Por culpa de la oveja negra (20) FINAL

Doña María cumplió lo prometido y lo agradecí hasta el último aliento, mi destino estaba encaminado y me organicé para empezar mi carrera hacia el futuro prometedor con la mejor compañía.

Cuando llegué a casa Regina ya me esperaba, parecía impaciente cuando me cogió del brazo y me llevó aparte.

  • Abel, te estaba esperando desde hace un rato, ¿dónde estabas?
  • Estaba haciendo unas gestiones ¿pero… ya me quieres controlar?, yo soy el jefe, ¿no? Jajaja.
  • ¡Qué ganas de broma tienes!, sabes que no se me ocurriría pero doña María va a tener visitas, sus amigas vienen para visitarla, quiere presentarte como su heredero y ya sabes lo cumplida que es.
  • Bueno ¿y qué? Cuando vengan las saludaré y ya está.
  • Nooo, ella quiere impresionarlas, me dijo que la vistamos lo más elegante que podamos.
  • ¡Pero si está en la cama!, ¿para qué quiere que la vistamos?
  • Ya la conoces, vamos, no perdamos tiempo, la aseamos y si podemos y no le duele le ponemos un vestido y la sentamos en su sillón.

Primero pasó Regina y yo la seguí con la mejor sonrisa, doña María nos urgió, estaba contenta y quería causar una buena impresión a sus amigas, especialmente a la señora alcaldesa.

  • ¡Daos prisa, mis amigas no tardarán en llegar!, aseadme para que esté guapa y me ponéis el vestido de los domingos.
  • Asearla sin problemas pero lo del vestido…
  • No es preocupéis, por lo menos intentadlo.

Ella misma destapó la sábana y quedó en camisón, era largo hasta los pies y con puntillas por todas partes y mientras Regina le pasaba una esponja jabonosa por las piernas se desabrochó el pecho y lo dejó preparado.  La miré de reojo y vi que pese a los años tenía una piel blanca y lustrosa, las tetas caídas no desmerecían nada al tener los pezones como galletas maría, empezó a mirarse cogiendo las mamas por todos lados y me dijo:

  • Abel, me gustaría que me pusieras crema por aquí, tienes unas manos muy suaves.
  • Como guste, usted también tiene la piel muy delicada, parece seda.
  • Cuando era joven me gustaba llevar escotes pero mi familia no lo permitía.
  • Es una pena, porque tiene los pechos preciosos.
  • Gracias Abel, me gusta que me lo digas, aunque sé que no es verdad.
  • No diga eso, además… son muy sensibles.
  • Eso sí y contigo he descubierto que todavía me hierve la sangre.

Mis manos resbalaron por el pecho de la señora esparciendo la crema y poco a poco fueron ganando terrenos pasando sobre las tetas, la señora miraba y sonreía complacida sobre todo cuando rodeé la areola que se encogió sacando el pezón.

El gemido que se le escapó demostró que le gustaba mi caricia y seguí con la otra teta, cerró los ojos concentrada en mis manos.  Regina viendo cómo la acariciaba cogió el talón de la pierna sana y lo levantó, al notarla sin peso la señora la separó de la otra.

Regina pudo, sin temor, ir subiendo la esponja entre ellas hasta casi la ingle, yo para más comodidad me senté a su lado en la ancha cama y con las dos manos a la vez le retorcí los pezones con mucho cuidado, María acercó las manos a sus tetas y las juntó apretadas para que sobresalieran más y ya me centré solamente en los duros pezones.

Regina me observaba desde los pies y señaló la entrepierna mojada, una mano siguió haciendo círculos sobre los dos pezones juntos y con la otra cogí la esponja de Regina, fui subiendo hasta la ingle y rodeé el pubis canoso, la señora me cogió la mano y la apretó contra sus tetas suspirando al notar mis dedos apretando los pezones, ya no me hacía falta la esponja y pasé la mano abierta sobre su Monte de Venus.

El pecho de la señora subía y bajaba llenando los pulmones de aire cada vez más deprisa hasta que paró en seco, mi dedo corazón había subido entre sus labios separándolos, lo hice lentamente sin presionar apenas, lo suficiente para que los labios menores se abrieran a mi paso hasta cerca del clítoris.

Regina estaba admirada de la paz que reflejaba la cara de doña María y prefirió dejarnos a solas, apenas se oyó cerrar la puerta la señora deslizó una mano hacia mi rodilla y siguió hacia arriba, pronto notó el bulto que buscaba y se aferró a él.

Con bastante dificultad solté el cinturón y dejé la cremallera bajada, su mano se deslizó como una serpiente y se coló debajo del calzoncillo.  Mi dedo ya se paseaba por su coño evitando llegar al clítoris, lo notaba caliente, húmedo y duro pero no lo tocaba, ella se removía lo poco que podía para que lo atrapara pero preferí ignorarlo.

Su mano ya se había apoderado de mi polla y bajó el prepucio hasta el máximo, con el puño cerrado alrededor del tronco rodeó el glande con el pulgar, insistió en el frenillo hasta que notó una gota de líquido pre seminal que recogió con la otra mano para llevársela a los labios.

Tiró de mi polla y tuve que acercarme a ella, mis pantalones cayeron al suelo y saqué los pies de los camales, no abrió los ojos, parecía estar ensimismada y no dije nada pero mi mano siguió en su coño cada vez más insistente, al llegar a su alcance olió mi capullo y lo besó, con la lengua probó la siguiente gota que se escurría y la saboreó.

Mis dedos entraron en su coño coincidiendo con su tragada de polla, jamás pensé que tuviera tal capacidad de aspiración, me pegué a ella atraído por el vacio de su boca hasta ver desaparecer casi toda la verga, mis dedos libres oscilaban al través sus labios y el clítoris mientras que el más largo se hundía en ella rozando sus pliegues.

Pareció que se atragantaba pero no dejó de chupar, se hundía la polla con avaricia hasta más allá de lo prudente, sin embargo, la pude oír entre arcadas...

  • Abel, ¡me corrooo, no pares por todos los santos, no pares ahora!

Y no paré, al contrario, seguí agitándole el clítoris y con la otra mano tiré del pezón levantando la teta como un embudo.  Me emocionó verla tan entregada y me corrí en su boca, ella no pudo tragar a la misma velocidad y cierta cantidad que salió le cayó por el cuello, en ese momento oí abrirse la puerta y de vi reojo a Regina que volvía con el vestido.

Discretamente esperó a que tragara toda la leche que pudo y que recogiera con los dedos la que rebosaba por su cuello, cuando abrió los ojos le enseñé mis dedos mojados de espuma blanca y me correspondió mostrando su lengua limpia.

