quiere que me ponga lo que a ella le gusta y yo ya estoy harta.
  • Sí, ya he visto tendido un sujetador negro muy bonito.
  • Sí, era por eso, dice que parece que voy de luto y muy descarada, que se me ven las tetas y que voy provocando.
  • No es verdad, las tetas las tienes ideales y con esa prenda estarás preciosa.
  • ¿De verdad Abel? Ay, gracias, menos mal que me entiendes, ¿lo que dijiste el otro día sobre mis tetas era de verdad?
  • Claro Feli, tienes unas tetas divinas, las de Marta también están muy bien pero con las tuyas me pierdo en ellas y las tienes muy sensibles, de verdad y… pero, ¿de dónde has conseguido eso?
  • Gracias Abel, eres un sol.  Me lo compró Marta como si fuera para ella, su madre no se mete en esas cosas, es una buena mujer, qué pena que mamá no sea igual, lástima que vaya siempre de luto, debe ser joven y esconderse así de la gente…
  • No creas, digo… eso mismo que dices, debe ser joven y no le vendría mal vestirse y soltarse el moño.
  • Vaya Abel, si que estás enterado de las cosas de mujeres.
  • Que va, si no llega a ser por ti y… por Marta, estaría pez.
  • ¡Ah!, Marta me ha dicho que se lo pasó muy divertido, a ella le pasa como a mí, todavía no hemos tenido novio y no hemos estado con ningún chico, bueno contigo un poco pero eso no cuenta, sólo era un juego.
  • Sí, eso digo yo, sólo un juego, entonces, ¿no habéis hecho nada con los chicos?
  • ¿Cómo quieres que lo hagamos?, en el pueblo no hay nadie que nos guste y no nos dejan salir a la discoteca del otro pueblo.
  • Y ¿cómo os apañáis?
  • ¿Cómo va a ser?, igual que tú.
  • ¿Igual que yo, si vosotras no tenéis lo mismo que yo?
  • Bueno, igual pero al revés.
  • ¿Cómo?
  • Joder Abel, a veces pienso que estás tonto.  Tú necesitas meter y nosotras que nos metan, entonces nos metemos lo que tenemos a mano, ¿no te acuerdas cuando te tocamos la polla hace tiempo?
  • Si, estabais mirándoos la “cosa”.
  • Jajaja, no Abel, nos estábamos masturbando, nos frotábamos el coño y nos corríamos una delante de la otra.
  • Aaah, no me di cuenta.
  • Claro y cuando te tocamos la polla nos calentamos mucho y al marcharte nos volvimos a hacer un dedo.

Lo del dedo no hizo falta que me lo explicara pues lo hizo apuntando el dedo corazón a su coño, de pensarlo solamente la polla se me puso dura y ella antes de dejarme me la cogió por encima del pantalón y me sacó la lengua burlándose.

A Fidel ya no lo miraba como mi amigo “el enterado” , ahora era yo el que iba más adelantado en temas sexuales aunque él no lo sabía, seguía presumiendo que se follaba a las ovejas que quería y yo no sabía cómo explicarle que la de una mujer aunque fuera mayor era infinitamente mejor.

Tan ciego estaba con los animales que no se fijaba en la madre y la hermana que tenía, ni tan siquiera en mi hermana ni en ninguna otra chica, esto me exasperaba pues yo quería desviar su atención sin descubrir a las mujeres y a veces le preguntaba por si en su casa había visto algo fuera de lo común, me contó que una vez se cruzó con su hermana saliendo de la ducha y que le vio el culo, yo me animé y le entré por ahí pero pronto cambió de tema y siguió con sus “chicas”.

La tarde que mi hermana me contó que era el cumpleaños de Marta y que me había invitado también a su casa me alegré y mucho más cuando me dijo que su madre se iba a ir para dejar que se divirtieran a solas, su hermano no estaría y yo sería el “macho” de la reunión.