  • Espero que se encuentre más relajada doña María.
  • Estoy como los ángeles, gracias Abel.
  • ¿Le probamos el vestido?
  • ¡Ah! ¿Regina, estabas ahí?, creí que habías salido, ¿qué te ha parecido?
  • Fue una buena corrida doña María.
  • Eso es, una buena corrida y una buena mamada, Abel estuvo genial.

Ya con premura intentamos vestirla pero no pudimos, solamente la incorporamos sobre unos almohadones y la cubrimos con un gran pañuelo de seda, Regina sacó la colcha más bonita que tenía y alisó la cama, a los pocos minutos sonó el timbre de la calle y enseguida se oyeron las voces escandalosas de las damas del pueblo.

Coloqué varias sillas alrededor de la cama y la señora muy contenta me presentó, me subió a las nubes con sus alabanzas e insistió para que tomara el té con ellas, les contó su decisión sobre su herencia y todas aplaudieron.

  • María, has tenido un buen acierto, Abel me parece un chico ideal, apuesto, inteligente y muy simpático.
  • No lo sabéis bien y sobre todo es muy eficiente, es lo mejor que podía pasarme, lástima que esté postrada en la cama, si no, me colgaría a su brazo para pasear por la alameda.  Jajaja.
  • ¿Y qué proyectos tienes Abel?
  • Pues… primero de todo aprender y no sólo en la tienda sino que tengo la intención de cursar una carrera o dos, ya veremos pero aquí es difícil porque ya no hay ni academia y necesitaré un buen maestro.
  • ¿Has dicho un maestro?, espera… mi cuñado Esteban acaba de jubilarse, María lo conoce, pasa muchas temporadas en mi casa, está muy encariñado con su hermano, el Alcalde, ya lo conoces, si quieres le hablo de ti, a él le vendría bien entretenerse, era catedrático en la universidad, lo que no sé de qué materia, creo que era algo de economía o empresas… no me hagas caso, no lo tengo muy claro.
  • Me está dando una idea, me gustaría hablar con él, precisamente es la persona que necesito y si de verdad se aburre le puedo ofrecer un trato, éste pueblo necesita una academia y como tiene alojamiento…
  • ¡Ah, eso sí, Esteban seguiría viviendo en mi casa, faltaría más!
  • Lo decía porque a lo mejor también le podía facilitar casa (pensé en la casa de Irene)
  • De ninguna manera, Esteban no se va de la mía.
  • Se nota que usted lo aprecia mucho.
  • Sí mucho, es una persona maravillosa, ya lo conocerás.

Cuando pude salir de la habitación me reuní con Regina, le conté emocionado lo que dijo la señora de su cuñado, se me había abierto una puerta para estudiar y nada menos que con un catedrático.  Regina sonrió al saber de quién se trataba y le pregunté por qué lo hacía.

  • No, por nada, sólo que el tal Esteban se está follando a su cuñada, la mujer del Alcalde, por eso no quiere que se vaya de su casa, jajaja, como ves todo tiene un porqué.
  • Vaya, eso está bien, menos mal que no era Julio el que se la beneficiaba, jajaja, al fin y al cabo todo queda en casa.
  • Está visto que para ti la edad no es un problema, jajaja.
  • Es cierto, por suerte todas las mujeres que me rodean son…
  • Dilo Abel, viejas, ese es el nombre.
  • De eso nada, son maduras y muchas ni eso, fíjate en ti, estás para follarte a cada momento, jajaja.
  • Eres incorregible Abel pero me gustas como eres.

Salí a dar un paseo y me acerqué a la Academia, ahora estando cerrada parecía un edificio muerto pero cerré los ojos y la imaginé con un luminoso nuevo de neón anunciando los futuros cursos, ya veía las clases llenas de alumnos y yo entre ellos,  sería otra obra mía, quería que el pueblo progresara igual que yo.

A mi cabeza acudían ideas nuevas fijándome en las oportunidades de negocio que había, pastelerías, librerías o incluso una administración de Lotería, jajaja, estaba borracho de ideas y yo sólo me reía de lo disparatadas que eran algunas de ellas.  Al pasar por una cafetería me tomé un café con leche y unos pastelitos, esto también me dio otra idea, el incorporar una sección de repostería en el supermercado, lo tendría en cuenta para el futuro.

Cuando volví a casa percibí un perfume distinto, no era tan fuerte como el de doña María, ni cálido como el de Regina, era fresco como las flores y supuse que sería de alguna de las damas.  Fui directo a mi habitación y al pasar por la de Regina noté que de allí salía el perfume, al tocar en la puerta me contestó una voz desconocida.

  • ¡Oh, perdón, no sabía…!
  • ¡Pasa Abel, no te quedes ahí!
  • No te había visto Regina, supuse que me había equivocado y no pensé que tenías visita.
  • ¿Cómo visita, que no reconoces a este bombón?
  • Pues… no, lo siento pero no, si la hubiera visto antes no la olvidaría.
  • ¿Ves lo que te contaba Rosana?  Abel es un caso.
  • ¿Quieres decir que esta belleza es tu hermana Rosana?
  • Elemental, ¿qué, no nos parecemos?
  • En nada, Sabina es diferente pero Rosana no tiene nada que ver con ninguna de vosotras dos, ¿cómo estás Rosana?
  • Muy bien, mi hermana me habló mucho de ti.
  • Espero que bien.
  • Desde luego que sí, también Sabina me contó algo, jajaja, parece que tienes a mis hermanas prendadas de… ti.
  • No lo creas todo, en todo caso es al revés y desde ahora también lo estoy de ti.
  • Ya te lo dije hermana, Abel es un seductor nato, jajaja.
  • Desde luego, no me lo creía pero ahora…
  • Bien, dejaos de cháchara, os invito a cenar fuera, hoy tengo mucho que celebrar.
  • Desde luego Abel, hoy te has cubierto de gloria con doña María y sus amigas.
  • La verdad estoy contento, ¡venga, a ponerse guapas y vamos a salir por ahí!
  • Lo siento Abel pero yo no puedo, no debo dejar a la señora sola pero vosotros sí debéis salir, divertíos, seguro que tendréis cosas que contaros.
  • ¿Te parece bien Rosana?
  • Sí claro, ¿por qué no?

Rosana era completamente opuesta a sus hermanas, era una joven sumamente delicada, con un pelo lacio casi blanco de tan rubio y con una cara angelical que iluminaba sus grandes ojos celestes, físicamente era extrañamente diferente a las otras hermanas, Sabina muy voluptuosa, con grandes pechos y anchas caderas que se marcaban todavía más por el contraste de su cintura de avispa, Regina al ser la mayor lucía un cuerpo maduro pero con todo muy bien colocado, en cambio la hermana menor era casi perfecta y digo casi porque todavía no podía opinar.

Me sentí muy honrado de salir con ella, no tenía experiencia en salir de noche y menos acompañado de una mujer, quería impresionarla pero no podía invitarla a ningún sitio más o menos lujoso porque básicamente no existían, sólo conocía alguna cafetería y poco más, además del bar de Rita pero éste estaba cerrado y de todas maneras en el pueblo no había mucho más adonde ir.

Dimos un paseo por el centro y tomamos unas tapas en un local típico, la conversación fue fluida, éramos jóvenes los dos, ella un poco mayor pero con una estatura parecida y unos gustos muy similares, conectamos enseguida, pronto empezamos a contarnos nuestras cosas, proyectos, inquietudes y por la conversación me cautivó.

Yo procuraba impresionarla y saqué todo mi arte seductor, que no era mucho por cierto, hasta entonces solamente había estado con mujeres la mayoría mayores que yo y con ellas no tuve muchos problemas, pues por diversas circunstancias intimé pronto o muy pronto.

Ahora era diferente, Susana era distinta y lo noté enseguida en mi mismo, sentí que debía conservar la estima de aquella chica y presentía que el trato debía ser diferente, me sentía apoyado por sus comentarios, pues todo lo que opinaba ella lo corroboraba, al poco tiempo de conocernos ya parecíamos almas gemelas.

Cuando la acompañé a su casa estaba cohibido, no sabía si despedirla como a cualquiera de las que ya conocía, darle un beso lo más ardiente posible y meterme en su cama o por el contrario valorar lo que tenía delante e intentar conservarlo.

Elegí la opción B, le di los dos besos de rigor en las mejillas, ella los recibió con verdadero afecto, no fueron fríos como normalmente se dan por cortesía sino con aprecio y voluntad de volvernos a ver.  Cuando llegué a mi casa, Regina tenía la puerta de su habitación abierta…

  • ¿Te ha gustado mi hermana, eh?
  • ¿Cómo lo sabes?
  • Jajaja, porque esa mirada no es la misma que me dedicas a mí.
  • Tú me gustas mucho más Regina.
  • Jajaja, pero no de la misma manera, las mujeres tenemos un sexto sentido y vosotros sois como el cristal, jajaja, parece que has visto a la Virgen y eso no quiere decir que lo sea, jajaja.
  • Ya me imagino y sí, me ha impresionado, es una persona perfecta, conectamos enseguida y lo pasamos muy bien.
  • ¿Tan rápido?
  • Nooo, no seas mala, no sé porqué con ella me siento diferente, si a ti te toco una teta o el culo o lo que sea me pongo como un burro, con ella no, cuando en una ocasión la rocé sin querer sentí como una descarga eléctrica por todo el cuerpo.
  • Uuuy, Abel, eso tiene un nombre…
  • ¿Un nombre, cual?
  • No te lo diré, ya lo descubrirás tú.
  • Me dejas perplejo…
  • Jajaja, ¡aunque tengas una polla tan maravillosa, eres un chiquillo!  Por cierto… ¿Qué planes tienes para esta noche?
  • No lo tenía pensado pero me gustaría investigar un poco en casa de Federico.
  • Si quieres te acompaño.
  • Me encantaría.

Al mover el libro que hacía de pestillo de la puerta secreta me dio un escalofrío, el silencio, la oscuridad de la casa intimidaba, no hacía tanto que vimos a los dos sodomizarse, quizá por última vez, ahora ambos habían desaparecido, tampoco visitaría la casa su padre, el maldito Justino.

Regina me cogió del brazo, también estaba sobrecogida, conocía la casa pues la había recorrido cuando estaban unidas y me guió por ella.  Federico era una persona ordenada y todo estaba perfectamente colocado, los muebles, los detalles de decoración y hasta la cocina mostraba un orden perfecto, cuando me llevó a su habitación tuve que encender todas las luces, me impresionaba estar en el centro de la vida sexual del malogrado Federico.

Regina curioseó los armarios, allí el orden era todavía superior, una colección de trajes y de ropa en general que asustaba, todo por colores, corbatas y suéteres, camisas, zapatos y demás todos limpios y planchados.

En una cómoda descubrimos los relojes, eran fabulosos, modelos suizos de lujo, algunos de oro y otros deportivos, cuando murió llevaba uno nuevo que le costó una fortuna pero lo que nos sorprendió fue lo que encontramos en el último cajón.

El orden llegaba hasta allí, vimos una colección surtida de consoladores y “plugs” anales, también había un látigo y varias paletas para castigar el trasero, por un momento me extrañó, sabía del gusto de Irene por el “bondage” pero de Federico no lo sospechaba.

Esto hasta que en una caja de ébano descubrimos unas fotografías de Federico presentando su culo a Julio que le hincaba la polla a la vez que su hermana les propinaba unas paletadas en sus culos, Regina no podía cerrar la boca de la sorpresa y cogió uno de los consoladores, era enorme y por curiosidad se lo puso entre las piernas, se horrorizó pensando el uso que podía haberle dado.

Salimos de allí deprisa con la promesa de volver un día con tiempo y redecorar la casa, si algún día iba a ser mía la quería a mi gusto y aquello no lo era.

  • ¿Has visto qué aparatos tiene?  Los hay de todos los modelos y tamaños, esos tan grandes es imposible que los pudiera usar.
  • A lo mejor eran para Irene.
  • ¿Tú crees?  Con lo delgada que es…
  • ¡Le caben, te lo digo yo!
  • ¡Abel, tú la has…!
  • Alguna vez.
  • Uf… no lo puedo creer, Abel, volvamos a mi cama, prefiero el tuyo.
  • Allí lo tendrás.

Cuando hablé con el catedrático nos pusimos de acuerdo enseguida, era un hombre muy jovial y demostró muchas ganas de enseñar, se le notaba muy culto y con don de gente, me dio una buena impresión y lo consideré para mi proyecto de la nueva Academia.

Una mañana, apenas abrir al público, me llamó Elsa, supuse que tendría que decirme algo importante pues quedamos que en horas de trabajo no nos distraeríamos con otras cosas, bajo mis instrucciones había reestructurado el despacho de Federico y lo había acomodado para mis tareas como jefe, por eso me extrañó que me esperara en él y no en su despacho que estaba al lado.