Casi se me escapó decirle que su madre estaba bordando una toallas para regalárselas y me mordí la lengua, la atención se desvió al verla recibirnos, entre mi hermana y yo le compramos una tarta y yo añadí un ramo de flores, nada del otro mundo pero a ella fue lo que más le gustó, era el primer ramo que le regalaban y me premió con un beso muy cerca de mi boca.

Al momento salió su madre que se iba a la calle, iba vestida con un vestido gris clarito, con motitas que ya era mucho menos adusto que el negro, la falda que me enseñó todavía no era procedente para la calle y me gustó que la estrenara conmigo.

La mujer al verme se sorprendió y sonrió maliciosamente, se imaginó que conociendo un poco a su hija no sería difícil que intentaran algo conmigo.

Después de los besos de saludo las chicas empezaron a hablar y contarse los regalos y lo que tenían previsto comprarse, yo las atendía sin mucho interés hasta que empezaron a probarse las novedades de Marta, otra vez me tocaba ser el juez y a mi todo me parecía bien dando mi opinión al “tún tún” pues habían cosas que realmente no les quedaban bien.

Por las miradas y comentarios me di cuenta de que el principal objetivo del pase de modelos era ponerme caliente y lo consiguieron, cuando ya vieron que la polla me bajaba por el camal fueron cambiando y en vez de ponerse cosas se las iban quitando, ya se dejaban un tirante por colgar o una copa se desprendía dejando una teta colgando o abrían las piernas para que se les viera las bragas.

Cuando ya era muy descarado me decidí a pasar del ver al tocar, a ellas no les pareció mal y desde el señalar con un dedo a coger con la mano abierta todo fue un suspiro, ellas tampoco se cortaban y me pasaban la mano por la bragueta tanteando lo dura que ya la tenía.

Esta vez fue mi hermana la que me propuso quitarme los pantalones ofreciéndose a quitárselos ellas también primero, me dejaron sin “excusa” y lo tuve que hacer, con los calzoncillo repletos de carne dura pude ver la silueta de los labios verticales de ellas y como ya vi el coño depilado de Paz deduje que las chicas también lo llevaban y no le di importancia.

Propusieron jugar a algo, entonces no conocía nada sobre los juegos del Streep Pocker  y demás pero el tema de pagar prendas siempre ha existido y el inocente juego el “veo-veo” sirvió como el mejor, el resultado fue lo que se esperaba, al poco rato los tres estábamos tan desnudos como vinimos al mundo.

El dato de que no les llegué a ver el coño a las amigas, a mi hermana no se le olvidó y fue la primera en procurar enseñármelo y por inercia Marta también se apuntó.

Recordé la comida de coño a oscuras a mi hermana, se me hizo la boca agua y la polla como una estaca, una vez desnudos faltaba dar el pistoletazo de salida, todos estábamos en nuestras marcas y Marta siguió con el “veo-veo” y como prenda el dar besos en diferentes sitios.

Ni que decir tiene que las tetas y la polla fueron los primeros objetivos pero el estar sentados frente a frente en el suelo con las piernas cruzadas era un buen escaparate para seguir apostando.

No era fácil evitar fijarse en la humedad que desprendían aquellos coños ni las gotas que se me escapaban de líquido pre seminal y éste fue el primero que probaron cuando me tocó a mí.  Felisa me mandó dar un beso adonde quisiera de Marta, ella ya lo había experimentado la última vez a oscuras y ésta vez sería a plena luz, Marta no esperaba que el clítoris fuera el objetivo y confiada se tumbó de espaldas y separó las piernas.

Quedó sin respiración abriendo los ojos y mirando a mí hermana, ésta sonreía pues sabía lo que estaba sintiendo ya que mi cabeza estaba entre sus muslos y la lengua hacía un ruido propio de las lamidas y chupadas que la llevaban al cielo.

Continuará.

Si les gustó valoren y comenten.

Gracias.