  • Abel, no quiero que te asustes pero me acaba de llamar Regina, me dijo que ha llamado al médico con urgencia porque la señora se encontraba mal.
  • ¡Dios!, espero que no sea nada preocupante, me voy volando, quiero estar a su lado, parece que conmigo se siente mejor.
  • No lo dudo, estoy de acuerdo, debes ir.

Crucé el pueblo en cuatro zancadas y me presenté en casa en el momento que el doctor salía de su habitación, Regina estaba en la puerta esperando y me cogió del brazo.

  • ¿Qué opina doctor, que le pasa a la señora?
  • No sé pero me preocupa, ha sufrido un amago de infarto, su corazón está débil, muy débil, las próximas horas son vitales, si le repite…
  • Gracias doctor, estaremos en todo momento a su lado pendientes de todo.
  • Sí, no deben dejarla sola, de todas maneras ya saben que deben llamarme ante cualquier novedad.
  • No lo dude doctor.

En la habitación en penumbra se oía respirar a la señora, estaba pálida y con los ojos entornados pero cuando me vio me hizo una señal de saludo.

  • Hola doña María, ¿cómo se encuentra?
  • Ahora mejor, al verte entrar se me ha alegrado el corazón.
  • Pues no debe hacerlo, no debe alterarse.
  • Contigo no lo puedo remediar.
  • Por favor no piense en eso ahora.
  • Jajaja, no lo puedo evitar, has sido mi salvación, me has hecho revivir, me siento feliz y no me pesa morir después de todo porque sé que eres una persona honesta, sí, me iría tranquila.
  • No diga eso, todavía no empecé pero le prometo que lo lograré, me sentiré orgulloso de conseguir lo que le prometí.
  • Y yo lo celebraré desde dónde esté.
  • Ni lo piense, todavía tiene que hacer muchas cosas.
  • Si en algo siento morirme es por eso, me apena no seguir disfrutando de tus atenciones y caricias.
  • Eso no tiene importancia, usted se merece todo, es un ángel para mí.
  • No lo creas, te acordarás de mi cuando tengas problemas difíciles pero estoy segura que podrás con todo, con mis hijos no tuve suerte, mi Federico me decepcionó, pensaba que se casaría, que formaría una familia, en fin que me daría herederos, nietos y nietas pero no, eligió otro camino diferente, me resigné a su condición y confié en Irene pero ya ves, ella tenía sus filias, tenía gustos diferentes, sufrí mucho cuando me di cuenta aunque cuando se casó esperé que se reformaría.
  • Sí, es una pena.
  • Pero no tuve suerte, al revés, encontró a un hombre que se inclinó por mi hijo despreciándola a ella, aunque entre los dos la complacían en sus gustos íntimos, una desgracia Abel, una verdadera desgracia.
  • Lo siento doña María, usted se merece estar rodeada de una familia que la quiera, llena de gente joven y que la haga feliz.
  • Para eso te encontré a ti, has sido mi salvación, ya no contaba con nada, ¿para qué quiero mi dinero?, he trabajado toda la vida para nada.  Snif, snif.
  • No llore por favor, deme la mano.

Cogí su mano y la noté fría, noté que respiraba con dificultad pero sonreía,  cerró los ojos y se durmió, no solté la mano durante una hora que estuvo durmiendo, Regina se asomó para ver cómo estaba y se emocionó al ver la escena.

  • Si quieres déjala ahora, está durmiendo tranquila, descansa tú también.
  • No, no la dejaré, ella me quiere a su lado, lo noto en su mano, está relajada pero me sujeta fuerte para sentirme con ella.
  • Eso es que te quiere mucho Abel y lo mereces, eres una persona especial para todos y a todos nos haces felices.
  • No digas eso, sólo soy un chiquillo que no sabe nada de la vida.
  • Ni lo pienses, eres un hombre con pocos años pero con un corazón que no te cabe en el pecho, vas a tener éxito en todo lo que hagas.

Regina se acercó y me besó en la frente, me supo mejor que si me lo hubiera dado en la boca, en ese momento yo también necesitaba ternura y hubiera dado cualquier cosa para que me la hubieran dado.

Doña María se movió y notó que seguía con su mano entre las mías, sonrió, volvió la cara hacia mí y me miró a los ojos con una mirada que nunca le vi, parecía apagada pero feliz y tiró de mi mano, dejé que se la llevara con ella y la besó, me emocioné al notar sus labios y sus lágrimas en mis dedos.

Dejé mi mano a su disposición y ella la dejó sobre su pecho, yo notaba cómo respiraba agitadamente con cierta dificultad y esperé a que volviera a dormir pero ella no soltó la mano y la fue deslizando hasta su teta izquierda, la noté caliente y blanda debajo del camisón de seda, mantuve la mano quieta hasta que ella abrió los botones del camisón y pasó su mano sobre la mía, la dejó sobre su pezón y la apretó con la suya.

Su respiración se hacía cada vez más agitada pero seguía sonriendo, yo estaba emocionado, aquella mujer me quería y yo a ella, me seguía mirando y sonriendo, frotó el pezón con su mano sobre la mía hasta hacerlo salir, creció duro como nunca entre mis dedos y me liberó la mano, yo seguí acariciándola pero ella buscó mi otra mano y la sostuvo en el aire, pensé que iba a hacer lo mismo con ella pero sentí el roce de su dedo corazón en mi palma como cuando yo le abrí los labios del coño.

Comprendí que aquella mujer, tan respetable necesitaba mucho amor en todas sus vertientes, quería irse de éste mundo sintiéndose feliz y querida, con el roce de sus dedos me decía lo que deseaba, con suavidad levantó la colcha y deslizó su mano con la mía guiándola hasta su vientre, cuando la tuvo sobre su pubis mullido me dejó sólo, ya sabía lo que tenía que hacer porque le gustaba cómo lo hacía.

Mi dedo pasó sobre su piel suave y encontró a los labios tibios, los separó y siguió entre ellos, el corazón de la señora palpitaba fuertemente debajo de mi mano sobre su pecho, con dificultad y dolor separó la pierna sana todo lo que pudo y me dejó que llegara hasta su vagina, las dos manos se aplicaron a darle el placer que anhelaba y lo consiguieron.

Doña María abrió la boca jadeando, apenas podía mover la cadera pero se acercaba para que pudiera darle más y más placer, de pronto se irguió, me miró fijamente con una mezcla de miedo y placer y se corrió con un suspiro hondo agitándose varias veces, de su garganta salió un sonido grave, como un ronquido, se aflojó suavemente y sus músculos se relajaron, la cabeza que estaba rígida hacia atrás se inclinó hacia mí y con una sonrisa llena de paz me dedicó su último suspiro.

Todavía estuve unos minutos acariciando su piel suave y cuando los retiré los besé, lloré sobre la mano abierta de la señora y así me encontró Regina cuando volvió a entrar.

  • ¡Dios mío!  ¿Qué ha pasado?, ¡pobre mujer!, no la olvidaré nunca,
  • Ni yo, ha partido en paz y feliz, no lo esperaba, ha sido tan rápido, no pude ni avisar al doctor.
  • No es culpa tuya, ha tenido una muerte muy dulce… ¿y tú, cómo estás?
  • Ya lo ves, hundido, era la mejor persona que conocí.

Regina se arrodilló a mi lado, me abrazó y lloramos juntos.  Las exequias fueron muy solemnes, además de conocida era muy apreciada y acudió mucha gente importante al entierro, las coronas de flores llenaron la calle y en el entierro fuimos por las calles del pueblo hasta la Iglesia adonde se celebró un funeral solemne, luego la seguí al cementerio detrás del féretro acompañado de Elsa y Regina, éramos la única familia y representábamos a todo los empleados del Súper,  cuando presidimos el pésame todos nos presentaron sus respetos.

El señor Notario no tardó en citarme, me acompañaron Elsa y Regina que hicieron de testigos, la lectura del testamento fue rápida, como había dispuesto doña María me dejaba todo a mí y me emocioné al recibir la mano de felicitación del Notario.

Cuando salimos a la calle todavía tenía hipo de la emoción pero en la plaza del pueblo me despedí de las dos, a Regina le dije…

  • Hasta luego Regina, nos veremos esta noche.
  • Sí Abel, lo que tú digas.
  • Adiós Elsa, mañana tengo que hablar contigo, déjame pensar.
  • Hasta mañana Abel.

De allí fui al bar de Rita, me pareció más bonita que nunca y Manolo lo corroboró, él también había cambiado por completo, había ido a la peluquería, lo habían afeitado y cortado el pelo, vestía su mejor ropa y parecía mucho más joven…

  • ¡Estás espléndido Manolo!
  • Ya se lo dije yo, parece otro, no sé cómo no me di cuenta antes, jajaja.
  • Shht, ni lo sueñes, ya tengo reservados unos planes para Manolo.
  • Uuuy, si no te conociera pensaría que me lo quieres quitar, jajaja.
  • De eso puedes estar tranquila, jajaja.
  • Ya lo sé, ¿qué quieres de comer?
  • ¿No lo sabes?  Lo que tengas, como siempre.
  • De eso no te va a faltar.
  • Eso espero, hoy te voy a acompañar hasta que cierres.
  • Pues cerraré muy pronto.

Se lo dije al oído para que Manolo no lo oyera aunque sonrió sospechando algo, cuando se fueron todos me despedí de Manolo y le dije que no se comprometiera para el fin de semana siguiente, el sonrió ilusionado y me abrazó.

Aquella tarde la pasé con Rita, era un amor, el carácter generoso que repartía en el comedor era sólo la punta de iceberg de cómo era ella en la intimidad, era una mujer con la que se podía estar un día entero sin tocarla y estar empalmado todo el rato, destilaba sensualidad y cariño, era un cielo y se me pasaban las horas sin sentir, tanto follando como hablando era la mujer perfecta.

Otra de sus virtudes es que era tremendamente sincera y sus orgasmos eran tan reales que difícilmente podía aguantar sin correrme, ella prefería esperarme y hacerlo los dos juntos, ambos estallábamos de placer, nos estremecíamos entre espasmos en todos los sentidos para quedar exhaustos pero con ganas de empezar de nuevo.

Aquella tarde no fue diferente, con su habilidad en acelerar y frenar sus sensaciones consiguió como casi siempre acompañarme en mi corrida, los gemidos, jadeos y gruñidos se mezclaron sin pudor, entre mordiscos involuntarios o besos entrecortados, derrochamos fluidos mezclándolos y bebiéndolos con sed insaciable.

  • ¡Aaaah, que maravilla!  Cada día me haces más feliz.
  • Y tú me subes al cielo, estoy esperando verte aparecer por la puerta, me mojo con sólo pensarlo, me gustaría que durara para siempre.
  • Y a mí pero eso no depende de nosotros solos, aunque podemos intentarlo, Rita, he pensado una cosa pero primero quiero saber tu opinión, es importante para mí y creo que para ti también.
  • Me asustas Abel pero me intrigas.
  • Mira Rita, eres una mujer especial para mí, creo que lo sabes y no quiero dejarte marchar, mi vida va a cambiar bastante a partir de ahora pero no por eso voy a alejarme de tu lado.
  • ¡No querrás que seamos novios!  Jajaja.
  • Nooo, aunque sería un placer, prefiero seguir siendo tu… amigo especial por mucho tiempo pero además quiero ser algo más, quiero ser tu socio, me gustaría ayudarte, ahora ya lo puedo hacer, lo voy a hacer, estar a tu lado, emprender proyectos nuevos contigo, quiero que progreses, te mereces todo y lo vamos a conseguir.
  • Eso es casi como estar casados, jajaja y no te veo de casado pero como socio te acepto encantada.
  • No, en eso tienes razón, jajaja, antes debo crecer profesionalmente pero no por eso te vas a librar de mí.
  • ¿Te vas… sólo yo?  No creo ser la única en tu vida.
  • Bueno… no te voy a engañar, conozco a alguien más.
  • Si es sólo una, lo podré superar, jajaja.
  • ¿Y si son más de “una”? no quiero engañarte.
  • Mmm… será duro, tendré que compartirte, ¡qué remedio! pero tú tienes para todas las que quieras.
  • Gracias Rita, me has quitado un peso de encima, no creí que me comprendieras.
  • Egoístamente no pero sería una pena para las otras retenerte para mí sola.
  • Cada día te quiero más, jajaja.

Cuando llegué a casa la encontré tristemente sola, la ausencia de doña María se sentía en cada rincón, al ir a mi habitación toqué en la puerta de Regina y no recibí respuesta, me sentí terriblemente sólo y pasé de largo, parecía abandonado por todos, la casa se notaba vacía, hasta se oía el eco de mis pasos y ni siquiera encendí la luz de mi cuarto, cuando me metí en la cama sentí un calor tibio y al momento el olor del perfume de Regina.

La abracé con fuerza, por un momento me sentí sólo, hasta entonces no había sentido esa sensación, sentía por ella algo especial y cuando se hizo pequeña entre mis brazos supe que era muy especial, la necesitaba en mi vida y me propuse retenerla si ella me aceptaba.

El calor de su cuerpo desnudo me hizo comprender lo que la necesitaba a mi lado y se lo demostré entrando en ella en silencio, me fundí con su cuerpo llenándola de amor, ella me recibió cálidamente al sentirse mía, fueron unos momentos inolvidables, habíamos compartido sentimientos, emociones y vivencias únicas y eso nos unió más que el sexo.

  • Abel, ¿qué va a ser de nosotros?
  • No lo sé, depende de ti.
  • Yo creí que era al revés, ahora ya no tengo empleo, la señora ya no está, tú tienes tu trabajo, tus estudios, tu vida por delante y en ella ya no quepo yo.
  • Eso ya lo decidiré yo, si tú me dejas hacerlo, hoy cuando íbamos detrás del féretro con la señora estuve pensando, a ella le gustaría que siguieras en ésta casa, ahora por su voluntad es mía y no tengo intención de perderte, me gustaría que te quedaras, es muy grande para mí sólo y sería muy feliz de encontrarme contigo en ella.
  • Abel, no quiero engañarte ni engañarme, eres muy joven, tu vida empieza aquí y ahora, vas a cambiar en muchos aspectos y yo te quiero mucho, demasiado para servir de estorbo, creo que debes vivir sólo o por lo menos sin mí.
  • Déjame ser yo quien decida eso, te quiero demasiado y me harías muy feliz si te quedaras conmigo.
  • Pero con una condición, estaré para ti cuando quieras pero no quiero impedir que vivas, no sé si me entiendes, seré tu Regina, la mujer que estará siempre dispuesta para ti aunque tengas a alguien más en tu corazón.
  • Eres muy generosa y te lo agradezco, me has ayudado mucho, no sabía cómo te lo ibas a tomar.
  • De la única forma que sé, haciéndote feliz.

Ya no fue sexo sino una serie de caricias tan íntimas que nos corrimos abrazados, cuando me desperté por la mañana, Regina me estaba esperando con mi uniforme del Supermercado impecablemente planchado, le aclaré todavía más la situación…

  • Regina, no quiero verte más como el ama de llaves de la casa, tengo la intención de que seas la dueña, te quiero ver como mi compañera fiel.
  • Así será, por eso te cuido tanto, quiero lo mejor para ti.
  • Gracias Regina, no lo olvides.

Nos besamos contra la puerta y antes de salir le di un beso en el canalillo entre las tetas, se pegó a mí haciéndome notar su sexo con el mío y cuando llegué a la calle tuve que disimular mi erección con la mano.

Otra sorpresa que me dio Manolo fue que tenía un coche utilitario, en realidad era una furgoneta en la que llevaba las herramientas propias de su oficio, sólo la usaba cuando iba a la obra si no estaba cerca, esta vez la cogió para ir al pueblo de mi madre.

Se le notaba expectante, le hablé de mi madre y se ilusionó pero eso no fue nada cuando se la presenté en persona, él iba vestido lo mejor que pudo, se notaba que era un trabajador pese a llevar corbata, las manos denotaban los callos del trabajo duro y eso fue una de las cosa que mi madre primero valoró, noté cómo le hacía una revisión rápida con los ojos de admiración, desde el primer momento noté que los dos se gustaban.

Pasado el primer momento de las presentaciones mi madre se lo llevó para enseñarle la casa y yo me dirigí a la habitación de mi hermana, cuando la vi me pareció mucho más mujer, más bonita y más sexi, llevaba la pulsera que le regalé y me acerqué para darle dos besos, ella abrió los brazos y prefirió darme un solo beso pero en la boca.

Por un momento recordé la sensación del tacto de sus tetas, no llevaba sujetador en mi honor y notó el resultado, cerró la puerta por dentro y soltó los tirantes del vestido ligero que llevaba, al caer al suelo me di cuenta de que me había quedado corto, tampoco llevaba bragas y su pubis depilado fue como un imán para mi boca, cayó sobre su cama por mi impulso y ya lo hizo con las piernas separadas.

  • Quieto loquito, no seas tan impulsivo que me voy a correr antes de hora, méteme esa polla para recordarla, he soñado cada noche con ella y… contigo.
  • Estás divina hermanita, cada día más buena, no puedo parar, córrete para mí, quiero beber tu jugo.
  • ¡Aaah, sí bebe hermano, luego saborearé también tu leche caliente!

No sé el tiempo que estuvimos pero nos corrimos antes de lo habitual, la emoción del reencuentro y las ganas de follar de los dos fueron el principal motivo,  todavía con el corazón acelerado le pregunté…

  • ¿Cómo te van las cosas por aquí?
  • Muy bien, seguí tus consejos y trabajo, tengo un horario que me permite compaginar los estudios y el sueldo me da para mis gastos y caprichos.
  • ¿Y la mamá, como se porta?
  • Muy bien, parece que entendió lo que esperabas de ella y no ha dado motivos de queja, lo único que añora es un hombre a su lado, ya sabes lo ardiente que es.
  • En eso ya pensé, por eso vine acompañado, tengo un amigo que presiento será un buen candidato, es un buen hombre y también necesita una buena compañía, espero que se gusten, ya lo conocerás.

Cuando salimos de la habitación mi madre y Manolo estaban en el salón cuchicheando con un vaso largo en las manos, se les notaba  mucha complicidad y eso me gustó.

  • ¡Ven Marta, te voy a presentar a Manolo, es un buen amigo de tu hermano y simpatiquísimo, te va a encantar, es arquitecto!
  • No Hortensia, no exageres, es albañil, eso sí, un buen albañil.
  • Es igual, a mi me da igual, arquitecto o aparejador o lo que sea pero es encantador.
  • Mmm, Manolo creo que le has gustado.
  • Y a mí ella, es una mujer preciosa, muy simpática y mmm, muy sexi, jajaja, te quedaste corto cuando la describiste.
  • Claro, quería ver tu reacción.
  • Pues lo has conseguido, me tiene embelesado.
  • Jajaja, me alegro, pero no te confíes, mi madre es una fiera, jajaja,… bueno, es hora de irnos, ya os he presentado, así que…
  • Espera Abel, se me ocurre que Manolo podría reparar unas baldosas que se mueven en mi habitación…
  • ¿A ti que te parece Manolo, tienes la herramienta adecuada? ¡Ya te advertí!
  • ¡Cómo no, me encantará! pero… me sabe mal por ti, ¿cómo vas a volver?
  • No te preocupes, el autobús sale dentro de diez minutos, si me doy prisa todavía llego.

Cuando llamé a Elsa desde mi despacho fingí cara de “jefe” enfadado, ella quedó un poco parada al entrar y se sentó en una silla al otro lado de mi mesa, llevaba una libreta y lápiz para tomar notas como una secretaria de dirección y le dije con cara seria.

  • Por favor Elsa, toma nota, esta es la primera orden importante que doy en la empresa, por lo que no aceptaré discusión de ningún tipo por parte de nadie, ni siquiera de ti.

Elsa se envaró en la silla dejando en el suelo la pierna cruzada  poniendo toda su atención…

  • Vamos a ver… apunta… “Yo, Abel como nuevo propietario responsable de ésta empresa de alimentación, ordeno que con efecto inmediato la señorita Elsa, actual Jefe de Personal ocupe el cargo de Gerente de la citada empresa y que departa con su jefe personalmente cualquier asunto que surja comprometiéndome como jefe a atenderla en cualquier deseo o petición que tenga, firmado en.. tal y tal.

Oí caer los papeles y el lápiz al suelo y al momento estaba sobre mis piernas en el sillón de ejecutivo, me abrazaba y me cubría de besos.

  • Está bien señor “jefe”, por el poder que me ha sido otorgado deseo sentarme sobre sus respetables piernas y meterme su imponente polla hasta correrme como una perra, jajaja.
  • Concedida su petición, puede proceder.

Elsa se levantó y bajó las cortinillas del despacho y cerró la puerta, cuando volvió hacia mi ya había dejado caer la falda al suelo y trepaba por mis piernas, no esperó a quitarse las bragas y las ladeó dejándose caer sobre la polla que yo había preparado.

Se asió a las orejeras del sillón y cabalgó sin descanso haciendo que girara como un toro loco de feria, al mismo tiempo sacó su blusa por la cabeza y le solté el sujetador de su espalda recibiendo el choque de sus tetas sobre mi pecho, en medio de un beso apasionado nos corrimos los dos a la vez, el sillón quedó empapado y prometió que la próxima vez pondría un empapador debajo de mi culo, reímos los dos por la ocurrencia y por toda contestación se dio la vuelta y se sentó de espaldas.

Esta vez lo hizo despacio porque el agujero debía adaptarse a mi calibre, cuando acabó de apoyar sus nalgas en mis muslos le cogí las tetas por detrás y la atraje hacia mí, con la mano busqué el clítoris y lo encontré duro y muy desarrollado y con mis caricias no tardó en repetir su orgasmo, esta vez mojando la lamparita verde de mi mesa de director.

  • ¿Lo dijiste en serio?
  • Claro, ha sido mi primera decisión en la empresa y creo que es acertada, espero que la aceptes.
  • Cómo no, tendré el mejor jefe que podía tener.
  • Y yo la mejor Gerente posible, ahora tendrás que buscar a alguna persona para sustituirte en los Recursos Humanos.
  • Mmm, espera, creo que ya la tengo, espero que te guste, aquí tengo su currículum…

Sin sacar mi polla de su culo Elsa sacó de un cajón un sobre con varios currículos, de entre ellos cogió una hoja y leyó los títulos y carreras que tenía el candidato y dejó la fotografía para el final, al quitar la mano me enseñó la cara de una chica pelirroja preciosa, tenía el cabello, las cejas y pestañas como el azafrán y las mejillas llenas de pecas.

  • ¿Te gusta el nuevo fichaje?
  • Me encanta, nunca conocí nadie con ese pelo.
  • Me alegro pero prométeme que vendrás a comer a casa con… tu Gerente.
  • Te lo prometo, pero no todos los días, ya te avisaré.
  • Tendré que conformarme y me pondré a la cola con las demás.
  • ¿Con las demás?
  • Claro, ¿no pensarás que no sé qué follas con más mujeres además de mi?, jajaja.
  • Así me gusta, eres una chica inteligente, y sí, es cierto pero para mí eres de las mejores sino la mejor y… no te olvides de la pelirroja.

  • ¡Qué casualidad!  ¿Tú por aquí?
  • Sí pasaba cerca y me pregunté…  ¿Por qué no? y vine por si te veía.
  • Jajaja, pues me alegro de verte Abel.
  • Y yo más Rosana, ¿te puedo acompañar?
  • Claro, si quieres damos un paseo, no tengo mucha prisa.
  • Me encanta el plan, me gusta mucho tu compañía.
  • Y a mí, el otro día te vi nervioso.
  • Sí, lo confieso, es que no estoy acostumbrado a pasear con chicas.
  • Jajaja, lo imagino, lo tuyo es más de cama, ¿no?
  • Me parece que para ti no hay secretos.
  • No, por lo menos con mis hermanas, ya me contaron tus… cualidades.
  • ¡Qué vergüenza!, a saber que pensarás de mí, creerás que soy un sátiro.
  • Jajaja, de eso nada, me pareces un chico muy atractivo y bastante seductor y si es verdad lo que me contaron… tienes motivos.
  • Lo siento, a veces se exagera.
  • No me importa, me gustas tú, seas como seas.
  • ¿Quieres decir que no te importa lo de tus hermanas?
  • No, ¿por qué?, es una garantía de éxito, para mi mis hermanas son como yo.
  • Mmm, pues me tranquiliza mucho porque me encantan las dos.
  • Ya me imagino.
  • Pero contigo es diferente, me gustas tú y no sólo para… creo que podría llegar a ser algo más… si tú me aceptas…
  • ¿Me estás proponiendo relaciones?
  • Bueno, me encantaría, espero que me aceptes, aunque sé que es muy precipitado pero es que yo soy así.
  • No creo, yo estaba esperando que me lo propusieras desde el día que te conocí.
  • ¿De verdad?  Gracias, eres maravillosa, me haces muy feliz.
  • Jajaja, está bien, ya hemos llegado, así que…
  • Mmm, gracias por el paseo, no te entretengo, estoy encantado… ya nos veremos.
  • Pero… ¿no vas a darme un beso siquiera? ¡qué tímido eres!  Jajaja.
  • Lo siento, son los nervios…

Fui a casa y se lo conté a gritos a Regina, Rosana era mi novia, por fin había encontrado a una chica más o menos de mi edad y era encantadora.

  • Voy a comprarle un ramo de flores para celebrarlo.
  • Jajaja, estás loco perdido.

Fui volando a casa de Rosana, llamé varias veces pero no obtuve respuesta, se me cayó el mundo y volví decepcionado, esperaba entregarle el ramo y compensar un poco lo torpe que fui al proponerle salir, con el ramo cabeza abajo volví a casa y pasé por la puerta de la habitación de Regina sin mirar siquiera, desde adentro su voz me llamó… y no me acerqué siquiera.

  • ¿Ya no saludas a la familia?
  • Déjate de bromas, no estoy de humor.
  • ¿Por qué, te han salido mal las cosas?
  • No tienes idea, quise impresionar a tu hermana y me dio con las puertas en las narices.
  • ¿Qué te hace suponer eso?
  • Ni siquiera me abrió, seguro que se estaría riendo de un crío como yo y… ¡yo no soy un crío, también tengo sentimientos!, me gusta tu hermana demasiado para perderla.
  • A lo mejor es porque está celosa.
  • ¿Celosa, de quién?
  • Pues de mí, de Sabina,… de las otras…
  • Déjalo, tú sabes que os quiero a todas aunque de otra manera pero a Rosana… ¡Dios, esto no me pasó nunca, me tiene loco apenas conocerla!
  • Creo que eso deberías decírselo a ella, pasa.

Estuve contestando a Regina desde la puerta de mi habitación, sin ganas de conversación y por eso ni me asomé a la suya, al decirme eso volví sobre mis pasos y me asomé y vi a Regina con Rosana con una sonrisa encantadora abriendo los brazos para recibirme.

  • ¿Rosana, qué haces aquí? ¡Qué mal rato he pasado!, creí que…
  • Jajaja, vaya el duro seductor, si tienes el corazón de mantequilla, he venido rápidamente a contárselo a Regina pero ya lo sabía, me ha contado la clase de persona que eres y… muchas cosas más.
  • ¡Regina no le habrás contado…!
  • Claro, no tengo secretos con mis hermanas.
  • Eso está bien pero contarle… ¿qué va a pensar de mí?
  • Jajaja, piensa lo mismo que yo, que eres una persona maravillosa y que no quiere perderte tampoco y que será muy feliz si nos sigues queriendo a las tres igual que hasta ahora.
  • ¡Regina!, ¿sabes lo que dices, quieres decir que podemos seguir…? ese era el mayor pesar que tenía, no quiero perderos a ninguna de las tres.
  • Y no lo harás, ven, te lo vamos a demostrar, quiero que ya veas lo mucho que te quiero, Regina me ha contado tus gustos.

Ante mis ojos alucinados una hermana desnudó a la otra y me hicieron sitio en la cama, entre las dos me quitaron la ropa mientras sostenía el ramo de rosas, al momento noté humedad tibia en mi capullo y más humedad en el tronco hasta los huevos, las dos cabezas femeninas se pegaron a mí, dejé el ramo a un lado, las cogí y las fui guiando por mi polla, las dos chupaban alternativamente haciéndome gemir, cuando pude cogerles las tetas supe que no podría decir cuál de las dos me gustaban más.

Rosana me miró desde abajo y pasó la lengua por el labio relamiéndose, le puse el capullo entre los labios y empujé, vi desaparecer la verga entre sus labios a la vez que Regina me lamía los huevos, la melena rubia se mezcló con la morena de su hermana y no pude contenerme, me corrí en una boca y no me importó en cual y luego vi cómo una le pasaba mi leche a la otra y me alegré por mi futura familia.

  • Sois maravillosas, ahora me toca a mí, poneros de cuatro sobre la cama.
  • ¿Así te parece bien?
  • De maravilla, un coño cerradito y otro abierto, los dos me encantan y los voy a llenar de carne.
  • Sí, llénanos pero no te olvides de los culos, sobre todo el de Rosana, todavía es virgen pero seguro que tú lo vas a estrenar.
  • Ayúdame a dilatarlo.

Regina lamió el orificio de Rosana y cuando metió dos dedos cogió mi polla, la paseó por el coño y la dejó a la entrada del culo de la rubia, ésta se echó hacia atrás hasta que sintió la presión sobre su esfínter, me cogí a sus caderas y empujé, la chica se quejó pero su hermana la tranquilizó pasando la mano por la melena.

  • ¡Me duele Regina!, ¿a ti no?
  • No, a mi me encanta, cuando la tengas toda adentro ya me dirás.
  • Uf, sí, ya entra pero despacio Abel, es la primera vez, ten piedad de mi, ¡me partes el culooo!
  • Relájate y disfruta, ya casi la tienes entera pero si no puedes resistir la saco.
  • No, no la saques, si mi hermana dice que siga, sigo, ¡métela toda, yaaa Abel, yaaaa, toda hasta adentro, asííí!

Regina colaboró decidida, pasó la mano entre los muslos de Rosana y le acarició el clítoris, la rubia levantó el culo y la polla resbaló suavemente hasta chocar los huevos con sus nalgas.

La morena no dejó de acariciar a su hermana mientras yo la bombeaba y se corrió hasta caer hacia adelante, yo la seguí quedándome dentro de ella.  Regina ofreció su coño a mi boca y absorbí sus labios ya húmedos, hasta que me avisó que frenara porque se iba a correr sin remedio, a todo esto, la rubia seguía boca abajo degustando su segundo orgasmo y le saqué la polla, Regina se apartó de su hermana y ésta se dio la vuelta,  separó las piernas y me coloqué de rodillas pegado a su coño, la hermana mayor quedó mirando la escena pero Rosana la llamó y le pidió que se sentara sobre su cara.

Regina obedeció y pude tener las cuatro tetas a mi alcance, las admiré y las fui chupando alternativamente hasta perder el control.

  • Abel ¡para, qué estoy ovulando!
  • Podías haber avisado antes, por poco me corro adentro, imagina si lo hago, mejor hoy te regaré las tetas.
  • Jajaja, estaría bueno que me hicierais tía.
  • Me encantaría pero ahora no, tengo que levantar la empresa, ya lo sabes.
  • A mí también me gustaría Abel, me gustaría sentirme llena con tu leche pero comprendo tu deseo, ya tendremos tiempo de hacer tías a mis hermanas.
  • De momento voy a intentar hacerte tía a ti con Regina.
  • ¿A mí? ojala, puedes follarme como quieras, llena mi coño de leche, jajaja.

Estuvimos toda la noche, descansábamos mezclados sobre la cama de Regina, ya casi amaneciendo se levantó y preparó algo para comer, Rosana y yo aprovechamos para follar los dos solos, comprobé lo dulces que eran sus besos, la ternura de sus brazos, la suavidad y la dureza de sus tetas y la estrechez de su coño.

Cuando Regina regresó nos encontró corriéndonos a la vez, se quedó de pie con la bandeja en la mano esperando a que nos repusiéramos y luego se sentó en la cama, los tres devoramos el tentempié que había preparado y después se fue a mi habitación para que termináramos la noche nosotros solos.

Cuando salí por la mañana me propuse firmemente conseguir que lo prometido a doña María fuera una realidad lo antes posible, por lo menos tenía las mejores compañías.

FIN